Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Avistamiento de Águila - Escena Uno.

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02/04/2013, 20:30
Padre Jürguen
Sólo para el director

Vaya. El tiro le había salido por la culata. Ambos médicos tenían razón en algunos aspectos, sobre todo en el hecho de que ella debía elegir, pero en algún momento Jürguen había obviado esa posibilidad.

¿Un reflejo de su antiguo yo, esa inflexible autoridad de los antiguos tiempos, cuando era un carnicero en un campo de concentración? Aquello le hizo temblar. No supo como reaccionar ante las palabras de Maggie y caellum, sobre todo ante las de Maggie. Le habían dolido, y eso que apenas la conocía.

La repentina aparición de la jóven le hizo salir de su ensimismamiento. Se levantó del sofá en el que estaba sentado para dirigirse a ella.

- Sí, lo haré. - Le respondió Jürguen, adelantándose a las palabras de los otros dos. - Decida lo que usted decida. Ahora, agradézcaselo a estos dos. Son cabezotas como una mula. - Se giró para mirar a Maggie y Caellum, reforzando sus palabras.

- Lo más importante es que esté usted bien. - Se preguntó si la chica habría escuchando sus palabras justo tras la puerta. Le ofreció el asiento que había ocupado un segundo antes, el trono que había intentado arrabatar, tanto literal como metafóricamente, a Maggie, sin conseguirlo.

Esperó a que se sentara, y siguió hablandola de manera tranquilizadora. - Supongo que Caellum o Maggie ya te han examinado físicamente. - Prefería tutearla. Era jóven, y un tratamiento de usted quizás la abrumaría. - Me gustaría hacerlo personálmente, si no te supone un problema. No tiene por qué ser ahora. Si estás cansada, puedo hacerlo en otro momento. Si no quieres, no lo haré, y confiaré en Maggie tu examen médico. - En todo momento, Jürguen se detenía unos segundos tras hablar, y se giraba hacia Callum y Maggie, por si alguno de ellos quería matizar algo. Esta vez no quería caer en los mismo errores en los que había caído minutos antes.

Esta vez, cambió de tema, e intentó ser cuidadoso en cuanto al uso de las palabras hacia la chica: - Si has oído algo de lo que he dicho antes, quiero que sepas que me he equivocado. Aquí nadie va a llamar a nadie sin consuntarte antes. Nada de alemanes, ni de familia. Pero me gustaría hablar con... bueno, tu amigo (se refería a su pareja, el proxeneta con el que al parecer tenía relaciones de forma voluntaria). Creo entender que te aprecia, y Caellum dice que tu amigo puede estar ofuscado contra esos alemanes. Es normál que esté enfadado, pero seguro que no quieres que haga una locura o que las cosas se compliquen ¿Qué te parece si hablo con él para tranquilizarle? Tú le conoces mejor que nadie ¿Algún consejo a la hora de dirigirme a él..? - Carráspeo antes de continuar. - ... sólo si me permites hablar con él, claro. -

Tras eso, intentó conciliar con Callum y Maggie una forma de turnarse para cuidar de ella. Les dejó claro que aceptaría la decisión de la chica. Quizás aquello les sorprendiera, pero al fín de cuentas Jürguen no era en realidad un sacerdote. Escuchó sus aportaciones. Como para no, después de lo que le habían dicho. Esta vez, se mostró mucho más dispuesto a escuchar. También se ofreció a ayudarles en lo que necesitaran. Transporte de material, etc.

Con el acuerdo de todos, examinaría a la chica. De manera superficial, claro. Era evidente que sin cierto material había muchas pruebas que no podría realizar. Le preguntó a Caellum y a Maggie si podían llevarla de tapadillo al hospital y hacerle ciertas pruebas. O sí sería muy complicado colar pruebas de análisis en un hospital. Lo ideal sería tener allí mismo, en el piso franco, multitud de aparatos médicos (y durante unos segundos estuvo soñando con su propio fantabuloso laboratorio) pero esos aparatos eran caros, y pesados. Su desaparición no pasaria por alto ni mucho menos en un hospital. Una tarea imposible.

Tras el examen superficial (si se le permitía), pidió a la chica la dirección de su "amigo" (también sólo si ella quería), para ir a verle y pedirle paciencia. Se imaginaba lo difícil que sería intentar pedir calma a un proxeneta cabreado con los cabrones que habían violado y dejado embarazada a su amada. Eso sí que sería una tarea complicada. Quizás sí que debería empezar a rezar. Pensó para sí.

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03/04/2013, 16:04
Natasha

Natasha se sentó donde Jürguen le ofreció, y escuchó con un mutismo sólo roto con asentimientos y amagos de negación con la cabeza. De ella se deducía cierto aire de pasividad y aceptación, propio de alguien que no acostumbra a sacar la cabeza de la tierra, cual avestruz. No era ninguna luchadora ni una mujer altiva o guerrera, sino una sumisa más, y siendo prostituta, quizás literalmente hablando.

- Gracias- fue lo primero que dijo con voz queda, mirando a los tres presentes, dadas las palabras de Jürguen-, pero he decidido que no quiero tenerlo. Si algún día tengo un hijo quiero que sea de alguien a quien ame, y no quiero acordarme de los nazis cada vez que lo mire- concluyó, hablando despacio y con cuidado, teniendo ligeros problemas para soltarlo todo dada la carga emocional. Hablaba mirando al suelo, eludiendo a los allí presentes. Tampoco necesitaba mirarlos por norma general para saber cómo reaccionaban-. Por ahora prefiero no hacer esto más traumático, así que vamos a dejar más pruebas a un lado, al menos por el momento- calló un segundo antes de seguir, manteniendo un tono dulce y suave-. La verdad, siempre he tratado con Maggie, y preferiría que me tocase cuanta menos gente mejor- algo comprensible teniendo en cuenta su historial en ese aspecto-. Si quiere hablar con Ambroos, adelante. Aún no sabe nada de esto. He intentado decírselo varias veces, pero no puedo. Le miro, y no puedo. Suele estar en El Boulevard, nuestro local, en el barrio rojo. Prefiero no darle consejos al respecto. No quiero ofenderle, pero creo que sería difícil explicarle a alguien como usted cómo es él- la mujer se aclaró la garganta encogiéndose de hombros. Ciertamente, se limitaba a considerar a Jürguen y Ambroos universos separados-. En El Boulevard se me conoce como Irina. Natasha no existe allí.

Había obviado varios detalles del discurso de Jürguen, como las conversaciones y el tema de los nazis. Seguramente por ser demasiado duros para ella y verlos aparcados, pero también por no revelar qué opinaba y dejaba de opinar al respecto.  Y sin embargo, Jürguen había leído el nombre de Ambroos hacía muy poco, y aunque podía ser una mera coincidencia, tampoco era una nominación demasiado común.

Tras ello, Caelum y Maggie explicaron que el embarazo parecía estar aún en el tercer trimestre, y que no apreciaban nada raro. No podían meterla en el hospital, por razones varias, siendo la mayor de ellas un elevado control del mismo por parte de los Alemanes, que danzaban alegremente desde que se sabía lo de las desapariciones de existencias.

Ambos convinieron en darle un voto de confianza al padre dejando que hablasen con Ambroos, apellidado Janssen según dijeron, confirmando que en efecto era el tío con registros familiares perdidos, dando a entender que algo podía haber tras él dada su asociación con la chiquilla. Según Maggie y Caelum, Jürguen demostraba esporádicamente problemas de trato, y no les gustaba, pero sus usuales momentos de lucidez y extremo comedimiento les hacían dudar. Tratar con alguien como Ambroos seguramente podía significar mucho. En parte por cómo acabase la conversación y las repercusiones que tuviese, dándole un gran peso al asunto. Si el proxeneta se enfadaba aquello podía acabar mal. Y sabiendo lo que Ambroos sabía sobre Jürguen, era muy difícil que aquello acabase bien. Jürguen hubiese hecho muy bien en rezar.

