Partida Rol por web

En ese momento, y para sorpresa de todos, la señora Spooner intervino, airada, haciendo gala de la clásica flema británica en un momento de gran seriedad y tensión como aquel.

-Ah, no. Ustedes no van a ir a ningún lado sin tomar antes un buen desayuno. Así que mejor discutan estas cosas sentados en el comedor. Le serviré una taza de té al limón, padre Jackson. Como a usted le gusta.

Dicho lo cual abandonó con mucha decisión el hall, seguida por unos incrédulos criados.

Tras la comida, Narcisus cerró la puerta de su habitación. Se asomó a la ventana, viendo la silueta de unos buques que enfilaban el canal del Támesis, haciendo unas señales con sus banderolas, que fueron respondidas desde allí. No estaban solos, y eso le tranquilizaba. Ahora Tarleton estaba al mando, y para él era un alivio. Un mando competente, y no ese snob cruel y estúpido de Markington.

Colgó el sable en la pared, sobre la cama, y se quitó las botas, pensando un momento en qué sería de Connor y de las hermanas Butler. No le generaban una gran simpatía, pero él era así. Era un hombre de acción, con un corazón duro y frío. No pudo evitar componer una suerte de macabra sonrisa al recordar la cara de espanto de Evangeline al contarle lo que realmente anidaba en su corazón.

Cerró los ojos, reconcilándose con la cama. La bruma del sueño le llevó poco a poco, transportándole a otros lugares, mezcla de recuerdos, aspiraciones y callejones sin salida. Y en momento, volvió al fango de Quatre Bras, tras las lluvias. La caballería francesa, tocando sus cornetas, cargaba contra el cuadro de infantería británica donde el joven teniente Connor se había refugiado. Narcisus, con el sable manchado de sangre, estaba ronco de dar órdenes. Los soldados recargaban y disparaban, empuñando fuertemente sus fusiles con la bayoneta calada. Bayonetas que entraban en la carne, desgarrándola, haciendo encabritarse a los caballos y derribar a los jinetes. El cuadro resistía, por que los hombres hacían lo que debían.

Cuando abrió los ojos, contempló de nuevo una figura conocida. Por la luz que entraba por la ventana, serían en torno las seis de la tarde. Esperaba, sinceramente, que Connor no se demorara mucho.

El suboficial se cuadró ante su cama y le saludó llevándose la mano al pecho y sobre el fusil. Tenía un aire marcial, y a la vez cansado.

-Disculpe, mayor. Pero el general requiere de su presencia en su despacho.

Narcisus sonrió. Wyatt, el de los cuatro disparos por minuto. Le recordaba. Lo acababa de poner como ejemplo en la batalla hacía unas horas.

Se incorporó sobre la cama, pasándose un instante la mano por la melena. Connor. Si no aparecía tendría que informar de la desaparición e incumplimiento del oficial. Desconocía si le mandarían a por él, pero ciertamente no albergaba demasiadas esperanzas dado el panorama nacional. Tampoco le importaba demasiado en el fondo, teniendo en cuenta su cargo ahora y su posición dentro del ejército. Aún se le hacía raro que le llamasen Mayor, pero no era algo que le disgustase en absoluto.

Y sin embargo, algo le animaba a volver a la mansión de los Bulter. Más allá de ver a Connor y darle un último aviso de que volviese a sus deberes, estaba Evangeline. Esa poca suerte de mujer era un cabo suelto en toda regla, que si bien no podía perjudicarle en modo alguno seguía siendo molesto. Era una bandera que le revelaba como humano y a su vez como monstruo.

- Se lo agradezco- respondió inicialmente el hombre levantándose del camastro.

Ahora había dormido. Le sorprendió que el suboficial se le apareciese a pie de cama, pero era lógico y no se sintió violado. Al contrario que las mujeres de Sir Patrick. A ver qué quería el general. Seguro que era algo del agrado de Narcisus, y sino cuanto menos interesante.

