Partida Rol por web

Lonegan escuchó la conversación de sus compañeros con el barman, sopesando las posibilidades de llevar a cabo el plan.

-Si este hombre está en lo cierto, las posibilidades que se nos plantean son pocas. O bien buscamos a gente con ganas de darle su merecido al francés para que se unan a nuestra causa o bien volvemos a plantarnos ante su hacienda como hicimos hace unas horas, y que sea lo que tenga que ser. La primera opción parece más complicada, por buscarnos problemas con la gente que tenga comprada y por armar demasiado ruido como para que alguien acabe alertando al francés y ya lo tengamos a la defensiva. También nos queda la opción de hablar con uno de esos lacayos para informar de que somos nosotros, sus viejos amigos, los que vamos a ir de visita. Por si quisiera venir a nuestro encuentro.-Jack se quedó mirando a James y Michael, esperando sus opiniones sobre esa tercera opción.

Mientras vuelvo a la calle principal, no hago más que pensar en que algo no encaja allí pero no sé qué es. Demasiada amabilidad, demasiadas sobrinas y pocos motivos para permanecer.

"Aunque tampoco es de mi incumbencia ¿no? Bastante tenemos ya con lo que nos traemos entre manos. Vamos a ver si estos han terminado ya y están en la calle principal. Si no, me volveré para buscar a James al Kalte Bier"

Pero no hago eso. Cambio de opinión, de repente, sin pensarlo demasiado, como casi todo lo que hago... En la siguiente calle me giro y vuelvo, parapetándome entre las casas, hasta el lugar que acabo de abandonar. Espero hasta estar segura de no ser vista y luego me cuelo en el jardín, buscando alguna ventana abierta bajo la que ponerme para ver si oigo a las chicas hablar o a la señora Johnson.

"Lo que estoy haciendo es horrible... con lo agradable y educada que ella ha sido..." pero aquí algo no está como debe, todo es demasiado perfecto... Y yo no me voy sin saber qué demonios pasa

- Esto... jefe - el jugador no sabía como interrumpir a Lonegan, cuya voz profunda, parcas palabras y aire de autoridad no dejaban de intimidarle.

- Quizás exista una alternativa - a Maverick se le había ocurrido una idea al escuchar las palabras del camarero. Además, no le había gustado nada la hacienda y aunque quizás de noche la cosa pintara algo mejor, él no estaba ansioso por volver.

- El señor aqui presente ha dicho que el francés también va a sus minas. Quizás esa sea una mejor opción. Probablemente se trate de un lugar menos vigilado y no nos sería dificil que Juanita simulara algún problema en las minas y eso motivara al señor Beaumont a acercarse. 

- Pocas cosas le duelen tanto a un hombre como su cartera. ¿No es verdad? ¿No es por eso que todos nosotros estamos aqui?

Dicho esto, pareció encogerse un poco, como temiendo que el jefe le soltara un rapapolvo. Con Lonegan nunca se sabía. Aquel hombre los tenía bien puestos.

Todos estabais servidos y cobrados, y el cauteloso barman se había apartado un poco al comprobar que la conversación ya no iba con él. La mayoría de los pocos parroquianos habían abandonado ya el local. Solo quedaban dos hombres algo más jóvenes que el dueño, ayudándole a apartar lo que quedaba de las mesas rotas y sillas volcadas.

Era raro que un saloon cerrase nada más anochecer, e igual de raro era que sus clientes lo hubieran abandonado justo antes por propia voluntad, pero todo se estaba llevando a cabo en perfecto orden y sin discusiones ni quejas. Cuando el saloon presentaba un aspecto algo más respetable, y mucho más vacío, el dueño tosió sonoramente sin disimulo. Era sin duda un gesto dirigido a vosotros.

Estaba atardeciendo y las sombras comenzaban a extenderse por el pueblo, por lo que no te costó mucho esfuerzo encontrar un pequeño escondite completamente a oscuras en la boca de un callejón donde se unían dos edificios. Durante varios minutos no pasó nada, hasta que se acercaron un par de hombres, uno de ellos jóven y el otro bastante mayor que con sus pintas solo podía ser maquinista de tren. El tren de St. Elmo, por supuesto, había llegado hacía escasos momentos, como demostraba una columna de humo aún levemente visible en el cielo anaranjado oscuro.