Caelum, divertido, le deseó suerte a Jürguen, y decidió acompañarle a pie por las calles. Aún no se había impuesto el toque de queda, pero faltaba muy poco. Demasiado poco. Les daría tiempo a llegar al barrio rojo, sin duda. Maggie convino en quedarse con Natasha hasta que la mujer también fuese al burdel para trabajar. La joven, conocida como Irina en su trabajo, volvió a agradecer a todos los presentes la ayuda, rogando discreción por lo obvio.

- Padre Jürguen- interrumpió mientras Caelum cogía su abrigo, alzando ligeramente la voz-. Ambroos es bastante reservado con su vida privada. No le agobie.

Esa era su recomendación, seguramente dicha tras meditar cuál sería el mejor consejo.

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04/04/2013, 14:55
Eugenius Novák

Eugenius parecía calmado por fuera, pero sólo se calmó por dentro al escuchar a su madre hablarle como si nada ocurriera. Parecía muy entera dada la situación, y era evidente que se encontraba a gusto y contenta con el trato recibido dadas las circunstancias. Eugenius no tenía nada que reprochar a la doctora.

Le gustaba la actitud y el comportamiento de la mujer. Era muy profesional pero sabía estar, sabía cómo tratar a cada persona, ya fuera paciente o familiar, y Eugenius dedujo que también sabría tratar a todo tipo de personas, en cualquier ámbito. Le recordaba en cierta manera a Anne, y eso le dio que pensar. El genio se sentó en la silla contigua a la de Maggie y escuchó hablar a la mujer mientras revisaba los papeles que ella le había tendido.

A medida que Eugenius leía y seguía escuchando a Maggie se fue concentrando más en los documentos, aunque fragmentos de la conversación acapararon su atención y una sonrisa asomó a los labios del científico al escuchar el comentario del salvaje oeste proferido por la mujer. Definitivamente le gustaba su forma de ser. – No se preocupe doctora Wassus. Deme un minuto y podrá llevarse estos papeles y guardarlos, destruirlos, perderlos o hacer lo que quiera con ellos. -

Eugenius asintió con la cabeza al acabar de leer los documentos y guardar todos los detalles en su cabeza. Luego pasaría los datos más importantes a algún documento en su portátil. – Esto confirma todo lo que me dijo mi hermana. – el tono de voz aunque firme parecía ligeramente abatido. Por muy genio que fuera, era humano, y su madre padecía una enfermedad que, aunque cogida a tiempo, era tremendamente mortal en un alto porcentaje de casos.

- Doctora Wassus… o Maggie… no sé qué prefiere. – comenzó Eugenius primero hablándola de usted. – A riesgo de parecerle indiscreto, ¿le parece mal que mi madre tenga una cama en este hospital aunque su estado normalmente no lo permitiría? – No estaba seguro de si a la doctora le molestaba que Liselote pudiera tener enchufe con los alemanes, o sólo el hecho de que tuviera influencia por su cargo en el hospital. A lo mejor Eugenius estaba equivocado y no le molestaba ninguna cosa pero Maggie parecía de esas mujeres que solían mantener firmes sus ideales pese a todo, y no concedían ventajas a los amigos.

- Es algo que agradezco mucho a mi hermana… - confirmó Eugenius – pero si no hubiera sido por su influencia, habríamos ingresado a mi madre en algún hospital privado pagando lo que fuera necesario y estaríamos en las mismas. Esto sólo nos adelanta la comodidad. – dijo como queriendo aclarar que su madre obtendría los mejores cuidados con o sin enchufes.

- Entiendo la situación de mi madre, y le agradezco todo lo que hace y lo que hará por ella… - continuó Eugenius. – Espero que encuentren el tumor a tiempo y que se pueda extirpar… de veras que lo deseo. Confío en su buen hacer y quería agradecerle las molestias que se ha tomado por mostrarme estos datos – dijo indicando los folios que tenía en las manos – y por tratarme como si no fuera un familiar ignorante más. Gracias de verdad. – Eugenius tendió la mano francamente a la joven doctora.

Eugenius sabía bien que tenía suerte con su madre. Y por lo visto también con Maggie. Esa doctora parecía una buena persona, cabal y además inteligente. Y sabía dónde estaban sus límites. Guau. Eugenius se sorprendió a sí mismo pensando en otra mujer que no fuera Anne o alguien de su familia… evidentemente no cómo pareja o un posible amor platónico, acababa de conocerla por Dios santo, pero sí con sentimientos agradables. Era algo extraño y poco propio en él.

Eugenius ofreció los papeles de vuelta a la mujer: - Ya tengo lo que necesito. No me hacen falta y la carpeta tampoco. - dijo Eugenius sonriendo - Muchas gracias. – indicó. Tenía en su cabeza la misma información, exacta, que venía en esos papeles. Probablemente Maggie no lo comprendería, muy pocas personas en el mundo disponían de una memoria tan prodigiosa, y menos aún permanecían lo suficientemente cuerdos y sin ningún tipo de tara mental como para comprender cómo se sentía Eugenius al respecto.

Cuando la doctora le preguntó por su trabajo y su relación con los alemanes, Eugenius sintió casi cierto deber en responder… Sentía que era lo propio, que se lo debía de alguna manera. – He venido por motivos personales… para asistir al funeral de un amigo. – confirmó intentando despejar las dudas que Maggie pudiera tener. – Si bien es cierto que los alemanes se han puesto en contacto conmigo en cuanto puse el pie en la ciudad… y aunque lo que hablé con ellos es confidencial… debo decirle que no trabajaré con ellos por afinidad ideológica… pero sí les ayudaré si tengo la oportunidad para evitar que ocurra otro Chernobil. En esta ciudad tengo familia y amigos, y no voy a permitir que les ocurra nada malo. - ¿Militares con quemaduras eléctricas? Eugenius comenzó a asociar ideas y a tratar de atar cabos. La nueva planta nuclear, las pérdidas de energía de que le habló el Gobernador, las Cajas Negras…

Definitivamente a Eugenius le caía bien aquella mujer. Perseverante, educada y decidida a conseguir lo que quería. Comenzó a darse cuenta de que había observado cosas, detalles en los movimientos y en la actitud de Maggie que…

- ¿Puedo preguntarle yo algo? – comenzó. – No tiene nada que ver y espero que no le parezca extraño… pero me recuerda mucho a alguien. ¿Conoce a una mujer que trabaja en el CERN llamada Anne? – Eugenius se dijo que sería demasiada casualidad, aunque desde hacía cinco años que conocía a Anne, no recordaba haber conocido a ningún familiar de la que era su pareja.

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04/04/2013, 16:58
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Eso de mirar las musarañas o entretenerse con el vuelo de una mosca no es algo que a ella se le de bien. La imaginación no es una de las facetas más destacadas de Sawako, al menos en situaciones de aburrimiento total como en la que se encuentra en ese momento y es que hasta los ruidos que escucha fuera son aburridos.

Mira la hora. La misma que hace 5 horas o eso es lo que le ha parecido a ella pues el tiempo le pasa demasiado lentamente como para tener la sensación de estar avanzando. Y encima Linker no parece tener la intención de aparecerse por ahí esa noche para entregarle su ansiado carnet universitario con acceso a las clases que tanto la distraerían durante el día y, quizá, durante la noche.

Está a punto de matarlo mentalmente cuando se escuchan unos golpes en la persiana. Se levanta con lentitud ya que si es él no quiere darle la sensación de estar desesperada por salir de ese lugar y dedicarse a distraer su mente con fórmulas complicadísimas, pero no es Linker el que entra hábilmente por el resquicio de la persiana, sino que es una chica un tanto rara, incluso más que ella, que dice venir de su parte.

-Hola Anki - se acerca a un grifo situado en una de las paredes y llena un vaso de agua que entrega a Anki - solo tengo agua de grifo. 

