Partida Rol por web

– Rashat… Poco sabemos de ti, pero tu ayuda ha sido valiosísima, y has sido un apoyo constante para tus compañeros. Me ha llegado la noticia de que quieres descansar y establecerte. Siempre serás bienvenido en el reino de Arthedain, pero has escogido participar en el proyecto de Hrom en Cardolan. Tendréis mi bendición, y espero que esto os ayude.

-Hrom, valiente guerrero de Cardolan. Te uniste al resto en el último tramo de su viaje, y luchaste con valor. Acabas de empezar tu camino, pero has contado tu sueño de abrir una … posada, y tu amigo Rashat pondrá las primeras piedras de ese proyecto. Te hago entrega de esta licencia que concede nuestra protección a esa empresa.

-Nuramg, hijo de Doiramg, de las Colinas de Hierro… Nurg, es tu turno. Tiempo hace que nuestros reinos tuvieron comercio y alianzas. Si los valar lo permiten, me gustaría algún día ver retomadas esas alianzas. En señal de gratitud, y muestra de buena voluntad, te hago entrega de un regalo que nuestros antepasados habían preparado para alguien importante de tu pueblo. Es una sobrevesta de cuero, que proporciona un abrigo para el frío y protección adicional para el guerrero.

-Morwen. Tus largos años de servicios a la Corona en Rhovanion han sido de gran valor, pero hoy estás aquí como una Faradrim Aran, pero también en representación de Thelran, hijo de Haldor. Él más que nadie era conocedor del sacrificio que supone dedicar su vida, y su muerte, al servicio de una causa. Cualquiera que sea el lugar donde ahora descansarás, te llevarás el recuerdo de Thelran contigo.

-Benaldamat, no te he dejado en último lugar por casualidad ni capricho. Contigo empezó esta historia, y por lo tanto contigo se ha de cerrar el círculo. No hay palabras para justificar el agravio que sufriste por la muerte de Terennil, y la traición del vidente Artadel y los otros. Llegaste honrando un acuerdo milenario con tu Logia, y aquí fuiste perseguido, condenado, amenazado… No podemos remediar el pasado, pero sí mirar al futuro. Te haré entrega de tu parte de la recompensa, pero más que cualquier otra cosa, quiero que tengas esto.

Entonces el Príncipe cogió un abrigo de pieles de tamaño de una niña. Y otra más grande. E hizo la entrega en persona. -Es para Enila, la nieta de Terennil. He consultado con los videntes de Heren Cenorion, y cuando decidas partir al Norte, de regreso a tu señor y tu Logia, podrás llevarla con nuestro permiso. Este abrigo es para ese viaje. Y como el viaje es largo, ella se hará mayor a tu lado, y este segundo abrigo es para entonces. Tú ahora eres su familia, Benaldamat.

Inclino la cabeza en señal de respeto.

Gracias por vuestra gratitud. De verdad que espero algún día ver retomadas esas alianzas.

- Muchas gracias, su majestad. Ha sido un honor el poder ayudarles.

Morwen aceptó la recompensa de Thelran, y susurró las palabras que ya una vez había pronunciado a su amado.

Dannen le

A ú-erin le regi

Rang ail le iestannen

Lû ail le tegin na hen.

Gwannach o innen ului

Ú lû erui, ului.¹

Alerian hizo una reverencia al recibir su recompensa, y prometió hacerle llegar las palabras del Príncipe al pueblo de los elfos del bosque.

Rashat recogió su recompensa en silencio, sin decir nada. Después se situó junto a Morwen, a la que conoció hace tiempo. Rashat sabía a quién iban dirigidas las palabras de la montaraz, aunque no era capaz de darle consuelo con palabras, quiso estar junto a ella, como ella lo había estado cuando encontró a Rashat malherido e indefenso.

-Id en paz, y con nuestras bendiciones. No diré que descanséis, porque en estos tiempos los hombres deben hacer frente al Enemigo y al Mal cada día. No hay otro camino que la lucha, y en la formar de afrontar el mundo de estos tiempos está nuestro legado. El cómo seremos recordados. Y cómo seremos juzgados.

Y así se llegó al final del acto. Siguiendo las indicaciones de Esgaldor, el grupo abandonó la sala no sin antes recibir el saludo afectuoso y los mejores deseos también de Pelendur y Pelewen.