Ambos hombres se acercaron a la casa de la señora Johnson y llamaron a la puerta. Les recibió una de las chicas jóvenes, y tras alguna sonrisa y comentario ambos entraron. Pasada casi media hora, el maquinista salió de la casa con aspecto de tener energías renovadas e incluso parecía algo rejuvenecido por la sonrisa de oreja a oreja en su rostro; el joven no abandonó la casa el resto del tiempo que estuvistes vigilando.

Cuando ya estaba lo bastante oscuro como para usar lámparas de aceite en los porches de las casas, un trío de hombres con aspecto peligroso se acercaron también a la casa. Habías formado parte de la banda de Lonegan desde hacía tiempo, y sabías reconocer a unos rufianes cuando los tenías delante. En aquella ocasión les recibió la propia señora Johnson. Hubo una conversación acalorada, y estabas segura de que por el tono, el trío de matones estaba profiriendo amenazas, pero Margaret Johnson no se acobardó ante ellos en ningún momento. Los hombres parecieron ceder en algo, puesto que exhibían una cara de absoluta derrota.

El que parecía el cabecilla de los tres entregó un fajo de billetes a la señora Johnson y entró en la casa mientras los otros dos esperaban fuera. Varios minutos después salió, y otro de sus compinches repitió el proceso, entregando dinero antes de entrar dejando a sus compañeros en el exterior. Esto se repitió una tercera vez, y cuando el tercero abandonó la casa, todos se fueron por el camino principal como habían venido.

-Creo que no te sigo-contestó James-¿Las minas son la mejor opción?¿Qué propones?¿Colarnos en una mina y hacer algo para provocar que aparezca para asaltarlo?

El exmilitar negó con la cabeza.

-Yo creo que si el pueblo y las minas son suyas, intentar hacer algo contra él en cualquiera de estos lugares entraña grandes riesgos. Por eso creo que lo mejor sería cogerlo a medio camino. Hemos visto que la hacienda se puede observar bien desde lejos. Podemos montar vigilancia y cuando salga, sea hacia donde sea, lo asaltamos. Probablemente llevará escolta. Yo al menos, lo haría. Pero no puede ir a todas partes rodeado de 20 hombres. Y desde luego, sigue siendo una posibilidad la de intentar concertar un encuentro amigable. Pero pensadlo bien...y conociendo a Pierre...el tipo ha fingido su muerte y se ha ido con nuestro dinero ¿Qué creéis que hará al ver que nos presentamos aquí pidiendo un encuentro?

El jugador escuchó las palabras del viejo soldado e hizo un mohín, apuró el final del vaso y bajó la vista. Por triste que pareciera, James tenía razón. Además, cada vez tenía menos ganas de salir a la calle de noche. Tampoco habían contratado dónde quedarse y dormir al raso no parecía algo atractivo con tanto chupacabras y tanto demonio indio suelto.

Escuchó la opción que planteaba James encontrar al francés a medio camino de alguna parte.

-La opción de esperar a que salga de su hacienda parece la más prudente de las opciones, y probablemente sea la más apropiada calculando nuestras fuerzas contra las suyas. Pero también será la más lenta, pueden pasar bastantes días hasta que Beaumont tenga que salir de su propiedad. Lo que implica aprovisionarnos bien y encontrar un sitio apropiado para asentarnos discretamente...

Lonegan pensó en la tos recriminatoria del barman que acaba de sonar hace un momento. Si algo sabía hacer bien el forajido era valorar las situaciones que llamaban a buscarse problemas, bien para evitarlas o bien para provocarlas. Sin que sirviera de excepción, en este caso pensaba que era mejor evitar el ambiente que se estaba enrareciendo según avanzaba la noche, además tenían que buscar donde descansar.

-Señores, creo que deberíamos continuar hablando de estos asuntos tras buscar alojamiento en el hotel Stark, que por algo nos lo ha recomendado este amable caballero.-Jack hizo un gesto con la cabeza hacia el barman, para tratar de suavizar la nada discreta forma de indicarles que sobraban en el local.-¿Vamos fuera?

