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Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Amanece con Napalm - Escena Cuatro.

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05/08/2013, 00:47
Administrador

Ruth estaba descansando en sobre un colchón, bajo mantas. Era relativamente inusual que nadie llegase allí herido, dada la cautela habitual del grupo, así que estaba simplemente en los dormitorios. Al lado de Ruth, pegado en la pared, un póster decorativo de Greenpeace daba cierta nota de color al blanco nuclear de las paredes, a sus halógenos de igual color del techo y a los conductos que atravesaban el mismo. Aquello era un refugio subterráneo, sí, de eso no cabía duda alguna.

Arjen llegó acercándose por el fondo, vestido y, al parecer, bastante más entero que antes. Todo rastro de cansancio ya se había borrado de su cuerpo, y el hombre daba la sensación de estar perfectamente. Era probable que aún estuviese recuperando fuerzas, pero ya no parecía sufrir por el agotamiento. Ruth, por su lado, también estaba bastante mejor. Seguía un tanto cansada, a grandes rasgos tan cansada como acabó Arjen al final de la mañana, tras llegar desnudo al lugar. Pero sus venas estaban bastante mejor, y había pasado de no poder con su alma a ser capaz de, por lo que se veía, moverse tranquilamente, hasta el punto en que la mujer podría deambular libremente por el lugar sin problemas.

Agradecería más descanso, sin duda, pero ya era una mujer funcional. Conforme fuese descansando un poco más aquel trauma físico pasaría sin pena ni gloria. El emocional, el hecho de tener que asimilar todo lo que había pasado, era otra cosa. Además, aunque Olga la había cuidado y la había dado de comer, no le había explicado demasiado sobre el lugar, en parte porque la chica apenas había tenido, hasta el momento, fuerzas para ello.

Pero no cabía duda que ahí había bastante que hablar. No en vano, unos nazis habían violado la casa de Arjen, este se había transformado en perro y había corrido con un físico que no tenía. Ruth, para más seña, no desmentía su condición sobrenatural, la misma que también tenía Mark. Súmesele el lugar donde estaban y toda la campaña que tenían por delante. Sí, era un buen momento para que ambos se pusiesen al corriente y llegasen a unas conclusiones.

Al estar en la fortaleza de Arjen, se asume que él tiene cierta libertad para describir su distribución y funcionamiento.

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05/08/2013, 15:39
Arjen Wolfzahn

El interior de la sede era bastante grande y se encontraba dividido es espacios mediante placas de madera y plástico entre las columnas que sujetaban el techo. Había dormitorios espartanos para quien debía pernoctar allí -temporal o permanentemente-, un par de almacenes -de víveres y agua y otro de materiales-, una sala común -para comer o para hacer reuniones-, una cocina minúscula pero bien surtida, un espacio para taller, una sala con varios ordenadores y una muy amplia zona de entrenamiento. La iluminación se conseguía con fluorescentes de bajo consumo, aunque a veces fallaban y titilaban de manera molesta en algunas zonas. La decoración era, por supuesto, prácticamente inexistente salvo por los esfuerzos de Olga por hacer que pareciera menos un bunker militar y más el refugio de los ecologistas. Había carteles y pósters rescatados de la anterior sede y que mostraban campañas de cuando Greenpeace salvaba ballenas o se encadenaba a centrales térmicas en vez de cazar y matar nazis. Un hilo musical siempre encendido dejaba oír grandes éxitos de los 70s, 80s y 90s del pasado siglo. Todos clásicos.

Arjen pasó a la "habitación" en la que descansaba Ruth. Estaba claro que la muchacha tenía mejor aspecto, muy buen aspecto para alguien que había consumido su misma vida para escapar. El ecoterrorista, por otra parte, aparecía de nuevo descansado y fresco como una rosa. Tenía un físico envidiable, un potencia corporal que le permitía recuperarse rápidamente de los sobreesfuerzos. Y, no obstante, sí se le notaba cansado. Un cansancio de la mente, del espíritu. Bajo una sonrisa forzadamente jovial había determinación, y debajo de esa determinación había sufrimiento. Arjen no era un hombre que dominara -ni a "nivel usuario"- el arte de la ocultación de sentimientos. El que lo intentara no hacía sino poner aún más de relieve lo que quería disimular.

-Bienvenida a Greenpeace, Ruth -saludó, apoyándose en una de las columnas que delimitaban el espacio de la habitación-. Espero que te encuentres mejor. Como ves... tengo bastantes más secretos de lo que parecía. Se podría considerar que -se encogió de hombros- soy el líder de... una de las facciones de ecoterroristas de la ciudad. Ya has conocido a Olga y a Mark, pero por ahí andarán Erik e Irinia. Somos casi medio centenar. Cuando hablaba de "mi gente", éstos son.

Se sentía orgulloso de ellos, no cabía duda. Eran sus chicos.

-Y hay otras cosas que incluso tienen que pasar aún más desapercibidas -añadió, bajando la voz-. Supongo que te acuerdas de cuando te saqué de la casa en la que te habías refugiado después de saltar por la ventana de la mía. Eso tiene que quedar entre nosotros, ¿vale? Sólo lo sabe Mark, pero nadie más -le advirtió con dureza en la mirada y en la voz-. Puedo potenciar mi velocidad y mis reflejos y soy capaz de trasformarme completamente en un animal -le informó con media sonrisa en su cara-. Mi mayor habilidad es la de adquirir rasgos animales sueltos, aunque lo hago tan bien que me trae... complicaciones -sí, su sonrisa era bastante afilada-. Hay algo más, pero no te lo puedo decir. No todavía, si eso.

Sí, claro que había algo más. Se notaba que tenía más secretos. Si ahora estaba desgranando muchos de ellos era por la sencilla razón de que no le gustaban los subterfugios y prefería andar de frente con la gente. Curioso modo de proceder para alguien que mataba con una ballesta. ¿Cuántos atentados habían tenido la firma de Greenpeace? Por otra parte, si los secretos que se guardaba eran de más envergadura que los que estaba revelando...

-Tu turno, chica.

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06/08/2013, 22:00
Ambroos Janssen

- Le diré algo, Jürguen o como pollas se llame...Janssen se levantó lentamente apoyando las manos enguantadas en el respaldo de la silla, las arrugas de la nariz creciendo peligrosamente en un gesto lobuno. El mordisco cayó en forma de una centella metálica que atacó con fuerza cerca del ojo del anciano: la rueda dentada desgarrando la piel flácida del alemán con un pequeño salpicón de sangre. La otra mano del proxeneta voló a la mandíbula del maniatado doctor, agarrandola con fuerza y deformandole el gesto en unos morritos de más bien poca dignidad. Acercó su rostro al del anciano y pronunció con claridad y escupiendo odio: Yo solo soy un Hijo de Puta de Mi Santa Madre, que en paz descanse. Si hay un Dios capaz de permitir Hijos como yo, reniego de él y de todo lo que pueda significar. ¿He sido lo bastante claro?

El proxeneta soltó el rostro del hombre con dejadez y rechazo, antes de dar un pequeño paseillo relajado mientras continuaba la conversación como si aquel brutal inciso nunca hubiese ocurrido.

- Permiteme que dude sobre su altruismo, pero...Janssen alzó una ceja mientras el resto de su rostro seguía inmutable, el aparato metálico en unos últimos giros cadenciosos y ominosos con un fino hilillo granate bailando entre sus dedos. Su voz tenía un toque de incredulidad pero también de amenaza: estaba concediendo un poco de aire a Jurguen para preguntar, pero en el momento que intentase coger una bocanada de más se encontraria de nuevo con la soga al cuello. Podía estar seguro. ¿Quiere decir que el proceso es reversible? ¿Les colocaban un cancer a sus experimentos? ¿Es extraer un tumor cardíaco y listo?

¿Le habían jodido y rejodido solo para ponerle un puto cancer beningo? ¿De que clase de planeta se había caido aquella panda de salvajes gilipollas? Luego el animal era él por devolver el favor a aquellos que lo pedían a gritos. El mundo estaba loco.

- Quiero saber todo sobre ese proyecto Fénix del que habla. Quiero saber todo lo que sepa sobre ese tal Eichmann de la Segunda Guerra Mundial. Me va a hablar de Christopher y de sea quién sea Heinrich Wolf y sobre Kerova, y también todos esos rumores sobre el Gobernador. Sonrió, divertido, girando alrededor de la silla con las manos a la espalda sin bajar la vista hacia su presa. Tengo muy mala memoria, Jürguen, pero lo compenso con ingenio y muy mala hostia, y me temo que ninguno de esos factores le convienen demasiado.

Con una pequeña pausa se acercó de nuevo a la bolsa de deporte y dejó el instrumento manchado en la mesa, mirando de manera distraida sus posibilidades mientras deslizaba los dedos sobre ella. Como si necesitase alguna muestra que le convenciese alzó un pequeño taladro de dentista y, con un botón, el aparato empezó a girar con el ruido motor convirtiendo la dulce melodía de una canción de amor de la radio un torcido sarcasmo.

Con una pequeña mueca y sonido de aprobación, Janssen volvió a ponerse en movimiento con una nueva parte del discurso y un nuevo juguete con el que remarcarlo.

- Va a explicarme porque un nazi le puso también un tumor a usted y por qué debería dejarle vivir. Se quedó quieto en medio de la sala, mirando al hombre como si fuera una versión moderna de la parca. Que es eso tan importante que sabe y por que puede serme util.

- Y si fuera usted, me esmeraría en la explicación. Sonrió, pero esta vez mostrando una fila de dientes blancos y perfectos, una sonrisa que hubiera hecho sonrojar a las jovencitas y ahora hacia palidecer a un anciano: la sonrisa de un modelo en medio de un matadero. Solo voy a dejarle una oportunidad.

Interrogar: 4 éxitos. En este caso, es preciso hacer la tirada para afectar a las nuevas preguntas.

- Tiradas (2)
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06/08/2013, 23:14
Administrador

El proceso para convertir a alguien en Vitalista era algo que Jürguen no tenía actualizado. Muy probablemente los nazis lo hubiesen mejorado entre guerra y guerra, quedándose el Padre anticuado con sus artes de carnicero en campos de concentración. Hasta donde Jürguen sabía el proceso era irreversible, por desgracia. No en vano, buscaba la cura.

La alteración de la descendencia era cromosómica, hereditaria. La secuencia genómica del sujeto inicial, del primer Vitalista de la familia, si ya había nacido y no era una experimentación con fetos, debía de sufrir algún tipo de recombinación genética. Algo inusual y casi impensable, de no ser porque estábamos hablando de conseguir poderes divinos o, en el peor de los casos, demoníacos. Por algo se consideraba ocultismo y ciencia límite en lugar de mera medicina. Porque había cosas que en los apuntes consideraban más brujería, por mucho que intentasen rebuscar una explicación científica y racional. Quizás algún día la conseguirían, si no la tenían ya sus antiguos compañeros.

