Partida Rol por web

Buenas. Yo estaba buscando un gimnasio y llegó a mi buzón una publicidad en la que ofrecían una clase de prueba en defensa personal, así que... bueno, aquí estoy.

He de decir que el gimnasio se ve agradable, pero ya veremos...grr... termino con una mirada evaluativa hacia la entrenadora, aunque ni yo misma sé si la miro para comprobar si parece una buena entrenadora o si la miro porque me atraigan sus formas.

¿Puedo dejar la mochila en algún sitio? Tienen vestuario, asumo, pero ¿es unisex o está dividido por sexos?

Cuando el guardia me preguntó acerca de si realizaba masajes a domicilio, negué con la cabeza - pero si acabo contratada aquí, podrá usted pasarse las veces que quiera y le atenderé con gusto - nunca había tenido problemas a la hora de atender a nadie, aunque entendía que no cualquier lugar servía, ya que había que acondicionar la estancia y crear un ambiente sugerente que motivara para la relajación.

Saludé y seguí pasillo adelante tras los pasos de la zorra roja.

El almacén en cuestión estaba bastante saturado de cosas, estaba claro que el dueño y su personal estaban centrados en las tareas propias del gimnasio, en tanto que habían descuidado un poco otras cuestiones; aún con todo, logró encontrar la colchoneta de masajes, así que, tras sacarla la extendió en el suelo para empezar la prueba y la demostración.

- Está bien, Sorcha, en primer lugar te pediría que te quitases toda la ropa y te colocaras boca abajo sobre la cama, extendiendo manos y pies y separándolas del cuerpo - mientras hacía eso, coloqué la carpeta y el bolso bandolera sobre una silla, a la vez que extraía un estuche con varios recipientes - ¿alguna alergia a aceites, fragancias? - era mejor prevenir que lamentar, al fin y al cabo, los botes que tenía con ungüentos y aceites olorosos contenían también un poco de alcohol y era bueno saber si reaccionarían bien en su cuerpo o por el contrario podrían provocar algún tipo de irritación.

- Tengo las manos limpias, así que, no te preocupes por ese extremo - acto seguido abrí uno de los pequeños botes y extendí sobre la palma de mi mano unas cuantas gotas de aceite con olor a aromas del bosque con alta concentración de eucalipto y menta - vas a notar un cambio de temperatura, ya que está más o menos del tiempo, es decir, fresco - orienté el bote y sobre su espalda de arriba a abajo, es decir, desde la base del cuello hasta la cintura vertí un chorro de esta sustancia que le erizó los pelos por el contraste de temperatura.

Acto seguido coloqué dos dedos sobre la base de su nuca y haciendo un poco de presión, fui recorriendo su cuello y espalda hasta su cintura aprovechando el deslizamiento del aceite sobre mis dedos, a la vez con la otra pata extendía el aceite del centro hasta los laterales cubriendo la mayor parte del cuerpo. Por el momento, parecía que estaba peinando su pelaje, sin embargo, una vez que mis dedos llegaron hasta sus lumbares, continuaron hasta sus glúteos. Después comencé a masajeárselos a la vez que mi cola volvía a recorrer el mismo trayecto por donde habían pasado antes mis dedos desde su nuca hasta el pliegue de las nalgas - ¿qué sientes? - era importante la interacción masajista-cliente.

Miro aquel cartel entrecerrando un poco los ojos, asintiendo suavemente ante la idea de darle una clase gratuita. Normalmente esas ofertas iban dirigidas a clases grupales y no individuales donde tenía que centrar mi atención en un sola persona, pero… ¿por qué no? Dejé el papel que tenía en la mano sobre una de las mesas que había bordeando la sala y me acerqué a ella para verla más de cerca.

—Puedes dejarla en cualquier sitio del aula, ya he terminado la clase anterior por lo que vamos a estar las dos solas. Los vestuarios están divididos por sexo, por normativa ya no dejan que sean unisex. Están yendo hacia los lavabos, verás que están los típicos carteles de hombre y mujer — respondí a sus preguntas en primer lugar —. Pero si quieres cambiarte puedes hacerlo aquí, te prometo que intentaré no mirar.

Esa lobita era atractiva, tenía que admitirlo, y estaba segura de que sin aquella ropa todavía se vería mejor. Pero no era mi intención hacer que se pudiera sentir incómoda en su primera clase, o no al menos antes de haberla empezado. Así que debía hacer un esfuerzo para reprimir aquellos instintos que me hacían hablar antes de pensar.

— Por cierto, soy Sorcha. —Le dije para presentarme estirando la mano.

