Partida Rol por web

-De nada, chico. Yo... pero es en inverno cuando vendemos aranja, mermelada y cosas así. -Se encoge de hombros. -Será una cosecha tardía. Muy tardía. A veces las hay en... marzo. Bueno, pásate cuando quieras. Puedes entrar y tomarte un vaso de leche Mu-mu, para que te pongas fuerte, ja ja. -No lo dice para molestarlo, sino totalmente de buena fe. Dejando a un lado el tema de las aranjas, la mujer vuelve a parecer animada y campechana. 

Abel, el granjero, también carga algunos bidones, salvo que él puede cargarse uno a la espalda y llevarlo en peso hasta la furgoneta sin despeinarse. Mira a Fiódor, sudando por el esfuerzo.

-Tú no has cargado muchos bidones en tu vida ¿eh? Ay, si pasaras unos días aquí en la granja... Seguro que no estarías tan flacucho. -Parece divertido-. Mira, si hasta te has puesto colorado y todo. -Por supuesto, él no puede saber en qué o en quién estaba pensando Fiódor. Sonríe. -Bueno, gracias por ayudarme, en cualquier caso. Hale, nos vamos. -Se vuelve hacia la granjera. -Nos vemos a la hora de la comida.

-Vale, ¿por qué no te llevas unas aranjas para el camino? -dice ella con un ligero deje sarcástico.

-¿Unas qué? -Mira al árbol, por fin. -¡Ahí va! ¿Cuándo han salido esas aranjas?

-Te lo estoy diciendo.

-Bueno, ahora no puedo entretenerme, tengo que hacer el reparto antes de que apriete más el sol. Luego me encargaré de eso. Hasta luego.

La mujer asiente con cara de de circunstancias mientras Fiódor, Abel y Farf se dirigen en la furgoneta hacia la carretera paralela a la Ruta 39, camino de Ciudad Iris.

Se trata de una carretera recta, bordeada de postes eléctricos tras los cuales se extiende el campo, agradable, verde y cultivado. 

Ni el calor sofocante que hacía en el interior de la camioneta, ni el ruido que seguía a las fuertes sacudida de ésta tras coger alguno de los innumerables baches de la carretera, perturbó en absoluto el estado de ánimo de Fiódor. Saber que, por fin, su huida había sido llevada a cabo satisfactoriamente llenó de gozo al muchacho. Aún así, el semblante del joven permanecía inmutable mientras mantenía la mirada perdida en el verdor refrescante del campo que se extendía a su alrededor tras la ventana abierta de su puerta.

Tras alejarse varios Kilómetros de la granja el joven volvió la mirada hacia Farf y le sonrió de manera cómplice antes de pasar su mano por las suaves plumas que recubrían su cabeza.

Ya somos libres, amigo mío.. Exclamó el muchacho para sus adentros. Por primera vez se daba cuenta de que podía existir aquella sensación de paz. Sin embargo, como era habitual en él, se encontraba acompañada de un pequeño rumor interior que le avisaba que probablemente no sería una paz permanente.

Luego volvió la mirada hacia el granjero que permanecía firmemente atento a la carretera. Hasta ese momento no se había fijado apenas en él; el aspecto tosco de su piel bronceada en la que no parecía distinguirse ni un atisbo de blancura, ni si quiera de la transparencia de la piel reveladora de las venas, demostraba que ésta había debido pasar innumerables horas expuesta al sol. Aún así, parecía tratarse de una persona alegre, algo inquieto, pero que disfrutaba de su estilo de vida.

-Perdone la pregunta pero.. debe hacer mucho tiempo que trabaja en esa granja, ¿verdad? - Dijo de manera indiferente mientras seguía observando la piel bronceada de aquel hombre -Imagino que si es así debe haber visitado en varias ocasiones Ciudad Iris, quizás para comerciar allí.. ¿qué podrías decirme de ella? ¿Hay algún lugar interesante que deba visitar?

Aunque le avergonzara enormemente.. nunca antes había salido de Ciudad Olivo y, aunque Ciudad Iris se encontraba bastante cerca de su ciudad natal, apenas conocía algo de ella.

