Partida Rol por web

Michael se había apartado del matón soltando un silbido de alivio bastante poco discreto. El tahúr sabía jugar sus cartas, pero también sabía cuando estaban a punto de partirle a uno la cabeza.

Jack, como otras veces, se había quedado callado. Como si aquel hombre fuera capaz de meditar sobre cualquier cosa y hacerlo larga y profundamente. Michael carraspeó un par de veces y sólo después de un rato el jefe volvió el rostro hacia él sin mirarle, cosa que acabó haciendo un instante después.

- Michael si no te importa, acompaña a Pancho al Kaltes Bier - dijo con voz ronca. El jugador asintió, él mismo habría tomado ese camino de no ser por su meditabundo jefe.

- Lo veo algo intranquilo, y sé que trabajáis bien juntos - Michael sólo pudo enarcar una ceja en un claro gesto de incredulidad y sorpresa. ¿El mejicano y él? Pero si no podían ser dos tipos más dispares.

- Yo voy a ver que le pasa a Juanita - claro, jefe. El feo para mí y la bella para tí.

Pero a nada de esto respondió Michael en voz alta, si no que se limitó a hacer una inclinación de cabeza con el sombrero a modo de despedida y se dirigió al Kaltes Bier con un desenfadado trotecillo.

Aquel tipo aún le daba cierto escalofrío a pesar de llevar días viajando juntos y haber intercambiado ¿tres? ¿cuatro frases?

Permanezco en la puerta, cada vez algo más nerviosa, hasta que abren. No esperaba que abriera una criada "No, claro que no, porque yo no he tenido nunca... Observar y aprender"

Espero, de nuevo, en la puerta hasta que se acerca quien yo creo que es la viuda Johnson

-Buenos días. Mi nombre es Juana Rosales. Acabo de llegar al pueblo y, por circunstancias... pasadas, estoy planteándome si sería bueno quedarme. He preguntado en el local de allí...- comento señalando el Kalte Bier -... Y el dueño, muy amable me ha recomendado que no lo haga porque este no es lugar para una mujer. También me ha dicho que quizás usted sería tan amable como para darme consejo sobre esto... La verdad, es posible que me tenga que quedar y necesitaría saber a qué problemas me puedo enfrentar. He pensado que quizás usted, como mujer que vive aquí sin la protección de un hombre, sería tan amable de ponerme sobre aviso en las cosas principales...-

Michael apenas tuvo tiempo de despedirse de Lonegan con un saludo, después se acercó aún con una expresión de profundo alivio escrita en la cara al kaltes Bier. Al entrar se encontró con McReady hablando con el encendido barman. Pancho apenas había tenido tiempo de encontrar un taburete donde sentarse.

- ¡Hah! - Soltó el barman como una media carcajada irónica a la última pregunta de McReady, aunque aún no había perdido el mal humor. - Mirre a su alrrededorr. Pueblo serr casi suyo. Locales comprrados, sus dueños a sueldo, hasta prostituiertes. Solo nacidos aquí como Starrrk y la viuda Johnson no serrrvirrle como lacayos, y los minerros listos se mantienen al marrgen. -

Olvidándose de seguir limpiando, el alemán sacó una botella de whisky y se sirvió a si mismo un trago que le calmó un tanto. Hizo el gesto de servirse un segundo, pero se lo pensó mejor y volvió a cerrar la botella. - Si el viejo Pat siguierra aquí, ya lo habrría echado del pueblo. Grran sherrriff. -

- ohhh, pobrecilla, ¿te ha asustado el viejo Adler con sus historias? - dijo la mujer con cara un poco afectada al escucharte - ¿por qué no pasas dentro y tomamos algo? tal vez una infusión; mi prima segunda me envía las hierbas desde california. -

- ¡Rose! - llamó la señora johnson desde la puerta. Otra mujer, de unos 19 años, apareció en pocos segundos de alguna habitación interior. Te distes cuenta de que la niña que habías visto por la mirilla estaba os miraba semioculta desde una puerta al fondo del pasillo, observando todo con curiosidad; si la señora johnson la vió, no dijo nada. - Rose querida, prepara una mesa y pon agua a hervir, ¿me harías el favor? muchas gracias - la joven respondió que lo haría de inmediato, y la señora johnson se despidió de ella con un beso en la mejilla

