Partida Rol por web

Al parecer lo único que podían hacer en ese momento era esperar,  aunque al aprecer para lo mismo. Si la orienteacion no fallaba, la cueva que habían visto desde los acantilados, debía ser la misma en la que se encontraban, pero eso sí se iban a quedar sin saber que había al otro lado

- Douglas, ¿no habrás traido nada que nos pueda llevar al otro lado? -

El antiguo detective había demostrado ser el mas previsor de los cinco y el boxeador confiaba que su mochila fuera lo suficientemente grande

Como de costumbre la mente de Francis vagabundeaba entre los recuerdos de los dos últimos días. Este saltaba de un lugar a otro, visualizando sin orden aparente rostros, conversaciones y peleas encarnizadas. Había algo que se le escapaba.

Las palabras del boxeador sacaron al joven detective de sus pensamientos. En un primer momento no fue consciente de lo que había hecho, hasta que su parte inconsciente reconstruía sus palabras.

—Me temo que no—. Pronuncio mientras negaba con la cabeza—. Lo que si traje fueron mis esposas. Si volvemos a encontrarnos con algún sospechoso, vendría bien dejarlo inconsciente. Necesitamos obtener respuestas.

Todo indicaba que aquella caverna era el punto de encuentro de alguna banda de criminales, pero ¿podrían sus actividades tener algo que ver con la desaparición de su compañero de organización? Era algo que no podrían saber hasta no echar un vistazo más detallado a la otra orilla.

En ello estaban, tratando de descubrir si hubiera algún otro método para poder cruzar a pesar de la bravura del mar, o al menos de calcular lo que tardaría aún la marea en bajar hasta permitir el paso por aquella pasarela que Anthony y Eilish habían divisado.

No era una tarea sencilla. Eran gente de ciudad y no pescadores o marineros. Sin embargo, entre todos sacaron algo de información y, aunque no era demasiado precisa, creyeron poder decir que la pasarela estaría libre una o dos horas antes de que la marea hubiera alcanzado su punto más bajo.

Eso suponía que aún tenían que esperar unas buenas tres horas para continuar descubriendo los secretos que los esperaban en aquella caverna. Quizás, con algo de suerte, solamente dos.

Si no fuera por el envolvente sonido del continuo golpeteo de las olas contra las rocas, podrían escuchar el rugido de los estómagos de algunos de ellos.

El irlandés se encendió un cigarrillo y resopló, molesto. La verdad era que no comprendía del todo lo que sus ojos habían visto desde que habían llegado a esos riscos, y eso le hacía sentirse muy inútil. Primero, esos tipos habían aparecido por la entrada de roca sin hacer ni un solo ruido, pero no había encontrado ningún mecanismo que moviera esa roca que a ellos les había costado Dios y ayuda manipular. Luego, como los tipejos no estaban mojados, se suponía que estaban donde se encontraban los Rippers ahora mismo pero, ¿haciendo qué? ¿Jugando a las casitas? ¿Y con qué finalidad? No habían visto ninguna barca en las proximidades cuando llegaron al acantilado, así que llevarían un buen rato allí. Además, ¿qué sentido tenía que les condujeran hasta allí para salir por la entrada secreta? ¿No habría sido más fácil llevarles hasta algún embarcadero?

Además, ¿quién mierda había elegido ese lugar para guardar mercancía, un lugar que sólo podrían utilizar con marea baja? ¿Y si urgía la necesidad de recoger el material y no tenían una barca a mano? ¿Se arriesgaban a ser arrastrados por la corriente o esperaban a que bajara la marea? Miró a su hermana, buscando en su expresión alguna señal que indicara que ella lo tenía más claro, pero parecía tan perdida como él.

En fin, queridos. - aunque el tono de Sutton era distendido mientras sacudía el bastón, claramente estaba contrariado al ver que ninguno de ellos era capaz de precisar cuánto tiempo tendrían que esperar. - Creo que aquí no tenemos nada más que hacer por ahora.

Quizá regresar a la posada y tomar una buena comida junto al fuego sea lo más inteligente y estoy seguro que que la espalda de la doctora lo agradecerá. - las ruinas no les habían dado más pistas y el castillo y el bueno de Russel eran una incognita pero no una que fueran a desvelar en unas horas. - Con el estómago lleno y mejor pertrechados, podremos descubrir si esa zona tiene que ver con nuestro desaparecido.

