Partida Rol por web

Estabas ansiosa por llegar a la oficina. Caminabas por los pasillos del Ministerio a toda velocidad, sorteando a los numerosos magos que se dirigían hacia sus puestos del trabajo. Ni siquiera te fijabas en sus caras, algo que se había convertido en una tradición. Era increíble cómo la gente podía ser tan transparente en los momentos en los que sentía que nadie les observaba. Pero no ese día.

Llevabas una semana sin pisar ese antiguo suelo. Si no llega a acabarse tu condena hubieras acabado por volverte loca. Londres podía ser tremendamente interesante, pero no cuando te habías visto obligada a cogerte unas vacaciones forzadas por no ser elegida como acompañante de Lilian Reedmon. Era una de esas injusticias provocadas por haber llegado con unos cuantos meses de diferencia. Lo entendías, aunque no por ello te sentías mejor. No, porque no eras una simple becaria con ganas de comerse el mundo y pasarlo bien. Eras una doble espía que necesitaba estar al tanto de todo lo que ocurría a tu alrededor y fuera de él.

De ahí los nervios. Era posible que no hubiera ocurrido nada, pero con un poco de suerte Andrea te informaría de lo ocurrido en esa reunión urgente extraoficial de la Confederación Internacional de Magos.

- ... Stein!... La tierra llamando a Stein.... - necesitaste que la voz de William te devolviera a la realidad para darte cuenta de que llevabas un buen rato quieta esperando a entrar a los elevadores que te permitirían llegar hasta el quinto piso. - ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Tan mal te han sentado las vacaciones?

Urgente y extraoficial. Solo podría ser más sospechoso si la carta hubiera llegado estampada con un gran sello rojo de "clasificado". ¡Y yo había tenído que quedarme en casa!. Que me hubieran obligado a tomarme una semana de vacaciones había hecho que saltaran todas mis alarmas, Incluso Henry estaba preocupado. No confiaban en mí ¿que otra razón podría haber?. Por otro lado, aún conservaba mi puesto, cosa que dudaba mucho que sucediera si estuviera bajo sospecha. Tal vez solo estaba siendo paranoica y la única razón fuera que realmente Andrea llevaba aquí más tiempo. 

- Eh... ¿Que?, oh... Buenos días Reedmon - Sonreí al chico de forma cordial, aunque un poco descolocada por la sorpresa. Tierra llamando a Stein... Eso Stein, ¿en qué mierda estás pensando?. - No, es que... ¿Te puedes creer que lo echaba de menos? - respondí sujetando con una mano la carpeta que traía conmigo y haciendo un leve gesto con la otra en dirección al enorme recibidor del ministerio. - ¿Que tal por aquí estos días?, ¿Me he perdido algo interesante? - añadí con educado interés, entrando detrás de William en el ascensor.

(Sé que queda un poco mal pero dado que esta es tu escena particular voy a poner toda la información aquí para que llegemos a ella de forma rápida)

Cronología

17 años: terminas tus estudios e Durmstrang

18 años: muere tu padre en el atentado. Aunque ya eres mayor de edad tu 'tutela' reposa sobre Angus, el mejor amigo de tu padre. Al ver la obsesión que tienes sobre la muerte de tu padre (obviamente compartida), es él quien te anima a entrar en el Quisquilloso.

Entre las puertas cerradas y el trabajo en el periódico tus esfuerzos son en vano. Lo único para lo que te sirve ese año es para descubrir que tu padrino está convencido de que resolver el asesinato de tu padre le ayudará a conocer el por qué de la muerte de su hermano. Se niega a hablar más sobre el tema, aunque sabes que eso ocurrió hace muchos años, cuando eras solo un acría.

19 años: Te enteras de que el quisquilloso quiere mandar una espía al Ministerio. La más preparada es Samantha Rouvin. Por desgracia, el parecido con su hermana gemela (antigua profesora de Encantamientos de Hogwarts y actual aurora) podría resultar un problema. Te las arreglas para convertirte en la segunda opción y haces las maletas.

Actualidad:

La información con la que cuentas hasta ahora es escasa, aunque este tiempo en el Ministerio te ha servido para mandar alguna que otra información al quisquilloso y, sobre todo, entablar amistad para abrirte puertas en el futuro.