Se había extirpado el tumor cardíaco en varias ocasiones, pero el resultado había sido siempre la muerte del sujeto. En muy contados casos, algo bastante peor, dando lugar a individuos que desarrollaban poderes sobrenaturales enfocados a su propia supervivencia física, deshumanizándolos por completo y convirtiéndolos en poco más que bestia. Ese cáncer era probablemente la semilla inmaculada que hacía de nexo, de puente, entre el alma y el cuerpo, como quien engaña a un coche para hacerlo arrancar. Las piezas están ahí, pero hay que pasar los cables por otro lado para encender las luces.

Si quitábamos el cáncer, desconectábamos el alma. Por supuesto, era solo una creencia de los colegas de Jürguen. Era imposible demostrar tal cosa. Sea como fuere, creían firmemente que aunque el alma seguía existiendo dentro del sujeto, o este sería sólo un mero animal, todo cambiaba. No es lo mismo alguien que ha nacido sin piernas que alguien que las pierde después. El primero no sangra, el segundo sí. No era lo mismo no tener algo de serie que extirparlo o perderlo. Los Vitalistas, los Hijos de Dios, los Aryan Übermensch parecían necesitar ese cáncer como el oxígeno. Sin él, morían, salvo que desarrollasen su propio puente, corrompiéndose. Como desflorar una virgen y ponerla a hacer la calle en el Rosse Buurt de la buena Ámsterdam. Algunas desamparadas conseguían vivir de forma maltrecha, sucia, pero la mayoría acababan en una fosa común.

Por otro lado, el proyecto Fénix no tenía mucho más. Judíos, rusos, ingleses, franceses, italianos, polacos, daba igual, aunque ese era probablemente el orden de los sujetos según su incidencia. Recordemos que no sólo había judíos en los campos de concentración. En última instancia, se atrevían a hacerlo con sus propios hombres, y algún científico había experimentado consigo mismo, incluso. Sobretodo los tres hermanos Wolf. Bien vio Jürguen como el tercero de ellos moría en el intento, quedando sólo los dos mentados anteriormente. Christopher y Henrich. Si Eichmann hizo lo propio intentando convertirse en un Dios, Jürguen no llegó a verlo, siendo sometido él antes a el proceso. Curioso fin para un artífice.

Eichmann era un hombre elegante, alto y delgado, no necesariamente atractivo pero tampoco feo. Y era, sin lugar a dudas, un hombre bastante deshumanizado. Consideraba a los judíos nada más que ratas de laboratorio y sacos de boxeo. No sentía reparo alguno en hacer cualquier cosa con ellos, y sobra decir todo lo que se hizo con los presos en los campos de concentración. Era nauseabundo, y no tenía remordimientos. Pero creía firmemente en su causa, y parecía vivir por y para ella. No hablaba de otra cosa. No tenía hobbies. Ignoraba a su esposa como si fuese un espejo roto en la pared.

Christopher era peor si cabe, pues él era sencillamente un psicópata. No sentía empatía, y carecía absolutamente de moralidad. No era sádico, pues ni siquiera eso se permitía. Simplemente era un científico. Iba a donde nadie llegaba, y fue sin duda de los que más contribuyeron a la causa. En aquel particular grupo de cientos de hombres donde Jürguen, Eichmann, Mengele y los Wolf hacían la cúpula de los seis, él era sin lugar a dudas uno de los que más éxitos parciales tuvo. Y dígase eso porque nunca consiguió generar el verdadero Vitalismo como tal, siendo especialista sólo en crear experimentos fallidos pero funcionales. También se debía, claro, a que extirpaba lo que generaba en los supervivientes.

Aquel grupo de seis cabecillas con un montón de batas blancas al servicio, Kerova, era una organización separada pero correlacionada con Sol Negro, Thule, y las SS. Adolf estaba al tanto, por supuesto, siendo el Führer. Diría a Sol Negro y exigía estar informado de los avances de Kerova. El objetivo de Kerova era, más allá de el Proyecto Génesis, Fénix y sus ramificaciones, ideas a largo plazo. Para los nazis el control mundial era el principio para instaurar un nuevo orden social. Fantaseaban no sólo con la idea de rescatar al superhombre, extinto según ellos en los anales de la historia pasada, sino también con encontrar sus logias perdidas, como Agartha y Shambala o Hiperbórea. El Santo Grial, por qué no. Y con ello, El Segundo Advenimiento. Humanos ascendidos a Dioses en la tierra, y que se quitase Jesucristo, Moisés, y demás chusma.

Fénix era la herramienta para comenzar aquello. Generar soldados invencibles capaces de arrasar ejércitos con un golpe de la mano. Un gesto del puño y miles de soldados envueltos en llamas. El fuego parecía ser su principal objetivo, aunque con el tiempo, si bien Jürguen no llegó a verlo, se plantearon añadidos, como capacidades físicas sobrehumanas, telequinesis, crioquinesis e incluso intentar mutar a animales. El Doberman iba a ser un chiste en comparación con un cancervero arrasando como mamut las líneas enemigas. Sueños imposibles, probablemente, pero cuando consigues que un hombre doble una cuchara con la mente empiezas a pensar en sueños de gigante.

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07/08/2013, 09:12
Niki Neill

El caos de la situación me abrumaba, haciendo que mi corazón latiera a la desesperada, al mismo tiempo que una parte de mí se sentía extrañamente cómoda. Tardé unos instantes en ser consciente de lo que debía o no hacer...

La acción se desarrollaba inevitablemente rápido. No pude evitar sorprenderme al ver el vagón ardiendo, y sentir una fuerte punzada en el corazón al pensar e dentro podría haber gente que muriera. Dudé, quería ir a salvar a esa gente, aunque si lo hacía estaba sin duda muerta.

Mi discusión interna termino, cuando comenzó el mayor dilema... disparar. Ni si quiera había pensado en cómo sería este momento, en las vidas que tendría que quitar. ¡Qué tonta había sido! Entonces, mi cuerpo pareció entrar en algún tipo de tercera persona que no comprendía que me incitaba a tirar a matar, a defenderme, como si fuera algo que hubiera hecho muchas otras veces.

Cogí la pistola, mi mano temblaba, pero una fuerza empujaba de mí tratando de decirme que debía llevar un ritmo frenético, un instinto similar al de un animal que se encuentra en peligro. Las cosas no iban como estaban planeadas, había más guardias y nuestra posición no era la esperada, por lo que nuestra situación era precaria. Sentí la adrenalina dentro de mí, y fue como si perdiera el control de mi misma, actué sin pensar, ajena a mi cuerpo, mientras una parte de mí lloraba por dentro pidiéndolo que no lo hiciera. Comencé a disparar, tratando de derribar a tantos como fuera posible.

Ni si quiera pensé en lo que pasaría si llegaran las autoridades. No me planteé lo que pensaran o no los anarquistas. Por un momento, me olvidé del tren, del cargamento y de la gente... parecía que en mi cabeza solo había una palabra: matar.

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07/08/2013, 16:00
Eugenius Novák

- Buenos días.  – respondió Novák con educación. – He dormido bien. – añadió para corroborar el comentario sarcástigo de Eichmann. Cómo le repateaba que aquel hombre ejerciera tamaño poder sobre él. Era algo que Eugenius no podía soportar.

Sabía el poder que ese hombre ejercía sobre él… y no quería ni imaginarse el que podría ejercer sobre mentes inferiores. Le hubiera gustado verle en la tesitura de embaucar a los fanáticos del Mesías. A lo mejor Eichmann estaría ahora dándose un apetitoso baño de ácido. Sí, Eugenius sonrió ante la idea.

Luego se llevó una mano enguantada a la sien… para relajarse, y concentrarse quizá. Cerró los ojos y comenzó su explicación.

- Hay sitios más seguros que la casa del Gobernador. – respondió con una sugerencia velada. – Fue temerario por mi parte pensar que el relacionarme con ustedes – dijo haciendo una clara referencia a los alemanes -  no me reportaría enemigos. Y la única forma de mantener a mi familia a salvo es alejarla de ustedes. Lo lamento señor Eichmann pero no puedo dejar que ni usted ni ningún alemán pongan un pie a menos de cincuenta metros de mi familia, y mucho menos que sepan a dónde irán. -

Apuntó luego a Eichmann al rostro con un dedo acusador. – La ayuda que usted me ofrecía no era tal, no era más que un mero encarcelamiento con una denominación diferente. No quiero ni necesito su protección, y ustedes en cambio sí me necesitan a mí. Ahora más que nunca. Así que las reglas del juego van a cambiar.

Eugenius estaba enfadado. Su rabia había crecido por momentos, pero encima el capullo de Eichmann, sin saber muy bien cómo, conseguía apaciguarlo. Conseguía que al menos quisiera darle una oportunidad, o alguna explicación a ese alemán frío y sin sentimientos.

- Quería escuchar mis planes. Bien. Aquí los tiene. – dijo Eugenius - Primero: Usted y yo no vamos a volver a tratar en persona. Todo lo que me quiera decir, hágalo mediante algún emisario o llámeme por teléfono. No quiero volver a ver su rostro. –

Eugenius comenzó a enumerar con los dedos.

- Segundo. No volverá a llamar a Anne. Ni a ponerse en contacto con ella, ni a tenerla vigilada. No es usted quién para decidir qué es lo mejor para mí y mis relaciones. –

La mirada de Eugenius lo decía todo. Además debía de ser la primera persona que contradecía a Eichmann en algo.

- Tercero. Voy a poner a mi familia a salvo. El cómo es algo que a usted no le importa. Interfiera y lo intentaré otra vez. Y otra, y otra, y otra… las que sean necesarias hasta que lo consiga. No puede detenerme indefinidamente.

El cuarto dedo de la mano izquierda de Eugenius se levantó lentamente.

- Cuarto. Respecto a Fremont… es un hombre inteligente, y esto es algo que no digo de mucha gente. Probablemente el único ser inteligente que he conocido desde que puse un pie en el aeropuerto de esta ciudad. – no lo decía para menospreciar a Eichmann pero era justamente el caso. – Fremont me ha ofrecido colaborar con él en proyectos futuros y aún estoy meditando su oferta. Suena tentadora pero aún no he decidido nada. Ésa es la verdad

El pulgar fue el último dedo en elevarse.

 

- Quinto y último. Voy a salvar su culo señor Eichmann, así como el del resto de nazis mal que me pese, y el de las personas normales de Amsterdam; y si me apura, de toda Europa. Si no me dejan hacer mi trabajo Avalon volará en pedazos en menos tiempo de lo que creen arrasando consigo como mínimo toda la ciudad, y si le damos tiempo suficiente… toda Europa. Vanderveer diseñó un virus… una IA, y se la ha colado hasta el fondo en su sistema de seguridad de Avalon. Ahora mismo esa IA controla toda la central, y dudo que nadie en el mundo aparte de mí sea capaz de hacer frente a esa amenaza… ni siquiera el propio Fremont. Si intentan pararlo volará la central y todo Amsterdam. Si le damos más tiempo, puede alcanzar potencia suficiente para arrasar Europa. – Eugenius había sido totalmente franco con Eichmann… la verdad pura y dura. Puede que el tipo fuera frío e insensible, pero seguro que de una forma u otra amaba su propio pellejo, y no querría morir. Nadie quiere morir, y ahora mismo con Avalon en funcionamiento eso era una certeza para todas las personas que habitaban en Amsterdam.

