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Rippers: Cazadores de monstruos

Episodio 2 - El Ripper Desaparecido

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08/07/2018, 11:27
Narrador

Poco más había que hacer allí. O al menos eso parecía. La idea de deshacerse de los cuerpos tirándolos por el portón lateral del vagón encontró aceptación entre los componentes del grupo. Era rápido, no dejaría huellas y los matones -o lo que quiera que fueran esos seres- encontrarían un final más que merecido, sirviendo de pasto para las alimañas. Y, lo que era mejor, sin cuerpo no hay delito, algo que Seamus sabía bastante bien.

Pero también era pesado. Sobre todo estando los dos componentes más fuertes del grupo aún tocados por las heridas recientes.

Anthony, aprovechando un momento en que Eilish estaba ocupada buscando algunos trapos con los que limpiar el desorden que habían dejado, se acercó a Alexander para asegurarse que el forzudo se encontraba bien. Quizás por la presión de tener a su hermano cerca, sabiendo que estaría midiendo cada movimiento y cada contacto de la doctora sobre el atlético cuerpo del boxeador, quizás por el decoro que exigía la sociedad inglesa y que hacía que las personas midieran cada acto bajo la sombra del “que dirán”, el caso es que Eilish cometió algunos errores al tratar las heridas de su compañero. Errores que el noble supo reconocer y solventar.

Notando que parte del dolor de su pecho había desaparecido, Alexander se puso a ayudar al resto, tirando de los cadáveres. Eran cuerpos grandes y musculosos, y por lo tanto pesados como bueyes. Más bien parecía que estuvieran arrastrando plomo. Cuando por fin tiraron a los cuatro matones por el portón lateral y estos cayeron al suelo, dando saltos contra la tierra y las piedras por la velocidad que les había proporcionado el tren, se sentaron a descansar un minuto, mientras se secaban el sudor de la frente.

Eilish les hizo levantar, tirándoles unos trapos para llamar su atención e indicarles que aún quedaba quehacer. Frotaron el suelo del vagón entre quejas e improperios aún mayores que los que lanzaron mientras arrastraban los pesados cuerpos. Pero al final, tras una buena media hora trabajando y después de lanzar el último de los paños empapado en sangre al exterior, habían conseguido eliminar todas las pruebas de su encuentro con aquellos seres. Todas salvo quizás las de sus propias manos que brillaban con un claro tono escarlata.

De nuevo, y sin llegar a comprender de donde salía, agua clara y limpia volvió a caer del techo1. Suficiente para que los cinco Rippers pudieran lavarse y hacer desaparecer así los últimos rastros que les acusaban. O casi. Aún quedaba algo por hacer. Una última cosa que podría atraer las miradas de los curiosos.

Eilish, quien mientras había estado buscando algunos trapos había pensado en ello, dió una camisa que había encontrado a su hermano y otra a Alexander y estos no tardaron en ponérselas. Les quedaban bien. No como un guante, pero si lo suficientemente bien como para no llamar la atención. Puede que alguien echara en falta algunas prendas cuando llegara a su destino, pero para entonces ellos ya estarían lejos.

Regresaron a su vagón pasando antes por muchos otros y, aunque en esta ocasión lo hicieron calmados y sin molestar al resto de pasajeros, les quedo claro lo importante que había sido eliminar todas las huellas posibles. Testigos que pudieran declarar en su contra había más que suficientes.

Cuando llegaron a su compartimento el profesor Milton Harris, que así se llamaba el académico que les había tocado de compañero, seguía hablando sin puntos ni comas para mayor desgracia de la pareja de escoceses cuyo desinterés y aburrimiento, claramente reflejados en su cara, no parecían preocupar al profesor. Sólo la llegada de los aventureros consiguió que dejará el tema que estaba exponiendo y centrara su atención en los recién llegados, para alivio de los escoceses.

– ¡Oh! Por fin, amigos míos. Empezaba a preocuparme de verdad por ustedes. Le acababa de decir a nuestros compañeros de viaje que si tardaban un minuto más, pensaba salir en su ayuda. –Se giró hacia el escocés, esperando quizás que este apoyará sus palabras, pero este solo apoyaba su cabeza contra el cristal de la ventana del vagón, buscando alejarse de la cháchara del académico.