Le intercambia el paquete por el agua y lo abre para descubrir su carnet, que guarda en su cartera, algo vacía a decir la verdad. Levanta la mirada para mirar a Anki con cierto interés por lo que ha dicho.

-La verdad es que me acaba de surgir un hueco en mi "apretada" agenda que podría rellenar con eso. ¿Qué tiene planeado?

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06/04/2013, 21:20
Gretchen

¡He dicho vivos!

Tres palabras. Cinco sílabas. Y el significado real es que existe una posibilidad nada despreciable de que alguno de esos nazis, de esa gente tan dada a apretar el gatillo, se emocione y les pegue un tiro.

Gretchen vivía siempre en un estado de miedo basal que hacía que no se le diera tan mal operar cuando las cosas se torcían, porque para ella siempre estaban torcidas. Pero lo que no esperaba era que el proxeneta invadiese con agresividad su espacio personal. Siendo objetivos, Ambroos estaba siendo sensato y listo, y  generoso al molestarse en tratar de protegerla -o quizá solo fuera interés en la propia supervivencia.  Pero Gretchen sólo era capaz de mirar esa mano de hombre adulto aferrando su muñeca con fiereza, cinco dedos pertenecientes a alguien con un aire a Diéter sujetándola en la noche.

Actúa, pidió el hombre. No iba a ser necesario. Los ojos de la cría se llenaron de abundantes lágrimas, la garganta se le cerró dejando escapar solamente ruiditos ahogados, el cuerpo comenzó a temblarle visiblemente y volvió las rodillas hacia dentro, intentando protegerse de un eventual avance entre sus piernas. Podría escaparse, era más ágil que él, pero estaba presa en su cabeza: no se soltaría. Si cualquier nazi se acercaba a ellos, no le costaría ni lo más mínimo creerse la historia que Ambroos tenía montada.

Claro que... en el tejado había un cadáver alemán, y casquillos de bala. Eso despertaría preguntas, si los alemanes llegaban a verlos. Quizá la mejor baza para ambos era que el proxeneta hiciera por volver a bajar por la escalera arrastrando a Gretchen, rezumante de seguridad en sí mismo y desprecio, antes de que los alemanes terminaran de llegar al tejado y vieran lo que hay arriba. Quizá el sargento fuera tratable, si Ambroos actuaba como quien está acostumbrado a ir por ahí buscando carne para el burdel, como si esta no fuera la primera vez, como si otras veces hubiera habido otras patrullas saciadas con sobornos y promesas de gratas noches en el Boulevard.

Había muchas formas de solucionar el asunto. Solamente podrían escoger una, y más les valdría que funcionase.

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06/04/2013, 21:12
Ruth Karsten

La pelirrosa se quedó mirando por al ventanilla trasera del coche, oculta por el mismo asiento y su capucha, asegurándose de que no les seguían. Lo que le faltaba ahora es que la volviesen a pillar, escapar una vez había sido suerte... dos sería un milagro, y Ruth no creía en esas cosas.

No se acomodó de nuevo sobre el asiento hasta que Stille redujo la velocidad y le aseguro que no los seguían. La muchacha suspiró aliviada y aceptó con sumo gusto el cigarro que el conductor le ofrecía, después de todo eso necesitaba uno; sabía que si Ágatha estuviera allí en ese momento, la miraría con el ceño fruncido y la obligaría a apagarlo... pero ella no estaba en ese momento, lo cual hacía que Ruth sintiese una gran presión en el pecho por la ansiedad de no saber dónde se escontraba.

-Buscaba a mi hermana...-responde con aire ausente. No creía que la llevase hacia la periferia, donde quería ir a buscarla, es más, no sabía ni siquiera a dónde se dirigían. Pero tal vez durante el camino pudiera averiguar si tenía alguna relación con Axel... El cinturón y el apellido de su compañero... no podía ser una casualidad.

Se metió el cigarro entre los labios y apoyándose en los dos asientos de delante e intentando hacer equilibrio con el coche en marcha, dio una zancada hacia delante, saltando la caja de marchas y tras un pequeño impulso se sentó en el asiento delantero, estaba incómoda atrás. Una vez acomodada, buscó un mechero entre los bolsillos de sus vaqueros desgastados y encendió el cigarro. Le dio una calada larga y profunda, y mientras respiraba el humo del tabaco y dejaba que se escapase entre sus labios, respondió:

-Buscaba a mi hermana.-se encoge de hombros y mira por la ventanilla.

Acto seguido mira a Stille y decide llevar a cabo su pequeño plan improvisado. Mira a su cinturón, igual al de Axel, y comenta con aire distraído:

-Bonito cinturón... Conocí a alguien con uno igual...-mira hacia arriba, con aire pensativo, como si intentase recordar aquel nombre que tenía grabado a fuego... cuatro simples letras ligadas a un hombre, el cual la perseguía incluso en sus sueños.-¡Ah, sí! Axel...

Dejo el nombre en el aire y miró de reojo a Stille, observando su reacción ante su nombre.

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08/04/2013, 12:02
Niki Neill

Respiré aliviada... Al menos tenía donde quedarse... Me temía lo peor... Pese a todo, oír la voz de Izan al otro lado del teléfono me resultó tranquilizador, me aportaba seguridad y calma saber que estaba allí, aun siendo un impedimento para muchas otras cosas. Suspiré y sonreí:

- Gracias por venir. Con lo del toque de queda, no creo que podamos vernos hoy... ¿Quieres que quedemos mañana? Puedo pasar por tu hotel. - Me parecía una manera fácil de quedar con él. No paraba de sentir que me estaban escuchando y eso me impedía hablar con tranquilidad... ¿hasta que punto podrían llegar a vigilarme? Temí por Izan, quizá descubrieran cosas sobre él... por dios, un policía no les iba a gustar mucho a los anarquistas...

Miré a Drike, preguntándome si Maggie estaría dispuesta a conocerme. ¿Le causaría buena impresión? ¿Cómo sería vivir con ella? Sentía que todo esto era demasiado complicado para mí, pero ya me había metido de lleno en ello, ya no había vuelta atrás...

Aún estaba algo perdida en todo ese mundillo, y deseaba que Maggie me contara todos los detalles, sobre Drike, sobre su esposa, sobre a torre de comunicaciones... En fin, sobre todo.

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08/04/2013, 12:21
Maggie

Maggie aceptó los papeles de vuelta, tomándolos entre las manos. Unas pequeñas, con escaso esmalte, en parte por su trabajo y en parte por no recargarse y perder la naturalidad. Asintió con la cabeza ligeramente, algo acongojada. Puso los documentos junto a su bata y se recolocó tras la oreja un mechón de cabello.

- Debe de ser molesto tener tanta memoria- comentó al aire, justificándose en cierto modo ante el cerebro de Novák. No había contado con un detalle así, y se había esmerado en que quedasen presentables. Parecía ligeramente azorada ante el genio del científico-. Su madre está enferma, sí, pero actualmente todas las intervenciones son diagnósticas. Para algo así no hace falta estar ingresado, pero sobran camas en el hospital desde que La Regencia ha instaurado a efectos prácticos un derecho de admisión- bufó, hosca y molesta ante algo así-. No me molesta- apuntó con cierta extrañez la palabra- que esté dadas las circunstancias, pero sino, aunque fuese mi madre, preferiría que ingresase sólo cuando lo necesitase y hasta entonces dejase la cama a otra persona. Un ambiente de hospital prolongado nunca es sano, pero Liselote está tan acostumbrada a estas paredes que lo ve de forma distinta.

Habló de su compañera con un ligero deje de lástima sentida, como si vivir tanto para el trabajo fuese algo negativo que permitiese sentir pena. Aún así, Maggie era otra devota del asunto, por lo que quizás la pena fuese por extensión a ponerse en el lugar de su compañera. Era claro que Wassus no sentía especial apego o desapego por la sanidad privada, y que para ella daba lo mismo aquel hospital que cualquiera que funcionase por seguros sociales, aunque fuesen organizados de forma totalmente distinta, seguramente porque ya sabía qué esperar de cada uno.

