Partida Rol por web

Rippers: Cazadores de monstruos

Episodio 2 - El Ripper Desaparecido

Cargando editor
28/07/2018, 16:22
Alexander Smith "Alex"

La distendida conversación dio paso a una cena de lo mas sencilla, pero de lo mas deliciosa. Mientras sus compañeors miraban con recelo el cuenco con aquella mezcla, el boxeador no se inmuto a la hora de llenar la cuchara y llenarsela a la boca, el hambre era superior en esos momentos.

Cuando terminaron la cena, se dirigieron a sus aposentos, comprobando que la doctora tenía uno aparte, y que los demás compartian cuarto. Con las maletas ya deshechas se sentó en la primera cama que pilló, coincidiendo con que era la viecina de Seamus que jugueteaba con sus pistolas

- ¿Nos estas queriendo decir algo McBride? dijo con una sonrisilla traviesa - Tu hermana puede cuidarse sola 

Cambiando de temea; Sutton, creo que necesitaremos preparar algo la coartada, detalles como donde me contrató, y cosas similares, pueden ser cruciales. Aunque siempre puedo hacer el papel de matón silencioso, de hecho, me gusta más esta idea.

Cargando editor
28/07/2018, 22:58
Seamus McBride

Sí... mi hermana puede cuidarse sola. Pero por si acaso ten el orinal cerca, porque el que salga por esa puerta a lo mejor se tropieza con un balazo en el trasero —dijo, moviendo despreocupadamente el revolver como si de un juguete infantil se tratase. Luego puso el seguro en el arma y se lo colocó en el regazo mientras revisaba la suciedad de sus uñas— Respecto al plan, tampoco es necesario que vayamos de desconocidos: bien podríamos haber charlado en el viaje y no hay de malo en querer permanecer junto a alguien conocido en un pueblo de mierda que no sabes qué te vas a encontrar.

Cargando editor
30/07/2018, 11:03
Sir Anthony Sutton III

Pero querido, ¿no querrá caer en algún tipo de incongruencia en caso de que debamos justificarnos? - Sutton respondió a Alex sonriendo y haciendo un leve gesto con la mano para quitar importancia al asunto. - Está claro que demostró su valía en una fiesta en la que coincidimos y, aunque estaba siendo valorado por otra familia, los Sutton demostraron ser una mejor elección.

Aunque hizo un guiño y la sonrisa seguía en su rostro, su tono se volvió un poco más seco al tratar aquellos eventos en la Mansión Lang.

Las mejores mentiras son aquellas que se sustentan en la verdad. - añadió aclaratoriamente. - Al menos eso decía el experimentado General Shuschter y las cuatro amantes que mantuvo a la vez creo que le daban la razón en vista que ni su mujer ni ninguna de ella sospechó lo más mínimo que hubiera alguna otra.

Viendo Alex había bromeado sobre la Doctora McBride y que el fraternal Seamus no se lo había tomado demasiado bien, Sutton sacó una petaca de su equipaje y la ofreció al pelirrojo después de abrirla y darle un pequeño trago.

Un sorbito antes de dormir hace más plácidos los sueños y creo que aquí - miró alrededor, a las paredes de piedra - podemos dedicarnos una noche de descanso.

Cargando editor
03/09/2018, 22:39
Narrador

Aún hablaron un rato, ultimando algunos detalles para el día siguiente y bromeando entre ellos. La seguridad que sentían entre aquellas frías paredes, el estómago lleno tras apurar los platos del Scotch Broth del tuerto y mal encarado Bruce y el calor que recorría sus cuerpos tras darle algunos tragos al whisky de Ian y a la petaca de Anthony hacían que el grupo se sintiera relajado. Esa noche podrían descansar sin mayores inquietudes, que ya habría tiempo de preocuparse por lo que tuviera que venir al día siguiente.

