Partida Rol por web

Ya no había vuelta atrás. Esta vez, Fiódor se había preparado a conciencia. Llevaba dinero, una mochila repleta de los objetos que con más probabilidad necesitaría e iba acompañado de su fiel farfetch'd.

No echaría de menos Ciudad Olivo. Incluso el lugar más interesante de la ciudad, el faro, estaba ahora cargado de una nota lúgubre desde que tres años atrás, durante la masacre protagonizada por el Team Rocket a lo largo y ancho de todo Johto y Kanto, aparecieran clavadas sobre su tejado varias cabezas de miembros de la organización, entre ellas la del hijo perdido de la anciana farera. Aquello impactó a Fiódor, al igual que al resto de habitantes de la Ciudad. Esas eran las típicas cosas que podían verse por televisión, que pasaban en el Subterráneo de Ciudad Trigal o en algún lugar de Ciudad Azulona, pero ¿en Ciudad Olivo? ¿Casi al lado de la puerta de su casa? Jamás.

En cualquier caso, la ciudad había sabido recuperarse y volver a su tedio habitual, para desgracia del muchacho, en cualquier caso. Pero eso se acabaría a partir de hoy. El día, espléndido, y el color de la hierba, que luce incluso más verde de lo habitual, parecen animarlo en su decisión.

Sus músculos, que momentos antes se encontraban en tensión debido a los nervios de la huida, poco a poco fueron relajándose y en su rostro una especie de sonrisa comenzó a florecer.

Todo había sido planeado con antelación preparando cada detalle y cada suceso que pudiera ocurrir durante días.. era consciente de que estaba totalmente preparado y que todo debía salir a la perfección evitando los errores imprevistos del pasado. Sin embargo, éso no quitaba que ciertos nervios recorrieran cada centímetro de su cuerpo haciéndole temblar a cada paso que daba. Sin embargo, por fin se encontraba ante la tan añorada ruta 39, con sus frondosos setos situados a cada extremo del camino y su pequeña porción de hierba en la que algunos Pokémon se escondían ante su presencia.

-Ruta 39.. suena tan maravilloso - Dijo con una sonrisa brillante mientras leía el cartel - ¿No es verdad, Farf? - Hizo una breve pausa mientras alzaba la mirada hacia el brillante y despejado cielo de verano - ¿Te acuerdas de aquel día? Como ahora, yo miraba al cielo y, sin previo aviso, tú fuiste a aterrizar en mi cabeza - Soltó una jovial carcajada al recordar el que, sin duda, se había convertido en uno de los más importantes de su vida, tanto por su primer intento de huida como por haber conocido a su querido Pokémon - Recuerdo que estaba sentado en aquella colina pensando que era un inútil y que jamás podría desprenderme de Ciudad Olivo, sin embargo, ¡aquí estamos ahora! Juntos tú y yo, sin esos Pidgeottos que te atormentaban y sin esas murallas que me privaban de ser libre.

Pero, aunque se encontraba en plena felicidad, en su interior aún había algo oscuro que, por mucho que lo intentara, jamás podría desprenderse.. Como una piel completamente lisa y perfecta donde en el lugar menos pensado se encuentra una pequeña mancha que la estropea sin el consentimiento de su propietario. Consciente de ello volvió la mirada hacia el pueblo donde había pasado toda su vida. A lo lejos se veía el faro, con su luz brillante que guiaba a los barcos durante las más oscuras noches. Su ánimo empezó a decaer y un breve temblor recorrió su espalda.

¿Realmente huía de su ciudad? ¿O huía de aquel faro?

Cuando era pequeño solía visitarlo cada día. Conocía al hijo de la farera y con él había entablado una fuerte amistad durante los primeros años de su infancia. Todo había seguido así durante varios años hasta que.. llegó el Team Rocket..

Se sorprendió cuando, de repente, una lágrima recorrió su mejilla momentos antes de caer hacia el suelo. Sin ser consciente apretó su puño derecho con tanta fuerza que sus nudillos empezaron a ponerse blancos, y volvió a mirar hacia el frente con una mirada llena de angustia y, a la vez, odio.

Aquí no me queda nada.. Solo dolor..

Galatea, se llama Galatea. Una muchacha alegre y vivaracha de diecinueve años. Criada por su abuela desde que sus padres desaparecieran cuando ella era aún pequeña, es amiga de Fiódor desde... bueno, que él recuerde, desde siempre.