Pancho había permanecido ausente ante la conversación de sus compañeros. Esta se había vuelto muy confusa para él, con tantos planes y tanto pensar.

Para un tipo sencillo como él lo.más fácil era lo de ir directos al grano.

-Empiezo a pensar que lo mejor es que vayamos a la hacienda bien armados y que sea lo que dios quieta, compadres.- Y eso que el chamaco se había amedrentado al ver tantos hombres armados en las tierras del Francés, pero prefería enfrentarse a eso a que le explotara el serebroooo.

Luego escupió en la escupidera de turno. No le pasó por alto la señal del dueño para abandonar el local, a pesar de lo simple que era el mexicano.

-Si vamos al hotel, démonos prisita, que aunque son ustedes buenos tiradores, no quisiera encontrae al chupacabra  por la calle.-

Entonces Pancho recordó que Stark era el individuo con el que habló anteriormente en aquel mismo local.

-Además, el señor Stark no era muy amigo de Beamount. Quizás nos preste ayudaaaa.-

-Vamos pues-dijo James asintiendo.

Desde donde estoy escondida veo como los hombres del tren entran en la casa de la señora Johnson y sólo uno sale. Agazapada, decido quedarme un poco más y, en recompensa veo como varios tipos malencarados van también a la casa. Cuando comienzan a discutir, deslizo la mano sobre la culata del revolver. Nada me une a esa mujer pero no me gustan los tipos como esos y supongo que me siento un poco defensora de mi genero. Además, estoy en una posición muy buena si hay que liarse a tiros. Pero para mi sorpresa no hace falta porque quien gana la pelea es la señora Johnson.

"Espera un momento... ¿qué demonios pasa ahí?" A estas alturas estaba convencida de que tenía un burdel oculto, lleno de chicas demasiado jóvenes en mi opinión. Pero por muy dueña de burdel que sea, no tiene matones en la casa y las chicas son muy jóvenes para pelear, así que ¿como tiene los redaños de plantarse delante de esos tipos? ¿Y cómo es que ellos le dejan que se salga con la suya?

Entran de uno en uno, dejando un fajo de billetes en cada visita. "¿Es eso de lo que discuten? ¿Les obliga a entrar de uno en uno? No puede ser, los del tren entraron juntos..." apoyada en mi escondite no veo que pase nada más de momento  "Igual es que los del ferrocarril no le parecían muy peligrosos..." Necesito a los chicos. Uno de ellos podría entrar pero yo no... salvo que decida ofrecerme a quedarme en su casa, cosa que preferiría no hacer.

Con tanto cuidado como me es posible voy a buscar a mis compañeros. Es tarde y no tengo claro dónde encontrarles... o sí. No creo que Jack y Michael hayan salido del salón de juego. Y James, seguro que ha hecho lo que le pedían y ha ido a buscarles.

Me dirijo al salón porque creo que es donde es más seguro que estén...

Discutisteis algunos minutos, pero aún faltaba tiempo y deliberación para que el plan que comenzabais a elucubrar madurase. Por el momento, ante la llamada de atención del barman y la decisión de Lonegan abandonasteis el Kaltes Bier para dirigiros a un hotel donde alojaros por aquella noche.

Os habíais alejado una docena de metros de las puertas del saloon cuando una fuerte voz a vuestras espaldas os hizo daros la vuelta. Era Juanita, que volvía por la calle principal a vuestro encuentro. Compartísteis algunas de vuestras averiguaciones por el camino, pero comenzaba a ser noche cerrada, y reservar habitación en el hotel era ya una necesidad, con lo que no os detuvisteis por completo en ningún momento.