- Es un amor. Pero por favor, pasa, no te quedes esperando en la puerta. - y te hizo un gesto para que la acompañaras al interior

Repentinamente preocupado por algún motivo que no comprendías, seguiste los pasos de Juanita de vuelta a la entrada del pueblo. Te costó unos instantes; la habías perdido de vista y no sabías exáctamente adonde había ido, pero tras casi un minuto de mirar por las cercanías de la calle a conciencia la encontraste.

Se encontraba frente a la casa grande. Allí charlaba animadamente con una señora ya entrada en la adultez, pero aún atractiva. No escuchastes nada de lo que hablaron, pero cuando estabas por acercarte la señora hizo un gesto hacia Juanita, invitándola a entrar a su casa. ¿Debías intervenir?

- Caballeros - dijo Maverick al acercarse a la barra y sentarse en un taburete.

Lo arrimó a aquellos dos hombres. Le resultó gracioso que éstos dos se parecieran tanto, de orígenes tandispares, uno un ex-militar nordista y el otro sin duda un europeo, quizás francés, alemán o italiano por su acento, Maverick no era un experto en lenguas extranjeras. El jugador sonrió para sí por su propia chanza, viejos, barbudos, de ojos tristes, aquellos dos tipos eran clavaditos.

Ensanchó la sonrisa hasta dejarla en un saludo cordial y puso su sombrero en la barra junto a la botella de whisky. Dejó un dólar junto a la botella y dió unos toques con los dedos sobre el tablero de la barra pidiendo ser servido. Si aquellos hombres estaban bebiendo juntos, no les haría él el feo de no unirse a ellos. Además, la excursión al garito de juego no había resultado tan provechosa como había esperado y eso le había dado sed. Si era de buen whisky, cuanto mejor.

Pancho había entrado algo paranoico, como caminando de espaldas sin dejar de mirar a la entrada del local.

Cuando Mc Ready le preguntó que ocurría, no le hizo mucho caso, y se limitó a mirar hacia la calle como a escondidas por entre los tablones que se habían colocado para tapar los ventanales rotos.

No contestó a Mc Ready hasta un buen rato después, cuando Maverick ya había entrado al local.

-¿Cómo? ¿Qué? Ah, si.- Se acercó a la barra algo más tranquilo por la presencia de sus compañeros. Una vez allí, como susurrándoles, dijo: 

-Me han dicho que el chpacabra anda por el pueblo de noche, y asalta a los chamacos que andan por ahí solos, por callejones oscuros.-

Se giró para mirar a la puerta de entrada al local una vez mas antes de dirigirse de nuevo a ellos: -Así que no quise quedarme sólo por ahí fuera.- 

Se detuvo a pensar un momento, con mirada perdida: -Y además que todos las plazas de motel para pasar la noche están llenos.-

-Pero bueno, cambiando de azunto... ¿Hubo suerte para reclutar gente del pueblo contra el Francés?

Entonces, al ver a Maverick y a Mc Ready juntos, buscó a su alrededor como para comprobar que allí le faltaba alguien: -¿¿Y la chamaquitaaaa!? ¿No había entrado con usted al local?-

-Muchísimas gracias, de verdad que no es mi intención molestarla sólo quería su opinión- pero acepto su invitación a pasar y observo su casa atentamente, tomando nota de todas aquellas cosas que me gustan y que copiaré. Y también me fijo en aquellas que me parecen que no dan la imagen que una verdadera señora debe trasmitir*. Aunque ella, tengo que reconocer que es la viva imagen de la decencia... salvo por el luto.

-No querría molestarla demasiado...- comento mientras me siento -Ya que me dijeron que había enviudado usted...-

Cuando nos sirven, sólo tengo una pregunta en mente

-¿Entonces debería intentar quedarme aquí? Supongo que si usted, que ahora que ha enviudado ya podría ir a otro lugar no lo hace, tampoco se debe estar tan mal...-**

Lonegan observó que su compañera no se daba cuenta de que iba tras sus pasos. Al comprobar que se detenía al lado de una de las últimas casas del pueblo decidió quedarse discretamente a una distancia prudencial para no asustarlas, tan prudencial que le fue imposible ni tan siquiera cazar alguna palabra suelta de lo que hablaron.