Desde que era pequeña, siempre había soñado con irse de viaje en busca de sus padres, a los que estaba segura que encontraría. Y al final lo hizo: hacía poco más de tres años había decidido lanzarse a la aventura. Quizá Fiódor debía haberse ido con ella. Pero en aquel momento... Bueno, en cualquier caso, ahora daba igual: posteriormente había tenido lugar la matanza del Team Rocket y la cabeza del hijo de la farera había aparecido clavada en lo alto del faro. Para Galatea fue todo un shock pensar que el padre al que tanto tiempo buscaba había aparecido por fin... muerto. Solo que no era su padre. La cabeza correspondía al hermano gemelo de este, del que su abuela nunca le había hablado, que también tenía dos hijos, los primos de Galatea, a los que ella conoció con motivo de todo este asunto.

Fiódor había seguido viendo a Galatea de vez en cuando desde entonces. Iba y venía: era un espíritu libre, como él. Además de Polifemo, el marril tuerto y de maneras hoscas que siempre la acompañaba, ahora solía ir acompañada de un houndoom lleno de cicatrices que había rescatado de alguna parte. Ahora mismo no estaba en la ciudad, así que probablemente habría ido a visitar a sus primos en Ciudad Iris.

La Ruta 39 se extiende ante Fiódor en todo su verde esplendor, casi expectante. Son las primeras horas de la mañana y aún no hace calor, aunque cuando llegue el medio día el sol de julio va a tener bastante que decir.

Aunque hacía bastante calor, Fiódor sabía que todavía tenían varias horas por delante antes de que el día llegará a sus temperaturas máximas. Así pues quería aprovecharlo y recorrer la mayor cantidad de camino posible cuando la brisa mañanera aún acariciara su piel. Su intención era ir hacia Ciudad Iris, éso le garantizaría estar lo suficientemente alejado como para que sus padres tuvieran mayores dificultades si querían encontrarlo. La desventaja era que probablemente en aquella ciudad estuviese Galatea.

Galatea, sin duda alguna, era considerada una de las bellezas de Ciudad Olivo, sin embargo, Fiódor estaba decidido a ignorar esto en la medida de lo posible. Esa necesidad de ser libre que tanto le caracterizaba le obligaba a intentar mantener las distancias con ella. Por el contrario, en su interior, aunque nunca lo quisiera reconocer, era consciente de que adoraba pasar cada segundo con ella.

-Bien, Farf, vayamos hacia esa granja - Dijo el muchacho mientras el recuerdo de Galatea le hacía ruborizarse - Preguntemos allí cuál es el mejor camino para llegar lo antes posible a Ciudad Iris. Tenemos mucho camino por recorrer y todo lo que podamos ahorrarnos en atajos nos vendrá bien.

Justo cuando reanudaban la marcha sus preocupaciones volvieron a ocupar la mente del chico.

¡Qué mañana tan brillante y confusa a la vez! Siento como si mi alma brillara con la misma fuerza con la que lo hace ese sol, sin embargo noto como cada paso que doy me lleva por un camino incierto y nebuloso cuyo final no puedo predecir.. es como si, de repente, este cielo tan despejado se llenase de nubes que amenazasen tapar en cualquier momento cada rayo de luz. ¿Realmente debo correr el riesgo de ir a Ciudad Iris y encontrarme con Galatea? Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer?

Su corazón empezó a latir rápidamente.

El camino por el que han ido andando se dirige hacia el norte. En el tiempo que Fiódor ha tardado en hacer estas reflexiones y hablar con su farfetch'd, han llegado a un recodo del camino en el que se divisa una granja con un amplio cercado lleno de miltanks pastando tranquilamente. Hay un pequeño molino y la granja, cuyo edificio principal está pintado de un pizpireto color rojo, tiene algunos árboles frutales a los lados.

Fiódor se acerca a la granja, con Farf revoloteando jovialmente a su alrededor. A la entrada hay una mujer que sale llevando un cubo metálico vacío, que al verlo aproximarse le hace un gesto de saludo.

Aquella pequeña granja hizo que Fiódor dejara de lado sus lúgubres pensamientos y centrara su atención durante unos instantes en aquel lugar. El gracioso color rojo de aquella casa, los mugidos de los Miltanks mientras pastaban tranquilamente por los alrededores, aquellos verdes árboles frutales que, como signo de coquetería, dejaban vislumbrar los colores brillantes de sus frutas.. todo aquello fascinaba al muchacho que veía en esa granja un pequeño edén apartado del resto del mundo.

