Partida Rol por web

En un instante los cazadores habían pasado a ser cazados, y de que manera. Lo siguiente era ocultar los cuerpos, la verdad que no sabía muy bien como, ya que no parecía haber nada donde ocultarlos, quizás el mar era su mejor opción.

Ni corto ni perezoso el boxeador agarró al matón al que acaba de hundirle la cabeza por debajo de los sobacos, tirando de espaldas, llevandoselo, poco a poco, hacía donde estaban sus compañeros, y en eso estaba cuando Seamus le llamó.

- Dame unos minutos y estoy contigo - Se giró hacia el detective para que este también le echara una mano - Francis, ¿te ves capaz de cargar con el otro? Así seremos mas rápidos 

Y lento pero seguro el boxeador se acercó a sus compañeros

A Sutton no se le caían los anillos por ponerse a mover cadáveres pero no tenía intención de colaborar en esta ocasión en la que él había tratado de buscar una solución pacífica. Supuso que dicha actividad serviría para calmar la sangre caliente de sus compañeros.

Dio un sorbo adicional a la petaca, para celebrar que todos estaban vivos, y la volvió a guardar en su chaqueta mientras seguía tratando de encontrar lo que aquellos seis pobres diablos estaban tratando de guardar.

Suponía que tenía que ser alguna cueva o similar, ya que una estructura hubiera llamada su atención mientras llegaba, pero también podría haber algún tipo de agujero o trampilla que les llevara a alguna zona subterranea, como en la logia de Edimburgo.

El joven investigador observaba con tristeza a su alrededor. Ellos habían ganado, sus enemigos perecido. La pena pronto fue sustituida por una pequeña chispa de ira al ver a Seamus rebuscar en los cadáveres. Si hubiera mantenido la calma quizás no estuvieran en aquella situación comprometida.

—Quizás tengan alguna pista sobre el paradero del ripper desaparecido—. Pensó su parte más fría y lógica, aplacando aquellos pensamientos.  

Justo en ese momento el boxeador interrumpió sus pensamientos, pidiendo un poco de ayuda. Francis negó con la cabeza algo distraído, tenido que hacer otras cosas.

—Voy a peinar el lugar limpiando detalles menores de este conflicto. No solo hay que deshacerse de los cuerpos—. Pronuncio mientras Alexander se cargaba uno de los cadáveres sobre el hombro.

Durante los siguientes minutos recorrió con su mirada cada uno de los pasos que habían dado los fallecidos bandidos, esperando limpiar la zona de gotículas de sangre, casquillos de balas, objetos personales y en general cualquier cosa que pudiera implicarles.

No podían tomarse las cosas con calma. Los disparos podían haber llamado la atención de algún lugareño que caminara por la zona. Después ya decidirían la manera más sensata de deshacerse de los cuerpos.

Y todo había terminado tan repentinamente como había empezado, sólo que de una manera más dramática si cabía. 

La vida de seis personas había llegado a su fin. Seis desgraciados malnacidos, sí, pero seres humanos al fin y al cabo. Y todo lo sucedido de golpe se volvió real en la cabeza de la irlandesa. Los niveles de adrenalina bajaron y se quedó fría, mirando hacia donde había caído el último de sus asaltantes. ¿Qué habría sucedido de no haber estado su hermano? ¿Qué habría sido de ella?

Levantó la mano de forma instintiva como si de un saludo se tratase cuando escuchó a Sutton preguntarle por su estado, queriendo dar a entender que estaba perfectamente. Pero su voz estaba trabada y se giró sobre si misma agachándose para recoger la daga que había dejado caer. Guardó sus armas sin tan siquiera pensarlo y se levantó con una mano en el pecho y una lagrima recorriendo su mejilla. No sabía muy bien si esa lágrima era por los matones muertos o por ella misma.

La pelirroja no podía, no, mejor, no debía dejarse llevar por el momento, por lo que sacudió la cabeza y no hubo necesidad de secar esa lagrima, ese trabajo lo había realizado el viento.

