Partida Rol por web

Renunciar a lo terrenal

4. El Cónclave de Neldorild

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17/11/2021, 07:27
Narrador

NELDOLIRD, 27 DE TARSHAK, PRIMAVERA DEL AÑO 1368 CV

La travesía en barco no fue una experiencia agradable para nadie, pero permitió que los miembros de la compañía llegaran más pronto a Neldorild que si lo hubiesen hecho por el desierto. No sucedió nada especial durante la travesía, no los asaltaron piratas, ni caimanes gigantes asesinos como aseguraba un pasajero que sucedería por viajar por mar, ni siquiera una pequeña plaga de langostas o crustaceos. Lo único que les molestó un poco fue el exceso de sol, pero fue suficiente con cubrirse las cabeza para evitar insolaciones. Eso sí, de la ronda de mareos y vómitos solo se libró Nepthis, que permanecía impertérrita en cubierta mientras los demás se aferraban a la borda como si el barco se fuese a hundir en los Nueve Infiernos en cualquier momento. Hasta Cocotilio estaba mareado.

Una vez en el puerto de Neldorid, faltó tiempo para que todos bajaran a tierra firme por fin después de permanecer dos días atrapados en la barcaza. Aún se estaban recuperando de los efectos del viaje por mar, como sentir que el suelo se movía o que todo el horizonte zozobraba, cuando un grupo armado se dirigió hacia ellos.

Media docena de soldados con lanzas y escudos se detuvieron frente a ellos, el que parecía el líder se quitó el casco y se dirigió directamente a Amessis.

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17/11/2021, 07:29
Akhaepet al-Baqati

-¿Es usted Nepthis, hermana de Salihah, sacerdotisa de Hathor miembro de la Compañía de la Barba Insondable? -preguntó el guardia a la nigromante, pillándola desprevenida. Estaba todavía un poco pareada por el viaje, más pálida de lo habitual, y portaba una lanza cruzada en la espalda junto a su guadaña y una literna en el cinturón.

¿Quién en su sano juicio confundiría a Amessis con una sacerdotisa de Hathor? Pues aquí el despierto soldado, sin duda. Amessis miró al guardia y luego a Nepthis, y la clérigo supo que Amessis quería seguir con el juego de la confusión, pero solo si ella le dejaba.

-Tiene que acompañarnos, por favor. Tenemos órdenes de escoltarla hasta el templo.

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17/11/2021, 07:29
Lurzca

Si algo había aprendido en aquel viaje la mestiza, era que se encontraba mucho mejor con los pies en tierra firme, que sobre la cubierta de un barco. Los mareos y los vómitos habían sido constantes durante la travesía y aunque a finales del segundo día de viaje, su cuerpo ya había empezado a acostumbrarse al bamboleo de la barcaza, prefería hacer el camino de regreso a casa, por una carretera. Eso lo tenía claro.

Pero los problemas aparecieron de forma casi inmediata una vez desembarcaron en Neldorild. Un nutrido grupo de soldados salió a su encuentro y uno de los guardias, con más pinta de escriba que de soldado a ojos de Lurzca, les habló de forma clara y tajante. Al parecer aquella gente les estaba esperando y no sabía muy bien como sabían que iban a desembarcar de esa embarcación y a esa hora, pero sin duda, un cónclave de sacerdotes, tenía los medios suficientes como para saber eso y mucho más.

Acompañar a esa gente acatando sus órdenes, no le hacía demasiada gracia a la mestiza, sin embargo, la decisión en último lugar era de Nepthis y declinar la oferta, tan solo podía desembocar en un cruce de espadas que sin duda resultaría en un innecesario derramamiento de sangre. Igual, por una vez podían solucionar el asunto con diplomacia. Aunque algo le decía que no sería así. No obstante, era la sacerdotisa de la Barba Insondable quien debía decidir que hacer.

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17/11/2021, 07:30
Nepthis

A diferencia de sus compañeros Nepthis había disfrutado del viaje. Había charlado de minucias con el capitán, y había aprovechado para tomar el sol de primera hora de la mañana y última de la tarde, y dejando que la brisa del mar acariciara su rostro y templara sus nervios. Se había mantenido a la sombra el resto del día, pero había viajado siempre en cubierta, evitando tener nada que se interpusiera entre ella y la línea del horizonte. Ese era el truco para no marearse.

