Partida Rol por web

Hachazo tras hachazo ese jodido asesino iba comiéndose la puerta como la carcoma la madera vieja.

Los gritos de todos eran cada vez mas fuertes con cada astilla que saltaba de la puerta, y yo me agobiaba sola de ver que estaba encerrada en aquel sitio. No había ventanas y puertas...¿ a donde coño daban? Mike sugirió salir por una. En aquel momento habría saltado de un puente si me lo pidieran, si veía que era mejor opción.

Íbamos a saltar de la sartén a las brasas!

Mercy comentó lo del fuego, y por ello la alarma. Pero ese tio no picaba dos veces en la misma tontunada. Sin embargo...

- Vale.. pues démosle algo real. Fuego!!- rebusque en los bolsillos de la cazadora y saqué el mechero. Ventajas de ser fumadora*- Dadme algo que prenda! UNa toalla, un desodorante, lo que sea... lo mismo... no se si... dije algo confusa.- Algo controlado, porque podíamos quemar el Whitemore Center con todos dentro.

Maldito Julius, cuando te vea voy a darte tal patada en el culo que tu boca olerá a mierda!

Y pese mi idea, reculaba hacia la salida, tampoco iba a meterme en la boca del lobo  por mi propio pie.

—No... No creo... —Le costaba hablar mientras huía. No solo era por culpa de no estar acostumbrado a correr, casi ni siquiera a andar rápido, y que aquello le quitara el resuello, sino que el miedo, además, le atenazaba por entero: sentía un agudo dolor en el estómago, como si le hubieran pegado un puñetazo, le pesaban las piernas, que apenas lograba controlar, y tenía la garganta reseca y la lengua paralizada. Aún así, se obligó a seguir adelante, a seguir huyendo, y también a que las palabras salieran de su boca—. No creo que sirva de algo tirarle una toalla encima, por muy encendida que esté. Y yo no usaría ningún spray para eso. —Negó como pudo—. He leído que la llama puede colarse en el bote... Y explotar.

No, eso no bastaría. No era suficiente. Necesitaban algo más. Bombas caseras. Eso no había salido en las noticias, pero tenía sentido. Aunque no era un genio en química, creía poder hacer algo parecido. No podía ser tan difícil hacer un cóctel molotov casero, lo había visto mil veces en películas y series. Hasta había visto algún vídeo en Youtube, seguramente en algunos de sus muchos ratos libres que ocupaba matando su curiosidad. Si llegaban a...

—El laboratorio. Si logramos salir de aquí, podríamos ir... —Una vez más, se calló. Si lograban salir de allí, lo mejor que podían hacer era salir corriendo todo lo rápido y todo lo lejos que pudieran, y dejar a ese loco en manos de la policía. Ellos se encargarían. Si logramos salir de aquí—. A lo mejor el desodorante no es tan mala idea. Hay que tener mucho cuidado, hacerlo a pequeñas ráfagas y parar en seguida si la llama se te acerca. —No era gran cosa, pero a lo mejor serviría de algo. Al menos, les daba una oportunidad. El problema, como siempre, es que no tenían nada a mano que sirviera.

-Tengo otra idea- Anunció Marian.

-Podríamos con ayuda del mueble intentar contener la puerta mientras comenzamos un fuego aquí mismo. Se extenderá a toda la maldita uni si hace falta. Después bloqueamos el único acceso que tenemos al exterior.

Era consciente de que aquello no era un plan maravilloso. ¡Qué diablos! Puede que ni se mereciese el calificativo de plan. Sin embargo estaba desesperada y la perspectiva de morir a hachazos no era nada halagueña.

-No es un plan pero creo que evitaría que muramos intentando llegar al labo.

Mike mostraba claros indicios de estar apunto de sufrir una sobredosis de adrenalina. Daba saltitos y golpeteaba la puerta con los dedos, esperando a que el resto cruzara. Escuchó por encima las ideas que iban teniendo mientras mantenía un ojo en la puerta destrozada a hachazos. Si no se largaban ya, ningún plan sería factible.