Antes de que todo sucediese, ella estaba buscando si pudiese haber alguna cueva en las inmediaciones. Un lugar donde aquellos canallas pudiesen estar ocultando algo que les llevase a resolver el enigma que les había conducido a aquellas míseras tierras.

Mientras alguno de ellos parecía encontrarse más o menos bloqueado, reflexionando acerca de lo sucedido y sus consecuencias tanto para la misión como para su conciencia, otros no tardaron en ponerse en marcha y tratar de eliminar cualquier rastro de lo sucedido y de encontrar cualquier tipo de información que pudiera ayudarles en el caso -incluidas de paso algunas monedas, si era posible.

Francis siguió cada uno de los pasos dados por los escoceses muertos y buscó de manera minuciosa cualquier huella que hubiera podido quedar en el escenario de la lucha, eliminándola con la misma minuciosidad. Cualquiera que pasara por aquel lugar tendría que ser todavía más meticuloso que el detective, si quería encontrar alguna pista. Y, de ser capaz de lograrlo, esta con seguridad no le llevaría hasta el grupo de extranjeros.

Seamus y Alex por su parte se encargaron de tirar los cadáveres por el acantilado, deshaciéndose así también de estas pruebas. Aunque no sin antes haber pasado los cuerpos por un intensivo examen por parte del irlandés. Éste encontró varias monedas y tabaco. Las dagas que llevaban algunos de ellos no interesaron al pistolero. La manufactura era de una calidad mediocre y el material corriente y por eso las dejo de lado, no tenían ningún valor.

Más interesante, sin embargo, fueron unas marcas en el pecho que descubrió en el que había sido el portavoz de aquel grupo al romper su camisa. Una pequeña pipeta de cristal que llevaba sujeta al cuello se había roto, posiblemente al caer el hombre al suelo, y el líquido había afectado a la piel, llenándola de eczemas y abultamientos aún palpitantes.

Sir Sutton y Eilish trataron de encontrar cualquier huella que les indicara que habían estado haciendo los escoceses antes de encontrarse con ellos o quizás de donde podían haber salido. La irlandesa creyó ver desde el borde del acantilado una entrada natural, la cual, cuando bajara la marea, debería de ser accesible bajando por la escarpada pared o, quizás, nadando.

Anthony siguió diversas huellas en el suelo que le llevaron hasta un montículo rocoso. Todo indicaba que el grupo de matones, o al menos alguno de ellos, había estado allí. Pero las huellas morían en un grupo de piedras de gran tamaño que reposaban en la pétrea pared. El rastro terminaba allí.

El irlandés llamó la atención de su hermana para que le echara un vistazo a las marcas que esa sustancia había dejado en su pecho, pero por su expresión dudaba que fuera a sacar mucho en claro. Sobre todo considerando que no tenía ninguno de sus aparatos, alambiques ni tubos de cristal a mano, por no hablar que un acantilado en el culo del mundo no era el lugar más apropiado para analizar nada. Pues nada, a nadar.

No le tembló la mano cuando el último de los cuerpos se sumergió en lo más profundo de las oscuras aguas escocesas con piedras en los bolsillos. Eran mala gente, y la mala gente tenía finales desagradables. Él seguramente tendría uno igual, no uno bueno, tirado en la cama con sesenta años, con la barriga llena de vino y la verga en la boca de una fulana. No, moriré en un callejón oscuro, sujetándome las tripas para que no se salgan mientras lucho por respirar. Un final digno de alguien como él.

—Pues esto ya estaría. ¿Habéis visto algo que valga la pena? —comentó, encendiéndose otro cigarrillo. Había tenido cuidado de lanzar el último al mar cuando vio cómo el polizonte recorría la zona recogiendo pedacitos. No voy yo a ser el imbécil que deje pistas, aunque no sé cómo iba una colilla a dar pistas de nada. Se aproxmó donde miraba su hermana y echó un ojo a la posible cueva— Joder, qué pocas ganas de meterme en el agua. ¿Has visto algo, viejo?