- Totalmente de acuerdo Sutton - el noble tenía toda la razon, alli no tenían nada que hacer, al menos hasta que bajase la marea

- Yo ya empiezo a tener hambre,y tal como dice, quizás con fuerzas renovadas veamos las cosas de otro modo, además, así podre coger el material que deje en la posada

Cuando descubrieron la pasarela bajo el agua su mente intentó buscarle un mínimo de sentido a todo aquello. La roca gigantesca, la cueva, la pasarela inundada... La irlandesa miraba las caras de sus compañeros intentando discernir si alguno de ellos tenía respuestas. La cara de su hermano le devolvió un reflejo de la suya propia y, si bien era cierto, no tenía muchas ganas de seguir allí durante más tiempo del necesario.

- Sí que lo agradecería. Sólo que no tengo tan claro el plan - dijo en respuesta a Sutton. - Volvemos a la posada a descansar y pensar. Que por supuesto ambas cosas son necesarias. Dejamos esta cueva al descubierto como si nada, esperando que se mantenga tal cual para cuando volvamos. Cosa que seguro no ocurrirá. Y cruzamos los dedos dando por hecho que, cuando se den cuenta de la desaparición de los matones del pueblo, en Culross no sumen dos y dos y nos lapiden en la plaza del pueblo como mínimo - la doctora lo dijo con una calma inusitada.

Habían descubierto el secreto que el grupo de matones trataban de mantener oculto a la vista de curiosos. Pero todo aquello, en lugar de dar respuestas al misterio que trataban de aclarar, solo arrojaba nuevas preguntas.

No sabían con seguridad lo que tendrían que esperar aún hasta poder usar la pasarela, pasar al otro lado y ver qué tipo de asuntos ilegales se traía entre manos esa banda de criminales escoceses. Pero parecían tener claro que no querían esperar en el interior de aquella fría y húmeda cueva.

Sir Sutton, acostumbrado a otro tipo de ambientes y comodidades, no tardo por tanto en proponer la vuelta a la taberna y esperar allí calentando los huesos al calor del fuego y el estomago al calor del whisky. Alexander no tardó en apoyar la propuesta del noble y empezó a darse la vuelta para retornar el camino al exterior.

Fue en ese momento que la doctora Eilish alzó la voz para poner en duda lo adecuado de aquel plan. Eran dudas razonables y que merecían ser discutidas entre todos. Si la irlandesa estaba en lo cierto, regresar al pueblo podía traerles resultados negativos.

—Mirad —dijo Seamus finalmente —Si queréis ir a descansar y llenaros la barriga, sois libres de hacerlo. Yo no he puesto a bailar a las gemelas, he perdido el culo moviendo esa roca ni me he mojado el culo para irme ahora y que cualquier paleto se encuentre esto abierto. Cuando anochezca venís y listo. Yo vigilaré. Y puede que me eche un sueñecito mientras.

Ya había dormido al raso en el pasado, y además tenía el abrigo para cubrirse. No pasaría nada.

La desaparición de esos muchachos - Sutton señaló con el bastón el camino por el que habían venido para indicar a quien se refería - no creo que sea detectada con prontitud, teniendo en cuenta que ese desafortunado incidente ha ocurrido hace unos minutos...

Él no era un hombre violento y no le agradaba que no hubieran sido capaces de encontrar una solución más pacífica.

En el peor de los casos, la suspicacia comenzará a la noche pero creo que, por su comportamiento, podemos aventurar que no son personas con horarios estables, si no más bien reincidentes en terminar varios días de juerga o de misión fuera del pueblo.

Miró de nuevo hacia aquella cueva y retomó la línea de pensamiento.

Está claro que es un riesgo dejar la cueva desatendida pero deberíamos pertrecharnos y tener nuestras pertenencias preparadas por si la situación se complica en días posteriores...

Francis meditaba las opciones mientras escuchaba las palabras de sus compañeros. Instantes después carraspeo, pidiendo de manera indirecta su turno para hablar.

—Si alguien en la cercanía escucho los tiros, aunque me asegure antes de no dejar pruebas, en cuanto descubran la desaparición unirán y seremos el punto de mira—. Comenzó a exponer el joven investigador—. Sin embargo si no escucharon los tiros y no vamos ocurrirá lo mismo en cuanto se percaten de las desapariciones. En este ultimo caso tendríamos quizás un día o dos antes de estar en peligro. 