La noche transcurrió tranquila, aunque no se podía decir lo mismo de sus sueños. Cada uno de ellos pasó revista en el mundo onírico a las experiencias vividas las últimas horas. Las instrucciones dadas por Akshara, el viaje en tren y el encuentro con el grupo de matones sobrehumanos que casi cuesta la vida a alguno de ellos, el aburrido profesor Harris con sus historias de castillos escoceses, la llegada a la logia escocesa y, sobre todo, lady Lang. Aquella mujer les visitaba de manera habitual en sus sueños y se había convertido en una especie de obsesión y, tras la amenaza que les lanzó cuando reventaron sus planes durante la boda, en un peligro latente e invisible pero real.

A la mañana siguiente Ian, el director de la logia de los Rippers escocesa pasó a despertarles. Sus cuerpos habían descansado, aunque algunos de ellos no podían decir lo mismo de sus mentes, que se encontraban intranquilas por las pesadillas casi tangibles que habían plagado sus sueños.

Después de acudir al servicio, de asearse por encima y de vestirse, acudieron al comedor donde un desayuno compuesto por huevos, salchichas, tomates, white y black pudding y leche les estaba esperando. A más tardar entonces el humor de los cinco Ripper mejoró sobremanera. Bruce podía tener mal humor y no ser demasiado comunicativo, pero por lo más sagrado que aquel hombre tenía buena mano en la cocina.

Una vez terminaron de desayunar -alguno de ellos repitió incluso un par de veces- terminaron los preparativos para el viaje. Ian les comunicó que había hablado con sus contactos y el cochero les dejaría en el camino que unía Edimburgo con Glasgow, para que el grupo recorriera los últimos kilómetros a pie. Si alguien preguntaba por los motivos que los habían llevado a abandonar la diligencia, acusarían algún defecto mecánico que amenazaba con estropear y dejar inservible el carruaje si seguían viaje con tanto peso.

Llegaron a la estación de diligencias e Ian terminó de dejar todo claro con el cochero. Este les saludó con un quedo movimiento de cabeza y les ayudo a cargar el equipaje. Se despidieron del jefe de la logia escocesa, quien les dedicó suerte, y se pusieron en marcha.

El viaje no fue especialmente interesante. No se encontraron con más problemas que la lluvia que empezó a caer una vez dejaron Edimburgo detrás de ellos y los acompañó hasta el punto donde deberían de seguir a pie, para mayor enfado de Seamus que veía confirmados sus peores pensamientos acerca de aquella tierra. Si el cochero sentía algún tipo de empatía por ellos, al ver que aún tendrían que recorrer un par de kilómetros a pie bajo la lluvia, no dio muestras de ello. Les ayudo con el equipaje, volvió a subir al carruaje y, después de dirigirles un gesto de despedida llevándose el dedo índice y corazón a la frente, sacudió las riendas y dio la orden de ponerse en marcha a sus caballos. En apenas unos segundos no quedo de él mas que una sombra borrosa en el recuerdo.

No quedaba más remedio que continuar camino hasta la pequeña ciudad de Culross y, entre alguna que otra queja más o menos velada, se pusieron en marcha. Subieron hasta lo más alto de una colina y desde allí, como les había asegurado el cochero, pudieron ver las siluetas de las casas de la ciudad.

Media hora más tarde las suelas embarradas de sus zapatos pisaban los adoquines de las calles de Culross. Casas pintadas de blanco con tejados rojos y en un estado que reflejaba tiempos mejores los miraban indiferentes. Desde la ventana del bajo de una de ellas, un hombre de avanzada edad vistiendo una camisa de pana beige y una gorra de fieltro negra los miraba sin mostrar emoción alguna, como si estuviera mirando a través de ellos.

Poco más allá, siguiendo una calle que arrancaba a su izquierda, podían ver una figura de piedra representando a un unicornio sobre un pedestal igualmente pétreo. Parecía tratarse de algún tipo de plaza. La calle de entrada a aquel pueblo, por la que habían llegado, seguía camino a su derecha.

Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo suave pero constantemente, empapándoles hasta los huesos. Lo mejor sería encontrar cuanto antes un lugar donde dejar el equipaje, cambiarse y calentar los cuerpos al calor de un buen fuego. ¿Cómo había dicho Ian que se llamaba la taberna de aquel lugar que hacía las veces de posada? The Red Lion Inn.

Cargando editor
04/09/2018, 08:41
Seamus McBride

Seamus tardó bastante en despertar, y sus improvisados compañeros de habitación ya se habían aseado cuando él se incorporó en la cama con una expresión en su rostro que dejaba claro que era mejor no hablarle. El irlandés no era de mal dormir, y ademas la buena cena y la cama cómoda habrían augurado una placentera noche con sueños llenos de exuberantes doncellas. Pero al contrario, tuvo que aguantar, por enémisa vez, a la puta bruja y lo sucedido aquella noche. Los primeros días se emborrachaban tan brutalmente que prácticamente caía inconsciente sólo para no soñar, y luego intentó que el opio hiciera su trabajo. Pero la vigilancia constante de Eilish, y el hecho de que era ella quien administraba el dinero que quedaba en el hogar de los McBride, le habían cortado el grifo para tales remedios.

Por lo que cuando el pelirrojo se sentó a la mesa con sus cabellos y su barba hechos una maraña y clavo en la mesa la daga de hoja azulada, ya anunció que durante la mañana iba a dar poca conversación. Se limitó a desayunar en abundancia, regarlo todo con leche — incluso Seamus tenía cierto límite para la hora en la que empezar a beber — y eructar ruidosamente. Y al contrario que a la hora de levantarse, ya era el primero que se encontraba preparado para salir, dejando claro que quería escapar de Edimburgo y respirar aire fresco. El hecho de que la lluvia comenzaba a caer profusamente sobre ellos nada más hacerse al camino agrió aún más su carácter, y pasó todo el viaje con el sombrero sobre los ojos sumido en sus propios pensamientos. Respecto a sus ropas, por cierto, no había hecho más que tomar precauciones: vestía su nuevo abrigo, las gemelas descansaban en sus cartucheras, la daga en su bota y la porra en el cinturón. Se había acabado salir por ahí desarmado, que luego pasaba lo que pasaba. Aún le molestaba el costado después del incidente del tren.

Cuando se vieron obligados a hacerse al camino a pie, siguiendo el plan previamente acordado, McBride miró al cielo, chasqueó la lengua como si estuviera perdonando la vida a los mismísimos ángeles, cogió su bolsa y la de Eilish y encabezó la marcha. Como hombre de la calle e irlandés de pro, el barro y las piedras no resultaron un inconveniente, lo que ocasionaba que se girara de cuando en cuando para comprobar si su hermana — no el resto — seguían su ritmo y bufando cuando no era así, lo que ocasionaba que se tuviera que frenar bajo la lluvia como un pasmarote.

Culross se reveló como lo que había imaginado: un pueblo de mierda en mitad de la nada lleno de follaovejas de mierda, donde un Ripper de mierda seguramente había muerto a manos de un bicho de mierda. Y cuyo principal y único atractivo seguramente sería la puta escultura del unicornio que podían bien metérsela por...

Pero qué puta mierda —dejó escapar al fin después de varias horas, con una voz ronca y grave como la de un oso.

Cargando editor
05/09/2018, 12:40
Sir Anthony Sutton III

La noche no fue la mejor que había pasado Sutton pues los recuerdos de lo acontecido en la Mansión Lang no paraba de aparecer en los sueños del noble inglés.

A veces era una pesadilla corriendo sin parar delante de aquellos perros propios del averno y otras podía ser la risa de Lady Lang retumbando con eco sin cesar pero, fuese como fuese, parecía que algo con lo que debería lidiar toda la vida. Al menos ya no tenía que recurrir a grandes reservas de whisky y narcóticos para descansar toda la noche.

Pero una vez despierto, su ánimo volvió a ser el de siempre. Desayunó copiosamente mientras charlaba con sus compañeros, obviando claramente el mal humor que mantenía el irlandés sin percatarse que éste no le respondía cuando se dirigía a él. Aunque la falta de respuesta no parecía detener su verborrea.

