Partida Rol por web

No estoy especialmente comoda aquí. Es un buen sitio para observar pero también estamos demasiado al descubierto, así que intento hacer lo quese espera lo antes posible, para que podamos ir a un sitio más resguardado a cerrar un plan.

-Yo cuento 30 hombres vigilando pero... ¿Veis lo mismo que yo?- pregunto a los chicos extrañada -¿Dónde están los animales?- pregunto señalando discretamente los cercados -Oler se huelen, incluso desde aquí pero no los veo...- estiro un poco el cuello con curiosidad pero me vuelvo a agachar rápido.

Me giro a revisar el terreno donde estamos -¿Y las tierras? Son fantásticas pero no crece nada... es cierto que no las cuidan, no han visto un arado en años sospecho... pero es que ni los árboles frutales dan fruta...-

Siento un escalofrío en la base del cuello... "¡Maldición! Como odio este sitio..."

-¿Y eso también no será es signo del chupacabra?- Incidió en lo dicho por Juanita. -Los animales sienten que la tierra está maldita... Seguro que se han idoooo.-

Quién sabe si Pancho se dejara llevar por su miedo o por su sentido común al decir también: -Pues no es mala idea ir al pueblo en busca de refuerzooooss, señor Mc Ready. En el local que estuve el tipo con el que hablé no estaba muy a favor del señor Pierre que digamos. Y el resto de la gente no decía nadaaaa, pero estoy bastante seguro que no les hacia gracia la situación actual del pueblooo- Aunque Pancho no pudo ocultar a los demás otro hecho: -...pero también es verdad que los chamacos del local estaban tan asustados que no paraban de decirle que se callara cuando empezó a hablar mal del señor Beamount.-

-Y si intentamos buscar gente en el pueblo en contra del francés, sus hombres no tardarán en aparecer en cuanto se enteren, como lo que vistéis ocurrió en la ronda a la que entreee. Pueden estar seguros- 

-¡Ay no se, no se!... ¡Yo veo la cosa muy negritaaa, lo mire como lo mireee! ¿¡Qué vamos a a hacer señor Jaaaaack!?- Miró al lider de la banda como esperando una decisión al respecto.

-Tienes razón, Juanita. Es extraño pero bueno, nunca vi al francés como un vultar campesino. En cualquier caso, venirse para aquí con un grupo de hombres armados es declarar una guerra-argumentó James-Lo mismo es el único modo de solucionar esto, pero me gustaría estar seguro de que agotamos todas las vías de entendimiento posible antes. No obstante, acataré lo que se decida. Tan solo quería dar mi opinión.

En opinión del jugador meterse en aquella finca era un suicidio. Si no los despachaba cualquiera de aquellos hombres armados nada más verles, a buen seguro que los matones del bar les matarían de todas formas incluso si no les hubiera desplumado al póker, culpa exclusiva de ellos todo fuera dicho, aquellos tipos eran de los que disfrutaban haciendo daño a la gente.

Incluso si todo iba bien y llegaban hasta el francés la cosa no mejoraba. Si resultaba que aquel señoritingo afrancesado no era quien esperaban, les darían la patada y no tendrían plata ni opciones. Si por el contrario resultaba que sí era quien esperaban ¿qué creían que iba a pasar? ¿que les daría parte de sus ganancias? ¿¡aquella parte que les había robado!? Probablemente les mandaría echar o más probablemente matar y enterrar tras el granero, como si nunca hubieran llegado allí.

A ojos de Maverick reclutar campesinos descontentos en el pueblo era más propio de una novela de 5 centavos que un plan real. Aquella gente no se uniría bajo la bandera de unos desconocidos contra el señor del pueblo... y su ejército. Probablemente el viejo tenía razón y fueran a buscarlos al pueblo en cuanto alguien se fuera de la lengua, lo que no tardaría en ocurrir. Aun así, en el pueblo tendrían alguna posibilidad más, casi ninguna, pero más que en el matadero que era la finca.

Eso sólo dejaba las otras dos opciones. La primera, que era la más lógica y cabal, abandonar toda aquella locura, junto con la vida criminal, que aportaba mucho riesgo y poco o ningún beneficio... pero si hasta la chica era propiedad del jefe aunque éste apenas le hiciera caso. Suspiró. Seguro que Lonegan le pegaría un tiro si proponía dejarlo... o si se quedaba con la chicha... bonita esa Juanita y con un trasero notable en verdad.

La última opción... era apenas menos estúpida que las otras, pero era la única que le parecía podía funcionar.