- Si empezamos un incendio ahora seremos los primeros en quedar chamuscados. Aun no sabemos si hay otra salida, por eso tenemos que largarnos de aquí de una puta vez. ¡Moved el puto culo!

Avanzó unos pasos más allá de la puerta, pero se volvió hacia sus compañeros al instante. Por su expresión, parecía ser que dos neuronas se habían chocado por accidente en su cerebro.

- ¿Has dicho desodorante, verdad? -preguntó a Lena.- Sigamos avanzando a ver si podemos llegar a los vsetuarios, allí debe haber alguno. Por el camino, buscad cualquier otra puerta o ventana que dé al exterior. Si podemos llegar al laboratorio, cojonudo. -hizo gestos raros hacia Noah, moviendo los dedos y la mano del brazo sano como si lanzara un conjuro.- No sé qué otras mierdas ves en tu ordenador a parte de cadáveres y movidas raras, pero si crees que has visto suficiente McGyver como para sacarnos de esta si llegamos allí, lo intentamos. -siguió avanzando.- Pero habrá que ganar tiempo, ese tío nos pisa los talones. -Pareció entonces tener otra ocurrencia, pues comenzó a asentir con la cabeza.- Sí, igual tenemos una oportunidad. ¡Hay que encontrar los vestuarios!

-¡Vamonos entonces! -Gritó echando una mirada atrás y empujando a Mike que decidió detenerse repentinamente.

Aquel maníaco con traje navideño continuaba destrozando la puerta a hachazos sin que le importase mucho que todavía no hubiesen llegado a consensuar un plan de escape o de ataque contra él. Ya casi había destrozado media puerta y solamente le habían hecho falta tres potentes golpes, y la estantería apenas duraría frente a alguien con semejante fuerza. Mientras proponían diversos planes Mike sostenía con impaciencia la puerta del almacén que daba acceso a un segundo almacén algo más grande esperando a que pasasen por ella y dejasen esa discusión para cuando un asesino armado no estuviese tan cerca.

Cuando cruzaron todos Mike cerró la puerta y colocaron otra estantería para entorpecer el paso del Santa Claus todo lo que pudieran*. Un nuevo golpe de hacha se escuchó al otro lado y poco después un estruendo al caer la primera estantería. Un obstáculo menos para él. Afortunadamente ya habían salido de allí. Corrieron hasta cruzar el segundo almacén y tras atravesar un par de habitaciones más llegaron a la pista de hielo enrojecido por la sangre de los cadáveres de sus compañeros. La imagen era abrumadora. Mike les guió hacía los vestuarios a través de una ruta que no implicara volver hacía el asesino, aunque tenían que atravesar el macabro escenario para ello. Llegaron a una pequeña sala con olor a humedad y varios bancos de madera colocados en medio, con hileras de taquillas a ambos lados. El plan era coger un desodorante y un mechero y usarlo como arma hasta ganar algo de tiempo para lograr salir del pabellón, cruzar el campus y llegar al laboratorio de química para preparar algo más elaborado con lo que hacer frente al asesino.

-¡Espera!- Dijo Marian pidiendo al grupo que detuvieran sus pasos. Se le había ocurrido cómo seguir poniendo obstáculos a aquel maníaco con un singular sentido del humor. Esa especie de Grinch que luchaba por extinguir cualquier ápice de felicidad navideña en sus memorias.

-¡Aquí hay un cubo!- echó algunas toallas secas y papel, cualquier cosa que encontró a su paso. A continuación colocó el cubo bajo un par de bancos apilados, aquello ya era una señal de lo que tenía planeado hacer.

-¡Rápido el mechero! -Le pidió a su compañera-. Si como dices, teme el fuego, le costará pasar por aquí.

-Espero que no nos hagas arder a todos..- Gruñí mientras me acercaba a Marian y encendí las cosas que había preparado a modo de barricada.