El típico tiempo escocés. - comentó desde el carruaje, como si aquello fuese un viaje de placer y estuviera deleitándose de algo pintoresco y peculiar.

Al parecer, tampoco fue consciente esta vez de las miradas de sus compañeros.

Cuando se detuvieron y tuvieron que avanzar a pie, se alegró del baul-biblioteca que había mandado hacer, ya que las ruedas le facilitaba transportar su abultado equipaje.

Pero qué puta mierda —dejó escapar al fin después de varias horas, con una voz ronca y grave como la de un oso.

Bueno, quizá podamos conocer a algunas damas locales. - trató de animar a su compañero mientras le palmeaba el hombro al pasar a su lado.

Cargando editor
05/09/2018, 17:17
Alexander Smith "Alex"

La noche del boxeador había pasado con sobresaltos, un par de veces se despertó empapado en sudor frío por aquella puta bruja que aparecía una y otra vez en sus sueños. Cuando llegó la mañana se levantó calmadamente y bajo a desayunar, dando buena cuenta de todo lo que había sobre la mesa.

Tardo poco en preparar el equipaje, aunque no menos que Seamus, sin olvidar sus dagas y cuchillos, le importaba bien poco las miradas indiscretas, por lo mas sagrado que no le volvían a pilla en una como el tren.

El se hizo un poco largo, puesto que cada uno iba inmerso en sus propios pensamientos, animado nada mas que por un par de comentarios. Bajaron del carruaje y Alexander se echo la bolsa al hombro dispuesto a caminar. Y en cuento llegaron SEamus fue incapaz de contenerse

- En esta ocasión, tengo que darte la razón - contestó a su compañero, aunque nadie le hubiera preguntado

Cargando editor
05/09/2018, 17:43
Francis Douglas

El joven investigador siempre pensó que para evitar los pensamientos intrusismos se debía atacar el problema de raíz. La bruja Lang permanecía viva en algún lugar, planeando su venganza, algo que corrompía los sueños de Francis muy a menudo. Dejarla escapar fue un duro golpe para su cordura, algo que potenciaba en gran medida su paranoia.

Al día siguiente se despertó con los primeros rayos de luz a pesar de que se sentía como una prenda de ropa ajada y golpeada. Sus compañeros también mostraban signos del cansancio, algo que sin duda el joven arcanista achaco a las duras camas.

A pesar de su obvia fatiga, Francis demostró un gran sentido de la responsabilidad y se lavo a conciencia dentro de sus limitas circunstancias. Como decía su padre: Un buen lavado de agua fría desespesa hasta la miel mas espesa.

Con mente mas fresca, acudió al comedor, donde un olor a huevos, salchichas y mas cosas abrieron su apetito en cuestión de milésimas de segundo. Con gran deleite disfruto del desayuno embebido en un casi continuo silencio, quebrado por las calidad palabra del noble.

Con el animo menos agrio montaron en el carruaje, el cual les transporto a través de la lluvia hasta llegar al pueblo de Culross. El señor Douglas no protesto en ningún momento cuando sus pies se llenaron de barro y el agua empapo sus ropajes. Sin lugar a dudas la vida nueva que había elegido estaba lejos de ser cómoda, pacifica o reconocida.

Poco después llegaron al poblado miraron a su alrededor buscando la taberna local. Aquel lugar era su primera parada para comenzar sus investigaciones; sin embargo un lugar donde poder secarse y tomar algo caliente era bien recibido en aquel momento.

Cargando editor
05/09/2018, 20:51
Dra. Eilish McBride

La joven doctora fue la primera en despertar. Aunque más que despertar se había cansado de estar en una suerte de duermevela con continuas apariciones que la hacían saltar de la cama totalmente angustiada. Por lo que optó por desperezarse yendo a asearse antes que ninguno de sus acompañantes. Cepilló su pelo con ahínco intentando que dejase de rizarse con aquella humedad constante y terminó por hacerse nuevamente un moño mojando el pelo para poder domarlo. Terminando por dejar por imposible algunos pequeños mechones que escapaban rebeldes.