-BULGARIA-

- (William Reedmon): Los aurores descubrieron un patrón en Bulgaria hace más de diez años sobre el asesinato de sus padres por parte de niños de sangre mestiza y su posterior desaparición. El caso fue derivado a los Inefables y tratado en secreto. El último y más sonado era la muerte de los padres de Rebecca McLaggen, dos antiguos pesos pesados del Ministerio de Magia, hasta que Jason Starks mató a su familia.

- (Andrea Fabrizzi): Se rumorea que han desaparecido miembros del Ministerio en la zona de Bulgaria. Uno de ellos es Derek Malfoy, quien conoces por haber protagonizado un numerito en los pasillos del ministerio acusándolos por encubrir pruebas.

-TU PADRE-

Por el momento no has conseguido nada.

-OTRAS COSAS-

- Andelin Blair, director de un departamento, fue derivado como profesor a Hogwarts a principios de curso. Lo consideras extraño.

- No se ha dado información clara sobre todas las muertes ocurridas en Hogwarts. Se echa la culpa a un grupo de extremistas obsesionado con matar a las nuevas generaciones de sangre limpia (entre los que se ubicaba a Moses Weather y Rebecca McLaggen). Según te han contado hay algo que no cuadra porque Rebecca supuestamente era sangre limpia.

- Amycus Mcnair fue quien ordenó expresamente el cierre de Hogwarts.

- Posible lío de Dorian Grey con una menor.

Samantha (Sammy) Rouvin

Divertida, ocurrente, simpática, sencilla y algo alocada, Sammy no parece tener los 24 años que soportan sus hombros... siempre y cuando no esté trabajando. 

Periodista de vocación, es una de las investigadoras más persistentes que has conocido. Sin exagerar, es la estrella del Quisquilloso, uno de esos miembros que le ayudan a hacer quedar mal al gigante El Profeta.

Desde el momento que llegaste Samantha te acogió con los brazos abiertos y enseguida se convirtió en tu amiga. Aunque sabes lo mucho que le ha dolido perderse la oportunidad de meterse en el Ministerio de Magia, sabes que fue la persona que más luchó porque fueses tú en su lugar.

No conoces a su hermana, Erika Rouvin, pero por lo que has sabido de ella y las pocas veces que la has visto en los pasillos del Ministerio, son como el agua y el aceite.

Rick O'Connor (Director del Quisquilloso)

"Nunca hagas lo que El Profeta haría".

Esa fue la frase con la que te recibió el polémico Rick O'Connor, y la que se ha mantenido en tu mente desde el primer día de trabajo. Espectacular periodista nacido al amparo de la principal cabecera mágica, renunció a su puesto hará una década por desacuerdos con la dirección del diario.

Fue recibido en El Quisquilloso con los brazos abiertos y en cuestión de unos años se convirtió en el sustituto del jubilado director.

Es un hombre de buen carácter, agradable y comprensivo aunque muy exigente. Ha conseguido subir el periódico a un nivel de profesionalidad y credibilidad nunca conocido.

Gregory (Greg)

El mejor amigo de tu padre. Lo recuerdas en tu vida desde tu más tierna infancia. Un hombre reservado y de pocas palabras que siempre que podía se encerraba con Judah en su despacho para hablar de 'temas de mayores'. En realidad estabas segura de que buscaban una excusa para beber de esa apestosa botella de cristal que tu padre protegía como a su propia hija.

Desde que murió tu padre siempre ha estado cuando le has necesitado aunque echas en falta las largas conversaciones que tenías con Judah. Aun así, poco a poco has empezado a conocer al hermético que ahora es tu única familia.

Tu respuesta hizo que el chico se echara a reír.

- Me lo creo - indicó, reforzando sus palabras con un gesto afirmativo de cabeza - No te negaré que echo de menos el colegio... aunque aquí tampoco se está nada mal - la sonrisa que apareció en su rostro borró cualquier rastro de pena que pudiera haber aparecido en su rostro.

No contestó al momento tu pregunta. Tenía suficiente para abrirse camino entre la maraña de magos ansiosos por conseguir un hueco en el preciado ascensor.