Katherine se queda de una pieza hasta que a Connor se le ocurre decirlo aquello al padre, entonces ella también se acerca, no va a perderlo ahora que ha vuelto pero el padre no parece venir con ganas de matar a nadie e incluso se ve que la muerte de sus padres le aqueja y la joven pronto vuelve a sentirse segura o bueno, dentro de lo que cabe porque a juzgar por las noticias, lo que van a hacer ahora es partir. Con disimulo toma la mano de Connor mientras la señora Spooner sale para disponer el desayuno y hala un poco de él para hablar más o menos en confidencia.

-¿Connor, crees que sea buena idea irnos? Después de todo hemos mantenido Butler Manor a salvo...

Lo miró fijamente a los ojos, obviamente confiaba en él. Sin soltar las manos de Connor y casi imaginando la respuesta, se dio media vuelta a mirar a su hermana, a Frederick, al tío de este, al otro caballero que de alguna manera ahora sería de su familia, porque empezaba a entender un poco lo que había pasado con Georgina y quería darse una oportunidad.

-¿Todos estamos de acuerdo en hacer esto?

Ella quería saber.

Una vez que el religioso y el muchacho han entrado al aparente refugio de la casa Butler, Connor escucha las nuevas del mismo Rey. O más bien, del nuevo Rey. ¿Habrá sido presa de la infección? La imagen de su familia en Londres pasa por su mente para atormentarle. ¿Qué suerte habrán corrido los suyos? Al parecer Londres está siendo asediada por los muertos. Con la gran población de la urbe, la situación debe ser muy difícil. Katherine busca cierta privacidad para consultar sus propósitos. La mirada franca de la muchacha es devuelta por el Capitán. - Haré lo que te haga sentir mejor Kate, pero si pides mi opinión, me quedaría. Gracias al fuerte y a la táctica militar pertrechada por Strafford, hemos reducido la amenaza de manera considerable. Con un poco más de entrega podremos convertir Colchestershire en otra zona segura - Reflexiona unos instantes y continua hablando con su prometida - Kate, el mundo está cambiando drásticamente con estos acontecimientos. Y con ellos la sociedad también. Si nos desplazamos, tengo miedo de que puedan asaltar tu hogar y Dios sabe cómo se podría reclamar tus bienes patrimoniales si el palacio del Rey cae bajo las garras de los muertos. Por otro lado, si contribuímos a crear otra zona para refugiados aquí, la gratitud de Palacio nos otorgaría favores de índole aristocrática. Sé que es un pensamiento egoísta, pero si tuviéramos descendencia, quisiera dejarles mejor legado que mi gastado sable -

Connor desvía su mirada hacia una de las ventanas, como si pudiera llegar a ver la situación en el Britannia. ¿Cómo podría afectar la situación en Londres al cuerpo militar? Un Gobierno debilitado y la transición de la monarquía podrían ser propícios para alzamientos en busca de poder, como si el mal que sufre la capital fuera poca. Si la visión de una nación sin Gobierno se expande, la unidad del ejército se vería afectada por muchos desertores, que preferirían pasar su tiempo con sus familias. Como él mismo desea poder hacer cada vez con más convicción.

- No lo sé. Es peligroso, desde luego; viajar no me parce lo más sensato.  Y no tenemos la garantía de que los almacenes de Dover estén intactos. Quizá sea hacer un peligroso viaje en vano...

No le parecía nada sensato. Sería ponerse en peligro por un tal vez. Si llegaban a Dover y los almacenes habían sido saqueados -cosa nada rara-...

- No me parece prudente. 

Deslizó la mirada al doctor Frederick. ¿Qué opinaba él?

Katherine dejó de prestar atención a todo lo demás, cuando reparó en lo que le había dicho Connor. Hizo un gesto con el dedo para que si alguno de los otros quería responderle, aguardara.

-Ya volvemos...

Dijo y se llevó de la mano al capitán.

Lo llevó consigo hasta afuera del salón, justo en el pasillo y lo miró a los ojos pensando en lo que iba a decirle.

-Yo tampoco creo que sea una buena idea irnos de aquí...

Tomó la mano derecha de Connor, ella temblaba ligeramente pero él podía notarlo en aquel roce.

-Ni quiero que mi hermana se vaya a ningún lado, así que intentaré convencerla de que se quede pero una cosa es cierta, querido mío: no importa si he de vivir en una cabaña en el medio del bosque mientras esté a tu lado y nuestra descendencia.