Eugenius inspiró hondo, cerró el puño y sentenció con una frase demoledora y que pensaba cumplir, hiciera lo que hiciera Eichmann. Sólo muerto podrían quitarle esa victoria.

- Asienta con la cabeza si me ha entendido. Y no se le ocurra volver a pronunciar una palabra en mi presencia, ni siquiera para saludar al Gobernador. No hable, no me toque, no haga nada. No sé cómo lo hace Eichmann… pero no me gusta que jueguen conmigo. Puede obviar mis instrucciones y de seguro que acabaré diciéndole todo lo que usted quiera, incluso creeré que usted me cae bien y es mi amigo… pero no soy estúpido, y le aseguro que en cuanto no esté en su presencia haré todo cuanto esté en mi mano para acabar con usted. -

Eugenius Novák pierde 1 punto de Redención y 3 puntos de Aislamiento para evitar el asalto mental de Eichmann.

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08/08/2013, 00:29
Ruth Karsten

 Ruth despertó una vez más en la misma habitación que antes. Durante su descanso había despertado un par de veces más, pero enseguida volvía a dormirse puesto que su cuerpo necesitaba aún más reposo. Durante ese tiempo que permanecía en un puente entre la realidad y los sueños, el hecho de mantener los ojos abiertos le suponía un esfuerzo descomunal, siendo incapaz de mover otras partes de su cuerpo. 

 Pero poco a poco, comenzó a coger más fuerzas. Sentía que de vez en cuando posaban un paño húmedo sobre su frente y ella, perdida entre las alucinaciones que le producía la falta de sueño y el cansancio, imaginaba que era Ágatha de quien recibía todas esas atenciones. También comía de cuando en cuando, siempre que su cuerpo quisiera responder... pero cuando se alimentaba era lo justo para mantener las fuerzas que tenía puesto que sentía que si lo comía todo de golpe, sería demasiado para ella y acabaría vomitándolo. 

 Cuando su mente se aclaraba, recuerda la voz de una mujer, Olga, que era quien realmente cuidaba a Ruth. Tal vez, si su cuerpo no lo hubiese necesitado tanto, no hubiese dejado que esa desconocida se le acercase. Aunque en el fondo, le estaba muy agradecida por haberla ayudado cuando lo necesitaba, en el fondo incluso le gustaba oír su voz, llegando a relacionarla entre sus delirios como un signo de seguridad y protección... acompañado de otro paño húmedo que calmaba su dolor.

Poco a poco, Ruth comienza a poder incorporarse y de ahí a levantarse, primero tambaleante y luego, por fin, comenzando a dar unos pasos algo inseguros y débiles... era como recordar a andar de nuevo. Al principio tenía que agarrarse por fuerza a las blancas paredes, algunas decoradas con pósters y carteles de Greenpeace. Después ya podía andar con normalidad prácticamente, aunque se cansaba relativamente pronto.

Después de caminar, dedicó parte de su tiempo a buscar su libreta de mano y un lápiz para dibujar sobre ésta, desde el dibujo tan... extraño que hizo de Axel, no había vuelto a hacero y se sentía muy extraña. Escuchó que alguien entraba y levantó la vista del regazo para comprobar que era Arjen de quien se trataba. La muchacha esbozó una sonrisa de medio lado al verle, alegrándose al ver que estaba en tan buena forma, aunque era obvio el cansancio emocional que debía tener, puesto que su sonrisa denotaba precisamente eso. Se acercó un poco más al borde de la cama para escuchar lo que el ecoterrorista tenía que explicarle.

Algunas de las cosas que explicó, ya las había deducido Ruth, otras no tanto. Pero en conjunto la muchacha no se sorprendió demasiado de las declaraciones que el ecoterrorista hacía. Aunque el tema de los poderes, a pesar de que pudo comprobarlo con sus propios ojos, seguía inquietándola un poco. Nunca se había encontrado con alguien como ella y era difícil hacerse a la idea.

Suspiró cuando le cedió el turno a ella y comenzó a relatar su historia:

-El motivo por el que quería borrar la grabación de la que te hablé es porque... bueno, como sabrás, también tengo una serie de poderes poco comunes...-se le hacía difícil explicarle todo eso, a Ágatha se lo había mostrado sin más pero ahora no se veía con fuerzas para hacerlo.-Uno de ellos, el que mejor domino, consiste en que... bueno, puedo hacerme invisible.-terminó confesando mientras se sacudía restos de  mina de lápiz que había manchado su pálida mano.-También tengo otras habilidades... pero aún no sé controlarlas del todo.-se encoge de hombros mientras frunce los labios hacia un lado. 

-Y... quería destruir el vídeo del que te hablé de la Torre de Comunicaciones porque... una cámara me grabó haciéndome invisible...-terminó, desviando la mirada hacia un lado, pensando que seguramente aquel hombre la tomaría por tonta por hacer eso... aunque realmente no le importaba demasiado, estaba acostumbrada a que la gente no esperase demasiado de ella. 

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13/08/2013, 23:22
Arjen Wolfzahn

Enarcó una ceja al oír la explicación de la chica. "Por eso iba tan segura por aquellos túneles", pensó. No tenía más que volverse invisible si la miraban. Aunque... Arjen necesitaba tiempo para activar sus habilidades. Poco, cierto, pero algo era. Una activación instantánea requeriría un control inmenso. Bueno, quizás fuera que conseguía ser invisible a ojos humanos. Cuando descubrió a Ruth vagabundeando por los subterráneos miraba con ojos caninos, no los suyos propios. Quizá en aquel momento era invisible. El hombre pensó que la muchacha debía aprender cuanto antes las fortalezas y las debilidades de sus poderes o no tendría un nuevo intento.

Se había dejado ver... Eso era todo un problema. Los nazis removerían cielo y tierra para encontrarla, ahora que sabían que había alguien con un poder como el que manejaba la muchacha. Y por poco Arjen la había echado a sus fauces.

Carraspeó.

-Bueno... eso me recuerda que siento lo de -rápido cálculo mental- esta mañana. El líder de Greenpeace es un hombre muy buscado. Gefahrenklasse AA*, ¿sabes? -suspiró-. Lamento haberte metido en aquel lío. Siempre tengo mucho cuidado pero... -se encogió de hombros, esforzándose por no mostrar derrotismo. Lo cierto es que había perdido mucho esa mañana. Toda su vida, para ser exactos-... siempre quedan huellas, chica. Grábatelo a fuego en la cabeza -la recomendó-: una presa tiene que tener suerte siempre, pero a un depredador le basta una sola vez. Yo soy muy bueno en lo que hago y casi me cogen... y por mi culpa casi te cogen a ti también.

Suspiró de nuevo, descruzó los brazos e hizo crujir los nudillos. Era un gesto que repetía a menudo. Arjen era un hombre complicado, sin duda, pero dentro de su complejidad era muy simple. Era un hombre con recursos, eso saltaba a la vista. Mientras que había quienes diversificaban sus jugadas para abarcar todos los frentes posibles, el ecoterrorista elegía uno y golpeaba con todo lo que tenía. Lo hacía una y otra vez, derribando cada obstáculo por separado, como una apisonadora. Podría ser un bruto, un animal, pero no era un descerebrado ni un matón de pocas luces. Era un predador, un cazador que abatía la presa de una vez, con eficiencia y economía de movimientos, y que luego iba a por otra, y luego a por otra, y así hasta cumplir su cuota de muertes.

El problema venía cuando en vez de depredador se convertía en presa. Un león podía acabar con una hiena de un golpe, con dos y hasta con tres si era listo y rápido, pero cinco o seis hienas juntas eran capaces de destripar hasta al más avispado rey de la sabana. No había más que sustituir "león" por "Arjen" y "hienas" por "nazis"... y así se completaba el cuadro de hacía unas horas.

-Pero bueno, eso ahora da igual. Intentaré compensártelo con seguridad aquí -y sonrió al decirlo. No era una sonrisa alegre, no era una sonrisa feliz. Era más bien una mueca pesarosa. Y eso, en alguien como Arjen, era preocupante. Alguien iba a morir, no cabía duda-. La sede es segura, eso te lo garantizo. Si tienes familia no te pongas en contacto con ellos -la recomendó y su voz era dura. Sus ojos grises se volvieron acero al mirarla-. Has de desaparecer. Ahora mismo estás muerta, Ruth, ahora mismo no existes. Mejor dicho -rectificó-, no quieres estar viva. A un muerto no se le busca, Ruth.

¿Se acercaría Arjen a la chica para ponerle una mano sobre el hombro? No. El hombre no destacaba por su empatía. Entendía el dolor, lo entendía muy bien. No había más que ver las arrugas de su cara, marcas que hablaban más que del mero paso del tiempo. Arjen daría su vida por proteger la de sus allegados, lucharía a sangre y fuego por cualquiera de ellos, pero no les daría un maternal abrazo si sangraban. Si Ruth realmente comprendía lo que tenía que hacer, si derramaba aunque fuera una lágrima, el ecoterrorista no la consolaría. Ni siquiera sabría cómo. No, él le enseñaría a redirigir su dolor y su rabia. Como a Irina.

*Gefahrenklasse AA: Peligro de clase AA.

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15/08/2013, 13:15
Padre Jürguen

Jürguen gritó desesperado de dolor, al sentir el disco de la radial esgrimida por Ambroos. Bajo su rostro levemente ensangrentado tras el mordisco, gritó - ¡¡¡AYEHYEHYE AAAAAAAARRRRGGGGGHHH¡  - Al apartar el disco radial se pronunció entre sollozos. - ¡No sé por qué me hace esto, yo no he hecho nada! -

Ante la primera pregunta de Ambroos, responde: - Yo creo que podría hacerse reversible, no digo que ellos hallaran el modo de hacerlo reversible. - Miró a Ambroos con gesto de duda. ¿Entendería aquél hombre lo que intentaba decirle, o sólo intentaba causarle dolor?  - ¿Entiende? Es una teoría personal mía. Algo que quiero conseguir. Pero ni siquiera sé si puede hacerse, o si podría conseguirlo. Puede que la aparición de Vitalismo en el cuerpo humano sea, simplemente, un proceso irreversible. Aún estoy en pañales respecto a ese tema. Ellos lo intentaron alguna vez, y las pocas veces que lo hicieron los sujetos acabaron muertos. -

Jurguen insiste en su teoría: - Oiga ¿Y que quiere que le diga de esos tipos? Pues que a buen seguro están ya todos muertos, joder. Disculpe mis palabras, pero es de maldita lógica. Hablamos del año cuarenta y seis. - De lo que no hay duda, es que el sacerdote está francamente asustado, y no deja de mirar a Ambroos sin apartar la vista, como si temiera que en cualquier momento se lanzara de nuevo sobre él, y él pudiera evitarlo, cosa a todas luces imposible. Pero a veces el inconsciente hace cosas raras.

