Partida Rol por web

Cuando agarró el meteorito escuchó un fuerte chasquido, después una horrible sensación de vacío bajo los pies, como si cayera por un agujero eterno y de una profundidad incalculable para después oler un fuerte y desagradable aroma a azufre. La sensación había sido similar a los saltos que a veces pegaba al soñar.

Todo había sido muy raro. Excesivamente raro. No entendía nada. ¿Qué había pasado? Miró alrededor y después miró al cielo, no reconocía absolutamente nada. Sobre su cabeza había miles de estrellas, pero no era capaz de reconocerlas, también había un enorme planeta de color azul que podía apreciarse como se apreciaba la luna desde la ciudad de donde venía.

¿Acaso todo eso significaba que estaba en un planeta totalmente diferente?

¡No podía ser!

Había llegado hasta el lugar en el que se había estrellado esa especie de estrella. A Ashley le fascinaba poder llegar a tocar un objeto que había viajado por espacio, tan cerca de ella en esos momentos.

Caminó hasta llegar al lugar del impacto y tomó entre sus manos el extraño material. Apenas un instante después se arrepentiría de haber sido tan impulsiva. Sintió que el suelo bajo sus pies se desvanecía, que caía al vacío. Un vuelco en el corazón y una sensación que le atenazaba el estómago.

Abrió los ojos todavía sobresaltada, sin saber muy bien lo que ocurría. Miró a su alrededor. No sabía si era por el susto, que había acelerado su corazón y le impedía pensar con claridad, pero juraría que no reconocía aquel lugar.

-¿Dónde...?- empezó. Pero en ese instante se dio cuenta de que había alguien más junto a ella. Otra muchacha. Se puso en pie poco a poco, con cuidado, y se alejó por precaución. No la conocía y juraría que antes de aquella sensación de vacío en su pecho, estaba sola.

Ashley miró sus manos e investigó sus bolsillos, buscando aquel extraño meteorito.

Ya se lo había dicho su abuela un millón de veces que no fuese a lo loco y tomase precauciones antes de, por ejemplo, coger una dichosa estrella fugaz o un meteorito con sus manos. Pero se había puesto guantes, eso debía valer, lo que no esperaba era caer en el hoyo que había debajo. Porque había pasado eso, ¿verdad? Gritó con todas sus fuerzas al sentirse caer, cogida a algo, pero no era aquella roca, era su bolsito, y cuando toco suelo, perdió el equilibrio cayendo sobre su trasero.

- Ay... 

Se frotó el golpetazo y miró confusa a su aldededor.

- ¿Eh, pero dónde estoy, y los edificios? -no se vislumbraban los rascacielos a lo lejos, ni parecía que estuviese en un hoyo. 

Escuchó a alguien más a su lado y se escudó con sus propios brazos volviendo a caer hacia atrás:

- ¡Aaah, no me hagas nada, no llevo dinero! -al darse cuenta que aquella persona también se apartaba, abrió más los ojos y suspiró al ver a otra chica cerca de ella- Que susto, ¿quién eres, también te has... -intentó buscar un término adecuado- caído? Hola, soy Alina. 

Se levantó impulsándose y se atusó las faldas, quitándose el polvo. Como estaba nerviosa por el impacto comenzó a parlotear sin fin.

- Qué desastre, ¿dónde estamos? -volvió a echar un vistazo alrededor bastante asustada, si su pequeña estaba por allí, no la vio- ¡Ay madre mía, Daisy! ¿Has visto una chansey muy bonita? Lleva un lacito azul aquí-dijo señalándose un lado de su propia cabeza, acercándose mucho a la joven y visiblemente disgustada-.

-Ah... Eh... Yo no...- iba dando pasos hacia detrás, mirando de tanto en tanto para no tropezar y volver a sentir la angustiosa sensación de caerse. Pero la joven no le dejaba a Ashley hablar. Tampoco dejaba de perseguirle. Por mucho que la rubia intentase dejar distancia entre ambas para aclarar sus ideas, entender lo que ocurría o encontrar a su Pititikli, la joven de rasgos asiáticos parecía querer mantenerse pegada a ella.

