Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo II - La fiesta

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14/02/2013, 21:36
Evangeline Frederick

Quién hubiera pensado que el hombre malencarado de mirada inquietante que desagradó tanto a Evangeline en el desfile, era el mismo que ahora la hacía reír con tanto desparpajo. La joven abrió mucho los ojos al oír el comentario sobre el deseo, y pese a que era consciente que rozaba la falta de decoro, no pudo evitar sonrojarse hasta la raíz del pelo sin parar de reír. Tuvo que sacar el abanico, en pro del comedimiento, y cubrirse con el la boca y la nariz, sintiendo arder los pómulos. Sabía que no debería reírse, que lo que se esperaba de ella era que se escanzalizase, pero la chanza había sido encajada con tal gracia y sutileza, o quizá su carácter era mezcla de juventud e insensatez, que sólo era capaz de contener incomodamente una risa que deseaba escapar. Al menos no era escandalosa, tan sólo incontrolable.

- Capitán, loado sea el cielo -logró articular finalmente, intentando ponerse seria pero sin conseguirlo-. Le ruego por favor que se abstenga de ese tipo de comentarios. Me hace parecer descocada, porque en vez de reírme debería estarle mirando con reproche. Si alguien le pregunta, por favor dígale que me indigné sobremanera y que a punto estuve de abandonar su compañía.

Como bien se ha dicho, era la presentación en sociedad de las gemelas. Debido a esa situación, era la primera vez que Evangeline se relacionaba con un varón con el matrimonio en mente. No tenía prisa alguna ni esperaba salir de la fiesta prometida, ni mucho menos, pero se sorprendió de que Strafford le resultara tan encantador... hasta el punto de hacerle olvidar completamente la sonrisa de Sir Patrick.

Por supuesto, Evangeline conocía los rumores sobre sir Patrick, pero en su candidez, se negaba a creerlos. Las malas lenguas siempre hacen de las suyas, y ¿cómo podía un hombre tan encantador ser capaz de las tropelías que se le acusaban? Evangeline no era consciente de los problemas que podría traerle esa credulidad.

- No es el único sorprendido esta noche... ¿no dijo el capitán Connor que usted era parco en palabras? Me tomaré como un halago el que conmigo haya decidido tornarse generoso, pues en verdad esperaba poca conversación. Me agrada que no sea así. En verdad es usted un grato interlocutor, capitán Strafford... aunque un embustero redomado. No, no me quejo: sus embustes halagan mis oídos, así que le animo a que continúe. Pero, ¿qué quiere decir que no había conocido una mujer como yo? ¿Qué otro tipo de mujeres hay? -pregunta, genuinamente sorprendida-. Más altas, más bajas, que cabalguen o dibujen mejor que yo, que hablen más o menos... pero en conjunto, no creo ser particularmente peculiar en ningún aspecto. ¡Si hasta tengo una gemela! ¡Ni derecho a un rostro propio, tengo! No me extraña que sea tan malvada, teniendo que soportar tanta ignominia -termina, cerrando el abanico.

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14/02/2013, 22:18
Narcisus Strafford

Narcisus sonrió cual recién nacido frente al pecho de su madre cuando vio a Evan reírse con tal energía. Lejos de lo que pudiera parecer, era una sonrisa tan pura e inocente como la del niño por su madre, sin retorcimientos ni intereses ocultos como, quizá, Sir Patrick. Lo cual, todo sea dicho, no significa que Strafford fuese, en el fondo, mejor persona que ese hombre. Ni de lejos, vaya, con todo lo que había hecho el Capitán y con todo lo que seguiría haciendo a gente que no fuese como la señorita Bulter. Es decir, todo el mundo.

- Intentaré comportarme, se lo aseguro- profirió el hombre, radiante-, pero no prometo tener voluntad para ello. Me mina las defensas, señorita Bulter- reconoció, y sabe Dios que había demasiada verdad en esa frase-. No quisiera volver a indignarla y verme privado de su compañía. Eso sería algo terrible.

Lo dijo con teatralidad, como si estuviese jugando algún tipo de papel, que en el fondo sí hacía, pero fingiese hacerlo.

- Pero seguiré con lo mío, ya que me anima a ello. Y sólo por eso- mintió alzando la cabeza con fingido orgullo y un aire pedante, crítico tener una intención verdaderamente ofensiva sino cómica-. Bueno, y porque, precisamente porque soy parco en palabras, tengo muchas acumuladas- garantizó, aunque fuese una frase sin fundamento lógico realista-. Usted está muy acostumbrada a si misma, y obvia detalles que para mi son esenciales, pero que, dada mi falta de bagaje verbal- aunque el usar ese lenguaje para expresarlo ya hacía notar su falacia- no sabría expresar.

Mentía. No podía decirle que era la única mujer buena que había conocido y que siguiese viva o no estuviese marchitándose bajo la sombra de algún parásito. Cierto era que Evan aún tenía demasiados años por vivir como para dar sorpresas desagradables, pero eso no era algo que Strafford pudiese pensar en aquellos instantes.

