Partida Rol por web

- Invocas elementales, ¿eh? Buen truco para cubrir a tus compañeros. - dice el arquero, tensando su arma mientras apunta al ahora solitario Erwin. - Pero has cometido un grave error al decidir enfrentarte a mí. Escojas la criatura elemental que escojas, puedo destrozarla con mis propios elementos en un instante. - declara, haciendo brillar con aura roja dos flechas que tiene cargadas en su arco. - Y también te destruiré a ti.

Sus dedos sueltan la cuerda del arco, y las flechas silban mientras atraviesan el aire y estallan en llamas. Ambas se dirigen hacia Erwin, y van a acertarle.

- Por cierto, mi nombre es Raito. - dice, con las llamas de su ataque reflejándose en sus ojos.

Mostró una sonrisa hastiada ante las palabras del arquero. Ojalá ese fuera el único error que había cometido. Él no podía saberlo, claro, pero que alguien que no es especialmente rápido canalizando hechizos se enfrente a un arquero era algo que no carecía de ironía.

—Lo mismo que pretendían todos los que se han enfrentado a nosotros.

El ataque llegó. Actuó por instinto, con más rapidez de la habitual, alzando una pantalla de fuego justo en el último instante. Desde la perspectiva de Raito, las llamas rodearían al mago durante un instante antes de apagarse.

—Erwin Van der Heuvel —replicó, intentando ocultar un pequeño jadeo. Solo acababa de empezar y ya había hecho algo que exigía demasiado de él—. ¿Por qué estáis aquí? Estamos intentando rescatar a nuestra compañera. ¿Qué conseguís vosotros al evitarlo?

No esperaba terminar aquel combate hablando, pero hasta con la vida en juego encontraba difícil reprimir su curiosidad.

¿Por qué estáis aquí? Estamos intentando rescatar a nuestra compañera. ¿Qué conseguís vosotros al evitarlo?

- Dinero. - replica Raito, después de chasquear la lengua con disgusto al ver cómo la pantalla de fuego bloquea sus dos flechas. No tarda mucho en llevar la mano a su carcaj y empezar cargar un nuevo par de flechas en su arco. - ¿No os lo han dicho ya? Este Gremio ha contratado al nuestro para esta operación. Somos expertos en tareas de espionaje, robo, batalla y asesinato. - dice, tensando de nuevo la cuerda del arco al colocar las flechas. - Pero no te preocupes, no nos han contratado para mataros. Sólo para deteneros el tiempo suficiente para hacer cambiar de opinión a vuestra compañera.

Las flechas se iluminan en su arco: una con un destello rojo, y otro azul.

- Y por favor... si estás pensando en darme una lección moral, ahórratelo. Somos mercenarios. - dice, lanzando ambas flechas al mismo tiempo. - Esto es lo que hacemos.

—¿Hacerla cambiar de opinión? —bufó, procurando seguir enmascarando el cansancio—. ¿Para eso hace falta un secuestro y toda esta pantomima? Me ahorraré la lección moral. Pero ya que eres realista sobre tu oficio, mercenario, también puedes referirte a esto por lo que es. Coacción.

Empezó a concentrarse. Definitivamente había sido un error enfrentarse a un arquero. Al final de la distancia que los separaba los observó, un destello azul y otro rojo. Tragó saliva. No los habían contratado para matarlos pero, si se daba la ocasión, ¿lo harían? ¿Hasta dónde podía esperar que llegara o no llegara su moral?

Escuchó el silbido y extendió una mano hacia el frente. Los destellos se lanzaron contra él como aves de presa, flechas cargadas de potencial elemental. Rápidas. Ni con la ventaja que le había dado la antelación habría sido capaz de detener ambas, pero se centró en la roja. Utilizó su propia energía elemental para intensificar la llama, consumiendo la flecha, y después empezó a moldearla al elemento que necesitaba.

Solo que en el fondo todo ocurrió a la vez. La flecha azul lo golpearía, con todos sus efectos, pero él aprovecharía la energía de la otra para generar un elemental de agua colocado entre él y Raito. Gimió de dolor, pero se mantuvo en pie. Qué menos que mantener el orgullo.

- Puedes llamarlo como quieras. - replica Raito, observando cómo el elemental de agua de Erwin aparece frente a su maestro. - Nosotros lo llamamos trabajo. Uno como cualquier otro, en realidad. De hecho, los hemos hecho mucho peores. - dice, llevando de nuevo una mano a su carcaj de flecha y extrayendo una para colocarla en su arco. - ¿Reunir a una chica con su padre? Eso es casi una obra benéfica para Bloody Moon.

