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TURNO 13- Brecca

El montaraz detuvo la montura tan pronto como eligieron el lugar del campamento, un lugar defendible cerca de la orilla de un río, el lugar ideal para que un grupo numeroso pasara la noche. Desmontó y ayudó a Dromri a bajar de la montura, y luego estiró su cuerpo, masajeando la cintura allí donde el enano había logrado que sintiera que la armadura de cuero se deformaba a pesar del tratamiento de endurecido.

- Aprovecharé lo que queda de luz para reponer mi arsenal de paz, y veré si puedo hacerme de algunas hierbas nuevas. - dijo mientras dejaba lo más pesado de su impedimenta - Las riberas suelen ser un buen lugar para encontrar plantas beneficiosas, quien quiera ayudar será bienvenido, es una actividad que a mi me ayuda a relajarme.

Con calma, y sin perder de vista el campamento, Brecca se dedicó a recorrer la orilla y sus alrededores. No buscaba nada en especial, sino simplemente aceptar lo que la naturaleza quisiera ofrecerle y disfrutar de un momento que le recordaba a su madre y sus lecciones de herbología. Si alguien lo ayudaba le daría instrucciones a medida que fueran avanzando, en la medida que viera a su acompañante más o menos perdido. 

TURNO 13 - Dromri

Cuando Brecca habló de ir a conseguir hierbas y enseñaría a aquel que lo acompañara Dromri se acercó a Brecca curioso. - Yo me apunto siempre me han enseñado a trabajar la piedra, pero sé que las hierbas tienen sustancias medicinales, los elfos saben más sobre la naturaleza, pero me vendrá bien aprovechar este descanso para adquirir algún conocimiento compañero. Comentó el enano mientras recogía todo su equipo para acompañar al montaraz por la ribera del río.

TURNO 14

Los aventureros agradecieron el descanso que tanto había tardado en llegar. Las monturas relinchaban y agitaban las crines al aire mientras daban topetazos en el polvoriento suelo. Las temperatura se hacía notar con el frío de la noche y pronto debían de entrar en calor para poder aguantar hasta el alba.

- Es libre de hacer lo que quiera, dama Vanima, mis hombres estarán encantados de poder contar con su ayuda. Aunque tendrá que esperar después de la cena para recibir alguna lección si es lo que quiere, no creo que dejen pasar la cena antes que cualquier cosa. ¿Verdad, Gleomund? - preguntó al líder su mano derecha.

- Mis secreto serán revelados cuando mi barriga se llene con un buen estofado, señora - contestó riendo mientras descargaba varios sacos de dormir enrollados en la grupa de su montura.

Los jinetes, tras atar a sus monturas y cepillarlas, comenzaron a montar el campamento. Estaba claro cuál era la preferencia de aquellos hombres, altos y de pelo rubio largo. Hasta que sus caballos no estuvieran servidos y listos para el descanso, no moverían un solo dedo en otros quehaceres. 

- Las armaduras y las monturas tardan en darse la mano, señor Ódvarr. Aguantará muy bien las pesadas armas y armaduras con los pies en la tierra, pero sobre un caballo - ahogó un sonido nasal -, eso es harina de otro costal - comentaba la líder rohirrim -. Seguro que pronto se acostumbrará, ¡al igual que el señor enano! Creo que no ha sido plato de buen gusto cabalgar durante tanto tiempo - dijo amablemente.

Gleomund se acercó a Brecca mientras comenzaba a prender una yesca y pedernal para encender un fuego.

- No hace falta decirle, señor montaraz, que tenga cuidado. Nos gustaría que estuviera presente hasta el final de viaje. Si el señor enano le acompaña, nos quedaremos más tranquilos - y golpeó su hombro amistosamente.

Un murmullo de hombres yendo y viniendo preparando el campamento fue lo que sucedió la siguiente hora. Tras asignar las guardias oportunas, los primeros hombres encargados de vigilar se alejaron varios metros de la zona de acampada, expectantes ante cualquier amenaza. 

