Partida Rol por web

Mientras Sonya se alimentaba del hombre, el placer del beso recorrió el cuerpo de ambos. Para él era la primera experiencia, una experiencia que transformó la suspicacia y perplejidad en entrega y éxtasis. En su vida, demasiado seria, podía contar con los dedos de una mano los momentos parecidos. La vampira, aun acostumbrada, también absorbió la sangre con deleite. Aceptaba su naturaleza vampírica con el mismo entusiasmo que en su día la condición humana. La imagen de un adolescente parecido a aquel hombre con gafas gruesas, sentado sobre el césped junto a una chica de su edad, apareció en la mente de Sonya. Mientras la vampira lamía la gota de sangre en sus labios, Modius, satisfecho, se acercó al hombre, algo mareado por la pérdida de sangre, y le cogió la cara. Lo miró a los ojos y dijo: Hoy has tenido un encuentro con una mujer maravillosa que no puedes recordar. Te fue ofrecida por la gracia de un ser superior, inescrutable. Has experimentado un placer extraordinario que aportará sosiego a tu alma en momentos de inquietud. Has sido bendecido. Congratúlate. Tras decir estas palabras, Modius tomó la mano de Sonya. Esta se levantó y el vampiro la besó en la mano. Ha sido un placer. Sacó una tarjeta grande de papel satinado con su nombre y dirección grabados de un bolsillo de su chaqueta  y se la dio. Espero volver a verte. Ahora debo irme. El Príncipe se desvaneció en una figura borrosa y fantasmal ante la presencia de la joven. El hombre que estaba sentado junto a ella seguía apenas consciente.

Lo que en tiempos mejores era el Elíseo de Gary, el Genesis Convention Center, un palacio de congresos y exposiciones a poca distancia del ayuntamiento, se alzaba con cierta dignidad sobre las cenizas de la población. Sus paredes de color blanco reflejaban la escasa iluminación que le llegaba de unos parques cercanos. Para los vástagos de la ciudad, era un lugar con historia. Hace años, Modius recibió allí a Lodin, Príncipe de Chicago entonces y tan solo polvo ahora. Dan se dirigió al centro con la vana esperanza de encontrar a algún vampiro, de confianza a poder ser, al que informar del mensaje recibido. La presencia en la ciudad de un miembro del Sabbat era importante, desde luego; pero quizá lo era más la ausencia de un número estimable de miembros de la Camarilla. A las puertas del centro de convenciones, encontró una caravana de la que salía un hombre con traje gris oscuro de formidable envergadura. Ciertamente, no parecía el Guardián del Elíseo, como tampoco lo parecía una joven de unos veinte años, piel pálida, ojos y pelo oscuro, facciones atractivas y complexión algo robusta que vestía de blanco y negro y tomaba fotos de la zona como una reportera en plena investigación. La mujer, vigilada por el hombre que parecía su guardaespaldas, se dio cuenta de la llegada de Dan y se acercó a él. Puede que el chico no fuera consciente de ello, pero era bastante atractivo, algo que no pasó desapercibido para la joven, que decidió fotografiarlo como si de un modelo se tratara.

Dan no sabía muy bien qué decir o hacer, no estaba acostumbrado a que los desconocidos lo fotografiasen tan descaradamente. -Mmm... oye. Me acabas de hacer una foto. ¿Y eso?, ¿Quiénes sois?, ¿Qué estáis haciendo aquí a ésta hora?- Preguntó sintiéndose un poco desubicado. El vampiro se fijó en si el hombre y la mujer eran vampiros o simples humanos, también trató de disimular su condición sobrenatural, concentrándose al menos en parpadear.

Extasiada y con energías renovadas, Sonya escuchó las palabras de Modius hacia el hombre con una sonrisa en los labios. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que se desvaneciera ante sus propios ojos. Por fortuna el hombre, del traje blanco estaba demasiado aturdido para ser consiente de lo que acababa de ocurrir en frente de él. Con cierta curiosidad y sin terminar de dar crédito a lo que había sucedido esa noche, la vampira observó la tarjeta que le había sido entregada antes de guardarla. Con la mente trabajando a toda velocidad, cerró ligeramente los ojos con la concentración reflejada en el rostro, dispuesta a tratar de rastrearlo y sacar provecho de su golpe de suerte.

