Partida Rol por web

Apenas escucharon las palabras de Anthony, uno de los hombres que se encontraba algo retrasado alzó la voz.

– Son esos payasos extranjeros. Seguro que tienen algo que ver con lo que ha pasado.

– Deberíamos de darles una puta lección para que no se metan donde no les llaman. –respondió otro de ellos.

– Callad un momento. –les espetó a sus compañeros el hombre que les había dado el alto hacia unos segundos–. Primero tenemos que saber que ha pasado. –Entonces continuó, esta vez dirigiéndose a los dos Rippers– ¡Eh! ¡Gilipollas! ¿Habéis visto a unos hombres por aquí? Hablad u os sacamos las palabras a golpes.

Apenas había terminado de decir esto, cuando el sonido inconfundible de un disparo rompió el silencio de la noche. Había sido un arma de fuego, de eso no había duda, pero el ruido les llegó de alguna forma amortiguado y sin quedar claro de que dirección procedía. Además, tampoco vieron ninguna luz, ningún fogonazo característico de la explosión de la pólvora.

– ¿Qué coño ha sido eso?

Los hombres miraron a todos lados, sin entender muy bien que es lo que acababa de pasar. En ese momento Sir Sutton y Alex pudieron reconocer que se trataba de dos grupos de tres escoceses, haciendo un total de seis oponentes armados.

Los escoceses estaban nerviosos, de eso no le cabía duda a Francis. El inesperado sonido del disparo había roto su aparente sensación de seguridad y miraban a su alrededor, tratando de descubrir desesperadamente la fuente de aquella explosión.

Pero, envuelto en las sombras de la penumbra, Francis se mantenía oculto a sus miradas. Aún no lo habían descubierto.

Escuchó un gemido a su espalda y el sonido del metal repiqueteando contra el suelo. No fallo una. Y cuando entró en el pasillo donde supuestamente esperaba su objetivo, se encontró con que no sólo estaba él, sino otros tres. Fallo de cálculo, y encima con las armas preparadas. Qué conveniente.

Mostrando medio cuerpo para no resultar un objetivo demasiado claro, Seamus observó la situación mientras su corazón parecía gritarle a través del pecho que abriera fuego contra el paleto de la noche anterior. Sin embargo, su cabeza estaba batallando su propia lucha contra los recuerdos. Finalmente, cuando Eilish se unió a él y ahogó una exclamación, el irlandés recordó al pimpollo que no dejaba de hablar en el tren.

—Tiene cojones. ¿No había más pueblos en Escocia? —dejó escapar, divertido. Al menos ya sabían quién era el mandamás, lo que para Seamus no estaba claro si era bueno o malo. Aunque tenían la ventaja estratégica en ese cuello de botella, ellos seguían siendo el doble. ¿Y dónde POLLAS están estos tres? —Claro, coño. Mira, y aunque tengo ganas de reventarle la cara a esa putita tuya, estoy de acuerdo. ¿Para que liarnos a tiros cuando podemos irnos cada uno por nuestro lado? Yo me llevó a ese pelirrojo de ahí atrás y todos contentos.

Alexander se hizo el sorprendido ante la pregunta de los escoceses, como si fuera la primera vez que pasaban por alli

 ¿Eh? Unos hombres.. no desde luego que no he visto nada ni a nadie - Miró a su compañero - ¿Y usted Sir Sutton? ¿Ha visto a alguien?

Esperaba que su compañero pudiese relajar a los escoceses pudiesen llegar rápido con sus compañeros, dede luego ese disparo debía ser del irlandés.

Sutton forzó una risa, como si encontrara gracioso el trato que les dispensaban, manteniendo la fachada de noble ingenuo que simplemente pensaba que eran unos escoceses pintorescos.

¿Hombres? - preguntó extrañado. - Acabamos de llegar, veníamos de tomar un maravilloso almuerzo del bueno de Roland y acabamos de encontrarnos con ustedes.

Cuando ese disparo amortiguado sonó en la zona, el noble se agachó instintivamente.