-¡Elo! Salve!, pronunció Telchrist al abandonar el grupo la sala.

Había llegado el momento de la despedida. En una sala de la Ciudadela Real que se había convertido en la sala de estar y de reuniones del grupo, se encontraban ahora con que Morwen, Alerian, Rashat y Benaldamat se disponían a partir hacia Bree. De allí, Alerian se dirigirá al este, hacia sus tierras. Los otros tres viajarán más al sur, a la aldea de Sil Auressë en Cardolan. El hogar de Ayla. Al final, la montaraz Morwen había decidido acompañar a Rashat hasta Sil Auressë para establecerse allí, para recuperarse, para descansar, para esperar.

-Viajaré hasta Rhovanion. Tengo ganas de ver el Bosqueverde nuevo. Aunque me quedaré luego en sus lindes, en el pueblo de Buhr Ailgra, que tan bien nos acogió. Allí cuidaré del botín obtenido en aquellas aventuras, y ayudaré en lo que pueda en el comercio del vino que espero que ya esté funcionando. Visitaré también Azan, dijo y su voz se quebrantó un poco al recordar a su amigo enano Angenkurth. –No se me han olvidado las palabras del Vidente Huinen, y el juramento que hice.

-Aurë entuluva¹

–Sé lo que es sentirse atrapada por un deseo de venganza. Largos años estuve esperando para cumplir la mía, y entonces volví a encontrarme con Thelran. No te diré que no lo hagas, pero no hallarás descanso en la venganza. La muerte no trae la paz. La vida sí…

Luego se dirigió a los demás: -Os deseo lo mejor a todos, y una buena lucha. No os preguntaré a dónde iréis, ni diré que nos volveremos a ver en esta vida. Pero a veces, cuando uno llega por sorpresa al final de su camino, y mira atrás y adelante, y ve todo lo recorrido, sabe que es el momento de echarse a un lado, y dejar que otros lo anden, o enseñar a andar a los que aún no han comenzado el suyo. ¡Qué las estrellas os iluminen en las noches oscuras!

-Hace dos años, bajé desde el Norte hasta estas tierras por mandato de mis superiores, porque el momento había llegado…

Ilume Itulie, recuerda Benaldamat, las palabras de Enila vuelan por su mente mientras trata de reordenar sus pensamientos. Aunque es difícil, acaba de obtener permiso real para partir con Enila, ahora es su familia, siempre que Enila lo acepte. Tiene miedo de hacerle la pregunta, pero está impaciente… Tras una pequeña pausa prosigue.

-El cometido de mi viaje no me fue revelado en detalle, pero sé que sería un paso imprescindible en un largo camino. Lo que no sabía es que esta etapa de mi vida ya sería parte del camino en sí. Ahora sé quién soy y qué debo hacer, y la Niebla Eterna también es consciente de ello, por eso me han llamado y tengo que volver. Hoy nuestros caminos se separarán y no sé si a algunos os volveré a ver, a otros sé que sí, aún tenemos una última pelea juntos para traer la paz a la Casa Angen de los Enanos. Acaricia el símbolo Namarïe de su klavir…

-Rashat, te vi crecer en el arte de las armas. Has sido todo un descubrimiento para mí en el arte del combate, impredecible para tus amigos y para tus enemigos. En ocasiones, lleno de dudas en el combate, y en otras temerario, pero siempre resolutivo. Aún recuerdo cuando, en el combate contra las bestias aladas de la torre que encontramos en el primer pueblo tras abandonar Bur Ailcra, sin pensarlo te lancé por los aires y con una coordinación y pericia perfectas te elevaste por los cielos cual ave y con un sutil movimiento caíste sobre la espalda de la desdichada criatura… Ese recuerdo lo llevaré siempre conmigo.

-Anatir, eres la velocidad en el combate, tu habilidad para esquivar los golpes del enemigo y colocarte para el golpe perfecto dejan sin respiración al más hábil guerrero. Has sido un compañero leal. Tu incorporación al grupo fue tardía, o llegaste justo a tiempo… Sea cual sea el motivo que te llevo a unirte a nuestra compañía, agradezco a los Valar el haberte tenido de nuestro lado.