– Y díganme, ¿les han enseñado modales a ese grupo de indeseables y maleducados? Pero que pregunto. Seguro que si. Estoy en deuda con ustedes y querría poder saldarla, aunque solo sea con un pequeño gesto. ¿Me permitirían que les pagara el viaje hasta su alojamiento en Edimburgo? Con mucho gusto les acompañaría a mostrarles los lugares de interés de la capital. Sería un honor para mi…

Aún les quedaban algunas horas antes de llegar a su destino y Seamus empezó a desear poder volver a enfrentarse con algún peligro mortal antes que seguir escuchando las historias del profesor Harris.

Notas de juego

1 Me he tomado la libertad, Oraltor, de decidir esto por ti. Espero que no te importe.

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09/07/2018, 23:39
Alexander Smith "Alex"

Al  parecer Sutton, sin mas ayuda, podía formar perfectamente un equipo de Rippers; igual te mataba a un bicho de dos metros que te curaba unas heridas. Estaba empezando a a tenerle respeto a aquel hombre.

Mas alla de eso tocaba recoger y el boxeador limpió como no había limpiado en su vida, pero todo fuera por evitar miradas indiscretas acabando con el agua milagrosa nuevamente cayendo desde el techo del vagon.

-Seguramente sea una gotera. ¿Ves? - dijo mirando a Seamus y santiguandose a la vez- Te dije que teniendo a Dios de nuestro lado, todo nos iría de maravilla

Una vez con la limpieza terminada volvieron a sus asientos para descubrir que su querido amigo no se había callado en ningún momento, y al parecer seguía teniendo conversación para rato, por lo que el boxeador le dedico una leve inclinación de cabeza para volver a sentarse e intentar dormirse, mientras en su cabeza se sucedían diversas maneras de hacer callar al profesor, a cada cual peor que la anterior, incluyendo la de golpear su cara contra el asiento repetidamente.

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10/07/2018, 01:49
Seamus McBride

Lo de limpiar no era cosa de Seamus, para eso estaban las mujeres y las criadas, así que decidió encargarse de los cadáveres de aquellos tipos sin ningún tipo de miramientos. No tenían nada de valor - por supuesto, ¿para qué iban a poder compensarle la camisa desgarrada y el dolor que le acompañaría durante días en el costado? - así que abrió la portezuela de metal de una patada y comenzó a lanzar uno tras otro mientras seguía blasfemando por lo bajo. La visión de los cuerpos de los bichos rebotando como muñecos contra las vías del tren le resultó gratificante, considerando que se habían cargado a un pobre diablo que no tenía culpa de nada. Era un final apropiado para animales.

Ya... —respondió a Alex, nada convencido. Seamus se encendió un cigarrillo y se masajeó la nuca mientras veía el constante gotear del agua desde el techo. Era muy útil para limpiar toda aquella sangre. Quizás demasiado conveniente. Y Seamus no era un especialista en trenes, precisamente, pero sabía que el depósito del agua estaba ubicado en la parte delantera, junto a la locomotora. ¿Por qué diantres tendría que haber una fuga como aquella en el último vagón? El irlandés chasqueó la lengua mientras dejaba que las volutas de humo del tabaco flotaran a su alrededor.

Era hora de regresar a sus asientos, y con suerte dormir un poco lo que restaba de trayecto. Pero por supuesto, el parlanchín compañero de viaje no había dejado de hablar ni tenía intención de hacerlo. Ahora era el momento de que aquellos con mejor don de palabras urdieran una correcta explicación sobre lo que habían tenido que enfrentar. Para Seamus era hora de cerrar los ojos e intentar descansar. El viaje no había empezado bien, y con su mala suerte, seguro que empeoraba en cuanto pisaran la capital de los follaovejas.

