Partida Rol por web

01 de abril de 2006. Providence (Rhode Island). Mañana.

Eres un buen chico, de hecho, el chico perfecto: eres el hijo perfecto, el amigo perfecto, el compañero de equipo y de clase perfecto, e incluso el novio perfecto, si no fuera por tu problema, Tú. Te has pasado media vida o más haciendo todo en base a una sola prerrogativa: encajar, ser popular, ser el mejor, pero ahora de repente ya no parece motivarte, ya no es tan importante como antes, o eso sueles decirle al espejo del baño cada mañana, cuando te lavas la cara e intentas afeitar esos pelillos que tú mal intentas llamar barba y que sólo están en tu imaginación, porque como suele decir tu padre, eres un barbilampiño con suerte. Pero tú los ves ahí, estropeando el conjunto de tus facciones perfectas de niño adorable y resultón con las chicas. O tal vez lo que realmente te afea es ese monstruo que crees que llevas dentro, ese que te hace desaparecer de repente por las noches y tiene recuerdos, entre sueño y sueño, de haber estado en sitios desconocidos? La verdad es que no lo sabes, llevas semanas durmiendo mal, ya no sabes que es realidad o ficción, pasas por la vida como el agua que fluye, sin detenerte ni fijarte en nada, porque nada te importa ya, tú sólo fluyes, pasas por entre la gente, inmerso en tu propio mundo, en tu extraña pesadilla nocturna.

Definitivamente, tus problemas de sueño empiezan a pasarte factura, la paranoia te invade cada día más y ya no ves con claridad nada, algunos alumnos de la escuela rumorean que si te estás haciendo gótico, como Patricia y Mitchell, por ese cambio de actitud, otros, en cambio, creen que un buen día llegarás a la escuela con una recortada y empezarás a disparar a la gente. La verdad es que tu aspecto algo sombrío y tu nueva actitud algo más hosca y menos brillante no ayudan en nada.

Pero lo cierto es que tuviste una muy buena infancia, tus padres te han querido desde siempre y te han dado todo lo que querías si estaba en sus manos, nunca te faltó de nada. No sois especialmente ricos, más bien clase media, seríais la típica familia americana con su casa en un barrio residencial, su con césped en la entrada,  con los partidos de béisbol en la calle con los hijos de los vecinos, si no fuera porque sois inmigrantes. Aún así, habéis logrado todo lo soñado por alguien que ha huido de una situación de pobreza y ha llegado a la Tierra Prometida para labrarse un futuro mejor. Sois el vivo ejemplo del American Way of Life, aunque tu padre no sea Bill Gates. Siempre has tenido amigos y niñas y chicas que te han seguido a todas partes, eres un chico sociable y carismático, un líder, o así te llamaban tus amigos. Ahora simplemente no te llaman mucho. Tal vez es porque tú has dejado de llamarles a ellos, sobretodo desde el incidente con aquella anciana griega que no paraba de llamarte demonio. Tus padres intentan disimular ante ti, lo sabes, ellos te dicen que no te creas las historias de esa vieja, que se equivocaron al llamarla, que tendrían que haber recurrido a la ciencia, como buenos americanos que son ahora, pero tú, en el fondo de sus miradas ves que mienten, que sí creen en lo que aquella señora dijo, están asustados, pero su amor no les permite exteriorizarlo o tomar acciones contra ti. Te siguen queriendo, incluso pensando que eres el mal encarnado. Pero para ti eso no es suficiente. No entiendes porqué te ha tocado a tí. Pero ha pasado y no parece que puedas hacer nada para cambiarlo, por más que quieras. Te sientes como en un callejón sin salida.