- Sobre lo otro- comenzó, mostrando un ligero rubor en los pómulos y desviando la mirada-, no conozco a nadie que trabaje en el CERN. He sido el típico arquetipo de estudiante modelo que caminaba con la cabeza gacha por los pasillos sin relacionarse, y aunque las cosas han ido cambiando con los años- hasta el punto en que estaba relacionada con infantería del ejército nacionalsocialista- no me he relacionado con científicos nucleares, salvando usted.

La mujer se puso en pie, ligeramente sofocada y cohibida por algo tan nimio como eso en comparación con un tumor. Aferró la bata bajo un brazo y con la misma mano agarró los documentos. El tema parecía haberse desviado ya de la paciente a la vida personal, y aunque no le molestaba, era algo de lo que le costaba mucho más hablar.

- Le agradezco su sinceridad, señor Novák- dijo al fin, abriendo el cierre-. Tener una central nuclear en la ciudad no me inspira ninguna confianza, y menos si la han construido deprisa, corriendo, y está dando problemas. Le rogaría que me informase si el status quo cambia, como nosotros haremos sobre su madre. Puede hablar conmigo a través de Liselote, pero siendo usted más que un familiar ignorante- apuntó las dos palabras, repitiendo las de Novák, como si efectivamente no fuese su lenguaje pero se viese en la necesidad de decirlo así- no tengo problema en darle mi número de contacto. No me malinterprete.

Algunos médicos daban su número de teléfono particular o uno de contacto a sus pacientes prolongados, o a los familiares de los mismos. Sin embargo, todos ellos lo hacían de forma selectiva, para evitar sobrecargarse. Alguien como Maggie no diría "no me malinterprete" con cada paciente, pero parecía que, en efecto, lo hacía más por asuntos de primera necesidad como el tumor o la central que por un factor emocional, aunque no por ello era algo exento.

Con aquello, Novák podía retenerla un tanto más, tratar algo releante con su madre si lo precisaba, dejar pasar el tiempo entre Liselote, Ria su trabajo y demases hasta el funeral, o dedicarse a cualquier otra pesquisa, pero aquello parecía marcar en principio un punto de enlace con el siguiente escenario.

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08/04/2013, 21:52
Padre Jürguen

Tras despedirse, Caellum y Jürguen se dirigieron al Barrio Rojo directamente. Debían darse prisa, pues el toque de queda estaba próximo. Al llegar, vieron a sórdidos individuos caminando entre aún más sórdidas calles. Uniformes grises, y algún que otro temido uniforme negro, pululaban también por allí.

Al llegar a El Boulevard, preguntaron en la entrada del local por Ambroos, pero les dijeron que no estaba allí. O bien se encontraba resolviendo otros asuntos, o simplemente el portero les mentía. Sea como fuere, Jürguen insistió en verle: - No hemos venido aquí para nada.

La situación parecía divertir a Caellum. Jürguen se preguntó si Caellum no habría acudido sólamente para ver como Ambroos mandaba a tomar por saco al padre. Aunque la otra vez, cuando Erika intentó suicidarse, tuvieron ambos una charla informal en la parte trasera de la furgoneta, Jürguen recordó que Caellum no había hablado demasiado. Prácticamente había sido un monólogo por parte del Padre. Aunque hasta entonces ambos no se habían llevado mal, Caellum seguía siendo un misterio para Jürguen.

Jürguen parecía empezar a comprender a Maggie, o al menos eso creía. Ya veía de que pié cojeaba la doctora. Tenía un caracter muy marcado. Caellum era, sin embargo, difícil de calificar. Jürguen pensó que Caellum se encontraba en una etapa de transición. Sufría un trastorno médico, y eso solía afectar el caracter de la gente. Además, Caellum parecía empeñarse en mostrar un lado sórdido, como aquél barrio en el que se encontraban, pero Jürguen aún no sabía si reálmente era así o si Caellum sólamente interpretaba una pose. Sea como fuere, el apoyo de Caellum hacía la "causa" parecía más una cuestión de rebeldía hacia cualquier orden de establecido que el impulso propio de alguien que sigue unos ideales o metas.

Quizás se equivocara, pero para Jürguen, Caellum daba la impesión de no seguir norma o moral alguna, salvo la de oponerse a cualquier fuerza que quisiera cohartar su libertar. Aunque parecía una persona tranquila, era impredecible y, por tanto, peligroso para Jürguen. El "Padre" prefería a los violentos de los que podía predecir sus movimientos (había tratado mucho con ellos en el pasado) a los hombres tranquilos pero imprevisibles.

Jürguen miró a las cristaleras en las que mujeres semidesnudas mostraban sus encantos, como si objetos de un escaparate se tratasen. Entonces encontró lo que buscaba y señaló hacia un local de copas cercano, pero Caellum lo desdeñó para señalar en cambio un Coffee Shop. Jürguen se encogió de hombros y aceptó la oferta de Caellum, a su pesar.

El ambiente no estaba demasiado cargado de humo. Estaba preparado con potentes estractores, pero aun así al olfato de Jürguen llegaron los penetrantes olores de las sustancias estupefacientes que allí se vendían y consumían. Una vez allí, Caellum pidió la carta y estuvo mirando la oferta de hongos, cannabis y demás. Jürguen en cambio pidió buén café. En Ámsterdam no los hacían nada mal. Hubiera preferido una buena copa, dadas las circunstancias, pero en aquél tipo de locales, contradictoriamente, no se podían servir bebidas alcohólocas. Sólo te, cafés y algunas bebidas de frutas.

- No se preocupe, padre, luego iremos a un bar para que se tome algo. - Caellum parecía haberle leído la mente.

Sin embargo, por lo menos desde allí podía ver quién entraba y salía del Boulevard, aunque luego pensó que era una estupidez, porque en realidad no sabía cómo era Ambroos, y del lunapar entraban y salían hombres de toda índole casi constantemente. Maldita sea Jürguen. Pensó para sí. ¿De veras creías que reconocerías a un proxeneta nada más verlo?

Jürguen intentó aprovechar la ocasión para conocer más a Caellum. Se empeñó en pagar las "consumiciones" e inció una charla en la que le contó que vivía muy cerca. Primero habló con él de cosas banales, como de música clásica, ballet y ajerez. Cosas... aburridas. Luego le explicó a Caellum que Erika se estaba recuperando bien y que pronto empezaría a trabajar. También le dijo que la Erika Taglioni les agradecía que le hubiesen ayudado a atenderla.

Luego entró un  poco al trapo: - No quisiera meterme en lo que no me llaman, pero me da la impresión que sufres alguna dolencia, muchacho... - Se detuvo a dar un sorbo al café - ...consumes para aliviar el dolor, o los desagradables efectos secundarios de algún tipo de terapia ¿verdad? - Quería que el hombre se abriera y le hablara de sus cosas, pero sin presionarle. - También me da la impresión que es usted el que conocía a Natasha de antemano, y no Maggie ¿Me equivoco? -

Mientras preguntaba a Caellum, seguía mirando a través de la cristalera del Coffee Shop en dirección a la entrada de El Boulevard, al otro lado de la calle, con la bana esperanza de que alguien con un cartel inequívoco en la cabeza escrito con las palabras "yo soy Ambroos Jansen" apareciera por la calle.