Ella sonrió y se acercó para abrazarlo, ahora que no había nadie se vio libre para demostrarle que estaba tan enamorada de él como él de ella.

-Defendamos este lugar juntos, capitán.

Augustus recibió la información con alivio. Ahora que veía una cierta organización contra la pandemia no se sentía tan loco intentando luchar contra ella. Pero ninguno de los planes le acababa de convencer, menos ahora que tenía que pensar también en el bienestar de Evangeline. Todo parecía reducirse a una separación del grupo que no le parecía beneficiosa.

- No me parece seguro ir a Dover, tal vez lo que debamos hacer es enviar la información de lo que hay en Dover al ejército o al gobierno, y que otros más cualificados vayan. - aquello sonaba a cobardía, pero claramente no se percataba de ello - En cualquier caso, si alguien quiere salir de esta casa, recomiendo que antes se inocule contra la enfermedad. Retrasará un día como mucho la salida y puede ayudarnos a salvar más vidas.

¿Y acaso no era eso lo que debían hacer en Suffolk? Miró a Barnabas, dudando, aunque sabía tenía razón. Pero su mirada se dirigió a Evangeline, buscando extrañamente la respuesta en ella.

- Tal vez sí, deberíamos ir a Suffolk... - dejó caer, cogiéndola de la mano - Aunque entenderé si no quiere separarse de su hermana o de esta casa... Me sentiría más tranquilo si viniera conmigo. - aunque tal y como lo decía, estaba totalmente abierto a sugerencias.

Rapidamente se repuso de su arranque de debilidad y retornó a su habitual pose, Patrick la hacía sentir fuerte y siempre había tenido una rápida capacidad de concentración. Saludó al párroco con una inclinación de cabeza y escuchó como se fraguaban los nuevos planes y las inquietudes al respecto. A ella también le asustaba que pudiera suceder fuera de los etéreos muros del manor pero como había dicho el día anterior a Templeton a ella le movían obligaciones por encima de si misma, era cuestión de humanidad. Las hermanas ya no estaban desamparadas, podía estar tranquila de que las protegerían y cuidarían bien y ella no pintaba nada allí, nada le ataba. Templeton y Kapoor habían venido para llevarla, para tomar posesión de sus negocios y quizás no había mejor momento para hacerlo que ese.

Kath y Connor salieron de la estancia, y aunque eso la extrañó no la detuvo para hablar. Se aclaró la garganta con un leve carraspeo.

-Disculpa querido

Dijo apoyando, suave pero firme, una mano en el brazode su novio y adoptando una pose ligeramente por delante de la suya

-Es absolutamente lógico el recelo a salir del lugar, ha costado mantenerlo en pie y a todos nosotros a salvo. Cuanto puedan necesitar ahora y en el futuro está aquí, son Butlers y han de permanecer en Butler Manor, pero yo no. Mi presencia aquí se ha dilatado por demasiado tiempo, Kapoor y el señor Templeton vinieron por un cometido concreto y este ya se ha cumplido...

Parpadeó manteniendo a raya sus sentimientos, aún estaba sensible

- ...Este no es mi lugar y considero que soy mas útil fuera que dentro. Los doctores han hallado una cura y yo tengo los medios para extenderla, no podría dormir con la conciencia tranquila sabiendo que pude hacer algo por remediar este horror y no lo hice. Se que es peligroso igual que también se que cabe la posibilidad de que los almacenes hayan sido saqueados o destruidos pero al menos lo habré intentado, creo que son tiempos en los que el bien común está por encima de los deseos personales.

Dijo esto último mirando al sacerdote, él mas que ninguno debería comprender sus palabras

- Tenemos la fórmula, la hemos experimentado exitosamente, tenemos el informe completo y varias copias... (quedó pensativa un momento) creo que antes de hacer ningún movimiento más deberíamos redactar un texto a modo de acta notarial cuyo testigo fuera el reverendo Jackson, en ausencia de un notario propiamente dicho, como colofón del informe para certificar la autoría y veracidad del mismo, puede sonar frío hablar de algo así pero por experiencia en la empresa se que es de lo más aconsejable, se previenen disgustos posteriores.