Brecca y Dromri volvieron con algunas hierbas [1] en los morrales. No eran un gran botín, pero suficiente para poder cubrir alguna emergencia. Los aventureros estaban contestos por los hallazgos. Mientras tanto, Elanor y Elessäl se alejaban de la vista de los curiosos [2], mientras murmuraban y sonreían, adelantándose a cualquier acontecimiento solamente por la visión tan hermosa que debajan las dos criaturas élficas en la noche, bajo un manto de estrellas.

TURNO 14

Derewen terminaba de trenzar su pelo con un ritual que llevaba haciendo años. A pesar de su aspecto femenino, la líder una excelente guerrera y mejor jinete. Los rohirrim allí presentes la trataban con un respeto digno de un comandante masculino que hubiera cabalgado en las mejores guerras. La líder, se encontraba alejado del tumulto de jinetes y de los aventureros, pero Gleomund los acompañaba.

El jinete, sin su yelmo, dejó el rostro al descubierto. Tenía los ojos claros y una barba prominente. Su pelo, lacio y de color caoba, caía sobre sus hombros con desparpajo. Sus manos, gruesas y áridas por las riendas de su montura, jugueteaban con unas pintas de madera afiliadas que él mismo cincelaba con una cuchillo de un tamaña considerable.

- Como bien sabe, dama Vánima, el truco de los arcos a veces no es la puntería en sí, si no la tensión del brazo. Una tensión de más no da más alcance, pues llega un momento en que es difícil medir la distancia. Pues imagine eso mismo sobre la grupa de un caballo - dijo incorporándose hacia atrás -. Requiere mucho años de práctica. Yo, precisamente, prefiero la lanza. Esos segundos antes de lanzarla... - dijo imitando el gesto - son cruciales para que la vibración de la montura no se prolongue hacia el brazo.

Los hombres se fueron retirando poco a poco mientras avanzaba la noche. Alrededor de las hogueras, solo quedaron Gleomund y los aventureros.

- Puedo preguntaros algo... - dijo Gleomund mirando de reojo en la lejanía a su líder -. Derewen no le da mucha importancia temas de hechiceros y brujos. Sinceramente, yo tampoco, pero llama la atención - decía mientras seguía manteniendo la voz baja - ¿A qué os referísteis con aquellas damas? El orejas puntiagudas - dijo señalando a los lejos en la dirección donde Elessäl había paseado con Elanor - no se lo tomó muy bien...

Turno 14 - Dromri

- Sería bueno incorporar una carreta para el próximo viaje no es solo útil para transportar nuestras armaduras, equipo y armas más pesadas, sino que también puede transportar a algunos cuantos hombres para que descansen y así no dejar el campamento desprotegido durante la noche. Igual que la líder de los Rohirrim que no habló directamente a Dromri, el enano respondío a su comentario igual hablándo pero sin designar a ninguna persona en particular.

Cuando vino de recoger plantas le dio unas palmaditas a Brecca de agradecimiento. La verdad que no sabía que en aquella ribera se pudiera encontrar tantas plantas para diferentes malestares. O para agudizar las capacidades ya inherentes en la naturaleza de cada raza.

Contento por todo se acercó a la hoguera para ver si quedaba algo para cenar... Preguntó si había algún Rohirrim cerca de la hoguera para poder dormir con la barriga llena. Después o a continuación se iría a dormir, la cabalgata había sido dura y al no estar acostumbrado a montar animales de gran tamaño, le dolía todo el cuerpo en concreto sus posaderas.

Turno 14 – Ódvarr

El guerrero vio el fuego crepitar, y miró a todos los alrededores, viendo como las personas se relajaban, mientras el, sentía un escalofrío. Desvié la mirada de Gleomund por un par de segundos, y luego le contesté lo poco y nada que sabía;

-Es complicado, Gleomund. -Suspiré, continuando- Es la primera vez que he visto elfos, enanos, orcos, hobbits, y más aún, luchado con ellos. Pero en uno de nuestros viajes, una de nuestras compañeras encontró una varita que producía magia, quemando a los enemigos. La magia la he visto, palpable, acabando con orcos, por lo que, si bien, nunca nos hemos cruzado con las tres damas, las brujas de las cuales tanto han hablado los orcos, no me extrañaría que fueran poderosas hechiceras con terribles conjunros. -Dije, con mucha seriedad.