Si habían tardado poco en acabar con aquellos matones de tres al cuarto, tardaron menos en deshacerse de los cuerpos y las pistas. Pero el ultimo tardó un poco más en caer, una sustancia extraña había caído sobre el pecho de aquel hombre dejando unas heridas bastante feas, sin embargo, si siquiera Eilish fue capaz de adivinar de que se trataba.

Cuando todos los cuerpos estaban dando de comer a los peces, la misma Eilish llamó la atención de ambos y se acercaron a ella, mostrando claramente una posible cueva.

- No te preocupes McBride, que quizás no sea necesario nadar - el boxeador se agacho y empezó a rebuscar entre sus cosas, rezando por que se hubiera acordado de meter su equipo de escalada

Sutton regresó junto a sus compañeros con andares más propios de un agradable paseo en la campiña escocesa que de revisar lo que acababa de ser una zona de combate.

Estaban reunidos allí. - señaló con su bastón hacia el montículo. - Pero, salvo que se dedicasen a mover enormes piedras para entrar y salir de un posible escondrijo, diría que simplemente se trataba de la zona  más guarnecida por aquí.

Miró hacia abajo, sin aproximarse demasiado al borde del acantilado, hasta divisar la cueva que sus compañeros indicaban.

Salvo que sea una entrada por bote, deberían tener un sistema de acceso... - seguía pensando algún tipo de acceso por las rocas pero había sido incapaz de corrobar sus sospechas.

Los disparos quizás llamaran la atención, pero incluso aun cuando alguien viniese a ver que ocurría ya no quedaba nada que incriminara a los Rippers. Cuando el joven investigador se reunió junto a sus compañeros.

—Si entramos a ese lugar debería ser cuanto antes—. Hablo Francis instantes después de cavilación—. No me gustaría que nos pillara la subida de marea en aquel lugar.

» Quizás haya escondido algún bote por la zona, sería lo más factible—. Comento ante las palabras del noble.

Aunque no quedaba ningún cadáver, aun sentía el olor a sangre mezclado con la pólvora. Sus pensamientos saltaban a través de las distintas escenas del combate. Aquello le hacía humano, algo que agradecía; sin embargo, era algo que le impedía centrar toda su atención en lo que debería.

Haciendo caso a su hermano, la irlandesa se acercó a inspeccionar un cuerpo que mostraba claramente una reacción en la piel ante algún tipo de sustancia corrosiva. Fuese lo que fuese, ella no podía aclarar nada al respecto: había multitud de productos que podían ejercer un daño parecido, pero sin un análisis más detallado no podría asegurar... Además había una gran variedad de sustancias que ella todavía desconocía. Ese tipo de mancha más oscura en el borde y que parecía empezar con rapidez a crear zonas abultadas e irregulares nunca las había visto, y así se lo hizo saber a Seamus con un simple gesto.

Mientras que terminaban con todos los cuerpos tirándolos al mar, como si de piratas se tratara, ella había descubierto una caverna más abajo en la roca que estaba parcialmente cubierta por agua. Todos se acercaron para medir las posibilidades de acceder a ella.

- Si queréis acceder al lugar e investigar, es toooodo vuestro - dijo señalando con un movimiento de brazo la cavidad - Yo ya he tenido suficientes emociones fuertes por el momento y no me apetece para nada mojarme por el simple placer de intentarlo. 

Eilish miró con atención las extrañas marcas en la piel del escoces y también el resto del desconocido líquido, apenas un par de gotas, que aún se adherían a la superficie cristalina de la pipeta, pero negó con la cabeza. No era algo que hubiera visto antes y, sin las herramientas adecuadas, no tenía forma de analizarlo.