- Además, mi señora- recomenzó-, temo que, de compararla con cualquier otra mujer- estiró la mano hacia el jardín, elegante y concesivo- salvando a su hermana y el resto de su familia, claro está- añadió en tono excesivamente condescendiente-, su sonrojo anterior no sea nada comparado con el tomate en que se convertiría de oírme. Adulación se quedaría corta como definición.

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15/02/2013, 11:20
John Connor

La suave brisa nocturna complementaba perfectamente con la escena que el joven Capitán estaba vivendo. Las palabras de la muchacha no podían ser más alentadoras. No se podría negar que había muy buen entendimiento entre ellos. La fortuna parecía sonreir a Connor ese día. Caminando junto a la hermosa dama por el jardín, John se acercó a un rosal y tuvo la idea de entregarle un detalle.

- Confío que nuestro anfitrión no tenga problemas con mi acto. Quizá el jardinero tenga una reprimenda por la falta de custidio, pero la situación la merece - Teniendo cuidado de elegir la más hermosa entre las flores, John parte el tallo a una medida que le parece apropiado para ser entregada. - Katherine, si me permite el detalle... - Si la rosa es aceptada, Connor insiste: - Veo que el rojo es su color escogido para esta velada, aunque no necesite complementos, me complacería si llevara esta rosa como broche - Desde luego, la camaradería del militar no osa colocársela en el escote. Si alguien les viera, sin duda no tardaría en llegar a los ojos del Sr. Butler los atrevimientos de su hija. John no quería perjudicar a la muchacha de ninguna manera. Sentía algo profundo por ella, no sabía describirlo, pero se intensificaba por momentos. Escudriñaba su rostro y cada poro se antojaba perfecto. Ahora entendía el sentido a muchos actos por amor. Lejos quedaba patriotismo y el sacrificio militar al  lado de este nuevo sentimiento.

- Sé que esta velada aún no ha acabado, pero siento la necesidad de poder volver a verla Katherine. No sé cómo ni cuando, pero espero que las obligaciones con el Fuerte no puedan retenerme mucho. Quizá la estoy abrumando, no quisiera importunarla... -

Notas de juego

Perdón por mis retrasos, aunque entro a ver las novedades ando escaso de tiempo. Sorry.

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17/02/2013, 02:48
Director

Cuando Augustus se despidió de Susan se detuvo justo donde la gente comenzaba a arremolinarse, mirando con curiosidad a la pareja que bailaba en el centro de la pista. Era la señorita Georgina Sedley, que conoció en aquel encontronazo con el ladronzuelo. Estaba bailando con un caballero maduro, pelirrojo y alto, un bals y muy juntos. La gente comentaba entre indignada y maravillada por su atrevimiento, tanto por bailar antes de la apertura oficial con los Markington como por hacerlo con aquel tipo de danza tan nueva y descocada, con la pareja muy junta por la cintura, danzando con aquellos extraños compases. Pudo ver como lady Marion, su madrastra, se acaloraba visiblemente acalorada, y lord Butler, su padre, enarcaba una ceja antes de apurar de un trago la copa de champagne.

Cuando el baile cesó, pudo pasar al otro lado. Fue entonces cuando las señoritas Butler regresaron de sus paseos y confidencias en el jardín de la mano de los galantes capitanes. La atención se centró entonces en la pareja anfitriona, que al fin había abandonado las recepciones y saludos. Comenzaron a sonar los compases de la danza, y todos miraron su baile de apertura, elegante y clásico, que fue muy aplaudido.

Mientras, Augustus había llegado al fin junto a su tío, cuyos acompañantes se habían despedido y le habían dejado reflexivo. Su sobrino le miró, interrogante. Fue entonces cuando la música cesó y escucharon el brindis. Lord Markington alzó su copa (que un camarero solícito le había ofrecido) mientras su esposa sostenía la suya.

-Por todos ustedes, damas y caballeros, y por esta noche. Deseamos que sea una velada inolvidable para todos. Pero antes, como deferencia para los militares que se hallan aquí presentes, algunos de los cuales vieron morir a muchos buenos hijos de Inglaterra en la guerra contra el corso, cantemos nuestro himno. Maestro...

Los presentes se envararon un tanto, y con tono dispar comenzaron a cantar el estribillo de "God save the king". Para cada uno, el himno significaba algo diferente. Para hombres como Augustus, no era más que una formalidad, una loa a una persona cuya sanidad mental estaba en entredicho. Para otros, como Connor, era un canto a la libertad de una nación que habían defendido con lágrimas, sudor y la sangre, propia y ajena, en campos de batalla a lo largo y ancho de Europa. Para Georgina no era más que el himno de un país extranjero, una idea que se imponía a la fuerza en lugares como en el que ella nació. Aunque, en realidad, gracias a esa imposición ella pudiera vivir y afrontar el futuro desde una posición de riqueza y poder.

El himno terminó, y todos aplaudieron. Las parejas de baile se hilaron entonces. Georgina repitió con el señor Templeton, un gran descubrimiento, mientras que Kath y Eva ya conocían sobradamente a sus compañeros en los primeros compases. El duro capitán Strafford, el granadero por el que habían suspirado secretamente muchas damas, bailó con una sonriente Evalengine, tras su juego de requiebros en los jardines. Kath no quitaba ojo a quien consideraba desde que había hablado con él como "su capitán Connor", y en sus ojos había, indudablemente, amor. Un amor que estaba permeando en el alma de Connor, filtrándose por sus poros, venciendo toda resistencia.