TURNO 14 -  VÀNIMA

Vánima había escuchado con atención las indicaciones y enseñanzas de Gleomund, mientras intentaba imaginar cómo podría ella hacer esos gestos, y a la par, intentó imitarlos cuando el jinete los hacía. Se prometió trabajarlos el día siguiente, si había lugar. Luego, observó como su hermana elfa seguía hablando con Ellësal, y cuando fue la hora de la cena, comió con calma, agradeciendo a Gleomund sus enseñanzas: - Gracias por esta sabiduría. Mi pueblo no tiene tanta experiencia en combatir sobre los caballos, y sin embargo, vosotros sois maestros. Eso debería enseñarnos humildad, a mi en concreto. 

Al ir abandonando los jinetes las hogueras, y quedarse solos, la pregunta de Gleomund fue inesperada, aunque no extraña. Vànima se tomó un tiempo para responder, que aprovechó Odvarr para contestar. Luego, contestó aclarando algunos aspectos que este no conocería. - Para los elfos, la magia no es lo mismo que para vosotros, los segundos nacidos. Es parte de nuestra naturaleza, y vemos cosas que vosotros no veis, pero que no son invisibles, simplemente, entendemos el mundo con alguna diferencia, como Eru pensó. Pero como respuesta práctica, el Señor Oscuro siempre ha tenido poderes con los que manipular la tierra, el aire, el mar, oscurecer los corazones y doblegar voluntades. A veces son otros seres a los que utiliza como intermediarios, a veces son espíritus... Pero confiamos en que el Bien pueda con esos poderes. 

TURNO 14 -  Brecca

El montaráz regresó contento de la expedición, su morral de medicinas comenzaba a recuperar su volúmen y tenía varias hierbas que sólo había tratado con su madre. Como fuera, hasta la cena, él se entretuvo preparando las plantas para su almacenamiento y futuro consumo, lamentando no tener un vial en el que almacenar una infusión de Vinuk y limitándose a secar las raices junto al fuego y envolver cada una en un paño. Cuando llegaran a Minas Tirith debía comprar un equipo de herbolario y viales, la infusión de Vinuk se podía guardar por diez días y tener un vial a mano podía salvarle la vida a él y a sus compañeros. Luego secó las hojas de Darsurion y Meguillos, nuevamente envolviéndolas en paños individuales para evitar que al romperse se mezclaran con otras plantas, otro motivo para comprar el hatillo eran los múltiples bolsillos para guardar componentes.

Una vez concluyó su tarea, compartió la cena con sus compañeros y con los hombres de la Marca, escuchando más que hablando aunque respondiendo las preguntas que le hicieran. Disfrutaba de la camaradería que se respiraba, de la calma de la noche, y del paulatino relajarse del cuerpo que prometía una buena noche de sueño.

Cuando todos estaban reunidos, ántes de retirarse, Gleomund hizo una interesante pregunta, una a la que tanto Vanima como Odvarr dieron su propia respuesta, pero no una concisa a la realizada por el guerrero. - Las Tres Damas, amigo mío, son por el momento una idea, un nombre escuchado repetidamente en boca de los Orcos, una amenaza real si debemos hacer caso a las palabras del enemigo, pero una que nadie ha visto aún. Aún así los esbirros del oscuro creen en su poder, y es en su nombre en el que parecen haber emprendido esta escalada de violencia, y a decir verdad, hay algo oscuro que los protegía en esa torre, algo que impedía la magia de la luz, y que oprimió nuestros corazones hasta que matamos al cabecilla del grupo.

TURNO 15

El rohirrim escuchaba con atención las palabras en forma de historia de Ódvarr, de sugerencia de Dromri, de conocimiento personal de Vanima y de experiencia de Brecca. Asentía con atención mientras juguteaba con el dardo de madera y de vez en cuando mecía las brasas de la fogata.