-¿Nunca has estado en Ciudad Iris? -contesta Abel con tono sorprendido, aunque amable. -¿De dónde eres, chico? ¿De Olivo? No está demasiado lejos... -Va hablando sin apartar la vista de la carretera. -Esa granja la hemos levantado entera entre mi mujer y yo, con el sudor de nuestra frente. Es duro, pero merece la pena. Y sí, suelo ir a Ciudad Iris casi todos los días a hacer el reparto. Nos va bien, pero no podemos permitirnos contratar un repartidor, además, a mí no me importa hacerlo. Ciudad Iris es una Ciudad muy bonita. -Echa un vistazo rápido a Fiódor. -Creo que a ti te gustará. Es un lugar muy tranquilo, muy tradicional. Tienen muchas cosas culturales interesantes. Lo más famoso es la Torre Hojalata. Tiene una leyenda sobre los pokémon guardianes de Johto, pero yo no me la sé bien, mejor que vayas allí y te la cuenten. Luego hay otra torre, o había. Era una torre gemela a la Torre Hojalata, la llamaban Torre Latón, pero hubo un incendio hace... no sé, muchísimos años. Desde siempre, mi abuelo ya contaba esta historia como algo pasado hace muchísimos años... Ahora se la conoce como Torre Quemada. También puede visitarse, aunque no es más que unas ruinas. Aparte de eso, hay un teatro de danza donde bailan unas jovencitas, je je je... Ah, a ver, no me malinterpretes, no es lo que piensas. Hacen una danza tradicional y tienen mucho salero. Es una cosa muy bonita de ver. Y están muy guapas, con esos trajes de colores... -Durante un instante parece perder el hilo de sus pensamientos. -Y... bueno, hace algunos años abrieron una guardería nueva. Esto quizá no te interese, pero yo creo que es una actividad que casa bien con la Ciudad, además es un sitio muy agradable para criar pokémon, el aire es muy limpio...

Con la charla ya habéis recorrido más de la mitad del camino.

Sin duda aquel hombre hablaba más de lo que esperaba el muchacho. Aún así se alivió al comprobar que, aunque a veces se iba por las ramas con detalles carentes de importancia para él, la mayoría de las cosas que le decía le vendrían bien para guiarse por aquella ciudad.

Fiódor tenía especial interés por las leyendas. En su casa tenía varios libros de este tipo que hablaban de numerosos Pokémon con poderes extraordinarios capaces de hacer resucitar a otros o de causar destrucciones imposibles de parar. Aunque sabía que muchas de estas leyendas solo se trataban de recreaciones exageradas de ciertos acontecimientos ocurridos en el pasado, no podía evitar soñar con encontrarse algún día con uno de esos maravillosos Pokémon y comprobar realmente sus poderes. Así pues, decidió que lo primero que visitaría de Ciudad Iris serían aquellas torres que mencionaba el granjero.

-Muchas gracias, señor - Agradeció justo cuanto terminó de hablar el hombre - Sin duda me has ayudado bastante con todas las recomendaciones que me has ofrecido.. intentaré visitar todos esos lugares.

Aunque visitar una guardería no le llamase en absoluto la atención, al igual que un establecimiento de ocio como ése de danza que tan bien le detallaba el granjero, creía que sería conveniente echarles un vistazo justo después de visitar las dos torres. Nunca se sabía qué se podría encontrar en cualquiera de esos lugares y no quería arrepentirse de no haberlos visitado.

Abel asiente, sonriendo, apartando la mirada de la carretera solo un momento para mirar de reojo a Fiódor (es lo malo que tiene hablar conduciendo).

-Seguro que te lo pasarás bien. ¡Ah, se me olvidaba! Supongo que eres entrenador pokémon o algo así, ¿no? En la ciudad también hay un gimnasio. El líder se llama Morti, entrena pokémon fantasma. Es que en las torres hay fantasmas y Morti... ¡¿Qué coj...?! -De repente, el hombre se interrumpe, con la vista clavada en el frente.