Pero, más allá de todo reconocimiento científico, la doctora creyó sentir una maldad congénita emanando de aquel fluido y de las heridas en la piel de aquel hombre. Los bultos innaturales del pecho parecían vivos, palpitaban y crecían, hasta que por último se abrían, expulsando un secreto nauseabundo y abyecto.

Definitivamente no sabía lo que era, pero tenía claro que sería mejor que su hermano no entrara en contacto con la piel del escoces y así se lo hizo saber a Seamus.

Una vez se hubieron deshecho de los cuerpos y cierta tranquilidad retornó al grupo, se acercaron a ver lo que la irlandesa había descubierto. La caverna era visible desde allí, pero el acceso a ella, con el agua a esa altura, no iba a ser nada fácil. El mar no parecía encontrarse bravo, pero no dudaban que el vaivén de las olas, aunque calmado, tendría la fuerza suficiente para arrastrar los cuerpos de nadadores poco experimentados contra las rocas.

La bajada por la pared rocosa era otra alternativa, pero con aquella lluvia que, aunque escasa, no había dejado de caer en todo el día, posiblemente las piedras estarían resbaladizas y bajar así supondría cierto peligro.

Alexander tenía herramientas que les podrían facilitar la bajada, pero no las llevaba ahora consigo. Tendrían que regresar hasta el The Red Lion para recogerlas y ver como las ocultaban a ojos curiosos.

Francis les exhortó para darse prisa. Según el detective no había tiempo de perder, en cuanto subiera la marea, ya no podrían adentrarse en la cueva e investigar su interior.

No había nada que les indicara, que aquella caverna pudiera ser de importancia, pero ¿qué habían estado haciendo allí si no los matones escoceses? Algunos miembros del grupo suponían que debía de tener que ver con aquel orificio en la roca.

—A ver, a ver... dejadme pensar —Seamus se cruzó de brazos junto al borde del acantilado, con los brazos cruzados mientras se rascaba el mentón, examinando los bamboleos de las olas del mar contra las rocas. Había tenido sus jugueteos con los lados grises de la legalidad, y en más de una ocasión había hecho uso de lugares como aquellos donde esconderse o donde esconder algo de valor. Y el mar es el mar, maldita sea. Miró al cielo, calculó la posición del Sol y cabeceó un par de veces, como si estuviera echando cuentas —Vamos a ver... cinco... y me llevo dos... digo yo que más o menos para el medio día la marea empezará a bajar. Pero está muy crecida. Y hasta que esa cueva sea accesible puede tardar... ¿siete? ¿ocho horas? Me niego a estar bajo este tiempo de mierda tanto tiempo con las manos en los bolsillos.

Tampoco pensaba deslizarse por esa pared de roca y tentar a la suerte. Con las veces que había maldecido y se había cagado en la Virgen, estaba convencido de que Jesús Santísimo bajaría de los cielos en persona para darle una patada en el culo y lanzarle a las aguas. Así que se acercó hacia donde había señalado Sutton y palpó las rocas, por si alguna se pudiera mover.

—A ver qué tenemos por aquí...

- Maldita sea - el boxeador maldijo en su interior cuando no encontró su equipo de escalada - Para una cosa que tengo que coger y se me olvida -

 -Pues va a ser que si tenemos que mojarnos el culo, me he dejado mi equipo en la posada , asi que probemos con al hallazgo de Sutton -

Y dicho y hecho se acercó donde el noble y al igual que Seamus intentó mover aquellas piedras, todo parecía indicar que debajo había algo más

Anthony echó la mirada al cielo cuando Seamus dio su pronostico de las mareas e hizo un calculo más rápido y mental que el del irlandés.

Por no hablar que sería ya de noche cuando eso ocurriera, lo que conllevaría llevar iluminación propia, con la conseguiente falta de discreción. -  se detuvo mirando alrededor y su tono reflejó una ligera preocupación cuando añadió - Aunque no sé si eso ya dejará de ser una contrariedad cuando esos mozos no regresen a su hogar...

Volvió a bajar la vista hacia las aguas.

