Partida Rol por web

—Pffff...

Ahora Clea los trataba de mercenarios, encumbrándose por encima de ellos con un patriotismo que a Corianne le parecía cínico viniendo de una extranjera Saxinia. En lo que a ella respectaba, le habría enseñado el dedo corazón al Ministro Principal, pero este la había coaccionado a aceptar. No era el oro lo que la había traído aquí, sino la amenaza de los grilletes... o la horca.

—Espero que tengas razón en esto, Nekaua —gruñó mientras sacaba la pistola de la funda, con reluctancia.

Corianne jamás estaba dispuesta a admitir que se equivocaba. Pero si había una persona capaz de obrar tal milagro en toda Rhovesia esa era, sin duda, la goliath.

—Y también espero que no te hayas tirado un farol...

...zorra.

—Devuélvemela intacta. Es un recuerdo sentimental.

—No gano nada tirándome un farol Corianne—respondió algo tirante para luego añadir con sinceridad—. Gracias.

La asistente cogió la pistola y la revisó. Parecía que al menos lo básico lo conocía. Pero ese era gran parte del éxito de las ballestas y las pistolas, lo esencial era muy asequible para todos los públicos.

—Antes de marcharnos hay que tratar vuestras heridas. Y deberíais comer algo.

- Tratar las heridas es fácil... - Dijo entonces la sacerdotisa de Alcor.

Nekaua se quejó de una herida que no había acabadomñ de cerrar correctamente y Daha utilizó un conjuro menor para acabar de curar auqells herida.

Acto seguido sacó la varita de curación que habían adquirido entre todos y uno por uno fue lanzando curaciones sobre todos los que habían resultado heridos en las diferentes confrontaciones que habían tenido. Las heridas de todos ellos empezaron a sanar mágicamente y en un abrir y cerrar de ojos estaban como nuevos.

- Lo de comer, creo que puede esperar... - Dijo entonces la alcorita. - No sea que el alquimista sospeche algo y prepare una emboscada. - Miró a Iskal. - Puede que hayan sospechado algo. ¿No es así? - Le preguntó al félido.

Iskal resopló por la nariz.

—¿Sospechar? ¿Acaso no es obvio que nos vamos a meter en una emboscada convenientemente preparada?—alegó encogiéndose de hombros—. Igual es cosa nuestra pero... mi gente tiende a aprovechar ese conocimiento ventajoso si descubre que va a ser emboscada, no a dejarse emboscar de todas maneras. ¿No deberíamos usar esa carta a nuestro favor? Jugar con la hora, preparar algún truco, no ir en manada y que la mitad se escondan por si hay que emboscar al emboscador o algo así...

Se rascó la cabeza.

—Claro que con la suerte que tenemos igual entramos en un bucle infinito de emboscadas siendo emboscadas. Eso tendría su gracia. O no—carraspeó—. Más bien no.

Corianne hizo un gesto con la mano, con desparpajo.

—Yo me iría de copas. Ya está. Ya lo he dicho.

Daha escuchó las propuestas de sus compañeros. No podían estar hablando en serio. ¿Se estaban tomando a pitorreo la misión? Aquello no era profesionales. ¿De verdad Corianne había propuesto irse de copas?

Pensándolo bien, el fondo de lo que decían tenía sentido. Ella había preguntado porque creía posible que el alquimista estuviera en sobre aviso. Entonces... ¿Por qué no esperar unas horas hasta que llegara el momento óptimo para emboscar a los emboscadores?

Si, sonaba bastante bien y a decir verdad una copa no le vendría mal. Aquel viaje había sido muy estresante y mantener aquel tira y afloja con la pirata había sido bastante duro. Y lo cierto era que la sacerdotisa había notado algo. Cierta tensión entre ella y Corianne, que debía ser resuelta de alguna manera. ¿Podía ser esa la noche perfecta para hablarlo y aclarar las intenciones de cada una? Valía la pena intentarlo.