El hotel era bastante sobrio en muebles y decoración, tanto en el exterior como en el interior; no parecía tener comedor, pero sí tenía lo indispensable y todo estaba hecho de buena madera. En la recepción del hotel, un salón de entrada diminuto casi pegado a la puerta que solo tenía un estrecho mostrador y un cajetín con llaves numeradas en la pared, se encontraba Anton Stark, el dueño; un hombre adulto con un traje zurcido repetidas veces

El dueño se encontraba de espaldas revisando algo cuando entrasteis, y aunque no había campana ni nada que anunciase vuestra entrada, el ruido de la puerta fue suficiente para llamar su atención. Se dio la vuelta con mala cara, aunque al veros su rostro se tornó en una absoluta sorpresa. Tardó unos instantes en reaccionar, como si se hubiera olvidado de que debía atender a los clientes que acudían a su hotel. - Si, eh... bienvenidos - limpió rápidamente con la manga de su traje el polvo del mostrador y tras él sacó un delgado libro de hojas amarillentas que puso sobre la mesa. Tosió debilmente y cuando volvió a hablar esta vez lo hizo con una voz serena y moderada - Vienen a pasar la noche, sospecho. Tienen suerte, estamos libres de reservas por esta noche, por lo que podrán escoger la estancia que mejor les parezca. Tenemos habitaciones individuales, dobles, y grupales por el precio de 2 dolares, ¾ de dolar y ¼ de dolar respectivamente - Eran unos precios respetables. El dueño esperó vuestra respuesta, mientras tanto dirigió una mirada hacia Pancho con expresión preocupada.

Pancho notó la expresión preocupada del señor Stark. De forma directa y pueril, le preguntó: -¿Qué pasa gringo? ¿Ocurre algo?-

Así que, por una vez, el mexicano intentó romperse la cabeza intentando averiguar por qué el señor Stark le miraba así.

-Ah. Ya....-

Se giró a sus compañeros, sobre todo a Lonegan. El líder.

-Al señor Stark no le cae muy bien nuestro amigo "el Francés". Ahorita creo que piensa que soy uno de sus hombres, porque justo después de la conversación que tuve con él en el Kalter Bier, en la que el aquí presente señor Stark ponía a parir al nuestro amigo Beamount, los matones del Francés entraron al local a destrozar el locaaaaal.-

Hizo una pausa antes de seguir:

-Yo creo que el señor Stark piensa que somos hombres de "El Francés", y que ahorita está a punto de pasarle lo mismito o algo peor a su motel... ¿no es así?- Por una vez, Pancho puso sonrisa maliciosa y se regodeó un poquito en el sufrimiento del hombre.

Ya se encargaría uno de sus compañeros de banda de aclarar la situación.

- En absoluto señor - añadió Michael a lo dicho por Pancho. Se descubrió la cabeza, dejó el sombrero sobre el mostrador e hizo amago de sacar la cartera de la chaqueta.

- Le doy mi palabra de caballero que no trabajamos en absoluto para el señor Bomón - pronunció el nombre del francés con cierta dificultad. Por otro lado, el tahúr no tenía palabra, eso era cierto. Mentiría sobre su propio nombre a su propia madre. Pero aquella frase y su cara de absoluta sinceridad eran de probada efectividad.

- Más bien todo lo contrario me atrevería a decir, si le soy sincero - el jugador profesional tampoco era sincero, pero no había nada como aquello si se quería que los demás fueran sinceros con uno.

Al salir a la calle, cuando iban a dirigir sus pasos al hotel Stark, Juanita se unió a ellos. Jack pensó en que le preguntaría más adelante sobre dónde se había metido durante este rato, aunque supuso que la información más importante la compartiría con el resto en cuanto tuvieran un momento para hablar todos tras alquilar las habitaciones.

Lonegan notó la inquietud del hombre que había en recepción, seguramente el dueño del negocio, al verlos entrar. Fue Pancho el que dio explicación al comportamiento del tipo, por lo que el forajido se aproximo para comentarle:
-Buenas noches señor. No se preocupe, no somos hombres de Beaumont ni tenemos ningún interés en ayudarle, más bien todo lo contrario. Así que creo que usted y nosotros tenemos bastante en común. Ya hemos comprobado que en este pueblo nuestra postura es más bien minoritaria, pero si estuviéramos interesados en organizar algo en contra del francés, seguro que usted podría ponernos tras la pista de los hombres adecuados para echarnos una mano, ¿me equivoco?