No sabía si serviría de algo. Puede que ese tío de diera una patada a aquello y punto. Pero quizá, si no era idiota, se imaginaba que al menos, fuego, podíamos hacer.

Salimos pitando, dejando atrás una pequeña columna de fuego y... humo. Mierda! Tendríamos poco tiempo hasta que el humo llegara hasta los detectores y activara los aspersores del techo*. Pero puede que lo suficiente para que pudiéramos salir de allí.

Afortunadamente llegamos mas allá, a través de la pista de hielo y otra vez esa imagen de compañeros mutilados. Aguanté las ganas de vomitar cuando pisé una mano (o lo que fuera) e hizo un sonido como de pan mojado. Uggg! La idea era llegar hasta el laboratorio.

- Mike! El desodorante!- Que no sea tan tonto y coja uno de Roll-on- En el laboratorio hay gas y seguramente ácidos o... yo que sé.... que poder tirarle en caso de no consigamos encontrar la salida.

Eso esperaba porque el pánico me empezaba a agobiar. No sabía cuánto resistiría en aquel estado. El corazón me va a estallar!

Aquello iba mal. Peor, si cabía. Mike les guiaba hacia los vestuarios por un nuevo camino que consistía en rodear todo el gimnasio, y allí, justo allí, se habían tenido que parar. Marian y Lena, que aún no tenía claro si poseían una fuerza de voluntad más allá de la que él siquiera podía coincidir o si simplemente algo dentro de ella se había quebrado ya, se habían detenido tras cruzar por medio de aquella masacre. Buscaban ropa, toallas, bancos y cualquier cosa que pudiera prender y él, mientras lo hacían, no podía parar de mirar, a través de la puerta, los cuerpos ensangrentados, colocados en grotescas posiciones y muchos de ellos destrozados y desmembrados. Sujetaba con fuerza la mano de Mercy, lo único que le sostenía mientras todo le daba vueltas. Mareado, no era capaz de apartar los ojos de la carnicería, a pesar de que las náuseas amenazaban con hacerle vomitar si seguía allí, absorto. Era mucho más horrible de lo que se había atrevido a imaginar.

—^{_{¿Por qué?}} —balbuceó en un susurro inconscientemente—. ^{_{¿Por qué}}? —Había pasado su vida leyendo casos como aquél, viendo cosas que le habrían producido escalofríos a cualquiera, y aún así era incapaz de entenderlo. ¿Quién podía querer hacer algo como eso? Siempre había creído ver un patrón en aquellos asesinos en serie que de vez en cuando azotaban el país y, en menos ocasiones, al otro lado del océano. Fuera dónde fuera, cogía con ansias cada nueva noticia de aquellas y las desgranaba. Y sin embargo...

Las chicas habían acabado de montar su pequeña barricada y las primeras llamas le sacaron de su estupor, devolviéndole a la realidad una vez más. Seguían en peligro, no podían quedarse quietos. Necesitaban una salida. Y algo con lo que protegerse.

—¿Mike? Mike. ¿Has encontrado un desodorante que esté lleno? —Aquél era su territorio. Si había algo que encontrar, lo haría él. Pero no todo podían hacerlo los demás; también tenía que ayudar—. Dádmelo. Y el mechero. Yo lo haré...

Mike avanzó a toda velocidad a través del Whittemore. Tenía la cabeza en otra parte, pero al menos estaba lo bastante despierto como para seguir avanzando. Fue entonces cuando salieron de nuevo a la pista de hielo, y la imagen grotesca que allí se les presentaba le recordó su anterior encuentro con el psicópata. Casi había olvidado lo que le estaba doliendo el hombro. Prefirió no decir nada y cruzó la pista por un lateral, todo lo rápido que pudo, hasta llegar a la entrada de vestuarios.