Cuando Ambroos sacó el pequeño taladro y lo puso en marcha, a Jurguen se le pusieron los ojos como platos. Apretó los dientes, y parecia que en ese momento su mente trabajaba a toda prisa para intentar explicarse, más aún después del ultimátum sobre una "última oportunidad" que le soltó el chuloputas.

Jurguen tosió un par de veces, y cogió aliento antes de continuar a toda velocidad: - ¡¡Oiga!! ¡¡Oiga!! ¡Que no tengo problema en contarle todo lo que averigüé sobre los experimentos de aquella época a partir de los documentos que investigué durante el tiempo que trabajé para el gobierno alemán: Escuche!! -

Parece pensar un poco, como buscando por donde empezar, antes de seguir hablando:

- Todo el proceso de implantar el Vitalismo no era exactamente ciencia, pseudociencia acaso. No sabría decirle cuanto fué fruto de la suerte o de verdadero conocimiento. Ni siquiera ellos tenían muy desarrollado el proceso en aquella épòca. -

- Todo debió consistir en ensayo y error. Muy burdo. Hay una manifestación física en el desarrollo del vitalismo, el tumor. Pero si yo le dijese que hay otra espiritual, en la que creo, se reiría de mi. ¿Alquimia, ciencia, ocultismo, fe? Algunos de esos nazis postularon que una vez desarrollado, intentar quitar el cancer era como arrancar el alma. Hay escritos sobre lo que ocurría a los que sobrevivían al proceso de extirpar el tumor. Esa falta... del alma... la suplían con algo. Algo oscuro, que acababa dominándolos y convirtiéndolos en ... - No continuó.

- Sobre las personas que me ha preguntado, los tres hermanos Wolf, Einchman. Bueno, y Menguele, claro. Todos eran monstruos a su manera. Eran la cúpula del grupo Kerova. El nombre clave de un auténtico ejército de científicos que realizaba todas las investigaciones conjuntas en las que se procuraba crear a los Übermensch. Kerova disponía de múltiples medios, al igual que otros grupos como las SS o el Sol Negro. El objetivo de los hombres de Kerova era crear un ejéricto imparable. Kerova se componía de dos proyectos o líneas de trabajo: Génesis, cuyo objetivo era implantabar la semilla de dios en el hombre, pretendiendo crear semidioses. Y Fenix, mucho más enfocado a una aplicación militar práctica. A crear hombres capaces de arrasar ejércitos. Fenix se especializó en desarrollar el elemento fuego en el hombre.... Hablamos de piroquinesis. -

- Dado que el objetivo era crear supersoldados, tras los primeros éxitos con... cobayas, empezaron a hacer pruebas para implantarlo en soldados alemanes. Incluso algunos ciéntificos miembros de Kerova se presentaron voluntarios, creyendo que se convertirían en dioses si se sometían al proceso. Los tres hermanos Wolf: Christopher, Christian y Henrich lo hicieron. Aunque uno de ellos, Christian murió durante el proceso. -

- De Eichmann no sé nada. -

- Pero bueno. Ha pasado mucho desde la Segunda Gran Guerra, y todos esos científicos estarán muertos. Así que ¿A quién le importa? Los que importan ahora son los descendientes de aquellos primeros Vitalistas. Tanto de los que sobrevivieron a los campos, como los de los soldados alemanes a los que se sometió a las operaciones. -

Aquí: Jurguen mintió claramente: - De todos modos, no sé que ha querido decir con eso de que yo le explique por qué un nazi me puso un tumor a mi o qué chorradas. Oiga. Que esas operaciones se realizaron durante la segunda guerra mundial, y por aquél entonces yo ni había nacido. -

- Mire. Estoy en sus manos, y no sé que decirle para que no me mate. Pero soy un médico experto, y su amiga me va a necesitar para la operación. Y no es una broma. Cuando me dijo cómo iba a hacerla abortar aquella vez en el despacho no dije nada. Pero usted no tiene ni idea. Si hace eso, la matará. Además, hay mucha gente que necesita de mis servicios en esta ciudad ¿Sabe? No es la prmera vez que ayudo a alguien que necesita de mis conocimientos médicos de forma no muy legal. Estando el hospital controlado por alemanes, sólo se ocuparán de quienes ellos quieran cuando ellos quieran. Piense en toda la gente a la que puedo ayudar. -

- Lo que no entiendo es ¿Por qué querría usted matarme? ¿Por que le he molestado en el local? ¿Porque he descubierto que es usted un Vitalista? Mire. Usted no lo sabe, pero yo tengo tantas razones para evitar a los nazis como usted. He practicado de forma clandestina medicina. Y no creo que a los nazis les guste que alguien pueda atender a Anarquistas u otros opositores sin su consentimeinto. Así que, como comprenderá, no voy a andar por ahí denunciando a nadie. Prometo no volver a pasar por su local nunca más ¿Vale? -

- Además, que yo no molesté a ninguna chica o cliente. Yo sólo hice una chanza sobre que usted iba a la iglesia. Pero estaba siendo irónico. ¡Joder! ¡Irónico! Nadie con dos dedos de frente que le conozca a usted se creería que usted va a la iglesia. -

- Pero permítame decirle que el nivel intelectual en su local anda por los suelos. Menuda panda de ... zoquetes.-

- Yo. Por favor... No me mate... Se lo suplico... Por favor. -

Jurguen se encontraba cansado. Ya no sabía que más decir. Había soltado todo lo que pensaba o creía que pudiera salvarle.

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19/08/2013, 16:35
Viktor

Eichmann suspiró como respuesta. Y al hacerlo, de haber podido, bien sabe Novák que se hubiesen desplegado con él un ejército de feromonas rosas. Fue sólo una percepción del científico, pero se sintió extrañamente fascinado. Amaba a Anne, o algo parecido al menos, y se sentía profundamente heterosexual, pero aún así tuvo que luchar para no morderse el labio al ver a Eichmann de ese modo. Era como si ahora estuviese bajo un prisma distinto. Era como si, efectivamente, hubiese activado el botón de su magnetismo personal. La fuerza de Superman condensada como Carisma. En mayúsculas.

- Doctor Novák- comenzó en tono solícito ladeando la cabeza-, yo y mis colegas formamos parte de una potencia militar en guerra a nivel global- se excusó, y ciertamente, parecía cargado con un efecto difícil de encajar-. ¿Se cree de verdad que yo disfrutaría haciéndole daño a usted o a sus seres queridos?- preguntó con tono extrañado-. No se confunda, me da igual- confesó con una arrollante sinceridad-. Soy un político y un militar. Haré lo que sea necesario, pero a diferencia del estándar nacionalsocialista, yo no soy ningún sádico.

Y Novák, le creyó. Eichmann había cambiado las dagas y los cuchillos por palabras amables, pero destilaban tal sinceridad y empatía que el Doctor casi sentía la necesidad de abrazar al hombre como consuelo. Era sencillamente irresistible.

- En la guerra se cometen crímenes. Se hace lo que sea necesario- explicó con lentitud en tono obvio, como si sólo recordase algo que todos sabían-. No me siento orgulloso de ello, pero tampoco me avergüenzo- volvió a confesar sin pesar-. Ha sido siempre así desde los hombres de las cavernas, y así seguirá siendo. Sólo aplico las normas humanas.

Y nuevamente, le creyó. Así pintado Eichmann parecía un hombre presa de la circunstancia y la necesidad. Una víctima. Con ego, como el propio Novák a juzgar por el comportamiento anterior de antes, pero un buen hombre. Quizás malvado, frío, o incluso visceral, pero no la clase de hijo de puta mental que uno espera ver lucir una esvástica. Si fuese mujer, incluso querría invitarlo a cenar y meterlo entre las sábanas. Parecía más un salvador usando medios a su alcance.

- Nosotros no le necesitamos- aclaró con humildad y patriotismo-, pero le queremos- añadió con un ligero cabeceo confesor-. Si no quiere volver a hablar conmigo en persona, lo entiendo- apuntó con una mezcla de pesar y despreocupación-, pero sepa que me parece una medida muy extremista. Sólo he hecho mi trabajo, como usted.

Se cruzó de brazos. Consiguió que Novák se sintiese culpable por ello. No había hecho que Novák se sintiese el villano de la película, pero sí que se veía obligado a reconocer que tanto él como su interlocutor habían hecho cosas bien y cosas mal. En aquel momento, si las hubiese tenido, le hubiese facilitado a Eichmann las claves para sabotear Avalon.

Tras ello, el hombre fue a cambiarse y volvió en treinta segundos. Sólo se había puesto una camisa limpia y había cambiado el traje de deporte por una prenda más vaquera. No parecía un militar, sólo un hombre saludable, fuerte, ágil, resistente, atlético y endiabladamente bello. Animó con un movimiento de la mano a caminar por el campo de Golf.

- Mantendré las distancias con su- carraspeó y buscó una palabra adecuada- allegada- apuntó en referencia a Anne-, pero comprenda una cosa- se sinceró. Un atisbo de lástima brotó en sus labios-. Si no nos ayuda, yo no estoy por encima de Knoche o el Reich- confesó, aunque apúntese no decir nada sobre nadie más pese a su cargo oficial-. Para estos usted es irrelevante por razones que no vienen al caso- desechó con la mano-, pero si algún consejero les mete entre ceja y ceja su valía, yo no podré protegerla.

No parecía una amenaza. Sólo una advertencia desinteresada. Estaba dándole la vuelta a sus palabras de una forma brutal, y no quedaba más remedio que confiar en la veracidad de sus palabras. No podías desestimar sus argumentos. No querías hacerlo. Era irrestible, como una modelo de veinte años desnuda sobre la cama.

- Usted no puede dictar las reglas, y no puede imponer nada- le hizo ver dándole un enfoque más global de la situación, más mundial que una simple Ámsterdam-. Ni siquiera yo- reveló en un alarde de poder desvitalizado, como si eso no le importase- las dicto. Sólo las aplico. Siempre han estado ahí.

Siguió caminando por el campo. Manos a la espalda. El hombre parecía tranquilo, sereno, imperturbable, pero sumamente sentimental y humano. Era el vivo reflejo de las sensaciones y sentimientos moldeadas, como la viva emoción perfecta corriendo sobre su piel. Simplemente, era lo que quería ser, y era imposible no asumirlo como un aura irrefrenable.

