Partida Rol por web

Quince hombres en el cofre del muerto.

2 de Marzo. Año 1622. Ataque pirata.

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20/09/2013, 21:28
Director

La mala nueva se había confirmado, era barco inglés, maldito y moviéndose contra el viento, no faltaría más de una hora para que se pudiera a tiro del primer arcabuz (los cabrones tenían claro el oficio al que habían venido e iban directos hacia ellos). La tripulación dependiente de Inés se había instalado en la bodega, la cual había sido despejada para servir de improvisada y necesaria enfermería. Marcos de Furnier enseguida había convenido con el otro médico hacerse con el mando de las operaciones de cura y salva, y para tranquilidad de la Grande de España, parecía enormemente concentrado disponiendo a todos para que todo fuese lo más efectivo posible. Todos los sirvientes de Inés, salvo Anabela y su dueña, habían sido dispuestos para ayudar en labor.

Como el acceso al lugar se restringía a una sola entrada, la cual se accedía bajando una escalera, su protector Marcos había situado a la tropa en ella, para evitar cualquier susto posible. En un lugar cercano habían colocado armas extras por si era necesario una defensa a la desesperada (cosa que todo el mundo esperaba que no pasase).

En la cubierta, ajenos a ellos, los soldados se prepararan para el infierno que estaba por venir. Mayormente secciones de arcabuceros colocados para descargar todo lo posible sobre el barco corsario, que a una orden oportuna, tanto para abordar como para repeler un abordaje, trocarían sus rifles por pistolas y sables o hachuelas. Era de esperar que las naves se terminasen juntando, creando una especie de campo de batalla flotante donde los combates podían durar todo el día.

Aunque quizás el principal problema radicaba en que el concepto “era de esperar” le quedaba muy grande a la batalla con los herejes ingleses, hijos de mil demonios cada uno. Inés había tenido tiempo de escuchar historias: nieblas espesas salidas de la nada, sonidos e imágenes irreales, fantasmas. Lo iban a pasar mal y la tensión se notaba en el ambiente, no había persona en el barco que hablase más de lo necesario.

No obstante, para relajo de Inés, Marcos había expresado que transparentando o no, con voces del infierno, gritos y nieblas, o sin ellas, se moría de la misma manera cuando se tenían dos palmos de acero en el estómago, o una bala en los pulmones. Sus muchachos eran bien capaces de hacer eso, así que con un poco de santos, osáis, y valentías era muy posible que salieran de ésta. 

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21/09/2013, 13:56
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Con mucho arranque y tesón, Inés había dispuesto cuanto tenía para mejorar la eficiencia de aquel improvisado matadero, dejando las cuestiones de guerra a los hombres que de eso entendían. Ya no lucía ostentosos ropajes, cambiando elegancia por comodidad respetando el riguroso luto que vestía desde la muerte de su padre, y afincando en los riñones daga y pistola, para asombro de unos y disgusto de otros. Y sepan vuestras mercedes que las sabía usar, y que por ello escondía una tercera bien afilada entre los pliegues. Que era española y brava, y a ella no la pillaban los ingleses sin al menos intentar defender su honor como ya había dado señas con anterioridad. Faltaría más.

Después, ya ataviada y satisfecha, mató el tiempo danzando con nerviosismo y repartiendo órdenes a los suyos. Se la veía con madera de gobernanta, pero también primeriza y acongojada por el destino incierto que se les venía encima. Que después de todo iban a tratar muy de cerca al hereje inglés, y de seguro no le procuraba ningún bien a la dama. Así que tan pronto podía vérsela hablando con mucho ímpetu, la mano sobre la empuñadura a falta de otro sitio mejor, como sumida en una profunda meditación que sólo a ella atañía. El carácter de las mujeres, tan impredecible como el oleaje.

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22/09/2013, 05:43
Director

Un mozo había bajado para confirmar la mala nueva, eran ingleses, se acercaban antinaturalmente a ellos y no había manera de evitar el conflicto, aunque para esas alturas ya nadie buscara eso. Los hombres y mujeres junto a Inés ya estaban preparados y todo el instrumental necesario estaba dispuesto para estar cerca de quien necesitara usarlo. Había gran cantidad de agua hervida, camillas, vendajes y toda serie de instrumentos médicos, aunque lo que más llamaba la atención eran las afiladas sierras que serían utilizadas para realizar una amputación si se veía que alguna bala estaba demasiado bien incrustada o que una arma había lastimado demasiado el hueso para recomponerlo. La medicina de combate era rápida, brutal y sangrienta. Desde luego no para una dama.