La velada se transformó en un sueño, en un ir y venir de damas y caballeros de todas las edades y condiciones girando sobre si mismos, alejándose, para luego encontrarse, cambiando de parejas, siguiendo el son de la música con pasos de baile por todos conocidos, y mil veces entrenados. Las viejas matronas miraban desde los sillones, junto a sus maridos, abanicándose, mientras sus ojos nostálgicos recordaban días pasados y, en cierta medida, mejores, donde ellas mismas habían sido las protagonistas de una noche como aquella. Una noche inolvidable. Las madres miraban a sus hijas con ilusión, pero también evaluando a los caballeros con quien compartían la pista de baile. Muchas de aquellas chicas fraguarían en aquel baile su futuro matrimonial, por lo que, en una sociedad como aquella, aquella noche era algo más que magia y diversión. Era una prueba.

Pero para las hermanas Butler y su hermanastra Georgina, la noche se había convertido una sorpresa inesperada. De una anodina presentación en sociedad, en la que pensaban ser vendidas como ganado al mejor postor, habían sacado algo positivo. Habían sido capaces de escoger, aún contra las instrucciones de lord Butler, más con el corazón que con la razón. Por eso, en realidad, chicas como su amiga, Susan MacAllister, las miraban con una ilusión no exenta de envidia.

Sir Barnabas Morgan miraba el baile apoyado en su bastón, al igual que lo hacía su sobrino. No le había dicho nada, al no iniciar el baile de apertura acompañado por una señorita, como si no le importara. Eso atrajo su curiosidad, y liberó de su pecho la pregunta que en él ardía. ¿Que había pasado? Su viejo tío, que le había escuchado perfectamente, sacó de su chaleco una página de un periódico londinense, una conocida gaceta de distribución nacional. En la primera página, había un mensaje con membrete del rey. Comenzaba así: "Por orden de su Graciosa Majestad, el rey Jorge III, y en su nombre el príncipe regente, se decreta la cuarentena total para las ciudades de Manchester y Londres. El ejército ha acordonado las principales salidas, se ruega mantener la calma, y no tratar de huir..."

-Ha comenzado -dijo sir Barnabas, con tono melancólico, apesarumbrado. Sacó un pañuelo, y con él, se secó los ojos, que tenían un apunte de lágrimas.

El cadáver del señor Thompson se levantó de su tumba. Fue esta una tarea lenta y pesada. Y hubiera resultado dolorosa, de poder el cuerpo reanimado del antiguo terrateniente experimentar el dolor. Sus ojos blanquecinos, muertos, miraron alrededor, despacio. Su oído animal escuchó el sonido del traqueteo de una puerta, y se encaminó hacia allí con un paso lento pero imparable. Vio entonces que se trataba de uno de sus criados, al que había mordido su antiguo palafrenero, que acababa de ser reanimado por aquella extraña enfermedad. Era como una vuelta a la vida, tras la muerte. Una vida capada, muy limitada. La vida de un animal de apetito insaciable. Un animal que no se cansaba jamás, y cuyo único objetivo era saborear la carne humana.

Surgiendo lentamente de los cementerios, de las habitaciones donde se hallaban recluidos por su "extraña fiebre" y de la casa del médico, improvisado hospital de Colchestershire, los muertos vivientes recorrieron las calles desiertas. Pillando por sorpresa al sereno, y a los pocos hombres y mujeres cuya condición social demasiado baja les había impedido asistir a la fiesta, deambulaban a aquella hora por las calles. Les mataron a mordiscos, arrancando trozos de su carne, derramando su sangre, masticando sus órganos con una fiereza indescriptible. Las pobres víctimas no podían sino gritar con desesperación, y tratar de zafarse. Algunos lo lograron, sin saber que ya estaban sentenciados.

Las decenas se convirtieron, en cuestión de unas horas, en un centenar. Su número iba creciendo exponencialmente. Cuanto más rápido morían sus víctimas, más temprano estas se reanimaban. Algunos, sin embargo, demasiado heridos, no volvían de entre los muertos, y eran consumidos por estos en un frenesí de carne y vísceras. Agotado pronto el suministro fresco de carne con la que alimentarse, los seres se dirigieron con paso lento, pero seguro, hacia Skylands Manor. La luz, el trasiego de carruajes, la música, el sonido de las risas y la fiesta, les atraía como si fuera un faro.

Al término del segundo baile, Katherine y Connor se retiraron para tomar un refrigerio, y coger fuerzas para proseguir. En un arranque, Kath tomó del cuello de la casaca a su amor platónico, atrayéndolo hacia un aparte. Quizá fue el vino dulce, o el amor que latía desbocado en su pecho. No dijeron la palabra, pero no hizo falta. Se miraron a los ojos, durante un largo instante. Un instante que pareció interminable. Como atraídos por un extraño magnetismo, el de polos opuestos y complementarios, sus bocas se buscaron en un primer y tímido beso. Para Katherine, fue su primer beso, y una experiencia que jamás olvidaría.