- Tiradas (1)
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10/07/2018, 04:05
Francis Douglas

Minutos después los cadáveres habían desapareció en algún lugar de la nada y la sangre del suelo había sido limpiada. Francis al ver como una sangre escarlata manchaba las manos de cada uno de los presente, volvió a canalizar aquella energía mística y creando un pequeño goteo continuo que caía del techo. Después de convocar un pequeño cubo de agua, unas gotas de agua no llamarían demasiado la atención en comparación.

Limpios y libres de cualquier posible acusación inmediata, los Ripper regresaron al su camerino particular. Allí el profesor, continuaba hablando sin parar, aburriendo a los propios asientos. Si hubieran podido moverse, se habrían tirado por la ventana para evitar sufrir mas aquella agonía.

No creo que podamos señor Harris, tenemos asuntos urgentes que tratar—. Pronuncio con voz cansada Francis.

El joven investigador no estaba de humor para mantener la compostura y escuchar las historias de aquel hombre. Se sentía cansado y solo deseaba descansar la mente y pensar en lo sucedido. Sin decir ninguna palabra mas, el señor Douglas, miro por la ventana hasta que su mente comenzó a deambular en un laberinto de pensamientos ligeramente ofuscados.

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10/07/2018, 08:59
Sir Anthony Sutton III

Si algo quedó claro en aquel vagón era que había un aspecto en el que aquel grupo era menos ducho que en pasar disimuladamente por los sitios y era en limpiar.

Una vez habían dejado adecentado aquel lugar como buenamente habían podido, regresaron a su asiento, donde sus compañeros también dejaron patente que el sociabilizar y el decoro tampoco era su fuerte.

Oh, querido. - respondió al profesor con un gesto de la mano como para quitar importancia. - Una desavenencia casi sin importancia que fue saldada con poco más que una reprimenda. No creo que vuelvan a molestar a aquel muchacho, al menos en lo que queda de viaje.

Tomó su asiento y limpió un pequeña manchita de su zapato que esperaba que no fuese sangre.

Como tan escuetamente le ha explicado el amable Douglas, tenemos negocios que atender tan pronto lleguemos pero quizá podría dejarme sus datos de contacto y podríamos aprovecharnos de su amabilidad tan pronto tengamos un momento de asueto.

El noble sonreía amablemente al profesor, claramente dispuesto a quedar con él en cuanto pudiesen.

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10/07/2018, 14:34
Dra. Eilish McBride

Cuando la doctora le tiró un trapo a su hermano solamente sirvió para que resoplase y la mirase ceñudo. No quería ni imaginarse el interior de su hogar en Irlanda... Ni los jardines, ni los ros... Ahí su mente se paralizó. Pensar en su madre resultaba muy doloroso, por lo que se centró en que ya quedaba muy poco para limpiar. 

Cuando escuchó la explicación de Alexander sobre las gotas que caían del techo se fijó en la cara de su hermano, por lo que supo que Seamus tenía otra teoría muy diferente para explicar lo que estaba sucediendo.

Cuando, por fin, hubieron adecentado el lugar se levantó del suelo con un dolor de rodillas increíble. Estaba claro que sus criadas bien se ganaban el salario. Dio una vuelta por el vagón para asegurarse que no se habían dejado nada y a su vez para hacer que la circulación volviera a sus miembros inferiores.

La vuelta a su compartimento fue relajada, y nadie pareció darse cuenta del estado del grupo. La explicación de Sir Sutton parecía muy convincente. Por lo que ella permaneció callada y se sentó junto a su hermano esperando que el profesor volviese a su cháchara anterior.

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10/07/2018, 23:34
Narrador

El profesor escuchó la respuesta de Francis y de Sir Sutton y pareció entristecerse cuando rechazaron su oferta.

– Claro. Lo entiendo. Todos tenemos alguna ocupación que atender, ¿verdad?– Agachó algo la cabeza y el flujo de palabras, que hasta ahora parecía no tener fin, se interrumpió por un instante. Entonces Sir Sutton le ofreció encontrarse si las tareas que habían venido a realizar se lo permitía. Este comentario devolvió la alegría a la cara de Milton Harris–. Estaría encantado, aunque me temo que será complicado. Hoy pasare la noche en un albergue de la capital y mañana saldré camino de Inveraray. El duque ha abierto sus puertas a la ciencia y nos permite echar un vistazo a sus aposentos del castillo. Pero, si tienen tiempo no duden en pasar a visitarme.