Pero así eran las cosas.

Ya quedaría poco para el inicio de la batalla. Los arcabuceros, con el mostacho torcido y murmurando plegarias e injurias por igual, ya estarían con el arma al hombro esperando a atinar el primer disparo. Lo bueno de las armas modernas es que se podía distinguir fácilmente cuando todo empezaba.

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22/09/2013, 12:30
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Miraba Inés con no poco disgusto a su alrededor, tomando cada vez por más cierto que aquello de la medicina era cuestión de suerte y no de ingenio. Se le venían a la cabeza pocos momentos en los que aplicar sierra al cuerpo humano resultara conveniente, y ninguno de ellos tocaba de cerca el oficio de la medicina. Más bien el de la fe. Así que intentó evitar en lo posible arrimarse a aquellos instrumentos diabólicos, cada vez más anegada por sus propias reflexiones de las que no hacía partícipe a nadie. Tomó asiento, aislada, y su mirada antes clara y resuelta como los cielos se tildó de oscuros pensamientos que sólo traían malestar. Le faltaba el aire en aquel sitio y flaqueaban las fuerzas. Echó en falta ese desayuno que había repartido por ahí, aunque mejor estaba en boca de cualquier navegante de aquellos que tan bravamente iban a combatir por su ilustrísima.

En algún recóndito lugar de su mente quiso detener semejante tropelía. No tenía alma para soportar la ausencia de algún ser querido más, como bien podían ser Elvira o Marcos. Sin embargo, detenerlos en sus empeños habría sido mayor agravio al orgullo que otra cosa, pues bien dispuestos y enseñados estaban los allí presente –o la mayoría- para dar la vida por aquellos que tienen la suerte o el ingenio necesario de ser proclamados grandes. Perra vida aquella, que le daba a uno la mayor felicidad para arrebatársela cruelmente junto a las ganas de vivir. Y más jodida todavía cuando ni siquiera le dejaba a uno la libertad de expresarse libremente. Miró a Elvira, que sería de todos aquellos la que más sentimientos inconfesables compartía con ella, y reclamó su mano en un firme apretón que la mantuviese serena y cuerda durante todo aquello.

-Si algo me pasara –le susurró con el corazón preso bajo las costillas-, haced cuanto sea posible por sacar a Juana del convento y procurad su felicidad. Que no le duela como a mí -Y diciendo eso último miraba desde la penumbra al galán que armado de pies a cabeza se iba a tirar a matar sin temple alguno. Al menos se llevaba un beso secreto que nadie podría arrebatarle ni en el último aliento.

No quiso escuchar respuesta o replique. Era una orden y punto. No había más que decir de todo aquello, que empezara ya y que Dios dispusiera su voluntad como mejor supiese.

Notas de juego

*pone un gatete en el regazo de Inés.

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22/09/2013, 22:38
Director

Elvira no discutió ni punto ni coma sobre la petición de Inés, que no era ruego si no mandato y así lo entendió ella. Que por otra parte era fácil de acatar, porque era un acto noble y cortés, y esas órdenes da gusto cumplirlas.

Pasaron otros veinte o treinta minutos en un riguroso y agónico silencio, hasta que se escuchó la primera ráfaga de arcabucería procedente de la tropa española. El sonido se iría repitiendo cada aproximadamente menos de un minuto y si dentro de la bodega se escucha nítidamente, allá fuera tenía que ser ensordecedor, como un infierno. Dado el peso de las armas de fuego era previsible que los barcos se hubieran puesto más o menos parejos y se andasen metiendo tiros los unos contra los otros, sin haber efectuado ninguno un abordaje. Una batalla naval común.

Si no fuera porque a los diez minutos se empezaron a escuchar las maldiciones de dolor de los soldados españoles, amplificadas y como llevadas a través de un viento extraño y confuso que llegaba hasta la bodega. No serían con todas las heridas, o quizás sí, pero el caso es que de vez en cuando les llegaba el grito de dolor de un manchego, un aragonés, o un andaluz, cada uno en su propio dialecto y con sus propios insultos, quejándose de haber recibido en sus carnes un buen tiro de un inglés capullo y cabrón. Una extraña niebla verduzca empezó a bajar de forma lenta y pastosa por los escalones hacia ellos.