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10/04/2013, 10:37
Eugenius Novák

- En absoluto es molesto. – respondió Eugenius con naturalidad y haciendo un gesto con la mano como descartando la opción. ¿Cómo iba a ser molesto tener tan prodigiosa memoria?En circunstancias normales puedo seleccionar qué información prefiero recordar. Es una cuestión de estructurar las cosas en tu cabeza. – explicó – Hay muchas teorías al respecto. – finalizó encogiéndose de hombros. – Quizá sea malo si vivo alguna experiencia traumática… recordando los detalles al mínimo una y otra vez. Créame que lo he pensado, pero por fortuna no he tenido aún ese tipo de vivencias. -

¿La Regencia había instaurado un derecho de admisión? Otro punto en contra de los alemanes. Eugenius no entendía cómo la gente de su ciudad natal había aceptado tan sumisamente la invasión. Porque era una invasión en toda regla.

Por otro lado, al genio le sorprendió que la doctora Maggie estavuiera en desacuerdo con la opinión de Liselote en términos médicos, o más bien en términos humanos acerca de cómo tratar a los pacientes. Ya hablaría con Liselote del tema… a Eugenius nunca le había gustado el entorno de los hospitales y si no había necesidad de que su madre estuviera en uno...

- Disculpe, no pretendía incomodarla. – se apresuró a añadir Eugenius al ver el azoramiento de la mujer. – Sólo me recordaba mucho a una persona que conocí en el CERN. – En ese momento Eugenius parpadeó. ¿Qué le estaba pasando? Él no era así. Él nunca había sido un ser social, no se disculpaba. Aquella mujer tenía algo que le desarmaba y Eugenius no lograba entender el qué… quizá fuera su forma de ver el mundo, su forma de comportarse en consecuencia… No lo sabía pero Eugenius se decidió a averiguarlo.

- Esté tranquila, no dejaré que haya ningún peligro para la población civil. En cuanto examine las instalaciones indicaré a los alemanes todos los problemas y todo lo que deban cambiar. No me iré hasta asegurarme de que la central es segura para todos. – aseveró categóricamente sin dudar ni un instante de su tremenda capacidad. – Y tenga por seguro que le avisaré de si hay novedades en la central, tanto para bien como para mal. -

Eugenius sacó el móvil de su bolsillo y guardó el número de la doctora Wassus dándole a su vez el suyo propio. – En cuanto tenga noticias se lo comunicaré… - aunque Eugenius pensaba que el móvil no iba a ser un medio de comunicación seguro.

- De nuevo gracias por todo, doctora. – Eugenius recuperó el carácter informal al final de la conversación. – Me quedaré un rato con mi madre. Hasta pronto. -

Eugenius decidió intentar pasar bastante tiempo con su madre, al menos hasta el funeral. El tiempo que pasara ella en el hospital, Eugenius intentó que fuera de calidad. Seguramente las continuas y repetidas visitas de Liselote ayudarían a aliviar la tensión, y Eugenius quería estar con su madre… ella era la que más apoyo iba a necesitar en esos momentos.

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11/04/2013, 23:14
Ambroos Janssen

La niña sabe actuar. Fue lo único que pensó Ambroos al ver la reacción de Gretchen cuando aferró su mano, incapaz de darse cuenta de que el terror de la chica era tan real como que ambos dos estaban en el tejado. No mientras sacar a la niña viva de aquella persecución ocupase su cabeza.

Aquello podía salir bien. Sería real, creíble.

Pero todo se desmoronó cuando el cadáver del nazi entro en escena, un actor secundario devorando a los actores principales, adueñándose la pantalla. Janssen contempló con unos segundo el cráneo destrozado, tan destruido como su engaño. No podía funcionar, ya no. No tendría validez ni inocencia alguna en una escena tan enturbiada por un crimen. Podrían fingir, pero ese muerto era presión suficiente para que Friedrich apretase el gatillo. Era un instinto: nada racional, nada inteligente. Si se quedaban allí habría preguntas que no se podrían retirar ni con dinero.

Y Gretchen acabaría en manos de la entrepierna calenturienta de su padre de nuevo.

Con ese pensamiento, Ambroos arrancó a correr como una explosión, tirando de la niña con suficiente fuerza para desencajarle un brazo.Estaba atontada y tenía que dejar de estarlo. Y mejor si era antes de que estuviese muerta. Soltó su muñeca mientras se dirigía hacía el borde de la azotea, dispuesto a saltar. Entrar en el edificio no era una opción, no después de ver el cadáver: sería mejor que pareciese que pasaban de largo.

La misma inercia tenía que guiar a Gretchen, y lo que tardase en avisparse haría el resto. Eso o sus reflejos felinos. Ella llegaría, estaba seguro. La había visto subir esa escalera como un gato. El problema era él, pero hacía tiempo que había dejado de sentir tantas cosas que un par de huesos rotos sería hasta un alivio.

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11/04/2013, 23:37
Gretchen

Gretchen era tan ágil como el chicle, pero no tenía fuerza. Ambroos tirando de ella la arrastró, que quieras que no, hacia el borde del edificio. La inercia del empuje del hombre no daba pie a más: o saltas, Gretch, o te conviertes en un charquito en el suelo. 

Su mente, un batido de terror descontrolado, no intervino para nada: la médula espinal tomó la decisión ella sola, convirtiendo lo que podía ser una versión gore del Coyote persiguiendo al correcaminos y terminando en el fondo del barranco en una grácil exhibición de dominio físico. Saltó con finura, subiendo los brazos en una posición artística como si esperase que  Markus la recibiera en sus brazos en un ejercicio por parejas. Saltó echando todo el cuerpo y el alma en ese salto, porque la parte de ella que era Alice -o que creía serlo, o que quizá todavía era Gretchen entera y consciente y no una Gretchen enloquecida por una vida que insistía en arrebatarle la vida a mordiscos ensangrentados- sabía que un error sería el último.

Su cerebro encajó otra ruedecita -ruedecitas no precisas y llenas de preciosos engranajes; ruedecitas melladas, oxidadas y mal encajadas- y el ataque de histeria por el tacto de Ambroos pasó a un segundo plano. En su cabeza, fragmentos de varias obras clásicas y las coreografías asociadas llenaron el espacio.  Al llegar al otro extremo se giró dispuesta a tomar las manos de Ambroos. La mayor parte de Gretchen lo hizo porque en esta parte del ejercicio tenía que hacerlo, girarían alrededor de un eje imaginario entre ambos y después harían un doble ángel. Una parte minúscula y casi cuerda de la cría, una Gretchen Adulta, lo hizo porque si Ambroos se quedaba al borde necesitaría que alguien le ayudase a subir. Los nazis tirarían a matar.

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11/04/2013, 23:59
Administrador

Bajo los pies de Gretchen y Ambroos durante una pequeña pero tensa fracción de tiempo sólo hubo vacío y caída libre. Un angosto hueco que abría un callejón estrecho por el que no cabía un coche, pero que sí era transitable de forma peatonal y con vehículos de dos ruedas. A través de la visión borrase podía verse una maceta en la repisa de una ventana y lo que parecía humo saliendo entre los dedos de una mano. Alguien fumando asomada a las ingratas vistas. Gente que no dormía.

Tras ello, Gretchen rodó hasta ponerse en pie, a salvo al otro lado de la repisa. Por los pelos. Cogida por sorpresa ante el empellón de Ambroos hizo lo que buenamente pudo, apoyando los zapatos en tierra firme justo sobre el borde. Ambroos lo hizo centímetros más allá, gozando de, pese a una menor habilidad, mayor estatura.

Un par de metros corridos después, la voz de alarma de un nazi sonó a las espaldas, viéndose sorprendido.

- ¡Capataz, avise a criminalística!- dijo el hombre a través de la armadura y a viva voz para los oídos de Gretchen-. Hay otro cadáver en este- comunicó más reposado, informando que habían, probablemente, otros tantos en el resto de tejados, haciendo de aquello una masacre en las alturas-. ¡Están allí! ¡Han cruzado el tejado!- bramó con parca labia, probablemente señalando a las espaldas.

- ¡Mierda!- espetó la familiar voz de Friedrich, con un tono que hasta Ambroos reconoció como una blasfemia-. Disparad a las piernas, no vamos a arríes... ¡alto!

