Partida Rol por web

Aaah... la tranquila Isla Verde. Ciudad de veraneo de aquellos que pretenden descansar de sus ajetreadas vidas en las grandes ciudades de islas más cosmopolitas. La selva tropical que puebla la mitad de la isla contrasta con el pequeño poblado con aspiración a ser ciudad.

Con los años el pequeño poblado Hobbit se ha hecho más grande y aunque no llega a ser ciudad portuaria, tiene lo necesario para satisfacer las necesidades de los mercaderes y los marines que se acercan al lugar para vender sus mercancías o reclutar a los jóvenes del orfanato.

Pero esta tranquila ciudad también tiene su lado oscuro. Lejos de la vista de los miembros de la armada, en una pequeña cala cercana a la playa principal de la isla, se encuentra un pequeño reducto pirata. Reducto que abastece las necesidades de los piratas... el ron*, las mujeres y las peleas.

Pero ahí no tiene lugar el inicio de esta aventura... debemos desplazarnos a la capital del Isla Verde. Wade, nombre para nada pirata... por si alguien lo dudaba, se encuentra haciendo recados para su jefe, Oddie. En el pequeño puerto se pueden ver varios barcos de la armada... algo raro pues no es momento de reclutamiento.

¿A qué tanto barco aquí? ¿Estarán preparando algo?

Con el saco de recados al hombro me acerco a cualquiera de los marineros que siempre andan por allí, por las mañanas ya que se pesca por la noche y madrugada, remendando algna red o preparando anzuelos.

-¿Alguien sabe que pasa? ¿Por qué esá la armada aquí? No es época de reclutar ¿Qué preparan?

No me da miedo preguntarlo, pues mi nombre no es nada pirata. Si me llamase Sylphi o algo así, nombre que destila miedo y piratería, no me acercaría tanto a un barco de la armada.

Un mediano anciano, uno de los que lleva más tiempo en esas aguas pescando y de los que ha visto más amaneceres en ese asentamiento, mira a Wade cuando pregunta. Vuelve a la red para acabar de tenerla lista para esa noche mientras responde a su pregunta.

-Parece que persiguen a alguien... un temible pirata o algo así... han entrado a registrar muchas casas. Los Coggart casi pierden todo lo que tienen por el registro. Estos de la armada no se lo que se piensan...

A pesar de los dedos llenos de nudillos y que parecen tener artrosis, maneja con soltura la aguja mientras para de un agujero a otro.

-Vienen aquí a molestarnos. No nos dejan tranquilos... seguro que nosotros somos los próximos - dice refiriéndose a su familia y él.

Aunque es pescador, su mujer y su hija regentan una tienda donde venden diferentes productos... incluso una receta especial de vino con especias que es muy famoso en la isla.

-Pues antes de que eso pase...Oddie quiere un par de barriles y una botella. Aquí traigo el dinero.

Miro los barcos de nuevo.

-Desde luego...sí ¿Qué se creen? Es como si diesen por hecho que todo es suyo. Los piratas al menos son más sinceros. Joden igual pero...no fingen nada ni van con dobleces. En fin ¿tienes alguna carreta o algo para llevar los barriles? Tardaré mucho menos si los puedo llevar los dos a la vez.

Yo no he visto ningún barco por aquí...no sé que buscarán.

-Ve a la tienda, hijo. Creo que hoy está mi hija atendiendo la tienda.

No hay mucho más que decir. El mediano sigue cosiendo y arreglando la red mientras el día avanza. Se le escucha remugar por toda la situación que están viviendo.

-Malditos Marines... somos gente tranquila.

Me podía decir si le quedan o no, que seguro que lo sabe...en fin.

Voy hasta la tienda tras una última mirada a los barcos. Sus tripulantes serán lo que sean, hijos de perra o no, pero los barcos son bastante impresionantes. Eso es indiscutible. Meneo la cabeza, sabiendo que por más que sea lo que de verdad quiero,nunca surcaré los mares. No puedo dejar a Oddie, cada vez está más mayor. Así que mejor ni pensar en ello.