¡¿Qué ha sido eso?! ¿Están todos bien? - gritó acercándose al grupo más cercano con los brazos abiertos para que le vieran desarmado, más allá del bastón. - ¡¿Qué ha sido eso?!

Las palabras de aquellos hombres eran claramente hostiles, debían ser aliados de los matones de antes. Instantes después un disparo resonó en las inmediaciones, aunque no parecía haber dado a ningún blanco. Francis rezaba para sus adentros que fuera provocado por los hermanos irlandeses.

Dudaba que aquel acto fueran a tomarlo con calma aquellos desconocidos, era probable que tomaran represalias con Sutton y Smith. Previendo lo peor continuo manteniendo aquel poder arcano en la punta de la lengua, dispuesto a ser liberado ante la mas mínima acción hostil.

Por el contrario, con gran pesar, apunto desde su escondrijo a uno de aquellos maleantes. Debía elegir que vidas tenían mas importancia y estaba claro cuales eran bajo su criterio; sin embargo en el ultimo momento fue incapaz de disparar. No sabia con total certeza que fueran enemigos, aunque todo apuntara en aquella dirección.

La pelirroja tardó poco en darse cuenta de que, el hombre que estaba en el suelo, estaba muerto. Tras aquello, y por pura inercia, salió tras Seamus para encontrarse con algo que nunca hubiese imaginado, no pudiendo contener un sonido de sorpresa. Al parecer, el que daba las ordenes, era el caballero que habían tenido la poca fortuna de acompañar durante su trayecto en tren.

- Con razón me sonaba su voz - dijo Eilish sin dejar de apuntar hacia él con su pequeña pistola. - Profesor... Harris. ¿Verdad? - dijo sonriendo hacia el que llevaba la voz cantante y haciendo una suave reverencia.

Dejó a su hermano hablar, en ese escenario él brillaría más. Pero la primera bala ella sabía a quién iría dirigida.

Al escuchar su nombre, dicho por la doctora Eilish, el hombre que se había dado a conocer como profesor Harris hizo una reverencia en su dirección, levantando el sombrero al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza.

Mientras tanto, los hombres que parecían estar a sus órdenes miraban con extrañeza lo que estaba sucediendo sin bajar las armas.

– Me alegro de que se acuerden de mí. Fue un encuentro de lo más agradable. –comenzó a responder el hombre del bombín–. De hecho, creo que en su día no les di las gracias por haberse encargado de aquellos molestos engendros por mí.

Seamus y Eilish supusieron que se estaba refiriendo a los cuatro matones en cuya persecución habían salido los Rippers en el tren.

– Precisamente por ese motivo, y para que no se diga que no soy una persona agradecida, estoy dispuesto a dejarlos marchar como si no hubiera pasado nada.

Entonces se dirigió hacía el irlandés, mirándole directamente a los ojos. En ese momento no había simpatía en su rostro. Más bien una fija determinación.

– Pero me temo que el prisionero no se va a ningún sitio. Ese es el pago que tendrán que hacer por que les deje salir vivos de aquí.

Al escuchar esto, los esbirros se pusieron tensos, reaccionando a la amenaza velada del profesor Harris, dando a entender que estaban preparados.

Los seis matones miraban a los lados, sin entender lo que sucedía ni que tenían que ver esos extranjeros con todo aquello. Pero, al dar Sir Sutton un paso adelante, no tardaron en reaccionar.

– ¡Estate quieto, coño! No se te ocurra dar un puto paso más.

Mientras daba esas órdenes a Anthony, soltando saliva por la boca como si de un perro rabioso se tratara, dirigiéndose a él como si estuviera hablando con un borracho de taberna cualquiera y sin guardar el debido respeto que pudiera esperar un noble de su clase, el matón que llevaba la voz cantante entre los escoceses avanzó algo con la daga amenazante hacia el aristócrata.

¡Pero por lo más sagrado! - exclamó Sutton centrando su atención en quien parecía ser el portavoz de ese grupo y abriendo los brazos para que viera que solo llevaba el bastón.. - ¿Se puede saber qué es lo que está pasando?

Miró alrededor, como si en aquella penumbra fuese capaz de apreciar qué es lo que estaba sucediendo y tratando de centrar la atención en él, de forma que Alex quedara en un segundo plano y pudiera esconder mejor sus cuchillos.