- Veo que habéis dado muerte a más orcos de los que podía pensar, siendo un grupo tan pequeño. Estoy contento de coincidir con tan valerosos guerreros. No eran falacias las historias y nuevas que se decían sobre vosotros - dijo sonriendo, orgulloso por los aventureros -. En poco tiempo pondremos fin a esta época de la historia tan llena de temor y agonía.

El rohirrimi se levantó y se sacudió el polvo de la sobrefalda que portaba para después desperezarse. 

- Ha sido un placer compartir fuego con vosotros, pero es hora de descansar y estirar las piernas. En una pocas horas, me toca guardia y me coincide con la llegada de las primeras luces. Mañana será el último día, que descansen.

Y Gleomund se marchó entras las tiendas que en aquella meseta se habían montado para pasar la noche a la intemperie fría de Gondor. Los aventureros, cansados por las horas y el viaje, también agradecieron un momento de silencio para poder conciliar el sueño o entrar en estado de meditación. Mañana, llegarían a Minas Tirith.

TURNO 15

 - ¡Arriba todo el mundo! - se escuchó todavía con la noche sobre las tiendas de campaña -. Es hora de recoger levantar el campamento y tomar rumbo a Minas Tirith. Si todo sale bien y no hay retrasos, podremos dormir en un colchón de plumas más suave que la barriga de un bebé - sonreía la líder.

TURNO 15

Tras levantar el campamento, los aventureros y los rohirrim emprendieron el viaje destino Minas Tirith. La marcha constante hacia la capital de Gondor, pero los ánimos y el buen humor hicieron del duro viaje más llevadero. En primer lugar, Derewen comandaba a los jinetes, estandartes en alto, orgullosos y característicos. Ver cabalgar a los jinetes de Rohan era una visión única: la coordinación de sus corceles y la elegancia sobre ellos hacía que aquel grupo de guerreros parecía una gran orquesta acompasada por un único líder.

La mañana fue avanzando, hasta que llegaron al mediodía donde pararon a reponer fuerzas durante una hora. Guisos rápidos y botas de vino fueron los menesteres de aquella comida. El almuerzo calentó los cuerpos de los aventureros tras la mañana fría y nublada, amenazante de lluvia.

Pero eso no fue suficiente para hacer que los ánimos decayeran, y los aventureros siguieron el ritmo, a duras penas, de los jinetes de Rohan que apretaban sus monturas para llegar a su destino a la hora estipulada. Dejaron páramos montañosos y bastas llanuras a su paso, hasta que por fin, divisaron a lo lejos los Campos de Pelennor.

Aquella visión llenó de alegría los corazones de los presentes, pues era una muestra de todas las aventuras, batallas y momentos de tristeza que habían sufrido durante que todos coincidieron en el inicio de sus andanzas en Minantir, hace ya varias semanas, aunque había parecido un largo año. La fortaleza era una maravilla. Su arquitectura se ensalzaba por los grandes cimientos que la mantenían, repletos de un color blanco e imponente que se alzaba en toda aquel valle. Una visión sin igual y un sentimiento de orgullo y poder se desprendía de aquella capital, digna de ser reconocida para ser la capital de Gondor, ciudad de hombres.

- ¡Qué alguien se adelante y vaya ordenando buenos establos para nuestros caballos! ¡Y también barriles de cerveza y una buena bañera espumosa! - gritó Gleomund, alentando a sus compañeros, que recibieron aquella proposición con grandes vítores. 

Ya solo quedaban unas leguas para llegar al bastión. Pero de repente, algo ocurrió en aquella llanura.

Unos silbidos que provenían de todos lados, este y oeste, norte y sur. Desconcertados, los aventureros y los jinetes siguieron su camino sin bajar el ritmo, pero algo les alertó. Aquellos silbidos fueron acompañados a los pocos segundos de sonidos guturales y gritos en Lengua Negra. Los enemigos se mandaban señales para organizar una emboscada. Los rohirrim no fueron los únicos jinetes que cabalgaban aquellas tierras.

Amenazantes, armas en mano, grupos de orcos similares a los que habían dado muerte el día anterior los caballeros de Rohan, comenzaron a rodear a los aventureros mientras el suelo retumbaba por los galopes de los caballos. Orcos y huargos mostraron sus fauces y mostraron sus armas sedientos de sangre.