El recibimiento en Neldorild le erizó el vello de la nuca. Los guardias le estaban esperando. ¿Cómo se había enterado su hermana de que iba a viajar en barco, y precisamente en ese barco? Porque a tenor de cómo hablaba el guardia estaba segura de que aquello era obra de Salihah. ¿Qué clase de mensaje le quería enviar con este recibimiento? De fuerza, de poder. ¿Era una amenaza? Desde luego no era un recibimiento cálido, pero tampoco había esperado que Salihah viniera a recibirla personalmente.

Nepthis suspiró sonoramente mientras dejó que todos aquellos pensamientos que flotaban en el aire cayeran por su propio dioses. Silenciosa, cómo odiaba la política.

Yo soy Nepthis —declaró envarada como un palo antes de fruncir el entrecejo—. ¿Pero cuándo han empezado a referirse a mí como "la hermana de Salihah"?

La sacerdotisa de Hathor frunció los labios en dirección al guardia que había hablado en un gesto de completa desaprobación. Era una mirada que hablaba de castigos contra la pared y de escribir cien veces "no me referiré a Nepthis como la hermana de Salihah".

¿Y quién eres tú, que ni siquiera eres capaz de distinguir un símbolo de Hathor cuando lo ves? —dijo, enseñándole el suyo como si estuviera imponiéndoselo a un muerto viviente que quisiera expulsar—. ¿Eres uno de los guardias del templo o un esbirro a sueldo de mi hermana y su prometido? ¿De dónde proceden las órdenes de escoltarme al templo?

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17/11/2021, 07:30
Jotnar

Jotnar había decidido fusionarse con el barco durante el viaje por río, es decir, había decidido sentarse en un punto determinado de la cubierta y quedarse ahí. ¿Por qué sentado? Porque según él se trataba de la posición del palito de pescado: un estado de paz mental muy complejo y ancestral de su gente.

En realidad lo que hacía era imitar el truco de Nepthis sobre mirar el horizonte. Pero si lo decía así era demasiado soso.

El pobre Cocotilio por su parte había intentado sentarse a su lado pero no hacía más que salir rodando a la mínima y eso que el movimiento de un barco en un río no era ni un tercio del movimiento que puede tener en el mar. Pero eran los problemas que conllevaba ser redondo. Así que el coquito terminó por meterse dentro de la mochila de Jotnar y mandar a la porra las leyes de la física.

Cuando finalmente llegaron a su destino, al enano le faltó poco para salir rodando del barco como si de una piedra se tratara en lugar de andando de lo agarrotado que se sentía a aquellas alturas. ¡Pero al fin tierra!

No obstante, el tiempo de observar turísticamente los alrededores no duró mucho.

Si que sois calurosos dando la bienvenida por aquí, ¿eh?—comentó mesándose la barba cuando aquellos tipos aparecieron—. "Buenos días" a vosotros también.

Los pobres diablos no sabían en la que acababan de meterse: El ceño reprobatorio de Nepthis había entrado en acción. Pero más allá de aquello, no podía resultarle más que curiosa la evidencia que había resaltado la sacerdotisa. O les habían enviado a los guardias más ineptos del templo, o no eran estrictamente guardias.

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17/11/2021, 07:30
Akhaepet al-Baqati

El soldado ladeó la cabeza sin perder la expresión, miró una última vez a Amessis y luego a Nepthis. En su expresión la sacerdotisa pudo ver que le daba igual una que otra, solo estaba cumpliendo órdenes.

-No la conozco con otro nombre, mi señora -dijo el soldado hablando totalmente en serio-. Son las referencias que tengo: Nepthis, sierva de Hathor, hermana de Salilah, miembro de la Compañia de la Barba Insondable. Soy Akhaepet al-Baqati, capitán de la Guardia Áurea; estamos bajo las órdenes directas de la Iglesia de Hathor, en concreto de la dama Salilah. Ella nos mandó buscaros. Si son tan amables de acompañarnos... -contestó con solemnidad, ignorando las abrasivas preguntas de Nepthis. Estaba demasiado acostumbrado a la aspereza del desierto-. Los escoltaremos hasta el templo. Es por su propia seguridad.