- Sin embargo, valoro su sinceridad y su colaboración- le animó componiendo una sonrisa esperanzada y amiga, confidente-. Soy el primero que lamentaría un genocidio sin sentido.

Y era curioso, porque como nazi estaba destinado al genocidio, pero aún así parecía absolutamente realista y normal lo que decía. Como si no fuese lo mismo matar a alguien por cuestión bélica que por un accidente nuclear. Como si no fuese lo mismo detonar una bomba que dejar que estallase. En resumidas cuentas, como si matar por necesidad o ideales fuese algo muy distinto a dejar morir un país o un continente.

Precisamente la palabra "sentido" era la clave de su argumento.

- Es libre de intentar tomar una cruzada personal conmigo, Novák- le permitió, aunque no parecía preocupado, sino contento por la resolución de las cosas. Difícil de creer, pero contagioso como un virus-, pero sepa que yo no soy el enemigo. Es usted un hombre con defectos, como todos, como yo- y aún así, aunque Novák los había visto, en aquel instante costaba creer salvo por eso que los tuviese-, pero aún así, es inteligente- le animó.

Puso una mano en el hombre de Novák. En contra de sus palabras le había hablado, le había tocado, y aún así, resultaba agradable. Viktor podía romper las convicciones de cualquiera y extinguirlas hasta hacerlas cenizas.

- Soy mucho mejor para usted como aliado que como enemigo o neutral- le sugirió, y parecía desinteresado-, pero sepa que por mucha habilidad que tenga con los ordenadores, no podría destruirme- suspiró, como si eso pareciese una condena pero no por ello menos real-. En cambio, si atacase a un militar, político y diplomático de mi rango...- negó con la cabeza como si fuese una muy mala idea, y lo era- ni yo podría refrenar a los Dobermans.

Tendió la mano a Novák con intención de que ese la estrechase. Y la verdad es que podía intentarlo, pero se antojaba sumamente difícil. Como si la mano de Viktor fuese el caramelo más dulce del planeta tierra.

Viktor Eichamnn ha sacado diez éxitos, el máximo límite de un ser humano, en una tirada social de Encanto para Novák.

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19/08/2013, 16:29
Ruth Karsten

Cuando Arjen comenzó a inculparse a sí mismo por lo sucedido, Ruth se mordió el labio inferior, dubitativa. Realmente el ecoterrorista no tenía culpa alguna de lo que había sucedido, era ella la causante de todo lo ocurrido... Si no fuera por ella, Arjen podría seguir viviendo en su antigua casa llena de recuerdos de unos días mejores que ahora por culpa de esta muchacha imprudente, no podría rememorar en quién sabe cuánto tiempo... Si es que podía volver. 

El sentimiento de culpa atenazaba a Ruth, sentía que se la ahogaba y se quedaba sin aire. Agachó la cabeza ligeramente y deseó que la tierra se la tragase. Aunque antes que eso preferiría no haber comenzado todo con aquella dichosa grabación... así no tendría que haber ido a la Torre de Comunicaciones, no se habría encontrado con Arjen y ahora él no estaría en esa situación por su maldita culpa. 

Sin embargo, la muchacha tenía razones para hacer lo que hizo. Sólo tenía a una persona en la que confiaba plenamente y a quien quería con total seguridad, sólo quería hacerle saber que estaba bien y que no debía preocuparse más de la cuenta... No quería que lo pasara mal por su culpa. Aunque realmente parecía que lo había conseguido.

Debía contárselo a Arjen, se merecía saber la verdad y cuanto antes, mejor. Tomó aire y le miró a los ojos con decisión. Mejor que se enterara por ella a que lo hiciera por otros medios o se lo dijese más tarde cuando la verdad fuese imposible de ocultar. No, Arjen no se merecía que le ocultasen algo así. No después de haberla salvado varias veces en menos de un día prácticamente.

-Arjen... no fue tu culpa que los nazis nos encontraran. Fue la mía.-le confiesa sin apartar la mirada de él. Levanta las manos con las palmas en dirección al hombre, como si lo estuviera frenando.-Deja que te explique, por favor.-pide-En tu casa mandé un mensaje con mi teléfono móvil a mi hermana... sólo quería hacerle saber que estaba bien... estaba muy preocupada por mí. No caí en la cuenta de que ellos podrían rastrear mi número y... el resto ya lo sabes.-finaliza con un suspiro y se lleva la mano izquierda al puente de la nariz, pinzándolo y cerrando los ojos mientras el aire se escapa de entre los labios. En ese momento necesitaba un cigarrillo.-Mira, te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mí, de verdad, no quería que todo acabase de esta forma... Si quieres echarme, lo entenderé.

Entonces cayó en la cuenta de una cosa. Si habían podido rastrear su móvil... también pudieron rastrear en el de Ágatha. Y además Arjen le decía que ante el mundo estaba muerta... No podía estarlo, no se lo permitía. No si eso significaba no poder hacer nada por su gemela... de quien no sabía nada desde hacía demasiado. 

Sus ojos verdes se abrieron de forma exagerada y, por primera vez después de todo lo ocurrido, sintió puro pánico. Su rostro se volvió casi tan pálido como las paredes que los rodeaban y el aire volvía a faltarle. La vista se le nubla y el corazón le late a toda prisa... Tenía que saber dónde estaba Ágatha, debía encontrarla y ponerla a salvo, como siempre ha hecho.

-Pero... pero... debo encontrarla...-murmuró más para ella que para Arjen.-...necesito saber si está bien... Oh, mierda, joder...-maldijo entre dientes mientras se levantaba y daba vueltas por la habitación como un animal enjaulado, llevándose las manos a la cabeza y revolviéndose el corto cabello con las manos, frustrada.

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19/08/2013, 19:49
Viktor

Gretchen siguió escuchando un poco más, pero no recibió mucha más información que le fuese de utilidad. Presentado el caso, aquellos datos sólo fueron ligeramente ampliados con insignificantes detalles sobre Heller. Sin lugar a dudas era el responsable de los incidentes, y a juzgar por las palabras de aquellos tres oficiales nacionalsocialistas, era especial.

Era una versión de Gretchen, y Alice, o la Gretchen crecida diez años, también lo corroboraba. Aún así, esta individua no dejaba de resultar extraña, pues aunque tenía todas las piezas para ser lo que aparentaba, no dejaba de ser en cierto modo una especie de hermana mayor psíquica existente sólo en la cabeza de Gretchen.

La pequeña pensó en ello, y sólo llegó a tres conclusiones. O Alice era fruto de un viaje temporal, algo que sin lugar a dudas hubiese tenido repercusiones, o era algo que la propia Gretchen había creado de forma inconsciente, o simplemente no era real, sino fruto de una mente torturada y atormentada por el paso de una vida más cruel de lo que Dios hubiese querido, pero sin duda plato de gusto para cualquier Diablo.

La primera opción era, siendo realistas, poco probable. Era una posibilidad, pero quizás fuese sólo una excusa, una justificación que Gretchen se había montado. Era débil, infantil, joven y sumamente vulnerable. Era un cachorro herido por el indecente mal gusto de un padre que nadie merecía. Atrapada en aquella ciudad colgada del brazo de un asesino sanguinario con piel de cordero, todo apuntaba a que tal telaraña pastosa a su alrededor sólo podía resolverse de un modo.

Alice. Un reflejo del entorno de Gretchen, y quizás, una retorcida forma de avisarla. Gretchen podía desaparecerse a la vista, oído y olfato de cualquiera. Podía tensar sus músculos de una forma que físicamente se hubiesen roto, pero que seguían pegados y unidos gracias a la fuerza de la propia luz del sol. Quizás podía ver el futuro. Y quizás no era la única con ese don, como no era la única que podía cumplir las expectativas de su padre o desaparecer del alcance de un hombre cruel. Pero sin lugar a dudas, Alice no dejaba de ser una amiga, herramienta y apoyo fiel, útil y salvador en cierto modo.

Ella tenía respuestas, pero también preguntas, y era el combustible y la llave para que Gretchen siguiese viviendo. Para que no acabase devorada por un aquelarre de Dobermans mientras un Viktor amable permanecía de pie con una gota de sangre en los zapatos, una rosa de espinas en la mano y un coro de aplausos a su espalda. Viktor Eichmann, Premio Novel como el mejor diplomático de la tierra. Aunque por supuesto, Gretchen aún sabía bien cómo verdaderamente ese hombre.

Gretchen tenía poderes que asustarían a cualquier humano. Si quisiera, si entrenase, podría incluso ser la imagen de su espejo. Una mujer con una calavera en el gorro que disparase un arma por la gloria de un fin mayor. Pero tenía que ser realista. Gretchen no era ninguna asesina. Ni siquiera era una mujer. Por mucho que su mentora la instruyese, por muchos consejos que la diese, seguía siendo sólo una niña asustada. Asustada y temerosa de un puñado de hombres que se asemejaban más a los buitres que a cualquier ser humano.

- Gretchen, Gretchen- dijo la voz de la propia Gretchen. Pero obviamente, la Gretchen del futuro.

Pero Liselot, servicial por designio de un padrastro de corazón preocupado, no estaba allí. Nadie estaba, salvo Eichamnn. Sus ribetes con forma de águilas doradas en las muñecas la camisa daban escalofríos, como una advertencia. El rostro de una Gretchen a caballo entre los veinte y los treinta negaba con la cabeza. Y mientras tanto, esas manos perfectas de adonis sujetaban la cabeza de la niña de entre diez y veinte años que miraba embelesada, como si aquel fuese el hombre más bello sobre la faz de la tierra. Y es que ese era el efecto real que producía en hombres y mujeres a su alrededor.

.

La bata blanca apareció tras Gretchen con una jeringuilla hipodérmica de diez milímetros cúbicos. Un líquido verde y pavoroso se contoneaba en su interior a través del plástico aséptico. Pero Viktor dijo que no tuviese miedo, y que esa inyección sólo la haría más fuerte. Naturalmente, la niña le creyó, y cuando el metal atravesó su cuello no pudo sino cerrarse el telón mientras Eichmann preguntaba al Doctor, "¿Cómo es exactamente nuestra mutación, Wolf?"

A juzgar por el tono de sus palabras, Eichmann no era consciente tampoco de su propia naturaleza divina... o demoníaca.

Pero sí era consciente de una cosa con respecto a Gretchen...

Nada de esto sucede físicamente. Es sólo una epifanía imaginativa premonitoria de Gretchen. Un claro aviso del futuro.

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20/08/2013, 03:59
Neo Gretchen

- ¡Gretchen!- gritó Alice en el espejo del pasillo-. Águila llamando a Tierra. Cambio. ¿Me recibe, Soldado?

