Partida Rol por web

Konao observaba a la mujer que dócilmente acariciaba con la yema de los dedos la cuerda del instrumento, dejándose llevar levemente por la melodía de sus movimientos. Sólo rompió aquella apacible paz cuando pareció retirarse, bebiendo un breve sorbo de su taza de té con la misma delicadeza que alguien de su posición tenía, agarrando la taza de barro con dos dedos mientras la palma de la mano contraria funcionaba de peso bajo la base, notando esa calidez.

Parecía concentrada, perdiéndose en sus propios pensamientos a la vez que intentando prestar atención a todo lo que pudiera, aunque estaba claro que el cansancio del largo viaje y los nervios del matrimonio estaba latente.

Agradezco su ofrecimiento, Sakura-dono, también me gustaría que oficiara la ceremonia.- Sonrió a la miko antes de girarse ante la entrada del criado, quien aparecer tenía una visita que acababa de llegar.- Os he robado demasiado tiempo a pesar de estar ocupado.- Se dirigió a su prometido a baja voz, un intento de conversación privada para no molestar al resto de invitados y, sobre todo, al propio Sanemoto.- Puedo esperaros aquí, si así gustáis.

Entre guerreros, la camarería surgía espontáneamente, todos ellos tenían las mismas cicatrices en las manos por los duros entrenamientos, la misma facilidad para acabar con una vida y el sentido aguzado cuando huelen sangre. Ahora podían parecer tranquilos y afables, pero bastaba tener ante ellos un enemigo y acero en las manos, para transformarlos en verdaderos demonios.

-Es difícil encontrar un buen contrincante, por eso recuerdo bien a aquellos que me permitieron afilar mis sentidos y destrezas- se sentía tentado a beber un poco más, contar batallas toda la noche y recordar viejos tiempos… pero no sería apropiado, al menos lo de beber más-. Aun así, si alguien quiere intentar algo por esta región, mis habilidades están a su disposición.

Ciertamente, el que hubiera pocos enemigos, visibles al menos, era una contrariedad, pero quizás le conserven por su misma fama. Tenerle entre sus filas podría ser bueno para la moral o para intimidar a potenciales atacantes. Todo dependía de lo que Date-Sama planeara. Por lo poco que veía, lucia como alguien cerrado y recto, pero ni siquiera habló con él.

Ikage Munezaka había estado toda la comida más pendiente de la cortesana que del resto de la conversación. De cuando en cuando giraba la mirada para volver a estudiar la sala una y otra vez, entonces volvía a su posición.

Sin embargo, la presencia del enviado imperial le puso en guardia y se dedicó a estudiar a los anfitriones esperando algún tipo de reacción que pudiera anticipar si sabían de lo que se trataba o no.

El Señor del Castillo hizo una reverencia leve de agradecimiento con la cabeza hacía su prometida. No era un gesto usual, el Señor del Castillo debía permanecer impávido e incluso despectivo hacía su corte.

No os preocupéis, Daigo-hime. dijo en un tono afable y casi paternal. El emisario viene a ser testigo de la boda, pues mañana tras la ceremonia del té celebraremos el enlace.

Se giró hacía el criado.

Avisad el emisario de la corte imperial, me reuniré con él tras la cena, procurad que esté cómodo. Se giró hacia Sanada. Será un honor contar con vuestra espada, si os place, me gustaría que me acompañaras junto a mi sobrino a ver al emisario imperial, según se cuenta el Emperador estima vuestro honor y valentía.

La posición de los demás impedía que fueran capaz de percibirlo, pero la expresión de Motochika Sanasuke se contrajo en una mirada furiosa hacía Sanada en el momento en que Date-sama le invitó a acompañarlos. Era un gesto demasiado personal, casi similar a la mirada de un lobo herido. sin embargo consiguió recomponerse, pero agarraba su manga presionándola con fuerza.

Por suerte no había sucumbido a la idea de beber sake, pues el mismísimo Date-sama se dirigió hacia él. No esperaba captar su atención tan pronto o que le confiara algo tan importante como asistir a una reunión con un emisario del emperador. Si bien eso de “contar con su espada” sonaba algo ominoso, no sería él quien discutiría ahora.

-El honor es mío por permitirme poner mi espada a su servicio- dijo inclinando su cabeza respetuosamente, siendo la primera reverencia verdadera que salía de su persona en mucho tiempo.

Al instante su actitud cambió. Su rostro tranquilo y afable, propio de una celebración, se tornó frio y atento. No sabía que estaba por pasar, pero su instinto le indicaba que Date-sama quería mostrar poder, recursos, aliados.

Ikage detuvo su atención durante un rato largo en Sanasuke, sin embargo, tras volver a mirar a todos una última vez dio cuenta de lo que le quedaba del plato y permaneció en silencio, pendiente de Daigo-hime a quién debía proteger.

