Partida Rol por web

La puerta se abre rápida, Ryan se mueve a un lado pero el silencio no se quiebra, tampoco nada parece moverse en ese pequeño instante que puede ver hacia adentro. Ahora espera, inmóvil, una reacción que no llega desde dentro. A primera vista alcanza a ver algunas manchas de sangre seca al pie de la puerta ahora abierta.

Antes de poner siquiera un pie en la habitación, la mirada de Ryan se posó de manera inconciente en las manchas de sangre que salpicaban el piso, casi por pura casualidad, pero incapaz de abstraerse de ellas. Como una polilla atraída por el fuego. Y, tal como sucede en tales ocasiones, terminó siendo abrasado por las llamas…

Pues de repente, un irrefrenable escozor le recorrió de punta a punta la columna vertebral, helándole el alma, y por unos instantes todo su cuerpo se paralizó ante el terror que lo embargaba. Incapaz de reaccionar, solo pudo apretar los puños con fuerza mientras aguardaba indefenso a que su voluntad retomara el control.

En verdad, a pesar de llevar ya un par de años en la fuerza, Ryan seguía siendo un novato. Aún no había visto demasiada acción en la calle, y a su espíritu todavía le faltaba bastante para adquirir la templanza propia de aquellos veteranos que lo han visto todo. Por ello, solo le bastó percibir aquellas gotas de sangre para imaginar de inmediato una escena angustiante y terrible, en la que su propia hermana había sido protagonista, y aquello fue suficiente para hacer que sus piernas le temblaran.

Apoyado contra la pared, demoró largos instantes en recuperar la compostura, sumido en la más completa desesperanza. Sin embargo, tras recobrarse, y casi como una reacción surgida del propio orgullo herido, apretó los dientes y se internó con resolución en la habitación, sin tomar demasiadas precauciones.

Después de todo, no le vendría mal encontrar a alguien con quien descargar toda su furia acumulada.

La habitación está en penumbra, la luz tenue se cuela por la puerta ahora abierta de par en par por Ryan Blake. A primera vista puede verse una cama de doble plaza con las sábanas revueltas, y la puerta abierta de un baño minúsculo donde la ducha se encuentra sobre el inodoro y este en frente del lavatorio, separado por menos de un metro.

Un rastro de sangre muy abundante va desde el ingreso de la habitación, hasta la cama, cerca de una pequeña mesa de luz que sostiene un velador y un teléfono. Justo al pie de la mesita se encuentran las marcas de que allí fue encontrado el cuerpo de Lucky Joe. Hay ropa tirada por todos lados y un ropero incorporado a la pared abierto y revuelto. No parece que haya nadie en el lugar.

Ya dentro de la habitación, Ryan continuó moviéndose con cuidado, avanzado con pasos extremadamente lentos y cautelosos, como si quisiera estropear lo menos posible la escena y, a la vez, todavía desconfiara de lo que podía asaltarle de un momento a otro desde cualquier rincón.

Primero se dirigió hasta el baño, pero asegurándose a cada instante de ofrecer la menor cantidad de puntos desprotegidos posibles, con la espalda siempre apoyada en alguna pared, ya fuera la que servía de divisoria entre aquella habitación y el recinto que acababa de abandonar, o la que comenzaba cuando ésta terminaba. Luego de ello, y tras echar una rápida mirada al interior de la reducida dependencia, principalmente al ducto de ventilación que parecía ser la única conexión con el mundo exterior, volvió a la habitación, y se inclinó para escrutar las sombras que se espesaban debajo de la cama, tratando de identificar algún movimiento.

Con suma cautela, Ryan recorre lentamente el lugar. Ni en la habitación ni en el baño había acceso alguno al exterior. De hecho el olor a humedad acumulado atestigua lo poco efectivo del ducto de ventilación del cuarto de baño minúsculo.

Al salir del baño pudo escuchar un leve, sutil, un pequeño, casi imperceptible sonido – shhhh..click  - Pero no fue capaz de identificar la fuente del sonido. Debajo de la cama no hay más que algunas revistas apiladas y algún bulto de ropa, aunque la luz es poca y es difícil saber si hay algo más, de movimientos nada.