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17/11/2021, 07:31
Narrador

El grupo siguió a la patrulla de soldados, o mercenarios, o lo que fuesen aquellos hombres bien armados y pertrechados. Eran media docena y tanto Lurzca como Jotnar se daban cuenta de que eran profesionales, además de poseer equipo de magnífica calidad. Dejaron atrás el puerto, fresco por las brisas que soplaban a esa hora, pero la humedad enseguida comenzó a volverse pegajosa cuando llegaron a las calles principales.

Era día de mercado y el bullicio y el trajín del puerto fluvial hacía que todo estuviese más agitado que de costumbre mientras descargaban suministros y algún que otro viajero. El ajetreo de los comerciantes se sumaba al de las subastas de mercancías y esclavos, el griterio de los mercaderes y sus compradores. Aunque la Compañía vivía en Gheldaneth, la ciudad de Neldorild era más grande y el puerto estaba mucho más atestado de gente. Los soldados se habían situado de manera estratégica, dos abrían la marcha con al-Baqati a la cabeza y los otros cuatro la cerraban. Formaban una falange compacta y los viandantes y neldorenses tenían que apartarse al verles pasar. Si su intención era la de pasar desapercibidos, desde luego estaban consiguiendo todo lo contrario, porque la sacerdotisa de Hathor iba seguida por una muchacha con vestimenta ceñida y una guadaña en la espalda, una enorme semiorca armada hasta los dientes y un enano con un coco asomado al borde de su mochila. 

Cuando enfilaron una de las avenidas que Netphis reconoció como la que los llevaría hasta la zona religiosa de la ciudad, recordó la empinada cuesta que les esperaba. Como si Hathor mismo hubiese enviado una señal, un anciano pastor que se había detenido para que sus animales abrevaran, detuvo al grupo para ofrecerle a la sacerdotisa las riendas de una montura, una burrita plateada que respondía al nombre de Mere. Nepthis rechazó la oferta del pastor, sin embargo el hombre insistió en que se la llevara, la había reconocido como sacerdotisa de la Madre.

De modo que Nepthis montó en la burrita y emprendieron la marcha por la calle empinada. A mitad de trayecto, alguien lanzó una rama de olivo a los pies de la burra, por accidente o adrede, no se podía saber; aquella iniciativa provocó que los últimos metros de caminata la calle se llenara de gente y, con ramas de olivo en la mano, recibieran a Nepthis para que los colmara con sus bendiciones. Además, Amessis se dedicó a alentarles asegurando que frotar las ramitas contra los cuartos traseros de la burra traía suerte y que tocar a Nepthis les daría fortuna durante un año. Los soldados tuvieron que cerrar filas en torno a la sacerdotisa de Hathor hasta que, por fin, alcanzaron la entrada del templo de Hathor. Nepthis bajó de la burrita más exhausta que si hubese subido la cuesta por sus propios medios.

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17/11/2021, 07:31
Amessis

La nigromante se estaba sacudiendo el polvo del camino antes de entrar al templo cuando levantó la cabeza y percibió que los soldados estaban muy cerca de ella. No le dio mayor importancia, al-Baqati estaba hablando con los guardias del templo para dejar a Nepthis y a la Compañía en sus manos. Sacó la cantimplora para beber, la calle empinada había conseguido que resollara de agotamiento, pero no iba a dejar que nadie se diera cuenta de que el corazón le latía desbocado por el esfuerzo como si tuviese el doble de años de los que tenía ahora. Y es que los esfuerzos físicos no eran lo suyo, habría preferido ir en la burrita con Nepthis. Mejor, habría preferido quedarse tumbada a la sombra de una palmera mientras se abanicaba y se refrescaba con algún zumo recién exprimido de pomelo.

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17/11/2021, 07:31
Akhaepet al-Baqati

Cuando al-Baqati tierminó de hablar con los guardias, fue a hablar con Nepthis. Los soldados de Hathor se acercaron a la Compañía para mostrarles el camino al interior del templo.