TURNO 15

- ¡Matad a esos malditos humanos y quemad a sus caballos! - decía uno de los sirvientes de Mordor mientras escupía saliva por sus gritos.

Los orcos comenzaron a rodear a los aventureros y poco a poco se fueron acercando más en la carrera por llegar a Minas Tirith y poder evitar el combate... pero ya era tarde. Los Campos de Pelennor eran tan extensos que la capital de Gondor todavía estaba lejos de la posición donde se encontraban, por lo que tendrían que acabar con los enemigos si querían llegar con vida al bastión.

- ¡Qué nadie quede vivo, no deben de llegar a la ciudad! 

Un rugido al unísono confirmó la orden de aquel jinete orco mientras poco a poco fueron alcanzando a los aventureros y los rohirrim. El número de enemigos se equiparaba a los de los jinetes, por lo que el enfrentamiento sería igualado. 

De repente, un segundo de silencio se hizo antes de que el metal de armas, escudos y cotas de mallas resonaran en los Campos de Pelennor. 

TURNO 15

Varios jinetes, tanto rohirrim como orcos, se embistieron en una violenta guerra que se saldó con varios jinetes caídos. Los caballos se revolcaron y los gritos de dolor y muerte se hicieron con ellos. Los orcos también fueron cayendo. El sonido de los huesos quebrarse al caer era ensordecedor, dibujando figuras extrañas en sus miembros y quedando desfigurados con el impacto de las armas y del suelo.

La batalla se equiparó poco a poco hasta que los enemigos llegaron a enfrentarse a los aventureros. Tendrían que combatir a caballo o a pie si era necesario, pero si querían salvar la vida, antes tendrían que matar a aquellos orcos que se interpondrían en sus caminos.

TURNO 15 - VÀNIMA

El viaje a la grupa del caballo fue tranquilo, y la elfa estaba deseosa de ver la afamada ciudad de los hombres, que estaba hecha en el estilo de Oesternesse, de Númenor, que a su ver era reflejo de las tierras de Aquende, que ella misma deseaba ver. El verla a lo lejos, le produjo una curiosa nostalgia de lo que deseaba ver, y embebida en ella, no se dio cuenta de que había una emboscada. 

Se sintió poco en su ambiente. No era lo suyo, y nunca había combatido a caballo, pero recordó la charla del día anterior con Gleomund, así que se aprestó a tomar el arco con toda la atención posible a no caer, y preparó el arma, tensando la cuerda con cuidado y apuntando a alguno de los orcos que se acercaba. 

TURNO 15 - Brecca

Montar en medio de una batalla, con el enemigo literalmente mordiéndoles los talones, era muy diferente de intentar seguir el ritmo de los Rohirrim en las colinas.

Brecca se esforzó por mantener la ventaja entre ellos y los huargos, sabiendo que si los alcanzaban y los derribaban difícilmente saldrían con vida.

El viaje estuvo en verdad bastante bien, considerando que no me hacía cargo de la montura y Elessäl era quien me llevaba. Por esa razón es que pude sentir un poco de libertad y aferrada como estaba de la cintura del medio elfo, pensé que esto podía estar bien debido a que el viaje era tranquilo. 

Pero tan equivocada estaba cuando de repente los orcos comenzaron la emboscada y sin miras de perder tiempo, con una mano me aferré a la cintura de mi compañero mientras que con la otra utilizaba la varita para pronunciar aquellas palabras e invocar la magia en mi. No sería fácil mantener el equilibrio, menos aún cuando la batalla será de esta forma pero confío ciegamente en él. 

—Estamos juntos, yo ataco. Tú el caballo. 

Y sin dudar, disparé al orco más cercano. 

TURNO 15

Sorprendentemente, el mago era también un buen jinete. Con rostro serio mientras observaba como los orcos se acercaban a ellos, Elessäl agarró fuerte las riendas de la montura y la espoleó para que comenzara a galopar con velocidad. La montura obedeció al instante con un movimiento suave y progresivo que permitió a Elanor poder apuntar con eficacia.

- ¡Vamos, no podemos dejar que nos rodeen!