Cuando todos estuvieron dentro, se dió el lujo de tomarse un respiro. Todo aquello era una completa locura, y empezaba a sentir que perdía conexión con la realidad. Se asomaba de tanto en cuanto hacia el pasillo por el que acababan de entrar, riendose solo de tanto en cuanto. No fue hasta que Lena gritó su nombre que no despertó de aquel extraño sueño. La miró extrañado, como si por un instante no esperara verla allí, pero rápidamente se puso manos a la obra y comenzó a rebuscar entre las taquillas. Para su sorpresa, justamente aquel dia parecía que todo el mundo se había portado bien y habían recogido sus cosas, pues no encontraba nada.

- Estoy en ello, joder. -respondó ante la insistencia de Noah, con la cabeza metida en una taquilla.- Solo tengo un brazo útil, ¿recuerdas?

Por suerte para todos, un aullido agudo les anunció que Mike finalmente había encontrado uno. Se echó un par de chorros en las axilas y se puso a toser, aparentemente no muy contento con el aroma.

- Uh, mama... -dijo con voz apagada.- Se nota que es de alguno de Connecticut. Jesús... -tosió por última vez y volvió a hablar con normalidad, dándole el bote a Noah.- No te pongas cachondo con esto, niño psicópata. -se sentó en uno de los bancos, sugetándose el hombro.- Venid todos, tengo una idea. No os va a gustar, pero me importa un carajo. Hay que ganar más tiempo para encontrar otra salida, y la única manera que se me ocurre es la siguiente. -habló entonces como si compartiera una jugada con sus compañeros de equipo.- Lena y Marian siguen avanzando y buscan una puerta o ventana que dé al exterior. Mercy y yo volvemos unas cuantas salas atrás, seguidos de Noah. Mercy llama la atención de ese tio, yo lo tumbo, y la Antorcha Humana le quema la jeta. Cuando esté torrezno, nos reencontramos con Dora la Exploradora al cuadrado, a ser posible junto a nuestra ruta de escape. -los miró a todos, esperando que el plan fuese lo bastante claro.- Pero antes, que alguien me ayude a recolocarme el hombro.

-No me gusta.- Gruñí.

Si, vale, Mike me apartaba del peligro. Y debería alegrarme por ello, pero salir pitando no era mi estilo. Por otro lado estaba acojonada. Como el resto de los que estábamos allí.

No sabía si Noah decía enserio de usar él el desodorante. Noah era de esos que no destacaban precisamente por su valentía. Pero había que reconocer que los tenía bien puestos en esos momentos si quería enfrentarse al maníaco Santa. Puede que fuera porque estaba Mercy a su lado. Se le notaba a la legua esa chispa. Y a ella también. Me preguntaba si tendría el valor suficiente cuando lo tuviera delante.

Mea cerqué a Mike y le cogí de la mano que tenía el hombro salido.

- Voy a intentar recolocarlo. - Le di un beso en la mejilla antes de susurrarle algo- Dolerá. - Aguardé un momento hasta que cogió algo para morder y me hizo la señal para que tirara.

Y tiré.

No demasiado fuerte. De hecho casi tengo que intentarlo de nuevo. Temía hacerle mas daño del que ya tenía. Pero al final pareció que el brazo se le recolocó. Su grito me indicó que volvía a estar en su sitio.

- Mercy, me volví hacia ella. Si lo prefieres, puedes ir tu con Marian a buscar la salida.- Me agaché a su lado.- No tienes que pasar de nuevo por esto...otra vez.
 

—Pe... Pero... —Negó con la cabeza, los ojos muy abiertos, como grandes platos, empañados por un asomo de lágrimas a causa del miedo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echar a llorar por todo aquello, para no tirarse al suelo convertido en poco más que un deshecho inútil esperando a que Santa le encontrara, y para hablar—. Eso no es... No es lo que habíamos planeado. No creo...