Estaba expectante por ver cómo eran los masajes que Wendy daba, ver si no era más que otra chica creyéndose especial en su trabajo o realmente podía estar en lo cierto. Pero cuando hizo su primera petición sí que me pilló por sorpresa provocando que abriera los ojos un poco más debido a la sorpresa. Aquel debía de ser el primer masaje que me habían dado donde me pedían que me quitara toda la ropa. Pero no dije nada, vería donde llegaba todo aquello. Simplemente me pasé la lengua por los finos labios y lo acepté.

—Está bien —respondo antes de ponerme a ello, sin ni siquiera girarme para darle la espalda.

Empiezo quitándome la prenda superior, aquel ajustado sujetador deportivo que retenía mis pechos de un notable tamaño, dejándolos expuestos y mostrando el piercing que atravesaba mi pezón derecho. Tras ello mes descalzo y por último agarro los laterales de mis pantalones para empezar a bajarlos, mostrando que no llevaba nada debajo de ellos.

Como me pide me coloco en aquella camilla de masaje y niego con la cabeza cuando me pregunta si soy alérgica a algo. Escucho su voz mientras cierro los ojos y trato de relajarme, notando como aquel líquido espeso recorre mi espalda y al poco empieza a cambiar la temperatura de mi cuerpo. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo y me hizo tragar saliva ante aquella sensación. Se sentía relajante, agradable… notando como iba pasando por mis duros músculos mientras descendía hasta mis glúteos. Los cuales al masajear provocó que apretase suavemente la mandíbula notando un ligero cosquilleo.

— Es relajante, está bien. Pero de momento no me estás sorprendiendo —digo antes de soltar una risa, abriendo los ojos y girando mi cabeza para mirarla un instante.

Dejo la mochila en una de las esquinas pero niego a la monitora. No, si ya me cambié en el trabajo. Es más por darme una ducha cuando terminemos y volver a ponerme la ropa de trabajo para ir a mi casa.

La verdad digo mientras me encamino al centro del aula es que me vendría bien pues estáis en el camino de mi trabajo a mi casa y podría aprovechar para ir a casa andando y hacer algo más de ejercicio.

Me acerco a la monitora con una sonrisa mientras estrecho su mano. Encantada, Sorcha. Yo soy Hannah.

- Digamos que me sobreesforcé en un campeonato y no sólo perdí, también me llevé una lesión. - Respondió a Perry sin dar muchos datos acerca del suceso. No es que fuera un tema que le agradase en demasía tocar, pero era normal que preguntase. - Sí, Sorcha es la que se encarga de las artes marciales. Ella podrá informarte mejor acerca de ello. 

De acuerdo -dijo Perry ofreciéndole su enorme mano al tigre. Me gusta el gimnasio! Empiezo hoy mismo! ¿Qué tal si relleno el formulario o lo que necesite y le doy un meneo a las máquinas? Ya empezaré con el ring mañana.

Perry volvió al día siguiente, de buena mañana también.Esta vez traía su equipo de boxeo en una gran bolsa que parecía más vieja que el gimnasio en sí. Parecía literalmente, sacada de los 70. Dejó la bolsa en un taburete y sacó venda para protegerse las manos, un par de guantes de color burdeos bastante machacados, polvo de magnesio y una vieja comba.

Perry buscó a Sorcha y la saludó.

-Buenos días. ¿Sorcha? Un placer. Soy Perry Saturn -dijo ofreciéndole su inmensa mano. Akeno me dijo que sabías combatir. Me gustaría lanzarte unos cuantos golpes después de haber calentado un poco -dijo señalando con la cabeza hacia el ring. ¿Estas libre? 

El búfalo sonreía, sintiéndose de nuevo joven mientras te miraba de arriba a abajo. Era dificil si lo hacia evaluándote como hembra o como sparring.

—Un placer, Hannah —digo mientras le estrecho la mano, mostrando una sonrisa de lado que deja entrever mis afilados dientes —. No te preocupes, cuando acabemos aquí te enseño las duchas. ¡Pero ahora vamos al lío!

Me aparto un poco de ella dando unos pasos atrás y junto mis dedos frente a mí, estirándolos y haciéndolos crujir, antes de ponerme a calentar un poco moviendo el brazo en círculos.

—Antes de empezar a enseñarte algo háblame un poco de ti. ¿Haces ejercicio de forma habitual o ya has practicado antes deportes de contacto? —fui preguntando mientras seguía calentando los músculos —Antes de nada calentemos bien para que la sangre vaya yendo hacia el músculo. ¿Has comido algo antes de venir?

Aunque era la loba la que estaba para comérsela.

Empiezo yo a calentar sobre todo los brazos, pero también las piernas, haciendo estiramientos, girando los brazos en molinos o levantandolos y luego tocándome la punta de los pies (cosa que, por cierto, provoca que exponga mi cuerpo más todavía). Mientras tanto voy respondiendo.