La militar se cruzó de brazos al otro lado del cristal y señaló con un cabeceo el baño como una madre ordenándole a su hija que hiciese la cama de una vez, que ya eran horas, y que dejase de pensar en las nubes. Hasta donde recordaba, Gretchen sólo recordaba haber intentado hablar con Liselot sobre aquello. Había tratado de persuadirle, pero incluso con los consejos de Alice había sido imposible. ¿Cómo convence una niña de quince años a un terrorista con canas de que persigan a un Sargento Nazi en su ciudad para robarle su agenda electrónica? ¿Diciéndole que es una ninfómana o que tiene una pistola con una Harley serigrafiada? Afrontémoslo, Gretchen no era la más persuasiva de la ciudad. Ni del barrio.

Pero era ágil. Así que para ser útil ante Ambroos, Arjen, y ante los Hijos de Dios, había tenido que poner pies de bailarina y acrobacias para desembarazarse de Liselot. Aún podía recordar cómo este fruncía el ceño cuando miraba a su lado y ya no había niña sino una sigilosa ratoncita indetectable. Metafóricamente lo del roedor, claro está. 

De seguro que Stille se enfadaba bastante por ello, tanto con Liselot como con la propia Gretchen, pero era por un bien mayor. Era para salvarle la vida al pobre hombre. No en vano, Alice aseguró que moriría. Ver a una niña de quince años con poderes cósmicos eludir a su protector y meterse en el piso de una Sargento era cuanto menos, interesante. Extraño, impensable, e incluso bizarro en la vertiente neologista de su significado, pero estaba pasando realmente.

Podía oír cómo el agua corría en la habitación de al lado. Ahí estaba Dana, la Sargento, duchándose. La puerta estaba cerrada, y el pasillo era largo como, en fin, como larga era la intención de Viktor, podría decirse. Por la ventana al fondo podía verse el anochecer a falta de media hora para que se activase el toque de queda. Era mejor darse prisa en aquello y volver a El Boulevard, La Sede de los Anarquistas o el refugio blindado de los Ecoterroristas.

Le había costado un tanto llegar hasta ese punto, a pies juntillas como si aquella fuese la entrada de la madriguera al País de las Maravillas. A todas luces parecía un piso modesto y absolutamente normal, aunque todo sea dicho, sólo se había tomado la molestia de mirar en el pasillo. Si se perdía entrando en cocina, comedor, dormitorio o estudio era cosa suya. Como lo era entrar al baño, donde debía estar la ropa que llevaba encima, y por tanto, la agenda electrónica.

Pero sabía dos cosas. La primera, que por miedo tenía activada su capacidad para ser Esencial. La segunda, que no tenía tiempo para todo, así que tenía que priorizar. Una mujer podía tardar en ducharse, como cualquiera, pero aquella en concreto no parecía estar tarareando en el baño, sino pegándose una ducha rápida.

- ¿Estás esperando a que entre yo y lo coja por ti?- preguntó la nazi del espejo-. Porque no puedo, pequeña.

Gretchen recupera todos sus puntos de Alma. Pierde 15 para llegar hasta donde está. Dispone de 15 en su reserva.

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20/08/2013, 04:00
Administrador

Era curioso cómo la vida cambia de forma tan rápida. Hacía dos días Niki Neil era una mujer perdida y sin memoria en busca de sobrevivir. Era difícil asimilar que tenía semejantes capacidades, tanto físicas como sobrenaturales, y que algo había subyaciendo tras ellas. Una historia que debía tener bastante más contras que pros, porque, sinceramente, ¿qué podíamos esperar de la americana? Una tiradora experta con una capacidad acrobática que dejaba sin aliento. Súmale que era capaz de leer la mente y que desprendía una belleza capaz de hacer llorar a los ángeles.

Y ahora mismo estaba en Ámsterdam, una ciudad tomada por nazis y sometida a una ley marcial. Se estaba enfrentando a un tren en llamas desde un todoterreno e impactaba balas en cascos alemanes. Una lágirma solitaria corrió por su rostro, pero, ¿qué podía hacer al respecto? Estaban en guerra. La gente se muere, las cosas se rompen. Los alemanes son malos, peligrosos, y eso es lo que le dicen sus padres a sus hijos en la ciudad. Gabriel acerca el AK-47 a Niki y la grita que dispare mientras permanece en cobertura. Parece preocupado pero centrado en el tiroteo, pues su vida dependía de ello.

Durante unos minutos todo parece desvanecerse, y sólo el fuego ofrece bálsamo para las heridas del alma. La mujer aferrada a los hilos de su pasado sigue a martilleando su arma e intenta no mirar cómo los cuerpos caen. Ignora cómo los casquillos de bala salen de la ametralladora. Esa que su propio padre, ¿padre? mentor, o lo que sea, le explicó y enseñó a manejar. Al fin y al cabo, eso era, ¿verdad? Una asesina. Sin más. Una atractiva asesina que debía saltar entre edificios con una pistola en cada mano. Pero ahora sólo tenía sangre, acero, fuego y plomo en su camino.

Por un instante, la mujer pudo escuchar decenas de voces de los alemanes insultando para si. Podía oír gritos de los pasajeros entre lenguas de fuego, pero tras aquella epifanía hubo algo que todos pudieron oír, y era el sonido de un vagón estallando con el combustible. Y tras él, otro, y un tercero. Ante aquello, los Anarquistas pudieron ver cómo sólo alguna sombra de los cascos alemanes se alejaba, alguna envueltas llamas, y ellos avanzaron. El propio Gabriel arrastró con Niki un bidón que contenía cinco subfusiles, y el hombre no sonreía porque en líneas generales no era para eso.

Pero mientras cargaban el tercero pudieron escuchar una pesada oruga arrastrarse como un demonio glotón por la calle de al lado. Gritó y comandó como líder indiscutible al grupo y todos abandonaron aquello para batirse en retirada inmediata. No habían encontrado ningún superviviente que mereciese la pena salvar. Sólo algún cuerpo calcinado, pero así era la vida. Los planes no siempre salen bien, y el universo no es amable. La guerra no es amable. Los nazis no lo son. El pasado no lo es. Así que mientras se despunta en el edificio la sombra de un cañon pesado Gabriel vira el volante y acelera.

Maldice mientras cambia de marcha y escucha el sonido de balas reventando el techo de su vehículo. Conduciendo, pide a Niki que eche un vistazo, y esta se encuentra un helicóptero lanzando balas tras ellos por dos lados. Su aspa brilla de forma intermitente cuando las máquinas de guerra giran a velocidad de relámpago escupiendo plomo. A duras penas, tras cinco o seis ráfagas, la mujer consigue dos impactos. Uno atraviesa la cabina del piloto y desestabiliza el vehículo. El segundo impacta en el eje del aspa y hace girar aquello en círculos hasta que se estrella contra la fachada del edificio.

Mientras este comienza a arder lentamente entre el cuarto y el quinto piso, una voluta de humo sube mientras el calcinado vehículo volador baja. Gabriel golpea el volante con rabia y acelera más todavía. Al menos no les persiguen con luces aéreas. El grupo se separa y no llegan al club, ni mucho menos. Como ladrones y maleantes pillados, cada uno va por un lado en desbandada. Si alguno cae, cae. El resto se esconderán hasta que salga el sol y puedan reagruparse. Esa noche les buscarán mientras la luna siga brillando y los buitres puedan seguir buscando comida.

Así que Gabriel se aprieta el hombro por el roce de una bala mientras se quita el chaleco. Abre la puerta de su propia casa y hace una señal a Niki para que pase. Nadie verá a la doctora Wassus esa noche, ni la Sede, ni a Izan.

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20/08/2013, 06:26
Gabriel

Gabriel descansa sobre su sofá, sentado en el asiento central. Tiene cara de funeral, aunque sigue siendo un hombre de mediana edad, atractivo, curtido y con el donaire de quien se sabe el cabecilla a efectos prácticos de la resistencia contra los nazis en aquella ciudad condenada. Fuma un cigarrillo con la mano derecha y se lo ofrece a Niki.

La mujer, todo sea dicho, está en el asiento de la derecha sentada en una posición de profunda flexibilidad. Desde luego, y para deleite del anarquista, la mujer pudiera ser perfectamente una trapecista. Pudiera ser demasiadas cosas, en realidad. Modelo, acróbata, circense, asesina, espía, soldado, SWAT, militar, agente secreto, y hasta mercenaria si quería. Tenía en la mano una gasa empapada en alcohol y el botiquín abierto sobre la mesita de café. Sobre esta descansaban también las botas del anarquista, pies incluidos.

Efectivamente, la mujer atendía la pequeña herida superficial del hombre, únicamente por el riesgo de una pequeña infección más molesta que incapacitante o preocupante. La cazadora sin mangas del hombre facilitaba el acceso al deltoides y la parte superior del bíceps. Pero el hombre miraba el contenedor de cinco subfusiles que había aparcado delante de la televisión apagada. La noche se filtraba por la ventana abierta y la radio encendida pero suave, de fondo, reproducía la noticia de que les buscaban. Diez mil dólares por cabeza y protección para el ciudadano que viese un insurgente anarquista desde su ventana. Porque el toque de queda seguía imperando, claro.

Era una noche oscura en una época más negra si cabe todavía. Pero ahora veía Niki que era algo normal en Ámsterdam.

- No tenía que haber salido así- confesó el hombre con voz un tanto rota. Tendió el cigarrillo a Niki y sonrió de forma parca-. Pero al menos estamos bien- un brillo en sus ojos reflejaba cierto alivio y satisfacción por ello. Su sonrisa parecía afable y serena, como un militar sumergido en nanorobots médicos. Espera, ¿de verdad había hecho Niki esa comparación?-. Los chicos son fuertes- se dijo a si mismo-, y Purple también- apunto en referencia a Leila por el color de su pelo-. Estarán bien, seguro- se deseó más que aseguró.

Hizo una mueca de escozor cuando la gasa de Niki le pasó por la piel otra vez, pero la ignoró. Señaló la habitación abierta al fondo con el cigarrillo, por encima de la cabeza. Se encogió de hombros y la señaló también con un cabeceo.

- Puedes dormir en mi cama, si quieres- le ofreció, y no parecía precisamente sexual la intención-. Yo dormiré en el sofá- declaró sin pena ni gloria, más desilusionado que caballero. No en vano, no estaba acostumbrado a fallar-. Bueno dormir, no podré pegar ojo con lo que ha pasado, pero bueno- ahogó una risa tensa y nasal, circunstancial-. Igual tú sí, no sé- dijo mirando a Niki con duda, pues en el fondo, apenas la conocía. Sólo sabía que era tan jodidamente sexy como pelirroja y buena tiradora. Y al parecer, humana pese a todo-. Sino, siempre puedes quedarte a compartir botella con un pobre rebelde que acaba de recibir una colleja.

Se levanta y abre el minibar. Saca un par de vasos de tubo y una botella de Jack Daniels. Sirve y tiende uno a Niki tras quitarle la gasa de la mano. Él mismo se pone un apósito en la zona y palmea el hombro para terminar de pegarlo. Sonríe y se sienta al lado de Niki otra vez. Gabriel parecía sorprendentemente humano y emocional, pero independiente.