-Nurg, tu presencia en el grupo me recuerda a la de un fiel amigo Angenkurth. He aprendido que los enanos sois torbellinos de muerte por donde vais, podéis abatir al más fiero de los enemigos aunque vuestras heridas sean terribles. Vuestra voluntad es de hierro dentro y fuera del combate, lo que os permite beber cantidades de cerveza que matarían a cualquier hombre. Para mí es un gran honor haber conocido a tu raza, y ver lo extraordinarios que sois en el combate. Más como vosotros debería habitar estas tierras.

-Hrom… Te vi partir de Sil Aüresse con el grupo, y todos habéis vuelto de una pieza. Sé que has aportado tu grano de arena en este arduo cometido. Espero que encuentres todo aquello que busques.

-Dywern, aún no sé si eres esclava o princesa. Si me alegro de que Durandar dejara el grupo por un tiempo es porque así dejó de tirarme bolas de fuego, y porque te encontró a ti. Has permanecido junto a nosotros, has sufrido con nosotros y has sanado nuestras heridas y todo desde el silencio… No sé quién eres, no sé nada de ti, pero sé que has velado por cada uno de nosotros cuando éramos más vulnerables. Sigue haciéndolo, porque ahora necesitarán más tu ayuda, y además si te quedas tal vez Hrom decida seguir con el grupo. Benaldamat sonríe…

-Alerian, no logro recordar en qué momento te uniste a nosotros. Pero si recuerdo a un arquero medio que se ha convertido en un arquero capaz de ridiculizar a los antiguos Señores Elfos en un torneo de disparo con arco. Tu destreza ha abatido a aquellos enemigos a los que nosotros no éramos capaces de alcanzar. Nunca erraste un disparo. Todos luchamos por conseguirte un arco digno de tu destreza, y ahora os movéis como uno en el combate, como si el arco fuera una extensión tuya. Pero tus intervenciones no se quedan ahí. Recuerdo verte frente a una criatura milenaria, maligna, maldiciéndote en una lengua perdida mientras tú la desafiabas quieto, para mandarla a continuación ¿Cómo fue? A LA MIERDAAAA, jajaja. Aquello alejó el miedo de nuestros corazones.

-Morwen, nunca hemos hablado pero se más de ti por tus silencios que por tus palabras. Juré que buscaría a un amigo hasta las profundidades de Utumno si era necesario. Lo traeré de regreso. Benaldamat saca de su fardo un objeto envuelto en una tela, es la daga que obtuvo como recompensa de una de las muchas batallas. Toma esto, una como esta a Thelran le sacó de muchos apuros, yo copié esa costumbre de él, pero ahora es mejor que la guardes tú y ya sabrás en qué momento se la debes dar. Benaldamat observa el vientre de Morwen…

-Durandar, no me he olvidado de ti e intencionadamente te he dejado para el final. Me acompañaste desde prácticamente el inicio de mi camino, te he salvado la vida en varias ocasiones, he sangrado por ti, he sido tu escudo, y me pagaste con dos proyectiles de agua, dos ráfagas de luz, un muro de fuego y una bola de fuego, FUEGO DURANDAR, FUEGOO… He llegado a dudar de cuales eran tus verdaderas intenciones, sin embargo, tú has hecho por mí el mayor sacrificio de todos cuando me liberaste de la prisión de Artadel quedándote en mi lugar. Pocos podrían haber hecho eso. Es un gesto que te honra. Has sido la balanza en el combate facilitándolo cuando era necesario y dificultándolo para darle emoción… Cuida tu magia, y mejora el uso de los elementos. Has adquirido mucho poder, y temo que no seas capaz de controlarlo. Habla con los elfos, tal vez ellos te ayuden.

-Por otro lado, sé que buscas ayudar a una familia de Arthedain. Te recuerdo que tienes aliados en Bur Ailcra, y en nuestra casa criamos caballos y producimos armas de calidad de diseño enano. Tal vez ponerlos en contacto no sea una mala idea.

-Bueno, ha llegado la hora de mi partida. Que Yavanna guíe vuestro camino y que Irmo os permita alcanzar vuestros sueños.

Benaldamat estrecha a cada uno de los amigos, y se marcha junto a Rashat hacia Sil Aüresse, en busca de Enila como ya hizo hace un año, para comenzar un nuevo camino…