Partida Rol por web

La noche era harto silenciosa. La quietud parecía inalterable... si no se tenían en cuenta los plácidos ronquidos de la bruja, quien parecía dormir a pierna suelta. Gonzalo y Mara se quedaron dormidos cerca el uno del otro.

Sin embargo, a Agustí le estaba costando un poco más el conciliar el sueño. Aunque tardó más que el resto, por fin comenzaba a notar cómo sus párpados pugnaban por cerrarse.

El sonido de los grillos y los ronquidos de Olaya eran los únicos sonidos que se percibían alrededor de la casa. Era una noche perfecta para dejarse llevar por el poder de Morfeo...

Pero algo incomodó tu costoso esfuerzo por quedarte dormido. En medio de la noche te pareció percibir un sonido familiar, proveniente del camino.

¿No era aquello el sonido de una refriega? Parecía que en medio del camino que debíais reanudar la mañana siguiente se estaba produciendo un pequeño altercado. Tenía toda la pinta, te decía tu experiencia en ello, de tratarse de algunos viajeros sorprendidos por el ataque de algunos bandoleros. El ruido de una pelea y algunas voces de alarma dieron al traste con la quietud de aquella plácida noche.

Sin embargo, dichos ruidos se escuchaban a lo lejos, en el camino, y ninguno de tus compañeros parecía haberse percatado de ellos. Habías sentido a Gonzalo iniciando un acercamiento a la prostituta, y Olaya seguía durmiendo a pierna suelta. Cada uno a lo suyo, parecían ignorar cuaquier cosa que aconteciese fuera de aquellas cuatro paredes.

De pronto, justo cuando iba a cer en manos del sueño, algo me hace reaccionar y me levanto de golpe, llevando mi mano hasta la empuñadura de la espada. Escucho atentamente y propino un golpe con el codo en el costilar de Gonzalo. Acto seguido me acerco a la puerta sin soltar mi arma y le hago gestos para que se acerque en silencio y escuche con atención.

Hacía mucho tiempo que Gonzalo no conciliaba el sueño con tanta tranquilidad y comodidad. Y era difícil creer que en aquel lugar tan lúgubre y extraño (la casucha de Olaya), uno podría dormir con aquella ligera sonrisa en el rostro. Y de eso, estaba convencido Gonzalo, era responsable Mara.

Pero aquella sensación de tranquilidad y relajación junto al cuerpo de la mujer, se vió truncada por un repentino golpe de Agustí.

Gonzalo se giró de inmediato con la clara intención de golpear a su compañero de viaje, puede que pensando que los celos le estarían devorando las entrañas, pero frenó su posible agresión al ver los movimentos de este al acercarse a la puerta. También al ver el reluciente filo de la espada de Agustí, todo hay que decirlo...

Su compañero había escuchado algo y estaba intranquilo. Con un gesto, pidió a Agustí que no hiciera ruido, evitando así despertar a las mujeres.

Podría no ser nada peligroso y el simple ruido de algún animal cerca de la cabaña. Pero si fuera algo más... más peligroso, sería mejor no alertalas para pillar por sorpresa a los posibles e inesperados "visitantes".

-Qué has oído?- preguntó con un susurro yu mirando por alguna rendija de las maderas de la cabaña, buscando avistar algo en el exterior.

-Escucha bien, se oyen ruidos de pelea en algún lugar cerca de aqui. Puede que estén asaltando alguna caravana o a algún viajero.

Dicho esto, me cubro rápidamente con mi capa y abro la puerta.

-Deberíamos ver qué pasa. Si realmente está teniendo lugar un combate no creo que sea muy dificil acercarnos sin hacer ruido.

Antes de salir, cojo una piedra de la calle y s ela tiro a mara para que vea que nos marchamos. No quiero que nos pase nada y no nos encuentren.

La piedrecita golpea a Mara en la cadera. Como había sido lanzada sin mucha fuerza, no le hace daño, pero logra despertarla de su reparador sueño. Eleva la cabeza y os mira, somnolienta.

Te sientes inquieta. Notas a Gonzalo moverse a tu lado, y lo sientes ponerse en pie. Entre tanto ronquido por parte de Olaya te percatas de que ambos muchachos están susurrando.