El hombre que acababa de preguntar a Rouse se sentía cada vez más intrigado por la recién llegada. La mujer de la que se había alimentado gemía en el suelo. Sin prestarle la menor atención, el vampiro seguía concentrado en aquella que había desvelado su verdadero ser al enseñarle los colmillos. La seguridad que mostraba y la actitud hacia el vendedor le decían más que un simple nombre. ¿Y tus enemigos?, preguntó. La vampira no contestó, al menos no de inmediato. Levantó al hombre herido en la cara agarrándolo del cuello de la camisa, lo miró durante unos segundos y le dijo unas palabras al oído. La víctima estaba al borde de la inconsciencia. Sin dejar de mirar al vampiro, Rouse mordió el cuello de aquel que la había apuntado con la escopeta. Fue un mordisco violento, ansioso, incómodo. Al mismo tiempo que el placer conocido y animal se apoderaba de Rouse, una imagen del dueño de la tienda, armado con un revólver, con restos de sangre y sesos en la cara, apareció en su mente. El hombre rubio presenciaba la escena casi hipnotizado.

La joven de la cámara se acercó a Dan para hablar con él. Sí, varias fotos, dijo y ofreció su mejor sonrisa al muchacho. Mi nombre es Maria di Matto. Soy productora cinematográfica. Estoy tomando fotos de exteriores. Suelo... trabajar de noche. ¿Y tú? ¿Eres modelo o algo así?, preguntó, encantada con su hallazgo.

Durante un instante, Sonya trata de concentrarse tratando de seguir el fantasma rastro del vampiro que se desvanecía ante sus ojos.

Sonya no solo reaccionó de manera casi inmediata al inesperado desvanecimiento del Príncipe; gracias a su percepción y concentración fue capaz de seguir el rastro fantasmal. La figura de Modius era borrosa, como si se hubiera introducido en una densa niebla. Bajó por la misma calle por la que ambos habían subido hace unos minutos agarrados del brazo. De alguna casa cercana, salía el olor de un guiso que habría de servir de cena. No eran muchos más los signos de vida en la principal vía de la ciudad. Modius se paró como un espectro junto a la moto de Sonya. La imagen parecía una de esas fotografías en la que aparece una figura como de niebla, con forma humana, junto a un objeto bien reconocible que debía estar solo. El borracho al que Modius había dado una patada en la cara estaba de pie en el cruce de las dos calles. Se llevaba la mano a la nariz, rota, y miraba la sangre en su palma. Seguía tan ofuscado como al salir del bar. No se dio cuenta de que el vampiro, en esa forma tan difícil de distinguir, se le acercaba. Cruzaron la mirada unos segundos y se dirigieron hacia Front Street, más oscura si cabe que Broadway.

Rouse Siguió bebiendo, su intención era beber hasta acabar con la ultima gota y segar su vida. No pudo evitar sonreír entre sorbo y sorbo mostrando una dientes bañados de carmesí al oir que el chico rubio preguntaba por sus enemigos. La eterna encrucijada entre dos cainitas que se cruzaban ¿A que secta pertenecerá el otro? Era la tercera vez que le pasaba y las anteriores dos salieron estrepitosamente mal. Quizá aquí tuviese mas tino. En cualquier caso, si el rubio era de la camarilla que lo mas probable, había cometido un error al dejarla alimentarse. Aunque le preocupa bastante la rapidez de ese tipo, ademas de ese comportamiento tan desquiciado que tenia. La única respuesta que obtuvo el hombre rubio era un encogimiento de hombros.

Sonya siguió la fantasmal figura que forma el Príncipe de Gary recorriendo las calles de la ciudad, tratando de no ser vista. La noche se presentaba tan tranquila como era habitual en ella y la Tzimisce se sentía ahora cómoda caminando por aquel bulevar. El hambre había dejado de ser un problema y energías renovadas alentaban sus pasos. De manera casi instintiva no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño cuando ve cómo Modius se detuvo por un momento junto a su moto. Aquel borracho seguía allí. Qué atrás quedaron los tiempos de borrachera para ellos. Al verles ponerse en marcha, decidió tratar de seguirles una vez más para comprobar a dónde se dirigía Modius. La información es poder y esa era una ocasión única.

Rouse seguía bebiendo con fruición del hombre robusto. Una nueva imagen del pasado de la víctima, unos diez años más joven, apareció en la mente de la vampira como si de un sueño se tratase. Rouse podía sentir la ansiedad del hombre en su propio cuerpo. Aquel que había cometido la temeridad de apuntarla con la escopeta, alertado por el grito de la mujer que seguía en el suelo desangrándose, se derrumbaba con todo su peso sobre Rouse, dolorido, extático, agónico. El vampiro que le había lanzado la escopeta seguía observando la escena, más tranquilo. Pasó junto a los surtidores de gasolina y se sentó sobre la parte delantera del Mercedes. Del mismo modo que la vampira conjeturaba sobre él, el hombre de constitución ligera trataba de percibir cualquier signo en ella. El sentimiento que, de manera inconsciente, proyectaba no encontraba eco alguno en la reducida humanidad del vástago. Esa mujer parecía más extraña y terrorífica que él mismo; algo que lo mantenía en una inquieta expectativa. Permanecía sentado, con aparente seguridad, la atención en la vampira y su presa.

