Partida Rol por web

Lucía abrió los ojos y vio el rostro de Gerardo cerca de ella. Mareada, tardó unos segundos en darse cuenta de que le estaba hablando y otros más en comprender lo que le decía.

— Sí, sí — contestó mientras la colocaba de pie. — Estoy bien...

Era mentira, por supuesto, pues en cuanto el hombre salió corriendo hacia el escenario, tuvo que sujetarse en una pared para no caer al suelo. Se llevó la mano a la cabeza. Dolía y, al tocarla, puntos de luz empezaron a moverse rápidamente en su línea de visión, intensificando aún más su mareo. Cerró los ojos y se apoyó con toda la espalda en la pared. Estaba completamente entumecida y, en realidad no sabía si el ataque de esa criatura le había causado daños más serios que el brutal golpe en la cabeza.

Cuando abrió los ojos, vió a Ramón tambaleándose a su lado. Él también estaba herido, aunque no sabía cuándo había ocurrido eso. Sin pensarlo, alargó la mano para sujetarle del brazo, lo que estuvo a punto de acabar con los dos en el suelo, aunque de alguna forma consiguieron sostenerse el uno al otro. Seguramente gracias a Quique, que con su masa no tuvo problema en sujetar a los dos heridos.

— Espera. Es mejor ir todos juntos — dijo mirando hacia el escenario. — ¿Qué...? ¿Qué están haciendo? — Preguntó, desorientada. Sólo podía escuchar unos ruidos junto a las tablas y no había visto nada de lo que había pasado desde que ese monstruo le cayera encima. De hecho, aún no se había dado cuenta de que no tenía ni idea de qué había ocurrido con la criatura, pero no estaba todavía suficientemente despejada como para pensar en ello.

Ramón, Lucía y Quique se habían detenido en el umbral del pasillo.

—¿Están de broma? ¡Huyamos mientras podamos!

Dicho lo cual el enorme individuo soltó sin demasiados miramientos a sus dos 'paquetes' y se lanzó a una torpe carrera hacia la salida. Torpe carrera que no duró demasiado porque se detuvo en seco al ver las paredes salpicadas con sangre. Había media docena de puertas que llevaban a otros tantos camerinos y sólo una de ellas, hacia el final, estaba abierta. De su interior llegaba el sonido de un disco de música clásica. Sonaba raro, como si el dispositivo que trasladaba la música fuera un gramófono o un disco de vinilo muy viejo.

Quique tragó saliva y se lanzó a la carrera nuevamente hacia el final del pasillo, hacia el recodo que sin duda tendría que dar al interior del teatro pero también a una necesaria puerta trasera.

En el foso las cosas no iban demasiado bien para Lucía. Era evidente que aquella criatura quería matarlos a todos pero algo en su forma de actuar denotaba que buscaba hacerlo causando el mayor terror posible y en un orden concreto. Podría haber atacado a Gerardo en dos ocasiones y no fue directamente a por él. ¿Por qué? ¿Lo dejaba para el final?¹.  Aquella criatura ciega y demente no parecía tener inteligencia propia. ¿Quién había dicho que había otra persona entre bambalinas que huyó? Quizás la estuviera controlando de alguna manera. Si era así podría haber una forma de obtener dicho control pero ¿cómo? ¿algún ritual? ¿un objeto?².

Sin embargo el acuciaba el hecho de anularla cuanto antes, sobre todo viendo que Gerardo se aproximaba nuevamente con su navaja en la mano. Así que sin saber bien en que se estaba metiendo cogió la barra de metal e intentó golpear a la figura dentro del telón. Por desgracia no estaba acostumbrada a tales situaciones y la barra simplemente golpeó un trozo de telón vacío. Demasiado tarde se dio cuenta de que el monstruo había rasgado con sus garras la pesada tela. Un dolor insoportable le atravesó el costado. Vio que el mechoro alzaba una mano ensangrentada y casi presa del shock se dio cuenta de que esa sangre era la suya³.

