Partida Rol por web

Viendo que no aparecían más alternativas, el sargento hizo un sumario de opciones.

- Entonces... o cojo el cubo ese a ver si se abre alguna puerta... o nos quedamos aquí hasta que se acabe el aire, el agua, nos volvamos locos o lo que sea, ¿no?

Lo que había explicado el científico grabado era ligeramente esclarecedor pero terriblemente poco práctico. Mills habría preferido enterarse de cómo salir de ahí de un modo seguro para todos en vez de toda esa historia, pero tenía lo que tenía y con eso se tendría que apañar.

Al ver avanzar al sargento hacia el cubo, Morriset hizo ademán de ir a detenerle... pero se lo pensó mejor. No había otra cosa que pudieran hacer, y lo que más quería en ese momento eran respuestas. Necesitaban saber qué hacían allí y cómo salir de una vez. Mientras "aquello" estuviera fuera, la sala en la que se encontraban no era más que una bonita ratonera.

- Tenga cuidado, Mills... -dijo el cabo, más para sí mismo que para el sargento.

-No!- dijo Bings con firmeza, -nadie tocare ese jodido cubo a menos que estemos seguros de que jodida cosa es, ya tuve suficiente por hoy, que no se dan cuenta que mientras mas nos adentramos en este templo, mientras mas interactuamos con todas estas cosas mas peligrosa se vuelve la situación-

Mill se adelantó hacia el cubo. Se detuvo unos instantes, mirándolo fijamente, y finalmente lo cogió en sus manos. Enarcó una ceja, como si algo le sorprendiera, y luego se volvió hacia sus hombres. Los demás lo observaban expectantes. El cubo, en las manos del sargento, parecía menos espectacular... Sin embargo todos sintieron como si la habitación se hubiera cargado de estática en ese momento. 

La exclamación de Bings hizo que el sargento se detuviera un momento. Simultáneamente algo apareció en la pantalla: caminando por la sala entre los cadáveres, apareció un nuevo individuo. Los soldados observaron aquella figura sin tener muy claro de que iba ahora la cosa: la visión de aquel hombre era aterradora. Su rostro carecía de cualquier vello facial. Tenía tatuada una especie de cuadrícula sobre la cual había clavados infinitos afileres. Sus ropas eran negras, de cuero, ceñidas. Había algo extraño en su forma de moverse, como si la cámara no pudiera captar todos los fotogramas. El conjunto provocaba un desasosiego permanente en los espectadores.

El extraño se volvió hacia la cámara y la miro fijamente. Todos los presentes sintieron como si aquella mirada a través del tiempo los estuviera observando de forma directa. Eran incapaces de moverse o reaccionar. Luego el individuo se dio la vuelta y todos se dieron cuenta entonces de una cosa: el cubo estaba en el suelo, en la mano izquierda del doctor que se había volado la cabeza. Con la sorpresa del disparo no se fijaron en ese detalle. Fue el individuo embutido en cuero y pinchos el que se agachó para cogerlo y depositarlo a continuación, casi con delicadeza maternal, en los garfios donde ahora mismo estaba. La figura miró una vez más hacia la cámara, como si quisiera comprobar que seguía contando con la atención de los presentes, y luego salió por el lateral en dirección a la puerta donde Bings observaba con creciente ansiedad aquella escena.

Mavs se mostro nervioso ante la pregunta de Baronetti.

-Nadie "Chico" nadie....- Y miro hacia el sargento y su escena con Morriset.

Bings alfin habia dicho algo coherente y sin tematica racial, todo un logro. Mavs creia estar deacuerdo con lo que decia por primera vez desde que habian coincidido en la misma escuadra.

Depronto miro la pantalla y vio unas escenas un tanto perturbadoras. ¿Quien era ese?

-No se porque me da que alguien o algo no quiere que se "juegue" con ese trasto... Un momento...-Dijo mirando el final de la escena-¿A donde va?

Maverick rehuía ante la pregunta del chico. Perfecto. Quizá era normal, y no era ese el tema principal por el que preocuparse, pero es que algunas especies de confesiones daban sentido a este rompecabezas macabro lleno de incertidumbre.

-No lo, lo, lo...lo sé, Mav...Maverick -dijo Baronetti. Quién sabe siq, siq, siquiera si sig...sigue aquí, en este m..., m...mismo sitio; o tal vez si es e...e...esa luz que p...pro...cede de ahi fu, fuera. Sea como shh...sea, no nos... no nos coge...cogerán sin lu...sin luch...luch...ejem...luchar, ¿?ve, verdad?

Acto seguido, el chico sacó su cuchillo y comezó a tocar la punta del mismo con uno de sus dedos. Parecía estar preparado para cualquier evento inesperado.

Morriset miraba la pantalla, apretando los labios. Aquello no lo recordaba... Maldita sea, todo se había vuelto demasiado raro. Pero seguía estando seguro de algo. Su único billete para salir de allí era ese cubo, fuera lo que fuera.

- Sargento -consiguió decir por fin-, coja el cubo de una vez... No tiene por qué pasar nada si no intentamos utilizarlo.

En su interior, rezaba con todas sus fuerzas por que realmente fuera así...

-No!, he dicho que no haremos tal cosa; no pienso permitir que alguien manipule esa mierda a menos que sepamos como usarla. O acaso alguno de ustedes llevo un curso de manipulación de cubos místicos encontrados en templos de mierda sumerios. Al menos yo jamás aprendí algo así en la escuela- en realidad Bings nunca había ido a la escuela, pero nadie tenia por que enterarse de eso en dicho momento.