Las muecas en la cara de los Ripper menos diplomáticos dejaron bien claro que preferirían un viaje solo de ida al mismísimo infierno antes que tener que pasar una tarde de manera voluntaria con el catedrático. Este sin embargo no dio muestras de haberse dado cuenta y, tras indicarles donde podrían encontrarle en Inveraray, siguió hablando de su tema favorito. Castillos y fortificaciones.


El tren redujo velocidad y llegó a la estación de Edimburgo a tiempo de evitar un homicidio, pues Seamus estaba a punto de perder el control y apretaba los puños con tanta fuerza, que estos tomaron un tono blanco y las uñas a punto estuvieron de hacer sangrar las palmas de las manos. Todo con tal de no lanzarse al cuello del profesor.

Las despedidas fueron rápidas y escuetas. Si corrió alguna lágrima fue más bien de alivio que de tristeza. Habían llegado a su destino, al menos al primero de ellos, y no veían el momento de tomar el primer carruaje que les llevara a la universidad y recibir más información.

Salieron a la plaza central frente a la entrada principal de la estación de Waverley e hicieron señas a uno de los coches de caballo que se encontraban allí esperando. Le indicaron al cochero su destino y este se puso en marcha. Aunque Edimburgo era la capital de una de las naciones británicas y en cada calle podían verse señales de su modernidad y poderío económico. Y sin embargo comparada con Londres no dejaba de ser una capital de provincias.

Camino a su destino dejaron atrás la Catedral de St. Giles y el Museo Nacional de Escocia entre otros edificios distinguidos, para deleite de unos e indiferencia de otros, y llegaron tras unos pocos minutos de viaje al complejo de edificaciones que formaban la Universidad de Edimburgo.

El conductor no se detuvo frente a ninguno de los edificios más emblemáticos como solían hacer los turistas, sino que continuó, como le habían indicado, hasta las caballerizas.

Tras pagarle el importe del viaje se adentraron en estas. Eran unos pabellones de madera y gran tamaño con espacio suficiente para varias cuadras y cocheras. Y en algún lugar de aquellos establos debían de encontrar a su contacto. Miraron alrededor en busca de alguien a quien poder preguntar y vieron a una figura que les daba la espalda y que, por los movimientos repetidos de vaivén que hacía,  parecía estar barriendo las caballerizas. Era pequeño pero corpulento y de espaldas seria difícil determinar la edad que tenía.

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11/07/2018, 00:49
Seamus McBride

Seamus McBride había madurado mucho desde que había recuperado el contacto con su hermana. Quizás fuera la sociedad londinense, más correcta e hipócrita que la irlandesa. Seguramente su incursión en el mundo de lo Oculto – ritual diabólico mediante – y el descubrimiento de ese universo de Logias que se enfrentaban a criaturas de pesadilla también había influido enormemente. También el saber que había destinos peores que pasar la noche en una celda había forjado su carácter. El caso es que cuando puso pie en la fría piedra de la estación de Princes Street, se mostró muy orgulloso de sí mismo por no haber estrellado su puño contra la mandíbula de aquel universitario. Con una sonrisa de satisfacción, se encendió un cigarrillo y ofreció su brazo a su hermana como un encantador lord inglés.

¿Ves? Yo también puedo ser un caballero si me lo propongo.

Sin embargo, su buen humor se esfumó en cuanto el clima escocés apareció dando una patada en la puerta. McBride se arrebujó en su nuevo abrigo, comprobó que las gemelas estaban a buen recaudo en su cintura y dedicó una mirada de hastío al cielo que les recibía ajeno a sus quejas. Ni siquiera la seguridad del coche de caballos hizo que su expresión de disgusto se apartara. La catedral de Saint Giles, una maravillosa estructura erigida junto a la Royal Mile y que había arrancado suspiros a los más apasionados por el arte, apenas si arrancó una rápida mirada al irlandés. Para él, daba igual lo grande o pequeña que fuera una Iglesia. Todas servían para lo mismo.