Si esas rocas no dan ninguna solución, propondría emplear el día en otra actividad y regresas mañana con el alba, para aprovechar la marea baja matutina, queridos.

Francis observo con el resto de sus compañeros si hubiera alguna posible entrada. Era algo que dudaba, aunque había visto cosas mas improbables cuando trabaja como detective.

—Me parece bien lo que sugiere Anthony, vendría bien alejarnos de aquí por si los disparos atraen algún curioso—. Pronuncio mientras levantaba una de aquellas piedras—. Mañana podríamos regresar con el equipo de escalada sino encontramos nada ahora mismo y aprovechar el día de hoy en otros menesteres.

» Sino recuerdo mal la linterna sorda suele usarse por ladrones, asesinos y en general cualquier persona que no quiere revelar sus indecentes actuaciones nocturnas. Su luz focalizada hace mas difícil su avistamiento—. Comento de manera abstraída el joven investigador.

La irlandesa se mantuvo callada ante las opiniones de cómo tratar lo que tenían ante ellos. No era su especialidad y poco podía aportar. Manteniéndose en todo momento pegada a su hermano, los siguió al cúmulo de rocas intentando ser de ayuda buscando alguna posibilidad, por pequeña que fuese, de encontrar un mecanismo que activase la apertura de una entrada a algún escondrijo. Palpaba las piedras y rendijas, presionando aquí y allá e intentando mover alguna que otra, haciendo copia de lo que hacía su hermano.

- Sea como fuere debemos darnos prisa en terminar con nuestra tarea en este pueblo. Dudo mucho que tengamos más de un día para que los lugareños se nos echen encima por la desaparición de sus conciudadanos - se giró para mirarlos - Y no creo que tengamos tanta suerte al enfrentarnos a un pueblo entero. Por muy estúpidos y paletos que sean... - esto último lo dijo mirando directamente a su hermano.

Parecían estar todos de acuerdo en que no tenía sentido esperar allí hasta que bajara la marea. Aún quedaban algunas horas para ello. También tenían claro que, tras la refriega de hace unos instantes, no tenían demasiado tiempo para completar su misión. Los lugareños no tardarían en atar cabos, o al menos en sospechar de ellos.

Seamus decidió comprobar con sus propios ojos el presunto rastro que el noble había descubierto. Efectivamente, las huellas del suelo no dejaban lugar a dudas. Eran muchas y las marcas eran bastante confusas, pero eran señales de pisadas, eso estaba claro. Lo interesante era que algunas de ellas parecían salir de aquellas enormes rocas apoyadas sobre la elevación de piedra.

El resto del grupo se acercó al irlandés e investigó los alrededores con él. Fue Francis quien descubrió otro detalle interesante y se lo hizo saber a los demás. Saliendo de uno de los orificios que quedaban entre las rocas apiladas, un golpe de aire fresco había acariciado la cara del detective. ¿Podía ser que aquellos peñascos estuvieran ocultando un pasaje tras ellos o se habría confundido Francis?

Algunas de las rocas eran enormes y, si realmente estaban tapando la entrada a un posible pasadizo, no podían explicarse como un humano habría podido colocarlas allí. Imágenes de gigantes aparecieron entonces por sus cabezas. ¿No había creído ver el detective claras señales dejadas por algún coloso?

Si esos tipejos habían salido por aquí, tenía que haber algún tipo de mecanismo porque se apostaba sus cojones pelirrojos a que ellos solos no habían podido mover esa roca. El irlandés empezó a empujar con todas sus fuerzas, mientras otro par de manos se unían a la tarea, pero para él era como intentar mover el puñetero acantilado de sitio. Usando ambos pies de apoyo, siguió empujando hasta que su rostro se puso del color de una granada madura, las venas del cuello se hincharon hasta un peligroso grosor y su cuerpo amenazó con liberar una sonora ventosidad por el esfuerzo. Vale, esto no se mueve.