Un desodorante no era un arma, ni con ayuda de un mechero. Dudaba incluso de que, en esa situación, considerara un arma un soplete o cualquier cosa que no fuera como mínimo una pistola. Con un lanzallamas, tal vez, lo haría. Pero un desodorante... Eso era una locura. Era para defendernos, no para atacar. Tiene un hacha. Y esa mirada, da miedo. Esto apenas soltara unas pocas llamas, si no se asusta. Entonces... Nos matará. Nos matará a todos y no encontrarán más que restos destrozados que apenas lograrán identificar.

A punto de decir en alto todo lo que pensaba, se calló. Lentamente cerró la boca, que la había dejado entreabierta en un intento por quejarse, y en su lugar miró a Mercy, a la que aún tenía al lado. Seguía cogiéndola de la mano, con tanta fuerza que dudaba que no la estuviera haciendo daño, incluso con su poca fuerza.

—T-Tú que... que opinas —tartamudeó al fin. En eso, Lena tenía razón. Mercy era quien ya había vivido aquello. Ella era quien tenía que decidir. Y él... Yo haré lo que me pida, decidió sin darse cuenta.

- ¿Lo planeado? -contestó ante el comentario casi inaudible de Noah.- Tio, nada de lo que está pasando estaba planeando, pero hay que adaptarse ¿Crees que a mí me hace gracia volver a estamparme contra ese saco de ladrillos? Si la cosa sale mal, yo soy el primero que está jodido.

La idea no era perfecta ni por asomo, pero para Mike era mejor tener un plan de mierda que ningún plan. Y visto que nadie estaba ofreciendo una alternativa mejor, su propuesta seguía siendo válida para él. La mano de Lena sobre la suya le sacó de aquel microenfado, y su beso le sacó una sonrisa tonta de las suyas.

- Uh, voy a tener que hacerme daño más a menudo... -dijo socarrón mientras se llevaba el chaleco a la boca para morderlo.

Asintió con la cabeza, indicando que estaba listo. Cogió aire profundamente y esperó el tirón. Un sonido sordo desde el interior del hombro fue acompañado de un gruñido medio ahogado, que Mike rápidamente convirtió en una especie de canto mariachi. El alivio fue casi inmediato. Mientras movía el brazo de nuevo para recobrar la movilidad, escuchó la propuesta de Lena. Frunció entonces el ceño, como si un detalle obvio acabase de ser omitido.

- Emm... Entiendo la preocupación, y no quisiera ser el insensible de turno, pero... En fin, que ese tio ha venido a por Mercy. Si la ve a ella sola bajará la guardia mucho más que si ve a cualquier otro. -se levantó y dió unos pasos Mercy, con su sonrisa de palurdo en la cara.- ¿No te apetece ver en primera fila cómo tumbo a ese capullo? Lena ya lo vió antes, y casi tengo que quitármela de encima con un palo de lo que le gustó. Y también estará Noah, listo para dejarle la cara más caliente que el queso de un San Jacobo.

Mike era un capullo, pero incluso él entendía lo duro que podía ser aquella situación para ella. Sin embargo, tenían una oportunidad perfecta de ganar tiempo hasta encontrar una salida, y necesitaba que todos colaboraran para conseguirlo.

La joven de los Wells miraba a unos a otros, sintiéndose mal y culpable porque estuviesen en aquella situación. - Debí cambiarme el nombre, debí cambiarme el nombre. - Se repetía una y otra vez mientras su mano seguía sostenida a la de Noah. Incluso cuando cruzaron la pista de patinaje, donde aquel loco había ejecutado a más estudiantes de los que a nadie le hubiese gustado ver, la joven mantuvo ese pensamiento y la mano aferrada a la de Noah. De alguna manera se estaba convirtiendo en el pilar que la hacía mantenerse en pie y no caer.

Aquel mantra la mantuvo ausente del momento en el cual Lena recolocó el hombro de Mike, aunque si escuchó el loco plan de Mike, siguió con su pensamiento en la cabeza. Miró a Noah a los ojos cuando este la pidió su opinión al respecto. Si su plan fallaba, la más vulnerable para morir sería ella. Luego irían los demás, pero Stark se cobraría su trofeo primero.