-Debe haber otra opción, y si tenemos que enfrentarnos a lo desconocido prefiero hacerlo en una situación que yo pueda intentar controlar-

- ¿Estás oyendo las chorradas que estás diciendo, chico? -bramó Morriset volviéndose hacia Bings-. ¿Cómo esperas controlar una situación en la que tú mismo dices que hay algo desconocido? ¡Si queremos salir de aquí no hay más opción que saber qué es lo que hace ese maldito cubo! ¡Si no, estaremos aquí toda la jodida vida hasta que nos sequemos como las momias de ahí atrás!

Señaló furioso la puerta que habían cruzado para llegar a la sala.

- Si tantas ganas tienes de alejarte de eso -dijo, refiriéndose al cubo-, échale huevos e intenta largarte. Y dale recuerdos a lo que quiera que sea esa luz de afuera... si puedes...

-¿Y si lo destruimos Cabo?, todos aquí han muerto por esa cosa al parecer, sin olvidar que se encuentra especialmente colocada en lo que parece ser el centro de este jodido templo. Por que no destruirlo? y ya, creo que dará lo mismo que manipularlo y será mas fácil.- Bings volvió a mirar su lanzagranadas y su mochila si no tenia otra opción lo volaría esa cosa.

- Muy bien, una gran idea -dijo Morriset con sorna-. Destrúyelo y... ¡oh! Cuando volvamos, por favor no olvides darles recuerdos a los oficiales de tu consejo de guerra... ¡Joder, Bings! ¡El sargento tiene órdenes de llevar ese cubo al mando! Si lo destruimos estaremos incumpliendo órdenes directas, ¿no lo entiendes?

Morriset se volvió hacia Mills, con la esperanza de que este lo secundara.

-Eso lo entendí desde que vimos a esos jodidos monos de mierda; por mi se pueden pasar su jodido consejo de guerra de blancos por el arco del triunfo. Prefiero tener que enfrentar a unos oficiales gordos e ineptos que lidiar con esta jodida situación. Y todo es culpa de ustedes, les dije reiteradas veces que no entráramos aquí.- Bings estaba algo alterado, sentía que el afán insistente de usar el cubo de los blancos solo podría significar que ellos le ocultaban algo sobre esa cosa.

El sargento tenía un rictus desagradable en la boca. Bings estaba repitiendo una y otra vez que prefería sufrir un consejo de guerra antes que acatar las ordenes con demasiada ligereza frente a un suboficial. Tenía los nudillos de su mano derecha pálidos.

- Bings. - dijo con frialdad mientras rodeaba el pedestal del cubo para que este quedara entre él y la puerta - No pienso obligarle a estar aquí. Puede abandonar esta estancia cuando quiera. Y de destruir el cubo, ni hablar. El cubo no ha matado a nadie, lo hizo ese de ahí - añadió señalando al científico que había aparecido en la grabación. - Y por lo que sabemos, podría explotar.. en un recinto cerrado 'eso' - hizo énfasis en la palabra - sí que sería un puto suicidio.

Tras decir eso, miró a Morriset y asintió mostrando su acuerdo con su punto de vista. Después miró al resto de sus hombres.

- ¿Alguna idea que no incluya destruir esto? - preguntó por última vez.

-Pu...Pu...pues intentar bu...bu...buscar alg...algún ti...ti...tipo de tram...pilla, je...fe. -decía Baronetti pensando en alguno de sus cuentos bélicos. Es po...po...posibl...ble que haya al...al...alguna sali...salida apar...aparte de la pr..pr...principal.

Acto segido, cogiendo el cuchillo por el filo con cuidado, el chico se dispuso a recorrer las paredes de la sala. En las pantallas y los salientes de aquel refugio (o ratonera) colpeaba con el mango del mismo, con la esperanza de conseguir un eco resonador, lugar donde habría algún hueco. También palpaba el lugar con sus manos, acariciando el mismo.

Baronetti comenzó a revisar los distintos paneles buscando cualquier salida alternativa de aquella sala mientras Bings, todavía junto a la puerta, mantenía la gélida mirada de su sargento. La tensión en aquel pequeño espacio iba en aumento.

De pronto 'el chico' se detuvo ante un panel. Insertó su cuchillo contra un resquicio y, repentinamente, se desplegó ante él lo que parecía un teclado. Al menos ese era el aspecto. Un centenar de botones con símbolos extraños poblaban la superficie de metal negro. No se sorprendió al comprobar que, al igual que las inscripciones vistas hasta el momento, parecían pertenecer a esa cultura que el cabo Morriset había mencionado varias veces. Al menos tenían el mismo aspecto. Ninguno tenía significado para él salvo dos que se encontraban en un lateral: dos flechas que señalan hacia la izquierda y la derecha respectivamente. 

-Uooo...U..U...Uoooo -excalmó Baronetti mientras se desplegaba aquel tablero.

El chico se echó para atrás. Dio unos pasos para atrás y gritó alto.

-Sar...¡¡sargento!! Mi...mire...

Acto seguido echó una mirada a Morriset. Parecía que había más cosas escondidas de lo que parecía.

-¿Esto tam...tamb....tambien lo so...soñó, cabo? -dijo finalmente con cierto sarcasmo mientras guardaba su cuchillo.

Mills miró un segundo el teclado que había descubierto Baronetti.

- Magnífico, ahora pasaremos de pulsar teclas en un cubo a pulsarlas teclas en un teclado. - pensó sin que le hiciera gracia la ironía del asunto. Hizo un gesto al cabo, posiblemente el único que tenía la más remota idea de sumerio , para que le echara un vistazo.

- ¿Servirá para algo eso? - preguntó.