Llegamos dando un paseo después de degustar un exquisito almuerzo de Roland y comienzan a increparnos como si fuésemos una pareja de salteadores de caminos atrapados en medio de una fechoría..

Bajó el bastón, apoyándose en el mismo y dejando escapar un suspiro de cansancio, al que no necesitó insuflar de teatralidad por el hartazgo que empezaba a sufrir de esos escoceses. Al final tendría que darle la razón a Seamus...

Si esta zona es propiedad privada, nos retiraremos sin problema... si ha habido algún problema, estoy seguro que seremos capaces de auxiliarles... pero hablan de que algo que desconocemos ha pasado, nos preguntan sobre unos hombres sin decirnos nada más y escuchamos una explosión que claramente no ha sido cosa nuestra pero parece que nos hacen responsables a nosotros...

Mantuvo el silencio entonces, mirando al hombre mientras esperaba a que procesara toda su verborrea y llegara a la conclusión que el noble trataba de hacerle entender.

Parecía que el tipo era de lo más comprensivo, y el hecho de que Lissie se acordara de su nombre — cosa de agradecer, porque si hubiera dependido de él, jodidos estaban — les había allanado el camino. Pero no lo suficiente, estaba claro.

—Uf... qué generoso —dijo, guardando lentamente la daga en la funda con una evidente mirada de no disparéis hijos de puta en sus ojos. Necesitaba tener esa mano libre— Así que nosotros nos vamos, y vosotros os quedáis aquí zurrando a ese pobre diablo... 

Por sus santos y pelirrojos cojones que no iba a permitirlo. No porque fuera la tarea que les habían encomendado como Rippers, que se la sudaba. No porque fuera lo correcto, que tampoco. Sino porque no había cruzado medio país para terminar en un agujero de follaovejas, mojarse el culo, tragar whisky aguado y tripas de oveja, como para volverse ahora con las manos vacías. Y a tomar por culo.

Seamus le dedicó una significativa mirada a su hermana, a medio camino entre la disculpa acompañada de una sonrisa cómplice.

La doctora tuvo que morderse la lengua para no reaccionar con una respuesta de lo más pedante en esa situación. - ¿De verdad está diciéndonos que nos está agradecido por librarle de los matones del tren y por ello nos deja marchar y a su vez pone un precio por que nos vayamos, que es la cabeza de Craig? - la estupidez del caballero que tenían delante no tenía límites.

En ese momento miró a su hermano como queriendo decirle... No me lo puedo creer...

Al encontrarse sus miradas no fueron necesaria ni palabras ni gestos, ambos sabían que las únicas que hablarían serían sus armas.

Cuando Francis distinguió el inconfundible brillo del acero pulido, supo lo que debía hacer. Si debía elegir, elegiría siempre la vida de sus compañeros y la de su causa.

Dejo escapar el aire con suavidad tratando de controlar sus nervios. Pareció funcionar, la mano del revolver dejo de temblar, apunto y disparo. Sus brazo ascendió unos centímetros debido al retroceso, pero no podía parar.

Cargo y volvió apuntar.

- Por favor, que den el primer paso, en cuanto ataquen, son hombre muertos - el boxeador se moría de ganas de inflar a puñetazos a esos follaovejas, como los llamaba Seamus, pero algo en su interior le decía que convenía no precipitarse e intentar llevar la discusión por otro camino. Y por suerte para el, Sutton era el hombre indicado para ello.

El boxeador se quedo en segundo plano mientras el noble intentaba convencer a los escoceses, solo esperaba que no vieran los cuchillos que Alexander, de la mejor manera posible, trataba de ocultar

El silencio se hizo dueño de la gruta, solo roto por el rítmico sonido de las olas al romper contra las rocas. Los escoceses miraban a los irlandeses, girando la cabeza de Seamus a Eilish y de vuelta al hermano de esta.