- Pues la verdad es que es una idea horrible... - Le dijo a Corianne. - ¡Por qué no llevarla a la práctica! - Sonrió y le hizo un guiño a Cory. - Pero tú pagas la primera ronda... ¿Bien?

Nekaua no esperaba los inconvenientes de sus compañeros. Tenían un cometido, un lugar al que ir y una persona a la que interrogar. Que los estuvieran esperando o no era irrelevante, porque no tenían otra alternativa.

Esperando, podemos perder la única pista que tenemos, dijo, poniéndose en pie. La magia curativa le había devuelto el vigor que la pérdida de sangre y la carrera le habían arrebatado. Esa mujer que fue a por Daha y Kifel tenía órdenes de limpiar el rastro, no de matarnos. Fue a por ella porque se conocían, porque era algo personal. Es al alquimista a quien deben ocultar o matar. Si no lo han hecho ya, lo harán pronto.

Si nos consideran una amenaza, nos esperarán en casa del alquimista, pero no van a limitarse a sentarse mientras vamos a ellos. Cada minuto que perdemos les damos tiempo para descubrir quiénes somos y dónde estamos, reunir sus fuerzas y venir a nosotros. Mientras estás bebiendo, dijo a Corianne, podrían rodear el edificio, bloquear las salidas y prenderle fuego.

¡No se lo creía, alguien había secundado su propuesta! Corianne asintió enérgicamente, pero la alegría le duró poco. Por supuesto, siempre había algún aguafiestas.

—Bueno, si eso es lo que te preocupa, podemos beber fuera —le contestó a Nekaua con una sonrisa de oreja a oreja.

Supongo que morir con una docena de flechas clavadas en la espalda es más agradable que morir quemada viva o asfixiada, respondió Nekaua. Ella no sonreía. La expresión se le había congelado en algún punto del camino entre la incredulidad y el hastío. 

- ¿Y prefieres caer en una emboscada? - Preguntó Daha. - ¿Cómo sabes que los hombres del alquimista saben que estamos aquí? ¿Tienen ojos en toda la ciudad? - Aunque eso, gracias a la magia podía ser cierto. - No sé... - Se encogió de hombros. - Ninguna opción me acaba de gustar. - Apretó los puños. Ya casi se imaginaba con un margarita entre los dedos, pero Nekaua parecía haber diluido sus esperanzas. - Pues, si no queda otra... - Gruñó levemente. - Vayamos cuanto antes y saquemos toda la información que podamos a golpe de espada...

Clea con gesto pensativo y el dedo índice en el mentón respondió a Daha.

—Si Samtha sabía que vamos tras la pista del polvo de escorpión, lo normal sería que le hubiera transmitido a sus compañeros todo lo que sabía sobre nosotros. Incluido dónde nos hospedamos. Es el primer lugar dónde mirarían y a partir de ahí seguirían la pista. De hecho…—entonces se giró bruscamente hacia Corianne con gesto preocupado—. Debéis decirle a vuestro padre que cierre el negocio por hoy y busque un lugar seguro. Él está tan en peligro como nosotros.

- La cuestión, Clea... - Dijo entonces una inquisitiva Daha. - ...es el porqué de que Samtha supiera que íbamos tras el polvo de escorpión. - Daha se quedó unos instantes pensativa. - Si no recuerdo mal, tan solo le hice un comentario acerca de lo que hacíamos aquí. Dije algo así como que tú Clea, estabas para vigilar el oro de la República... Para que no lo gastáramos a lo loco. - Miró a sus compañeros en busca de una confirmación. - Si ha logrado deducir el resto, es una genia. Era una genia... Pero las genias no se dejan matar tan fácilmente...

Daha se sentó y resopló mientras trataba de aclarar sus ideas. Estaba realmente confusa. Necesitaba una copa como bien había propuesto Corianne. Igual si se desinhibia podría pensar mejor. Aunque allí estaba Nekaua la literal para aguarles la fiesta.