No tardarían en llegar los primeros heridos.

Notas de juego

El gato sale corriendo a jugar con la niebla. Solo se ve su cola moviéndose de un lado para otro*

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22/09/2013, 23:00
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Era la primera vez que a oídos de Inés llegaban tiros de arcabuz tan de cerca sin evento conmemorativo de por medio. Tiros limpios, con la mala intención escrita: a matar y acompañados de berridos más propios de un matadero. De los que le quitaban a uno el sueño y todo lo demás. De los que lo asaltaban sin venir a cuento en medio de una plácida noche. De los que forjaban el alma de los españoles que tan fieramente combatían. Y sin darse ni cuenta estaba de pronto temblando como un corderillo, asiendo cada vez más fuerte la mano de Elvira, que debían hasta dolerle los huesos de tanta fuerza. Estaba descompuesta y lo peor no había ni empezado. Que su intención era ayudar, pero lo mismo hacía más estorbo que otra cosa.

Pero el colmo del susto aquel fue la puta niebla que empezó a colarse sinuosa cual serpiente, y encima del mismo color. E Inés se levantó casi tirando la silla para atrás, que en su vida había visto nada igual. Lívida como el papiro buscó la mirada de Anabella. Si alguien sabía de cosas extrañas era ella o el maldito francés, aunque ninguno estuviese en posición de ofrecerle una respuesta. Y casi que mejor, que uno vivía muy feliz en la ignorancia hasta que resultaba lo contrario, y tal era el caso de Inés. Sin saber qué hacer o a qué atenerse, con una extraña e irreal sensación de no estar allí y a la vez de sentirlo todo, permaneció inmóvil haciendo verdaderos esfuerzos por mantener la compostura, algo harto difícil para alguien que de guerra sabía lo que los libros decían: nada.

Notas de juego

Tu. Puta. Madre.

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24/09/2013, 17:31
Director

Los ruidos no cesaron, tanto los amplificados como los normales en una batalla, y no se precisó mucho tiempo para que empezarán a llegar heridos de manos de sus compañeros, de cierta manera que no se sabía quién estaba más pálido, si el que sangraba o sus acompañantes. Todo era un barullo de gritos y de tráeme esto, haz aquello, por la virgen y vive dios, y no se estaba haciendo muy bien. Todos estaban nerviosos y aunque por ahora los soldados traídos aguantaban el tipo todo era más terrible al encontrarse los presentes entre la maldita y hereje niebla, que vida propia tenía.

Ya formaba una capa espesa de color negro oscuro de aproximadamente tres cuartas partes de metro y todo el ambiente estaba imbuido de una especie de vapor verduzco que reducía la visión. La negra niebla parecía querer rodear a las personas vivas en movimientos completamente naturales, como si quisiera ascender lentamente por su cuerpo hasta llegar al rostro, metiéndose por sus pulmones. Pudiera ser paranoia, pudiera no serlo, pero Inés tenía la sensación de que la niebla ascendía y descendía con más ahínco en el caso de su persona.

Además, parecía transportar un olor cada vez más dulzón. Inés no quería pensar en eso, pero le recordaba a como a veces se pudrían los alimentos.

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24/09/2013, 17:44
Marcos de Fournier.

Llego un caso complicado, un soldado con la pierna completamente destrozada hasta el punto que apenas podía mantenerse unida al cuerpo por sus rotos huesos. Por fortuna el hombre estaba desmayado mientras le transportaban. Aunque ahí se acabó su suerte, porque la mujer que estaba destinada a amputarle al desgraciado la pierna no pudo más con la tensión y fue incapaz de sostener la sierra, cayéndosele hasta tres veces.

Marcos de Fornieur tuve suficiente con eso, se acercó a pasos prestos y le casco en el centro de la mejilla una certeza y fuerte torta a la muchacha, que pivotó a punto de caerse de su potencia. Después pateó la niebla con insistencia.

- ¡Que ven mis ojos que una española teniendo miedo de un poco de niebla, como una niña inculta atemorizada ante las tormentas de verano de su pueblo! Es mis golpes lo que duelen, niña de teta, y son los filos los que matan, no un barato efecto de opereta que a nadie le importa… ¡Me tenía entre españoles, no entre gallinas gabachas!.

Se acercó una de las sirvientas de Inés, con muy mala cara y propinando un empujón al francés.

- ¡Su merced a lo suyo! ¡ Que Puta la suerte de tener un médico francés!

