Partida Rol por web

Zanc inquieto como un niño al que le dan zapatos nuevos tenia los ojos como platos.....¡¡un arbol que cobra vida¡¡, en sus viajes no se habia encontrado nunca con uno aunque habia oido historias de semejantes seres.

Casi pierde la nocion de la situacion por culpa de su ajetreada imaginacion y por ende la extrema situacion del hombre lagarto que ya se encontraba en una situacion limite.

Aun contenido por no poder lanzar su potente conjuro que lo dejaria todo envuelto en cenizas, Zanc decide volver a cargar su ballesta y disparar nuevamente a otra de las pequeñas criaturas pero de nuevo fracasa en su tiro, lo que aumenta su frustracion.

En ese momento gira la cabeza al oir ruidos desde la cueva y observa con alegria como algunos de sus compañeros salen y pueden observar la dificultosa situacion con lo que nuevos aires de esperanza llenan sus pulmones, vuelve a centrarse en el combate y señalando con el dedo grita ...."Teneis que ayudar a Nekai por favor, lo tiene atrapado y esta a punto de morir ¡¡, si conseguis apartarlo podre lanzar un conjuro de gran poder destructor pero  tendreis que colocaros bien lejos ¡¡"....

Nada más salir de la cueva el recibimiento que esperaba en forma de luz solar se presentó, en cambio, como gélidas tinieblas que le hicieron estremecerse de dolor. Cayendo al suelo de rodillas, sólo el apoyo de su arma consiguió impedir que el derrumbamiento físico del enano no fuese absoluto. Con los ojos entreabiertos alcanzaba a ver cómo varios animales estaban atacando a los compañeros que se habían quedado en el exterior, y que se encontraban casi superados por ¡un árbol sentiente!

Casi al mismo tiempo, las palabras de Zanc le ayudaron a tomar más clara conciencia de la situación. Tanto él como Odnan parecían relativamente a salvo, disparando desde la distancia. Eran el lagarto y el humano los que más comprometidos se hallaban. Y, por lo tanto, hacia ellos debía Osfahlt emplear sus energías.

-¡Adelante, Isilöme! ¡No perdamos tiempo! Suponía que las energías que todavía sacudían su cuerpo habrían hecho mella también en el espíritu del elfo, pero no era aquél momento para titubear.

Haciendo acopio de fuerzas, sin permitirse flaquear lo más mínimo pese al dolor que seguía poseyendo su mismísima alma, echó a correr hacia el grupo de combatientes, arma en ristre, hasta llegar, casi desfallecido, junto a uno de los pequeños demonios peludos que acechaban a Alainnheïn. Si lo necesario era echar abajo a ese árbol, sabía que cuanto más cerca de él se encontrase más posibilidades tendría de conseguirlo. Mientras tanto esperaba poder resultar lo suficientemente amenazante como para que la agresividad de alguna de aquellas criaturas se dirigiese a él en vez de a sus compañeros.

La alegría sentida por ver caer a 2 de las pequeñas monstruosidades, la opacaba el terrible espectáculo de ese árbol que lastimaba a Nakai y amenazaba a Alainn.

Recargó de nuevo su ballesta y disparó a una de las criaturas que estaba apresada en la telaraña.

Escuchó de nuevo a Zanc solicitando que sacáramos a Nakai del área en que pensaba atacar y luego otra voz, la de Osfahtl invitando a Isilöme a entrar en acción. "!Que bien, refuerzos¡" pensó.

Sin dudas los dioses estaban con nosotros, para nuestro alivio dos nuevos compañeros, Osfahlt el elocuente e Isilöme el elfo acudieron en nuestro auxilio. Sinceramente no podían haber venido en mejor momento, el hombre lagarto estaba en una situación bastante complicada y no tenía mis dudas de si seríamos capaces de salvarle. La empresa aún ni siquiera había empezado y la verdad es que lamentar una muerte nunca era del agrado de nadie.

- Vuestra presencia siempre es grata compañeros. - Dije a los recien llegados en tono serio obviamente por la tensión producida en esta situación que si no somos cautelosos aún podría ser peor.

Me preocupaba más aquel supuesto árbol gigante más que las criaturas pequeñas, tenía a Nakai apresado, era necesario actuar ya sin rodeos. Aprovechando que la ballesta estaba cargada del anterior turno disparé sin vacilar aquel ser de gran tamaño con la esperanza de que soltara su objetivo.

Tenía cierta entrega que les había pasado a ellos dos, ya que en el cuerpo del gnomo se reflejaban heridas a simple vista. Además, eran ellos dos, aún faltaba por saber donde se encontraban la elfa, el guardia y el trasgo. Eso sí, tal asunto se tratará en su debido momento, cuando este encuentro termine.

Otra de aquellas criaturas cae por el potente virote de Odnan. Ya solo faltaba de una de aquellas ardillas por caer. Sin embargo y a pesar de vuestros esfuerzos la lucha que mantenía Nakai con los zarzillos que le sujetaban llega a su fin. Nakai deja de forcejear, aquel árbol lo deja simplemente caer al suelo. Tras soltar a su reciente víctima sus cuatro visibles "brazos" se agitan amenazadores frente a vosotros deseosos de poder alcanzaros.

Actualización mapa asalto 5:

Parecia que el cuerpo de Nekai caia lentamente tal que una pluma guiada por una suave brisa, al menos era la sensacion que el gnomo sentia en ese momento.