Los postes de la luz están floreciendo.

Conforme se acercan a Ciudad Iris, que puede verse claramente detrás, se van convirtiendo progresivamente en árboles rectos, altos y floridos.

Un extenso paisaje lleno de árboles y edificios de estilo tradicional hacía su aparición en el momento en el que el granjero se quedó atónito. Sin duda, la belleza de aquella ciudad era digna de alabar y, para Fiódor, no podía existir un nombre más apropiado que Ciudad Iris.

Cada árbol se encontraba perfectamente alienado de modo que, con sus hojas agitadas por el viento, parecían recibir y dar la bienvenida a todo aquel turista que fuera a visitar aquel lugar. Luego, tras sus ramas y al fondo de la ciudad, se podía ver un alto edificio que sobresalía por encima del resto tanto en altitud como en grandeza. Al verlo, Fiódor imaginó que debía tratarse de aquella torre de la que le habló hacía tan solo unos minutos aquel granjero. En ese momento el espíritu de Fiódor se encontraba rebosante de una multitud de sentimientos; por un lado nostalgia debido a la arquitectura tradicional de los edificios, por otro lado sentía la nobleza y grandeza que irradiaba aquella torre y, por último y tras ver un pequeño edificio semiderruido, un sentimiento de aflicción apareció en el fondo de su corazón.

Aquella torre quemada parecía tratarse de una premonición cuyo objetivo era avisar y recordar algo que toda persona debía conocer. El mensaje, para Fiódor, era del todo claro.. todo lo bueno tiene un final, por muy noble y firme que sea. Lo que quedaba de la base de aquella torre se asemejaba bastante a la que se mantenía en pie a escasos metros. Años atrás ambas torres debieron haber rivalizado en grandeza.. sin embargo, ahora solo quedaba un vago recuerdo de lo que debía haber sido.

El estado de ánimo de Fiódor cambió drásticamente. Cuando antes se encontraba lleno de energía y emoción ahora sentía tristeza y desolación e imaginaba que su futuro probablemente no se diferenciaría mucho de aquella torre derruida. Aún así intentó disimularlo de la mejor manera que pudo.

-Pues sí que es una ciudad preciosa.. - Dijo mientras trataba de esbozar una escueta sonrisa - Quizás me enfrente a ese líder que has mencionado - En ese momento volvió la mirada hacia su Pokémon - al fin y al cabo nos vendrá bien entrenar, ¿verdad Farf?

Sabía que su viaje acababa de empezar y, aunque novato aún en todo lo que se refería a los Pokémon y a los combates, era evidente que el camino que le tocaba recorrer probablemente se encontraría lleno de retos que debería superar. Así pues, aprender a combatir con Farf le evitaría pasar malos tragos cuando avanzasen por zonas menos seguras.

En el momento en el que Fiódor se dio cuenta de que el granjero seguía mirando hacia uno de los lados del camino de forma atónita, supo que algo fuera de lo normal había ocurrido. Sin perder ni un instante desvió la mirada hacía donde la tenía fija el granjero comprobando que, por muy extraño que pudiera parecer, los postes de luz iban transformándose poco a poco en grandes árboles llenos hojas de colores vivos y cálidos.

Pero.. ¿y esto?

Hasta entonces no se había percatado de dicha transformación. Maravillado con la ciudad no había prestado la mínima atención al camino ni a los postes que los acompañaban a cada lado. Ahora, sin embargo, no podía evitar mirarlos mientras intentaba darle un sentido lógico. Aún así, por mucho que lo intentará, aquello salía de todo razonamiento posible.

-¿Cómo es posible? - Preguntó al granjero mientras seguía observando aquel fenómeno - Imagino que no pero.. ¿alguna vez has visto algo así?

En ese momento algo pasó por la mente del muchacho.. ¿Lo ocurrido con el árbol de aranja cuyas frutas habían madurado en una época que no les correspondía tendría algo que ver, también, con lo que ahora les ocurría a los árboles de Ciudad Iris? Lo evidente era que, sin duda alguna, la torre quemada contrastaba con la transformación y el crecimiento vigoroso de aquellos árboles otorgando a aquel paisaje un ambiente casi místico cuyo significado se asemejaba a un complejo laberinto para Fiódor.