- Bueno... - el empujón de una bruja bajita y regordeta hizo que tu corazón palpitara con fuerza al estar tan cerca y a la vez tan lejos de tu esperada contestación- La verdad es que ha habido poca cosa - necesitaste contenerte para no llevarte una mano a la frente desesperada. Esa era justamente la respuesta que no querías obtener. Se encogió de hombros mirándote como un niño que no ha roto nunca un plato. Parecía saber exáctamente lo que estabas pensando - Hoy van a tener lugar los E.X.T.A.S.I.S., así que en una semana tendremos carne fresca en el Ministerio. - El ascensor se paró por tercera vez. Las conversaciones con William en ese 'trasto' siempre resultaban de lo más cortas. - Nos vemos luego - indicó, dejándose llevar por la masa - ¡Ah! - su cabeza apareció a duras penas entre la multitud para mirarte - Mi madre y Andrea ya están aquí. Creo que te están esperando.

Con ese extraño y poco certero mensaje las puertas del ascensor volvieron a cerrarse delante de ti.

Una señora bajita y gorda me clavó indecentemente el codo en las cosillas. Estúpido trasto...siglos de avances y en el ministerio seguían conservando esta tartana...

 -¿En una semana dices? - Alcé la mano tambaleándome de forma precaria hasta uno de los agarradores, mirando al chico con cierta suspicacia.- Eh, si, claro, nos vemos luego y ... Reedmon - volví a mirarle, asintiendo en cuanto se giró para avisarme de lo de su madre. - recuerda que esto no es el colegio, nada de novatadas... - terminé por advertirle medio en broma a modo de despedida.

Así que los E.X.T.A.S.I.S eran hoy, eso en este sitio solo podía significar una cosa: quedaba oficialmente inaugurado el periodo de enchufismo descarado...

Una vez en la quinta planta la marea de gente me arrastró hasta el pasillo. Tuve que tomarme un momento para alisarme el traje, riguroso e impecable, y retirarme un mechón suelto de la coleta tras la oreja. La expectación me mataba por dentro, por fín estaban de vuelta. Había sido una semana insufriblemente larga, pero hoy no pensaba marcharme sin enterarme de lo que había pasado. 

Sin más, abracé la carpeta con una mano mientras que con la libre sujetaba una bolsa de papel con el logotipo de una cafetería, encaminándome con aire decidido y formal hacia la oficina de cooperación mágica internacional.

La escena tan rutinaria con la que te encontraste al entrar en el despacho de Lili Reedmon te descolocó lo suficiente como para preguntarte si se te había puesto cara de tonta. Por alguna razón esperabas encontrarte con un barullo inusual, con conversaciones agitadas y nerviosas que indicaran que algo muy gordo había pasado fuera de vuestro país. Pero no fue así. Lo único diferente con lo que te encontraste fue el efusivo recibimiento de Andrea. No pudiste evitar sonreírte con cierto sarcasmo. Levantar la vista, girarse hacia ti y elevar la cabeza a modo de saludo junto a un gruñido. Cualquiera que te 'escuchase' llamar a eso efusivo se llevaría las manos a la cabeza horrorizado. Por supuesto, eso significaría que no conocían a la italiana.

Al fondo del despacho estaba Lili Reedmon, sonriéndote de forma amable.

- ¿Qué tal has pasado la semana? - su voz era tan estable y agradable como siempre. Fuiste directa hacia tu mesa. La de la directora se encontraba de frente a la puerta. La de Andrea y la tuya estaban una a cada lado, de frente y perpendicular a la de vuestra jefa.

- Buenos días - Saludé al entrar en la oficina, cordial y profesional, como cualquier otro día. -He traído café - anuncié mientras me quitaba el abrigo para colgarlo del perchero. Sonreí de medio lado y antes de dirigirme a mi mesa pasé primero por la de Andrea y la de la Lily, dejando con cuidado un vaso de café largo, caliente, humeante y aromático, para cada una respectivamente. Era italiano, una especie de soborno a los gruñidos de Andrea.

Tras ello, me senté en mi mesa, abriendo la carpeta y echando un vistazo a los documentos que contenía. - Bien, he estado trabajando en el problema de los Cárpatos y he encontrado una solución para que el Conde y el primer ministro de Rumanía firmen el tratado. Me he enterado de que Costya es un autentico fanático de los Montrose Magpies. Tengo una entrada de palco para las finales y una Snith firmada por su buscador, Henry Murray. - En política internacional, cuanto más megalomanos eran los líderes más absurdos eran sus anhelos y en este sentido, los vampiros se llevaban la palma.

- ¿Que tal ha ido la reunión? - pregunté aprovechando la ocasión, como quien no quiere la cosa.

Lily no volvió a mirarte mientras llegabas a tu sitio. Notabas los ojos de Andrea siguiéndote, mientras los tuyos captaban levemente su sonrisa.