Tomó aire por la nariz mientras mantenía los brazos estirados y las palmas hacia arriba, a modo de escudo. -¡Ssshh!- chistó con potencia. Esperaba que al menos así pudiese hablar ella también. -¿Quién eres?- preguntó en primer lugar. Juraría que no conocía a la joven de haberla visto en su viaje. -Yo tampoco veo a Piti... A Stoutland- se corrigió, mientras miraba a su alrededor, angustiándose por momentos ante la idea de haberse separado.

-Sí- volvió a mirarse las palmas de las manos, relajando la postura. -También he tenido la sensación de caer desde algún lugar- pero por encima de ellas solo tenían un amplio cielo estrellado totalmente diferente al que ella conocía. Siendo de noche solo era capaz de comprender que aquel no era su cielo, pero no alcanzaba a ver mucho más. 

-Tranquila, podemos esperar a que amanezca para buscar a tu Chansey y mi Stoutland, ¿te parece?- se sentó sobre la hierva con una extraña sensación en sus entrañas, aunque el hecho de estar acompañada la amenizaba un poco. Palmeó el suelo junto a ella, invitando a la otra chica a tomar asiento. -Por cierto, me llamo Ashley.

Cuando la desconocida le chistó, se sobresaltó y se disculpó de inmediato:

- Perdón, perdón -hizo un ademán de mantener la boca cerrada y la escuchó expectante-.

También he tenido la sensación de caer desde algún lugar.

- Pero... ¿estabas también en el parque? -no le sonaba haberla visto y ella, aunque no fuese así, pensaba que era muy observadora, que se acordaría de aquella chica de haberla visto.

Se sentó como le indicaba a su lado, acomodándose las faldas en el proceso y sollozó ligeramente:

- Ay Daisy... espero que esté bien -sacó de su bolsillo un pañuelito bordado y se limpió las lagrimillas, antes de tender la mano hacia Ashley-. Encantada Ashley, yo soy Alina, Alina Joy. 

A paso muy lento y con dificultad, Daisy llegó junto a Alina y rozó su peludita mejilla contra ella. La entrenadora sintió rápidamente como su contacto le hacía sentirse mejor, mucho más tranquila y relajada y ésta le sonrió por volver a sentirse junto a ella.

¿Chan? Le preguntó Daisy al no saber bien dónde se encontraban ni qué era ese lugar.

Un fuerte ladrido asustó a Alina y a su Chansey, tras ella había llegado corriendo un Stoutland que se abalanzó sobre Ashely y empezó a lamerle la mejilla. Aquel enorme pokémon también parecía muy contento de encontrar a su entrenadora y parecía mucho menos preocupado que el resto.

Cuando los cuatro miraron a su alrededor se dieron cuenta de que estaban ante una extensa y amplia pradera, aunque la hierba era de un color anaranjado, muy diferente al que recordaban de su ciudad natal. No muy lejos de allí había un río de aguas sumamente cristalinas. Una tonalidad que nunca habían podido ver en su ciudad de origen por culpa de la contaminación. Ese lugar parecía muy hermoso, limpio y puro, aunque no lo reconocieran, no parecía un lugar muy peligroso. Podían estar tranquilas.

La muchacha de rasgos asiáticos siguió sus indicaciones, tomando asiento junto a ella.

Antes de que pudieran planear algo más de cara a la jornada siguiente, un Chansey apareció. No solían ser hostiles, pero nunca se sabía. -No te muevas, hay un...- pero, por la forma en el que el pokémon se acercó a Alina y restregó su mejilla en la de la muchacha, sus dudas se disiparon. -Supongo que esta debe de ser Daisy- razonó con una sonrisa de alivio.

Se alejó lo suficiente como para dejarles intimidad, pero que Alina no sintiera que la abandonaba. No podía evitar sentir cierta envidia.

De pronto, un potente y familiar ladrido le hizo girar en redondo y recibir con los brazos abiertos a Stoutland. -¿Dónde te habías metido, granujilla?- rascó su pelaje con energía, tal y como a ella le gustaba.

Una vez se hubieron saludado todos, se presentaron debidamente.

No sabía si era por la euforia o porque sus ojos se habían adaptado a la luminosidad del lugar, pero podía percibir más cosas que antes. -¿Hierba naranja?- la acarició con extrañeza. Con un verde más o menos intenso, pero la hierba siempre estaba verde, nunca cambiaba su tonalidad.