No hubo tiempo para un segundo. De repente, alguien chilló, una mujer. Todas las miradas se giraron hacia la pista de baile, cuyos bailarines se apartaron con una mezcla de molestia y pavor. Uno de los criados de lord Markington, vestido de gala para la ocasión, había llegado trastabillado, y cayó en el centro de la pista, sobre el zócalo decorado con una vieja heráldica. Sangraba por el cuello, con la yugular rota, y manoteaba desorientado, aterido como si huyera del mismo demonio. Augustus iba a acercarse, a tratar de ayudarle, aunque sabía que su herida era fatal. Entonces les vieron. Las puertas que daban al jardín se abrieron de par en par, empujados por sus cuerpos. Eran solo tres, dos hombres, campesinos, y una niña de unos diez años, a la que le faltaba la carne de la mitad inferior de la mandíbula. Los hombres lucían horrendas heridas sangrantes, y sus bocas manchadas de la sangre del criado se acercaron a los invitados más cercanos, buscando herirles.

Detrás de ellos, el señor Thompson caminaba sobre el jardín, junto a una legión formada por más de cien muertos vivientes. La fiesta terminó, entre gritos de terror y carreras apresuradas. Pavor, conmoción, desorientación. Algunas señoras mayores murieron casi al instante, de un infarto. Pronto se convirtieron en carne fresca para los zombies. El caos de la epidemia hizo que aquellas damas y caballeros de excelente alcurnia se convirtieran en animales, atropellándose en busca de la salvación. Ya no importaba la cuna, ni el nacimiento, ni los modales. Aquello era algo primario, atávico, viejo como la humanidad misma. El pavor más intenso. Un sálvese quien pueda.

Había comenzado la masacre.

Notas de juego

Hacedme una tirada de Carisma (solo la característica) a Dificultad +8. Las chicas tenéis un penalizador de -2, al no estar acostumbradas a tales visiones horribles. Los varones militares tenéis un +2, por aquello de las experiencias bélicas. El médico un +1 por estar acostumbrado a los cadáveres. Si falláis entráis en pánico y no pensaréis en otra cosa que en huir hasta que os sintáis a salvo. Si el fallo es catastrófico huiréis aún por encima del cadáver de vuestros familiares mientras lloriqueais, y posiblemente os hagáis vuestras necesidades encima y todas esas cosas tan poco heroicas :P.

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17/02/2013, 04:10
Georgina Templeton-Sedley

Estaba practicamente decidida a exponer su propuesta al señor Templeton cuando el horror hizo acto de presencia. No era el primer hombre que veía morir desangrado pero eso no lo hacía menos desagradable, también ello jugó en su favor para dirigir la vista en busca de la causa en lugar que quedarse paralizada observando la agonía, siendo casi la primera en percibir las grotescas figuras.

Con los ojos abiertos de par en par y conteniendo la respiración, instintivamente, agarró la mano del irlandés y tiró de él para apartarse del camino de la que sabía sería una muchedumbre desbocada. Andó hacia atrás en dirección al estrado de los músicos. En un abrir y cerrar de ojos aquello se tornó en un espectáculo dantesco. Se subió al plinto de madera y desde allí (justo en dirección opuesta a la masa que corría hacía el hall) pudo ver a su madre y hermanastras de quienes trató de llamar la atención gritando

-¡¡BUTLER AQUÍ!!

Estaba junto a la salida del servicio e hizo un amplio aspaviento indicando dicha puerta, de seguro la salida les sería mucho más fácil por allí. Miró a su acompañante al que soltó de la mano

-No se separe de mí, por favor...

Sin pensar se levantó la falda, de un solo mordisco rasgó la tela y de un tirón recortó su vestido hasta las rodillas, de otra manera no podría correr

-¿Lleva algo contundente encima?

Estaba claro que habría que defenderse en la huida

- Tiradas (2)

Notas de juego

perdon, restale 2 al modificador, eso me dejaria la tirada en un 9

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17/02/2013, 05:11
Mr.Templeton

El señor Templeton dudó un segundo, al ver todo aquel caos, confusión y muerte. No obstante, él había visto morir a mucha gente y de muchas maneras, por lo que supo sobreponerse al horror al cabo de unos segundos, y más al verse contagiado por la valentía de la señorita Georgina. Tragó saliva y se pasó la mano por el rostro, mirándola y mirando a la puerta de servicio.

-Solo he traído un bastón, pero está en la entrada. En las cocinas seguro que encontraremos cuchillos, rodillos y mazos para la carne. Pero más que armarnos, deberíamos salir de aquí. Y cuanto antes. ¿Ha venido con Kapoor?

- Tiradas (1)
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17/02/2013, 13:43
Georgina Templeton-Sedley
Sólo para el director

Estaba haciendose una especie de atillo con el chal. Introdujo dentro de él los objetos de valor que pudieran molestarla (un tirón de pendientes podría resultar muy doloroso) junto a los girones del vestido y lo asió enrollandolo a su cintura y pecho, no quería flecos por los que pudieran agarrarla.

Escuchaba a Templeton sin perder de vista a sus familiares. Las hermanas estaban mas o menos cerca acompañadas de unos militares pero su madre estaba inmersa en el taponamiento de la entrada al salón.