-Hola. Necesito un par de barriles para Oddie. Y una botella.- sonrío a la chica.

-Hola Wade.

Una mediana regordeta y simpática saluda desde el mostrador. Parece que, a pesar de la situación, no pierde la sonrisa. Si es cierto que han hecho una inspección en la casa de los Coggart, quiere decir que dentro de poco es posible que le toque a su familia.

-En un par de horas tendrás los barriles. De momento, la botella - le entrega una botella de vino con especias casero -. ¿Has escuchado lo de los Coggart? Hace unos minutos me he enterado que también ha pasado con los Sheep y los Pears. Dicen que son Marines, pero se comportan como piratas - niega con la cabeza, reprochando ese comportamiento.

-Los piratas al menos van de cara...no les puedes negar lo que quieran. A los marines...tampoco. Y encima van de buenos. -suspiro- saben que no podéis decirles que no y respaldar esas palabras. No sé por qué piensan que van a encontrar algo ¿Tú has vistoalguna cosa rara?

Guardo la botella.
 

-El pueblo está tan tranquilo como siempre, así que no... no he visto nada raro, salvo esos barcos de la Marina.

Parece que no hay mucho más que decir y la chica se dispone a entrar en la trastienda para decirle algo a su madre sobre el pedido, pero se gira de pronto llamando la atención de Wade.

-¡Ah! Wade, me ha dicho Tim que te pases por la carpintería... a ayudarle en algo. Que tu eres más alto y te necesita. Que vaya todo bien.

Se despide con una sonrisa.

-De acuerdo. Gracias por todo, nos vemos.

Salgo de la tienda y hago el resto del recorrido de recados: dos quesos enteros, un ganso, dos calabazas pequeñas y un tarro de miel. El macuto que llevo a la espalda está mucho más abultado que al salir de la taberna, pero antes de regresar me acerco a la carpintería. Antes de entrar a ver que quiere Tim pretendo pararme a mirar. Dese la puerta de la misma se puede ver casi todo el puerto, de hecho un camino muy transitado es desde la casa del armador, que repara los barcos, a la del carpintero, para dar toques más artisticos o delicados. Suelen colaborar mucho. También se verá mucho de la bahia,  está un poco elevada respecto al pueblo para que si llueve mucho el agua baje y estropée poco la madera.

Molaría disparar uno de esos cañones, fijo que sí. ¿Si se quedan aquí unos días me dejarán disparar sus mosquetes para probar? No creo...

No soy malo disparando, al menos no para lo poco que he disparado cuando alguno de los clientes me dejaba probar con sus armas. Rara vez por desgracia...he practicado más con la espada, compitiendo amistosamente con el hijo del herrero.

En su camino hacia la carpintería de Tim, escucha un ruido extraño en uno de las pocas callejuelas estrechas que tiene la ciudad Hobbit. Parece no haber nadie por allí, pero lo que escucha es la respiración de una persona... quizá es alguien que se ha hecho daño y no puede pedir ayuda... o un niño que está jugando al escondite... quien sabe.

Si es un niño jugando al escondite le haré una putada si voy pero...¿Ahora? Con los barcos de la armada aquí dudo que dejen a los niños tan cerca...bueno, la dama decidirá.

Saco mi moneda de la suerte, y la lanzo al aire con un golpe de pulgar.

-Cara, voy. Cruz, sigo.

Atrapo la moneda cuando cae y la pongo sobre la otra mano. Cara.

-Pues voy.

Me acerco a investigar la respiración mientras guardo la moneda en mi bolsillo. Mi moneda de la suerte, con dos caras aunque solo yo lo sepa.

Se puede escuchar un ligero gesto de dolor amortiguado por las ganas de no darse a conocer, pero que no ha podido ser ocultado en su totalidad. Parece que quien se esconde ahí sí se ha hecho daño. Quizá, si es un niño, no quiere que nadie vea que se ha hecho daño para que sus padres no le riñan o quizá se esconde de algún matón, aunque en la isla no abundan esa clase de personas.

