Partida Rol por web

Abraham observaba todos aquellos prodigios con el corazón cada vez más encogido, sin poder comprender porqué aquellos señores insistían en adentrarse más y más en el horror. Confirmando sus peores miedos, pronto emergieron tras ellos numerosos de aquellos pequeños monstruos que les habían atacado en las catacumbas de la iglesia. El judío tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de Voluntad para no empezar a correr en cualquier dirección, alejándose de todo y de todos, buscando su propia salvación. Miró a los hombres y mujer que le acompañaban, tratando de encontrar en ellos el valor que a él le faltaba para poder tomar una decisión que no les llevase a una muerte segura. Aquella sombra, el hombre que huía hacia el bosque... ¿qué demonios podía hacer él en esa situación desesperada?

Pensó entonces que, de alguna manera, aquel párroco corrupto se comunicaba con las bestias, y, sin embargo, había huido de ellas (o quizá solo de los hombres que lo buscaban). ¿Perseguirían aquellos monstruos al que había pactado con ellos?

- ¡Eh, malditos! - gritó Abraham a los demonios - ¡El que os ha traicionado huye hacia el bosque! ¡Huye de vosotros después de entregaros!

No sabía si serviría de algo, era un recurso a la desesperada. Una moneda al aire. En todo caso, Abraham se volvió hacia las ruinas.

- Ocultémonos aquí, mis señores. - rogó desesperado.

¡Mis señores! ¡Co..corred! -decía, ballesta en mano-. Apretad el paso, ahí atrás ya vienen...-. Me faltaba un poco el aliento, y la verdad es que no tenía más ganas de combatir. La impaciencia, la incertidumbre de aquellos seres y la noche... todo era un cúmulo de sensaciones no muy apetecibles. Mis piernas y mi sesera sólo pensaban en huir de allí, hacia delante.

Entonces escuché la propuesta de Abraham, pero entonces observé algo en la torre... Va hacia la lindel del bosque... la torre es esa donde dejé a Onofre antes...-expliqué, como pensando en alto-. Abrahám... Onofre creo que sigue allí...

No entendía bien la situación, todo conjeturas en medio de aquella amalgama de acciones rápidas.

Sombras... Voces... Aquellos monstruosas y demoniacas figuras... Su mente solamente podía pensar en sus hijos e hijas, en quienes le esperaban en casa y en todo cuanto había dejado atrás... ¿Qué hacia ella allí? Ese no era su lugar... Y entonces, entonces el lobisome... Aquella presencia terminó de fracturar su aterrada mente y simplemente gritó... Gritó y salió corriendo sin dirección. 

      Nos quieren muertos.... cof, cof... Lope escupió sangre y la preocupación llegó a sus ojos cuando al respirar un silbido preocupante llegó a los oídos de todos. Esos demonios que nos persiguen nos quieren muertos y tienen prisa en que demos con nuestros huesos en la tierra y ay! conmigo casi lo han logrado. Apenas puedo respirar. cof cof cof!!!

Vale, vaia á merda!

A la torre! a Onofre! cof cof ... cof...Huyamos mientras podamos y busquemos allí refugio, aquí no podemos parar. Ni siquiera tú judío, no quiero que sirvas de entretenimiento para esos engendros demoníacos. A la torre y rezar para que los lobos estén de nuestro lado.

Lope arrastraba los pies mientras se sujetaba un costado haciendo presión con una de sus manos, la espada servía más de apoyo que de protección y en ese momento hasta agradecía ese punto añadido donde poder descansar sus pasos. No creía que fueran a sobrevivir a la noche y temía sobre todo por su alma.

El terror provocado por la conjunción de males en aquellas tierras no dejó indiferente a nadie. Argia, que ya no podía soportar más aquella situación salió corriendo hacia la linde del bosque, aunque no exactamente en la misma dirección que la figura humana que se veía a lo lejos. Nada pudisteis hacer por hacerla entrar en razón. 

Mientras tanto, el resto del grupo, ayudando al herido Lope, corristeis en busca del escaso refugio que podía proporcionar la torre en ruinas...

...pasaron lo que para ti fueron segundos, y no te diste cuenta ni de por donde ibas. Cuando paraste a tomar el aliento, estabas en medio del bosque, sola, a oscuras. Si veías era por el fuerte resplandor de la luna llena, que te permitía, al menos, ver a unos cuantos metros tuya. 

No sabías exactamente en que dirección estabas mirando. Escuchabas a tu espalda ruidos, lejanos, pero ruidos. Sin duda eran aquellas criaturas, los mouros. A tu derecha escuchabas los pasos de alguien corriendo entre la maleza, alejándose cada vez más. 