La flecha que Raito carga en su arco no tiene coloración ninguna, curiosamente, y es sólo una. En esta ocasión, como el elemental de agua de Erwin bloquea el camino... Raito opta por disparar a otra parte: a un punto aleatorio de la pared, al menos en apariencia. Solo que cuando el hombre suelta la flecha y el arco la dispara, ésta rebota primero contra la pared, se desvía, golpea contra la pared en otro punto... y después sale disparada hacia Erwin, dispuesta a clavarse en él.

—¿Uno como cualquier otro? —replicó, casi escupiendo las palabras—. No me hagas reir. Yo me ahorraré la lección moral, ahórrate tú también la justificación con la que pretendes escudarte.

El elemental de agua, que parecía una vorágine, se alzaba entre ellos. Una vez formado, Erwin apenas necesitaba concentrarse en él, en su lugar siendo capaz de guiarlo con el toque más ligero. Mientras estuviera entre él y Raito el arquero no tendría tan fácil acertarlo... o eso quería pensar él. Todo un error. Cualquiera podía sostener un arco entre las manos, pero el rival que había frente a él no era cualquiera.

La flecha se clavó en él. El dolor fue tan súbito que inicialmente apenas alcanzó a quejarse, pero antes de que pudiera llegar a sufrirlo de verdad, el elemental se giró en su dirección. Una pálida estela azul los unió, y como si se tratara de un analgésico, el alivio del mago fue casi inmediato. Habría preferido no sentir dolor en primer lugar, pero si aquello era una lucha de resistencia, por lo menos aquello debía darle alguna ventaja.

Empezó a canalizar, una esfera de color rojizo formándose sobre su mano derecha, ganando tamaño lentamente. Fuego. Más allá de dañar a su rival, vapor, humo... todo lo que oscureciera la visión del arquero debería ofrecerle una ventaja, si llegaba a formarlos.

Pese a todo, algo de lo que había dicho el arquero lo había intrigado suficiente como para preguntarlo.

—¿Ha sido el padre de Arlene quien ha organizado todo esto?

- Ha sido un cliente con mucho interés en que las cosas salgan bien y con el dinero suficiente para contratarnos. - replica Raito mientras ve cómo Erwin comienza a cargar una espera de color rojo fuego. - No necesitas saber nada más. Por supuesto, puedes pensar lo que prefieras. - dice, llevando de nuevo su mano al carcaj. - Pero si yo fuera tú, me centraría en la batalla. No nos han dado órdenes de eliminaros, pero unas cuantas heridas no te las va a quitar nadie.

Dicho esto, Raito sonríe de medio lado mientras observa la esfera roja cargarse en la mano de Erwin y, al colocar su propia flecha en el arco, ésta empieza a brillar intensamente con un aura de color azul intenso más grande que la de las flechas anteriores.

¡Es el momento del choque de poderes! Mientras el elemental de agua se queda quieto sin hacer nada como si esperase instrucciones Erwin lanza su esfera de fuego en dirección a Raito, y éste suelta la cuerda de su arco para disparar su flecha en dirección al enemigo. En el aire el aura azulada de esta flecha crece enormemente y se hace más intensa, hasta el momento en que los dos ataques chocan el uno contra el otro y se produce una pequeña explosión... por llamarlo de alguna forma.

Lo que ocurre realmente es que una potente llamarada y una ola de agua mágica chocan en el aire, anulándose mutuamente y creando una gran capa de vapor que llena la sala en apenas instantes.

- ¿Era esta tu intención? Mala idea. - dice Raito desde el otro lado de la niebla. Erwin es capaz de intuir su silueta, pero no puede ver su rostro ni sus flechas... - Soy un profesional. Hace falta algo más que niebla para hacerme fallar...

Esto lo dice mientras carga más flechas de su carcaj a su arco. ¿Cuántas? ¿Una? ¿Dos? Erwin no puede saberlo, apenas puede verlo. Lo que es seguro... es que ese "algo más" aparece de repente como un milagro. En el momento en que Raito parecía preparado para disparar, de repente el techo empieza a temblar y hace que el chico arquero pierda el equilibrio. Erwin no ve las flechas ser disparadas, pero sí que nota una estrellarse en el suelo cerca de él, y le parece escuchar otra a lo lejos. Seguido de Raito quejándose del temblor y preguntándose qué ha pasado ahí arriba. ¡Tal vez sea esta la oportunidad que Erwin esperaba!