Esperaba que Juanita terminara de hablar con aquella mujer para abordarla cuando tomara el camino de vuelta al centro del pueblo y preguntarle, cuando observó que la desconocida hacía gestos como para invitarla a entrar a su casa. ¿Que debía hacer? Sabía que algunos temas, por lo delicado de las situaciones que implican, se hablaban mejor solo entre mujeres o entre hombres. Jack pensó que acercarse a ellas podría estropear lo que anduviera buscando Juanita de esa mujer, así que decidió dar media vuelta con la mayor discreción posible para no ser visto. Eso sí, cuando volviera a cruzarse con Juanita, no iba a dudar en preguntarle por su encuentro con la mujer desconocida. 

Una vez pasara por el centro del pueblo, si no había otra cosa que llamara su atención, dirigiría sus pasos hacia el curioso Kaltes Bier.

-No querría molestarla demasiado...- comento mientras me siento -Ya que me dijeron que había enviudado usted...-

- Oh, mi niña. No debes preocuparte por esas cosas. Ocurrió hace ya años, ahora me las apaño bien sola; y si no, siempre puedo contar con la ayuda de mis adorables sobrinas. -

No te había pasado desapercibido que eras objeto de muchas miradas mientras atravesabas el pasillo acompañada por la señora Johnson. Alrededor de media docena de chicas, de rasgos bastante dispares, y aproximadamente entre los 15 y 25 años espiaban desde puertas entreabiertas, o el pasamanos de las escaleras al piso superior.

La sala adonde te llevó la señora johnson era un salón grande. La mesa estaba situada junto a una gran estufa metálica apagada, ya que la estación era cálida, y la sala quedaba decorada por un par de pequeñas mesillas y unos bancos de madera que rodeaban las paredes. En poco tiempo, la tal Rose llegó con una tetera rebosante de agua hirviendo, un recipiente con especias de te y una cuchara para servir, y un par de tiernos bollos de pan con semillas.

La señora Johnson sirvió las tazas, primero la suya propia y luego la tuya, agitando con viveza las especias en el acua caliente para que rápidamente se impregnara de su color y su aroma. Después continuó hablando como si no huebirais hecho ninguna pausa - Me preguntas si deberías quedarte aquí. Me gustaría conocer tus motivos, pero estoy segura de que, sea lo que sea, son difíciles de expresar. -

- La respuesta rápida sería, No. Este pueblo está en decadencia, no le falta mucho para desaparecer. Yo misma me iría, pero... he pasado toda mi vida aquí, soy mayor para cambiar eso ahora. Además, aunque el pueblo no dure mucho, una siempre puede sacar ventaja de la situación para vivir lo menos penosamente posible. - se detuvo para dar un sorbo al te

- Aunque si no tienes más remedio, podría ofrecerte una habitación y un modo de pagar por ella. El nuevo hotel es tan caro... y la casa Silver es una ruina mugrienta, solo regentada por mineros que buscarían aprovecharse de una florecilla como tu.  El hotel de Stark es decente, pero últimamente no tiene clientes, y el dueño, Anton... bueno, digamos que tiene problemas que solucionar.

En seguida Juanita aceptó la invitación de la desconocida y entró en su casa. No sabías que más hacer, por lo que dicidístes volver al Kaltes Bier, donde sabías que estaban los demás. Te sorprendió un poco ver como los mineros y clientes apiñados frente al 4 de Picas comenzaban a dispersarse lenta, pero inexorablemente a medida que la luz del atardecer comenzaba a hacerse más oscura, hora en la que normalmente aquellos negocios prosperaban.

Al ver que McReady no contestaba, enzarzado ahora en su conversación con Pancho, el barman se dedicó a sus propios asuntos, comenzando por tomarle pedido a Maverick y servirle una bebida. No pasó mucho tiempo hasta que las puertas del bar se abrieron de nuevo, y esta vez fue Lonegan el que entró por ellas.

