Partida Rol por web

¿Qué les has hecho? -increpó el anciano al cada vez más dolorido salchichero.

Oh no... ¿En serio? ¿Dorado? He visto muchos colores en las caras ajenas pero dorado nunca... ¿Crees que será? Y acompaño la pregunta con el gesto de ingesta de una salchicha. Todos sabían a que me refería, no hacía falta invocar los malos augurios pronunciando aquellas palabras en voz alta. Mierda... No quitaba la mano del pomo de mi espada, pero bueno, visto como la había utilizado en los últimos combates, bien podía meterla en mis calzones y agarrarme bien fuerte las pelotas, que el resultado iba a ser similar. A pesar de ello, el notar el pomo del arma me otorgaba cierta confianza y seguridad.

De repente en el exterior se detiene la música y se oyen alaridos, gritos de súplica. Relinchos de caballo crujir de madera y vajilla. El caos.

Dios mío... ¿Qué está pasando? Pregunto a nadie en general cuando nos detenemos. Agarrando al carnicero del pueblo por las solapas le espeto: Como esto sea culpa tuya, pienso hacerte comer las putas salchichas de docena en docena hasta que tú acabes corrompido y condenado. ¿Me oyes? Dejé que pensara un momento en aquello y luego añadí. Y luego te capo, cabrón. Lo solté y le hice un gesto a mi compañero Carlo. Vamos a comprobar que pasa... Le dije en voz baja a Carlo. ¿Me acompañas? Luego poniendo una mano en los hombros de Erick y de Pieter les digo: Habéis demostrado tener un manejo de las armas excepcional, Carlo y Yo vamos a ver qué pasa, ¿Vale? Si intenta escapar o hace algo que no deba -señalé al salchichero- cortarle el cuello. Dicho aquello partí hacia donde los gritos sonaban con más fuerza.

- Algo me dice que todo se ha ido a hacer puñetas camarada. Vayamos a ver.-

dijo el tileano mientras asentía cuando su compañero mercenario le propuso salir a echar un ojo. Todo aquel embrollo no tenía buena pinta, el tipo dorado, los aparentes disturbios ahí fuera...

Cuando salieran a fuera, sabrían qué pasaba.

¡Horror!

En cuanto los dos mercenarios tuertos salieron al exterior se toparon de frente con un mutante arrodillado en el suelo, se sujetaba con sus brazos de roca una cabeza de cabra que le había brotado del estómago. Más allá había una niña a la que le habían aparecido patas de cerdo; y más allá la gran carpa del festival estaba llena de mutantes y personas. Quienes no habían mutado, muchos de ellos, eran víctimas de la furia de unos pocos mutantes; algunos de los que estaban sanos también habían sucumbido a una ira homicida y atacaban por igual a mutantes y personas. Unos pocos mutantes no participaban en la lucha sangrienta, asustados y sorprendidos por las mutaciones que repentinamente les habían aparecido.

!Oh! Joder... Tioooo. !Son mutantes! De pronto una punzada de dolor recorrió mi ojo. Esto no está nada bien, nosotros solo somos cuatro en el mejor de los casos. Tenemos que volver... Le dije a Carlo antes de darme la vuelta y enfilar el camino de regreso hasta donde estaba nuestro compañeros. Cuando llegamos hasta ellos les digo con la cara pálida y mirando muy fijamente al Ex-Cazador de brujas: Mutantes, ocho al menos, pero seguro que hay muchos más, en la plaza... No sabía muy bien que esperar, pero lo que tenía claro era que mi intención era largarme de aquel lugar rápidamente. No pensaba jugarme la vida por aquel lugar. Yo luchaba por dinero, no por honor, ni chorradas similares, y heridos como estábamos no durábamos ni un asalto, como en el pozo... Decidido, tenemos que irnos, y juzgar a este ser despreciable. A no ser que se decida por fin de una vez y lo ejecutemos aquí señor. El comentario iba para el cazador de brujas, muy firme y muy serio.

¿Qué has hecho, desgraciado? ¿Qué has hecho? ¿Cómo has podido? ¡Bastardo!

El molinero zarandeó cn sus ancianos brazos al salchichero, quien atado y amordazado, no podía defenderse.

- Señor Harwitt...-

dijo el tileano mientras empuñaba la espada. Esperaba que el cazador de brujas entrara en razón dadas las circunstancias y les diera la orden de rebanarle el pescuezo al salchichero. Había que largarse de ahí antes de que les detectaran.

Si no, las cosas se iban a poner muy feas. Vicci lo tenía claro, no iba a palmar ahí, y mucho menos por llevar a un corrupto seguidor blasfemo de los Dioses Oscuros ante la "justicia".

A sí que el cazador de brujas ya podía ir espabilando porque si no...

Con un par de pasos firmes, con la espada en la mano me aproximé al salchichero. Le arranqué la venda de los ojos de un tirón y le sujeté la mandíbula para que me mirara directamente a los ojos mientras le hablaba. Has tenido suerte cerdo, si de mi fuera y tubieramos tiempo, tu final hubiera sido mucho más doloroso, no lo dudes. Me coloqué a su espalda y sujetándole con la palma de la mano bajo la barbilla manteniéndole la cabeza erguida apoyé la espada en su cuello y apretando fuertemente le di un tajo de lado a lado seccionando la tráquea y las dos arterias principales. Esperé unos segundos mientras notaba como aun a pesar de estar atado se removía y luego lo arrojé al suelo. La escenita había sido un poco fuerte, pero no cabía otra. No iba a escapar. Eso estaba claro señor Harwitt, mire a su alrededor, nos asaltan los mismos mutantes con los que hizo tratos. Es hora de irnos. Me di la vuelta y me dispuse a marcharme por la empalizada.