—Las heridas vienen con el trabajo —musitó, antes de liberar su ataque cuando lo hacía el arquero. Refugió sus ojos tras uno de sus antebrazos ante el estallido. Sonrió un poco, pero no tuvo tiempo de alegrarse. Si aquello inoportunaba al arquero, fingía muy bien.

No importó más de la cuenta. No, por lo menos, cuando toda la sala tembló. Titubeó un instante, pero solo un instante. Se movió directamente en dirección a la silueta, agarrando la espada de su familia con ambas manos. A su vez, puso en movimiento al elemental, lanzándose ambos contra el objetivo. ¿Podría defenderse también en el cuerpo a cuerpo?

¿Qué ha pasado ahí arriba? 

El elemental llegó primero, su forma acuosa retorciéndose y lanzando un golpe directo en dirección al arquero. Erwin llegó después, pero al contrario que el elemental, no se guiaba tan bien por la niebla. Había tenido la intención de herir su hombro derecho para hacer más difícil que siguiera tensando el arco, y la esperanza de que la espada volviera a revelar su verdadero poder, como ya lo había hecho en otras ocasiones.

Ni intención ni esperanza parecieron manifestarse, pero eso no significaba que fuera a dejar de intentarlo.

—¿No te preocupa que alguno de tus compañeros termine herido? ¿Por esto? —dijo, ahora que estaban cerca—. ¿Tanto confías en que todos tendrán éxito?

A pesar de la niebla que flota en el aire y de estar algo distraído por el golpe que se ha escuchado en el piso de arriba, Raito es capaz de esquivar con bastante facilidad el ataque de Erwin. No le pasa lo mismo con el golpe que le propina el elemental de agua, sin embargo: ese sí que lo recibe, y deja escapar un gemido de dolor. Es entonces cuando Erwin le hace la pregunta... que le provoca una breve risa sarcástica.

- ¿Preocuparme por mis compañeros? - repite, casi como con incredulidad. - Apenas los conozco. Sólo sé que son mercenarios lo suficientemente capaces como para que les asignen esta misión. Con eso me basta. - explica, mientras da un salto hacia atrás cargando una flecha en su arco. - Si fallan, pondrán a otros en su lugar.

Y así, en el momento de caer al suelo, Raito se agacha para tomar un buen ángulo y disparar su flecha directamente a lo que sería la cabeza del elemental de agua. Una flecha con una gran aura rojiza, disparada con fuerza, que atraviesa al elemental y lo hace emitir un quejido ambiguo y fuerte al mismo tiempo que... lo evapora por completo.

- Ya puedes estar invocando otro de esos. - dice Raito, alzándose de nuevo y mirando a Erwin a través de la niebla. - Con lo lento que eres lanzando hechizos y lo inútil que eres con la espada, es tu única oportunidad.

—Ah, supongo que debería haberlo imaginado —chistó, dejando caer ligeramente los hombros—. Quién soy yo para decir cómo debes vivir tu vida. Tú también tendrás algo al final del camino. ¿O lo único que importa es el dinero, un fin en sí mismo?

Apretó la empuñadura de la espada, siguiendo con la mirada la estela de la flecha que terminó con su elemental de un solo golpe. Torció ligeramente los labios. No es que hubiera nada que impidiera que formara otro elemental, pero su maná no era ilimitado. Formarlos requería esfuerzo, visto lo visto, más esfuerzo del que su rival necesitaba para eliminarlos.

La neblina no había funcionado, y con su capacidad para aprovecharse de la geometría, poner obstáculos entre los dos tampoco era de gran ayuda.

—No necesito que listes mis carencias —respondió—. Vivo con ellas cada día.

Optó por algo diferente. Buscó cortar la distancia que los separaba y mantenerse ahí, esgrimiendo una segunda vez la espada. Sabía de arqueros capaces de disparar una gran cantidad de flechas en cuestión de un momento, pero le parecía que en eso no eran tan distintos: Calculaba y preparaba cada disparo. Si mantenía la ofensiva, como poco quizá lo obligaría a revelar más sobre su estilo.

Raito no responde a la pregunta de Erwin, pero la mención de las carencias del mago le saca una sonrisa burlona. A pesar de que el chico de Radiant Dream se lanza a la ofensiva con su espada y hasta consigue acertarle un golpe, el arquero no sólo no retrocede sino que no se mueve del sitio. La Espada de Kanedias se hunde en su hombro, cortando primero tela y luego carne, y tintando de rojo carmesí su ropa poco a poco.