Por lo demás, el bosque estaba en silencio. Corría una brisa fría, tu piel se puso de gallina. Un escalofrío, no sabes si por la temperatura o por la situación.

...en vuestro camino a la torre, observasteis perfectamente como un gran lobo negro, que caminaba a dos patas, y con garras como el coltell del judío, perseguía a la figura humana que escapaba hacia la linde del bosque. Sin duda, aquello era una cacería.

No obstante, en el último momento, el hombre al que perseguía, se giró y le mostró algo que lo hizo frenarse en seco, como si una fuerza mágica lo retuviese, aquel ser antropomorfico con rasgos de lobo levantó la mano y la intentó bajar en un ataque contra su rival pero... el lobisome (ahora tenías claro que lo era) soltó un alarido de dolor, y retrocedió unos pasos, agarrándose la zarpa.

Trepasteis las deterioradas escaleras de la torre, y observasteis una última escena desde la torre, el lobisome seguía retrocediendo, pero un gran lobo blanco apareció del linde del bosque. El lobisome aulló, y ante tal aullido, el lobo blanco corrió hacia la figura humana, que desde la altura de la torre distinguisteis perfectamente como don Sebastián. Este se giró hacia la nueva amenaza e interpuso uno de sus brazos, pero esta vez su gesto no le sirvió, el lobo le pegó una buena dentellada.

Una algarabía de voces agudas y la propia de Gonzalo de Villalba os sacaron de vuestro rol de espectadores:

-E-están a-aquí!

Efetivamente, los mouros volvían estar atacándoos, la torre impedía que se asomasen más de uno a la vez, al tener que subir la escalera, pero desde luego no era ninguna barrera...quizá lo fuera en tiempos. Un último vistazo a la escena os hizo ver como el lobisome y el lobo blanco se percataron de vuestra presencia (y la de los mouros) en la torre, que hasta ahora les había pasado inadvertida. Ambos dejaron a su presa para correr hacia la torre. En el pelaje del morro del lobo blanco se percibía una mancha oscura...

Corrió, corrió todo cuanto le permitían sus piernas hasta que se quedó sin aliento y tuvo que detenerse para poder coger aire y respirar. Los aullidos, los gruñidos y los sonidos del bosque la ponían nerviosa y aunque intentaba mirar al cielo y orientarse con las estrellas que tan bien conocía el miedo era demasiado profundo...

Se llevó las manos a la boca conteniendo un grito de terror mientras comenzaba a caminar sin rumbo, dando vueltas por un bosque desconocido mientras el rugido aquel la paralizó... 

     Un último esfuerzo Lope y al menos llévate alguno de esos contigo y quítale la razón a tu padre. Lope aprovechó el momento de pausa para rasgar su camisola e improvisar algo parecido a un vendaje con el que detener la hemorragia, pero estaba claro que haber visto heridas anteriormente no le convertían precisamente en un experto.

     Apoyado contra el muro puso la espada delante de si esperando la aparición de los demonios trepando como arañas entre las ruinas y rezó como pocas veces antes lo había hecho, rezó por su alma y la de todos ellos ahora tan cerca del infierno.

Encaramados ahora en la torre, por un lado venían los lobos intuidos, y por otro las criaturas de las que habíamos huido minutos atrás. Parecía que aquel lugar aunaría a todos nos, y quizá no fuera buena idea, pero allí estábamos. Tenía la ballesta cargada desde antes de salir corriendo, por lo que la tomé entre mis manos y me dispuse a apuntar tras la espalda de Gonzalo de Villalba,quien hacía de vanguardia ante lo que se nos venía. Una pena que Argia saliera huyendo al linde del bosque, aunque tal vez ella pudiera huir y quizá dar aviso a alguien, tal vez a gentes del castillo...

Dispararé a la más mínima, señores -les avisé, aunque no para tranquilizarles (sino más bien para avisarles). Acto seguido apunté pues con presteza, para lanzar virote a la primera vestia que se atreviera a cercarnos.

Abraham vio con horror que su intento de engañar a aquellas criaturas había sido inútil. Quizá no hablaban su lengua, quizá no le habían escuchado, o quizá, símplemente, aquello les daba igual. Por ahora, el de Villalba resistía en la puerta, y el de Bullenos aguantaba con la ballesta. No tenía Abraham ninguna intención de reemplazar al caballero en la desagradable tarea de mantener a raya a aquellas bestias horribles. En vez de eso, se afanó en buscar algo que tirarles, mientras que el caballero resistía, aunque quizá no fuera buena idea, no fuese a ser que le arrease a este en la nuca, y acabara por provocar su propia ruina. En vez de eso, se volvió hacia la torre, mirando a ver qué había, si las escaleras subían, ese tipo de cosas. Con suerte podría subir a la segunda planta, y, desde allí, apedrear a los bichos con menor peligro.