- Lo que quiero decir es que Igual ya sabían de antes que la República iba detrás del polvo de Escorpión. Puede que al mencionar lo del oro, saltaran todas las alarmas en la traidora de Samtha. - Frunció el ceño. - Puede que ella no sea única traidora. Puede que alguien muy cercano a la República esté del otro lado... - Sacó el trozo de papel manchado de sangre. - Puede que estás líneas provengan de la capital. Puede que no se refieran a nosotros en concreto... Pueden ser tantas cosas...

Iskal hizo un gesto con la cara que debía ser el equivalente felino a enarcar una ceja cuando Nekaua habló. ¿Limpiar el rastro? ¿Matar al alquimista? ¿De dónde había sacado todo aquello? ¿Y basándose en qué? O la gente inventaba las cosas o muy lento era él pillándolas, que también podía ser.

Por suerte, Daha dijo en voz alta lo que él pensaba y aquello ayudó a que no se sintiera rematadamente idiota. Le dió las gracias mentalmente.

—Es clarividente—objetó extendiendo ambos brazos mientras suspiraba al cielo en un gesto medio cómico medio resignado cuando Daha mentó lo de que Samantha era una genia—. Podemos estar aquí por mil asuntos pero esa tipa está segura que es por el Polvo de Escorpión. Así que o es clarividente o la persona más exagerada de toda Rhovesia.

Terminó por dejar caer los brazos, lo del topo también era una posibilidad factible, ya no le sorprendería nada después de los alardes de miseria que había llegado a ver entre según qué personas. Y estaba francamente harto de la sensación de que daba igual lo que hicieran, siempre había alguien que se adelantaba o sucedía algo que lo convertía todo en agua de borrajas. Para una cosa que más o menos se veían venir como lo era la posibilidad de una emboscada no quería meterse de cabeza en ella.

—Juguemos las fichas que tenemos—volvió a intentarlo—. ¿De lo que sabemos qué ventajas podemos sacar?

En opinión de Corianne, Nekaua y Clea estaban asumiendo que el enemigo tenía una información que no tenían por qué tener, y estaban haciendo saltos lógicos con doble tirabuzón desde ahí que nada tenían que envidiar a los de los delfines que a veces había visto remontar las olas. 

Pero le resultaba imposible mantener los aires despreocupados después de que la zorra Saxinia dejara caer que su padre podría estar en peligro. Su madre podía pudrirse en el infierno, pero su padre...

—Mierda.

Se levantó de la silla sin abundar en el tema: Daha e Iskal ya lo habían hecho por ella. Se acercó a su padre y le dijo en un murmullo:

—Papá, cierra el establecimiento y contrata a un puñado de tipos duros que vigilen el local. Y tú... vete a casa, ¿vale? 

Puso su dedo índice en los labios de su padre con expresión preocupada.

—No preguntes, ¿vale? Sólo confía en mi.

Pueden ser muchas cosas, reconoció. ¿Qué importa cuál de ellas?

Podemos ponernos en la peor situación que se nos ocurra, respondió la goliath al félido, y actuar para evitar mayores daños. Pero veo que lo peor que se nos ocurre es distinto para cada una.

Si de ella hubiera dependido la decisión, ya estaría corriendo hacia el hogar del alquimista. Para ella, el peor escenario posible no era caer en una emboscada, sino perder la única pista sólida que tenían, porque no imaginaba cómo iban a destapar otra, si no era exponiéndose de igual forma a quienes, según las apariencias, pretendían matarlos.

- Hagamos lo que hagamos, debemos andar con mucho ojo. - Afirmó la sacerdotisa con seguridad. - No sabemos que saben acerca de nuestra misión. Pero es evidente que si Samtha vino a matarme por lo poco que le había dicho, es que algo saben. - Se mantuvo unos segundos en silencio reflexionando. - ¿Crees que el alquimista se va a ir? - Le preguntó a Nekaua. - Sí... es una posibilidad. Ahora que tenemos más cerca una pista, dejarla escapar sería una temeridad. Teniendo en cuenta que posiblemente sepan de nuestras intenciones, si no nos emboscan en la tienda, puede que lo hagan aquí. ¿Y si vamos y ya está?