Lucía miró hacia el escenario, tratando de entender qué estaba ocurriendo. Había ruido de pelea en el foso y le parecía que faltaba algo... ¡El telón! Casi al mismo tiempo, Quique pasó a su lado y el olor del tabaco le hizo pensar. En algún sitio había escuchado que los olores potenciaban los recuerdos por algo de dónde se localizaba el centro neuronal del olfato.

— ¡Espera! — Le gritó al blogger. — ¡Puedes ayudarles! ¡Tu mechero! Si quemais el telón, ese bicho arderá también. ¡Luego podremos irnos todos de aquí y serás un puto héroe!

Seguía atontada y ni siquiera se paró a pensar que Ana seguramente estaría también en el foso con la criatura. Aunque no es que la política le preocupara especialmente, pero su rencor no llegaba a tanto como para querer quemarla viva.

—¡Tú has visto muchas películas! ¿Te crees que una tela así va a prender como si fuera papel porque le acerques un mechero? ¿Es que nunca has hecho un curso de seguridad en el trabajo?

La verdad es que el blogger tenía razón: prenderle fuego a un telón con un mechero era absurdo. Pero al menos lo había detenido en su huida ya que se había quedado en mitad del pasillo para discutir¹.

Lucía seguía mareada por el golpe y miró a Quique sin terminar de enfocar bien.

— ¡Joder! ¡Pues sáltale encima o algo! ¡O échale el aliento, que seguro que con todo el alcohol que te has soplado prende! — Tal vez incluso el bloguero tenía otra botella encima que pudiera utilizar. — Sea como sea, ¡ayúdales!

Ella misma hizo el amago de volver hacia el escenario, pero al girarse rápidamente todo empezó a darle vueltas y tuvo que apoyarse nuevamente en la pared.

Ana miraba su camisa blanca rasgada y teñida de sangre y, por un momento, tuvo que cerrar los ojos para controlar el mareo. Pero fue la aparición de Gerardo lo que la sacó de su estado.

—¡No! ¿Qué haces aquí? —preguntó con cierta desesperación.

Levantó la cabeza para abrir el conducto respiratorio y mejorar la entrada de aire. En cierto modo desearía que Gerardo se acercara a ella y la cogiera en brazos mientras se dejaba llevar por la sensación de mareo. Pero no podía... no esta vez. Tenía que ser fuerte.

Miro hacia arriba nuevamente tratando de buscar a titiritero. Caminó hacia el escenario y subió uno de los escalones. Luego otro. Un nuevo pinchazo en el costado hizo que brotara algo más de sangre. El lateral de la camisa estaba empapado. El sostén negro, que ahora se veía sin dificultad a través de los jirones de la camisa, horadaba la herida del costado con determinados movimientos. Ana contuvo un grito y continuó subiendo hasta que estuvo a pocos pasos de Gerardo.

—Hay que encontrar al titiritero —dijo para extrañeza de Gerardo—. Es la única forma.

La señorita Losada salió del foso antes de que él llegara a ayudarle, se sorprendió bastante al verle volver a por ella.

- Tenemos que salir de aquí o ese bicho nos matará a todos, actúa como si no le hubiera hecho daño si quiera con la navaja - respondió cuando ella le recriminó su vuelta.

Le vio mirar hacia arriba buscando algo ¿el titiritero? ¿Se referiría a que alguien controlaba al mechoro? Era una locura perder más tiempo, uno de ellos ya había muerto y otros tres estaban heridos, incluida la propia Losada. Miró el vulto enredado en el telón que comenzaba a abrirse paso a través de un rasgado que había hecho al herir a la mujer.

- Es una locura, aunque lo veas no podemos llegar hasta arriba sin que el mechoro te mate - le giró la cabeza para que le mirara a los ojos. Vamos con los otros y atranquemos la puerta de los camerinos, necesitamos ganar tiempo.

Ana se agarró a la parte de arriba de la camisa de Gerardo y le miró fijamente a los ojos. Ana estaba muy cerca, a escasos centímetros de la cara de Gerardo y éste podía ver los ojos húmedos de la mujer.