Casi a la vez Pancho había terminado su corto relato, y de imprevisto el barman volvió de nuevo su atención hacia vosotros. - ¿Motel? Dorrmitorrio de minerrros. Si buscarrr cama limpia, Anton Starrk buen amigo mio. Ahorra pasarr mala rrracha, y habitaciones vacías. - dijo señalando hacia adonde se encontraba el susodicho hotél Stark, a pocos edificios de distancia.

James asintió a las palabras del barman sonriendo y con un gesto conocido encargó dos tragos para los recién llegados para luego volver a centrar su atención en Pancho.

-¿El chupacabras?-contestó James arqueando una ceja-Yo no me preocuparía de eso. Esa bestia mítica que se alimenta de animales no es más que una superchería barata, probablemente despertada por una manada de coyotes hambrientos que se habrán comido alguna res. Además, el chupacabras no ataca a las personas. Solo animales. Y respecto a lo de conseguir gente, estaba hablando aquí con mi amigo el barman. Al parecer Beaumont tiene comprado a todo el pueblo. O casi. Por lo visto este es uno de los pocos que no acceden a sus peticiones. Y respecto a Juanita...estaba aquí hace un momento.

James mira a su alrededor para ver qué ha sido de su compañera.
 

Jack cruzó la entrada del Kaltes Bier para encontrarse una escena de lo más tranquila. Después de todo lo que había visto suceder desde fuera, esperaba encontrar algo que justificara todo el alboroto, el ir y venir de aquellas personas. Pero aparentemente parecía un bar como cualquier otro.

El forajido llegó a tiempo para escuchar las palabras de James. Tras aceptar el trago que había pedido su compañero, le contestó:
-Bueno, si este hombre no está de acuerdo con las peticiones de Beaumont, ya tenemos un aliado, ¿no es así?-Miró brevemente al barman, esperando una señal de afirmación a sus palabras.-Y no creo que no haya algún minero que no esté dispuesto a ponerle las cosas claras al francés, sobre todo con las extrañas muertes que se están produciendo en el pueblo. Si creéis que realmente ese hombre tiene el control total sobre la gente del pueblo, solo nos quedaría volver en dirección a "Le Parisienne" y continuar con nuestro plan, sea como sea.-Hizo una breve pausa antes de referirse al último tema mencionado por McReady.-¿Juanita? Creo que estaba resolviendo algún asunto por su cuenta. Me crucé con ella hace un momento, se dirigía a algún lugar en las afueras del pueblo. Supongo que cuando termine se reunirá con nosotros y nos contará si ha sacado algo de interés.

Lonegan no estaba acostumbrado a hablar tanto y tan seguido, así que tras acabar de hablar apuró de un solo trago su bebida para refrescar su garganta.

-¡Hum!-contestó James mesándose la barba-Sin duda sería bueno localizar a aquellos que no le tengan simpatía al francés. Pero una cosa es que no le tengan simpatía y otra que estén dispuestos a enfrentarse a él. Además, conviene hacerlo con discreción. Lo último que nos conviene es que el francés se entere de lo que estamos haciendo.

El hombre negó con la cabeza mirando al fondo de su vaso de whisky.

-La cosa no está nada fácil. Otra opción sería intentar coger al francés fuera de la hacienda. Supongo que no pasará su vida entera dentro.

James miró al barman de nuevo, chasqueó los dedos y luego señaló los vasos pidiendo que los rellenase. Cuando el barman se acercó, volvió a dirigirse a él.

-Ese tipo, Beaumont, ¿se deja ver por el pueblo?.

"¿Sobrinas?" pienso sorprendida. Doy por supuesto que es un apelativo cariñoso para referirse a las ¿doncellas? "Igual no tienen dónde ir y las acoge en casa a cambio de comida y cama... Pero, vamos, que yo no diría que son mis sobrinas"

Y además son muchas... Sólo hay un tipo de sitio donde yo he visto tantas mujeres jovenes y una que es la dueña... Pero deshecho la idea porque sencillamente no puede ser. Me han mandado aquí porque esta es una mujer honrada...

