Partida Rol por web

El grupo se dirigió al noroeste cansado de tan solo encontrar escombros y poco más. Lo primero con lo que se toparon fue una escalera que descendía a las profundidades, pero antes de adentrarse en lo desconocido para seguir investigando aquel recinto, decidieron acabar de abrir todas las puertas del primer piso de la barbacana.

Tras la primera de las puertas encontraron lo que parecía ser una antigua sala de trofeos de caza. Entre los escombros y los astillados muebles, se podían observar cornamentas, pieles sarnosas y las cabezas podridas de un oso y un jabalí.

Otra de las habitaciones estaba todavía más desolada. Las paredes estaban ennegrecidas y era evidente que tiempo atrás hubo un incendio en dicha sala. Tan solo quedaba carbón y hollín de lo que antes llenó aquella estancia.

En otra habitación había una mesa de trabajo de madera y unos cuantos armarios colgados de la paredes. Cerca de las piedras ennegrecidas de lo que antaño fue una chimenea, se hallaba un tonal roto. En el suelo una hachuela de cocina oxidada.

La última de las habitaciones simplemente había desaparecido tras el derrumbe del techo. Si hubo algo allí dentro, en esos momentos estaba sepultado bajo grandes cantidades de piedra.

Tras aquella enorme decepción, el grupo se dirigió a las escaleras que habían visto nada más llegar a la zona noroeste. En las paredes de aquella zona todavía quedaban algunas estanterías vacías. Unas escaleras de piedra descendían a las profundidades de la Barbacana del Foso.

El grupo comenzó el descenso hacia las profundidades. Las estrechas escaleras descendían un poco antes de girar y luego proseguían más hacia abajo. Terminaron tras unos veinte escalones en una húmeda y fría estancia con paredes de mampostería. Entre las paredes se acumulaba un limo húmedo y negro, por lo que buena parte de las superficies parecían ser muy resbaladizas.

Dos gnolls se encontraban ganduleando en la parte oeste de la habitación. Lucían armaduras negras y capas oscuras. Al ver a los recién llegados, se pusieron en pie sorprendidos y en ese momento los recién llegados pudieron distinguir que ambos portaban en el cuello un colgante reluciente.

Tres puertas, dos en la zona oeste y una en la zona este y un pasillo que descendía hacia el sur eran las únicas salidas de aquella estancia además de las escaleras por las que acababan de descender y que desembocaban en el centro de la estancia.

—¡Hola! —saludó Payne, con un tono sádico en la voz—. Hemos matado a vuestra mascota allí arriba. Yo que vosotros tiraría las armas y me tumbaría en el suelo.

No esperaba que los gnolls entendieran el común y, a decir verdad, prefería machacarlos allí mismo. Payne desenrolló su látigo, y se preparó para cualquier movimiento hostil o no de los hombres-hiena.

Bajo tierra las cosas eran frías, pero a Lissandra le faltaba un poco de frío. Se toparon con unos gnolls, criaturas denigrantes, y lanzó un suspiro de fastidio.

-Primero una bestia primigenia y ahora esto.

-(gnoll) Será mejor que tiréis las armas o moriréis por la gracia de Auril y Loviatar: entre terribles y placenteros sufrimientos.

Las amenazas de Lissandra surtieron efecto, al menos en parte, pues logró evitar el combate, aunque los gnolls conservaron las armas y salieron corriendo de forma inmediata hacia el pasillo que se dirigía hacia el sur, sin responder nada a las palabras de a hechicera de hielo.

—¡Bueno, eso ha sido breve! —suspiró Payne mientras escuchaba crujir el látigo al estirarlo—. No os molestéis en seguirlos, es bastante probablemente que intenten llevarnos a una trampa. O que vayan a por refuerzos.

Payne miró a Lissandra.

—¿Podrías bloquear el pasillo?

-Podría -contestó la hechicera de hielo.

Se adelantó hacia el pasillo y sacó un pedazo de seda de araña de sus bolsas. Con unas palabras arcanas, lanzó la hebra y estalló en mitad del pasillo llenándolo todo de pegajosas telas de araña tan gruesas como cuerdas.

-¿Va bien así? Durará una hora, más o menos.

- Ninguna mujer me da órdenes. - Dijo Acheron de forma misógina mientras miraba con desprecio a las dos lanzadoras. - ¡Esperadme allí arriba, cobardes! ¡El heraldo de Gáragos nunca huye!

Sin más, Acheron salió corriendo tras los pasos de los dos gnolls y fue entonces cuando Lissandra acabó de conjurar la telaraña dejando el pasillo bloqueado por completo. 

Payne lanzó un hondo suspiro.

—Famosas últimas palabras —fue el único comentario.