-No, el señor Butler no le dejó venir... idiota...

El pánico terminó de adueñarse de la sala cuando esa especie de cadáveres andantes empezaron a comerse a los allí presentes. Eso si que no lo había visto nunca y volvió a agarrarse a su acompañante

-Si no vienen en 10 segundos nos vamos ¿Sí?

Le miró a modo de súplica, tratando de no contagiarse del histerismo general. Puede que no le cayeran bien pero no deseaba verles destripados. 

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17/02/2013, 18:57
Narcisus Strafford

Narcisus estaba sumido en una especie de trance hipnótico, fuera de si ante una persona con la personalidad y gracia de Evan. Pese a las monsergas y embrollos propios de la fiesta, el hombre se estaba divirtiendo, algo inusitado teniendo en cuenta su historia y carácter. Pero cierto al fin y al cabo.

Todo pasó, cual hielo tiñendo las aguas termales, al ver aquello, a falta de palabros más apropiados para poder describirlo. Carecía de toda lógica y sentido, por lo que se quedó en el sitio, petrificado durante un instante, con la boca entreabierta, intentando balbucear algo y procesar lo que le era imposible. Sencillamente no tenía ninguna explicación que atendiese a razones.

Pensó que, definitivamente, había enloquecido por culpa de intentar forzarse a si mismo. No fue sino cuando observó que los gritos no residían en su cabeza, sino alrededor, cuando comprendió que aquello, pese a todo, no era demencia, sino algo que afectaba a toda aquella casta de vociferantes. Al final el hombre tenía razón, y ni la música o la ropa importarían, aunque era muy sesgado y sacado de contexto en una situación como ella.

En un acto reflejo, el señor Strafford no pudo mirar a Evangeline, la cual muy probablemente estaría sumida en un horror nunca antes visto, pero que para Narcisus era mínimamente aceptable. No los había visto andar, pero sí yacer. Aferró la muñeca de Evan, volteándola e instándola a no huir en una desesperada algarabía acompañada de lo que, con toda probabilidad, serían pisotones y cúmulos de personas intentando escapar como si aquello fuese el mayor de los fuegos nunca salidos del infierno.

- No le pasará nada- mintió Strafford, con un tono muy en contra de la falsedad de sus palabras, seguro de si mismo y quedo como el mármol de su rostro.

Observó el entorno, buscando cualquier cosa que, abandonada, pudiese servirle para sembrar distancia y, de ser necesaria, que la sería, violencia. Aunque fuese un violín o su maldito arco, pese a no ser, ni de lejos, su función original. En ello buscó, a su misma vez, al señor Connor. Debía de estar ahí, con la otra gemela. Y sabía que, si quería escapar a un sino terrible, debería unirse a él y aunar fuerzas.

- Tiradas (2)
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17/02/2013, 23:02
Evangeline Frederick

Evangeline disfrutaba de la fiesta... hasta ese momento. Jamás se había visto enfrentada a la violencia, menos a una tan descarnada; inevitablemente cayó presa del pánico. No pensaba, su único deseo, un deseo primario, era escapar, huir, alejarse de tan grotesca carnicería. La mano de Strafford la aprisionó: oyó sin escuchar sus palabras de tranquilidad. Su única intención, su único deseo -un deseo no pensado, meramente el instinto animal de la presa que intenta escapar- era marcharse de allí. Era estúpido: moriría pisoteada si no devorada. Pero Evangeline no era un soldado, y no estaba entrenada para esas situaciones.

Con los ojos anegados en lágrimas de espanto y horror, intentó zafarse de la presa de Strafford para alejarse lo más posible de allí. Ni siquiera pensó que estaría más segura en compañía de un militar que huyendo como un conejo. No fue capaz de articular palabra, solamente intentaba soltarse y huir. Afortunadamente para ella, Strafford tenía fuerza suficiente como para mantenerla cerca. Y con suerte, a salvo.

- Tiradas (1)
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18/02/2013, 01:58
Katherine Connor

Aunque toda la noche habìa parecido màgica, ahora la magia parecìa convertirse en horror. Cuando vio aquellas cosas, su corazòn se sintiò sobrecogido, aquello era demasiado para ella. Katherine comenzò a temblar, volteò buscando a su padre, a su hermana y si, a las otras dos mujeres que eran parte de su vida, finalmente algùn cariño les tenìa. Querìa salir de ahì y llevarse a su familia y a su capitàn con ella. Se girò a mirarlo y suplicante, con todo el terror corriendo por sus venas le pidiò que la sacara de allì pero no terminò de decirlo cuando mirò màs abajo en la cintura de Connor, iban a necesitar armas si querìan salir vivos de allì.

-¿Saldremos vivos, verdad?

Pero no esperò una respuesta del militar; buscando a su familia y mirando un camino por el cual pudiera llegar hasta ellos, como casi toda la noche, tirò de Connor y se decidiò por ir a tomar de la mano a su gemela, de momento era quien màs la necesitaba. Cuando tuvo a Evan a su alcance, la sujetò de la mano y la mirò con determinaciòn, no es que no tuviese miedo, sòlo que querìa salir de ahì con todos los que amaba.