Me sirve mientras me pregunta mis motivos para quedarme aquí. Estoy a punto de inventarme una excusa cuando ella misma deja de lado la pregunta para explicarme porqué no se va. Y la respuesta me llama la atención "¿Cómo aprovecha una viuda la situación? Las viudas elegantes viven de las rentas ¿no?" Lo cierto es que no se tanto de gente elegante como para saber si es así.

Me ofrece la posibilidad de quedarme y pagar por la habitación. Estoy tentada por decir que sí, por saber cómo podría pagar, por verla en el día a día y descubrir qué hace aquí esta mujer, por averiguar más sobre los supuestos problemas del dueño del hotel Stark... "Aquí hay algo que no cuadra. Esta mujer oculta algo seguro" Pero no creo que tenga relación con El Francés y, después de todo este rato, no he averiguado nada de lo que Jack pidió. Así que, en cuanto termino la infusión le doy una excusa para retirarme

-Lo cierto es que su oferta es maravillosa pero no quiero abusar. Bastantes bocas tiene ya que alimentar- comento refiriéndome a sus sobrinas -Es usted una mujer muy generosa. Pero he llegado aquí acompañada de unos hombres que quizás estén preocupados por mi ausencia, así que me gustaría ir a verles para que comprueben que me encuentro bien. Le agradezco el tiempo que me ha dedicado y la bebida. Supongo que tendré que continuar mi viaje hacia algún lugar con mejores perspectivas ¿Alguna sugerencia?- pregunto antes de despedirme y volver con los demás.

- Lo último que nos conviene es que el francés se entere de lo que estamos haciendo... Otra opción sería intentar coger al francés fuera de la hacienda - dijo McReady entre sorbos.

- En efecto - respondió Michael, aunque las palabras del viejo soldado no se dirigieran sólo a él. Su vaso apenas tenía ya nada en su interior y se sirvió un poco más antes de seguir.

- No creo que acudir a la hacienda con una muchedumbre armada con horcas y antorchas vaya a ser posible, o que fuera a ser siquera una buena idea. Lo único que conseguiríamos sería una masacre.

- Sin embargo, si el francés, cóm se llame, viniera al pueblo, sería más accesible que en esa hacienda-fortaleza que tiene y además... podríamos tener una muchedumbre a mano y si es que el hombre es tan "impopular" como dice - dirigió una mirada interrogativa hacia el propietario del local.

- ¿Viene mucho por aqui el... francés?

el barman os miró con sorpresa por un segundo, sobre todo a la mención de Maverick de horcas y antorchas, pero se recompuso en poco tiempo y pasó a miraros de forma inquisitiva.

- ¿Beaumont? Él nunca venirr. Enviarr siemprre a sus lacayos. Los únicos lugarres que ese hombrre pisarr son su hacienda y sus minas. -

A medida que la conversación con el barman se extendía, os disteis cuenta de que la luz exterior comenzaba a volverse más tenue. Debía ser el atardecer, y eso significaba que no quedaba ni una hora para que anocheciera.

- Es una lástima - dijo la mujer, que parecía realmente triste, o quizá decepcionada. - Pero supongo que eso significa que no necesitas tanto mi ayuda como creía, y eso es algo bueno. - se levantó de la silla inmediatamente después de ti y se sacudió las arrugas de la falda.

- Si tuviera que elegir, diría que fueras al norte. Muchas ciudades están creciendo y prosperando allí. - Márgaret no hizo nada por detenerte, simplemente te acompañó hasta la puerta, mirándote con una media sonrisa en la cara. - Si lo necesitas, no tengas miedo de pedirme ayuda. Recuerda que aquí tienes a una amiga para lo que necesites. -

-Bueno, será mejor que nos vayamos a descansar. Ha sido un día largo.

El exmilitar sacó un billete del interior de una ajada cartera de piel y lo puso sobre la mesa.

-Quédese el cambio.

Dicho esto, apuró el último trago y esperó a ver si sus compañeros estaban listos para marchar.