Y amputó la pierna del hombre de forma precisa y tranquila, como quien corta en la matanza del pueblo con toda la tranquilidad del mundo. Y ahí que todos los trabajos se intensificaron, los españoles perdieron el miedo, o en parte, y se concentraron en su trabajo, con el fin de hacerlo bien y que el francés lo vieran bien visto antes de que lo tirasen por la maldita borda cuando todo terminase. Por bocazas.

Notas de juego

Información adicional:

Los soldados se paran poco o nada para dejar a los heridos y volver al frente.

Empiezan a venir muchos heridos, faltan manos para hacer curas. 

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24/09/2013, 18:33
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés tuvo suficiente con la reyerta para despertar del atontamiento y deshacerse de la angustia. Ningún gabacho hereje de mierda le iba a poner encima la mano a una española en su presencia. ¡A dónde íbamos a llegar! Que no por nada eran los reyes del mundo y tenían un papel que desempeñar en este. Así que muy envalentonada y con los humores enervados, enganchó la Grande de España un trapo y se acercó con firmes pasos hasta el franchute.

-A ver si tiene los santísimos su merced de levantarme a mí la mano -amenazó masticando bien las palabras antes de escupirlas y mirándole fijamente desde su corta estatura, con los brazos en jarra muy a lo 'aquí estoy yo y lo que me falta'. Después se puso manos a la obra solicitando instrucción de Elvira, que de seguro sabía más que ella. Aunque no podía por más que lo intentaba, apartar del todo aquel resquemor que la dichosa niebla le causaba. Mantenerse ocupado, no obstante, vive Dios que ayudaba enormemente.

Notas de juego

Que me replique que todavía le casco.

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26/09/2013, 05:51
Marcos de Fournier.

El francés le mantuvo la mirada a Inés, con mucho cuajo y sin dejarse intimidar, pero procurando parecer tranquilo y todo menos insolente, sin hacer movimiento brusco alguno, no fuera que a ella se le escapase la mano y a sus secuaces el acero. Entró otro soldado más, con las lágrimas a punto de estallar en sus ojos y una de las manos destrozada por la mala suerte y una bala puñetera. Marcos alzó las cejas ante Inés y señalo al hombre, pidiendo permiso para seguir trabajando. 

Notas de juego

No es tan tonto xD

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26/09/2013, 12:48
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés asintió, añadiendo antes un escueto y elocuente "Confiamos en su buen hacer". Lo que le daba cierta importancia en la que no debía excederse, no fuera a ser que después de todo no llegase a tierra firme. Ni él ni ninguno. Habiendo zanjado el asunto fue a meter mano, nunca mejor dicho, el aquella compleja labor de remendar a los heridos como todos los demás. Vive Dios que habría pocos que ante tal adversidad dejaran honra a un lado por arrimar el hombro y pringarse las manos. Pero es que ante la muerte inminente todos, incluido el hereje hideputa cargado de magia, de una manera u otra, se les venia a la cabeza los hechos que labraban su propia vida y por los que algún día serían juzgados. Y ya cada cual que se las apañase con su conciencia.

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26/09/2013, 23:51
Marcos de Tolosa

Marcos siguió al tal con la Fournier con la mirada, dispuesta su diestra en la espada con él ánimo de tirar a matar si el gabacho soltaba una palabra más alta que otra. Hijo de puta listo, pensó para sus adentros cuando vio como no hacía movimiento alguno, y sonrió con satisfacción al ver como su amada se arremangaba y se ponía a trabajar como todos los demás. Inés tenía esa facultad, le daba a uno motivos de sobra para morir por ella.

Aunque la satisfacción no pudo quedarse demasiado en su pensamiento, una serie de gritos y el parón de la llegada de heridos sugirieron que uno de los barcos había sufrido un abordaje. Ahora sus compañeros estarían bregando entre ingleses cabrones a golpe de hachuela, sable y pistolete, con intenciones de salvar el pellejo o venderlo caro. No tenía la más remota idea de que como iba la batalla y eso le desesperaba en grado sumo, ya que debería estar arriba luchando y sangrando como sus demás compañeros. ¿Cómo le mirarían después de la batalla los demás? ¿Cómo a esos lindos protege damas que al final no saben protegerse ni a sí mismos? El español no se había dado cuenta, pero tenía los puños blancos de tanto apretarlos, no estaba hecho para esto.