» Ayer ya llamamos la atención llegando tan tarde, hoy no podemos permitirnos ese lujo por esperar a que baje la marea—. Continuo mientras observaba el agua del mar subir y bajar—. Por otra parte no podemos confiar en que no haya mas enemigos y no entren aquí mientras estamos en la posada. Dividirse no creo que sea sensato. Así que tenemos que decidir, si poner en riesgo nuestra coartada en el pueblo o que descubran que alguien entro aquí y perdamos quizás nuestra única oportunidad. 

—Menuda gilipollez, polizonte —negó el irlandés —Se supone que no somos amiguitos, sólo hemos venido en el mismo carro. Tampoco tenemos que ir de la mano a todas partes. Podéis decir, si os preguntan, que me he emborrachado en cualquier rincón y que he desaparecido. Soy irlandés, no te van a decir que no es posible. Qué cojones, si baja la marea antes de que volváis y al otro lado hay priva, lo haré aún más convincente...

Tiene razón, querido Douglas. - coincidió Sutton con Seamus. - De hecho seguramente llamemos más la anteción yendo todos en bloque que separados tal y como se supone que llegamos a Culross...

Alexander ya estaba encaminándose hacía la salida de la cueva cuando Eilish les sorprendío con una bofetada de realidad, no podían dejar la cueva sin vigilancia, por lo que se enfrentaban a un dilema, que pronto se solucionó

- La opción mas sensata en separarnos - comenzó el boxeador, al parecer todos estaban de acuerdo en eso menos Douglas - se supone que no nos conocemos y si vamos separados no sospecharán, asi que creo que solo quedad decidir quienes van y quienes se quedan. Yo creo que Seamus o yo deberíamos quedarnos por si tuvieramos visita, y a Eilish le vendría bien descansar un poco, la espalda tiene que estar destrozandola -

Las palabras de sus compañeros provocaron que el joven arcanista frunciera ligeramente el ceño; sin embargo una marca de desagrado cruzo su rostro cuando Seamus hablo.

—Quizas no fui claro—. Respondio hablando unicamente hacia el noble, ignorando a Seamus como haria un padre con un hijo molesto—. Nuestras coartadas no se veran comprometidas por ir o no juntos, pero si lo hara nuestra seguridad. Podrian atacarnos a los demas de camino a la posada y despues regresar, y llenaros de plomo a los que os quedeis aqui.

»No es sensato separarnos, no por la coartada, sino por nuestra seguridad—. Pronuncio remarcando la palabras "seguridad".

- Estoy de acuerdo con Sutton y también lo estoy con mi hermano - dijo tras escucharlos a todos - Agradezco que se preocupen por mi, pero no piensen ni por un segundo que voy a alejarme de mi hermano. Menos una manta, llevo todo lo necesario en mi bolsa. Incluso creo llevar un cataplasma que me aliviará el dolor.

- Creo, Señor Douglas que, por desgracia, ambos van unidos - dijo en alusión a la última frase del, cada vez más pálido, investigador.

Sus palabras fueron tajantes respecto a la decisión tomada. - Usted, Señor Smith, es el guardaespaldas del noble. Más raro sería que no fuese con el - miró a Alex para después dirigirse al noble - Sí les agradecería que recogiesen nuestras pertenencias para intentar marchar cuanto antes de allí, por favor - e hizo una inclinación de cabeza a modo de agradecimiento.

El encuentro con los escoceses había acelerado todo. Era cuestión de tiempo hasta que alguien les echará de menos y se preocupará por su paradero, preguntando y atando cabos. O quizás, si las caprichosas corrientes marinas así lo querían, aparecieran los cadáveres en alguna playa cercana, levantando la alarma.

Fuera como fuese, los cinco Rippers tenían claro que, para cuando eso ocurriera, ellos tendrían que estar ya bien lejos de Culross.

Por otro lado, aquella caverna subterránea era la única pista concreta que tenían acerca de actividades criminales y, aunque al final podía no tener nada que ver con el destino del compañero Ripper al que habían venido a buscar, no podían irse ahora sin comprobar lo que había detrás.

En medio de esta encrucijada y a pesar de que habían evitado por todos los medios mantenerse juntos y no dividir sus fuerzas, decidieron que debían de separarse en dos grupos.

Seamus y Eilish, quien a pesar de las molestias en la espalda no pensaba dejar solo a su hermano, se quedarían allí, esperando y vigilando por lo que pudiera pasar.