- Bien hecho camarada, ahora procuremos salvar nuestras vidas.-

dijo Vicci ante la actuación de Waldemar. Sin perder de vista ni un solo instante, siguió al mercenario hasta la empalizada.

Luego clavó la espada en el suelo -al alcance de la mano y sin perderla de vista- y juntó las dos manos para "hacer pie" a sus compañeros y que fueran pasando al otro lado.

El molinero trató de detener al mercenario, pero no fue lo bastante rápido, ni lo bastante fuerte. Agarró al mercenario cuando ya le había clavado la espada en el cuello; acabó cubierto con su sangre.

¿Qué hace, bruto? Podría habernos dicho cómo salvar a todo el mundo! ¿Está usted loco? ¡Mannfred, haga algo!

¿Qué? -respondió el cazabrujas- Sabíamos que era culpable, iba a morir. No me gusta el modo en que se han hecho las cosas, cierto, pero...bah. Lo hecho, hecho está.

El cazabrujas observó el exterior, calculando sus posibilidades.

Sí, debemos salir de aquí. Esto está lleno de mutantes...pero...hay algo que no entiendo. ¿Por qué algunos se ven afectados y otros no? ¿Quién de vosotros ha comido alguna vez de sus salchichas? Si ha usado carne humana deberíamos convertirnos en necrófagos, no mutantes. Hay muchas cosas que no entiendo. Tal vez sólo sea cuestión de tiempo...¡Dejemos esto para más tarde! ¡Ahora debemos salir!

- Celebro que haya entrado en razón, no esperabamos menos de un cazador de brujas de su experiencia.-

dijo el tileano mientras esperaba a que sus compañeros pasaran al otro lado. No iba a ser muy difícil dada la escasa altura de la empalizada. Tenían la salvación a un tiro de piedra.

- Vamos, el tiempo apremia, yo os haré pie para que vayáis pasando. El último que me ayude a trepar.-

les comentó apremiándoles.

La respuesta del anciano fue comprensible, al igual que también lo fue la del veterano cazador de brujas. Había visto más que suficiente a pesar de que las cosas no le cuadraban del todo. A decir verdad a nosotros tampoco. Pero no me iba a parar a meditar sobre ello mientras escapábamos. Ayudado por Carlo comencé a saltar la empalizada mientras comentaba por encima del hombro. ¿Quién sabe? Igual a la gente de confianza que trabajaba a su alrededor como usted y el -los señalé a ambos- no les diera esas salchichas sino de las normales, a fin de cuentas, ustedes dos le eran muy útiles para seguir con el negocio. En cambio no sabemos que era de la gente corriente cuando abandonaba el festival...

De un salto pasé al otro lado y me puse a montar guardia por si de pronto algo nos intentaba atacar una vez fuera. Lo que si se es que esos mutantes estaban aliados con él, totalmente seguros de ello, y esperando el perdón confesaron sus crímenes y los del patrón. Tenemos los objetos, la confesión, los restos y ahora encima, el ataque de sus anteriores socios. La cosa estaba bastante clara a ojos de cualquiera,  la inquisición no es que se destacara por necesitar muchas pruebas para sus autos de fe, por lo que no se que más esperaba.

El grupo se dirigió hacia el muro. El joven Moser ayudaba a su padre a llegar hasta ella. Carlo se quedaría ayudadno a escalar a los demás. Ulrich fue el primero en cruzar la empalizada, cuando ya tenía un pie al otro lado pudo ver a dos mutantes que se aproximaban hacia ellos.

El cazabrujas se encaró a ellos con su vieja espada oxidada.

Sigo con pasos cada vez más rápidos que luchan por no crecer hasta zancadas descaradas. La muerte ha sido necesaria, aunque como siempre no me gusta complicarme la vida. Una tontería de pensamiento mientras busco pie para escalar la empalizada y escapar de un pueblo lleno de mutantes, todo sea dicho, en contra de su voluntad.

- Ulrich ayúdame a subir por Sigmar, que no soy tan fuerte como vosotros- me quejo para que me aupe, no soy capaz de encontrar un asidero, aun con ayuda, lanzo miradas de miedo a los asquerosos mutantes que se acercan.

-¡Vamos!.-

dijo Vicci mientras empujaba a Erick al otro lado de la empalizada.

Luego señaló al halfling:

-Tú eres el siguiente.-

le dijo mientras juntaba las dos manos para hacerle pie.

Cuando salté el muro vi a aquellos seres al otro lado y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Mi cabeza reprodujo automáticamente las vagas sensaciones de mi último combate, donde había perdido un ojo. Saqué rápidamente la ballesta e intentando apuntar, y digo intentando porque con un ojo el tema de la profundidad no lo "veía" nada claro, disparé contra el mutante más feo de los dos. Por desgracia la flecha se perdió pasando muy cerca del susodicho energúmeno. MIERDA PUTA... Mascullé indignado mientras comenzaba a tensar la cuerda para otro disparo.

¡A mí! ¡A mí! ¡Sácame a mí! ¡Soy más pequeño!

El pequeño y gordo cocinero se subió a las manos del mercenario y, torpemente y con efectividad, logró pasar al otro lado, a salvo.