¿Soy yo, o toda la puñetera ciudad está en una colina? —gruñó, tras bajarse del carro de caballos. Se estiró ruidosamente, haciendo crujir su espalda y arrancándole un leve gemido de placer— Ah... mucho mejor. Qué ganas tengo de pillar una buena cama.

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11/07/2018, 23:33
Alexander Smith "Alex"

El viaje había terminado sin mas incidentes, salvo un pequeño accidente al recoger el equipaje, el boaxeador fué incapaz de resistir la tentación y "tropezar" con su querido amigo universitario haciendo que este se golpease en la cabeza con una de las maletas.

 - Perdón, ruego me disculpe, sin duda ha sido un mal movimiento -aunque por dentro se sentía muy liberado.

Una vez en la estación, no tardaron encontrar un coche que les llevara a su destino, sin miramientos ni detenerse en edificios emblematicos, cosa que Alexander agradeció pues asi pudo aprovechar para echar una rapida cabezadita, cosa que no pudo hacer en el tren. 

Cuando llegaron a su destino tuvieron que despertarle, pues la cabezadita se le había ido de las manos, pasando a ser un sueño profundo

 - Lo lamento, los viajes siempre me han cansado demasiadoy este tenia motivos de más -

En las caballerizas unicamente había un hombre, que el boxeador supuso era su contacto, aunque ellos buscaban a un hombre tuerto, y de espaldas eso era dificil de comprobar, por suerte disponian de la contraseña, algo de unos lobos, pero prefirió esperar que Sutton llevara la voz cantante, al fin y al cabo, se le daba de maravilla.

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12/07/2018, 13:38
Dra. Eilish McBride

Eilish sonrió a su hermano cuando hubieron salido de la estación y se hubieron despedido del catedrático. Tenía un brillo especial y se mostró galán sin tan siquiera abrir ella la boca. Se cogió de su brazo y se dispusieron a avanzar cuando un fuerte viento frío les dio en pleno rostro, momento en el cual el brillo de Seamus se esfumó por completo. La doctora se abrazó al brazo de su hermano crubriéndose en parte con el cuerpo de él. No tardó en asomar la cabeza para admirar las edificaciones que se encontraban a su alrededor, y cuando empezaba a acercarse a una de ellas el irlandés tiro con suavidad de su brazo indicándole que entrase en un carruaje. Durante en camino, la irlandesa, fue enumerando mentalmente los sitios que quería visitar en cuanto se hubiesen instalado. Algo de tiempo libre les vendría bien tras un viaje tan largo, y el situarse correctamente en una nueva ciudad era un punto importante.

Tras un corto itinerario en el que casi no pudo disfrutar de las vistas de la ciudad se detuvieron en el sitio acordado, unas caballerizas, - Menudo lugar para presentaciones -  dijo la doctora mirando a su alrededor. No entendía la elección de aquel lugar, como si fueran meros delincuentes. Se mantuvo al lado de su hermano, dejando que el protocolo actuase como debía. 

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12/07/2018, 17:04
Sir Anthony Sutton III

Sutton se despidió cortesmente del Profesor Harris y prometió ponerse en contacto con él si sus obligaciones se lo permitían.

Oh, lo de ese castillo parece fabuloso. - añadió en el último momento.

Durante el viaje mantuvo el silencio, dentro de lo habitual en él, ya que solo contó dos anécdotas sobre jovencitas escosesas y un par sobre algunos nobles de la zona.

Aprovechó para acercarle la petaca a Alex y que así se relajara en el viaje, esperando que la herida sanara correctamente, y le dio un traguito antes de pasarsela al McBride, ya que no quería tener que volver a sacarla cuando éste hiciera un mohín por no degustar su ración.

Al llegar, arregló el asunto del pago con el cochero y se giró, buscando a alguien a quien pedir indicaciones.

Perdone. - llamó al hombre que barría mientras chasqueaba con la mano derecha para llamar su atención. - Perdone, quizá pueda ayudarnos...