- Tiradas (1)
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18/02/2013, 10:02
Augustus Frederick

Su primer impulso de ir a ayudar se vio frenado al comprender qué era lo que se presentaba ante sus ojos. La cuarentena no había funcionado y se encontraban ante la mayor infección de la historia desde la mismísima Peste Negra. Y su contagio o, peor aún, muerte no iba a beneficiar a nadie. Así que en vez de acercarse al infectado se alejó de él lo máximo posible, mientras agarraba por un brazo a su tío para no separarse de él.

- Manténgase alejado, no podemos hacer nada por ellos ahora mismo. - dijo a su tío, aunque era bastante evidente que el anciano no iba a ir a ningún lado. Ante tal caos parecía más frágil y viejo que nunca. - Si alguien se le acerca, use su bastón. - no le cabía ninguna duda de que le haría caso.

Observó hacia dónde huía la gente y consideró cual era su mejor opción. Tenía la cabeza fría y no se dejaba llevar por el pánico, como claramente muchos estaban haciendo. No pensaba huir para acabar aplastado por una vieja gloria. Los soldados debían llevar algún tipo de armamento, o eso esperaba, ni que fuera ceremonial. Su mejor opción era acercarse a ellos y luego intentar escapar todos juntos. Cuantos más fueran, más posibilidades tendrían.

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18/02/2013, 12:01
John Connor
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Master, no he sabido introducir bien los valores de la tirada. Me falta el +2 que otorgas por ser militar. En dicho caso llegaría al 8 de la dificultad. Por otro lado, lo del valor uno es pifia cuando se sacan los tres 1 o bien 1 en el dado objetivo?

En función de lo que me digas roleo la situación. Igual Connor tiene que salir corriendo como una nenaza, jejeje.

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18/02/2013, 15:36
Director

no, la pasas justo

Notas de juego

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18/02/2013, 16:30
John Connor

Connor se encontró con los labios de Katherine. El tiempo parecía detenerse al contacto de los labios carnosos y cálidos. Su respiración, su olor, su cercanía, era como estar en el cielo pero pisando la tierra. El Capitán pensaba que era el hombre más afortunado en el mundo y que nada podría arruinar el momento. Se equivocó. Un grito rompió la magia y la fiesta se tornó un caos en cuestión de segundos. Incluso el olor propio de la descomposición inundó el entorno. John conocía bien el olor cuando en las campañas militares tenían que cercenar un miembro gangrenado.

Sus ojos se posaron sobre el objeto de los gritos. Quizá habían entrado algunos ladrones en busca de alimento, quizá civiles en contra de la nobleza. No eran pocos los que percibían cada vez más desigualdad social. No era así. Eran muertos. Muertos que caminaban como macabras marionetas y se lanzaban contra cualquier ser vivo que se topara con ellos. No respetaban edad o sexo. Katherine tiró del brazo de John, que no sin acopio de todas sus fuerzas pudo contener su miedo y hacer caso a la muchacha, y la siguió. Parecía buscar a su hermana. Connor mientras camina localiza uno de los majestuosos candelabros que iluminan los delicados manjares en las mesas. Y lo coge sopesando su masa y resistencia.

Habían sido sorprendidos. Cualquier ejército sabe que uno de los peores enemigos es la emboscada. Sin una organización rápida, las bajas aliadas serán cuantiosas. Sobre todo al estar desarmados. Localiza a Strafford cerca de la hermana gemela. En cuanto puede hablar con él, con la respiración entrecortada, le consulta: - Capitán, ¿Qué demonios está ocurriendo? Los muertos andan. ¿Nos hemos vuelto locos? Por un instante piensa en ser fruto de los efectos de alguna droga. Quizá algún exótico condimento traído de la india agregado con exceso produzca tales alucinaciones. El miedo le vuelve incrédulo, pero su incredulidad puede aletargarle y ser presa fácil de un enemigo que ya parece muerto.

El pánico provocará una estampida de gente intentando escapar. Quizá la mejor opción sea ascender para luego poder huir desde alguna balconada. Pero con las muchachas encorsetadas en sus vestidos, puede ser una labor compleja de realizar. No se separará de Katherine mientras sus nervios puedan ser controlados. Subida en una mesa puede ver a otra de las hermanas. Connor señala con su mano enguantada. – ¡Allí! Katherine vuestra hermana os llama. No debemos demorarnos o no podremos escapar –

Retira las velas de su improvisada arma observando cómo la cera caliente gotea el suelo como si fuera sangre blanquecina. Que Dios nos proteja...

Notas de juego

La tirada estaba en otro post.

Suerte a todos XD.

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19/02/2013, 02:53
Director

Narcisus intentó buscar algo con lo que defenderse, pero no lo hallaría en esa sala. El único candelabro que existía en una de las mesas, y que podrían haber usado como arma, lo había cogido Connor. No obstante, aquel no era lugar para defenderse. Enseguida se dieron cuenta, cuando la multitud que se apelotonaba en las puertas de salida se encontró de bruces con unos pocos muertos vivientes que deambulaban por la puerta de salida, comiéndose a un caballo.