Tras volver a la habitación se dio cuenta de que no sería capaz de colocarse nuevamente el corsé sin ayuda de nadie, por lo que se asomó a la habitación esperando encontrar a su hermano despierto. Estaba claro que su atuendo no era el más apropiado para ir de un lado para otro con un grupo de hombres - Buenos días caballeros. Disculpen la intromisión - y volvió a su habitación pensando con rapidez en la ropa que llevaba con ella y en que necesitaba algo que fuese fácil de poner y que no le resultase tan molesto con ese tiempo y en ese terreno. Inmediatamente se le vino a la cabeza la ropa de lucha que había estado usando en su aprendizaje con Seamus. Qué suerte que le hubiese resultado suficientemente útil cómo para llevarlo en la maleta. Se enfundó en los pantalones y la camisa, - Quizá me queda un tanto ceñido, pero aún así resulta cómodo - se dijo así misma mientras enrojecía un tanto. Más tarde le pediría a su hermano que la ayudase con sus protecciones, pues había visto que no quedaban nada mal con los pantalones.

Tras terminar la maleta y ponerse sus botas acomodando todas sus armas en ellas, tal y como le habían enseñado, salió al encuentro del resto agradeciendo la comida que tenía ante ella y la cháchara que el noble aportaba. La irlandesa ya estaba más que acostumbrada al mal humor de su hermano en las mañanas por lo que no le prestó atención y se centró en seguir la conversación y apoyar la palabras de Sir Sutton. 

Tras aproximadamente tres horas de camino, el cochero les hizo bajar del carruaje dejándoles en mitad de un camino de cabras con la lluvia cayendo sobre ellos. El terreno no era el más apropiado para llevar unas botas con tacón. eso le estaba quedando clarísimo, eso y que cuanto más se mojaba aquel ropaje más se dejaba entrever su figura. por lo que los últimos tramos los pasó trastabillando y quedándose atrás más por vergüenza que por no ser ágil al andar. Esto ocasionaba más enfados en el irlandés de los que ella pudiese pretender.

 

Cargando editor
05/09/2018, 23:04
Narrador

El cansancio mental sufrido tras una noche de sueños intranquilos, sumada al mal tiempo y a la caminata bajo la lluvia hasta llegar a Culross acabó haciendo mella en el grupo que se quedo quieto después de dar poco más que un par de pasos adentrándose en el pintoresco pueblo.

Seamus fue el primero en dar rienda suelta a su mal humor y despotricar contra todo lo que les rodeaba. Salvo quizás la reacción del noble, hombre que parecía poseer un optimismo incansable, ningún otro quiso llevar la contraria al irlandés. Más bien parecían compartir en mayor o menor grado su enfado.

Decididamente aquella misión empezaba a convertirse en un rosario de molestias y, salvando quizás el trato y la camaradería de Ian en la logia de Edimburgo, difícilmente podía encontrarse algún momento agradable. Así que, con el carácter tan aguado como la tierra que pisaban, no era de extrañar que el grupo necesitara unos instantes para centrarse, intentar calmarse y decidir como continuar.

Mientras tanto la lluvia seguía cayendo implacable sobre sus cabezas y aquel anciano seguía mirándolos sin dar ninguna señal de haberse dado cuenta de su presencia. Parecía mirar a través de ellos. Salvo aquel hombre y un perro que cruzo corriendo la calle unas casas más allá, buscando algún tipo de protección contra aquel aguacero que no mostraba intención de ir a detenerse.

Cargando editor
07/09/2018, 10:13
Seamus McBride

Vale, allí estaban cinco pasmarotes bajo la lluvia escocesa, mirando a su alrededor en busca de alguna señal de que aquello era una broma y que en realidad sólo tenían que volver a casa, calentitos y con una buena copa de coñac que relajara sus sentidos. Pero estaba lejos de ser una broma: desde que habían entrado en ese submundo de logias y criaturas de la noche, cada situación distaba de ser mejor que la anterior.