Su mando se vio interrumpido justo cuando el sonido de los seguros descorriéndose llenaba el aire con un quejido de metal. El sonido de algo peso sonó a las espaldas de la pareja, que al girar el rostro sólo atinaron a ver uno de los efectivos, blindado tras su traje. Había saltado con él y había cruzado, muestra de que estaba en forma física y que, o se veía en la imperiosa necesidad de hacer méritos y conseguir un ascenso o valoraba muy poco su vida.

Echó a correr tras Ambroos y Gretchen, que ante ellos tenían de nuevo la entrada al interior del edificio, la escalera de incendios en un lateral, muy desaconsejable al estar expuesta a los que ahora harían de tiradores desde un tejado. Al fondo, un salto al siguiente y último tejado. Otra opción, quizás la más rebuscada, era granjearse la cobertura total de la pared que contenía la puerta al edificio, y desde ahí encargarse del soldado como fuese.

Nadie disparaba por el momento, temeroso de dar a su compañero. Uno que, si bien seguía corriendo, acababa de remover con el dedo una anilla de seguridad, liberando al aire con un movimiento de la mano un cilindro alargado que voló cruzando entre los dos fugitivos. Ambroos Janssen, pese a no ser demasiado listo y cultivado, sabía relativamente de armamento, pudo reconocer el artefacto como algún tipo de granada. No de fragmentación a juzgar por la forma, pero sí de aturdimiento, ceguera o, quizás, gas lacrimógeno. Sea como fuere, lo mejor sería apartarse y evitar en la medida de lo posible alejar ojos u oídos de ahí, según el tipo que fuese. La máscara del soldado y sus gafas, quizás le volviesen inmune a ese tipo de útiles. O eso o, nuevamente, tenía en muy poca estima su bienestar, decidido a cazar a la pareja.

- Hay uno que me suena- decía mientras tanto Friedrich, consultando con el equipo en la distancia-. Y si él me suena, quizás la pequeña también. No lo sé aún. Sólo espero que caigan en alguna cámara.

- Tiradas (4)
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13/04/2013, 20:55
Gretchen

Sólo espero que caigan en alguna cámara.

¿Alguna cámara? 

Vamos a morir. Lágrimas de pánico corrían por el rostro, por otra parte sereno, de Gretchen. Vamos a morir... pero  Stille estaba a salvo, porque la patrulla les perseguía a ellos. Eso la calmó un poco. La opción de agredir al soldado ni se le pasó por la cabeza, Gretchen era una ratita asustada, no una loba agresiva.

Si hubiera sido consciente de que apuntando a un punto vital y golpeando con fuerza aumentada podría herir seriamente a ese hombre, las cosas hubieran sido muy diferentes. Si hubiera sido consciente de que era capaz de dejar a ese soldado convertido en un cadáver temblequeante, las cosas hubieran sido muy diferentes. Pero no lo era.  

No grita, porque a Diéter no le gusta que grite. Le gusta el silencio, le gusta que los vecinos no se enteren y que el único sonido sea el jadeo amortiguado de su respiración y los lloriqueos gemebundos de Gretchen. Así que no grita cuando llega por los pelos, no grita cuando el soldado va tras ellos, no grita cuando ordenan los disparos.

La bomba de -probablemente gas- aterriza entre ella y Ambroos.  Si estuviera segura de que es de gas, le daría una patada para mandarla lejos... pero no lo está.  La mira como si fuera una criatura extraña y peligrosa... un instante. Siguió corriendo, pensando en escapar saltando por todos los malditos tejados si era necesario.

 

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13/04/2013, 22:04
Stille

Stille aparcó el vehículo, deteniéndolo al borde de una acera. Paranoico y distraído miró en todas direcciones, buscando a gente. Relajó el pecho nuevamente, confiando en que, al menos en apariencia, de verdad había conseguido esquivar a sus perseguidores y que no había ningún otro Alemán en la zona. Se serenó, dando una calada y soltando el humo a presión como una tetera, con los labios en forma de O.

- ¿Axel?- preguntó el hombre intentando hacer memoria, ceñudo-. Oh, sí. No lo conociste hace mucho, entonces. Es un novato. Muy novato. No tengo ni idea de dónde estará ahora mismo, pero tengo entendido que ese niño malcriado intenta tirarse todo lo que se mueve- miró a Ruth y mudó la expresión-. Disculpa- profirió por su lenguaje-. No sé qué relación tendrás con él, y si te cae mal, pues mira chica, lo siento, pero es un capullo. No se lo desearía a alguien como mi Gretchen.

Bajó la ventanilla un tanto, escupió el cigarro tras una última calada y, no sin antes volver a subir la apertura, arrancó el coche, comenzando a moverse con lentitud.

- Así que a tu hermana, ¿eh?- continuó cambiando de tema-. ¿Y dónde dices que ibas a buscarla?- añadió en tono ácido, a sabiendas de que no lo había dicho pero pretendiendo saberlo-. Porque sinceramente, según el nazi que te toque en estas calles a estas horas puedes acabar de vuelta a casa con una reprimenda, saliendo de arresto temporal y preventivo con una multa y, quizás, trabajos sociales, o, en el peor de los casos, podrías acabar como un bonito nenúfar en el río lleno de moretones y- calló un segundo, buscando las palabras más apropiadas mientras la miraba por el espejo retrovisor- un trágico recuerdo final.

Giró una esquina, desviándose del rumbo. Miraba de vez en cuando agachando los hombros, buscando las alturas, como si intentase adivinar por dónde podían haber ido sus antiguos acompañantes, Ambroos y Gretchen. Quizás se debatiese entre largarse sin más y quedarse a hacer el papel de protector.

- Me da que tu vida es una oda de problemas, ¿no?- preguntó-. Lo único que he averiguado de ti es que estás mal relacionada- Axel-, que tu hermana te busca problemas- desacertado, pero real de forma parcial a efectos prácticos en aquella situación aislada- y que aprecias muy poco las normas y tu seguridad. ¿Hay algo más que no me hayas contado, bala de cañón?

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13/04/2013, 23:20
Ruth Karsten

Ruth casi tuvo que contener una risotada al escuchar la descripción que daba Stille sobre su expareja. A ojos de la chica se quedaba cortísimo; ella podría decirle en orden alfabético miles de características más sobre Janssen, podría hablar lo que quedaba de noche sobre como la había hundido aún más en la mierda que la rodeaba y aún así le faltaría noche para poder terminar de hablar sobre él.

Un capullo dice... Sólo un capullo... Eso es lo más amable que podría decir sobre ese hijo de perra.-piensa Ruth soltando el humo de una nueva calada; aunque ella misma sabía que no era así. Sabía que si volvía a dejar que Axel entrase en su vida, acabaría cayendo en su trampa, como mosca que cae sobre una pegajosa tela de araña. Por eso debía evitarlo a toda costa, hasta que estuviera segura de que no volvería a suceder.

-A mí me vas a contar...-murmura más para sí que para él, finalmente soltando una risa amarga. Le da una calada larga al cigarrillo y echa el humo por la nariz para seguir diciendo:-Ahora mismo debe estar huyendo de los alemanes... Es gilipollas.-afirma refiriéndose a Axel, recordando los disparos, ¿a quién demonios se le ocurría? Aunque le llamó la atención que el conductor no se hubiese enterado de lo sucedido... Tal vez no había dado tiempo a propagarse.

Palidece ligeramente al pensar en lo que Stille decía que podría pasarle a su hermana en caso de que la pillasen... Y esa sensación de angustia que le aprisionaba el pecho aumenta su presión. Comienzan a temblarle las manos y necesita volver a respirar el venenoso humo del tabaco para relajarse un poco, aunque no la calma, ayuda.