- Quizás podriamos ocultarnos... lejos de aqui - añadió con un escalofrío. Quizás Pancho tenía razón y aquella bestia mejicana el chotacabras o chupavacas andaba por allí - esperaríamos a la noche y nos infiltraríamos en la casona de la finca. De noche debería haber menos guardias y éstos no nos verían desde tan lejos. Quizás podríamos llegar junto al tal Pierre con pocos o ningún tiro.

Lonegan sabía la decisión era totalmente suya, pero no era tan estúpido como para ignorar las sugerencias de los demás, al menos si estas tenían sentido. Pancho era un supersticioso sin remedio, pero incluso la calmada Juanita parecía haber notado algo que los demás no. Tal vez tuviera algo que ver con su sangre latina, pero no parecía una simple casualidad que ambos tuvieran una sensación extraña sobre la finca, o sobre "El Francés", fuera su antiguo compañero o simplemente otro extranjero sin nada que ver con ellos.

James parecía el más dispuesto a parlamentar con el dueño de la hacienda, pero no lo había dicho con esas palabras; lo que había dicho hacía pensar que lo que quería era evitar un derramamiento de sangre tal vez innecesario. Maverick... bueno, era difícil saber si tenía un plan, o solo quería alejarse de allí inmediatamente, pero al menos había tenido algo parecido a un plan sensato.

- Nos vamos. - declaró finalmente - Con tantos hombres, está claro que el francés no quiere permitir que nadie se acerque así como así, quien sabe si será por nosotros o por alguna otra cosa. - Lonegan se apartó del borde de la colina, alejándose de la vista que tenían de la hacienda antes de montar en su caballo.

- Como sea, no nos vamos a esconder en campo abierto. Recordad que hay una "bestia devoradora de hombres" suelta y el francés podría ser el culpable. Regresamos a St. Elmo. Nos alojaremos en uno de los hoteles, por la noche nos escabulliremos y volveremos aquí. Mientras tanto podemos intentar reunir algo más de información, como por qué el francés está empeñado en comprar todas las minas y propiedades de todo el pueblo. Algo me huele mal y no me gusta. - Aquella última frase la dijo casi para sí  mismo, mientras rascaba distraidamente la cicatriz de su mano izquierda, una manía que había adquirido en aquellos tres años de cautiverio.

Con Lonegan a la cabeza, marchasteis con lentitud por el camino hasta estar de vuelta en St. Elmo. El pueblo presentaba el mismo aspecto que cuando llegásteis aquella mañana, salvo que ahora, con el sol ya bajo a pocar horas de terminar la tarde, las calles estaban más llenas de mineros y otros trabajadores que se movían entre las malolientes casas de más al oeste, los saloons, las casas de juego y prostitutas.

El otro gran cambio eran las paredes del Kaltes Bier, que ahora tenían algunos tablones por doquier para tapar pequeños agujeros, o sobre una de las contraventanas, que ahora yacía arrancada bajo el hueco donde debería estar. A pesar de su estado, parecía estar abierto, y algunos mineros solitarios entraban y salían de allí.

Nos montamos, de nuevo, en los caballos para salir de aquel sitio. Lo cierto es que ahora no me siento tan mal por tener que volver al pueblo.  Es cierto que no me gusta, pero lo que hemos observado en la finca despierta mi curiosidad y me muero por intentar descubrir algo más

-Creo que me voy a acercar al Kaltes Bier para preguntar si necesitan camareras o coristas. Diré que estoy pensando en pasar algún tiempo por aquí y así, incluso aunque no tengan trabajo para darme, sonará creíble que quiera cotillear sobre el pueblo. Puedo mezclar preguntas que no tengan nada que ver, como sobre de quién es la bonita casa de la entrada y así llamará menos la atención-

Espero a ver si a mis compañeros les parece bien, en cuyo caso me adelantaré un poco para llegar separados. Aunque algunas personas ya nos han visto juntos, no han sido muchas y no tengo demasiadas opciones, salvo confiar en tener suerte y que los que nos vieron antes, no nos vean ahora...

Michael había dejado escapar un suspiro de alivio cuando Lonegan decidió que se volvían al pueblo. Había encabezado la marcha dejando trotar al caballo que parecía tan contento como él por salir de allí. De camino ya estaba imaginándose como gastar sus dólares. Seguro que aquella solícita camarera de gloriosas pechugas seguía en el sitio donde la dejó. 

El jugador seguía convencido que entablar "relación" con ella sería un buen método para obtener información. A fin de cuentas aquel sistema siempre le había funcionado hasta entonces, al menos casi siempre. Entrar en el pueblo, gastar los últimos dólares como si uno tuviera muchos más en una chica y aprender de ésta quienes eran los que más dinero tenían del pueblo y más dispuestos estaban a jugárselo al póker.