- Qué espada tan buena. - comenta Raito, ladeando la cabeza. - Así que aunque seas un torpe, te vale con acertar unos cuantos golpes con ella para vencer... ¿verdad? Así no es como funciona la esgrima, no sé si lo sabes.

Dicho esto, Raito alza inesperadamente su mano derecha pero no para tomar o colocar una flecha en su arco, sino para agarrar la espada de Erwin y mantenerla fija en el sitio mientras él hace su próximo movimiento. El arquero alza su pierna derecha, se gira levemente, y entonces le da una inesperadamente potente patada a Erwin en el pecho, lanzándolo hacia atrás un par de metros y haciendo que caiga al suelo de espaldas.

- Ah, pero si es una espada mágica. - dice Raito después de tomarla por la empuñadura, y examinándola levemente. - Pero supongo que ni de esa forma sabes usarla. Así que mejor será que te olvides de ella.

Y así, simplemente, Raito lanza la Espada de Kanedias al suelo detrás de él, de forma que el filo de la espada silba al deslizarse por el suelo y suena al chocar contra la pared. Ahora Raito se interpone entre Erwin y la espada de su familia...

—Vaya. Las cosas deben ir verdaderamente mal si un arquero me está dando lecciones de esgrima —ironizó, su mirada deteniéndose sobre la sangre que empezaba a cubrir

No entendió lo que pretendía el arquero hasta que fue demasiado tarde, y aunque intentó separar las piernas y asegurar su postura para encajar el golpe. Estuvo lejos de ser suficiente. Su único alivio se encontró en que podía haber caído peor, y aun así sentía ardor en los musculos del estómago por la fuerza con la que había conseguido golpearlo. Tosió, escupiendo algo de saliva hacia un lado, solo para darse cuenta de que había perdido la espada.

Esa debía ser la desventaja de que fuera un artefecto mágico. Llamaba más la atención que un trozo de acero cualquiera.

Apretó los dientes, con rabia, al ver la forma en la que Raito la dejaba caer hacia atrás. Puede que al final del día la persona que se enfrentaba a él no fuera más que un mercenario, y que fuera cierto que  lo que los enfrentaba no era nada personal. Pero, en ese momento, se lo parecía. Fijó sus ojos de color almendra sobre él, alzando una mano donde empezó a formarse una de sus esferas.

En esta ocasión, el color que tomaba era rojizo.

—Me temo que importa demasiado para mi como para olvidarme de ella —dijo entre dientes—. Estoy seguro de que lo entiendes. Tú también debes tener cosas que te importan.

- Por supuesto. - replica Raito con simpleza. - Pero obviamente, no te las voy a contar a ti.

Así que al ver que Erwin está cargando un nuevo ataque mágico, obviamente de elemento fuego, el arquero echa rápidamente mano de una flecha de su carcaj y comienza a cargarla en su arco. La flecha empieza a brillar con un color azulado, aunque se apaga cuando Raito aprieta los dientes con fuerza y mueve su brazo hacia atrás, encogiéndolo.

- Tsk... - el arquero chasquea la lengua y mira la herida que le causó la espada al cortarle, bastante más profunda de lo que él había anticipado, y también más aparatosa de lo que le gustaría para seguir luchando con arco tan rápido como hasta ahora. - Supongo que es momento de usar medidas más drásticas...

Con este último murmullo, Raito deja caer la flecha que acaba de colocar en el arco y toma otra que coloca con más cuidado en la cuerda. Ésta parece una flecha normal, solo que la punta no es metálica sino que parece una especie de cristal semitransparente. No carga ninguna aura elemental... pero el hombre se toma su tiempo en apuntar a Erwin.

—Obviamente —condeció, mientras la energía todavía se concentraba sobre su mano.

La esfera tomó tamaño y forma. Su inicial color blanco no había tardado en mutar a un naranja, primero pálido y después más vivo. Como si se tratara de una réplica en miniatura de un sol, pequeñas corrientes de fuego corrían ahora por la superficie de la esfera.

Es más que posible que hubiera sido encapaz de preparar el hechizo si Raito no hubiera estado herido, pero parecía que, queriendo o sin quererlo, la balanza se había equilibrado en ese sentido. Pero dudaba hasta qué punto. ¿Eran las medidas drásticas una amenaza vacía?