-Eh! Mira por donde vas tío!- te grita un tío a la cara, al tropezarse contigo, sacándote de tu sopor matinal, ese en el que siempre estás metido, 24 horas al día. Al mirar reconoces a Walzcowsky, del equipo de futbol americano del instituto. Estás en medio del pasillo del instituto, a los lados tienes las taquillas de color gris de los alumnos, la tuya de hecho está a pocos metros, unas 5 taquillas más allá, a la derecha. Walzcowsky es uno de los tipos más grandes del instituto y no tiene fama de ser muy listo ni paciente (bueno, en realidad has oído historias algo macabras de cómo "recibe" a los novatos y de cómo trata a los geeks de la escuela. No querrías estar en la piel de ninguno de ellos, probablemente). Pero también eres miembro activo del glorioso e imbatible equipo de béisbol, los Aguilas Rojas, ganadores 5 años seguidos de la Liga entre escuelas de secundaria del estado de Providence y no puedes dejar pasar una afrenta así, o todo el equipo se resentirá y te acabarán corriendo a gorrazos como se enteren (y sabes que lo harán, porque el instituto no deja de ser un mundo muy pequeño donde pocos secretos acaban pudiéndose guardar así, como secretos). Al fin y al cabo, aunque tú creas que ya no eres el mismo, los demás sí y la reputación del equipo quedará en entredicho si te dejas avasallar por un bestiajo del equipo de futbol...

-Es que ya no sabes ni andar, espantajo?- añade el enorme jugador, con cara de desprecio.

Si caminaba con la cabeza gacha es que no me gustaba mirar al frente, pues mirar al frente significaba ver caras borrosas e imágenes de pesadilla que se juntaban con la realidad. Sabía que era la falta de sueño la que me hacía imaginarme cosas de vez en cuando, pero eso no hacían que fuesen menos desagradables. No me gustaba ver como la cabeza de alguien se agitaba, ni creer por un instante haber visto una sombra por el rabillo del ojo. Era como si durante unos segundos todo fuese a cámara lenta, después a cámara rápida y vuelta a empezar.

Me miro las uñas, o lo que quedaban de ellas; en un año me las había arreglado para destrozarme los dedos por los nervios y no había nada que consiguiera que no lo hiciera, ni siquiera aquel desagradable líquido. De repente... Un golpe, algo me desestabiliza, y por un momento temo encontrarme en algún lugar remoto, quizás la selva tropical que vi anoche en un documental de la televisión.

Sin embargo, cuando abro los ojos veo que todavía sigo en el pasillo del instituto. Entonces es cuando me fijo en Walzcowsky, el capitán de fútbol. Hubo un tiempo en el que ambos nos llevábamos bien, cuando todavía no se nos había subido a ninguno la fama. Después llegaron las rencillas por ver quien era más popular, y por último... Bueno, digamos que dejé de ser competencia y pasé a ser un grano en el culo para aquel idiota.

-Claro que se andar -contesto mirando de forma errática a su interlocutor y a las taquillas. Hago un ruido con la nariz e intento fijar mi mirada en Walzcowsky. El cansancio y el agarrotamiento de los músculos de la cara hacen que me cueste enfocarla-. Es solo que hueles tan mal que haces que me maree cuando te acercas.

Si, soy uno de esos adolescentes incapaz de mantener la boca cerrada, pero no puedo callarme. Así es la vida en el instituto, si tragas tragas para toda la vida, y si hablas... bueno, te ganas una paliza pero la gente te respeta, sobretodo si le plantas cara a alguien como Walzcowsky. Además es mi deber como miembro del equipo de béisbol, uno de los pocos sitios en los que encajo, así que tengo que defender ese pedacito de mi reino, mi honor, si se puede decir que lo tengo.

Mientras respondes al capitán del equipo de futbol, la gente que pasa por el pasillo, especialmente alumnos, empiezan a pararse y agruparse a vuestro alrededor, formando un círculo que os rodea. A Walzcowsky no le gusta nada tu respuesta pero las risas de la gente, que parece haberos rodeado en un segundo, le frenan por un momento. En principio parece que sólo te gruñe y nada más, pero entonces Oyes de fondo fight fight!! Parece que el público quiere sangre en la arena.

-Sabes Chrysomallis, deberíais haberos quedado tú y tus padres en ese país de vagos, en el culo del mundo...- algunos ríen ante el intento de insulto por parte de Andrew. No es el tipo más listo del mundo. Ni el más fan de la cultura. -Sólo allí podrías tal vez correr un poco más que un cojo!- risotadas que son acompañadas por algunos más, entre ellos varios miembros pesos pesados del equipo de futbol americano, que parecen haberse unido al corrillo.