Otros habrían pasado con mayor o menor disimulo algún billete por la mano del informador, pero Lonegan se limitó a mostrar su sonrisa lobuna una vez más, para demostrar que iba en serio.

Cuando voy camino del salón de juego a buscarlos, me encuentro con los chicos y me uno a ellos. Todavía estoy dándole vueltas a lo que he visto pero no puedo pedirles nada de momento porque tienen sus propios planes.

Por el azar o porque, como bien ha dicho la Sra Johnson, no hay muchos más hoteles, acabamos en el Stark. El dueño, asustado, no nos recibe de manera muy amigable. Y es gracias a Pancho que nos enteramos porqué...

Escucho como Michael le habla intentando ganarse su confianza y luego también Jack intenta que se ponga de nuestro lado

-Chicos, chicos... no agobieis al pobre Antón...- me arriesgo a utilizar el nombre de pila por el que he entendido que la Sra Johnson le llamaba para intentar ganarme su confianza -No está en su mejor momento... tiene algunos problemas ¿verdad señor? ¡Ay! Tiene algo preocupada a alguna gente del pueblo que le quiere bien. Pero, como bien dice mi compañero, quizás podamos ayudarle y nadie tendría que saberlo. Puede ser un secreto-

James entró en el local cerrando el grupo. Él esperó pacientemente algo retrasado. Tres personas ya eran más que suficientes para interrogar al que según creían, sería el Señor Stark. Juanita se le adelantó cuando pidió un poco más de mesura pues sabía que si algo no debían hacer era atosigar al hombre con preguntas.

De todos modos, James nunca había sido hombre de muchas palabras. Simplemente pensaba que si él fuese Stark, se sentiría un tanto abrumado, así que decidió quedarse al margen, mirando hacia el exterior.

Como habían previsto Juanita y McReady, Anton Stark en seguida dio signos de estar aturullado por tantas preguntas, y promesas y peticiones de ayuda; más aún por el hecho de discutir todo aquello directamente en sus narices, como si no estuviera presente. Sin embargo, un poco motivado por a última intervención conciliadora de Juanita, recobró estoicamente sus ánimos para hablar con vosotros, e incluso tenía un aire enojado.

- ¿Les importa dejarlo ya? ¿Parezco acaso un papanatas acobardado por un despojo como Beaumont? Y usted, señora, no está siendo muy amable al señalar mis problemas... aunque sea cierto. Si me preocupaba algo era el pobre mexicano al que recomendé largarse del pueblo esta misma tarde. ¡Bah! Si hubiera sabido entonces a quien acompañaba no lee habría aconsejado tan amablemente. -

- La banda de Lonegan - no era una pregunta - si... casi no se parece a los carteles, pero se decía que es una banda de cinco, y la mano derecha del líder es una mujer mexicana. ¿A qué han venido aquí? ¿a robarme? bien, háganlo. Como ya ha dicho ella estoy en mitad de una mala racha, no creo que saquen lo suficiente ni para pagar por las balas que gasten. Siempre será mejor eso que perder el negocio a manos del diablo de Beaumont. - El hombre estaba desarmado, pero aun así demostraba una especie de valor imprudente al encararos de aquella manera, incluso cuando sus palabras indicaban que en realidad parecía entregarse.

La respuesta del hombre no sorprendió a McReady que tuvo la prudencia de seguir a la espera mientras recorría el local con la mirada buscando algo que captase su atención.

A pesar de sus protestas, este hombre le caía bien. Tenía huevos. 

-¿Lo ven..?- Se giró hacia sus compañeros, con una amplia sonrisa en la cara, especialmente dirigida hacia Lonegan. -...este sí que es un pendejo con carácter. No nos tiene miedo, ni a nosotros ni al Francés ni a sus hombres.-

Luego se volvió hacia Anton Stark de nuevo:

-Usted, gringo...- Le señaló con el dedo para hacer incapie en ello. -... vive acá, y seguro que sabe algo sobre el Francés que puede ayudarnos. Alguna debilidad o algoooo.-

-Ahorita, con lo cabezota que es no suelta prenda aunque le cuelgue boca abajo, locooo.-

-Me preguntó si podríamos hacer algo para hacerle cambiar de opinióoooon.-