-Aquí concluye nuestra escolta, señora. Ahora quedan a cargo de la guardia del templo. Cuando tengan que salir a la ciudad por algún asunto, nosotros los escoltaremos. Es por su propia seguridad.

Después, se dirigió a Amessis.

-Señorita Amessis, tenga la amabilidad de acompañarnos.

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17/11/2021, 07:32
Amessis

-¿Perdón? -la muchacha parpadeó sobresaltada y tosió a causa del esfuerzo-. ¿Acompañarles adónde? Voy con Nepthis, sacerdotisa de Hathor y hermana de Salilah -murmuró. 

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17/11/2021, 07:32
Akhaepet al-Baqati

-Debe acompañarnos. Amessis, la nigromante, la que trae la muerte. Tenemos órdenes de no dejarla entrar en los altos salones del templo de Hathor y escoltarla a las dependencias de la guardia, en las mazmorras.

Los soldados, que efectivmente se habían posicionado en torno a Amessis, cerraron filas alrededor de la nigromante.

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17/11/2021, 07:32
Nepthis

La burra. Las ramas de olivo.

El simbolismo era tan evidente que parecía orquestado. ¿Por quién, empero? Desde luego, no por Salihah. ¿Por alguno de sus rivales, partidarios suyos? ¿Por Hathor?

Nepthis, ascendiendo por la cuesta hasta el templo montada en una burra, símbolo de la humildad, miró a sus compañeros.

Por favor, mantenedme con los pies en la tierra en todo este asunto les pidió en un murmullo a Lurzca y a Jotnar.

Amessis era caso perdido, a juzgar por cómo invitaba a los campesinos a tocarla en busca de una bendición que Nepthis les entregó casi avergonzada. La sacerdotisa de Hathor suspiró. La emoción, la espiritualidad del momento le embargaba en el momento en el que descabalgó y puso el pie en la entrada del templo de Hathor. La burra estaba exhausta y Nepthis abrazó al animal en un gesto de agradecimiento sincero, uniendo su frente con la del animal.

Besó a la burra entre los ojos por su esfuerzo. ¿Sería el gesto interpretado como un mesianismo? No era su intención. Con una calma que no había experimentado en años se dirigió a Akhaepet al-Baqati diciendo:

Ya la habéis oído, Akhaepet al-Baqati —dijo en un tono de voz suave, melifluo—. Ella me acompaña doquiera que vaya. Si tiene órdenes de enviarla a las mazmorras y a mí al interior del templo deberá elegir entre una orden y otra.

Extendió sus muñecas desnudas, retando al guerrero a cargar de cadenas a alguien de más elevada cuna.

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17/11/2021, 07:33
Lurzca

Aquel extraño peregrinaje hasta el templo desconcertó a la mestiza. ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Por qué los ciudadanos de Neldorild se empeñaban en tocar a Nepthis? ¿No habían visto nunca antes a una sacerdotisa en aquella ciudad? ¡Si tenían un templo de Hathor! ¿Habría otras sacerdotisas allí, o no? 

Nepthis le susurró alguna cosa a Lurzca y a Jotnar. Les pedía que le mantuvieran los pies en la tierra. ¿Quería decir eso que su amiga sabía algo que ellos no? ¿Iban a seguir idolatrándola en el interior del templo como lo estaban haciendo fuera? ¿Qué diablos estaba sucedido? Muchas eran las preguntas que rondaban la cabeza de Lurzca y nulas las respuestas.

Algo empezaba a dar muy mala espina a Lurzca y para cuándo llegaron al fin al templo, Nepthis se bajó de la burra y Akhaepet al-Baqati desveló que Amessis no era bienvenida en el templo y que debía ser "escoltada las mazmorras", se confirmaron todas las sospechosas de la mestiza. Iba a oponerse a ello y ya había agarrado la empuñadura de su gran hacha, cuando Nepthis más prudente, habló. 

No volveremos a separarnos. - Anunció la mestiza. - Y cumpliré mi palabra por las buenas o por las malas...

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17/11/2021, 07:33
Jotnar

A Jotnar no le extrañó mucho toda la ceremonia, para él los clérigos de los templos grandes eran así de excéntricos. Los nobles eran excéntricos. Y los clérigos de los templos grandes que además eran nobles habían creado la excentricidad directamente.