-Travis dale lo que se merece!- se oye un par de voces femeninas, detrás tuyo. Parece que al final hoy será un día "interesante" en la escuela y todo.

-Yo nací aquí, imbécill -contesto con rapidez al sentir mi orgullo herido-. Y te recuerdo que en el país de mis abuelos existe más tradición deportiva que en el tuyo, ¿o es que te tengo que explicar de dónde viene el nombre de "Juegos Olímpicos"? -pregunté con una sonrisa.

Walzcowsky tenía la manía de empezar sus peleas de manera verbal a pesar de ser un zoquete, y no parecía darse cuenta de que no tenía inteligencia suficiente como para salir airoso de un enfrentamiento mental. O quizás si, pues no tardaba en levantar los puños tras dos o tres frases mal conjugadas.

Yo, envalentonado por mi contestación y las voces femeninas, sintiéndome como antes de que "todo" pasara, me dispuse a defender mi honor y a poner al capitán de fútbol americano en su sitio.

La cara de incomprensión de Andrew es casi tan grande como la de furia que pone un minuto después, aunque desconoces si ha captado la "sutilidad" de tu respuesta. Vuestro público aumenta el coro de sus voces, gritando más alto fight fight!! Está claro que a nadie le ha gustado tener que venir un sábado por la mañana a la escuela y tienen unas ganas increíbles de entretenerse con cualquier cosa menos el maldito festival escolar.

Lo siguiente que ves es como Andrew se te lanza encima en un intento de hacerte una llave de lucha grecorromana, el otro deporte en el que Andrew destaca en la escuela. El tiempo parece pararse por un momento...

Me desperté de mi pseudo trance cuando Andrew se abalanzó sobre mi, justo a tiempo para consiguir zafarme. De todas formas me sorprendió haberlo hecho con tanta facilidad a pesar de haber estado algo distraído; al parecer mi contrincante tampoco estaba en perfectas condiciones aquella mañana.

-¿Qué pasa? ¿La vaca que te has comido para desayunar te pesa demasiado?

Aprovechando aquella oportunidad le lancé un puñetazo que acabó impactando contra la nada y volví a sentir mi orgullo herido. El público esperaba algo más de mi y yo deseaba golpear algo. ¡Demasiado enfadado con el mundo y con mi destino como para no hacerlo! Pero bueno, el baile acababa de empezar. Solo esperaba que no interviniera un profesor a tiempo para aguar la fiesta.

Andrew suelta una pequeña risotada después de tu comentario, mirándote con tal odio que casi puedes intuir lo que está pensando: "te vas a enterar, te voy a dar una paliza que no te reconocerá ni tu madre". Como un toro desbocado, se mueve de un lado para otro sin apartar la vista de ti, mientras el grupo de curiosos se hace más y más grande. De hecho, ¡anda!, incluso puedes ver entre los cotillas a los amigos de Andrew: cuatro tipos casi igual de grandes que él, que parecen esperar una orden para lanzarse también contra ti.

- Te voy a destrozar esa cara de marica que tienes -Se jacta el grandullón, haciendo crujir sus nudillos-. ¿Cuantas pollas de maricas has chupado ya, marica?

Andrew cuadra el cuerpo, notándose como se tensan los músculos de su espalda y brazos. Si te pilla... va a doler.

Niego con la cabeza horrorizado ante lo que acababan de escuchar mis oídos y después me echo a reír. La perorata de Andrew me había impresionado tanto que ni siquiera presté atención a su pomposo despliegue de medios. Parecía un pavo real enseñando sus plumas.

-Recuérdame que por tu cumpleaños te regale un diccionario de sinónimos para que amplíes tu vocabulario -le digo volviéndome a poner en posición defensiva, con los puños estirados y las piernas flexionadas, preparado para saltar a donde lo necesitase-. Así podrás saber que cuando te llamo idiota, retrasado, deficiente, subnormal y anormal te estoy llamando la misma cosa muchas veces.