Sin duda dicha muchacha luego daba información a su vez, un forastero rico, risueño y despreocupado que buscaba una partida de póker en la que sin duda perdería un buen montón de dinero que había ganado en una herencia. Pero esa parte, era tan importante como la primera. En resumen, las bases de un buen negocio, para Michael y como no, para la camarera y no sólo en lo que respecta al dinero claro estaba.

El resto del viaje cabalgó con una sonrisa esperanzada en el rostro.

Durante su regreso al pueblo la melancolía volvió a adueñarse de James. El comprobar que había indicios de que su antiguo amigo y compañero de correrías les habría traicionado y se había estado dando la vida padre como un adinerado terrateniente, no le sentó nada bien.

El tener que mezclarse con la gente del pueblo no hizo que su estado de ánimo mejorase. No le gustaban los pueblos como aquel. Pozos de inmundicia a donde la gente acudía atraídos por las minas. Todo lo más cuatro casuchas, un saloon, una tienda de aprovisionamientos...

No había muchas opciones así que siguió a Juanita hasta el interior del Kaltes Bier para ver qué se cocía por allí.

Pancho sintió cierto alivio al apartarse de las malditas tierras. El viaje de regreso a St. Elmo fue tranquilo, pero la sensación de desasosiego reapareció al llegar al pueblo y contemplar la taberna destartalada a la que anteriormente había accedido. Recordar la trifulca que se produjo en ella le hizo darse cuenta entonces al mejicano que tarde o temprano deberían afrontar al "Francés" y sus hombres.

Se sentía algo preocupado por Mc Ready y Juanita cuando estos entraron en el Kaltes Bier. ¿Se liaría de nuevo una chimichanga? Ambos sabían cuidar de si mismos, y no quería entrar de nuevo en el local y despertar sospechas.  Así que se limitó a esperar en el exterior. Cerca, por si surgían "problemas".

—Ustedes entren, que yo voy a tomar el aire por aquíiii....— Ni corto ni perezoso, bajó del caballo y se sentó a cubierto del sol a la sombra en el porche del local, dando algún trago de otro de la botella de tequila que sacó debajo del poncho, y atento a cualquier grupo de hombres que se acercara de nuevo al "Kaltes Bier" con malas intenciones.

Michael dirigió asus compañeros un gesto con del sombrero, casi al mismo tiempo que Pancho se separaba del grupo. Acompañó al mejicano un momento y vió como éste tomaba asiento y se llevaba a los labios una botella medio vacía que mágicamente hacia un instante no estaba allí. Aquel tipo era un genio sin duda. Un genio en un campo muy pequeño, pero sin duda un tipo fuera de lo común. Antes de que sus posaderas llegaran a tocar la banqueta ya había dado dos sorbos y parecía no quitar los ojos de Juanita, o quizás del trasero de ésta.

El mejicano pareció guiñarle un ojo o quizás sólo fuera una mueca tras un sorbo particularmente malo de aquella desagradable bebida. En cualquier caso Michael aprovechó el gesto y se despidió de éste:

- A mi tampoco me vendría mal que me echaras un ojo. Hay unos tipos por ahí que sin duda desean recuperar la pasta que honradamente les he ganado - el mejicano no pareció responder, o no le había oído, o le había dado igual o quizás ya estaba medio borracho - Te enviaré una botella de ese vene... esa bebida, que te gusta.

Entrásteis en el saloon dejando atrás a Pancho, que se quedó cerca de la puerta a vigilar... o a darle a la botella sin interrupciones; y a Lonegan y Maverick que tal vez buscaran otro lugar donde hacer preguntas.

El interior era un desastre, había un espejo hecho añicos y varias mesas volcadas o rotas por la mitad. Alrededor de una de las pocas que quedaban intactas había 3 trabajadores mineros tomando whisky mientras hablaban en tono conciliador al barman, un hombre rollizo, algo pálido y por sus vestimentas tenía un aire extranjero; también llevaba un extraño sombrero roto en las manos, tenía una calva en la poblada barba, y un feo moratón en la mejilla izquierda.

En cuanto se percató de que tenía nuevos clientes se apresuró a ir tras la barra e hizo un gesto para que os acercásesis. En cuanto habló, comprobasteis que tenía un acento terrible, hablaba con voz muy grave y arrastraba las palabras.

- ¿Bebida, forrrasterros? -

Juanita y McReady pronto se perdieron de vista en el interior del local, aunque aún se los podía ver a través de los huecos de las tablas que habían sido usadas para reparar temporalmente los agujeros.