¡Eh, abuelo! —bramó, dirigiéndose a grandes zancadas hacia el anciano que estaba sentado como un pasmarote. Estaba claro que él era el más apropiado para lidiar con esos tipos que sólo sabían de darse de guantazos entre ellos— La Red Lion Inn, ¿la conoces? Nos han dicho que es un buen lugar donde alojarse por aquí. ¿Por dónde queda? Juro por dios que como no me hable en cristiano le salto al cuello.

Cargando editor
07/09/2018, 11:19
Sir Anthony Sutton III

Sutton avanzó rápidamente detrás de Seamus, temiendo que aquel anciano confundiese a su compañero con algún asaltante o camorrista. Aunque, bien pensado, quizá lo extraño sería que alguien lo confundiera con otra cosa que un camorrista.

Verá, no se va a creer lo que nos ha pasado. - comenzó a decir a aquel hombre. - La diligencia en la que viajabamos nos ha dejado como a tres horas de aquí, diciendo que no podía continuar hasta Glasgow, y hemos tenido que andar casi tres horas bajo este tiempo...

Hizo un gesto tanto hacia el cielo como en la dirección de la que venían, como si eso fuese suficiente para explicar lo sucedido.

Así que tenemos que buscar un sitio donde calentar el cuerpo y el espíritu. - hizo un guiño al hombre, esperando que un escocés de un pueblo como ese supiera la referencia menos religiosa a la que podía hacer un espirituoso.

Cargando editor
07/09/2018, 15:43
Francis Douglas

El joven investigador observo inmóvil y en silencio como Seamus, seguido de Sutton, el cual no tardo en sacar su audaz labia para desviar la atención de la palabra “abuelo”. Francis pensaba que en sitios nuevos debías primero callar y escuchar hasta familiarizarte con el entorno, por ello agradeció la rápida intervención de su compañero.

Si, nos vendría genial, a este paso pescaremos un buen constipado—. Acompaño sus palabras con una fingida tos, la cual no fue rasposa como pretendía. Mas bien no sonó de ninguna de las maneras que pretendía, sonaba mas como la tos de un niño que esperaba poder librarse gracias a eso de ir al colegio.

El señor Douglas miro al cielo molesto, mientras levantaba el cuello de su abrigo esperando obtener un poco mas de protección frente al clima. Su estomago pedía un estofado, mientras su cuerpo ansiaba una buena cerveza que le calentara.

- Tiradas (1)
Cargando editor
07/09/2018, 16:23
Dra. Eilish McBride

La doctora se adentró en la plaza, situándose en el centro de la misma, para intentar visualizar lo que tenía a su alrededor. Lo más importante en aquel momento era ver si había alguna señal que les indicase el camino que debían seguir. Quizás los carteles que colgaban en las portadas de los edificios señalasen la posada en cuestión o algún lugar donde entrar a preguntar. Mínimo, y con suerte, podrían encontrar algún refugio donde cobijarse.

Mientras que miraba a su alrededor, un sople de aire frío le invitó a arrebujarse en su abrigo sin hacer demasiado caso la atención que estaba poniendo el resto de sus compañeros en la única persona a la vista.

- Tiradas (1)
Cargando editor
07/09/2018, 16:42
Alexander Smith "Alex"

 - Deberiamos ir buscan.... - Alexander se quedo parado cuando vio a Seamus Y Sutton dirigirse hacia aquel hombre, seguidos del joven detective

Esta bien, McBride, lo haremos a tu modo - y se puso al lado de Francis unicamente para dar apoyo moral, esperando que su presencia evitara que Seamus y el escoces salieran a puñetazos aunque las palabras de Sutton parecian ser suficientes.