Como era de esperar Jean fue a preguntarle a Corianne, pero ésta le dejó claro que no era momento de preguntas. Y el hombre, aunque llevase tiempo sin verla, conocía demasiado bien a su hija como para saber cuando no iba a sacar nada de bien. El hombre miró a su hija con gesto de preocupación infinita.

—Te lo dije Corianne, te dije que tuvieras cuidado—tras una pausa añadió con resignación.—. En fin, ya está hecho. No sé en qué estás metida, pero los padres no deben enterrar a sus hijos. Por favor no me hagas pasar por eso. Vuelve de una pieza. 

—¡Nada de entierros! —dijo extendiendo las manos aterrado. Después suavizó su rostro en una sonrisa sarcástica—. Si muero quiero depositéis mi cuerpo en una barca como los gentiles reyes de antaño, y lo echéis a la mar en una noche estrellada. Mientras rezáis una plegaria a Betria, que Iskal dispare una flecha en llamas desde la orilla para que prenda la embarcación. 

Miró al gato con una expresión.

—Seguro que le encantaría la idea. Lástima que no estuviera viva para ver cómo sufre pensando en la vergüenza que le daría si falla el disparo...

Rió de su propia ocurrencia y le dio un beso a su padre en la mejilla.

—Estaré bien. He salido de cosas peores en compañía mucho más traicionera. Tú ahora preocúpate de ti, ¿vale?

Iskal se encogió de hombros y ladeó la cabeza en un gesto elocuente que pretendía seguir la línea de Corianne para quitarle hierro al asunto aunque en el fondo no se sintiera para nada con ánimos de ello.

—Claro. Aunque preferiría que no hiciera falta—confesó—. Y que conste que no es por fallar el tiro.

Quedaba demasiado dramático decir que le pesaría bastante más fallar a la hora de evitar aquello que el tiro en sí de modo que se lo ahorró. Para una idea que había surgido aunque no tuviera nada que ver con el alquimista no iba a estropearla, y menos cuando lo que trataba de hacer Corianne era tranquilizar a su padre. Además, al parecer estaba claro que terminarían comiéndose lo que todos sabían ya. Seguía sin verle mucho sentido pero estaba cansado de dar vueltas en círculo.

«Ahora sólo falta que tras todo esto se hubiesen ido antes de que llegásemos sólo por llevar la contraria» pensó con una mezcla de humor negro y amargura «Eso sí que sería hilarante»

- ¡Pues venga! - Exclamó una animada Daha. - Si tenemos que ir, que sea cuanto antes... - Propuso decidida mientras se ponía en pie. - Tengo ganas de descubrir porque murió Kifel y seguir vengando su muerte.

Aunque no lo demostrara por fuera, por dentro sentía mucho la desaparición del pelirrojo. Había logrado que se sintiera por fin una más de ese grupo y momentos después, la traidora de Samtha se lo había arrebatado para siempre.

Todavía no entendía porque teniendo a Kifel en el suelo inconsciente y sabiendo que un golpe de maza la podía mandar al otro barrio, optó por rematar a Panocha y no arremeter contra ella. Esa acción había supuesto su muerte y la vida de la alcorita. Había sido una acción estúpida por su parte, pero que a lo que Daha respectaba le había dado la oportunidad de ver un nuevo amanecer.

- Sólo espero ver ese nuevo amanecer que la estúpido de Samtha me concedió. - Dijo entonces sin venir mucho a cuento para todos aquellos que no estuvieran en su cabeza. - Vamos directos a la boca del lobo. Esperemos que sea un lobo desdentado... - Y dicho aquello se dirigió a la salida sin mirar atrás.