-No, nunca he visto nada igual... Los postes de la luz no pueden florecer ¿no? Es decir, están muertos... Quizá en la ciudad sepan algo, ahora preguntaré... -Abel conduce la furgoneta entre los floridos postes eléctricos, entrando a la ciudad, un poco distraído mirándolos. -Bueno, ¿dónde te dejo? En un minuto llegaremos a la Torre Quemada, yo tengo que hacer el reparto, pero es algo un poco tedioso, así que no creo que quieras venir conmigo.

-Si pudieras dejarme en la misma entrada de la Torre Quemada me vendría genial - Dijo el chico mientras intentaba despejarse del asombro que aún le acompañaba - Si no le viene bien.. dónde puedas, no se preocupe por eso.

Luego miró a Farf, sin duda su Pokémon parecía tan sorprendido como lo estaba él.

Abel deja a Fiódor y Farf delante de la Torre Quemada, se despide amablemente y sigue su camino.

-¡Hasta pronto, muchacho, buena suerte!

En cuanto sale de la furgoneta, Farf aprovecha para estirar las alas, describiendo algunos círculos por encima de la cabeza de Fiódor y dirigiéndose luego hacia la Torre, aunque sin llegar a meterse dentro.

El primer piso está casi intacto, pero a partir de ahí no hay nada, solo un amasijo de vigas quemadas, antiguas y renegridas. Aun así, cuando estaba completa debía de ofrecer un aspecto impresionante.

La Torre está un poco apartada de la ciudad, en la linde de esta con el bosque, aunque no tan apartada como la Torre Hojalata, que se alza un poco más allá entre la espesura. Desde aquí, Fiódor puede ver que no están tan cerca como parecía desde la carretera y aunque si bien su estructura es similar, no parece haber una forma de acceso directa desde la Torre Quemada a la Torre Hojalata, que está un poco más interna en el bosque. 

Al sur se encuentra la ciudad propiamente dicha, siguiendo el camino asfaltado por el que los ha traído Abel y por el que ha vuelto a marcharse. Las primeras casas están a unos cien metros de donde se encuentra Fiódor. Son pequeñas, con partes de madera, bonitas y recogidas.

Deben de ser alrededor de las 11 de la mañana*, pero no se ve ninguna luz encendida.

Tras despedirse del granjero con un gesto de la mano, Fiódor volvió la mirada hacia lo que quedaba de aquel lugar. Las paredes se encontraban totalmente ennegrecidas debido al hollín que, tras haber sido presas del fuego, había quedado adherido a ellas. De un simple vistazo cualquier persona pensaría que aquel lugar solo se trataba de ruinas sin ningún tipo de valor. Sin embargo, para Fiódor, el hecho de que aquella torre se encontrara en ese estado tan deprimente le otorgaba cierto grado de misticismo capaz de hacerle sentir totalmente atraído a ella.

¿Cómo pudo haberse quemado de esta manera? ¿Acaso no había forma de apagar esas llamas antes de que quedara en este estado tan lamentable?

Sus pensamientos divagaban mientras observaba desde el exterior cada detalle de la torre. Aunque el primer piso permanecía en mejor estado, el paso del tiempo había pasado factura y no parecía que nadie hubiese hecho esfuerzos por salvaguardar lo poco que quedaba.. Todo lo demás solo se trataban de escombros amontonados de forma aleatoria.

Luego alzó la mirada y buscó en el cielo a Farfetch'd. Ver a su Pokémon volar era todo un espectáculo digno de apreciar; sus movimientos gráciles, sus plumas siendo acariciadas por el viento, las figuras que en el aire dibujaba sin apenas demostrar un mínimo de esfuerzo.. todo ello maravillaba en absoluto al muchacho haciéndole sentir, en ocasiones, cierta envidia por no poder volar a su lado.