Esperó a que le hombre se girase para comprobar si poseía la cualidad física que buscaban en su contacto.

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12/07/2018, 20:49
Francis Douglas

Si volvemos a vernos, seria interesante escuchar historias sobre los aposentos del duque—. Nombrar a la clase alta y sus posibles trapos sucios despertó la curiosidad del joven investigador, el cual sonrió de manera clara ante dicha mención.

Tiempo después el tren enlentecio su marcha hasta detenerse en su destino final, Edimburgo. Cansados del viaje la decisión de tomar un carruaje para llegar hasta la universidad fue unánime. Sin lugar a dudas su destino era lejano, aunque caminar un poco les habría venido bien para sus dolorosas piernas, aquel no era el momento idóneo.

En los siguientes minutos disfrutaron del paisaje de piedra y cemento, salpicado de innumerables rostros que caminabas de un lado a otro sin parar. La vista sin lugar a dudas era espectacular, pero Francis no tenia hueco en su mente para todo aquello. El Ripper perdido era lo importante en aquel viaje.

El carruaje llego a la universidad mas rápido de lo que hubiera imaginado el joven arcanista. En apenas unos instantes pagaron al cochero, se bajaron y se adentraron en los patios de la universidad. Aunque su mirada buscaba el posible contacto, también disfruto de la magnificencia de aquel lugar. No todos los días se veía un lugar así.

Sin perder tiempo se dirigieron hacia los establos, el lugar donde debían encontrar al contacto. De nuevo, el noble Sutton, mostró elegancia y cortesía con unas simples palabras. Francis observo el establo, para finalmente detenerse en aquel hombre, su complexión y sus movimiento. Pocas personas lo sabían, pero observando se podían descubrir muchísimas cosas.

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12/07/2018, 22:34
Narrador

Aunque aún les separaban varios metros del hombre que se encontraba barriendo las cuadras, éste detuvo su trabajo al escuchar al grupo hablar detrás de él. No soltó la escoba, de hecho parecía sujetarla ahora con mas firmeza, pero no fue hasta que Sir Sutton se dirigió directamente a él, que se volvió hacia los Rippers. Lenta y pausadamente.

El lado izquierdo de la cara lo cruzaba una cicatriz que bajaba desde la gorra de tweed que llevaba puesta hasta su poblada y negra barba. La profunda marca, que rompía la simetría de su rostro, atravesaba el ojo, siendo este poco más que un globo blanco, acuoso y sin vida.

– ¡Vaya! Los señoritos se han perdido, ¿eh?

La voz era ronca y poderosa, y cada palabra tan llena del típico acento escoces, que parecía forzado. Antes de continuar escupió al suelo que había estado barriendo y se limpió los posibles restos de saliva que hubieran podido quedar en la barba con la manga del brazo que no sujetaba la escoba.

– ¿Acaso los ingleses duermen en casa con sus caballos, que no saben reconocer unas cuadras? La recepción se encuentra allí. –dijo señalando a uno de los grandes edificios que formaban el complejo universitario–. ¡Y ahora déjenme trabajar!

Con esas palabras parecía querer dar aquella conversación por finalizada. Pero no se volvió para continuar con lo que había dejado a medias. Se quedó allí plantado, con ambas manos apoyadas sobre el mango de la escoba y mirándoles desafiadoramente.

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13/07/2018, 05:39
Seamus McBride

Mírale, es como si tuviera una bola de manteca en la boca—masculló Seamus al escuchar el marcado acento del escocés. Pero la verdad es que el tipo encajaba con la descripción de la princesita y estaban en el lugar correcto. Además, reconoció que era una buena tapadera. Si él tuviera que organizar la seguridad de una Logia - cosa que tenía claro que nunca sucedería - pondría a un tipo así vigilando la entrada, alguien malcarado que echara a los despistados y que llegado el momento pudiera propinar un buen par de puñetazos.

Era el momento de decir la contraseña, pero por sus muertos que él no iba a hablar de lobos ni mierdas así. Para eso, Sutton era su hombre.