Sin embargo no pude ignorar a sus compañeros. Andrew no me asusta demasiado, podía pegarme, pero yo también podía pegarle a él. Pero estaba en desventaja numérica y entre todos podían partirme el craneo con una facilidad pasmosa... Necesitaba machacar a Andrew, dejarle en evidencia de algún modo, porque si lo hacía quizás sus secuaces se lo pensarían dos veces.

Presionado por la multitud y ante el peligro de una buena paliza decido que... No voy a ganar usando los puños. Es cierto que podía haber llegado a esta conclusión mucho antes de meterme en aquel jaleo pero estás hablando con Travis Chrysomallis, si no brillo por mis carreras en el campo siempre podré brillar por mi estupidez suprema...

Entonces me dejo llevar, la ira y la adrenalina hacen que todas las células de mi cuerpo se pongan en marcha, incluso durante un momento tengo la impresión de sentir como saltan dentro de mi cuerpo incitándome a correr. Lo único que recuerdo es que un instante después estoy con la goma de los calzoncillos de Andrew en las manos estirando con todas mis fuerzas hacia el techo.

No sabes muy bien cómo pero efectivamente, la adrenalina no te ha fallado nunca y esta vez menos, has logrado alcanzar tu objetivo sin apenas despeinarte y lo siguiente que oyes es el aullido de Andrew al notar como se le apretan los huevos al tirarle tú de sus calzoncillos. Todos a tu alrededor se quedan perplejos y parpadeando sin saber muy bien qué ha pasado, se han quedado mudos de golpe ante tu carrera meteórica de corta distancia pero es que casi jurarían que te has teleportado como en las pelis esas raras que ven los frikis de la escuela (y que todos los ahí presentes negarán rotundamente haber visto alguna vez si les preguntan, por supuesto). En un momento estabas delante de Andrew y al segundo estabas detrás suyo tirando de su ropa interior.

-Eres un Jedi o algo así?- balbucea uno de tus compañeros de clase, uno con muchos granos en la cara y una gorra de los Yankees. Es el primero en reaccionar ante el espectáculo que acabas de dar delante de todos.

Las chicas se quedan mudas, ya no parecen estar seguras de querer animarte, hasta que Jenna Henkins abre la boca.

-Es un monstruito de esos que salen en la tele, un mutante!!- grita de golpe, a pleno pulmón y las chicas salen de su estupor generalizado y no precisamente para darte un premio. De repente ya no esquivas llaves de lucha grecorromana si no libros, carpetas y todo lo que los chicos y chicas que te rodeaban hace un momento tienen a mano. Te están intentando lapidar con todo lo que pillan...

Lo único que escucho es mi propia risa, la que se me antoja estúpida entre tanto silencio. No entiendo lo que ocurre, acabo de hacer una proeza, acabo de dejar en ridículo a Walzcowsky delante de medio instituto y aún así no se oyen vítores ni aplausos. ¿Qué está mal? Dejo de reírme y miro a mi alrededor para darme cuenta de los rostros ensombrecidos y asustados. ¿Qué ha ocurrido? Entonces escucho una voz familiar que dice "¿Eres un Jedi o algo así?". ¿Qué narices...? Suelto los calzoncillos de Andrew al tiempo que un libro me despierta de mi ensoñación, y detrás de ese me golpea otro, y otro... Cuando comprendo por que lo hacen, en mi frustración y desconcierto, levanto los brazos para protegerme y grito:

-¡CALLAD! ¡BASTA! ¡CALLAAAAAAAAAAAAD! -exclamo dejándome la garganta y cerrando los ojos con fuerza entre mis brazos.

No puede ser que me hayan descubierto... ¿Qué hoy a hacer ahora?

Andrew chilla como un cerdo en el matadero cuando estiras de sus calzoncillos. La verdad es que es un tanto patético oírle gritar así, él es el capitán del equipo de fútbol y abusón oficial de los atontaos del instituto, pero es algo normal... le has chafado los huevos.