Sir Sutton y Alex, quien debía de mantener su coartada y seguir haciéndose pasar por le guardaespaldas del noble, regresarían a la posada. Francis los acompañaría.

Se despidieron deseándose suerte, aunque el grupo de Anthony sabía que la doctora no la iba a necesitar. Ella tenía a Seamus a su lado.

Las olas seguían golpeando rítmica y sonoramente contra las rocas de la caverna. Pero se dieron cuenta que empezaban a perder fuerza. Que cada nuevo embate era más flojo que el anterior. ¿O era producto de su imaginación y deseos de terminar cuanto antes?

Se prepararon para la larga espera.

Allí dentro, iluminados únicamente con la lampara de aceite y la poca luz natural que llegaba desde la apertura en la pared rocosa del lado del mar, era casi imposible saber qué hora era o cuanto tiempo había transcurrido desde que se habían quedado solos. Esa incertidumbre irritaba aún más a Seamus, quien era hombre de acción y rara vez tenia paciencia para esperar sin hacer nada.

Lo primero que vieron, y que fue prueba irrefutable de la bajada de la marea, fueron unas escaleras metálicas y oxidadas, sujetas a la pétrea pared y que les permitirían descender al plano inferior.

Aún tuvo que pasar varios minutos - ¿o fueron horas? - hasta que el agua del mar quedó por fin por debajo la superficie más o menos plana de ese segundo plano. Al menos, sin tener una referencia óptica con la que medir el paso del tiempo, así les pareció a los dos hermanos irlandeses. Pero la espera, aunque tensa, había sido al menos tranquila y ahora tenían acceso al otro lado de la caverna.

Rehicieron el camino que los había llevado hasta allí con sentimientos confrontados. Ninguno de ellos estaba realmente de acuerdo de abandonar a sus dos compañeros a su suerte. Si los escoceses con los que se habían cruzado y luchado estaban protegiendo aquella entrada - y todo indicaba que era así - era de esperar que pudieran llegar nuevos enemigos, y entonces estarían solos.

La fina lluvia seguía cayendo sobre sus cabezas, de forma que, para cuando llegaron a la taberna The Red Lion, estaban empapados.

Alexander golpeó la puerta de entrada con los nudillos y tuvieron que esperar aún unos minutos hasta que Ronald acudió a abrirles.

– ¡Ah! Son ustedes. ¡Pasen! ¡Pasen y acérquense al fuego para calentar los huesos!

Se hizo a un lado para dejar que los Rippers entraran al calor de la posada y entonces descubrió que faltaban los irlandeses.

– ¡Oh! ¡Vaya! ¿Dónde están sus compañeros? Pensaba que habían salido juntos.

Durante los primeros compases de lo que Seamus aventuraba que iba a ser una larga espera, el irlandés intentó entretenerse con lo que tuviera a mano: se aseguró que las gemelas estaban en perfecto estado y bien cargadas, que el resto de la munición se encontraba a mano, y que la hoja de la daga azulada salía rápidamente de su funda. Usó un palo para limpiarse barro y piedrecitas de la suela de las botas y se alejó unos cuantos pasos para orinar en el mar — para disgusto de su hermana.

Pronto se aburrió y apagó la linterna para no gastar aceite mientras tuvieran luz natural, y vagabundeó erráticamente por el interior de la cueva o ascendió escaleras arriba a la parte del acantilado para revisar que no hubiera nadie preparándose para entrar. Mientras tanto, hermano y hermana intercambiaron breves conversaciones. Charlas que sólo podían mantener alguien que ha convivido durante años, han pasado otros tantos sin verse y que luego habían vuelto a reencontrarse: el hogar familiar, los años separados, qué opinaba cada uno de lo acontecido en la boda o qué pensaban que le había sucedido al ripper desaparecido. Respecto a esto último, Seamus sostenía que el pelirrojo estaba vivo y coleando, que se había encariñado de alguna escocesa de por allí y había cambiado de vida para criar ovejas y una legión de pequeños bastardos.

—Joder, por fin —mencionó, cuando la pasarela fue por fin visible y practicable. Se acercó, echó un vistazo a lo resbaladiza que parecía y se encogió de hombros antes de cruzar rápidamente y con paso firme. Al estilo irlandés —Lissie, espera que cojo un palo, o algo, para ayudarte a pasar. Sólo faltaba que resbalaras y cayeras al mar. Y para qué queremos más.