- Trabajando incluso en vacaciones, muy propio de ti Verónica - Las palabras de tu compañera te sacaron una agridulce sonrisa. Sí, tu eras así. ¿Por qué Lily Reedmon se empeñaba en no tenerlo en cuenta? Por suerte, los resultados de tu semana captaron de nuevo la atención de la jefa. - Estupendo. Habla con Ethan, él podrá encargarse de todo.

Te resultó muy duro registrar sus órdenes. Te habías quedado congelada frente a tu escritorio, con los ojos fijos en la superficie y tus brazos bloqueados por la tensión. Enre la maraña de pergaminos, tinteros y objetos de tu mesa había una cajita que no debía estar allí, y que sabías perfectamente de donde provenía. Tragaste saliva con dificultad mientras te obligabas a desencajarte y sentarte en la silla. ¿Desde cuando Rick era tan descuidado?

Podias escuchar a Andrea y Lily hablando. Por la fluidez y tonalidad de sus palabras debía tratarse de una conversación banal. Eso estaba bien. Cuanta menos atención te prestaran menos sospechosa sería tu actitud. Tenías que leer esa nota. Si el director del Quisquilloso se había arriesgado tanto quería decir que se trataba de algo importante. Pero, ¿tanto como para olvidarte de tu actual objetivo?

El vestido rojo tiene un corte perpendicular. Digno de una poción de amor.

R.

¡¿Es que se había vuelto loco?!, ¿¡donde cojones tenía la cabeza?!. 

Tragué saliva, tomando asiento con una tranquilidad que para nada sentía, y fingiendo centrar mi atención en el amplio contenido de una de las carpetas que poblaban mi mesa, di un pequeño y distraído trago al vaso de café, solo y americano. Como siempre.

- Claro, lo haré...- respondí con un asentimiento cordial, ignorando que por un momento me sudaban hasta las bragas. Jodido Rick...

Con normalidad y parsimonia, oculté la cajita y la nota entre la pila de papeles y tras recogerlos cuidadosamente, apilé dos carpetas más de forma sistemática y ordenada. - Voy a archivar todo esto y después pasaré por el despacho de Vaionali... - Concluí levantándome con total normalidad, alisándome una arruga invisible de la falda antes de alcanzar el conjuto de todos aquellos documentos, en su mayoría borradores y albaranes.

Saliste de la oficina haciendo un gran esfuerzo por no echarte a correr. Estabas acostumbrada a ir tejiendo los planes sobre la marcha, aunque siempre resultaba costoso reajustar los planes. Al menos si querías que todo saliese según tus objetivos.

No tardaste en llegar a los archivos, aunque en un par de ocasiones te viste obligada a acelerar el paso y poner la cara de intensa 'no me molestes, estoy saturada de trabajo'. ¿Cómo podía ser que te encontraras con tantas personas cuando menos lo necesitabas? Por suerte el archivero estaba inusualmente vacío. No necesitaste ni una semana para comprobar que se había convertido en el lugar de reunión de aquellos amigos o amantes separados en diferentes despachos. Ya tenías por costumbre barajar el número de escarceos amorosos que habrían vivido esas cuatro paredes. Fuese el que fuese, solo esperabas no entrometerte en uno de ellos. Demasiado incómodo para tu gusto.

- Ese es el acuerdo. Si el ministro no lo acepta, se terminarán las negociaciones. - Resultaba chocante ver al dulce, amable y algo tímido Ethan Vaionalli en una conversación de ese estilo. Te hizo una señal con la mano para que te sentaras en uno de los sillones laterales de su despacho. Estaba sentado en su asiento mirando a la cabeza flotante de un hombre que no te sonaba en absoluto.

- Se lo diré. - El inglés del interlocutor era forzado. Dirías que de un país del este de Europa. - Seguimos en contacto. - La cabeza se desvaneció en humo azulado. Ethan permaneció recostado durante unos segundos mirando al techo. Parecía un pez fuera del agua. Debió ser un excelente profesor en Hogwarts.

- ¿Cómo estás Verónica?