- Lo haré... - Dijo con temor en sus palabras. - Seré el cebo... - Luego miró a Noah a los ojos y le acarició el rostro. - Y tú, me salvarás, ¿verdad? - Realmente estaba aterrada por dentro, pero sabía que podía confiar en él. Noah era un chico tímido e inseguro, pero sabía que jamás la fallaría ni la mentiría. Sus ojos se desviaron a los labios del joven y, sin dejar de tocarle la cara y sin soltarle de la mano, Mercy besó a Noah con dulzura ignorando por completo el papel de Mike en todo aquello.

Mercy esperó unos instantes en silencio, sin casi separarse del rostro de Noah para ver la reacción del chico, antes de volverse hacia los demás. - Démonos prisa. Él no se esperará un ataque así y menos aún con un cebo... vivo.

Según salían al pasillo de los almacenes, dejando atrás por un tiempo al maníaco del hacha, Marian colocó rápidamente todos los papeles, telas, y cosas que pudieran arder en el pasillo al que habían dado y le pidió un mechero a Lena para meterle fuego a todo aquello y crear una barrera de llamas que impidiera el paso al Santa, ya que como Mercy les había contado, su punto débil era que tenía pavor a las llamas. Lena le prendió fuego a un papel y lo colocó junto a los demás para que ardieran y las llamas se extendieran hasta crecer bien alto, gracias a la cantidad de materiales que había apilado. Lena sentía que aquella idea no era del todo buena, y temía que las llamas se descontrolaran, crecieran demasiado y acabaran ardiendo todos. Pero sabía que había algo más que rechinaba. El grupo ya se dirigía a la salida, en busca de la pista de hielo, cuando Marian y Lena se giraron a ver como ardía todo. Efectivamente, las llamas crecieron con fuerza hasta lamer el techo, pero los aspersores se activaron empapando todo y apagando el fuego.

No se quedaron a ver si el agua terminaba de extinguir las llamas, el tiempo apremiaba. Se dirigieron hacía los vestuarios y allí lograron encontrar un desodorante con el que defenderse. O al menos esa era la idea hasta que Mike empezó a desarrollar un plan que implicaba a todo el mundo. El plan consistía en ganar algo de tiempo mientras encontraban una salida del Whittemore Center, y con un poco de suerte, aprovechar el pavor de Santa al fuego para dejarle fuera de juego con el desodorante. Se notaba que Mike estaba sufriendo con su hombro dislocado, después de haber cometido la estupidez de realizar un placaje sobre el duro cuerpo del Santa. Mike, que estaba acostumbrado a golpearse en la pista de hielo con auténticos monstruos de cemento, logró tumbar al asesino pero a cambio de un duro golpe que casi le desencaja medio cuerpo. Lena logró recolocarle el hombro, aunque no fue sin dolor. Mike sentía un ardor criminal en el hombro, y entonó unos cánticos de mariachi para disimular la terrible punzada de dolor, pero se sintió aliviado cuando al fin la articulación volvió a su posición con un crujido y pudo volver a moverla con normalidad.

La discusión de lo que debían hacer continuaba, con Noah no muy convencido por el plan de Mike. Finalmente Mercy se ofreció voluntaria para hacer de cebo siguiendo el plan de Mike. Todo estaba listo, ahora sólo debían salir del vestuario y poner el plan en marcha. Pero entonces se escuchó un golpe en la puerta que daba acceso al vestuario y una figura fornida, alta y tan navideña como siniestra entró en la habitación.

-¡Ho, Ho, Ho! - La mirada sádica y una sonrisa inquietante bajo la barba postiza hicieron que todos sintieran el más profundo y primitivo miedo. Santa en cambio parecía disfrutar con todo aquello sosteniendo su hacha en las manos y caminando hacía ellos.