Miró a ambos médicos cuando reflexionaba a este respecto, se trataba de proteger sus méritos y garantizarles el reconocimiento merecido, el mérito de todos y cada uno de los allí presentes que habían aportado su particular grano de arena, incluida ella.

- Cuando regrese preguntaré al capitán si existe alguna vía de correo segura. Quiero decir... algún modo de comunicación con las autoridades a distancia, de modo que podamos notificar que poseemos la cura pero necesitamos apoyo logístico. Así también podríamos intentar recabar información sobre el estado de los almacenes antes de emprender el viaje o incluso lograr que nos acompañe un pequeño contingente.

Su cabeza no paraba de pensar, estaba decidida a viajar hasta Dover y llevar el cargamento hasta el campamento de refugiados mas cercano, por supuesto partiría con una de las copias del informe consigo después de haberse inoculado, ella y sus dos acompañantes.

Evangeline estaba nerviosa y pensativa. No prestaba atención a la conversación a su alrededor, ni pensaba en a qué diablos se habrían ido Kate y Connor.  Su mente estaba centrada en la información del panfleto. Casi pareció despertar cuando Augustus la tocó.

No quería abandonar la casa, no quería abandonar a Kate. Pero... si Augustus quería marcharse, ¿no era deber suyo, en calidad de prometida, ir tras él? Cuando él la cogió de la mano, se sintió algo más tranquila.

- Ir a Dover es demasiado peligroso -asintió a sus palabras. Cuando había revueltas, la gente se volvía loca. Y en una situación de pandemia, unos almacenes llenos de suministros serían de las primeras presas del saqueo. Evan estaba segura de que ni un milagro habría mantenido esos almacenes a salvo-. Pero, ¿es más seguro ir a Suffolk que permanecer aquí, Augustus? -inquirió, llamándole por su nombre por primera vez-. Lo que sabemos  de seguro es que Suffolk era seguro cuando este panfleto se imprimió, nada nos garantiza que lo sea ahora. Le ruego que lo piense, por favor -aunque no fuera su prometido, el médico había demostrado su buena naturaleza-. Estar vacunados nos protege del contagio, no del ataque. Butler Manor es segura. Las ciudades son ratoneras cuando se trata de una pandemia, usted ha de saberlo bien.

Suponiendo, claro está, que el telegrama siguiera funcionando. Apretó los dedos de Augustus, suplicante. Era un intelectual, un médico, no un soldado.

- Si decide ir -le miró a los ojos, preocupada-, iré con usted - No deseaba abandonar la casa bajo ningún motivo, pero sentía que era su deber, acompañar a Augustus dondequiera que fuera-. Quizá desde allí se pueda enviar un telegrama Dover, o a la Armada. 

El viejo médico reflexionó un poco en vista de lo que dijeron. Entonces cayó en la cuenta de las intenciones de la señorita Sedley.

-Creo que existe una solución que nos complace a todos. Y es una solución que habíamos descartado en primer lugar. Se trata de ir al fuerte, a Fort Britannia. No se si han estado allí alguna vez, yo he pasado cerca. Está conectado a un canal subsidiario del Támesis, por el que navegan muchos barcos de transporte. Y estando allí, podemos convencer a los soldados para que realicen esas peligrosas tareas de transmitir la información que hemos logrado enlazando con otros lugares. Y a través del canal, podría usted, señorita Sedley, embarcar hacia Dover y regresar con un cargamento de quinina. Y de ese modo, como ha dicho el señor Connor, crear aquí una de esas "zonas seguras", sin arriesgarnos a viajar hasta Suffolk.

Parecía que el señor Morgan se había convertido en el heraldo del sentido común en medio de aquel caos.

A solas con su prometida, Connor escucha pacientemente las palabras de la joven. - Me alegra que pienses de esa manera. Juré dar la vida para porteger a mi país, pero no es necesario juramento alguno para defender la tuya. Aunque entiende que no deseo verte manejando arma alguna. Tus manos han sido creadas para la belleza y no para la guerra. Es muy probable que con Strafford al mando en el fuerte, lo más sensato sea acudir al Britannia y una vez se asegure la zona regresar a la casa familiar para reparar los desperfectos y pensar en un hogar - Cualquier muestra de afecto por parte de Katherine es devuelto sin remilgo ahora que están a solas.