No cabía duda de que aquel encuentro no iba a terminar con una visita conjunta a la taberna más cercana, compartiendo cervezas hasta el amanecer. Todos sabían que solo uno de los dos grupos acabaría saliendo por su propio pie de aquella caverna. Pero su jefe aún no había dado la orden de atacar. No sabían si estaba jugando con los intrusos, haciéndoles creer que les ofrecía una oportunidad sincera de marcharse sin más, como si no hubiera pasado nada, como si no hubieran visto ya demasiado, o quizás su oferta era sincera. Pero tenían claro que no querían equivocarse y ser blanco de la furia de su jefe.

Así estaban, esperando impacientes e inseguros al próximo paso de los dos forasteros o a la orden del profesor Harris, cuando el silencio fue roto de manera brutal.

Un disparo, de eso no había duda, rasgó la calma reinante.

Había llegado del exterior, pero eso era algo que no tenían tiempo de descubrir. El instinto les hizo creer que les atacaban y ellos se defenderían.

El intercambio de plomo comenzó.

…

Y, mientras tanto, el líder de los matones escoceses y el profesor Harris, en lugar de echar mano de sus armas, abrieron unos pequeños recipientes de cristal que llevaban encima y le dieron un buen trago a un líquido que recordaba a aquel que habían visto en el cuerpo de uno de aquellos escoceses caídos horas antes.

– Una pena. –fue todo lo que dijo el locuaz profesor.

Los hombres seguían completamente inseguros acerca de lo que estaba sucediendo y que tenían que ver aquellos forasteros con todo ello. Pero parecían tener claro que de alguna forma estaban implicados en los sucesos. Tenían que estar implicados.

Las palabras de Sir Sutton eran medidas, dulces y engañosas. Casi lograron su objetivo.

– ¿Propiedad privada? Que va. Esto e…

No terminó la frase. Cayo al suelo muerto.

El estruendo de otro disparo había sesgado la calma de la noche apenas un segundo antes. Pero este había sido mucho más cercano. Apenas unos cuantos metros y el resultado había sido la muerte de uno de los escoceses.

El resto no tardó en reaccionar.

– ¡Malditos hijos de puta!

La conversación había terminado. Era hora de que hablaran los cuchillos.

Sutton se encogió instintivamente cuando escucho el disparo pero retomó su postura y dejó escapar un suspiro cuando vio a aquel escocés caer al suelo.

¿Es que siempre tienen que terminar arreglando así las cosas? - pensó mientras avanzaba y sacaba el estoque del bastón, lanzando un golpe flojo contra el primer matón que tenía a mano. - ¿Algún día dejarán que solucione algo hablando?

Aquellos tipos no eran del todo unos ineptos porque se anticiparon a sus movimientos, y Seamus se encogió cuando escuchó rebotar en la piedra la primera bala —¡A cubierto, Lissie! —gritó a su hermana, retrocediendo mientras colocaba su mano sobre el revólver y lanzaba una lluvia de proyectiles contra los dos matones que más tenía a mano. Iba a dejar su arma seca, pero por el sonido que había hecho uno de ellos, dudaba que no le hubiera acertado. Eso le daría el tiempo suficiente a recargar y sacar la otra.

Porque estaba seguro de que, si las cosas iban como estaba convencido de que iban a ir, le iba a deber una disculpa al polizonte respecto a la existencia de gigantes en Escocia.

Un disparo que para nada esperaban dio rienda suelta al tiroteo entre los que allí se encontraban.

Una bala salió hacia ellos pero no logró dar en el blanco, por lo que ambos hermanos retrocedieron un paso usando las rocas de la entrada a la gruta como cobertura. En cuanto la doctora escucho a su hermano vaciar su pistola, no dudó en apretar el gatillo contra uno de los matones.

Lissie se había fijado en la ingesta del líquido y ahora su cabeza intentaba discernir cómo algo que quemaba, creando pústulas, a aquella velocidad la piel podía ser tomado por una persona sin crearle daños internos. 

Tras oir el disparo lo siguiente que salieron volando fueron los cuchillos del boxeador, acertando ambos de pleno, uno en cada matón que quedaban al lado del recientemente escoces fallecido.

Tras eso, Alexander se encaminó hacia los otros tres, con la intención de hacerles llegar al mismo final que sus compañeros