El débil y casi imperceptible chasquido había paralizado durante algunos segundos al intruso, casi como un acto reflejo nacido del instinto más primario de conservación. Sin embargo, y casi con la misma velocidad de reacción, Ryan lo había desestimado por completo, continuando sin más con sus pesquisas debajo de la cama.

En cualquier caso, sea lo que fuere aquel mecanismo, de todos modos ya era demasiado tarde como para volverse precavido. Pues de alguna manera u otra se había activado, y ahora solo quedaba esperar a ver sus consecuencias. Lo único que podía hacerse era apresurar las investigaciones y salir lo más rápido posible de aquel maldito lugar.

Así que, tras echar un rápido vistazo debajo de la cama, más para asegurarse de que se encontraba realmente solo en la habitación que para buscar alguna pista en particular, el todavía novato oficial de policía de Scream City se puso de pie y se dirigió hacia la puerta de ingreso a la estancia.

Con gran cautela y sigilo, cuidándose bien de utilizar la tela de su propia camisa a modo de guante para tomar el picaporte, cerró con cuidado la puerta, quedándose completamente a obscuras. Inmediatamente después, y tomando las mismas precauciones para evitar dejar sus huellas dactilares por todo el lugar, procuró encender el interruptor de luz que había en un costado.

La puerta se cierra con un pequeño chirrido y por un instante la oscuridad es total. CLIKC, la luz se enciende revelando la escena del crimen, testigo del último respiro de Lucky Joe. Realmente parece patético pensar que alguien pasó sus últimos minutos en ese lugar. La cama está totalmente destendida y revuelta. En el suelo y desperdigados sobre las mesa de luz pueden verse blisters de pastillas vacíos, y hasta algunas capsulas aun enteras. Dos botellas de Jack Daniels casi sin contenido yacen tiradas con algunas salpicaduras de  sangre. Un viejo y pesado armario abierto muestra su pobre contenido. Con la puerta cerrada se puede ver el único signo de que el inepto policía encargado del caso estuvo en el lugar. La silueta de Lucky Joe destaca con un inseguro trazo de tiza. En su posición final el vigilante estuvo sentado, con su espalda apoyada en el portal. La sangre es abundante y Blake no tiene la menor idea de cómo puede haber llegado a esa posición. Lo que es claro es que una vez herido no se movió del lugar, la mancha de sangre es grande, un charco carmesí que se formó bajo el cuerpo.

Luego de 40 frustrantes minutos, cuando ya revisaba en busca de espacios ocultos tiene un momento de inspiración. Debajo del armario hay un espacio sólido, cerrada, es bastante grande. Cuando lo golpea suavemente suena macizo, y es esto justamente lo que le resulta curioso, ¿por qué alguien haría un mueble con una base tan sólida? Lo volvería sumamente pesado. Esta llamada de atención llevó a Blake a revisar e detalle. Un dispositivo detrás del mueble lleva a un juego de trabas  que se encuentran desactivadas. Con un poco de fuerza el (policía? ex policía? vigilante?) Blake, consigue descorrer lo que parece un inmenso cajón. Su contenido no puede sorprender más al hombre que se sobresalta.

Una bella muchacha rubia, vestida muy formal, se encuentra dentro. Tiene una pequeña cára fotográfica poket en la mano. Sonríe tímidamente.

- Hola…

- ¿Qué diab...? - las palabras escaparon incontenibles de entre sus labios, a la vez que su rostro se desdibujaba en una mueca de confusión absoluta.

El joven oficial de policía no pudo evitar dar un respingo de sorpresa ante lo inverosímil de su descubrimiento, y de manera inconsciente, quizás producto del mismo susto, aprovechó el impulso para alejarse una par de pasos del misterioso armario.

Incluso aunque ya había pasado un tiempo considerable en aquella habitación, y se había familiarizado con el entorno hasta un punto en que la tensión y el nerviosismo propios de una actividad tan clandestina que como la que llevaba a cabo habían comenzado ya a disiparse, aquella inocente y sencilla visión bastó para volver a ponerlo otra vez en guardia... y, de paso, casi destrozarle los nervios.

- ¿Com...? ¿Cuánto tiempo llevas ahí dentro? - balbuceó confundido, incapaz de ordenar sus pensamientos lo suficiente como para articular una duda más relevante.