- Regresemos junto a los demás, son momentos para tomar decisiones importanes y debemos estar presentes - Tomando a su futura esposa de la mano, John acude a la estancia donde conversa el resto. Los sonidos de sus pasos sobre la madera hacen patente su llegada. - Y bien, ¿hay alguna idea clara para poner en práctica? -

Indeciso, trataba de encontrar la respuesta al terrible dilema que se presentaba. Era obvio que Evangeline no quería dejar la casa, y en otras circunstancias habría partido a cumplir su deber sin preocuparse por ello. Pero si lo que quería era aportar cierta seguridad a su prometida no podía separarse de ella. O no quería. Aunque admitía que, llegado el caso, poco podría hacer por defenderla...

- Seguramente tenga razón. Ir a cualquier sitio, y más si nos separamos, puede ser peligroso. - admitió - Aún así no me parece correcto quedarnos aquí, esperando a que la salvación llegue por si sola. - dijo taciturno - Es curioso cómo el ser humano desea siempre cierto protagonismo aunque la situación le supere. - su mirada frustrada vagaba por la habitación, buscando una solución.

Fue su tio quien la aportó, como siempre. Él siempre había sido la voz de la razón de su familia a pesar de su carácter y sus frecuentes ausencias. Y en aquel momento había vuelto a salvar a su familia, aunque él no fuera consciente de que se acababa de ampliar. Decidió callar por el momento, no era hora ni lugar para hablar de matrimonios. Además, por primera vez en su vida, había tomado una decisión propia y quería saborear la situación sin la pronta aprobación de Barnabas, que lo convertiría en un acato a sus órdenes.

- Puede ser una buena estrategia, sobre todo si conseguimos inocular a unos cuantos soldados. Podremos ayudarles a defender mejor esta zona, desde luego. - reconoció.

Miró a Evangeline, buscando la aprobación o no de la idea en su rostro.

Evan no tenía el más mínimo interés en abandonar Butler Manor, pero había sido criada para obedecer, así que se conformó con bajar los ojos y asentir a las palabras de Augustus. No le atraía ni lo más mínimo la idea de ir al fuerte, y más cuando recordó como Lord Markington había escapado de la fiesta huyendo, o cuando pensó que el terrible Strafford estaría allí. Un lugar lleno de soldados no era sitio para una mujer como ella.

 Los muertos eran peligrosos, pero Evan no olvidaba que los vivos también podrían serlo. Hacía apenas unos cuantos días que todos, reunidos, decidieron quedarse en Butler Manor y no acudir al fuerte; ¿porqué hoy desdecían lo decidido, si las circunstancias no habían cambiado? Los argumentos que entonces tomaron para no ir a Fort Britannia y quedarse en la casa aún estaban vigentes en opinión de la joven.

- Me pliego a sus deseos, Augustus -dijo suavemente, tratando de que no se transluciera el disgusto en su rostro-. "No me pidas que te deje ni que te dé la espalda. Iré donde tu vayas, me quedaré donde tú te quedes. Tu gente será la mía, tu dios mi dios, y nada salvo la muerte podrá separarnos." -citó el libro de Ruth.

Los argumentos de Barnabas no le parecían demasiado sensatos. Habían rechazado ir al fuerte porque una aglomeración de gente era una ratonera: si la plaga no estaba extinta del todo, la situación no había cambiado. Uno solo de los soldados que no respondiera bien a la vacuna y todos estarían muertos. Evangeline no deseaba salvar el mundo: deseaba sobrevivir para ver el siguiente amanecer,  para ver los próximos años de sí misma y de su gemela. Pero... Augustus era ahora su prometido, así que Evan estaba más que dispuesta a obedecer y seguir sus indicaciones.

Mientras sopesaba las palabras de Connor, sonriendo, Katherine asintió y lo siguió a donde estaban los demás. Y entonces esperó a que alguien respondiera a la pregunta del capitán.