- Me gustaría que tu primer contacto hubiese sido más triunfal, pero no siempre ganan los buenos- confesó.

Bebió medio vaso de un trago y parpadeó. Parecía bastante buen bebedor, pero no alcohólico. En realidad, la misión no había salido tan mal. Sólo daños en la carrocería, dispersión de efectivos y una batallita más larga de lo esperado. Más arriesgada y con más munición. Con persecución final. Pero eso era todo. Dentro de lo cabe, habían ganado, demonios. Pero moralmente, la cosa era muy distinta. No parecían héroes. Sólo supervivientes en horas flacas.

- Tengo que reconocer que igual me has salvado la vida- sonrió más ampliamente. A juzgar por cómo miró a Niki, estaba entre agradecido y vulnerable. A juzgar por cómo la tomó la mano, estaba en deuda con ella-. Supongo que igual pronto yo hago lo mismo- se dijo a si mismo ensanchando la sonrisa por el lado derecha. Una media sonrisa bastante pícara y bandida-. Pero hasta entonces, sólo se me ocurre una forma de agradecértelo.

Con una actitud muy propia de un hombre sin vergüenza ni miedo al fracaso, como un Anarquista, el hombre aferró con el puño derecho la solapa de la camiseta de Niki y la atrajo hacia si. Inhaló a la mujer como si fuese éxtasis y expiró sobre ella antes de volver a sonreír. Sin embargo, ahora esos labios tenían un matiz muy distintos.

Joder, que la echasen un bidón de AAK2 encima si Gabriel no olía y parecía saber a hombre, por todas las balas del mundo.

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20/08/2013, 06:49
Administrador

Ahí estaban, en efecto. El verdugo y el preso. Papeles invertidos, señoría. Ni más, ni menos. A más de uno le hubiese divertido aquella situación. Pero a ninguno de los dos contendientes les hacía ni puta gracia en aquel instante. El torturador estaba haciendo lo que debía y el doctor se aferraba a duras penas a los últimos resquicios de su conocimiento.

Por Dios, aquello temblaba como una olla a presión con demasiados huesos dentro. Si seguían dándole candela iba a reventar y cargarse toda la cocina. El sonido del taladro de Ambroos gritó en la habitación mientras un halógeno titilaba de forma pobre como si estuviese escandalizado. O como si aplaudiese, según sus gustos. Así que durante un rato más, Ambroos prorrogó aquella particular obra de teatro. Jürguen se lo merecía, joder.

Le había cogido, le había plantado en una mesa de operaciones y le había abierto en canal para implantarle un tumor en el pecho. O en eso habían concluido. Pero ahora ambos seguían ahí, vivos tras dos generaciones como si el tiempo fuese solo una maldición. Obligados a vivir todavía con los estigmas de varias vidas. Demasiada carga para un hombre.

Pero no para un Dios. Cuando Ambroos miró el reloj se le había hecho la hora de cenar. Qué rápido pasaba el tiempo cuando tu nuevo pasatiempo era bastante más novedoso que pasarte por la piedra un par de gemelas neerlandesas. Qué bonito era vivir cuando podías desahogarte con alguien que te llamaba imbécil. A ti, y a tus putas, Ambroos. A ti, y a tus putas. Así que al bueno del proxeneta le faltó el canto de una moneda para enseñarle a Jürguen el verdadero significado de la palabra Sadismo. Una lástima no haberse traído la mordaza de bola y la fusta. Si hubiese tenido alcohol podría habérselo echado en las heridas mientras acercaba la llama de un mechero. Pero aún así, podía divertirse muchísimo.

Ahora bien, ese hombre iba a terminar pronto necesitando dos cosas. O un hospital, o una fosa común. No es que pudiese quedarse como estaba toda la noche sin atención sanitaria o estirar la pata, y joder, en algún momento Ambroos tendría que hacer acto de presencia ante el mundo. Sí, Ambroos, sigues teniendo un burdel, y Jürguen no es tu puta.

Será un hijo de puta, pero eso no lo convierte en una señorita de compañía. Sólo en un valioso instrumento para la maquinaria ocultista nazi, claro. Así que si el buen serbio tenía pensado decirle quién era al médico de guerra, más le valía hacerlo pronto y después tirarle en el río o en la puerta de un hospital. Si antes le taladraba o no la cabeza era cosa suya, aunque Jürguen desde luego empezaba a estar bastante más que desesperado.

Lo cierto es que tenía su encanto ser un gato disfrazado, pero, en fin, hasta sus gatos necesitaban saber que Ambroos seguía vivo en algún momento. Y desaparecer demasiado tiempo podía levantar demasiadas sospechas. Ahora bien, hasta qué punto nadie echaría de menos a Jürguen era otro tema. Sea como fuere, era el momento de despedirse y pasar página. No realmente, pues aquella historia entre médico y paciente era demasiado trascendental como para desecharla en unas pocas horas de tortura en un sótano moribundo, pero todo tenía fases y fases, y aquella estaba por completarse.

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20/08/2013, 07:08
Erik Lukgaardsson

Una hermana, ¿eh? Hombre, eso resultaba interesante. No en vano, si Ruth era como era, la otra pieza de la familia también podía. Que igual no, pero no perdía nada por preguntarlo. Sea como fuere, tras aquella revelación alguien golpeó con los nudillos a la pared. Tras ellos apareció carraspeando un hombre. Uno de los chicos de Arjen. Y por suerte, y por obviedad, no parecía haber oído nada. Sino su cara sería bastante más incrédula. Pero el hombre era un seguidor de la causa, y de Arjen, y ni siquiera parecía necesitar saber qué hacía Ruth ahí. Confiaba en su amigo.

Llamaba la atención en el hombre la ausencia de un ojo, o algo parecido a juzgar por el aspecto blanco del mismo, sin iris ni pupila. Una fea cicatriz surcaba todo el lado del rostro como un zarpazo. De hecho, era literalmente un zarpazo. Al parecer como ecoterrorista había sufrido algún tipo de incidente con algún animal. O eso o una de sus amantes tenía las uñas demasiado largas y el hombre la había echo enfadar bastante. Pero tenía más pinta de lo primero, claro.

- Siento interrumpir- dijo con voz solícita y circunstancial. Sabía que ambos habían estado descansando y había oído la historia de cómo Arjen llegó allí, pero nada sobre poderes naturales. No era Mark Dekker-. Pensé que te interesaría saber que según los Alemanes de la radio se paga diez mil por cabeza a quien vea desde su ventana a un Anarco esta noche- dijo tranquilamente.

Algo muy, pero que muy gordo tenían que haber hecho los Anarquistas. Según informó, habían volado un tren de armamento y lo habían saqueado. La oferta era sólo para darles caza aquella noche, y dado el toque de queda y la necesidad de control en las calles no podían pedir más. De hecho, era mejor dejar las cosas como estaban, pero seguía siendo un dato interesante cuanto menos. Relevante, desde luego, y un golpe para los nazis. Arjen no era el único que se movía, al parecer, y tampoco había sido el más rápido. Pero no lo hacía nada mal el muy animal, eso era reconocible.

- Cuando quieras, Olga y yo ya tenemos tenemos noticias sobre lo que nos encargaste- dijo al fin tras zanjar la información anterior-. Bueno, os dejo que sigáis. No quería interrumpir- se repitió con humildad-. Pásate por el despacho de Olga cuando quieras, Arjen.

Y se giró sobre sus pasos tras despedirse. Comenzó a moverse en dirección contraria a los dos Hijos de Dios. Dicho aquello, ahora sólo quedaba que Papá Lobo y Cachorra terminasen su conversación. Una que, todo sea dicho, estaba en su punto más álgido. Una interrupción bastante inoportuna, pero necesaria a fin de cuentas.

En cuanto terminasen, comenzaría el siguiente movimiento. Novák, La Torre, y esos asuntos que competían a ambos con mayor o menor urgencia. Pero cosas que antes o después iban a tener que afrontar. Por la familia, aunque sea.

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20/08/2013, 10:31
Eugenius Novák

Eugenius seguía sin comprender del todo el poder fascinador de aquel hombre. Era totalmente antinatural, incluso llegó a preguntarse si tendría que ver con alguna capacidad sobrenatural como la suya. Pero no podía luchar contra ello. No al menos en presencia de Eichmann.

Llegó a creer las palabras del alemán… inocente en apariencia, y aunque su cerebro le decía que por debajo de la superficie habitaba un monstruo de la peor calaña… sintió lástima por él.

¿Sería verdad que Eichmann no era ningún sádico? ¿Acaso no haría daño a Anne o a Ria o a Liselote sin con ello consiguiera la cooperación de Eugenius? El propio Viktor lo había dicho. Sí, lo haría, porque haría lo que fuera necesario… pero no disfrutaría con ello. Para el genio no había diferencia… lo haría, lo que le convertía en un enemigo.

Eugenius tampoco disfrutaba matando pero lo había hecho y lo volvería hacer si se veía obligado a ello. Y no creía que por ello fuera un monstruo. Vale, aceptaba el axioma. Eichmann no era un monstruo… sólo un ser humano cuyas acciones estaban limitadas por las circunstancias.

Toda la parte emocional de su cerebro le decía una cosa, mientras que la parte racional le decía la opuesta totalmente. Eugenius sucumbió a la parte emocional, empatizando con su embaucador, pero con una idea clara en lo más hondo de su cerebro… ahí, muy al fondo, oculta incluso en ocasiones ante el mismo Eugenius, estaba la solución. Sabía que no debía ver a Eichmann en persona.

Sí, se sentía culpable… Eichmann había logrado lo impensable, y Eugenius se sentía muy mal consigo mismo, una mala persona y un peor ser humano por no querer estar cerca de alguien como Eichmann… incluso creyó que el hombre sólo intetaba ayudarle, pero también sabía que esa sensación era algo temporal. En cuanto desapareciera de la vista de Eichmann tendría las ideas claras y sabría qué es lo que debía hacer. Aquel hombre no le permitía pensar con claridad, y eso era algo que detestaba.

Aprovechó cuando Eichmann fue a cambiarse para hacer él lo propio y regresó con un chandal cuya sudadera rezaba el nombre de la capital alemana. ¿Peloteo quizás? Podría ser, pero la verdad es que había sido mera casualidad.

- Gracias. – musitó Novak ante la concesión de Eichmann de mantener las distancias con Anne. – Como he dicho les ayudaré… ni usted ni yo queremos una hecatombe nuclear. Solucionaré su problema con Avalon, o haré todo cuanto esté en mi mano por ello… pero también debo advertirle que quizá esté fuera de mis capacidades. – era horrible admitir algo así para alguien como Novak, y esperaba que Viktor comprendiera el alcance de la situación. Si alguien tan orgulloso e inteligente como el genio que tenía delante, no se veía seguro al cien por cien de desactivar un virus en la central nuclear… podían rezar todos o darse por perdidos.