El enano no tenía ni idea de si todo aquello era normal o no así que se limitó a achacarlo a aquello y a preocuparse por quién narices había sido el cretino a quien se le había ocurrido la idea de la cuesta interminable. A ese no lo apuntaría en su lista mental de una patada en las pelotas pero sí sentía unas ganas imperiosas de arrojarlo por ella abajo.

Una vez llegaron arriba se presentaron más problemas. Porque nunca había suficientes problemas. Especialmente con las chorradas de unos y de otros. Entendía que no les hiciera gracia que una nigromante entrase en el templo de Hathor pero de ahí a meterla en una mazmorra ya era para hacer la croqueta allí mismo.

No obstante, le dio un manotazo flojo en la mano de Lurzca que había agarrado la empuñadura del hacha, como quien regaña a otro por meter la mano en la jarra de las galletas.

Mejor déjémosle las sutilezas de las jerarquías a Nepthis, querida—carraspeó con diplomacia.

A veces parecía que la mestiza no conociera otra forma de arreglar algo. Hasta cuando se atascaba la polea del pozo que había en el jardín al parecer había que batirse en cobre con el pozo para solucionar el problema.

Por supuesto, no, no era una buena idea. Y desde luego amenazar a... ¿docenas? de soldados que debía haber en ese templo por medio de fuerza bruta tampoco lo era. Él no tenía intención de que encerraran a Amessis como si fuera una delincuente pues le parecía ridículo, y no sabía gran cosa del funcionamiento de los templos, lo que sí sabía era que a aquella gente lo que él pensara le importaba un kebab; respetaban bastante más toda la parafernalia de las jerarquías entre sacerdotes en la que tan inmersa estaba Mulhorand.

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17/11/2021, 07:33
Akhaepet al-Baqati

El soldado se rascó la calva y observó las muñecas que Nepthis le ofrecía. Los soldados de Hathor se miraron unos a otros y uno de ellos entró rápidamente al templo, probablemente a buscar a algún clérigo con capacidad suficiente para poner orden aquel despropósito. Finalmente, el soldado de la Guardia Áurea hizo una señal a sus hombres.

-Bien, pues todos a las mazmorras. Yo ya la he escoltado hasta el templo, mis funciones terminaban aquí. Por favor, acompañenos, Amessis, servidora de Set; Nepthis, sacerdotisa de Hathor, y demás miembros de la Compañía de la Barba Insonsable.

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17/11/2021, 07:33
Amessis

La muchacha cogió a Nepthis por las muñecas y la frenó.

-No, no hace falta. Yo voy de buen grado, no pasa nada, ¿eh?

Miró a la sacerdotisa muy seria. Los soldados se acercaron a Amessis y también a Nepthis para empujarlas amablemente al interior del templo, pero no por la puerta principal, sino por una lateral, por dónde metían a los prisioneros, esclavos y demás chusma. Las buenas gentes de Neldorild que habían seguido el ascenso de Nepthis por la cuesta empinada observaban la escena tensos y expectantes.

La nigromante no se resistió cuando la obligaron a caminar. En realidad solo se acercaron a ella para que la invasión sobre su espacio vital actuase como repelente, de modo que ella caminase sin tener que forzarla. En cambio, Nepthis no era tan dócil como su Amessis en ese aspecto. La nigromante echó a caminar enseguida.

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17/11/2021, 07:34
Lurzca

Lurzca hizo caso a Jotnar. Él era el jefe de la compañía, su líder y normalmente confiaba en su criterio. Realmente tenía razón en aquella ocasión en que difícilmente iban a salir bien parados de aquella si se liaban a tortazos. Aquellos guardias, definitivamente eran bastante más competentes que la chusma con la que solían alternar espadazos. Soltó la empuñadura de su espada y esperó acontecimientos.

Y resultó que el jefe de los guardias, aquel calvorota decidió meterlos a todos en a jaula. A la mestiza no le gustaban las mazmorras, pues había pasado mucho tiempo en una de ellas entre combate y combate en la arena y había jurado no regresar nunca a una. Amessis intercedió para que no acabaran todos ellos entre rejas, no obstante, lo que no acababa de entender Lurzca era de que se le acusaba a su buena amiga.