Cargando editor
08/09/2018, 10:33
Narrador

Seamus fue el primero en volver a ponerse en marcha y, como si hubiera activado un resorte invisible, el resto de componentes del grupo siguió tras él. El irlandés avanzó hacia la única persona a la vista que pudiera darles la información que necesitaban y evitarlos así perder tiempo buscando la taberna bajo la lluvia.

Bien para apoyar al pelirrojo mientras consultaba al anciano, bien para evitar que el pistolero le rompiera la nariz a éste último en uno de sus ataques de mal humor, los hombres avanzaron tras Seamus. Sir Sutton, mucho más ducho en las artes de la comunicación, creyó necesario terminar de dar explicaciones al escocés y quizás ganarse así su simpatía. Francis y Alexander simplemente se situaron unos pasos más atrás y esperaron a ver como se resolvía esa situación, preparados para ayudar si hiciera falta.

De no ser por un ligero movimiento de cabeza, ladeándola lentamente para mirar a Anthony cuando éste se dirigió a él, podría pensarse que el abuelo se hubiera quedado dormido en aquella posición. Aún tardó unos segundos en hacer otro movimiento que les indicará que realmente estaba vivo, y el esputo que alcanzó la calzada, tras crecer y aumentar de tamaño recorriendo sonoramente el tabique nasal, dejó dudas acerca del tiempo que podía quedarle entre los vivos. Por un instante Seamus se preguntó si no debía de acelerar el proceso y librarle de su sufrimiento.

Salvo aquel gargajo, nada más salió de la boca del anciano, ni una palabra, y sin embargo los Rippers recibieron la información que necesitaban. Con otro simple movimiento de cabeza, difícil de malinterpretar, el escocés les indicó que siguieran avanzando por el camino por el que habían llegado, antes de que su cuerpo volviera a recuperar su anterior rigidez.

Entendiendo que no iban a sacar mucho más de aquel silencioso hombre, los cuatro Rippers se pusieron en marcha y recogieron de camino a la doctora, quien se había separado unos metros de ellos y buscaba por su parte alguna señal que les indicará donde quedaba la posada. Señal que no existía. En su lugar, Eilish descubrió dos edificios que sobresalían en la monotonía de las fachadas blanquecinas del resto de viviendas. Uno de ellos, en una de las calles que nacían de la pequeña plaza, destacaba por su tamaño y especialmente por el color naranja de sus paredes. El otro, de piedra negra, también era de un mayor tamaño que las casas a su alrededor, pero sobre todo la torre central, con su reloj en lo más alto, llamaba la atención.

Pero no se detuvieron a hacer turismo. Ni era esa su misión, ni el tiempo invitaba a detenerse a admirar la arquitectura local. McBride llamó a su hermana de camino, dándola a entender que sabían donde quedaba la posada y esta se unió a sus compañeros. Siguieron la calle aún un par de cientos de metros hasta que un cartel que colgaba de la pared frontal de un edificio les indicó que habían llegado a su destino: The Red Lion Inn.

Sin perder más tiempo, Alexander dio unos porrazos a la puerta de la posada, queriendo llamar la atención del posadero, y pocos segundos más tarde, y habiendo perdido cualquier rastro de paciencia que hubiera podido quedarle, Seamus se unió al boxeador maltratando la puerta hasta tal punto, que parecía fuera a caer en cualquier momento.

Una voz les llego desde el interior.

– Stad thusa mionaid!

La puerta se abrió y en el umbral apareció la figura de un hombre del tamaño del irlandés, pero algo más ancho de hombros y de cintura. Vestía camisa de lino y pantalón de pana y un paño blanco y lleno de manchas colgaba de su cinto. En este se limpio las manos en un típico gesto de los de su profesión. La cara redonda y el pelo de la cabeza mostrando entradas que acabarían algún día en una incipiente calva y cuya escasez contrastaba con la tupida e hirsuta barba de color azabache.

– Dé do ghnothach rium?

La entonación y el gesto en el rostro dejaban claro que les había hecho una pregunta, sorprendido posiblemente por encontrarse a tan pintoresco grupo de personas bajo la lluvia y en la puerta de su local, pero ninguno de ellos supo entender de que demonios estaba hablando.