Antes que nada debes saber que soy escocesa. En mi tierra natal iba a un gimnasio donde practicaba boxeo y, cuando se podía salir a la calle sin empaparte, camogie, la versión femenina del Hurling.

Sin embargo, todo el último año de carrera y los dos meses que llevo aquí he descuidado los entrenamientos y lo único que hago todas las mañanas es salir a correr al menos media hora de lunes a sábado.

Respecto a la comida, suelo comer sobre la 1:00, así que ya hace tiempo para que no me moleste. De todos modos, si me da hambre, me he traído una barrita energética.

Tras calentar un rato la miro. Cuando quieras. Yo creo que ya he calentado bastante, pero depende de ti.

Me encontraba viendo como un par de chicos se lanzaban unos golpes encima del ring mientras practicaban, cuando escuché mi nombre a mis espaldas y me giré para ver de quien se trataba. Era el tipo que había venido para ver el gimnasio el día anterior. Supongo que a Akeno se le daba mejor que a mí eso de traer nuevos clientes. Me giré y le respondí con un asentamiento mientras le estrechaba la mano con fuerza. Era un tipo grande y seguramente fuerte, pero sin duda eso no lo era todo.

—¿Lanzarme unos golpes?, ¿me has visto cara de jodido saco de boxeo o qué? —pregunto soltando una breve risa algo irónica —Si quieres dar golpes prepárate también para recibirlos.

Aquella zona destinada a la práctica de deportes de contacto estaba bastante bien equipada. Tenía algunos sacos en los laterales de diferentes formas y tamaños, así como dos ring uno con jaula incluida. Le señalé el que estaba vacío y le hice un gesto con la cabeza. 

—Estoy libre, sí. ¿Pero no estás ya viejo para estas cosas? —digo intentado provocarle antes de empezar.

Perry la miró confundido. Se fue poniendo las vendas y los guantes mientras avanzaba. LA tipa tenía huevo y además estaba para hacerle un favor. Aunque eso de los tattoos no le hacía mucha gracia a un perro viejo como Perry.

-No digo de pegarte a ti, mujer, sino con los guantes de protecciones, para practicar combinaciones, técnica. ¿Vosotros no lo haceis asi en esa mierda de jaula que usais los de las MaMAditas? Ah, no, que ahí sólo luchais como animales, sin reglas ni caballerosidad.

Aunque empieza a responderme a las preguntas, me encuentro más concentrada mirando como la tela de la ropa se le desliza por el pelaje mientras realiza aquellos estiramiento. Tanto que provocó que me mordiera el labio inferior con suavidad antes de estirarme yo también sacando el pecho hacia delante y haciendo que la parte de mi pubis se marcase claramente en los ceñidos pantalones que llevaba.

—Escocesa, ¿eh? —pregunto sonriendo sin dejar de mirarla— Yo soy soy irlandesa, o mejor dicho, tengo sangre irlandesa aunque nací aquí.

Yo ya había estado haciendo ejercicio antes, por lo que no necesitaba calentar demasiado y lo hacía más bien para acompañarla en el ejercicio. Así que no tardé en detenerme y empecé a acercarme de nuevo a ella. Con cuidado retiré el velcro de las muñecas que tenían los guantes para soltarlos y quitármelos.

—Quiero que si vuelves otro día comas media hora antes de entrenar, como mucho una hora. Si no comes tú cuerpo va a tirar de los músculos que tienes y vas a perder masa muscular en vez de ganar—explico mientras llevo la mano a su brazo y le agarro un poco en la zona del biceps—. Necesitas que cojan de lo que acabas de comer. —Y entonces le pongo la mano en el vientre con suavidad, mientras bajo la vista a su cuerpo un instante antes de apartarme de ella.

Estiro el brazo y para cederle los guantes. Después de haber estado haciendo deporte estos están algo sudados en el interiores, pero quería ver cómo de pija era la lobita.

—Vamos, demuéstrame que sabes lo que haces y no solo hablas —digo con una sonrisa algo ladina, intentado provocarla.

Es imposible no fijarme en el movimiento que hace y como provoca que todo su cuerpo se marque, pero aparto pronto la mirada.

Escucho lo que dice y afirmo. De acuerdo, entrenadora. Lo tendré en cuenta digo, apretando un poco la tripa para que note unos abdominales no tan desarrollados como estuvieron pero bastante bien para llevar un año fuera de un gimnasio.

Me tiende los guantes y sonrío poniéndomelos sin problemas pese a lo sudados que están. Luego empiezo a hacer algunos golpes de Boxeo al aire. Aún recuerdo bien cómo hacer un uppercut, un directo, un gancho... Quizá mi fuerza no es la misma de antes, pero mis conocimientos aún están ahí.

Me pongo las vendas con cuidado, ya que no sería la primera vez que me hago sangrar los nudillos por eso, y tomo un par de guantes de mi talla antes de empezar a caminar hacia el ring.