Creo que no ha hecho nada por lo que deba ser encarcelada. - Comentó la guerrera. - De hecho, hemos venido aquí de forma voluntaria y sin oponer resistencia. ¿De qué acusáis a mi amiga, como para tener que encerrarla? ¿No se puede marchar simplemente si no es aceptada en el templo o es que ha cometido algún acto delictivo?

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17/11/2021, 07:34
Nepthis

Lurzca, querida, el señor al-Baqati acaba de referirse a Amessis como "nigromante" y "servidora de Set". ¿No te da eso una pista acerca de los cargos que se le imputan? —le explicó Nepthis a la mestiza, en un tono tranquilo mientras caminaba.

Los dioses-reyes sabían que Nepthis no estaba tan ducha en las sutilezas de la corte como Jotnar pensaba, pues a diferencia de su hermana ella había dedicado su vida a ayudar a la gente y no a la política. Suponía que aquello era una maniobra para desacreditarla manchando la reputación de las personas que la acompañaban. Detestaba que aquello salpicara a Amessis.

De modo que había hecho su propia jugada. Dudaba que a Salihah, tan acostumbrada a los privilegios de su posición en el clero, se le hubiera pasado tan siquiera por la cabeza que ella se dejara arrestar y compartiera celda con sus compañeros. Pensaba, en su limitada habilidad cortesana, que había sido una buena contra jugada delante de todos aquellos campesinos que habían arrojado ramitas de olivo a su paso y se habían acercado para tocarla.

Que tengan pruebas para demostrarlo y motivos para encarcelarnos es harina de otro costal —dijo, y dedicó una sonrisa tirante al guardia—. Después ya se depurarán responsabilidades.

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17/11/2021, 07:35
Lurzca

Entiendo... - Comentó la mestiza, aunque realmente distaba mucho de comprender lo que estaba realmente sucediendo. - ¿Y todo ésto lo ha organizado tu hermana? - Dijo algo confusa. - ¿Qué le pasa contigo?

Suponía que no recibiría respuesta inmediata. Sabía que Nepthis y su hermana no se veían hacía tiempo y que algo había sucedido entre ella, pero de ahí a un odio tan radical, no creía que llegara el conflicto. Fuera como fuera, ahora estaban en manos de Salihah y parecía que ésta tenía la sartén cogida por el mango.

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17/11/2021, 07:35
Jotnar

Insondable—corrigió Jotnar con un carraspeo. ¿Pero qué sabría aquél imberbe de barbas?—. Aunque si tus funciones terminaban aquí, nosotros dos entonces nos quedamos aquí, que no hemos hecho nada.

Miró a Nepthis con el ceño algo fruncido, "¡No eres una delincuente!" gritaba aquella mirada. No tenía ni idea de qué tendría la sacerdotisa en mente, porque algo seguro que tendría en mente o no se habría dejado humillar así. Y no quería sabotearla, pero tampoco podía evitar indignarse con la situación así que se limitó a dejarla ir, a resoplar, y a cruzarse de brazos.

Además, Lurzca ya había sido esclava con anterioridad. No le daba la real gana de que la metieran en una jaula otra vez, prefería que se quedase allí con él.

Me quedo a hablar con tu hermana o con quien haga falta de este atropello—añadió—. Y probablemente no sea el único. Estoy seguro de que todos esos feligreses de Hathor estarán fascinados por lo que acaban de ver.

Aquellos tipos verían lo que hacían, pero seguramente hubiera alguna que otra protesta por aquella parte. Aunque no supiera mucho de sutilezas de la corte, lo que sí sabía el enano era que no podían tener a una sacerdotisa encerrada mucho tiempo gratuitamente.

Aquel espectáculo era lamentable hasta para las minucias a las que le daban importancia los clérigos de los templos. Lo único que iba a conseguir la tal Salihah si aquello resultaba ser cosa de ella era tener que bajar a las mazmorras como una idiota gracias a la lumbrera de soldado que había mandado a recoger a su hermana. O eso, o mandarlo a sacarla de vuelta nada más encerrarla.

No podía más que reafirmarse en lo que en su momento le había dicho a Nepthis de que ella era la única clériga normal que conocía.