Partida Rol por web

Tras darme por llegado a la tal iglesia, me encontré allí con un tal padre Mateo, el cuál se prestó en seguida a responder a las preguntas que pudiere tener, lo cuál, al menos, ya era algo. Así pues, dispúseme a darle cuenta de mi tarea, confiando en que pudiéreme ayudar.

- Envíame el Papa en sagrada misión, que non est sinon desvelar el significado de o sueño que le acosa, pudiendo ser aqueste de orixen divino. E que siendo aquesto así, he de preguntarvos: ¿habedes dado sepultura recientemente a ome o muxer en aquesta villa? E que si es así, deis cuenta de las suas últimas palabras, si las escuchades cuando les dieres a última unción.

Miré al hombre, y también anduve pendiente del guardia, por si distrajérase aqueste un momento...

Aiss... -resopló Charles de Lupo, viendo vuestras caras de duda-. Dejad de manosear los libros -os dijo-, y seguidme. Creo que sé quien puede conocer un poco más de historia: un buen amigo mío. Calzáos. Iremos al santo templo de Peñíscola...

Et que sin decir mucho, salísteis de la biblioteca, inducidos por el misterio y esa certeza de que el tal Charles de Lupo, que os había mentido en un principio en Amposta, tenía respuestas.

Marchásteis pues, saliendo de la imponente fortaleza de Su Santidad, de camino hacia la iglesia del pueblo. No tenía pérdida. Se trataba de una vieja iglesia de repoblación, aún en pie, y que seguramente sus cimientos fueran musulmanes. Aquel día no había mucho tumulto en el templo santo, pero tras buscar correspondientemente al sacerdote, os introdujísteis en el templo. Allí vísteis a tres hombres cerca del ábside de la iglesia: uno de ellos era Álvaro de Ulloa, y a su lado un soldado escolta del Papa Luna.

Pues he de decirvos que no, mi señor. Ningún hombre o mujer de renombre, ni caso especial tampoco -señaló-. ¿De origen divino, decís? Resulta aquesto... vivaz para mi curiosi... ¡Vaya! -el padreo Mateo interrumpió su respuesta, pues miró tras de tí, como si viniera alguien-. Te giraste, y efectivamente viste a tus cuatro compañeros de aventura y calabozo, y a un quinto invitado: Charles de Lupo. Se acercaron a donde estábais.

El padre Mateo, que así se llamaba, interrumpió su charla con el de Ulloa y dió un par de pasos para recibir a Charles de Lupo, allí presente con cuatro hombres más. Álvaro vio a sus compañeros.

¿Qué vos ha traído por aquí? -parecían tratarse como amigos-.

No sabría responderte con exactitud... -dijo el de Lupo, girando su cabeza un poco hacia Jaume, Nadir, Rasiq y Roderigo-, empero que creo que se trata de "algo divino"...

¡Vaya! ¡Qué casualidad! -respondió sorprendido el padre Mateo-. Lo mismo me ha comentado este señor de aquí... -entonces Mateo vió cómo Charles y Álvaro se miraban, y se dió cuenta-. Veo que... ¿os conocéis, verdad? Ehm... ¿podría alguien explicarme qué asunto, de tamaña... importancia, se está sucediendo?

El judío suspiro, le tocaba explicar otra vez cuál era su misión. Buscamos nuestra salvación, y para ello necesitamos cierta información sobre “el pensamiento de los muertos”. Dijo con tono enigmático. Es un encargo del Papa Luna, sabemos que la frase está relacionada con los Templarios. Pero aquí acaba nuestras pistas. Charles, nos ha comentado que usted podría saber algo más. 

 Mientras Nadir respondía a las preguntas del Padre Mateo, miré a los presentes, preguntándome si debíamos de confiar en Charles de Lupo y también si Álvaro habría averiguado algo por su cuenta, mientras el resto de nosotros estaba en la biblioteca...

Roderigo se encontraba aliviado después de salir de la biblioteca sin que le pillasen. Ahora tocaba hablar con estos hombres de fe. De modo que añadió a lo que dijo Nadir Buscamos Cáliz de corrupto e apóstata tesouro de templo. No se ocultó información, pues no sabía cual de las dos cosas le podría ofrecer este sacerdote.

Rasiq no añadio nada a lo ya dicho por sus compañeros de desventura. Poco podia aportar sobre la Fe cristiana y tal vez no gustase que un hereje comentara estos temas...

Esperaba yo la respuesta del párroco cuando, como si fuere la santa compaña, entraron cuantos habían de llamarse los mis compañeros de tropel y aventura, haciendo grande ruido y en verdad levantando trajín con su llegada a la iglesia, y también dando con poco tino y mucha indiscreción, tantos y muy desordenados detalles de la nuestra misión. Tras interrumpirnos, sin saludo ni educación, hubiéronse de quedar al fin silenciados, y aproveché para continuar mi conversación.