Además la niebla ya no podía ser más puñetera, su aroma era agrio hasta la náusea y empezaba a provocar una especie de leve comezón urticante en la piel al descubierto, lo que harto incómodo. Además estaba notando, quizás fueran imaginaciones, que a la gente le costaba más comunicarse, como si ese humo hereje y cabrón también se comiera los sonidos de los cristianos.

Vaya día. 

 

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27/09/2013, 12:31
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Los heridos, al estar el resto enzarzados en bretes por defender el lugar, despachando herejes a zurriagazos, dejaron de llegar en volandas abandonándoles con los gritos y ecos de la tragedia que arriba se orquestaba. Momentos después, Inés se encontró con las manos untadas en sangre de valientes hombres y sin labor que acometer. Había hecho cuanto podía y dábase por satisfecha, al menos en eso. Echó entoces un vistazo alrededor, percatándose del berenjenal en el que estaban y en lo rápido que se iba a torcer el asunto. Aquello era una ratonera, con la dichosa niebla crispándoles los nervios, los gemidos ahogados de los moribundos que se hallaban enterrados bajo el espesor, y un picor que parecía la tortura del demonio o el castigo de Dios por sus pecados. Angustiada se volvió hacia todos lados tratando de ubicarse y encontrar a aquellos que más amaba.

-Elvira -reclamó angustiada, tomando las manos de su Dueña-. Si llegan aquí es muy mal sitio para defenderse. He de moverme. No os preocupéis, estaré bien con ellos.

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28/09/2013, 13:27
Anabela Prieto

Anabela observó como todos los soldados cerraban filas alrededor de Inés, dispuestos a seguirla donde ella mandase, aun cuando fuese la muerte, y los rostros preocupados y tensos de quienes se quedaban allí bregando con las curas, privados de su grandeza, que como talismán les había reconfortado en las tareas que debían soportar (que no era baladí bregar al lado de un Grande de España, par dios).

Asintió brevemente y con inseguridad, mirando a todos los lados con desasosiego.  

Notas de juego

Letrinas, sala de estar dormitorio (bastante grande y con camastros, armarios y demás elementos donde se puede uno esconder o parapetarse), dos camarotes (el tuyo y el del capitán), la cocina... y el exterior xD. Elige y te lo describo. 

(?Te llevas a Anabela?)

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28/09/2013, 13:46
Elvira Prados.

Con toda su educación Elvira no pudo contener una mirada de preocupación, pero no había lugar para la duda en ese barco ni en ese momento, así que asintió e intentó sonreír, aunque sus labios se mostraron tensos y nerviosos.

- Os cuidarán bien, bien lo sé yo.

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28/09/2013, 14:45
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Se inclinó hacia su Dueña, camarada fiel durante demasiados años como para no permitirse un gesto afectuoso aún en presencia de aquellos que la consideraban de más, y besó su mejilla rodeándola con los brazos. Que si era la última vez que habían de verse al menos ser consecuentes con lo que le debía, pues no había criatura más paciente y comprensiva sobre la tierra que Elvira Prados.

-Haceros cargo de estas gente y poneros a salvo si llegaran –le confió al oído con una leve amenaza de llanto-. Y si baja el tal Lindo decidle que a la sala común. Tened cuidado.

Irguiéndose como si aquello sólo hubiese ocurrido en su mente, todavía temerosa y acongojada, paseó una mirada larga por su compañía deteniéndose de más en el zagal al que de mañana había ofrecido un desayuno. Íñigo, recordó con satisfacción. Alzó el mentón y encaró a la tropa, armándose de seriedad.

-Sepan vuestrasmercedes que no es mi propósito quedar pasmada en semejante agujero hasta que nos de alcance el inglés. Así que a moverse. –Restregó las manos contra la tela, limpiando restos de sangre, y echó mano a la pistola. El peso era considerable-. Si mi memoria no me falla, la sala central contaba con dos buenas salidas. ¿Me equivoco?

Hizo un gesto con la cabeza para emprender la marcha, que no iba a ir la primera, y acercándose a la puerta de salida –procurando no pisotear a los pobres que por el suelo andaban tirados- señaló brevemente a la confesora para que la siguiera. Que después de todo era la que le portaba el resto de armas, por si ella en sí no fuese la más peligrosa de todas.