Cita:

Katherine aún sostenía la mano del capitán y deseaba que de una vez, decidieran todos pero no en el bien de algunos, sino en el de todos en común.

Georgina atendió a las sensatas palabras del señor Morgan, era la cabeza mas fría y mejor amueblada del lugar.
Suspiró mirando a Templeton, se había dejado llevar por las prisas y, por que no admitirlo, las ansias de irse de Butler manor y no volver nunca más.
No le agradó pensar en hacinarse en un fuerte, había rechazado esa idea con anterioridad, pero para ella y los suyos parecía ser solo una parada más en su camino hacia Dover.
Tomó de la mano a su novio y se sentó en el sillón cercano

-Me parece un buen plan doctor

Asintió hacia el médico, ya había tomado la decisión de marcharse, así que igual le daba hacerlo por una u otra ruta.

-¿Tu que dices cielo?

Dijo mirando a Templeton, entonces regresaron Kath y Connor preguntando, echó una ojeada a los demás esperando ver quien les explicaba el plan, si es que finalmente este quedaba decidido...

Cuando Strafford llegó al despacho del general, antiguo despacho de Markington, se quitó el sombrero de forma mecánica y casi por costumbre, abriendo la puerta. Dentro vió al general reunido con un oficial de la marina y con Markington, que estaba vigilado por un centinela armado. También estaba presente uno de los capitanes de caballería que habían venido con el general, aunque parecía estar en un segundo plano.

Cuando entró, el general le hizo una seña para que pasara, y esperó a que se cuadrara para hablar.

-Mayor, le presento al comodoro* Edrington del HMS Gorgon. Ha recibido una comisión del almirantazgo para ponerse al mando de una pequeña escuadra de tres buques de guerra para patrullar el Tamésis y sus afluentes. Se ha decretado una cuarentena, supervisándose la entrada de mercancías y hombres mediante un bloqueo naval. Solo aquellos que pasen por la aduana y sean examinados físicamente y descartados como portadores de la enfermedad podrán entrar en el país, pero las mercancías seguirán fluyendo. La actividad económica no puede detenerse, o si no dentro de poco no tendremos con que comer o balas para disparar en nuestros mosquetes.

Hizo una breve pausa.

-El comodoro ha informado de brotes de la enfermedad en Francia y Holanda. Parece que se está extendiendo al continente. Aquí tenemos nuestros propios problemas... parece que en Londres el combate es duro, aunque se ha conseguido montar un perímetro seguro en Picadilli, la Torre de Londres sigue bajo asedio, y el rey refugiado en ella. Parece que la infección es mucho menor en Escocia e Irlanda, se están levantando allí regimientos para auxiliarnos.

Bebió un poco de agua que tenía en un vaso de cristal.

-Caballeros... creo que este es el momento decisivo. En el sur estamos contra las cuerdas, es un hecho. Esta victoria ha sido coyuntural, pero la enfermedad seguirá expandiéndose exponencialmente si no encontramos un método eficaz para detenerla. Un método más eficaz que atrincherarnos en las fortalezas y matar a conciudadanos muertos a tiro de mosquete.

Miró a Markington y luego a Strafford.

-He escuchado la versión del coronel, mayor, y la de otros oficiales de este regimiento. Pero quería que estuviera usted presente. Coronel, tengo motivos sobrados para mandarle fusilar o para licenciarle con deshonor. Pero apelo a su honor. Inglaterra necesita que la defendamos, y si usted no está dispuesto a arriesgar la vida de sus hombres para ello, ni la suya propia, me temo que debo retirarle el mando de su unidad. Pero puedo ayudarle a ser un héroe. A usted, y a su hijo. No necesito a los yeomen, pero en Londres su presencia será agradecida. Así que tiene dos opciones: enfrentarse a un juicio sumarísimo, en el que tengo poderes para mandarle fusilar, o cabalgar galantemente junto a su hijo a Londres y defender al rey. Y solo para defender al rey. Por que pienso cursar una orden que especifique que si le encuentran escondido o huyendo del país, y no se ha presentado en su puesto, a las órdenes de lord Wellington, le apresen y juzguen como traidor a la corona. Usted escoge.