Aunque también cabe la posibilidad que sea un temible pirata forajido que no quiere ser encontrado. Un pirata maltratado por las tempestades del mar y que ha acabado en aquellas cosas, huyendo de los hombres del Rey.

En realidad, hay tantas cosas que podrían ser... ¿Y si es una chica que huye de alguno de los Marines?

Me acerco unos pasos más.

-Oye, sal. Parece que te has hecho daño...venga, te echo un cabo. No me chivaré a tus padres.

Debe ser un crío al que le han prohibido acercarse a los barcos y se ha hecho daño y no quiere que lo regañen...

-Venga, en serio, no muerdo.

Me acerco más.

Lo que se encuentra tras la esquina no es la figura de un niño... ni humano ni hobbit. Al menos, es más grande que ambos, vista desde lejos. Al acercarse un poco más, puede apreciar un poco mejor quién es. Parece que ahí escondida hay una chica que trata de ocultar su cabello y su cuerpo con una capa medio rota y mojada. Se queja un poco con la mano puesta en uno de sus costados y parece que esa no es la única herida.

Vaya...una mujer. Parece herida.

Me acerco, con cuidado. Si pretende esconderse lo mejor será no ponerla nerviosa. Me agacho al estar frente a ella, fuera del alcance de un arma corriente y sin que se me vea desde la calle a no ser que estés justo delante del callejón.

-Hola. Oye, se ve a la legua que no eres de aquí. Y apostaría a que eres la razón de que esos barcos de la armada estén aquí. Podría llamarlos...y probablemente me ganaría un empujón y poco más. O podría ayudarte y que les den por saco...no se están comportando nada bien. Y tú estás herida, necesitas ayuda.

Me encojo de hombros.

-Tal y como lo veo soy tu mejor opción. Lo único que pido es que no robes ni hagas daño a nadie del pueblo.

Abre un poco los ojos, mostrando su color verde intenso que bien podría recordar al verde de la selva y de la hierba. No articula palabra porque seguramente es un esfuerzo demasiado grande como para gastar energía en eso. Intenta levantarse, pero parece que tampoco tiene fuerzas para poder hacerlo por su propio pie. Debe de haber tenido un desgaste brutal con todo el cuerpo herido. Vuelve a cerrar un poco los ojos para respirar dolorosamente.

Parece tener la frente perlada de sudor.

-Tomaré eso como un sí. Espera aquí, vuelvo en un momento.

Regreso a la tienda de vinos y compro un barril de agua mediano. Espero no haberme equivocado al calcular el tamaño de la chica. Regreso al callejón con cuidado de no ser visto, y vacío el agua al final del mismo.

-Esto puede que te duela, pero aquí no puedo hacer nada y nos pueden ver en cualquier momento. Pero puedo curarte en mi casa...para ir, usaremos el barril. Métete, vamos.

Tiendo una mano para ayudarla. Aunque..parece bastante débil. Necesitará más ayuda, por lo que me acerco. Siempre observándola por si no quiere que lo haga. No quiero forzarla a nada.

Si se deja o desmaya, o simplemente no dice nada, la meto en el barill. Me quito mi chaqueta y mi camisa para asegurarme que no se golpea ni mueve demasiado cuando lla lleve hasta mi casa, pues tendré que hacer rodar el barril. Allí la saco y la llevo a mi cama para poder ver donde tiene y como son sus heridas.

Cuando el chico se acerca a ella su primera reacción es tratar de alejarse. No puede saber si sus intenciones son buenas o simplemente la llevará ante la armada para que acaben con ella. Pero visto que no tiene fuerzas para moverse, sobre todo por el cansancio de huir más que por las heridas, se deja coger con él.