- No tengo nada personal contra usted, Eichmann. – aclaró Novak. Y pensándolo fríamente no lo tenía. – Sólo ha sido una rabieta pasajera, algo a lo que no está acostumbrado pero supongo que alguien debería haberle advertido que los genios excéntricos somos así…  - dijo tratando de poner mirada inocente y encogiéndose de hombros.

- De verdad me gustaría que llegáramos a ser aliados… pero creo que a día de hoy lo máximo que puedo ofrecerle es la neutralidad… En todo caso aliados de puertas para dentro, pero de cara al público lo lamento pero no. Cada vez que me he entrevistado con usted, o que se me ha visto rondando a los alemanes, sólo ha traído problemas para mí y para mi familia. La gente piensa lo peor sólo por verme en su compañía… y aunque sé que no es su culpa, señor Eichmann… debo velar por la seguridad de los míos. -

Algo en el interior de Eugenius trataba de frenarle… algo le decía que estaba equivocándose de pleno, que estaba pactando con el mismo diablo… pero inconscientemente su mano se alzó para estrechar la de Eichmann.

- De veras que lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias, Herr. –

Eugenius no tenía mucho más que decir. Sospechaba que si alguien le hubiera visto en ese momento, por ejemplo un cazarecompensas enviado para matarle, tendría todos los motivos del mundo para creer que colaboraba con los alemanes. Estaba de mierda hasta el cuello y debía idear una forma de salir de ahí.

Siguió andando con Eichmann por el campo de golf… con muy pocas ganas de ver a nadie más, pero dispuesto a informar al Gobernador de la realidad sobre Avalon… no tenía mucho sentido mentirle, pues seguramente con la colaboración de los alemanes sería más fácil intentar desactivar a c0mrade.

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20/08/2013, 17:35
Administrador

Niki deslizó sus dedos por sitios muy distintos a aquellos por los que los había deslizado antes. El torso de Gabriel y partes más bajan reposaban en la habitación tendidos boca arriba mientras el hombre suspiraba, que no roncaba, con cara soldado raso tras recorrer la jungla. Parecía cansado, y dormía en lugar de permanecer despierto pensando en sus chicos. Lo hubiese hecho, pero es que ciertamente, una mujer como Niki podía cansar a cualquier hombre. Flexible, ágil, ebúrnea y ante todo... entrenada para ello. Por desgracia, su mente no tenía el nivel de frialdad que había lucido antaño. Ya no era la reina de su pasado, sino una pobre chica atrapada en un presente con paredes de hierro y barrotes demasiado altos.

Se sentía sucia, sí, pues no en vano se había acostado con un hombre al que no deseaba especialmente. Lo había hecho por compromiso, y hacer de algo tan íntimo, vinculante y personal un acto de mera utilidad práctica que resultaba repulsivo. Con el cabello aún húmedo tras la ducha y cara de haber tragado un pudding en mal estado la mujer comenzó a rebuscar por la casa. Para su sorpresa, Niki se descubrió con buena visión espacial y astucia. Cajas tras los cuadros, dobles fondos en los cajones, pero Gabriel era un hombre sencillo y no hacía tanto subterfugio en su propia casa.

Lo que encontró Niki no fue demasiado, por no decir nada. Gabriel tenía un mapa de la ciudad1, y había marcado a lápiz los cambios que sabía y le parecían relevantes desde la llegada de los nazis, pero eso no era nada que no pudiese conseguir cualquier ciudadano de a pie. No había absolutamente nada sobre el AAK2 o algo relacionado con información oculta sobre los Nazis. Al parecer, Gabriel y los Anarquistas no se andaban con historias ocultistas. Ellos luchaban contra los dirigentes de la ciudad y contra sus militares. Eran la resistencia ciudadana. Simplemente.

Mecheros, apuntes, notas, y algún otro detalle de color, sí, pero nada más. No hasta que no rebuscó en los cajones de la cama. Mientras el hombre suspiraba, la pequeña Niki se hizo paso entre los cajones de ropa interior y descubrió una pequeña caja marrón. La llevó hasta el comedor y la abrió ante la luz que se filtraba por la ventana.

Había una pistola con cargador de tambor y recámara de seis balas. Junto a ella, una fotografía enmarcada. Era una mujer, de mediana edad, quizás un par de años más joven que Gabriel. Morena, sonriente, vestida con una blanca y uniforme en la zona verde y aparcamiento de un hospital. Era guapa, y desde luego, no tenía cara de estar viviendo en una ciudad bajo el yugo de un puñado de nazis sin alma.

El Boven IJ Ziekenhuis, según el nombre que había en la parte superior del edificio en letras de gran tamaño. Blancas y azules. La Vara de Esculapio clásica de la medicina se enroscaba al lado con sus dos serpientes blancas. Según consultó en el mapa, ese hospital estaba en Ámsterdam, en la zona noreste de la ciudad. Era también, el primer hospital, el más destacado y de mayor tráfico.

¿El truco? Que Gabriel estaba al lado de la mujer cogiéndola por cintura. Que no se veía ningún nazi, y que parecía una ciudad normal. De hecho, Gabriel y la doctora parecían una pareja normal. Pero la doctora de los Anarquistas era Maggie Wassus, y su rostro no coincidía con la de la imagen. Ni siquiera la estatura, porque no eran la misma mujer. ¿Por qué? Gabriel lo sabría.

    

Y bajo el marco de la foto, más fotos. Desde luego, esa mujer tenía pinta de haber sido su pareja, y atesoraba los recuerdos por alguna razón fácil de deducir. Y debajo, el Diario de Gabriel. Abrirlo o no abrirlo era cosa de Niki, aunque observó un detalle cuanto menos curioso. Como marcador de páginas utilizaba un recorte de periódico. Abrió el libro sin mirar el contenido por la página y descubrió que era la última escrita, para saber por dónde tenía que continuar.

Pero el recorte decía... oh, decía algo bastante relevante a decir verdad si se leía entre líneas. Estaba claro que Niki no tenía todas las piezas, y que preguntarle a Gabriel por la caja que había encontrado rebuscando en sus cajones parecía buena idea, pero igualmente, esa parecía ser parte de la historia del hombre.

1* Mapa de la Ciudad:  Gabriel tiene un Mapa de la Ciudad de Ámsterdam.  Visualización Aquí

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20/08/2013, 20:12
Arjen Wolfzahn

La declaración de la chica le sumió en el silencio. Agarró el respaldo de una silla porque las palabras pronunciadas le habían mareado.

"Ella... ella ha sido quien...".

¿Qué era aquello que burbujeaba justo bajo el plexo solar? ¿Era la ira que avivaba los rescoldos? ¿Era el instinto homicida? ¿Era la excusa para dejar salir a La Bestia que dormitaba en su interior?

"Si esta mocosa... no hubiera... llamado... a...".

Era rabia, sin duda. La Bestia usaba esa rabia, siempre la estaba esgrimiendo. En ocasiones era útil y Arjen la dejaba suelta, permitía que saliera de su interior y usara toda esa ansia roja para destruir, para aniquilar, para destripar. En aquel momento La Bestia casi había roto sus cadenas, casi había convencido al hombre. La madera del asiento crujió bajo la presión de unas manos que eran menos manos que zarpas, por lo menos en tanto en cuanto las manos humanas no poseían garras y no solían tener tanto vello. Un gruñido bajo, gutural, primitivo, de ésos que atenazaban el cerebelo de las víctimas sumiéndolas en el pánico, se dejó oír en la sala justo por debajo del hilo musical... saliendo por entre una dentadura con unos colmillos más grandes de lo normal. La Bestia no entendía, no razonaba salvo del modo más primal. No se podía dialogar con ella, sólo se la podía someter o liberar.

"Kat... Meike... Dyrk... Muerte..."

Y entonces apareció Erik. Con un extraordinario autocontrol, Arjen sepultó a La Bestia bajo capas y capas de tierra, bien enterrado a empujones, para que no se dejara ver. Hasta que se la volviera a llamar. Las garras volvieron a ser uñas, tal vez algo sucias, pero tan humanas como las de cualquier hijo de vecino.

-Bien... Erik -respondió el ecoterrorista. Carraspeó y procuró sujetar la silla de forma que al soltarla no cayera en pedazos-. Luego... luego nos vemos allí, ¿de acuerdo? Pon diez minutos -añadió antes de que su subalterno cerrara la puerta.

Y de nuevo a solas la invisible y el animal. Por lo menos la chica no se había quedado a solas con La Bestia. Eso debía ser un consuelo.

"Podrían haber llegado en cualquier momento", pensó. "Los nazis no son imbéciles, Arjen, por mucho que te dé por pensar así. Las hienas no son tontas. Sin la cagada de la chica también podían haber descubierto tu casa. Y, por lo menos, no ha sido por Greenpeace por quien han ido, sino por el descuido de una niña".

-Tal vez haya sido tu responsabilidad, Ruth -dijo Arjen-, pero no ha sido... no ha sido tu culpa. La culpa es de los nazis. Siempre es de ellos... -suspiró violentamente. Dejó la silla junto a la pared de pladur con cuidado, pero eso no bastó para que se desmontara y las maderas cayeran al suelo con estrépito. Nadie acudió a mirar, no obstante. Ya estaba Arjen allí por si ocurría algo-. Y ahora necesitas una madriguera, así que... -se encogió de hombros-... bueno, ésta es tuya. Voy a necesitar tus habilidades.

El hombre seguía enfadado, claro. Muy cabreado, para ser exactos. ¿Cómo no estarlo? Y Ruth no parecía una chica inocente, no. Tenía más bien pinta de romper platos a menudo, más a propósito que por descuido. Una pequeña rebelde contra el mundo que, no obstante, no se había enfrentado de verdad al mundo. "Pues bienvenida, chica". Al menos, eso era lo que pensaba Arjen.

-Aquí todos luchamos por Todo -sí, lo había dicho con mayúscula y en cursiva-. Nos ayudamos y cuidamos unos de otros... aunque no esperes que te salve ese culo tan a menudo, chica -añadió con seriedad, aunque había una sombra de sonrisa en los ojos. Tal vez-. Me desgasta -¿eso había sido una gracia?

Carraspeó de nuevo y se cruzó de brazos. Achicó los ojos y miró con ellos a una, tal vez, más tranquila Ruth. Su mirada escaneó a la joven de arriba a abajo, despacio, reparando en cada detalle, escrutando intensamente bajo la ropa y hasta bajo la piel, algo que solía hacer a menudo con las mujeres que le resultaban atractivas. Sólo que en aquella ocasión no estaba motivado por la lujuria, sino por la estrategia a medio plazo de la organización.

-Háblame de tu hermana. Hay... maneras -aseguró, y destilaba seguridad-. Puedo encargarme de que reciba un mensaje tuyo. Pero necesito saber sobre ella. ¿Es... como tú?