Asintió con otra sonrisa mientras bebía otro sorbo de té, dándose cuenta que en ese lapsus de tiempo alguno de los criados habían llenado su taza para asegurarse que no estuviera nunca vacía. Volvía a estar igual de caliente al principio, dedicándole un pequeño sorbo antes de esperar a que enfriara un poco.

Había escuchado, al igual que todos, que después de la cena habría una reunión importante cuya invitación había recibido el samurái errante que los acompañó en el camino, alegrándose de la oportunidad que le daba. Teniendo posiblemente un tiempo libre, le gustó saber que podía aprovecharlo para descubrir cómo sería su nuevo hogar.

Si fuera posible, me gustaría pasear por el Castillo. Cuando llegué, no pude evitar fijarme que a través de la ventana de mi habitación podía ver un hermoso jardín. Ikage-san, ¿querría acompañarme? – Preguntó a su guardaespaldas, acostumbrada a que estuviera con ella.

Cuidar de las lámparas resultaba un verdadero incordio para Joao, que tenía que aprovechar los momentos de cháchara intrascendentes para deslizarse a cambiar la vela de turno, con un ojo en un sitio y el oído en otro. Pero ese era el precio por tener un acceso impagable a la cena y sus confabulaciones entre bambalinas.

Todavía no había decidido si asistir a la reunión posterior o seguir a la taimada cortesana en sus alevosos planes. Pero según pasaba el tiempo la decisión caía más del lado de la reunión de Date-dono con el emisario imperial. Daigo-hime iba a estar allí, o al menos así lo pretendía, y aunque la cortesana del arpa conspiraba, no parecía, a pesar de ello, ser la espía de los Tokugawa, papel  que a la aparentemente Daigo-hime le venía como anillo al dedo. 

No pasó por alto Joao la reacción de uno de los samurai presentes, que empuñaba el mango de su katana. Podía verlo al estar en el techo. Al parecer, por su mirada, se la tenía jurada al ronin presente. Joao pensó en el trato que se le dispensaba al ronin, de mucho respeto, el mismo al que había conocido durante el camino. Tomaría nota del samurai ofendido.

Finalmente parecía que Date-dono dejaba de lado la presencia de su prometida, así que se abría un nuevo dilema ¿reunión o vigilar a Daigo-hime? Aunque Joao había llegado para estar al servicio de los Date, era conveniente saber de primera mano lo que se pintaba en el lienzo político. Seguramente se decantaría por la reunión.

—Por supuesto señora —contestó Munezawa practicando una profunda reverencia en señal de respeto—. Ya sabéis que vivo por y para la promesa que hice, hasta el día en que abandonéis vuestro apellido para tomar el de vuestro marido.

—Me honraríais si me dejáis acompañaros.

El banquete iba llegando a su fin. A un gesto de Date-Sama los criados recogieron y el Señor del Castillo se levantó e hizo un gesto a Motochika, a Sanada y a su sobrino. El samurai y el joven lider Date se levantaron para seguir al señor del Castillo, esperando que Sanada se les uniera. El resto quedabais libres para moveros por el castillo a vuestro libre albedrío. Daigo-Hime e Ikage ya habían revelado su interés por salir a pasear, solo quedaba Sakura por decidir que hacer. Lo curioso sería preguntarse ¿Qué podrían estar haciendo los mercaderes, como Uebo Totõ, ahora?

Sanemoto caminaba hacía los interiores del castillo andando con paso rápido, los criados abrían las puertas a su paso, atrás quedaban aquellos que no estaban invitados a la reunión.

-Si mi presencia no es inoportuna, quisiera unirme a vosotros, Daigo-hime, en ese paseo por los jardines. Conocer el Castillo a vuestro lado sería un privilegio.

La joven miko no tenía ningún plan trazado más que el de conocer el lugar, así que ir a un lado u a otro le era indiferente, y seguir conversando con la noble prometida y su protector le pareció un buen modo iniciar esa ruta de visita.

Según viera si era o no una molestia para la novia, se apartaría discretamente y dirigiría sus pasos hacia otra dirección. El Templo era una de ellas, pero la descartó de entrada porque pronto anochecería y tampoco quería estar fuera del Castillo cuando la Dama Sol se ocultara. 

Apenas Date-sama se levantó para cumplir con sus otras obligaciones, Saneda dejó todo lo que estaba haciendo para seguirle. Sentía una gran curiosidad por los temas que tratarían, aunque podía llegar a imaginarlos teniendo en cuenta las noticias que había oído. Sería una reunión tensa, de otra manera no le necesitarían para nada. No era un hombre de lengua afilada, sus habilidades estaban enfocadas en otros tipos de filos. Al menos lucia lo suficientemente presentable como para no pasar por un mendigo.

Caminó detrás de los dos Date, esperando ser útil y calar las personalidades de quienes podrían ser sus señores en un futuro próximo. Si quería ser útil, necesitaba aprender esas cosas para poder estar preparado.