Tras un recorrido bastante tortuoso, al menos para ella, llegan a la posada. Las sábanas de la cama enseguida se manchan de rojo debido a su herida en el costado. Parece hecha por un arma de fuego, pero no se puede decir nada más. El resto del cuerpo presenta cortes, golpes y otras heridas que no suponen ningún riesgo para la salud... al menos, a simple vista. En su muñeca, hay una marca grabada a fuego hace muy poco. Parece la marca que la Armada pone a los piratas.

Apenas presto atención a nada más que a esa fea herida de bala. Ni me planteo llevarla a un médico, no quiero moverla más además que sería arriesgarse a que nos pillen. Arriesgarse más, mejor dicho. Y no parece poder permitirse esperar a que lo traiga. Puede que tenga más heridas serias pero...una a una.

Asiento, para mi mismo, y empiezo a moverme. No quiero que la marina aparezca, tampoco Oddie y no tardará mucho en terminar lo que sea que ha salido a hacer. Con suerte estará cotilleando con alguien sobre los barcos. Cojo hilo de pescador, el mejor whiskey de Oddie, unas pinzas, sábanas limpias y un cinturón. Pongo el whiskey a calentar en un cazo en el fuego que siempre hay en la cocina. También cojo agua.

Le cojo la cara para que me mire cuando lo tengo todo.

-Oye. No soy médico, aunque he visto curar un par de heridas de disparo. ¿Sé lo que estoy haciendo? En realidad no, pero es lo que hay. Tú concentrate en no morirte, e intenta no moverte mucho. Y muerde esto.

Le pongo el cinturón entre los dientes, le va a hacer falta.

-Vale...- tomo aire y empiezo.

Quito la ropa cercana a la herida y lavo la zona con agua, para ver bien la herida. Mediante el tacto, aunque le duela, trato de localizar todos los trozos de la bala. Por suerte parecen ser solo dos. Espero que sean solo dos. Tomo las pinzas y las introduzco en ella con todo el cuidado que puedo. Me sorprende que no me tiemble el pulso, pero no lo hace. Pese a todo no soy un médico experto: le hago daño. Y más aún cuando por ese daño de mueve y rozo más carne aún. Pero de alguna manera consigo sacar los trozos. Aún así, vuelvo a palpar la zona, sin reprimirme. Debo hacerlo. Incluso uno las dos partes de la bala...y menos mal que lo hago: falta un trocito muy pequeño. Localizarlo y sacarlo no es nada fácil, y más doloroso aún, pero es el último.

-Ya casi está...pero ahora esto te va a doler. Muerde bien.

Tomo el whiskey casi hirviendo ya y lo vierto en la herida y la zona. La sujeto todo lo bien que puedo, he visto al médico del pueblo hacer eso antes de cerrar heridas. "Mata los bichos" es lo que siempre dice. Para la última parte, al menos parece estar desmayada. Así no se mueve, es una ayuda. No pierdo tiempo y coso la herida con el hilo de pescar. Varios puntos, fuertes, pero sin rasgar la carne. Por último vendo la herida con tiras de las sábanas limpias. Aprovecho para desnudarla y ver si tiene más heridas graves.* Curo las leves con agua y vendas y por último le pongo ropa mía.

-Un poco más, Wade.

Con cuidado la muevo a otra cama. Limpio la sangre del suelo de mi cuarto y quito las sábanas, las mías y los restos de las rotas. Las llevo a la cocina y lanzo al fuego. Sin rastro. Para terminar me lavo, algún extraño milagro ha dejado mis ropas sin manchas de sangre, mis manos y brazos y regreso a la habitación en la que la he dejado. Me apoyo en la pared y me dejo deslizar hasta el suelo.

Solo entonces empiezan a temblarme las manos y a martillearme el corazón en el pecho. He estado tan concentrado en lo que hacía que ni he mirado su cuerpo en el sentido que lo habría hecho normalmente cualquier hombre al desnudarla. JAmás había visto tanta sangre tan de cerca. No sangre humana.

^_-Joder...- dejo escapar entre dientes, sintiendo el bajón tras la subida de adrenalina.