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28/09/2013, 19:46
Director

Abriendo la marcha a lo militar, franqueando todos a Inés con intención de protegerla pasara lo que pasara, marcharon hacia la sala común a paso rápido. El lugar era un conjunto abarrotado de literas, baúles y pequeños armarios. Estaba ordenado y pulcro siguiendo la lógica militar y era fácilmente defendible, aunque un poco dificultoso para luchar en él si llegará en el caso.

Todos ocuparon posiciones defensivas rápidamente, estando Inés en el centro y apuntando las armas a las dos salidas. La tensión se rompió un poco cuando después de unos minutos no pasará nada, incluso era difícil escuchar algún estruendo de la batalla. Pero aquí la niebla era mucho más liviana y apenas se notaba su efecto.

Aunque Inés no pudo evitar un poco que quizás era porque aquí había menos gente, menos heridos, menos débiles. ¿Cómo de inteligente era ese fenómeno hereje?

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29/09/2013, 19:19
Director

Los minutos se arrastraban con lentitud en la agobiante sala interior de la fragata, a la espera de que algo pasara. La niebla seguía sin espesar allí donde estaban, pero eso no parecía mejorar el ánimo de los soldados, que hubieran preferido mil veces algo de acción, que el diablo llevará a quien tuviera que llevar y ver como todo terminaba ya. Esperar era morir de la manera más lenta.

Por suerte tenía a Marcos bien cerca y a la confesora también. Hubo un momento en que Inés vio cómo su hombre miraba con sospecha la profunda mirada estrábica de Anabela y no pudo hacer más que reprimir una pequeña risa bajando la mirada.

Y entonces lo vio.

Una mano fantasmal, con una extraña consistencia semitransparente, se alzaba del suelo tanteándolo con intención de agarrarle el pie. La piel estaba cuarteada, podrida y en algunos lugares se vislumbraba el hueso; en tres de sus dedos había gruesos anillos de oro viejo y como la mano no para de ascender en su dirección Inés pudo ver un brazo delgado cubierto por la manga de una chaqueta polvorienta y raída.

Estaba a punto de cogerla. 

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29/09/2013, 19:24
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Su mirada se desvió lo justo, no supo si por fortuna o desazón, para alcanzar a distinguir la forma nebulosa de aquella extremidad podrida que se alzaba de entre la niebla. E Inés no supo en primera instancia si debía achacarlo a una creciente pérdida de cordura o a que en verdad todos aquellos cuentos de vieja tenían un fundamento sólido, hasta que aquellos dedos huesudos hicieron un ademán hacia sus pies, y soltando un ‘¡Redios!’ muy sonado que a todos pilló por sorpresa –incluyéndose en todos ella misma-, encañonó el brazo ojiplática y rozando muy de cerca los límites que una podía soportar en sustos.

Un chispazo, muy seguido del grito '¡Fantasmas!' e Inés corriendo a subirse a un baúl donde pudiese ver mejor el suelo al que ya no quería ni acercarse. Y si la tomaban por loca, pues allá ellos, pero ninguna mano podrida se le iba a enganchar a las faldas. Y suerte que allí nadie pudo escuchar lo que se le pasaba por la cabeza, que se habrían ofendido mucho los Santos y los que no lo eran.

- Tiradas (1)
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29/09/2013, 19:49
Corsair

La bala de la pistola impacto de lleno en el brazo que estaba surgiendo del suelo, estallando literalmente una parte de hueso y músculo. Un grito que más parecía surgir dentro de la propia cabeza llenó toda la sala.

Y entonces aparecieron.

Atravesando las paredes, dos por cada lateral,  cruzaron cuatro corsarios ingleses o lo que antes se había podido llamar por tal nombre.  Ahora sólo se podían describir aludiendo al diablo y a la madre que le parió. Sus miradas estaban muertas, aunque no sus manos, que parecían firmes al sujetar un sable o un hacha en la diestra y una pistola en la izquierda. Los ropajes eran los de uso común, pero estaban tan destrozados y podridos como ellos mismos, y su consistencia era física y firme, pero con trazas transparentes, como si no fuera lógico que seres así pudieran sostener los objetos que únicamente corresponden a los vivos.

- Shoot the girl, kill the rest. – Dijo uno de ellos, más corpulento y con trazas de líder por sus atuendos, que aún se podían imaginar majestuosos en una época pasada. Como un solo ser avanzaron para enfrentarse a los soldados españoles.

Notas de juego

Mira la ambientación.

Le toca la acción a Marcos (pero puedes postear una reflexión que no conlleve acción física).