Si a Ágatha le pasase algo... si sufriera algún daño... No podría perdonarme no haberla encontrado a tiempo.-Ruth desearía volver a tener alguna visión en conexión con su gemela, aunque fueran visiones o sensaciones que no la incumbían a ella... pero al menos así sabría que está bien y a salvo. La pelirrosa suspira, sabiendo que desgraciadamente no controla esas cosas y que surge en los momentos más inesperados.

-A la periferia. Donde las fábricas.-responde a Stille, no tenía sentido mentirle... lo peor que podía hacer respecto al tema era no llevarla, y por lo que había averiguado en ese poco tiempo sobre el anarquista, parecía ser un hombre protector con instinto paternal. Eso, o le gustaban las jovencitas.

No puede reprimir una media sonrisa que se le escapa cuando hace el breve, pero acertado, resumen de su vida. Aunque lo de Ágatha no era del todo cierto... ella era Doña Perfecta, nunca se metía en líos... Y por eso estaba tan preocupada. Por lo demás llevaba razón. Le mira, aún con la sonrisa torcida dibujada en su rostro.

-Sí, algo así...-suspira.-...Y sin embargo mis aventuras no son tan raras como las de dos hombres y a una niña subiendo por un edificio en busca de vete tú a saber el qué...-deja caer como si nada.

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14/04/2013, 12:50
Izan

Izan aceptó la sugerencia de que se vieran al día siguiente. El resto de la noche pasó sin pena ni gloria. Maggie, de apellido Wassus según acabó de concretar Drike, había tenido una urgencia con la ambulancia a última, cosa no demasiado extraña, y no podía moverse de su puesto de trabajo. Parecía ser que había un soldado alemán electrocutado con quemaduras eléctricas de tercer grado, y necesitaba de primeros auxilios, soporte vital y cuidados intensivos con apremiante urgencia.

Niki Neil tuvo que dormir en el modesto sillón de la sala de descanso, y nadie más hizo aparición por allí aquella noche. Si lo hizo no se molestó en despertarla, dejando a la pobre y a su jet lag descansar en paz. Fue a la mañana siguiente cuando Drike, que había dormido en uno de los camastros de mala muerte, aceptó en llevarla al hotel.

Hotel Qbic, ahí decía alojarse el policía. Una modesta cadena de hoteles cuyas habitaciones, pequeñas sin llegar al modelo japonés, disponían de cama, baño, televisión y caja fuerte. Eran cómodas, estéticas y funcionales, pero aprovechaban el espacio en un mundo donde, de no ser por la guerra en curso, la superpoblación sería un considerable problema.

Drike la dejó en la puerta del hotel, vestido de civil, es decir, sin el traje de faena, y convino en marcharse, dejando a la mujer resolver sus asuntos con quien quiera que fuese. Cinco pisos ascendidos en ascensor después, Niki ya se encontraba ante la puerta 307 del Hotel. No había tantas, por supuesto. La centena, como explicó la recepcionista, variaba en función del piso, no del número de habitación como tal.

Al entrar, lo que vio fue precisamente lo que le habían descrito. El baño a la derecha, la cama con la televisión encendida al otro lado del muro, halógenos o nenes morados con un panel de control en la pared cargado de botones de colores. Sólo el morado estaba accionado, dando a entender que aquello podía revestir de los demás tonos allí mostrados.

Al fondo habían ventanas, cerradas a cal y canto. La caja fuerte estaba abierta, dejando entrever un puñado de papeles y el arma reglamentaria de Izan. El mismo esperaba de pie ante la puerta, vestido para la vida moderna de esnob alemán. El hombre había nacido en el país germánico, pero había vivido más años de su vida en los incipientes estados desunidos de américa que en cualquier otro lado. Solía vestir con un estilo más tranquilo y sosegado, pero se adaptaba a la situación como un camaleón indeleble.

- Estás preciosa- atinó a decir como saludo, sonriendo-. Pasa, pasa, por favor- añadió haciendo un abanico disimulado con la mano, mostrando el interior.

Al pasar, Niki pudo ver una bandeja con el desayuno a medio consumir en la cama. Zumo de naranja y tostadas con mermelada y azúcar. La segunda tenía un par de mordiscos famélicos dados, y el zumo estaba a medio consumir, con restos en las paredes del vaso de cristal. La cama estaba desecha, señal de que había dormido ahí anoche. El aire no estaba viciado, y la temperatura era ideal. Había rendijas de ventilación en las esquinas.

Apagó la televisión con el mando a distancia y lo dejó sobre la cama. Ajustándose la bufanda, siguió hablando, girándose hacia Niki para luego entornar la caja fuerte, sin llegar a cerrarla del todo pero para no dejar que se viese el contenido.

- ¿Has desayunado?- preguntó-. Puedo pedirte algo abajo, si quieres- tras una breve pausa esperando la respuesta, continuó-. Vengo casi por trabajo, en realidad. Mis jefes me habían hecho una propuesta para colaborar en un operativo de infiltración aquí, en los países bajos ocupados por el ejército alemán. Cuando me enteré que te ibas y no podía convencerte de lo contrario, acepté- ensanchó la sonrisa, sin mudar la expresión-. Obviamente, ese fue el detonante. Hasta el momento le había estado dando muchas vueltas. Esto de hacer de espía nunca fue precisamente lo mío.

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14/04/2013, 13:14
Caelum

Caelum no parecía que fuese a poner reparos con el hecho de que pagase el Padre Jürguen. Hizo un amago de preocuparse por la economía del hombre, pero luego asumió simplemente que en el clero no podía faltar dinero. A más confianza se le cogía, más comentarios gratuitos soltaba, aunque tenía la distopía de pedir perdón si ofendía de verdad e incluso de callarse algunos comentarios por el bien del resto, y quizás, por el suyo propio.

El hombre pidió una tortilla de marihuana, aprovechando que ese día estaba disponible. El dueño del local, que les atendió en persona, muy amablemente les explicó que el alcohol y las drogas legales estaban bastante controladas. Sólo podían vender en determinados días a determinados clientes, lo cual hacía de los locales un hervidero en las horas punta y un cementerio en el resto. Pero era mejor que tener que cerrar. Dígase que la ley seca parcial que reinaba en Ámsterdam era un mero fin económico y una forma de tocarle las narices a los ciudadanos.

Caelum dio coba en las conversaciones del padre. Parecía no tener ni puñetera idea de ballet, aunque aseveró tener una sobrina que practicaba aquel deporte antes de la ocupación Alemana. Según él, su madre y su pareja, otra mujer, se llevaron a la niña de la ciudad, y actualmente estaban ocultas en París las tres. Ámsterdam era una ciudad muy liberal en cuanto a las relaciones homosexuales, pero no los nazis. Una pareja de lesbianas casadas y con una niña habían tenido que salir corriendo. Caelum no parecía tener problemas en decirlo, ya fuese por confiar en el Padre, por no tener aprecio a su integridad, o por no preocuparse de que la información se supiese.

Sabía de ajedrez, y bastante. Conocía estrategias de apertura, incluso. Podía destilarse que solía tener un enfoque muy agresivo, aunque sabía jugar a la defensiva y en un bien cuadrado punto medio. La música clásica era otro arte en el que estaba versado, aunque demostró que, según palabras textuales, "tampoco es el orgasmo de la vida". Finalmente, concedió en que la Naloxona había funcionado sorprendentemente bien con Erika, siendo el fármaco que revertía los efectos de la sobredosis por excelencia, al ser un antagonista de los opiáceos como la heroína, parcialmente sintética.

Seducido ya con conversación larga y tendida sobre nada y todo, no fue difícil sacarle unas cuantas verdades.