Rouse agradecida de no haber sido atacada mientras se alimentaba, terminó de beber de aquel hombre al cual dejó aparentemente "seco". Matándolo por exanguinación No apareció el mas mínimo gesto de remordimiento o pena en el rostro de la cainita por haber asesinado con tanta alevosía y tranquilidad a una persona. Las imágenes que le asaltaron la mente mientras se alimentaba le fueron completamente ajenas, ella estaba por encima de sentimentalismos y el baremo del bien o el mal, lo único que le mantenía cuerda era el honor. Lamió la herida del cuello para cerrarla y tapar su rastro de actividad y acto seguido dejó caer el cuerpo laxo de aquel hombre sin ningún tipo de miramiento contra el suelo para luego comenzar a buscar en sus bolsillos. Cogería el dinero de la billetera, su documento de identificación y cualquier llave que viese. En particular la llave del armario de armas y el de la casa de aquel hombre muerto, durante las primeras noches esas casas se infestan de policías por la investigación pero luego quedan vacías y son buenos refugios. ¿Mis enemigos? Cualquiera que me importune. -Contestó con una sonrisa cómplice. -Pero si lo que preguntas es si pertenezco a la camarilla o al Sabbat, te diré que soy independiente, no me caso con nadie. Ahora basta de sacarme información hasta que contestes tu a como te llamas y quienes son tus enemigos. Hecho eso, con paso seguro se adentró al interior del local ignorando por completo a la mujer que habia en el suelo y comenzó a buscar la forma abrir la taquilla de armas y la caja registradora. -¿Quieres algo de aqui? Me has ayudado asi que los justo es repartirse el botin.

-No, no soy modelo, aunque te agradezco el cumplido...- Dan la miraba como si la mujer fuese un bicho raro. -Anda, borra las fotos que me has hecho y largaos de aquí... aquí no pintáis nada.- Dan pretendía echarlos (a falta de un Guardián del Elíseo, tomó él la iniciativa)

No le gustaban ni los mirones ni los curiosos, mucho menos en un lugar tan determinante.

Gracias a su percepción, Sonya pudo seguir viendo la figura borrosa de Modius junto a la tambaleante del hombre fornido. Parecía acompañado por un ángel oscuro camino de su perdición. Se detuvieron en la entrada de un edificio que presentaba menos signos de un incendio pasado que los demás. De espaldas a la puerta, Modius agarró la parte posterior de la cabeza del borracho no sin cierta dificultad. La sangre brotaba de la herida que se había hecho al dar con ella en el suelo. Al inclinar la cabeza con la mano, se manchó de sangre y no pudo resistirse a la tentación de saborearla en sus dedos. Mordió entonces el cuello del borracho de manera violenta, acaso poco apropiada para un Príncipe, como si no hubiera podido alimentarse en varias noches pese a ser el vástago más poderoso de la ciudad. Sabía que el alcohol disminuiría su capacidad física y mental durante un tiempo, pero también sabía que no era fácil encontrar una presa como la que había ofrecido a la Tzimisce momentos antes. Continuó aferrado al cuello del hombre como un león viejo y cansado al de un búfalo enorme, con la mirada perdida en dirección a Sonya.

El semblante de Maria cambió al escuchar la respuesta del joven. A pesar de haberle agradecido que pensara que podía ser modelo (algo de lo que Maria estaba convencida), la subsiguiente petición, el tono de desdén en la voz y la incitación a ella y su acompañante a dejar el lugar hicieron que Maria se molestara de manera tan apreciable como la cordialidad con que se había dirigido al chico. Acababa de tener un encuentro similar con un hombre sucio y rudo y no estaba dispuesta a aguantar una ofensa más. En el poco tiempo que llevaba en la ciudad, parecía que el fuego no solo había ennegrecido las fachadas de los edificios, había hecho lo mismo con el interior de sus habitantes. Bien, si eso es lo que querían, ella se lo podía ofrecer en abundancia. No voy a borrar las fotos, contestó, muy seria. No nos vamos a ir de aquí, añadió y esperó la respuesta del joven.

Sonya se retiró unos metros del lugar, dando media vuelta y alejándose de Modius y su presa. Es cierto lo que dicen: una imagen vale más que mil palabras, y en lo que llevaba de noche había tenido ocasión de aprender bastante sobre Modius. El Príncipe había demostrado ser tan decadente como sus dominios. No esperaba menos. Con una sonrisa, se reclinó apoyando la espalda contra la pared y volvió a sacar la tarjeta que le habían entragado unos minutos atrás. Sonya tamborileó ligeramente con los dedos de su mano izquieda sobre su pierna, mientras la derecha sostenía la tarjeta.