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15/07/2018, 23:28
Alexander Smith "Alex"

Si no fuera porque su anfitrión cuadraba a la perfección con la descripción dada por la princesa, y porque sus compañeros tuvieron a bien retenerle, el tuerto ya hubiera mordido el polvo... varias veces.

 - No he aguantado un viaje con nuestro querido amigo el profesor para encontrarme con esto - pero el boxeador supo contenerse, y esperar a que Sutton diera el primer paso.

Siendo sienceros, el boxeador no recordaba del todo bien la contraseña, sabia que era algo de lobos y una estación del año, pero mas de eso... era pedirle demasiado.

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16/07/2018, 13:11
Sir Anthony Sutton III

Oh, querido, nuestro destino no es ninguna recepción. - dijo Sutton con un gesto leve de la mano, como quitando importancia a la situación.

Si el noble se había sentido lo más mínimamente ofendido por la actitud o las palabras de aquel hombre era algo que no se dejaba notar pues usaba un tono cordial, casi como si tratara con un igual y no un mozo de caballerizas.

Estamos aquí por motivos menos... - miró en la dirección en la que aquel hosco hombre había señalado - banales. Dicen que se esperan lobos en la ciudad este otoño y nosotros no tenemos intención de ser ovejas.

Miro la escoba en ese momento, como si por fin se diese cuenta que estaba interrumpiendo su trabajo y volvió a sonreir al escocés.

No le interrumpiremos más. - finalizó con una pequeña inclinación de cabeza.

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16/07/2018, 14:55
Dra. Eilish McBride

Cuando el hombre se dio la vuelta parecía que se trataba del hombre adecuado. Además dio una respuesta demasiado directa para tratarse de un mero sirviente. Fue descarado y osco, algo más propio de alguien con un mínimo de autoridad en el lugar.

El tono despectivo hizo que la irlandesa lo mirase con cierta tensión, y aunque ella si recordaba la frase que debían decir, seguía creyendo que no era la más indicada para ello. De manera casi inmediata Anthony dijo las palabras adecuadas, por lo que sólo quedaba esperar la respuesta del hombre para averiguar si estaban tratando con la persona adecuada.

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16/07/2018, 17:17
Francis Douglas

Después de un duro viaje parecía que habían localizado a su contacto. Aquello se suponía que era lo mas sencillo, sin embargo una gran alegría surco su pecho cuando vio las facciones de aquel desconocido. Las posibilidad de que aquel hombre fuera su contacto, aumentaban por momentos.

Su mente trataba de recordar las palabras exactas, cuando Sutton ya las había pronunciado. Sin lugar a dudas el encantador noble no solo era un fiestero diestro en la espada, era educado e inteligente. Tenían suerte de tenerle.

Ante las palabras de su compañero, Francis asintió a modo de confirmación a su posible contacto. Poco mas podía hacer el joven investigador, tan solo esperar.

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16/07/2018, 22:08
Narrador

El hombre les seguía mirando con expresión de pocos amigos. Para nada se sentían bienvenidos, pero entendieron que era parte de la tapadera. O eso pensaron en un primer momento. Sin dejarse desanimar por la actitud del tuerto, Sir Sutton siguió hablando e introdujo de manera ingeniosa en una frase la parte de la contraseña que les pertenecía. Al menos todo lo ingeniosa que una contraseña como aquella permitía.

Pero no hubo una reacción inmediata a las palabras de Anthony. Al menos no la esperada por el grupo. El tuerto torció la boca y entrecerró el ojo sano estudiando a los Rippers en una mueca rocambolesca, al no guardar sus facciones la simetría esperada en un gesto como ese. Pasaron unos segundos sin que abriera la boca para responderles, haciendo que las dudas empezaran a asaltar al grupo. Entonces, cuando ya daban por hecho que se habían equivocado de persona, volvió a escupir al suelo y relajó las facciones.

– Ovejas dice. Ja. No hay peor lobo que el propio hombre. – Aunque al principio su expresión seguía siendo malencarada, algo parecido a una de sonrisa afloró en su rostro –. ¡Seguidme ingleses! – terminó su corta respuesta, acompañando la orden con un ligero gesto de cabeza en la dirección que luego siguió su cuerpo.

