Partida Rol por web

Me refreno de entrar en la zona indicada como peligro por el plano carmesí y la observo para ver cómo pasar al siguiente punto sin poner un pié dentro, quizá caminando pegado a las rocas o similar. Estudio esta opción, si lo veo factible, lo intento.

Mi intención es explorar hacia el noroeste (punto 5).

Entonces, busco algo para hacer saltar la trampa.

Miro alrededor en busca de una roca suficientemente gruesa. De no encontrarla, saldría al exterior y buscaría un tronco o similar, que poder traer hasta aquí y lanzarlo a la zona roja.

Encontré una roca de tamaño considerable y la noté pesada en mis manos, así que pensé que podría servir para engañar a la trampa, creyendo que un incauto había caído en su interior.

Arrojé la piedra a la zona roja y observé qué pasaba, para no perder la oportunidad en cuanto la trampa hubiera saltado para, en caso de ver que la zona roja desapareciese, pasar rápidamente al otro lado (dirección a punto 5).

De repente viste como de cinco o seis puntos aparecieron gigantescas cuchillas en distintas posiciones que en cuestión de segundos barrieron toda la zona marcada en rojo. Tan rápido como aparecieron, desaparecieron. Haciendo que de nuevo la marca roja del suelo quedase en tu HUD. Habías activado la trampa, pero ésta no se había desactivado. De haber estado dentro, sobrevivir hubiera sido toda una proeza.

Tragué saliva. Esto iba a ser difícil de verdad, pero debía haber algún método para sortearlo. Al meditar un poco la situación, pensé que una trampa tan letal e ineludible como aquella, debía obedecer a algún mecanismo para activarla y desactivarla. De lo contrario nada ni nadie podría disfrutar de aquella caverna. 

Con ello en mente, comencé a buscar algún mecanismo en los alrededores que pudiera accionar aquello.

Pues, visto lo visto, sólo veía una manera de pasar. Reuní unas cuantas piedras y las arrojé, una por una, haciendo saltar la trampa varias veces y comprender, lo más posible, cual era la mecánica del movimiento. Los puntos por dónde emergían las cuchillas, la trayectoria de éstas, en qué momento podía saltar sobre ellas para poner el pié en lugar seguro y, entonces, volver a saltar y así hasta salir de la zona peligrosa.

No me iba a resignar a irme de aquí sin intentarlo.

Sin pensarlo mucho más, cuando vi cómo reaccionaban las cuchillas, me lancé a través de la zona de peligro, confiando en mis reflejos e instinto para salir con bien de allí.

Me lancé, como quien salta al abismo sabiendo que puede volar. Las cuchillas emergían por donde yo sabía que lo harían y, para cuando estaban a punto de cortar mis piernas, éstas ya no estaban allí. Salté, me apoyé con las manos al suelo, dí una formidable voltereta y caí de pié en otra zona comprometida, donde las cuchillas se abalanzaban nuevamente a por mí.

Otro salto, en esta ocasión ayudándome de la pared, para pasar sobre ellas. Una nueva voltereta y ya había llegado al otro lado.

Me había confiado demasiado, una de las cuchillas me había pasado demasiado cerca y había desgarrado un poco mis ropas. Pero no llegó a alcanzar mi cuerpo.

- ¡TOMA YA! - Grité exultante de júbilo. Tras de mi, las cuchillas volvían a esconderse bajo el suelo y ante mí el camino estaba franqueado para continuar explorando. Eso hice.

Mientras avanzabas por la cueva tras haber sorteado tu primer gran obstáculo, escuchaste un sonido, un sonido que se repetía a lo largo de la sala.

Afinaste tus sentidos y encontraste a la fuente, se trataba de una especie de lagarto. No se había percatado de tu presencia... por ahora.

Al ver el animal, traté de ocultarme para observarlo mejor. Mi intención era explorar la caverna y, si pudiera ser, salir vivo de allí sin ser devorado por un lagarto antediluviano. Por tanto, tras observar qué estaba haciendo el bicho, pensé que lo mejor sería pasar sin ser descubierto.

Por desgracia tropecé con algo que hizo deslizarse una gran piedra, con un estruendo considerable. El plan de pasar desapercibido se había ido por el sumidero.

La criatura se percató al instante de tu presencia en el momento que quisiste avanzar de un lado a otro de la cámara. Parecía un animal muy agresivo, ya que al oírte abrió los ojos de par en par y mostró sus afilados dientes.

En cuanto la criatura me enseñó sus dientes, yo desenfundé los míos. Mis dagas. Dispuesto a defenderme de su ataque, atacando yo el primero (de ser posible).

Las hostilidades se habían desatado de forma irremediable.

La rapidez de la criatura me hizo desconsiderar la opción del degüello, así que le lanzé una cuchillada para ver lo dura que tenía la piel y me preparé para evitar su contraataque.