- Ya vedes, o padre, que en tal misión encomendados estamos varios, e non por propio deseo, como bien dizen aquestos los míos compañeros. - mucho habría sido llamarlos amigos - E que siendo así, eu necesito da vostra ajuda para tal fin. Que non han de ser necesariamente ilustres os mortos, baste con que sean a o campo santo, e que hallánlo sido recientes. E que si vos recordares d'ellos alguna palabra, bien nos vendría conoscerla.

Dicho aquello, observé a Charles de Lupo, hombre que despertábame gran curiosidad.

Roderigo, aquí presente -señaló a Roderigo al padre Mateo-, se refiere a los Caballeros Templarios y al Caliz de la Sagrada Cena, al Santo grial. Verás, amigo: estos hombres están al servicio del Papa Luna, buscando pistas de ambos conceptos. He logrado encontrar alguna referencia a la ubicació final del Santo Grial en la biblioteca de Su Santidad. Por lo visto, la sagrada copa acabó en monasterio de San Adrián de Sasabe. Creo, personalmente, que los Apóstatas del Templo es un término referido a los caballeros del Temple (según leí una vez en unos documentos papales), que tras abjurar de las supuestamente heréticas doctirnas del temple, decidieron en masa hacerse monjes de la Órden de Montesa.

Si, en torno al año de mil trescientos y veinte... -confirmó el Padre Mateo, que se llevaba la mano al boca en señal de cavilación-.

Así es -respondió Charles-. Veniamos a preguntar si vos sabéis algo más de aqueste tema. A estos hombres les va la vida en ello, padre.

El Padre Mateo asintió. Concluyó que Álvaro venía a lo mismo que el resto, incluido el de Lupo. Con un gesto para que le siguiérais, entrásteis en la sacristía de aquella iglesia de Peñíscola. Tras observar algunos volúmenes antiguos propios de la parroquia (que incluía partidas de fé, nacimiento, bautismo y otros documentos eclesiásticos), el clérigo extrajo de un cajón un gran volumen verdoso oscuro. Allí comenzó a leer en latín algo y tras unos minutos en silencio, tragó saliva y os habló.

Aquí está. Año de mil trescientos y veinte, justo aquí -dijo cavilando aún-. Un grupo de antiguos templarios... mmm... y ello ocurrió trece años despues de la disoluci´n de la Órden del Temple y seis desde la ejecución del maestre Jacques de Molay... Pero... un momento. Aquí hay algo irregular... Entonces el padre Mateo consultó otro volumen sacado desde lo alto de un armario. Buscando y buscando (que parecíale la vida en ello), comprobó cierta información.

Tal y como pensaba -momentos después, dando toquecitos con el dedo a una hoja amarillenta de la encuadernación-. Es extraño que esos monjes templarios ingresaran en otra órden, pues, hasta el año de mil trescientes y treinta y uno, el papa Juan XXII no permitió el ingreso en otras órdenes... Harto irrefrenable y dispar, sin duda. En fin... No sé, señores, eso es lo que os puedo decir acerca de los "apóstatas del Templo". Por cierto Charles -aunque se dirígía a todos mientras ya sacaba sus hábitos para una misa matinal muy próxima-: como todo el mundo sabe -esto era un decir: él era docto y lo sabía, otros, quizá como vosotros, no-, hace ya años que el rey de la Corona de Aragón se lo arrebató a los monjes, ordenando su traslado al Palacio Real de Valencia...

Charles de Lupo se dió cuenta de la afinación de este detalle, que ni él mismo se había percatado en su llegada al templo.

Si me disculpan, he de dar una misa. Nos veremos pronto, amigo.

Charles y el padre Mateo, entonces, se despidieron.

Roderigo se despidió del hombre, les había dado una pista, pero ¿el palacio real?¿tendrían que ir al palacio real a por el dichoso caliz de los apóstatas?. Mas valía que tuviese mano el papa allí o estábamos otra vez muertos.

Compañeiros, eu creo que é hora de ir a informar o Papa dos nosos achados. No se le ocurría nada mas al bueno de Roderigo, y si tenían que ir a algún lugar pues que los mandase su Excelencia, ya decidiría el si íban al monasterio de Yebre a buscar el caliz de los corruptos o al palacio real a buscar el tesoro de los apostatas. Lo cierto es que Roderigo andaba muy perdido en todo esto y deseaba resolverlo para librarse de la maldición del Papa y poder descansar en algún prostíbulo en brazos de una cariñosa fulana y tener el gaznate repleto de vino barato.

 - ¿No deberíamos de tratar de buscar un poco más, amigos?. No es que hayamos averiguado demasiado, precisamente. - Sugerí, con precaución. Lo mejor era tratar de descubrir algo más y no poner a prueba la paciencia del Papá, que algo me decía que no era nada bueno para la salud.