—Sé a lo que te referías, Perry. ¿Pero tanto miedo tienes de mí? —pregunto con malicia mientras me pongo los guantes, demasiado acolchados para mi gusto —Juego con tus normas, con esta mierda de aguantes. Nosotros entramos a combatir y queda en pie el más fuerte. ¿Quieres hacerlo boxeando? Puedes hacerlo. 

Me subía al cuadrilátero y me incliné para pasar por debajo de la primera cuerda, empezando a dar saltitos sobre la lona y algún que otro golpe en el aire para calentar.

—¿Esperas una invitación?

Con las manos apoyadas en ambos lados de mi cadera observo como se mueve lo lobita y la verdad es que lo hace bien. Por lo que me quedo en silencio tan solo mirando. La técnica es buena y conoce unos cuantos golpes, pero al final acabo mirando otras zonas de su cuerpo esta vez con cierto descaro aprovechando que ella se encuentre lanzando golpes a ese enemigo invisible que hay frente a ella. 

—Vaya, lo haces bien y la verdad es que eso no me lo esperaba —digo con sinceridad, eso tenía que reconocérselo —. ¿Qué te parece ahora si prácticas un poco conmigo? Quiero ver como sudas...

Y lo cierto es que no podía ser peor profesora, pues quería verla mojada sí, pero no en sudor precisamente. Así que caminé hacia una de las mesas que había por los bordes y cogí otro par de guantes, solo que estos eran de boxeo, más blandos y acolchados. Me los puse y me acerqué a ella poniéndome en frente.

—Golpea fuerte, quiero ver esos músculos. —Le pido mientras le miro a los ojos. —Pero acuérdate que llevas unos guantes de artes marciales mixtas, no quiero que te hagas daño en las manos. ¿Entendido? Y ahora, venga: izquierda, derecha y gancho. Repite durante dos minutos sin parar.

Conforme más golpes voy dando, más recuerdo cómo se boxeaba y más segura me siento. Una sincera sonrisa asoma a mis labios, pues siento que he recuperado algo que no sabía que había perdido.

Afirmo cuándo se pone los guantes y empiezo a hacer los ejercicios que me manda. No es difícil notar que tengo la técnica, ya que golpeo en el momento óptimo, y la agilidad, pues me muevo esquivando golpes sin mucha dificultad. Pero se nota bien a las claras que lo que más me falta es fuerza.

Conforme pasa el tiempo mi ropa y cuerpo empieza a mojarse por el sudor, pero no parece que le preste atención. Cercos se forman en las axilas mientras gotas de sudor resbalan lentamente por mi abdomen perdiéndose en mi pantalón.

Perry rebuznó por sus enormes ollares. Las fosas nasales vibraron con la fuerza de su resoplido nasal. Pudiste ver como sus abultados pectorales se tensaban cuando subió al ring. Para ser un cincuentón, pasó por debajo de las cuerdas sin tocarlas, lo que ya era indicatorio de que no era la primera vez que lo hacía. 

El búfalo, más silencioso que la zorra, levantó la guardia y comenzó a mecerse, cambiando el peso de pierna a pierna y a moverse alrededor de ella.

-Voy -dijo.

Nada más presagió un terrible golpe, como un mazazo, que los guantes de sparring de Sorcha apenas acolcharon. La zorra era fuerte, joven y estaba entrenada pero otra hubiera sido empujada de culo al suelo.

Él parecía impresionado.

-No está mal!- reconoció.

Alzo las manos y empiezo a recibir los golpes con fuerza, viendo en su cara que poco a poco empieza a pasárselo bien. Eso me gusta. No todas las chicas que pasan por el gimnasio se atreven a practicar deportes de este estilo y encima se veía que ella lo estaba disfrutando. Le devolví algún que otro golpe para que estuviera atenta y se movía con agilidad.

—¡Lo haces bien, loba! ¡Vamos, pega más fuerte! —levanto la voz para animarla, viendo como después de tantos golpes empieza a sudar. 

Se que en ese momento no debería hacerlo, pero no puedo evitar distraerme admirando su se mueve su cuerpo. En cuanto el sudor empieza a aparecer la ropa se le pega más y le da un aire muy atractivo. Por lo que como su sudor, yo también recorro mi cuerpo con la mirada hasta sus pantalones. Solo que no puedo distraerme mucho más, pues ella sigue golpeando y necesito mantenerme para que no se haga daño.

—Tranqui, tranqui... ya está bien. Vamos respira y coge aire — digo soltando una suave risa —. Veo que eres rápida y golpeas bastante bien. ¿No has pensado en apuntarte en serio? 

De momento dejo que descanse un poco, viendo como sus pechos suben y bajan con la respiración más agitada.