Por su parte la gigantona de Tooth Poppu se adentró en el edificio llevando bajo el brazo una pequeña cesta que emitía un ligero aroma a bollería industrial; algo que no era demasiado inusual, a fin de cuentas, la pequeña estaba acostumbrada a llevar consigo algún que otro dulce para picotear.
-¡Hola!. -Dijo Tooth saludando a todos en el gimnasio, llamando la atención sobre ella- ¡Yo ser nueva!. ¡Yo contenta de estar aquí!. ¡Que aproveche!.
Sin esperar más, buscó un asiento en donde pudiera estar cerca del mayor número de gente posible y abrió la cesta rosada, inhundando el lugar con el aroma de unas rosquillas recién hechas. Al parecer la pequeña habia parado a por dulces y ahora, una a una, se las estaba comiendo delante de aquellas personas.
Al entrar parecía que cada una iba a la suya por suerte se mantuvieron cerca no quería perder de vista a ninguna. La supuesta campeón apareció delante de nosotros y como no tooth ya estaba haciendo todas las suyas.
Me quedé mirando por una vez me parece que tooth podía ayudar mucho de esa chica pudiera ser fuerte pero tooth estoy segura que es más.
Tooth Poppu se quedó mirando a Moka con los ojos bien abiertos y brillantes, como si le hubieran ofrecido una fiesta sorpresa llena de helado y globos.
-¿Empezar ya? -preguntó con emoción pura, apretando sus puñitos de músculos imposibles con tanta fuerza que crujieron sus nudillos como petarditos de feria- ¡¡Siii!! ¡Entrenar como las galletas valientes! ¡Yo ser buena entrenadora también! ¡Enseñar a mi osito cómo hacer abdominales!
Saltó un par de veces en el sitio, como si estuviera calentando, pero lo único que logró fue que el suelo temblara levemente bajo su peso y potencia absurda. Luego miró a Moka otra vez, con la sonrisa más grande que podía:
-¿Poder usar técnica secreta? ¡Llamar "Beso Explosivo del Cariño Rosa"! ¡Aunque todavía no saber cómo pararla cuando empiezar! ¡Pero prometer que intentar no aplastar cosas sin querer! -Y, totalmente seria, añadió -¿Poder darte otra galleta si pasar?
El cuadrilátero vibraba. No por un impacto físico, aún no, sino por la densidad emocional acumulada en el aire. Lo que debía ser una simple confrontación física se había transformado en un espectáculo surrealista… y todos los presentes lo sabían.
Cuando Tooth Poppu habló de su "Beso Explosivo del Cariño Rosa", un murmullo de desconcierto se extendió entre los presentes.
-¿Eso fue un nombre de técnica?
-¿Explosivo… de cariño?
-¿Puede alguien tan grande decir “beso” sin sonar como una amenaza mágica?
Una entrenadora bajó lentamente su batido sin beber.
Otro culturista miró su cuaderno de ejercicios como si no entendiera ya las reglas del mundo.
Y cuando Tooth preguntó si podía dar otra galleta si algo salía mal, una joven estudiante soltó:
-¿Esto es parte de una nueva rama de entrenamiento emocional? ¿Nutrición con consecuencias?
Entonces Misu Yunibasu se alzó en la esquina del cuadrilátero como una visionaria al borde del apoteosis.
Su entrada dramática, su postura perfecta y su voz proyectada generaron una oleada inmediata de murmullos devotos entre los más sugestionables.
-¡Es ella! La que irradia perfección... ¡como los carteles de motivación, pero con piernas más largas!
-¿Coach emocional, dijiste? ¡Yo la seguiría a una clase de spinning sin pensarlo!
-¿Creéis que da cursos de autoestima? Yo la veo más como... guía espiritual.
Cuando Misu proclamó la técnica como perfecta, un chico del fondo anotó la frase en una servilleta de proteína:
“Explosión rosa + elegancia = victoria asegurada”
Y cuando señaló a Shinkin Yuodoku con su dedo glorioso, la atención se giró como un faro.
El grupo que antes creía que era una botánica especializada en pies ahora murmuraba:
-¿Ella también? ¿Será parte de una estrategia múltiple?
-¿Es como el cerebro detrás del músculo?
-No, no... es la tipo sigilosa. La que estudia antes de atacar. ¡Lo leí en un manga!
Shinkin recibió más atención de la que quería.
Y muchos culturistas, ahora convencidos de que era una especialista en hongos de combate, se sentaron en cuclillas con la esperanza de que los analizara también.
Meisaka Aokiji, al apartarse con su móvil en mano, fue vista por varios como “la analista silenciosa”.
Uno de los chicos del club técnico murmuró:
-Mira cómo toma distancia. Seguro está calculando ángulos de impacto.
-¿Estratega del equipo? Tiene sentido. Siempre hay una que ve el combate desde fuera...
Y cuando se la vio escribir algo en el móvil mientras miraba a Moka Zoe, otro murmuró:
-Eso es perfil psicológico en tiempo real. La están escaneando emocionalmente.
El movil de Meisaka sono con un nuevo mensaje:
-¡Quilla, me está encantando cómo lo cuentaaas!
Que te digo yo, lo que tú estás viendo ahí no es un simple desafío, eso e una escena de esas que va directo al tercer acto de la película, cuando la música sube y el personaje se da cuenta de lo que de verdá siente por dentro.Y lo de la pupila... ay miarma, eso de que parezca irascible pero esté centrada me huele a contención dramática del carajo. Como los nobles esos en las pelis de época que van to rectos pero por dentro llevan el alma ensartá en pasiones.—Tú apunta bien eso: si la chiquilla normalmente es de explotar pero ahora está calmá, es porque algo dentro de ella la está ordenando desde más adentro. Y puede ser código de honor, sí, pero a veces el corazón tiene códigos también, ¿entiendes?
—Y lo de los dulces… ni lo dudes. Si acepta dulzura sin mueca ni resistencia, es porque no le teme a lo suave. Y eso, en este tipo de historias, es señal de que el muro emocional tiene ya sus primeras grietas.
—Sigue observando, quilla. Que si esa pupila se desborda, como tú dices, igual lo que sale no es rabia… sino verdad.
—Tú ve contándome, que esto tiene pinta de ser mejor que la trilogía del Vizconde Herido y la costurera de Época.
Moka Zoe, por su parte, observó todo sin expresión, no apartó la mirada ni un segundo mientras Tooth hablaba.
Observó cómo la otra agitaba los puños, hablaba de ositos haciendo abdominales y proponía técnicas con nombres que ningún manual serio permitiría registrar.
No se burló.
No rió.
Solo dejó que el silencio se estirara un poco más de lo necesario antes de responder.
-No me importa el nombre de tu técnica. Lo que me importa es si puedes controlarla. Porque aquí no entrenamos para jugar. Entrenamos para no romper… o para saber exactamente qué romper y por qué.
Hizo una pausa.
-Si puedes darme una galleta después, hazlo. Pero si cruzas esa línea, vas a aprender que la dulzura no es una excusa.
Y entonces, lentamente, adoptó una posición más baja, más firme.
Su guardia se cerró.
Sus ojos ahora no miraban a una niña con músculos.
Miraban a un oponente.
-Cuando estés lista. Demuéstrame que sabes.
El cuadrilátero estaba listo.
Pero el gimnasio entero… ya se sentía superado.