Georgina entró por la puerta de servicio junto a Templeton, puerta por la que habían huído algunos criados que estaban en el salón de baile. Otros, que se habían asomado a mirar, fueron perseguidos por los muertos vivientes, que mordieron a uno de ellos (un ama de llaves). Justo entonces pasó al lado Connor con Katherine, y perdió el improvisado candelabro intentando atacar a la criatura, que sin embargo parecía inmune a los golpes. Corrieron cuando Strafford pasó a su lado, empujando al cadáver reanimado de aquel campesino con una patada. Evangeline, zafado de él, siguió corriendo en dirección hacia donde huía su hermanastra.

El área de servicio de la casa se ramificaba. Por un lado, los almacenes y dormitorios, en la planta superior. Bajando las escaleras, la despensa y la cocina, por la que huía un grupo de tres criados. Las criaturas se mostraban torpes ante la tarea de bajar las escaleras, y parecía costarles más de lo normal. Uno de ellos, de hecho, cayó rodando escaleras abajo, y Katherine se espantó con un chillido. El muerto viviente se dió un fuerte golpe en la cabeza al caer, y pareció fracturarse el cráneo. Eso atrajo la atención de Augustus, apenas unos segundos, pues el zombie no volvió a levantarse.

No había mucho más tiempo para pensar. Las puertas de la cocina eran abatibles, por lo que estaba descartada como eventual fuerte donde resistir. Los cocineros habían huido hacía unos pocos segundos, y solo quedaba una criada joven, asustada, que empuñaba un cuchillo hecha un ovillo en el suelo. En la cocina encontraron algunos utensilios que eran susceptibles de ser empleados como armas, como cuchillos de despiezar, un atizador para el fuego o un mazo de madera bastante contundente para quebrar los huesos de las piezas de carne de caza. No era un armamento espectacular, pero serviría.

Las criaturas habían bajado por las escaleras, en tropel. Eran unos diez. Así que sin pensárselo dos veces, salieron por la puerta del almacén hacia la parte baja de los jardines, por donde corrían algunos criados. Algún infortunado, de hecho, había sido cazado por aquellas criaturas, aunque en realidad no parecían muy veloces. Casi se arrastraban sobre sus pies. Eso les daba tiempo para pensar, pero también para apreciar el griterio de las mujeres, el relincho de los caballos y las voces de horror de damas y caballeros apiñados en la puerta de entrada, donde se habrían reunido intentando escapar, y donde, atraídos por el ruido, estarían aquellos seres, haciendo una verdadera carnicería.

Kath y Eva se preguntaron como estaría su padre, y lady Marion, ya que no les habían visto en medio de aquel caos. A los que si vieron fue a sus superiores, el coronel Markington y el mayor Cotton, que huían camino abajo a uña de caballo. La parte inferior de los jardines se separaba de la superior mediante unos jardines y un canal, con dos pequeños tramos de escaleras ascendentes. Frente a ellos tenían la linde del bosque, y a su izquierda un terraplén muy empinado. Unas escaleras conectaban el lateral de la casa, por el que habían salido, con la fachada y puerta principal. Sin embargo, había una verja cerrada. Los caballos de Connor y Strafford estaban en la puerta principal. Aunque no les servirían de mucho en las presentes circunstancias, pues quizá los hubieran robado.

Lo que atrajo especialmente su atención fue el establo, que se recortaba en la linde del bosque, junto a un pequeño camino que se adentraba en él. Se escucharon dentro los relinchos nerviosos de varios caballos. Era una posibilidad, pero no estaba exenta de problemas. Una carrera de cientos de metros, perseguidos por los caminantes que ya salían por la puerta de la despensa, y otros que acudían atraídos por el grito de los criados que huían hacia el bosque, bajando por las escaleras de los jardines.

El primer zombie se acercó a Eva, teniendo su mano como si tratara de alcanzarla. Tres más venían detrás de él, a menos de tres metros de distancia.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Para llegar hasta el establo debéis lanzarme Atletismo, DC sumatoria de 15+. Esto quiere decir, si no lo sacáis en una tirada, sumáis el resultado de dos. Pero esto querrá decir que tardáis más rato, y por lo tanto, os exponéis al ataque de más mordedores.

Independientemente de si tardáis más turnos, durante el primero os veréis atacados por un zombie cada uno (a excepción de Connor). La dificultad para acertar en el ataque a los zombies es de 13, 15 si les atacáis a la cabeza. Para matarles se necesita realizar sobre ellos un total de 10 puntos de vida en la cabeza, o 20 puntos de vida si no se apunta a la cabeza.

Las armas que habéis conseguido en la cocina son las siguientes:

  • Strafford: mazo pesado de madera, 1d8+1, precisión -1. El daño se incrementa +2 adicional si se hace sobre la cabeza.
  • Connor: cuchillo de carnicero, 1d6+1, precisión 0. El daño se incrementa +2 adicional si se hace sobre la cabeza.
  • Augustus: atizador, 1d6, precisión 0 (1d10 si se acierta en la cabeza usado como lanza).
  • Georgina: espetón, 1d6+1, precisión 0 (1d10 si se acierta en la cabeza usado como lanza).
  • Evangeline: rodillo, 1d6+1 (contundente), precisión -1. El daño se incrementa +2 adicional si se hace sobre la cabeza.
  • Katherine: cuchillo afilado, 1d6 (1d8+2 si se usa para apuñalar en la boca o los ojos, con una precisión de -2 en tal caso).
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19/02/2013, 03:48
Georgina Templeton-Sedley
- Tiradas (4)
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19/02/2013, 03:54
Mr.Templeton
- Tiradas (5)

Notas de juego

El señor Templeton ataca al mismo zombie que Georgina. 15 de daño a la cabeza. En conjunto con el daño de Georgina de 5 puntos al cuerpo, le terminan de matar (aunque hubiera muerto por tras 10 puntos de daño en la cabeza).