El apetito de Fiódor pronto hizo su primer acto de presencia con un rugido incontrolado. El rubor rápidamente apareció en el rostro del muchacho mientras, poco a poco, caminaba dirección hacia donde se encontraba la mujer. Con las prisas y el temor a ser descubierto aquella mañana no había podido llevarse nada a la boca y en su última comida, la cena del día anterior, apenas había probado un par de bocados debido a los nervios de la hazaña que sabía tenía por delante.

Al ver saludar a la mujer, Fiódor emuló aquel gesto a la par que esbozaba una cálida sonrisa.

-Buenos días, señora - Saludó - Mi farfetch'd y yo tenemos pensado ir hacia Ciudad Iris, sin embargo.. tenemos algo de prisa y nos gustaría llegar en el menor tiempo posible. ¿Sabrías decirme alguna ruta alternativa para llegar allí sin tener que pasar por la larga y siempre transitada ruta 38? - Luego hizo una pequeña pausa mientras, sin poder evitarlo, miró al árbol frutal más cercano - Y.. - se ruborizó - ¿podría coger un par de frutas de ese árbol? Por supuesto se lo pagaré con el precio que consideres..

Aquellas frutas tenían un color especialmente vivo y apetitoso, algo que.. sumado al calor y al hambre que sentía, las hacían totalmente irresistibles a los ojos del muchacho.

-¡Buenos días, muchacho! -Se trata de una señora de aspecto regordeta y fuerte, con mofletes arrebolados por el sol y el trabajo, llena de vitalidad. -¡Ja, ja! ¡No, no puedes coger fruta de ese árbol! -Dice, riéndose. -Pero no porque no quiera ni porque no debas, que estás muy flacucho, sino porque es un aranjo* y en esta época del año no hay... -Mientras habla se vuelve a mirar al árbol en un acto reflejo. La mujer se interrumple a media frase. La visión de un aranjo cargado de lozanas aranjas de un precioso azul intenso le devuelve la mirada, por así decirlo. Perpleja, se acerca al árbol. -¡Caramba! ¿Cuándo han salido todas estas aranjas?

La mujer se acerca al árbol, que no es demasiado alto, deja el cubo en el suelo y coge una aranja, la pela con la mano y la parte por la mitad, dando un trozo a Fiódor. Luego prueba un poco del trozo que le ha quedado, saboreándolo aún con expresión de sorpresa.

-Vaya... Pero si está madura...

Realmente Fiódor poco entendía de árboles. Era cierto que siempre le había gustado verlos y acariciar sus hojas allá por donde veía uno, pero nunca había profundizado en el tema y desconocía la época de recolecta de cada tipo de árbol. Es por eso que ver sorprendida a la dueña de una granja respecto a sus propios árboles le llamó bastante la atención.

-¿No es normal que las aranjas salgan en verano? - Dijo mientras palpaba cuidadosamente la fruta como si de una reliquia de valor incalculable se tratase - ¿Cómo es posible entonces que esté repleto de frutas? ¿Además con ese color tan vivo?

Sin duda la situación era cuanto menos extraña y misteriosa. Por unos momentos olvidó las prisas y volvió a observar a ese árbol con detenimiento disfrutando de cada detalle y contemplándolo maravillado y a la vez confuso.

¿Qué secretos escondes? ¿Es una señal de buenos augurios para mi aventura? Ojalá pudieses hablar y contármelo todo..

Luego partió la mitad del trozo de fruta y se lo entregó a su Pokémon mientras probaba el sabor de su mitad.

La fruta está dulcísima, exquisita, en su punto justo de maduración.

El árbol no hace ademán de contestar a Fiódor*, pero la mujer, que sigue perpleja, sí que le contesta, aunque distraídamente, mirando la aranja y el árbol alternativamente:

-Pues... No lo sé... Las aranjas salen en invierno. Las recogemos y hacemos mermelada y un zumo buenísimo... Además, juraría que ayer, o por lo menos anteayer, este árbol no tenía nada... O, al menos, yo no vi... ¡Abel! -Un hombre ha venido del campo y se dispone a entrar a la granja por un portón que debe de dar a algún garaje, cobertizo o establo. Tendrá una edad similar a la de la mujer -unos cuarenta o cincuenta años- y viste un pantalón de peto manchado y una camisa de color un poco desvaído. -¡Mira esto! ¡Han salido las aranjas!