- Cáncer de páncreas- concedió en tono seco, tras tragar un trozo de tortilla-. Mi padre también lo sufrió, así que es uno de los pocos casos hereditarios- explicó con cierto pesar destilado en el habla-. La marihuana es medicinal, o lo es la mayor parte del tiempo. La ictericia en piel y ojos es por eso, Padre- explicó, aunque no hacía falta atando cabos-. Sin embargo, mi padre era diabético, y yo no- añadió, siendo esta enfermedad un factor de riesgo-. Da igual, en el fondo. Él murió, y en mi estadío el índice de superación es demasiado bajo. Prefiero morirme de pie a calvo y destrozado por los corticoides- se metió un nuevo trozo de tortilla, y tragó tras tres bocados-. Lo sorprendente es que el dolor es menor al que me pensaba.

Se encogió de hombros. Caelum se sabía terminal y rechazaba un tratamiento demasiado agresivo e invasivo para un escaso margen de superación menor al cinco por ciento. No quería acabar muerto en un hospital de crónicos, con el cuerpo destrozado y la mente consumida por sentirse un lastre. No hablaba mucho de su familia, si es que le quedaba, salvando la que había huido a Francia.

- Y sí, no se equivoca. Yo conocía a Natasha, Maggie no. Conozco a muchas prostitutas de por aquí, a decir verdad- alzó los ojos, escrutando la reacción del padre-, pero no como cliente. Simplemente tengo mucho trato con El Burdel. He escondido un par de cadáveres para ellos y he usado coches fúnebres como salida de la ciudad para gente que lo necesitaba. Actualmente tengo una funeraria, heredada de mi padre. Es modesta y esquelética, pero útil- sonrió cual gato de Chesire-. Tiene horno crematorio- se limitó a explicar, como si eso lo dijese todo.

Ambroos Janssen, por supuesto, no aparecía con un letrero en la frente. Quizás fuese muy reconocible, pero por el momento no tenía ninguna pinta. No es que la espera estuviese siendo en vano, claro. La información que acababa de conseguir Jürguen era de lo más interesante. El cáncer de páncreas no solía ser hereditario, pero el cáncer familiar sí que se asociaba en un elevado número de casos a ser un portador genético del Vitalismo sin llegar a tener los dos alelos del cromosoma afectados, y por tanto, no ser afectado verdaderamente por la condición. Como si el propio cuerpo replicase las células hasta morir sin ser capaz de asimilar la afección sobrenatural.

Un hombre, cuarenta años, cabello dorado, corto, barba de siete días, ojos penetrantes, metro setenta y pico, setenta kilos, piel clara pero curtida, complexión vibrada con musculatura de triatleta, porte inquieto vigilante y agresivo entró en El Boulevard. No llegaría al medio minuto después cuando lo hizo otro hombre. Treinta y cinco años, cabello oscuro, cerca de lo militar sin tocarlo, barba y bigote cuidados, ojos oscuros, metro noventa, ochenta kilos, pálido, fibroso, calmado, acompañado por una niña enjuta y andrógina de aspecto asustadizo.

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14/04/2013, 13:43
Administrador

Anki aceptó el vaso de agua. Lo tomó y bebió sin cesar, tragando varias veces seguidas sin bajar el vaso. El movimiento fue rápido, pero se quedó quieta mientras bebía. Volvió a bajar el vaso con velocidad, dejándolo en una mesa. La joven debía de padecer algún tipo de trastorno hiperactivo que la impulsaba a dar sensación de urgencia constante.

- En las afueras, cerca de las fábricas abandonadas- comenzó a explicar-. Hay congregada un montón de chusma del Barrio Rojo. Bueno chusma, son mejores que los nazis, eso por descontado- aclaró haciendo bailar las pulseras con los ademanes de las muñecas-. Nic estará allí. Nic y tantos otros. Es el sitio ideal donde no aburrirse. Dejando de lado la marihuana, allí se forman relaciones sociales de lo más interesantes. Link- Nic- se frota las manos cada vez que va allí, porque se harta de traficar.

Algo sonó al otro lado de la verja. La voz de un hombre. Por suerte, la voz de alguien que debía de conocer a Anki.

- ¿Todo bien por ahí dentro?- comentó la voz amortiguada-. Anki, date prisa. No habrá nadie a quien sacar los cuartos si te tiran el día cotorreando.

Una voz típica de hermano mayor. Anki bufó, molesta, levantándose el flequillo.

- ¡Acabo de entrar, Trevor, por el amor de Dios!- explicó con un deje histriónico, crispada, con las uñas como garras y el rostro tensionado. Como vino, se fue, recuperando el tono. Definitivamente Anki estaba trastornada de alguna forma-. Ya salimos, ya salimos- dijo para si, y para todos, antes de volver a centrarse en Sawako-. Viene de Reino Unido. No te asustes al verle. Es tan estrafalario como yo. Un ilusionista de tres al cuarto que se cree la leche porque sabe hipnotizar a la gente.

Al salir, allí estaba. Un hombre alto, corpulento en parte por efecto de la ropa, con un sombrero de copa negro y ropa a juego. El bigote unido a una perilla sin patillas, componiendo una media barba, también era oscura, de un marrón chocolate tirando al color de la oscuridad. Su piel era apagada pero lisa, pura, y el cabello una cascada ligeramente ondulada. Botas, cinturón, anillos y un colgante. Quizás hasta llevase pendientes. Era el arquetipo perfecto de vestimenta y apariencia excéntrica que todo mago debía de tener por exigencias del guión. Bien podría en casa ir con un pijama de elefantes o a la oficina vestido de traje y etiqueta, que a la hora de hacer trucos de cartas y usar el péndulo uno debía lucir cierta indumentaria.

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14/04/2013, 17:27
Stille

Stille terminó de relajarse. Era un perro de pelea preparado para el combate, y le costaba mantener una conducta serena que no le mantuviese al borde del barranco. No ver ninguna patrulla por la zona parecía satisfacerle, por lo que, ahora sí, se dignó a bajar del todo la ventanilla y asomar un brazo. Uno al que le puso un cigarrillo encendido. Salvando su ropa, bien podría haber sido un Alemán más. La naturalidad con la que trataba a Ruth, toda una desconocida, era sólo propia de un Anarquista cuyas relaciones sociales no entendían necesariamente de tiempo y distancia.

- A juzgar por ese "a mí me vas a contar" ha estado haciendo de las suyas contigo, ¿eh?- comentó Stille, reclinando ligeramente el asiento para poder mirar a Ruth sin ladear la cabeza demasiado-. ¿Y por qué está huyendo ese de los nacionalsocialistas ahora? Sabe donde está nuestro refugio, y la verdad, como le pillen voy a tener que encargarme de él antes que ellos. No podría dejar que nos pillasen- Stille seguía sin dejar claro si era Anarquista o Mercenario, porque ambos podían encajar en ese patrón, pero "encargarse de él" sonaba a borrarlo antes de que supiesen las vergüenzas de su organización. Porque Axel sería un soplón.

Siguió fumando, dejando que sólo la noche y algún papel revoloteando cortasen el silencio. No parecía ser un hombre que gustase hablar del tiempo, pero tampoco parecía ser algo que le molestase pese a ser baladí. Stille era extraño, a su manera. Era duro, pero emocional.

- Ahora iremos a ver a tu hermana. Pilla de camino a donde estamos yo y la pequeña- volvió a mirar a las alturas, por si veía a alguno de sus dos compañeros-. No me fío un pelo de dónde están ni cómo, y no quiero dejarlos a su suerte tan pronto. No tengo mucha idea de qué han ido a buscar ahí arriba. Algo relacionado con truenos o algo así- algo que, todo sea dicho, también concernía a Ruth, y no poco teniendo en cuenta que eso también se entrelazaba con Axel y con alguien que podría llegar a tener poderes sobrenaturales-. Es complicado decirle que no a esos dos. El chico, Ambroos, trabaja de vez en cuando con nosotros. La cría, Gretchen, es una especie de hijastra que me ha salido. Me la encontré en la calle, destrozada. Creo que su padre la pegaba o abusaba de ella. Quizás las dos cosas.

Se encogió de hombros. La entereza con la que decía esas dos cosas era, a su manera, abrumadora.