Se fijó en la punta transparente de la flecha. ¿Dónde estaba el truco? ¿Reflejaría el hechizo? ¿Absorbería su elemento, inutilizándolo? Es difícil planear contra algo que desconoces. Y por eso decidió hacer una prueba. En lugar de lanzar la esfera directamente en dirección a Raito, apuntó al techo — Justo sobre el arquero. No tenía ni idea sobre si el ataque sería suficiente potente como para causar un derrumbe, pero confiaba en que la conflagración y esquirlas fueran suficientes para apartarlo... y abrir una vía directa hacia su espada.

Erwin no tiene ni idea de qué es lo que se le viene encima con esa flecha de punta extraña, pero claramente el arquero tampoco sospecha lo que el mago de Radiant Dream está tramando. Es una situación tensa, y tal vez por eso ambos contrincantes esperan el momento exacto para lanzar su ataque... que resulta ser los dos al mismo tiempo.

La flecha y la esfera mágica salen disparadas cada una de sus respectivos lanzadores, y aunque desde fuera pudiera parecer que ambas iban a encontrarse en el aire el disparo de Erwin acaba elevándose y esquiva la trayectoria de la flecha. Ésta sí que sigue la trayectoria esperada y acaba clavándose con fuerza en la pierna de Erwin, causándole daño. Y mientras esto sucede, la esfera mágica del mago impacta contra el techo y provoca una pequeña explosión.

Los efectos inesperados vienen a continuación, cuando del techo empiezan a desprenderse varios fragmentos de roca que caen sobre el arquero y para los que éste claramente no está preparado. El arquero se da cuenta de las piedras que se le vienen encima y las esquiva en su mayoría, pero una pequeña roca lo golpea en el brazo y, aunque esto normalmente no sería un problema debido al tamaño de la piedra, se trata del brazo que previamente Erwin hirió con su espada. Esto hace que el arquero gima... y el arco se le escape y caiga al suelo.

Pero no se vayan todavía, aún hay más: aparte del dolor que le causa la flecha con punta extraña en la pierna, Erwin nota de repente cómo el cristal empieza a drenar su energía mágica con una crueldad increíble. Sus fuerzas se marchan poco a poco y fluyen hacia la piedra, hasta que ésta parece quedarse satisfecha llevándose gran parte de la energía que todavía le quedaba al mago...

Había sabido, al lanzar el hechizo, que no podría esquivar la flecha. Había sabido, a su vez, que el arquero no fallaría. Cerró los ojos durante un instante cuando sintió el golpe en su pierna. El dolor resultó ser más arrollador de lo que había esperado, y la sensación de la sangre empapando los pantalones resultó similarmente desagradable. Jadeó, pero se mantuvo en pie, aunque no sin un ligero temblor en la pierna afectada.

Aferró con ambas manos el asta la flecha, y apretando la mandíbula la partió, aunque no se atrevió a retirar la punta. Dolía lo mismo o más, pero por lo menos ya no sobresalía. Una lástima que eso no ayudara a combatir los efectos más retorcidos de la munición. ¿Habría absorbido su propio hechizo si lo hubiera cruzado? Quizá debía alegrarse por no saber la respuesta a esa pregunta, pero la situación no invitaba al alivio. La debilidad que sintió al perder una buena parte de sus reservas mágicas no es fácil de explicar, pero transcendía el cansancio físico que también sentía.

La sensación fue lo suficiente desagradable como para guíar su mano en su siguiente movimiento. Si él se quedaba sin magia, entonces la tomaría del arquero. Y así Erwin utilizó ese hechizo que sabía pero que no había utilizado nunca, y que su jugador también pensaba que jamás utilizaría, y que parecía diseñado a medida para la situación (O quizá era la situación la que se había diseñado a medida para el hechizo). Pero no practicar nunca un hechizo tiene sus desventajas, porque si había esperado un subidón, se encontró en su lugar con una sensación acentuadamente frustrante. No era suficiente.

Su mirada se detuvo entonces en la espada. El arquero tendría que recuperar su arma, y así él también tendría que recuperar la suya. Cojeaba ligeramente por el dolor de aguantar el peso sobre la pierna herida, pero empezó a moverse hacia ella, buscando recuperarla.