Avanzaron por las caballerizas dejando a ambos lados a curiosos caballos, que les miraban despreocupados, hasta que el hombre llegó a un establo donde un espectacular ejemplar les observaba nervioso, saltando y elevándose sobre las patas traseras.

– Tened cuidado, ovejas. Un movimiento en falso, una palabra demasiado alta y Braveheart se encargará de que no volváis a probar carne en vuestra vida.

Tras el aviso, abrió la puerta de la cuadra y tranquilizó al animal con movimientos pausados pero firmes, antes de correr una cortina que tapaba la pared del fondo por un carril en forma de hilo metálico y separando de paso al fabuloso animal de las inesperadas visitas, calmándolo aún más. Tomó una pala que se apoyaba en la pared sin levantar la parte plana que reposaba en el suelo y la giró ciento ochenta grados, volviendo a colocar luego el mango en su sitio. Levantó entonces un enorme cubo del suelo, dejando a la vista una trampilla tapada en parte por la paja del suelo, y la levantó, abriendo el camino a unas escaleras que llevaban a un pasadizo subterráneo.

– Bajad y esperadme abajo. En seguida estoy con vosotros.

Uno a uno siguieron las instrucciones de aquel hombre, pues tampoco habían llegado tan lejos para detenerse ahora, y se introdujeron curiosos en un el estrecho y húmedo pasadizo de piedra. Escucharon el característico sonido de la cortina al rozar sobre el hilo metálico, la trampilla de madera golpeando el piso al ser cerrada con delicadeza y como aquel hombre bajaba los peldaños de hierro en la más absoluta oscuridad.

Oyeron entonces un sonido parecido al chasquido de los dedos y de repente un pequeño fuego ardió sobre el escobón del tuerto. Sin hacer caso de ciertas caras de asombro, el hombre giró una piedra que sobresalía de la pared y continuó su camino. Unos metros más allá el pasillo terminaba en una maciza puerta de madera, la cual abrió con una llave que sacó de un bolsillo, y la traspasaron llegando a una cámara que debía de estar excavada en la piedra, pero para nada daba muestras de ello. En su lugar se encontraron con un salón finamente decorado y con lámparas de gas repartidas por sus paredes, iluminándolo artificialmente. Varias puertas cerraban el paso a otras tantas habitaciones. El tuerto se dirigió a la que tenia en frente y, tras golpear firmemente con los nudillos sobre ella, la abrió y habló con la persona que se encontraba dentro.

– Ian. Los ingleses que esperabas.

Abrió entonces la puerta de par en par, dejando ver a un hombrecillo de pelo canoso y con aspecto de preocupación, sentado detrás de una mesa llena de papeles. Este levantó la vista y les hizo un gesto invitándoles a entrar.

– Pasen. Por favor. Pasen y sean bienvenidos. Tomen asiento. - y les indicó con la mano unos sofás al fondo de la sala.

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17/07/2018, 17:47
Seamus McBride

Bingo. Sutton había deslizado la contraseña en la conversación como si de un trapacero de Birmingham se tratara y el tuerto de los cojones había respondido con su lengua de trapo. Hora de entrar en la Logia de Edimburgo, aunque para ello iban a tener que pasar por delante de un caballo que bien podría pisotearles si se ponía nervioso. 

¿Ovejas? —murmuró el irlandés, con una ceja arqueada. Pero su comentario no obtuvo respuesta pues todos parecían demasiado embelesados con la excesiva maquinaria para terminar abriendo lo que no dejaba de ser una puta trampilla en el suelo— Nos estás dando la peor entrada, ¿a que sí, viejo?

Ya en el interior, Seamus comprobó cómo les gustaban a esas logias a tener construcciones secretas bajo tierra. Con lo bien que podrían reunirse en una taberna con una buena pinta de cerveza en las manos. Pero no, la tónica eran pasadizos de piedra, puertas secretas y tipos junto a escritorios— ¿Tiene algo de beber? Ha sido escuchar al tipo de los establos y darme sed...