Entre ese y otros factores, Ashley no tenía duda alguna de que se encontraban en un extraño lugar. Pero no quería cundir en pánico, así que simplemente indicó el que creía que sería un mejor lugar para avanzar. -Si llegamos hasta el río podremos beber agua... Y si lo seguimos puede que lleguemos hasta algún pueblo.

- ¡Daisy! -Alina se abrazó a su Chansey con una sonrisa, dejándose mimar por su pokémon, no llegó a prestar demasiada atención a las acciones de Ashley hasta que un ladrido las sobresaltó y gritó sin querer- ¡Aaaah!

Se quedó mirando a la chica del sombrero y al Stoutland mientras suspiraba.

- Jajaja, perdón, debe ser tu compañero ¿verdad? -dijo riendo un poco avergonzada por haberse asustado así- Qué monooo...

¿Chan?

- No lo sé Daisy, es todo súper raro. Pero no hay rascacielos ¿ves? -dijo señalando al horizonte- Y la hierba es de un color inusual, así que no debemos estar cerca de casa.

Cuando Ashley sugirió seguir el río, Alina se levantó de nuevo sacudiendo y ahuecando su falda.

- Me parece muy buena idea, casi siempre hay pueblos cerca de los ríos y ahora que lo has dicho, me ha dado una sed tremenda. Vamos Daisy.

Tomó de la patita a su Chansey y echó a andar, siguiendo a su nueva compañera de aventuras hacia el río. 

Cuando los seis miraron a su alrededor se dieron cuenta de que estaban ante una extensa y amplia pradera, aunque la hierba era de un color anaranjado, muy diferente al que recordaban de su ciudad natal. No muy lejos de allí había un río de aguas sumamente cristalinas. Una tonalidad que nunca habían podido ver en su ciudad de origen por culpa de la contaminación, pero a la que rápidamente te acostumbrabas. Ese lugar parecía muy hermoso, limpio y puro, aunque no lo reconocieran, no parecía un lugar muy peligroso. Podían estar tranquilos.

Esta vez en ese lugar  no estaban solos. Un extraño pokémon y que nunca habían visto estaba en borde del agua bebiendo del río.

Caminaron durante un rato, dejando el río a su izquierda, siguiendo la dirección que llevaba la corriente. Ashley tomó el papel de líder, yendo en cabeza. -Entonces hemos viajado a un sitio...- aguardó unos segundos, buscando la respuesta más indicada para calificarlo -, "diferente" por haber tocado una estrella caída del cielo, ¿no?- la pregunta parecía ser formulada simplemente para escuchar algo. La historia la sabía, pero seguía sin comprender el meollo del asunto.

Intentaba calmarse y mantener la cabeza fría. Al menos Pititikli seguía con ella, y eso la reconfortaba.

-Ssh- indicó silencio mientras estiraba la mano para que frenasen la marcha. Ante ellos había una criatura que no había visto antes. ¿Sería un pokémon? Se quedó mirándolo, guardando una distancia prudencial y agachándose, para que no le viese como una amenaza. -Hola, pequeñín- saludó, esperando a ver lo que hacía. Se giró hacia Stoutland. -¿Puedes hablar con él?

- Creo que si, Ashley, porque no reconozco esas estrellas del cielo. Quiero decir, no es que me sepa todas las estrellas del mundo- Dijo Pittien, intentado justificar ese razonamiento- Pero no aparecen las que a mi me suenan de nuestras regiones... Así que es posible, que no estemos cerca de ellas. ¿Dónde? No lo se. 

Su comentario había sido resumen de lo que había pensado antes de encontrar a las chicas, y se alegraba de que hubiera sido Ashley la primera en reconocer en voz alta que aquel no parecía su mundo, o al menos lo que ellos conocían. Su alarma interna con respecto a las leyendas le decía que había algo que debía reconocer, pero en el fondo, no conseguía hacerlo con nada. 

Y llegaron al mar. A la desembocadura del río. Pittien miró al mar, y le agradó ese espacio, y se puso a mirar a lo lejos, a ver qué veía en él, si fuera algo conocido. Pero al pronto se dio cuenta, como sus compañeras, que había un extraño ser, un pokémon, allí. Y Ashley se acercó.

Pittien pensó que lo mejor sería pedirle a Ditto que se intentara transformar en aquel pokémon que no reconocía, y que bebía junto al río. - Flubber, anda, a ver si te puedes transformar en él... y decirnos algo. Pero espera a ver si Ashley y Pititikli consiguen algo. 