El vampiro no perdió de vista ni uno solo de los movimientos de la mujer. El dueño del local moriría en unos minutos tras haber sido víctima de un acto de alimentación implacable. No menos significativas eran la tranquilidad y la seguridad con que la recién llegada registraba los bolsillos del vendedor para coger cualquier cosa que pudiera serle útil. Desde luego, no era la primera vez que lo hacía. Por si esto fuera poco, hizo saber al vástago que sus enemigos eran todos aquellos que pudieran importunarla, de nuevo con una seguridad aplastante. La inquietud y la desconfianza del vampiro aumentaban tras cada acción y palabra de la mujer, pero se esforzaba por que ella no lo notase. Se levantó y se acercó a Rouse como un policía a un peligroso criminal. Cuando manifestó que no pertenecía a ninguna secta, sino que se consideraba independiente, los ojos oscuros, grises, con manchas verdes irisadas, parecieron brillar. Relajó entonces su semblante e incluso esbozó una ligera sonrisa. La miró con interés renovado, sin parpadear. Mis amigos, hizo una pausa, y mis enemigos, continuó, me llaman Juggler, dijo con voz algo solemne, para darse importancia. Es posible que te deje con vida, después de todo, añadió y sonrió, interesado. Rouse no pareció impresionarse demasiado. Haciendo caso omiso a la mujer tendida en el suelo, dio la espalda al vampiro y entró en la tienda de armas dispuesta a aumentar su arsenal, y su dinero. Sí, necesitaremos armas. Puedes quedarte el dinero: las revoluciones se pagan con sangre, contestó dejándose llevar, como si contara con ella para sus planes, emocionado.

En la tarjeta, de un papel satinado y grueso con aspecto antiguo, unas letras grabadas en rojo intenso sobre fondo beis mostraban una breve información del vástago: Modius (en letras grandes y de estilo antiguo), Príncipe de Gary (debajo, con un tamaño casi igual al del nombre). Más separada y pequeña, se añadía la dirección abajo: Avenida 21 Oeste. Se trataba de la calle que tomaba el relevo de Front Street después del cruce con Broadway, en una de cuyas esquinas Sonya había advertido la presencia del vampiro al pararse con su moto. Así pues, la residencia y refugio del Príncipe estaban cerca del lugar donde la joven se encontraba. Otro hombre, vestido con un mono de trabajo en el que podía leerse el nombre de una gasolinera, salió del bar, en apariencia no tan borracho como el anterior. Era menudo y delgado. Le llamó la atención la moto de la vampira. Tras observarla durante unos segundos, se abrochó bien la cremallera del mono y se dirigió hacia la avenida en la que se encontraba la residencia del Príncipe.

Un placer, Juggler. -Dijo con una sonrisa sincera. Vaya, gracias de nuevo, eres todo un caballero. -Contestó en alusión al comentario sobre dejarla viva. No quedaba muy claro si era sarcasmo o no todo, tenia un tono tan natural y tranquilo en su voz que despistaba. -Vale, pues... voy a ver... si hay algo que me interese de las armas y os dejo lo demás. Cuando consiga localizar las condenadas llaves. En un momento dado dejó lo que estaba haciendo y se quedó mirando a la chica mientras pensaba algo y luego comenzó a hablar lentamente con juggler sin mirarle, como distraída. -¿Puedes, explicarme algo mejor eso de la revolución? igual me interesa. -¿Y que piensas hacer con ella? Es que igual me es útil. -Ahora si pasó a mirarle para hablar. -Es tu presa, veras, de donde yo vengo se respeta mucho "la ley del patio" y te la pediste tu así que tienes la ultima palabra.

El placer es mío, contestó Juggler. Lo soy, desde luego, comentó a su alusión. Rouse encontró unas llaves y se dirigió a la tienda. La caja estaba abierta y las armas, en un panel sin taquilla. El nombre de su víctima aparecía en la licencia de conductor: Kyle Wilson. La revolución, comenzó a decir Juggler mientras caminaba por la gasolinera, es un cambio violento y justificado del orden establecido, continuó como si de un profesor de universidad se tratara. Pretendía mostrarse enigmático con ella. No es mi presa, contestó el vampiro cuando Rouse hizo referencia a la mujer que también moriría si no era hospitalizada. Ya no. Juggler parecía abandonarla a su suerte. Se dirigió hacia la vampira. De donde tú vienes... ¿De dónde vienes?, preguntó y volvió a sonreír. ¿Tienes alguna meta más allá de matar para saciar tu sed? Estaba intrigado e interesado en la recién llegada, pero sabía que ocultaba mucho más de lo que mostraba.