Pero de pronto sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Y no, no fue efecto del beso con Noah. Fue por algo realmente malo y horrendo. Aquella risa heló mi sangre y verle allí nuevamente, delante mío. No estaba prepara aún para aquello. No me había concienciado de que tendría que toparme con él nuevamente. Sabía que tenía que hacerlo pero, cuando yo quisiera, no por sorpresa.

Su sádica mirada... sentí que se clavaba en mí y me aprisionaba el alma. Me quedé paralizada por el terror que aquel hombre de cruel sonrisa bajo aquella barba postiza, me causaba. De pronto, todos los recuerdos de aquella fatídica noche de hacía un año, se agolparon en mi cabeza. Mi cicatriz comenzó a dolerme en el momento que recordé como su hacha se hundió en mi hombro y los gritos de los alumnos del instituto, de dolor y terror en aquel baile de sangre y muerte, se apoderaron de mi cabeza, no permitiéndome escuchar nada más que el sonido del miedo.

Se había quedado petrificado, incapaz siquiera de responder al beso. No es que su mente no funcionara, sino que habían sido tantos pensamientos a la vez que se había bloqueado por completo. Cuando quiso darse cuenta de que estaba pasando, el color de su piel cambió a un rojo cada vez más intenso, hasta que el rubor le dominó por completo. ¿Cómo iba a decir que no entonces? No podía negarse, jamás podría haberlo hecho después de aquello. No tuvo, sin embargo, tiempo para decir nada. Tiempo para decir, por supuesto, que si. Santa apareció por la puerta con aquella risa siniestra y el horror se apoderó de la sala. Durante un momento sintió un escalofrío, pero no se dejó llevar por él. De hacerlo, se habría quedado congelado y habría muerto. Mercy habría muerto.

—¡NO! —Tenía el desodorante que Mike había conseguido. Marian, a su lado, tenía el mechero de Lena. Con un sobresalto, se lo quitó de las manos y se giró hacia aquél loco. El hacha, aún goteando sangre, le hacía temblar mientras intentaba prender la llama. Cada vez estaba más cerca. ¡Al fin! En cuanto saltó la primera chispa, apuntó y presionó el spray, rezando a quien fuera que quisiera escuchar sus súplicas.

La aparición del Santa precipitó las cosas cuando Mike apenas había terminado de explicar su plan y convencía a Mercy de tomar el peligroso papel de cebo. La muchacha se sentía preparada para enfrentarse de nuevo al asesino que ya un año atrás había sembrado el caos y la muerte en su vida, pero la cruel realidad le demostró que estaba equivocada cuando escuchó la sádica risa que tantas pesadillas le había causado. Sintió como todo su cuerpo se quedaba agarrotado, paralizado por el miedo que se apoderaba de ella como si unas manos invisibles estuviesen impidiendo que pudiera moverse.

En ese momento Noah explotó en un arrebato y encendió el mechero frente al desodorante. Una llamarada le calentó el rostro mientras se acercaba con decisión al asesino. En toda su vida no había cometido una insensatez como aquella, pero sabía que Mercy estaba en peligro y que era necesario defenderla. Cuando uno era llevado al extremo, nunca se sabía como podría responder. Por ello Noah se sorprendió a si mismo caminando hacía Santa Claus para enfrentarle con un spray llameante. Esperaba que la visión de fuego acobardara al Santa, pues Mercy les había dicho que aquel era su punto débil. Sin embargo, las llamas no parecieron afectar lo más mínimo al asesino, del mismo modo que la alarma de incendios no le afectó con anterioridad. Aquel enorme monstruo con traje navideño se deshizo de las llamas asestando un hachazo en el brazo de Noah que cercenó a la altura del codo la extremidad. Noah se quedó petrificado frente al asesino, y entonces éste clavó su hacha en el pecho del joven con tal fuerza que estuvo a punto de partirlo en dos. Una terrible brecha desde la clavícula izquierda hasta la mitad del tronco se llevó la vida del joven muchacho.