—No podemos irnos sin más; no puedes. No te dejará —al decir esas palabras Gerardo notó como la musculatura de Ana se relajaba. Expulsar esas palabras había relajado de alguna forma su tensión. Gerardo tuvo la sensación de que podía arrastrar a Ana fuera de ese sitio y que ella le acompañaría¹—. Además, necesito resolver esto... no me preguntes por qué, pero forma parte de mi y quiero expulsarlo. ¡Lo necesito de verdad!

Los ojos de Ana enrojecieron y ya no pudieron contener algunas lágrimas que empezaron a recorrer las mejillas. De alguna manera Gerardo supo que Ana le estaba pidiendo ayuda para resolver ese tema. La mujer estaba dispuesta a todo y el hombre pudo intuir que ella quería que todo acabara ahí, de un modo u otro.

Gerardo volvió la cara para asegurarse de que el mechoro seguí enredado en el telón antes de volver a hablar con Ana: ¿Por qué no me dejará? ¿Qué sabes sobre mí?, esperó solo unos segundos antes de volver a hablar. Te ayudaré, pero estamos en desventaja, es más rápido y peligroso, creo que si vamos a una zona iluminada y reducida será más fácil defendernos....¿qué piensas?

Ramón tenía el corazón a punto de salirse del pecho. La herida le había hecho sangrar y motivaba que su respiración fuera más lenta, más apagada. Le costaba concentrarse, pero eso no suponía que estuviera dispuesto a dejar que sus compañeros murieran allí. Sencillamente no quería que eso ocurriera. 

No otra vez.

Intentó adecuar su respiración mientras pensaba en todo lo que habían descubierto del ser: su sensibilidad a la luz, su necesidad que le dieran órdenes, el hecho que estuviera herido... Había que lograr romper de alguna manera la comunicación entre el ser y su señor, fuera quien fuera, y confiar que ese hecho bastara para que no supiera qué hacer o como comportarse.

- Enrique, hay alguien comunicándose con esa bestia, azuzándola contra nosotros. Es usted extraordinariamente llamativo. Casi ofensivamente llamativo- dijo mientras recuperaba el aliento- Y eso ahora mismo es una virtud. Grite, haga ruído, golpee cosas. Hay que lograr romper esa conexión como sea.

Y mientras indicaba esas actuaciones el crítico repasaba el lugar, buscando algo a lo que aferrarse. Y encontrándolo.¹

—¡Que os den por culo! ¡Pirados!

Parecía que Quique no estaba dispuesto a ayudar al grupo. En lugar de eso se fue a la carrera por el pasillo y desapareció doblando el recodo del mismo.

Gerardo había ayudado a Ana a subir al escenario y ahora retrocedían por el mismo. Fue entonces cuando se fijó en los grabados del suelo. ¡Los grabados! ¡Claro! ¡Eran un conjuro!¹ Ramón se dio cuenta de que era lo que señalaba la malherida mujer y miró alredor buscando algo que pudiera ayudarles a cortar la conexión mágica. Los conjuros de invocación eran muy complejos y cualquier rotura en su patrón los afectaría. Se dio cuenta de que en una esquina del escenario, casi junto a la puerta, uno de los tablones con runas grabadas parecía carcomido. ¡Quizás pudieran romperlo!² Cuando estaban a punto de huir se fijó en un extintor que había en el pasillo³. Podía ser lo suficientemente fuerte y pesado para lograr romper el suelo en ese punto.

El principal problema es que el mechoro ya se había librado de la molesta tela y acababa de lanzar un aullido amenazante desde el foso, dispuesto a subir de nuevo a por sus presas.

—Confía en mi —dijo en respuesta de las preguntas de Gerardo—. No es fácil explicarlo, pero lo se. Se que no te dejará y yo necesito que te deje.

Ana se fijó en los grabados del suelo y los señaló.

—Mira, tiene que ser eso, hay que romper eso. Si lo hacemos él vendrá para recuperar el control de la criatura y entonces...

Las palabras quedaron en el aire y la mirada se dirigió a Gerardo esperando a que él hiciera algo¹.

Por un segundo Ramón pensó en gritarle al tal Enrique que golpeara con el extintor. Pero se contuvo. No creía que sirviera de nada. Y era evidente que había que romper el encantamiento. Ni siquiera era necesario hacer fuerza, tan solo llevando ese extintor y dejándolo caer sobre la madera carcomida, sería suficiente.