...."No es justo"...(penso el gnomo)..."Haber abandonado tu pueblo y tus seres queridos para ir a morir a una tierra extranjera donde nadie te aprecia"...., tomo la promesa de recojer sus restos y tratar de darle una sepultura digna o al menos trataria de saber como son las costumbres funerarias de estos seres, aunque no sabia porque la incineracion le parecio una digna forma. Ademas habia muerto peleando que es la mejor muerte de un guerrero.

Todo por culpa de ese oscuro ser que ahora lanzaba sus asperos anillos, cual tentaculos de un tosco calamar colocado verticalmente, algo fuera de lugar.

..." ¡Ve a dormir arbol, entierra tus raices, alimentate y crece, no te metas en asuntos mundanos que no te incumben ¡¡"..., a continuacion Zanc suelta la ballesta, vuelve a intriducir sus dedos en el morral de su cinturon y comienza a recitar una letania de manera suave, tal que pareciese la nana de cuna de un bebe para ir in crescendo hasta adoptar un tono gutural y seco. Al momento se produce el silencio y unos segundos despues solo se oye un enorme POP, una enorme rafaga de viento sacude toda la cercania al gnomo mientras que delante de sus brazos se proyecta una enorme y ardiente esfera llameante que sale rapidamente disparada hacia el arbol viviente cubierto de telarañas.

Al impactar en el arbol, ramas y astillas calcinadas salen proyectadas en todas direcciones y un enorme crujir es emitido por el arbol, hasta Zanc tiene que protegerse la vista por la deflagracion, tras la humareda, observa el cinereo escenario tratando de averiguar el resultado del devastador conjuro.

Por fin había logrado salir de aquella caverna, pero el panorama que se divisaba no era para nada alentador, unas extrañas criaturas diminutas parecian estar causando problemas a los demás y además una extraña criatura, ¿un árbol viviente?... ¿que puede estar causando que criaturas como estas sean tan hostiles?, no era hora de cuestionamientos, había que actuar.

Asentí ante las palabras del enano y con gráciles movimientos busque acercarme apartado de la vista de aquellas criaturas, debía observar como sacar provecho de la situación... A medida que me acercaba noté como el hombre lagarto desfallecía en el combate antes de que un fogonazo de luz me cegara por unos instantes.

"Vaya, el pequeño Gnomo tiene varios trucos guardados..." - pensaba mientras me acercaba con sigilo.

Vi con impotencia como el cuerpo del hombre lagarto caía como un juguete roto, provocando así la pérdida de interés de aquel vil ser de madera cuando dejó de luchar por su vida. Una imagen desagradable. Era el inicio de esta empresa y ya teníamos la primera baja. Comprendí que era demasiado tarde para salvarle y me lamenté por no haber sido capaz de hacerlo.

Pese a que quería darle un entierro digno a nuestro compañero caído no era el momento, primero había que encargarse de las amenazas. Acto después una esfera de fuego incandescente impacta sobre la telaraña, prendiendo la tela de forma inmediata. El escenario se iluminó durante unos instantes gracias a las llamas. 

Con determinación en mi mirada cargué nuevamente la ballesta con un virote, pero fue en vano, el virote ni se acercó al objetivo. Lo achaqué a mi falta de concentración. Estaba demasiado preocupado por el destino de todos como para intentar ir con saña. Respiré con calma, intentando mantener la compostura.

Cuando estaba ya preparado para intentar golpear a esa especie de ardilla, una de las ballestas aliadas reclamó para ella la presa. Lo cual únicamente le indicaba a Osfahlt el camino a seguir: directo al corazón de la batalla, aunque se arriesgase a sufrir la misma suerte que el hombre lagarto. Pero su marcha se vio de nuevo interrumpida: el espectacular estallido provocado por lar artes mágicas de Zanc a punto estuvo de afectar al otro gnomo, cuya vista tardó unos momentos en recuperarse del fogonazo inicial. Durante los segundos de ceguera involuntaria sintió el calor de las llamas sobre su armadura, temiendo que fuera a acabar sus días allí mismo, asado como un vulgar venado entre los metales que tan bien sabían protegerle en cambio de impactos más mundanos.

Una vez hubo quedado solamente el humo como inofensivo descendiente del conjuro, y viendo que ese corrupto vegetal permanecía amenazándolos, siguió corriendo, esta vez hacia el pequeño animal que todavía se encontraba en pie, con el extremo perforante de su martillo ganchudo ondeando cual letal estandarte. No tardó en llegar hasta su extravagante enemigo, descargando con todas sus fuerzas su arma sobre la cabeza del animal.

Isilöme avanza entre la oscuridad que aún habiendo caído la mayoría de las ardillas persiste en el lugar. El árbol no parece haberse percatado todavía de su presencia pues no mueve ninguno de los zarzillos en su dirección. Alainnheïn dispara un virote contra ella que parece perderse en el ramaje de la misma.

Mientras se movía es consciente del efecto del conjuro de Zanc, una bola de fuego pasa cerca de él y prende el cadáver y los árboles cercanos que estaban  invadidos por la telaraña. Prácticamente todo queda reducido a cenizas en un momento. Pero la problemática planta sigue en pie, a pesar del arrasador efecto del conjuro. 

Tras el conjuro Osfahlt se acerca hacia el cadáver de la ardilla que aún se mantenía con vida, pero que con el conjuro de Zanc pereció, y le asesta poderosos golpes reduciendo la masa chamuscada a un pegote humeante en su martillo.