Había llegado el momento y había tomado una decisión. Era preciso conocer todos los datos, todo lo que se cocía, así que siguió desde su escondite a los Date hasta el lugar de su reunión.

Una vez la cena había terminado, parecía que las divisiones estaban claras. La joven prometida se levantó, despidiéndose del que sería su futuro marido mientras se apartaba de la mesa, sonriéndole a Miko por su inesperada incorporación.

Por supuesto. No hay mayor placer que pasear con buena compañía.- No tenía claro a dónde ir y aquél paseo serviría no sólo para saciar su curiosidad, sino para conocer el que sería su futuro hogar. Miró hacia todas las opciones disponibles y escogió una al azar, esperando brevemente a que tanto Ikage como Sakura la siguiera antes de avanzar.

Munezawa subrayó las palabras de su señora con una suave reverencia acompañada de una sonrisa.

—Tras vos mi señora, yo os seguiré a conveniente distancia para no importunaros —tomó entonces el par de armas que simbolizaban su estatus y practicó una leve reverencia a los que tenían el rango más alto y representaban a los anfitriones en señal de disculpa por su marcha.

Te lleva un rato encontrar la forma de seguir los pasos de los Date y Sanada. Al parecer han accedido a la sala secreta y de allí han abierto un panel oculto a una tercera sala. Te ves obligado a salir de la bóveda y tantear las paredes, sin embargo, esto te lleva tiempo y posiblemente pierdas una parte de la conversación mientras buscas la forma de seguirlos.

Masemune tomó la posición delantera, el lugar de liderazgo, su tío marchaba detrás. En último lugar avanzabais tú y Motochika. Entrasteis en un puerta oculta en el lateral de una sala, llegando a un pequeño pasadizo estrecho que comunicaba hacía una sala pequeña. En ella había un hombre vestido de forma lujosa, tomaba té sentado en seiza mientras esperaba. Sus rasgos eran nobles y armoniosos. No sabrías precisar su nombre, pero sabes que es un noble vinculado al príncipe imperial y que se movía en círculos políticos aspirando a convertirse en ministro del emperador.

Ruego disculpéis la espera, Nakatomi-sama. Dijo con un saludo formal y reverencial el joven y arrogante Masemune. Es un honor que acudáis en nombre de la Corte Celestial y transmitáis la lealtad del Clan Date hacía el Tenno.

El hombre permanecía serio, bebía té y una sonrisa brotó de su rostro. Dejó el té sobre el platillo en el suelo y levantó la mirada. Un leve reflejo de reconocimiento brillo tenuemente en su mirada, o te había reconocido o el hecho de que un ronin de renombre escoltase a Date-sama pareció impresionar el embajador imperial. 

Manteniendo el protocolo que aprendió en su momento, Saneda se mantuvo a la distancia justa, avanzando al lado de Motochika. De forma totalmente orgánica, el ronin observó si alguno de ellos llevaba sus armas a la vista. Podría ser una tontería, pero si Date-sama quería mostrar poderío, quizás lo hiciera de forma evidente. No por ello resultaría efectivo, pero le indicaría bastante de su personalidad.

Al llegar al fin a la sala donde estaba el enviado, Saneda corroboró con facilidad que era un noble, solo sus gestos lo delataban. Así como un guerrero tiene el acero impregnado en sus movimientos y mirada, un noble disponía de un aura similar aunque opuesta. Sus ojos se encontraron brevemente, hubo reconocimiento o sorpresa. Incluso evitó que contestara rápidamente. Si esa era el objetivo de Date-sama, solo podía aplaudir su eficacia. Una simple duda ya era ventaja en esos juegos.

Guardó silencio, solo saludando levemente con su cabeza de forma respetuosa, después de todo era un noble y él no era nada… Aun.

El noble, Nakatomi no Kokoro, era el descendiente de una de las familias más importantes de la Corte Imperial. Su familia había sido parte de la fundación del Japón y eran descendientes del kami Ame no Kayame no Mikoto. El Sumo Sacerdote de la corte imperial estaba asociado al Clan Nakatomi y que estaba emparentado con los Date a través del Clan Fujiwara de Hokke.

Es para mi satisfactorio ver como los clanes menores de nuestra familia prosperen. Dijo en tono neutro, político. Y la Corte celestial viene a bendecir esta unión y en este especial caso que se rescata a otro clan de historia inmemorial como es el Clan de los descendientes de Tenno Daigo.

Aseveró con calma, sin embargo su frase contenía un leve latigazo acusatorio, no era seguro de qué, pero algo había querido dejar caer. 

Pero no es eso lo único que me trae Omori. Dijo con leve cambio de tono. La Corte Celestial está preocupada, la estabilidad dada por los Oda es frágil ahora y la corte necesita saber cuales son los pensamientos de los clanes mayores hacía la divinidad del Tenno.