- No es cuestión de fuerza- pensó para sí- sino de aplomo. Y de eso tengo.

Así que tragó saliva. El mechoro tenia apenas inteligencia animal, y era obvio que estaba siendo controlado. Tal vez si se movía ahora, cuando aún estaba obsesionado con la señorita Losada y con el señor Cifuentes, podría llegar hasta el tablón carcomido y, simplemente, dejarlo caer desde lo alto. ¿Qué produciría eso? ¿qué significaría?

En todo caso era una buena idea. Habida cuenta de las indiscutibles capacidades físicas del señor Cifuentes, él podría romper el tablón de otra manera, y era mejor no dejar todas nuestras opciones a una sola carta.

Con lo que, agarrando el extintor, se dejó llevar por sus conocimientos de la criatura¹  así como por el plan de la señorita Losada² y, a pesar de la presión que sentía en su pecho, y de su herida³ trató de alcanzar el punto exacto para dejar caer el extintor y, con un poco de suerte, destruir el hechizo sin que le atravesaran el pecho por el camino.⁴

Antes de que pudiera responder, Gerardo vio adelantarse el señor Moreira y golpear el escenario con un extintor ¿pretendía romper el suelo? Por una vez algo se encendió en su cabeza ¿qué pasaría si rompían el control?

- Espera, le dijo de nuevo a Ana, ¿qué hará el mechoro cuando nadie le controle? No creo que sus instintos sean dar abrazos y besos, una sonrisa atractiva asomó a sus labios. Yo os cubro mientras destrozáis el suelo.

Avanzó hacia el lado contrario del foso en el que estaba la criatura y así alejarla de los demás.

- ¡Eh! Especie de alien, mira aquí, eres la cosa más fea que he visto en mi vida....

Lucía miró a su alrededor, un poco desorientada aún. Ramón se alejaba cojeando hacia el símbolo del suelo y por un momento pensó en echarle una mano, pero sabía que en estas circunstancias no iba a tener presencia de ánimo para hacerlo. En vez de acompañarle, se volvió hacia Enrique, que no le había hecho mucho caso con las alternativas que le había planteado para ayudar.

— Joder, Ana tiene razón — le dijo. — Esa cosa está ahí, pero seguramente fueran los actores quienes le invocaron. Y es más que probable que todavía estén por aquí — añadió señalando a los camerinos.

Con cuidado, se acercó a las puertas, intentando localizar aquella tras la que se ocultan los actores. Si anular el grabado del suelo dejaba libre a la criatura, tal vez tuvieran que localizar al hechicero que la había convocado para librarse definitivamente de ella y poder escapar de este maldito teatro.

Era tarde para echarse atrás. Ramón había dejado caer el extintor que, con un gran estruendo, rompió el tablón destrozando la fina línea de grabados. Sin saber que iba a suceder Gerardo se estaba situando delante de Ana atrayendo la atención del mechoro¹. Oyeron gritos tras ellos cuanto el extintor, con el golpe, se disparó cubriendo al crítico de espuma antiincendios².

Los grabados del escenario se iluminaron como si estuvieran cubiertos por leds y luego se convirtieron en polvo que fue barrido por una invisible brisa, desapareciendo como si nunca hubieran estado allí. En ese momento la criatura, que se había subido al borde del escenario desde el foso, lanzó un aullido desgarrador y movió la cabeza alrededor confundida.

Lucía se deslizó por el pasillo comprobando que Quique se había fugado mientras ellos lidiaban con la criatura. Poco a poco se iba recuperando de su contusión. Escuchó tras ella el aullido desgarrador del mechoro en el escenario. Por un momento dudó de si era buena idea separarse de los demás cuando de pronto vio como una de las puertas de los camerinos se cerraba. El sonido de ópera venía de otra que estaba más al fondo, pero la puerta que se había cerrado estaba antes. ¿Les querían tender una trampa? Estaba claro que alguien se ocultaba tras la puerta cerrada y tenía que ser la misma misteriosa figura que se había escapado entre bambalinas^1,2.