Aprovechando la intimidad del archivo, me escondí la dichosa nota de Rick en el sujetador y tras deshacerme de dos de las carpetas que había traído conmigo en sus casilleros correspondientes, regresé como si nada, con la misma actitud serena y profesional que me caracterizaba. Se me daba bien disimular la inquietud, sobretodo cuando además de inquieta estaba cabreada. ¿Que cojones habría pasado?. Había planeado comer con Andrea para ver si podía sonsacarle algo de la reunión. Lily era demasiado hermética, sin embargo Andrea, aunque no podía describirse ni mucho menos como una persona cordial o dicharachera, sí que podía ser una fuente mucho más productiva cuando se tocaban los temas adecuados, como por ejemplo la nueva remesa de becarios recién graduados y el inevitable y descarado enchufismo en según que departamentos. 

El despacho de Vaionali no estaba muy lejos del de Lily y aunque realmente me imortaban bastante poco los problemas del ministerio en los Cárpatos, Ethan no me caía del todo mal, de hecho, podría decirse que me caía hasta bien, precisamente porque en este nido de víboras, se le veía tan incomodo como un ejecutivo en chandal. Lo de Hogwarts debió de ser un duro golpe para él.

Asentí silenciosa y discreta a su gesto, tomando asiento con familiaridad en uno de los sillones, con las piernas cruzadas y la carpeta en el regazo. Me fijé en la cabeza flotante con la que hablaba, no le conocía, cosa a la que pondría remedio en un futuro próximo, por el momento me conformaría con tratar de adivinar el acento y por extensión, su procedencia. 

- Buenos días - saludé al hombre con tranquilidad, dedicandole una sonrisa cordial y amistosa. - Bien, gracias, poniendome al día...- comenté alzando levemente la carpeta en un gesto distraído. 

- Vengo por el problema de los Carpatos, es posible que tengamos una solución para que el Conde firme el tratado. - aclaré acercándome hasta su mesa para pasarle la carpeta. Me quedé un momento ahí mientras esperaba a que ojeara el papeleo.

- Debe de ser agotador -Comenté con naturalidad y una pequeña sonrisa comprensiva, como quien saca un tema de conversación casual. - lo de las negociaciones con altos cargos, quiero decir... - 

- Desapareces unos días y a la vuelta parece que el mundo se ha puesto patas arriba, ¿no? - te sonrió de manera amable mientras recomponía su postura, aprovechando el movimiento para estirar la mano y coger la carpeta que le habías traído. Había empezado su nueva reunión.

- Aham... - Iba pasando las ojas con un leve toque de varita mientras sus ojos se movían y registraban todo a la velocidad de la luz. Al terminar chasqueó la lengua, cerró la carpeta con un golpe seco y echó el peso sobre el respaldo de su sillón. Le daba mil vueltas a tu silla, aunque sabías que no llegaba ni a la suela de los zapatos de las colocadas en los despachos de los grandes mandos.

-Un trabajo estupendo - Te miraba entre curioso, sorprendido y complacido. Sabías que muchos de tus compañeros se preguntaban como alguien tan joven podía ser tan eficiente en su primer puesto de trabajo. Por supuesto, ellos no sabían que eso no era más que una tapadera de lo que verdaderamente te quitaba el sueño. - Es... exigente y frustrante en ocasiones. - Correcto como un funcionario. Como un profesor. Quizá incluso como un aspirante a político. - ¿Y tú cómo lo llevas? ¿Te adaptas bien al departamento o barajas la posibilidad de pedir algún cambio?

Si las cosas iban bien (es decir, si no te daban una patada en el culo y te mandaban por donde habías venido) tenías la posibilidad de ampliar tu estancia en el mismo puesto o pedir un traslado a otras áreas del Ministerio. Aun te quedaban unos meses para ello, aunque echar la vista hacia atrás y ver lo rápido que había pasado todo te provocaba vértigos.

Asentí esbozando una media sonrisa enigmática, sin dejar muy claro si lo hacía en relación al cumplido por mi trabajo o al comentario sobre lo exigente que debía ser el suyo.

Tras ello, me encogí ligeramente de hombros ante su pregunta. - Trabajar con Lily también es exigente aunque...- cabeceé en dirección a la carpeta que había dejado a un lado - parece que no se me da tan mal, después de todo...- añadí en un tono suave y distendido, devolviéndole la sonrisa amable y cordial, restándole así importancia a todos esos rumores que sabía que pululaban por ahí. Por lo visto todo el mundo se había dado cuenta de mi inexplicable eficiencia, excepto Lily Reedmon claro... 