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19/02/2013, 04:02
Georgina Templeton-Sedley

-3...2...1...corramos!
Terminó de contar sabiendo que las gemelas le seguían pero habiendo perdido a su madre entre la muchedumbre. Tragó saliba mientras emprendían la huida sintiendo que había abandonado a su progenitora y al padre de Kath y Evan.

Pero no había tiempo de sentimentalismos. Sorteó todo obstáculo objetual o humano y al llegar a las cocinas, sin dudar, echó mano del objeto que más le recordó a su palo de cricket, un espetón de asar pollos.
-Esto es una ratonera hay que salir de aquí. Os recomiendo recogeros las faldas, me temo que nos queda mucho por correr

Dijo sin mirarlas mientras comprobaba la contundencia y movimiento de su improvisada arma. Hizo un conciso gesto de cabeza para indicar a Templeton que estaba lista y echó a correr tras él. De vez en cuando echaba la vista atrás, lo cual la retrasó un poco, verificando que las hermanas la seguían. Escuchó los relinchos de los caballos y tuvo claro hacia donde iban a dirigirse. Empezó a faltarle el resuello fue entonces cuando quedó al alcance de una de esas criaturas y no tuvo más remedio que atizarle, la había pillado sin aliento y el golpe fue débil, por fortuna su acompañante fue certero y contundente de modo que entre los dos lograron abatirle.
Estaba sudando y trataba de recuperar el aliento, tenía el pelo desordenado y lo apartó de la cara para poder ver bien en la continuación de la carrera, tras esto sonrió hacia el irlandés

-Gracias...

Se quedó mirandole apenas unas micras de segundo

-¡Sigamos!

Y reemprendió la huída con fuerzas renovadas

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19/02/2013, 04:36
Sir Barnabas Morgan

Su tío había bajado algo aturullado por la carrera. Llevaba su bastón, y eso era arma suficiente. De hecho, el bastón llevaba un estoque dentro. Eso era algo que hasta el propio Augustus desconocía. Así que cuando bajó a los jardines, sudando por el esfuerzo, y corrió junto a su sobrino, vio que una de aquellas cosas les iba a atacar. Entonces sacó la espada de la vaina y descargó una estocada sobre la criatura, pero apenas le provocó un arañazo en el pecho.

-¡A la cabeza! Creo que sin red neuronal caen abatidos.

- Tiradas (2)

Notas de juego

3 de daño al pecho.

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19/02/2013, 14:09
Narcisus Strafford

Narcisus se convirtió en autómana. Incapaz de hablar, procesando todo aquello, moviéndose por el mero afán de supervivencia y el instinto de conservación. Escuchaba una y otra vez los gritos en su cabeza y las palabras de Connor. Incluso le pareció escuchar el cinturón de su padre, pero no importó.

Una vez fuera, armado con su mazo de madera, dio un par de vueltas al mismo en la mano, pensativo, tomándose los segundos de reflexión que le brindaban los caminantes a su paso lento y paciente.

- Sólo sé de un muerto que haya andado, y de eso hace 1818 años y ocho meses- declaró Strafford, incrédulo, esperando que aquello fuese algún tipo de enfermedad a medio camino entre la rabia y la lepra, o algo así.

Habló con demasiados minutos de retraso, pero era más que nada. Al ver a Evangeline en apuros, alzó la mano.

- ¡NO SE SEPARE!- gritó, acercándose a zancadas para asirla por la cintura, tirando de ella para llegar hacia el establo antes de que aquellos cuatro monstruos la alcanzasen.

A pocos pasos le sorprendió el primer caminante. Alzó el mazo, clavándolo en la cabeza cual clavo a las órdenes de Sir Barnabas Morgan. Pero muy probablemente le haría un segundo golpe de ese calibre para acabar de partir aquella sandía por la mitad, lo cual no pudo sino parecerle más increíble si cabe y obligarle a, incrédulo, abrir los ojos de par en par.

- Connor, creo que su experiencia en combate sería de gran ayuda en estos momentos de necesidad- muy políticamente correcto, en un tono frío y calmado pese al horror grabado en ojos y labios, Narcisus habló, retrocediendo un paso para poner distancia entre él y el caminante, intentando separar el mazo del cráneo y volver a alzarlo sobre el suyo propio, a la espera de un nuevo golpe.

Y desde luego, aquella era una forma clara pero tranquila de decirle que Evangeline, que no él, necesitaba ayuda. Aunque muy probablemente el Capitán homólogo estaría decantado en aquellos momentos por la presunta "gemela malvada".

- Tiradas (3)