Llegados a aquél momento, las calles bullían de actividad. El 4 de Picas, en concreto, ahora tenía a una pequeña multitud apiñada frente al local, y un gorila con una porra de madera en la puerta detenía el paso a la mayoría de los que se acercaban, haciendo que la mayoría (mineros y obreros de a pie) renunciasen y se dirigiesen a otro de los locales de juego menores que lo rodeaban.

Lonegan aún permanecía impasible sobre su montura, mirando alternativamente al hotel Stark, el 4 de Picas, y de forma reticente a la oficina del Sheriff, considerando el mejor lugar para reunir la información que querían. - ¿Qué opinas? - dijo a Maverick, haciendo un gesto con la cabeza hacia el 4 de Picas - ¿Te apetece probar de nuevo? -

Pancho ya le había dicho a Mc Ready y a Juanita que permanecería cerca y atento por si ocurria algo en el Kal-ted... Qual-ter.. bueno, como fuera se llamase. Y ahora Maverick le pedía que también estubiera atento por si ocurría algo tambien en el otro local de picas ese.

Panchó miró hacia el Cuatro de Picas. Luego al tugurio alemán. Luego de nuevo al cuatro de picas. Luego al tugurio alemán, Luego... Se estaba aturullando un poco.

-Se hará lo que se pueda, compadreeeeee..-

Bueno. Iba con Lonegan. Así que si surgía algún problema, Pancho se enteraría.

Se oiría por medio el pueblo el sonido de los disparos.

- ¿Qué opinas? - dijo a Maverick, haciendo un gesto con la cabeza hacia el 4 de Picas - ¿Te apetece probar de nuevo?

- Claro jefe - aquella era una de las escasas ocasiones en las que el jefe de la banda abría la boca y una de las aún más escasas ocasiones en las que se dirigía Michael. Al principio había pensado que se trataba del código del bandido, hablar poco, gruñir mucho y ganar nada. Luego pensó que el jefe no se fiaba de él por ser uno de los nuevos, por mucho que hubiera acabado con tres agentes de los Marshalls durante su liberación. Finalmente se dió cuenta de que el carisma de aquel tipo se centraba precisamente en eso, en decir pocas cosas y siempre con la gravedad suficiente para ser tenido en cuenta.

Tras giñarle un ojo al mejicano dirigió el caballo hacia la casa de juego. Con el paso del tiempo parecía haberse congraciado con el mejicano, después del desastre que éste causara en el pueblo de Las Cruces o más bien, que causaran juntos.

-Si, claro-contesto James asintiendo-whisky para los dos.

James acompañó sus palabras sacando un dólar que puso sobre la mesa.

-Pero por todos los santos, ¿Qué es lo que ha pasado aquí? Parece que hubiese pasado un tornado.

Juanita y James se habían adentrado en el Kaltes Bier, y aquel local junto al cuatro de picas parecían los lugares más interesantes para reunir información y tratar de reclutar voluntarios para su causa. Comprobando que Maverick estaba animado como para volver a visitar el salón de juego (tampoco esperaba menos de él), Lonegan se acercó junto al joven tahúr hacia la entrada del local. Ahora parecía tener más actividad que cuando habían pasado por allí unas cuantas horas antes. Se acercaron hacia la multitud que empezaba a amontonarse ante la entrada, franqueada por un matón a modo de portero, y preguntó al primero que encontró entre aquel grupo.

-Buenas, ¿podría decirme por qué hay tanto interés alrededor del cuatro de picas? Esta mañana hemos estado mi amigo y yo ahí dentro y no parecía para tanto.

Entramos en el Kalte Bier y sigo a James hasta la barra. Cuando pide algo de beber aprovecho que el barman parece agradable:

-Mi amigo aquí presente está planeando volverse en unos días, pero yo estaba pensando que quizás podría establecerme por aquí, siempre y cuando hubiera oportunidades para que una mujer pueda ganarse el pan... El pueblo no es gran cosa pero tiene algunos sitios bonitos; el hotel grande, la casa de la entrada... ¿de quién es? Es muy bonita...- intento no agobiar con las preguntas, que parezca una conversación fluida -¿Se dedican sólo a la minería? Lo digo porque un hotel tan lujoso... no recibirá muchos huéspedes. Bueno, creo que tienen ustedes gente de dinero en un rancho a las afueras, también, aunque supongo que sus invitados se quedarán allí, claro, si vienen por negocios y esas cosas... Entiendame, necesito saber cómo de posibles clientes hay en la zona y el valor de los mismos... una chica tiene que poder ganarse la vida...-