Mientras el arquero maldice por lo bajo después de que se le caiga el arco al suelo, Erwin decide que si su flecha le ha robado magia a él entonces él le robará magia al que ha lanzado la flecha. El curioso hechizo de Erwin hace contacto con Raito, y éste sufre un pequeño espasmo que el mago de Radiant Dream seguramente reconoce como familiar, ya que él mismo ha sentido algo así cuando su magia ha sido drenada.

Aunque sin duda éste es más leve, ya que Erwin apenas logra recuperar magia. Así que el mago decide actuar a la desesperada y lanzarse corriendo hacia la espada de su familia que le espera en el suelo, en un rincón del campo de batalla. Siendo que sus hechizos requieren de bastante magia... tal vez sea su única opción.

Sin embargo, el arquero no parece estar de acuerdo con la elección de Erwin y, al verlo correr en dirección a la espada caída, aprovecha para sacar él mismo una daga de su cinturón y atacar mientras su enemigo corre. El resultado es una daga clavada en el hombro de Erwin, que hace que trastabille todavía más de lo que su cojera le provocaba. Tanto, que acaba cayendo al suelo a pocos metros de su enemigo y por desgracia todavía a cierta distancia de la espada. Parecía que ya casi estaba a su alcance, ya casi la tenía, pero...

- No nos han contratado para mataros. - repite Raito, algo que ya mencionó antes, mientras saca una flecha de su carcaj y, jadeando, se acerca a Erwin empuñando su punta como si fuera un puñal. - Pero... los accidentes ocurren... - sugiere, apretando los dientes y alzando la flecha...

- ¡Van der Heuvel! - el grito inesperado hace que el arquero se gire buscando el origen de la voz femenina que acaba de interrumpirle, y tanto él como Erwin ven a cierta encapuchada conocida por el mago de Radiant Dream descendiendo de un salto de algún sitio, probablemente el techo. Esta distracción momentánea es justo lo que Erwin necesitaba para alargar la mano por el suelo y finalmente alcanzar su espada. ¡La Espada de Kanedias ha vuelto con su legítimo propietario! - ¡Cógela!

La encapuchada lanza un objeto por el aire después de sacarlo de debajo de su túnica, y aunque el arquero intenta atraparlo o bloquearlo el dolor de su brazo se lo impide. A Erwin, sin embargo, no se le escapa: alzando el brazo en el momento justo, el mago recibe una gema mágica agrietada en la palma de su mano... y, al cerrar la mano para atraparla, ésta se rompe y libera la magia que contenía en su interior. El brazo de Erwin se imbuye entonces de un aura mágica, y de repente el mago nota que, en su otra mano, la espada de su familia empieza a palpitar como si le estuviera pidiendo ese poder mágico.

Todo esto mientras la puerta de entrada se abre, y por ella aparecen un chico lobo cargando con Lily y Daviel, además de acompañando a unos debilitados Reily y Valentio...

Había podido aguantar el dolor de la pierna, pero no se había esperado el siguiente golpe. A efectos prácticos había cargado directamente contra el filo del enemigo, que se hincó con tanta fuerza en su hombro que lo hizo perder el equilibrio. Cayó al suelo, pesadamente, cerca de quien debía alejarse y lejos de lo que debía alcanzar. Se giró para mirar a Raito, que se acercaba a él.

—Vaya —gimió, intentando mostrarse desafiante pese a que estaba esencialmente acorralado—. ¿En qué momento se ha vuelto personal...?

No le quedaba ningún truco. No canalizaría ningún hechizo a tiempo, ni se sentía lo suficiente fuerte como para invocar a un elemental que pudiera defenderlo. Tomó aire con fuerza, empezando a pensar en si suplicar merecería la pena cuando escuchó su nombre. En otro momento, quizá tendría tiempo de lamentar que esa fuera la segunda vez que la encapuchada le salvaba la vida.

Pero mejor poder lamentarlo que no, eso era seguro.

La distracción le permitió moverse y alcanzar la espada, aferrando con fuerza la empuñadura. Alcanzar del mismo modo la gema en el aire fue prácticamente un reflejo, y al romperla, una idea cruzó su mente. Pero la idea tendría que esperar: En su lugar, se giró en dirección al arquero, sintiendo la energía que corría en ese momento por su cuerpo, y prácticamente entregándosela a la espada.

No titubeó. Arremetió contra el brazo de su rival, aquel que todavía sujetaba el arma improvisada. A diferencia que él, Erwin no tenía intención de que ocurriera un accidente, pero tampoco tenía intención de permitirle un ataque sorpresa. No había olvidado, después de todo, por qué estaban allí.