Cargando editor
08/09/2018, 13:21
Seamus McBride

El humor de Seamus empezaba a agriarse por momentos cuanta más agua se filtraba por el cuello de su camisa y le empapaba el cuerpo. No importaba el sombrero ni el cuello alto del abrigo: parecía que las gotas sabían cómo colarse por donde no debían y provocaban un escalofrío tras otro en el irlandés. Al menos ya sabían hacia dónde ir, pero las cosas, por supuesto, no iban a ser nada fáciles. El tipejo de la posada, a todas luces el propietario, había decidido que cinco desconocidos con maletas debían de ser escoceses y empezó a hablarles en su pastoso idioma.

Viejo... —masculló a Sutton, más apropiado para lidiar con ese tipo de situaciones que él. Seamus se pegó a la pared del edificio pretendiendo inútilmente que menos agua cayera sobre él y observó el cuidado peinado de Eilish preguntándose cuándo tardaría aquel moño en desmoronarse completamente.

Cargando editor
10/09/2018, 12:19
Sir Anthony Sutton III

Estos muchachos de hoy en día... - Sutton meneó ligeramente la cabeza ante la actitud de Seamus, de quien esperaba que estuviera acostumbrado a ese tiempo y a pueblos similares, al fin y al cabo Irlanda tampoco destacaba por dejado los ambientes rústicos en el pasado.

Volvió su atención al tabernero, sonriéndole como si hubiera entendido sus palabras.

Claro, querido. - dijo señalando a sus compañeros. - Tras horas de estar bajo la lluvia, una cena y un sitio donde reposar nuestros cansados cuerpos es algo que necesitamos sin tardanza.

Se giró y miró al grupo y optó por añadir.

Unas jarras de cerveza caliente y quizá una botella de whisky también serán indispensables en nuestra mesa. - comenzó a andar hacia el interior, como si diera por hecho que estaba todo ya arreglado con sus palabras.

Cargando editor
10/09/2018, 23:15
Francis Douglas

Gracias a la silenciosa indicación del anciano el grupo comenzó a caminar bajo la lluvia, pisando en mas de una ocasión con envidiable resignación lo innumerables charcos que salpicaba el camino.

Instantes después llegaron a la taberna que hacia en ocasiones de posada. Cuando sus dos compañeros mas fuertes, golpeaban la puerta sin respuesta alguna, Francis no pudo evitar ponerse en lo peor; sin embargo, momentos después apareció lo que parecía ser el tabernero.

El señor Douglas no pudo evitar arrugar la nariz cuando aquel hombre les hablo en su idioma materno. En un lugar como aquel los rostros nuevos destacaban como las brasas calientes en mitad de la noche. Eso unido a su aspecto de perro callejero, junto a sus maletas eran signos claros de que eran forasteros. Sin lugar a dudas el tabernero esperaba que hablaran su idioma.

Ser extranjeros en un pueblo sin conocer el idioma, era el doble de malo. Sin lugar a dudas aquello podía interferir en su tarea, al menos es lo que pensaba el joven investigador.

Si es tan amable, nos gustaría entrar ya para alejarnos de esta lluvia—. Respondió Francis ante las desconocidas palabras del posadero, tratando de contener los escalofríos que sacudían su cuerpo.

 

Cargando editor
10/09/2018, 23:46
Alexander Smith "Alex"

Cuando el anciano les dió toda la informacion se dirigieron prestos al lugar, pues no querían pasar bajo la lluevia mas tiempo del necesario. Una vez en la puerta el boxeador y el irlandes comenzaron a golpearla como si les fuera la vida en ello, cuando se abrió, lo que se encontraron no fue de su agrado.

- Desde luego, McBride, empiezo a entender tu odio - susurró a su compañero y casi al unisono llamaron al que consideraban la persona indicada

 - Sutton... Todo suyo - y se aparto dejando al noble adelantarse, situandose a su espalda como si de un guardaespaldas se tratase