-¿Qué dices? -Contesta mirándola a ella, no al árbol. -Me tengo que ir a Ciudad Iris a hacer el reparto, no me puedo quedar a charlar. -No parece un hombre desagradable, sino más bien práctico. Su tono no es en absoluto borde o malhumorado, sino más bien casual.

Aunque el árbol parecía no querer desvelar su secreto*, las palabras de la granjera sonaron en sus oídos como la respuesta al enigma que momentos antes se planteaba haciéndole divagar en su mundo de ensueño y fantasía.

Sí, sin duda debe ser un signo de buen augurio.. ¿qué otro motivo tendría el árbol para hacer madurar sus frutas varios meses antes de lo que debería?

Solo la llegada de una persona que parecía tener la edad de la granjera logró sacar de sus ensoñaciones al muchacho a la vez que le hacía recordar la premura de su viaje.

-Buenos días, señor - Dijo mientras desviaba la mirada hacia el recién llegado - Ha dicho usted que quiere ir a Ciudad Iris, ¿verdad? ¿Le importaría si le acompañara durante el viaje? Tengo algo de prisa e imagino que estarás más acostumbrado a viajar por esa ruta que yo y sabrá moverse por ella sin perder ni un solo instante.

Prefirió no ofrecerse en ayudar con la carga de momento.. sus manos impolutas y delicadas no estaban acostumbradas al trabajo físico y cualquier tarea pesada en la que tuviera que usarlas provocaría que surgiesen dolorosos callos en ellas. Aún así, si el granjero le pedía ayuda, se ofrecería sin dudarlo.

-¿Eh? ¿Quieres que te lleve? -El hombre al que la mujer ha llamado Abel parece reparar en Fiódor por primera vez. Le echa una mirada evaluadora de pies a cabeza y luego se encoge de hombros. -Bueno, pues ayúdame a cargar la furgoneta y móntate. Son los bidones* esos que hay ahí en el garaje -dice mientras se da la vuelta y se mete por el portón.

-¡Pero, Abel! ¡Las aranjas! -exclama la mujer, cuando el hombre ya ha entrado. -¡Ay, este hombre!

¿Cargar bidones? Bueno, podría haber sido peor..

Aunque la idea de tener que realizar trabajos físicos no le llamaba en absoluto la atención, Fiódor asintió con la cabeza a modo de respuesta y entró en el garaje para empezar a ayudar a aquel hombre. Era consciente que aquel trabajo físico estaría de sobra compensado con el viaje en coche hacia Ciudad Iris ya que eso le supondría evitar pasar varias horas caminando bajo el sol, algo que en esa época del año se podía convertir en una tarea ardua y dura.

Con Farfetch'd siguiéndole de cerca fue transportando bidón por bidón a la furgoneta. Pronto el sudor empezó a resbalar por su frente y sus manos empezaban a presentar ligeras heridas y ampollas que en unos días se convertirían en duros callos. Era evidente que la condición física de Fiódor dejaba mucho que desear; nunca había mostrado el mínimo interés por el deporte y, aunque se trataba de un chico delgado y fibroso no estaba acostumbrado a realizar ese tipo de tareas. Es por eso que, nada más terminar de cargar el último bidón, se sentía tan exhausto y agotado como si hubiese llevado todo el día corriendo bajo un intenso sol.

Antes de subirse a la furgoneta volvió a echar un vistazo al árbol. Sabía que lo ocurrido esa mañana no era algo que ocurriese todo los días y, en su interior, se prometió volver a aquella granja en otra ocasión. Luego miró a la granjera y esbozó una sonrisa.

-Muchas gracias por todo, señora - Agradeció el muchacho -Sin duda sus árboles dan las mejores aranjas que he probado en mi vida. Volveré a visitarla y a comprar algunas de ellas en otra ocasión.

Tras eso subió a la furgoneta junto con Farf y esperó al granjero.

Ciudad Iris, realmente es un bonito nombre para una ciudad. Me pregunto cómo estará Galatea. ¿Seguirá igual de jovial que..? ¡Pero qué estoy pensando! No voy a Ciudad Iris para verla.. además, solo estaré unos días y luego partiré hacia otro destino.. es totalmente improbable que llegue a verla.

Sin ni siquiera darse cuenta un ligero rubor empezó a aparecer en sus mejillas. Aunque no quisiese admitirlo, la echaba de menos y deseaba con toda su alma verla pronto.