Dejé escapar un pequeño suspiro pasándome una mano por la nuca antes de volver a mirarle - La verdad es que aun no he decidido nada, ¿crees que debería? - Pregunté. Por un segundo apenas perceptible parecía agobiada, aunque enseguida volvi a recuperar la compostura. 

Después volví a desviar ligeramente la mirada hacia el lugar anteriormente ocupado por la cabeza flotante. -Dicen que las cosas están complicadas por Bulgaria...- comenté como quien no quiere la cosa.

- Muertes y secuestros de menores, desapariciones de miembros del Ministerio, una sociedad atemorizada a punto de salir a la luz ante el mundo muggle... ¿complicado? En absoluto.

La mueca medio sarcástica medio agotada de Ethan hizo que le dedicaras una sonrisa comprensiva. Mientras, tu cerebro trabajaba a mil por hora registrando esa valiosa información. Mientras hablaba había pasado el dedo de forma mecánica sobre una de las marcas de la madera. Paró el movimiento  en seco al darse cuenta de lo que había dicho. Su mirada buscó la tuya con una ansia que tardó poco en marchar. Lo hecho hecho estaba. Además, él no había pedido guardar secretos de estado. No era más que un simple profesor.

- No es que sea algo muy distinto a lo que ha estado pasando aquí. - Sabías de lo que hablaba. El cierre de Hogwarts había tenido lugar tras la muerte de al menos cinco estudiantes durante los tres primeros. Sin contar los puntuales atentados o dudosos suicidios que se habían dado. Una masacre.

Sacudió ligeramente la cabeza obligándose a cambiar de tema.

- No lo sé, todo depende de lo que tú quieras - comentó, volviendo como si nada al asunto de tus prácticas. - Tener diferentes puntos de vista siempre es recomendable, aunque nunca tendrás la completa seguridad de poder recuperar tu puesto. - Se encogió de hombros - Sea como sea, aun tienes tiempo.

Asentí despacio, dedicándole una sonrisa comprensiva ante su mirada ansiosa. - ¿Sabes?, me parece que te vendría bien desconectar un poco, salir a que te de el aire o a tomar algo después del trabajo. Conozco un sitio cerca de West End, no es gran cosa, pero todavía tienen alguna botella de Vintage Balblair del 75... - Dejé caer como quien no quiere la cosa, no con animo de ligar, ni mucho menos, todo el mundo sabía que Vaionali bebía los vientos por la antigua profesora de encantamientos de Hogwarts, la hermana de Sam. Simplemente jugaba mis cartas, en mi papel de amiga e inocente becaria.

Además, me gustaba West End y tenía la sensación de que a él también le gustaría. Era el barrio de los teatros londinenses, un lugar donde nadie se extrañaba tanto si vestías con un carísimo armani de ejecutivo, como si predicabas a voz en grito con un abrigo parcheado, subido encima de una caja de botellas de coca cola. Un barrio moderno y bohemio donde incluso los magos más estrafalarios, pasaban desapercibidos. Y quien sabe, a lo mejor el Vintage Balblair le soltaba un poco más la lengua...

Entonces volvió a retomar el tema de mis practicas - Ya ... tiempo - sonreí ligeramente pasándome una mano por la nuca - Da hasta vértigo de lo rápido que vuela - comenté mientras recogía mis cosas.

 -¿Necesitas algo más? - Terminé por preguntar en un tono suave y amable, recuperando la compostura con elegante facilidad.

Escuchar tu sugerencia fue lo que necesitaba para empezar a relajarse.

- Creo que voy a seguir tu consejo. Déjamelo apuntado, no quiero que se me olvide - empujó hacia ti un pergamino y una pluma. - Quizá nos encontremos algún día.

De cualquier otra persona ese comentario te hubiera hecho sentir incómoda. Pero Ethan Vaionalli no tenía ese efecto sobre las mujeres. Era guapo, pero demasiado 'suave' y buena gente como para resultar agresivo.

- Nada más - concluyó, una vez terminaste tu pequeño encargo. - Eres libre para... hacer lo que tenga que hacer - concluyó, encogiéndose de hombros con una divertida sonrisa.

Se levantó de la mesa al mismo tiempo que tú. Los modales tradicionales se mantenían en gran parte de la sociedad mágica, aunque en los hijos de familias de sangre limpia resultaban todavía más marcados. Te acompañó hasta la salida, abrió la puerta y te dejó salir. Con un leve 'adiós' se despidió cerrando la puerta tras de sí.