- ¡Y hay estrellas! -añadió Alina a las palabras de Pittien mirando entretenida al cielo- En mi Ciudad a penas se pueden ver por la contaminación lumínica. Si no estamos ni en nuestra región... ¿dónde estamos?

Se quedó un instante pensativa y empezó a preocuparse, no se había detenido a pensar con seriedad toda la situación hasta ahora, así que se agarró con más firmeza a la patita de su Chansey y comenzó a lloriquear sin dejar de andar.

- Ay, pero, no puede ser... ¡Yo tengo la recuperación de los exámenes de enfermería en dos semanas! Espero que podamos volver pronto Daisy, ni siquiera llevo los apuntes.

Calló de pronto cuando Ashley marcó el alto y se fijó en aquel extraño pokémon.

- Oh,- susurró agachándose y medio escondiéndose detrás de Daisy- un pokémon salvaje apareció, qué curioso.

Se quedó mirando a sus nuevos compañeros, intentando aprender de aquello que estuviesen haciendo. Repasó el contenido de su bolsito, por si algo salía mal, saber con qué ayuda extra podía contar.

El pokémon se quedó mirando a Stoutland y su rostro cambió. No parecía un pokémon muy simpático, aunque tampoco hizo amago de atacarle. Su posición y rostro incitaban a pensar que se había puesto a la defensiva. Y a juzgar por las pequeñas llamas que salían de sus orificios nasales invitaba a pensar que el pokémon fuera de tipo fuego, aunque las tonalidades azules hacían pensar que fuera de tipo agua.

Fuera como fuese, ese pokémon era totalmente desconocido para los presentes y cuando Ditto se acercó a él para transformare en quien lo hizo fue en Stoutland. Por alguna razón, no era capaz de convertirse en él. ¿Acaso no era un pokémon?

¿Stout? Trató de preguntar su Pititikli al pokémon que veía. Land, land. ¡Stout! Le dijo sin parar y en diferentes tonos tratando de ver si le contestaba o no. 

El pokémon no cambió su gesto tenso y hostil y seguía pareciendo una amenaza, aunque seguía sin mover un solo músculo.

-¡Ehhhh! Cuanto menos, es extraño, Flubber no ha podido transformarse en ese Pokémon. Ahora la verdad, no se qué hacer. -Dijo Pittien, bastante extrañado. Vale, no sabría mucho de combates ni de todo lo que a Pokémon se refería, pero si conocía que Flubber era un perfecto genio de la transformación, así que o ese era algo que no era un Pokémon, o había perdido facultades, o algo raro pasaba. Miró a las dos chicas, viendo que aquel ser no era o no parecía agresivo, y se encogió de hombros. Su actitud era hostil, pero no parecía querer dar el primer paso.

-Quizas debiéramos irnos. Ahora mismo no se me ocurre hacia donde, así que os dejo a vosotras la elección. Me extraña ese Pokémon. ¿Que será?

Cuando los seis miraron a su alrededor se dieron cuenta de que estaban ante una extensa y amplia pradera, aunque la hierba era de un color anaranjado, muy diferente al que recordaban de su ciudad natal. No muy lejos de allí había un río de aguas sumamente cristalinas. Una tonalidad que nunca habían podido ver en su ciudad de origen por culpa de la contaminación, pero a la que rápidamente te acostumbrabas. Ese lugar parecía muy hermoso, limpio y puro, aunque no lo reconocieran, no parecía un lugar muy peligroso. Podían estar tranquilos.

Esta vez en ese lugar  no estaban solos. Había tres personas más acompañadas de tres pokémon, un Chansey, un Stoutland y un Ditto. 

El Stoutland estaba cerca de un extraño pokémon con gesto hostil y que estaba junto al río.

Al ver que ninguno de sus pokémons conseguía nada con el pequeñín, decidió dar un par de pasos hacia atrás. -Será mejor no molestarlo- bastante que no les había atacado. Mejor no seguir tentando a la suerte. 

-¿Volvemos?- señaló con la cabeza hacia el lugar del que procedían, dispuesta a deshacer el camino para continuar hacia el norte. -Podemos avanzar un poco para alejarnos del pequeñín, que no se sienta amenazado...- volvió a mirar de reojo el extraño ¿pokémon? al que le salían pequeñas llamas azules de las fosas nasales. -Y luego descansar un poco si queréis.