-Farf, voy a entrar en las ruinas - Dijo alzando la voz para que su Pokémon pudiera escucharle - Estate atento por si ves algo raro.

Fiódor dudaba que hubiera una puerta o un camino fácil para poder entrar allí. Así pues hizo algunos ejercicios de estiramiento y, respirando hondo y armándose de paciencia, buscó cualquier recoveco que le permitiese entrar.

Fiódor se interna en la torre. Aunque las escaleras están algo rotas, la fachada se mantiene más o menos en pie y el dintel de la puerta, aunque no parece la cosa más firme del mundo, aguanta. Pero hasta ahí llega lo que tiene un aspecto civilizado.

La entrada está flanqueada por dos estatuas a las que les faltan trozos y en las que el hollín se ha incrustado a lo largo de los años. Las paredes están totalmente negras y en medio del suelo, de madera, hay un enorme agujero, rodeado de vigas ennegrecidas, por el que se ve el piso de abajo, que sin embargo queda parcialmente oculto entre las sobras, ya que solo algunos rayos dorados de sol llegan al suelo, cubierto de vigas rotas, escombros y cascotes. También hay vigas y escombros alrededor del agujero en este piso y otros agujeros en los que Fiódor fácilmente podría meter un pie y torcérselo, o por los que podría caerse, si no va con cuidado. Ha hecho bien en calentar antes de entrar.

Farf "entra" a la torre a través del inexistente tejado, y se posa en el borde de una viga quemada, mirando hacia abajo atentamente.

Aquel lugar ciertamente era una ruina. Fiódor debía tener cuidado a cada paso que daba para no pisar alguno de lo muchos agujeros que había por el suelo, dar un paso en falso y pisar uno de ellos fácilmente podría provocarle un serio esguince o algo mucho peor. Además, los escombros dificultaban el paso haciendo que avanzar se convirtiera en un proceso lento y trabajoso.. de todas formas ello no parecía afectar en absoluto al ánimo de Fiódor que observaba cada rincón de aquel edificio lleno de curiosidad y misterio.

Este lugar es impresionante, me pregunto para qué serviría esta torre antes de que se quemara.. ¿tendría algún tipo de valor? ¿o solo meramente turístico? En cuanto vaya a la ciudad tendré que informarme..

Cuando Farf logra entrar posándose momentos después en una de las vigas, Fiódor esboza una sonrisa sintiéndose algo más seguro. Dudaba que allí hubiese alguna amenaza, pero siempre era mejor contar con un compañero que te guardase la espalda, sobretodo en un lugar como aquél.. en el que nunca se sabía por dónde se pisaba.

Por el rabillo del ojo, Fiódor puede ver sombras moverse, justo fuera de su campo de visión, pero cuando vuelve la cabeza, ya no hay nada.

"En las torres hay fantasmas..." había sido lo que había dicho el granjero...

Arriba en el tejado, Farf eriza las plumas y grazna.

Sombras, solo sombras que se movían alrededor suya. Un escalofrío recorrió su espalda cuando, al darse la vuelta, comprobó que donde debía haber un cuerpo sólido no parecía haber nada, ni si quiera rastro de lo que creía haber visto. En ese momento Farf graznó provocándole un leve sobresalto.

¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso tengo visiones? Quizás ese granjero no mentía..

Haciendo acopio de valor decidió volver a darse la vuelta y seguir caminando hacia delante. En el centro de la torre había un agujero de amplias dimensiones.. si la torre se había quemado no tenía mucho sentido que hubiese un agujero en aquel lugar a no ser que cualquier cosa lo hubiese provocado y eso era algo que quería comprobar Fiódor.

Caminando tan rápido como sus ahora temblorosas piernas le permitían, y mirando cada cierto tiempo a su alrededor, llegó hasta el agujero. ¿Qué podría haber allí? Si podía bajar por él Fiódor estaba decidido a explorarlo, quizás no tuviese ocasión de hacerlo en otro momento y su curiosidad podía más que todo el miedo que pudiese llegar a sentir.