Sin duda alguna, la situación había puesto a la comitiva del Conde de Lemos en serios apuros. El infanzón hacía de salvaguarda por el momento pero...cuánto aguantaría.

El primero de los bichos llegó a junto a Gonzalo, atacando furiosamente. Pese al intento de bloqueo por parte del infanzón el mouro acabó impactando con sus garras en uno de los brazos del defensor, si hubiera llevado la cota de malla de su profesión, no lo hubiera notado, pero al no estar preparado para aquellas lides, la sangre brotó de la extremidad, arrancado un pequeño quejido de la boca del hombre, si bien no parecía de gravedad, pues rápido contratacó el de Villalba, hiriendo a su rival en un muslo. Aguantaba.

Gonzalo apuntaba con su ballesta**, hacia la entrada de las escaleras, más no disparó al entorpecer casi por completo su visión el otro Gonzalo. Si bien observó al astuto judío, que se las veía para intentar sacar una de las piedras de la ruinosa torre de su lugar, en un intento de hacerse con un arma arrojadiza.

Mientras todo esto pasaba, Lope intentaba reponerse un poco, pues sus heridas sin duda le habían dejado en una situación complicada, y rezaba al señor lo que sabía, con la esperanza de que este le concediese las fuerzas suficientes para sobrevivir a la noche.

Un par de aullidos sonaron, esta vez más cerca que la anterior.

Giraste tu cabeza temiendo lo peor, temiendo el fin de todo. Tus hijos y tu familia te vinieron a la cabeza, y mientras te girabas, lentamente, rezaste lo que sabías.

Te diste cuenta, antes de la fatal visión, de que estabas de nuevo en el linde del bosque. Viste un rastro de sangre, que goteaba en la dirección opuesta a lo que te estabas enfrentando...

No lo podías creer, frente a ti, había un hombre lobo negro y un tremendo lobo blanco. El hombre lobo apenas te miró dos segundos y salió corriendo en dirección opuesta a ti. El lobo se quedó un poco más, era quien emitía el rugido. De sus fauces manaba la sangre, chorreaba, y salía vaho. Su morro estaba totalmente ensangrentado, contrastando con su pelaje blanco puro.

Te miró directamente a los ojos, y luego miró el rastro de sangre. Aulló y se dio la vuelta, persiguiendo al hombre lobo.

Allá a lo lejos, distinguías las ruinas de las que habías escapado hacía un momento o, al menos, a ti te parecía hace un momento. Se escuchaban ruidos a lo lejos, y un coro de voces agudas, que gritaban en un idioma que desconocías.

Todo estaba perfectamente iluminado por la luz de la luna llena. Luz bajo la que lo sobrenatural, gozaba de más poder.

¡Aguantad ahí, caballero! -le dije a mi compañero, don Gonzalo-, ¡trataré de asaetearles desde la alturas! -le informé-. Y dicho lo cual, traté de subir una planta desde la que poder disparar más a gusto, tal vez apoyado en el alfeizar de algún ventanuco o a través de una saetera estrecha. Quedaba solo Gonzalo, pero era para apoyarlo desde otro punto más elevado.

A la desesperada, Abraham trató de arrancar una piedra de aquella estructura malhadada. Tiraba y tiraba, pero aquellas rocas estaban demasiado encastradas en la estructura, y el judío, aunque las notaba moverse, no lograba sacar ninguna.

- ¡Ayudadme! ¡Las piedras! - gruñó por el esfuerzo, pero no logró nada.

Temor, terror, miedo... Todos aquellos sentimientos, aquellas sensaciones se arremolinaban en el estómago de la noble. Sentía la acidez de su estómago subiendo por su garganta, náuseas provocadas por aquel estado de auténtico pavor pero no podía caer, tenía mucho por lo que vivir...

Respiró y miró en ambas direcciones, dio un par de vueltas y decidió que allí donde se detuvieran sus pies tras la breve canción se dirigiría... 

Se detuvo y las voces venían en aquella dirección... Tomó su arma con ambas manos y se dispuso a caminar hacia allí. 

Lope intentó ayudar al judío pero pronto vio que en su estado era mejor no hacer esfuerzos inútiles. Miró sus manos ahora ensangrentadas por los roces de la piedra y suspiró con desesperación.

Aguanta Gonzalo! Debes ser el defensor de la fe frente a los demonios del infierno!!! Sus palabras acabaron entre una convulsión de tos que a punto estuvo de hacerle caer.