No sabe cómo, su cerebro no da para interpretar cómo puede ser que en un principio estuvieses a su lado e, inmediatamente después, le atacases por la espalda. Ni siquiera cuando los demás te tiran cosas llega a comprenderlo. Éso sí, su cabeza le da para comprender que le prefieren a él antes que a ti. Y éso le hincha de moral lo suficiente como para mandar a la mierda la lapidación por libros. Te quiere destrozar él mismo.

- ¡Voy a chafar tu puta cara de marica contra el suelo!

Está enfadado. Muy enfadado. No sólo le has humillado en dos ocasiones seguidas, sino que aún le duelen los cojones. Por ellos que te destroza. El dolor no habrá sido en vano y tú sufrirás más. ¡Por supuesto!

No sabes si son los gritos de los alumnos, el golpeteo de montones de objetos diversos golpeándote a tí y a las taquillas que hay a los lados, o bien las voces de rabia total de Andrew lo que llevan todo al punto culminante en que tu respiración se acelera, al igual que tu pulso. Por unos momentos crees que vas a estallar, como una piñata de esas mexicanas, pero de repente los gritos de la profesora de francés parecen detener la lluvia de libros y demás (efectivamente has comprobado el peso del conocimiento y que los cantos agudos de la sapiencia duelen mucho).
 

-Qué creeis que estais haciendo?! Todos a clase, que es donde se supone que tendríais que estar!- dice con firmeza la voz femenina. Estás tan aturdido y confuso con la reacción de tus compañeros que al principio no reconoces la voz hasta que abres los ojos y ves a la maravillosa profesora de francés, la Srta. Christine Lambert. La bella mujer rubia, enfundada en sus gafas de pasta negra, mira con severidad a los mismos compañeros de clase que antes estaban vitoreándote y tirándote cosas a partes iguales, que extrañamente se quedan callados, cortados. Luego mira a Andrew con mayor dureza.

-Debería darte vergüenza Walzcowsky, si pusieras tanta energía en mis clases, seguro que sacarías sobresalientes- regaña a éste, mirándole por encima de las gafas, como una bibliotecaria cincuentona. Pero lo cierto, es que la profesora Lambert es una de las profesoras más guapas del instituto y jamás habrías pensado que tenía tanto genio y firmeza, siempre escondida detrás de esas horribles gafas negras...

-Y tú, Travis, que se supone que has hecho esta vez?- te mira a tí también, por lo visto te va a tocar recibir lo mismo que a Andrew.

-Pero Profesora Lambert, es un mutante, un monstruo, es a él a quien deberían castigar, no, mejor, expulsar de la escuela, no se le debería dejar estar con... los normales, nosotros!- protesta la chica de cabello castaño, la misma que había empezado el abucheamiento que habia derivado en una turba hacía un momento.

-Es eso cierto Travis?- vuelve a mirarte, esperando una explicación plausible por tu parte, por todo aquel caos sin justificación.

Cuando los golpes cesaron esperé unos instantes antes de levantar la cabeza, pues temía que me volviesen a dar algo. Además la confusión me impedía reconocer lo que había alrededor, y no fue hasta que tuve delante a la profesora Lambert cuando me di cuenta de que todo había parado.

Avergonzado me limpié las lágrimas del rostro con las manos, tenía que tener los ojos y la nariz enrojecida, pero aún así me las arreglé para estirarme y levantar la barbilla como un tipo duro. Era un espectáculo un tanto indigno, pero no podía dejar que la profesora Lambert me viera con esas pintas, no mi profesora favorita.

Tradé un momento en recomponerme del todo, y por mucho que me esforzase las palabras casi no llegaban a mi boca.

-N-no es cierto, están mintiendo porque me tienen envidia porque soy más rápido que ellos -dije frunciendo el ceño y respirando hondo-. Walzcowsky especialmente, sabe que le gano a la carrera con los ojos cerrados. Eso ha sido todo, profesora. Lo juro. Se lo están inventando.

Al terminar de hablar me sorbí la nariz e intenté mantener la espalda recta.