Qué desperdicio de carne y acero que podrían estar interponiéndose entre su hermoso rostro y los enemigos que moraban aquella barbacana. Como aquellos gnolls cultistas. Payne pensó en su cuerda de seda, de un inmaculado color blanco, y fue lo primero que encontró al tantear su morral encantado.

—¿Has visto los medallones que llevaban las hienas? —preguntó Payne a Lissandra, visto lo visto, la única presente con inteligencia no subestándar—. No estaba muy desencaminada. El Culto del Mal Elemental está reclamando sus antiguos bastiones.

La sacerdotisa se imaginó por un momento a Lissandra debatiéndose desnuda y fútilmente en las ataduras de la cuerda que tenía en las manos. Se estremeció, desechó el pensamiento, y utilizó el cabo de soga para atar entre si los pomos de las puertas que daban al oeste.

—Lo último que quiero es que los gnolls nos colapsen desde todos los lados —explicó Payne antes de volver a tomar su látigo señalar con la cabeza la puerta del nordeste, por si alguien se retrasaba.

Grune asintió con la cabeza a las palabras de Payne y corrió hasta a puerta solitaria del norte. Tras una breve revisión del pomo y el umbral de la misma, se armó de valor y la abrió con cuidado. No habría trampa alguna, aunque lo que había del otro lado tampoco fue algo demasiado interesante.

La estancia estaba vacía casi por completo salvo por un montón de escombros y basura que se acumulaba en los extremos de la estancia. A excepción de una puerta que se situaba al noreste de la sala, no había nada más de interés en aquel lugar.

- Basura y una nueva puerta... - Dijo Grune bastante frustrado. - Que novedad...

—Pues sigue —dijo Payne, tratando de no ensuciarse sus hermosas botas blancas de cuero hervido.

- Enseguida. - Dijo un sonriente y confiado Grune.

Inmediatamente se acercó a la puerta, la revisó como había hecho con la anterior y abrió seguro de que no iba a encontrar trampa alguna o peligro al otro lado. Y sin embargo...

La habitación estaba casi tan vacía como la anterior, aunque eso sí, era algo más grande y parecía haber sido limpiada a conciencia. En el centro de la sala se hallaba estirada una sábana blanca sobre la cual se encontraban algunos objetos extraños. Una linterna en el suelo en la zona sur y junto a una puerta, iluminaba la estancia.

Aquellos extraño objetos, una antorcha con tres conos, un cetro con gemas violetas, una pequeña esfera negra y un tubo negro, eran los objetos que se habían amontonado sobre la sábana y que estaban siendo custodiados por dos gnolls y una joven mujer que lucía una reluciente armadura completa.

- ¡Oh, oh! - Murmuró al ver que no estaba precisamente en una habitación vacía.

- ¡Acabad con ellos! - Exclamó la sacerdotisa, a la cual faltaba un ojo, pero que por lo demás, era una mujer bastante atractiva.

Los dos gnolls, inmediatamente agarraron sus armas y se pusieron en guardia.

—Nosotros no iremos tan rápido contigo —le contestó Payne, con una sonrisa sádica en el rostro—. Antes de matarte pienso jugar con ese precioso ojo tuyo. Hasta que desees que acabe con tu vida.

-Ya me lo imaginaba -contestó a Payne cuando explicó por qué estaba atando las puertas. Lissandra estaba bastante aburrida, lo que era mucho decir, que solía ser más seca que el esparto. 

-No me gusta nada lo que está sucediendo aquí, pero no tenemos más remedio que proseguir.

Avanzaron por aquel lugar feo y ruinoso, y se toparon con más gnolls y con una mujer.

-Quizá seamos nosotros los que acabemos contigo. Dejaré que Payne te ate con esa habilidad suya. Mataremos al resto.

Glacis fue el primero en actuar acercándose inexpresivo como siempre hacia uno de los gnolls. Un martillazo de su puño de hielo golpeó sobre la cabeza de la fiera antropomórfica con rosto de hiena, dejándola bastante aturdida. Aquel manotazo casi le había mandado al otro mundo y sin embargo, aquella criatura trataba de mantenerse erguida ante la amenaza que se cernía sobre su cabeza.

Payne cerró los ojos y murmuró una plegaria a su diosa. Cuando los abrió Grune empezaba a crecer a ojos vista.

- ¡Detened su avance! - Alzó la voz a tuerta.

Acto seguido corrió hasta la puerta de roble situada al sur y la abrió. En el interior de la misma, en una pequeña estancia polvorienta y con telarañas en la cual parecían estar esperando cuatro esqueletos de humanos que aún portaban algunos harapos de lo que fueran sus vestimentas y armaduras, así como otros dos esqueletos más grandes que posiblemente fueron ogros cuando estaban vivos.