¿No ha sido eso la puerta de la calle? Te ha parecido que sí. Justo después sientes una pequeña piedrecilla golpeándote sin brío en la cadera. Al abrir los ojos, ves a Gonzalo y a Agustí a la puerta, ya saliendo hacia el camino. Desconoces por qué, pero al poco escuchas sonidos de una pequeña trifulca a lo lejos, quizás en el camino.

Dormía como un tronco cuando un pequeño sobresalto me despertó. Abrí los ojos y me senté en la cama, justo para ver a mis compañeros a la puerta, escuchando lo que parecía una pelea. No pregunté nada, simplemente salté de la cama y fui hacia ellos, con mi daga en la mano. Quizás estaba aún muy adormilada, pero no acertaba a entender por qué estaban tan en guardia por oir algo fuera. A fin de cuentas, las trifulcas eran algo bastante normal... Así que, tan bajito que casi ni se me oía, les pregunte:

¿Qué pasa?

La pobre Mara había estado durmiendo como un bendito, así que no se había percatado de nada. No le costó percibir, ahora que ya estaba de pie y a la puerta, que en el camino se escuchaba el ruido de una pequeña trifulca. Daba la impresión de que en el camino había algunas personas peleando. ¿Un asalto, quizás?

Cabe decir que Olaya seguía durmiendo a pierna suelta. De hecho, en algunos momentos costaba percibir el sonido de la más que factible lucha que se estaba desarrollando en el camino a causa de los ronquidos de la bruja.

Ahora os encontrabais los tres a la puerta de la casa, mirando hacia el oscurísimo camino. Agudizando un poco la vista podía verse, sin demasiado esmero, que en el camino había algo de luz, señal inequívoca de la presencia de una antorcha o similar.

Ahora estaban de nuevo en pie, tensos por la situación que presentaba la pelea en el cercano camino y sin descansar, cosa que los tres necesitaban considerablemente.

Gonzalo pensaba que no era necesario buscar más problemas de los que tenían. "Porqué acercarse a un problema, cuando el día anterior habían escapado de otro?", pensó en muchacho recordando el encuentro con el viejo leproso. Estaban en casa de Olaya, por lo que parecía nadie había visto la cabaña, nadie se había acercado, podían estar tranquilos, no entrometerse en lo que no debían. Pero... maldita curiosidad!!

-Podemos hechar un vistazo para saber qué sucede. Si nos escondemos, y con el barullo de la pelea, no creo que se den cuenta de nuestra presencia. Qué os parece?

Le doy una palmada en la espalda a Gonzalo, algo más fuerte d eo que habría sido necesario y digo:

-Muy bien. ve tu delante, nosotros te seguiremos de cerca. Si necesitas ayuda llamame y en un segundo estaré allí.

Espero a que Gonzalo se adelante y le sigo una decena de metros detrás.

Me quedé un poco parada al ver a los chicos planear cómo salir afuera. Incluso podría jurar que mi cara debía reflejar algo así como una estupidez suprema mientras les escuchaba. ¿Salir? ¿Ir a mirar qué ocurría? ¿A santo de qué? ¡No nos incumbe lo que hagan otros! Vi que los dos tenían intención de ponerse en marcha, pero en cambio yo no tenía la más mínima de moverme.

Chicos, ¿se puede saber en qué demonios estáis pensando? ¿Para qué puñetas queréis ir a meteros en una pelea que no tiene nada que ver con vosotros? Lo único que vais a hacer es buscarnos problemas a todos. Id si queréis, pero yo no pienso moverme de aquí.

Con gesto de niña pequeña, lo admito, me crucé de brazos y me puse de morros. Hombres... ¡es que siempre tienen que ir a meter las narices donde nadie les llama! ¡Qué ganas de hacerse los valientes! Estaba igual que una cría, ciertamente, pero ¡es que estaba muy enfadada! Bueno, enfadada y preocupada, vale, y tenía además miedo de que Olaya se enfadase si atraíamos a bandidos a su casa. Y además se enfadaría con razón, después de lo amable que había sido con nosotros...

Así pues, Gonzalo partió en cabeza, con vigilándolo desde bien cerca de la casa, y Mara ligeramente enfadada sentada en el mismo lugar en que hasta hacía escasos minutos estaba durmiendo.

Olaya no se había enterado de nada.

Llegas hasta el camino y te posicionas tras unos matorrales que ocultan tu existencia. Desde allí puedes ver a un hombre, posiblemente algún criado de un noble o similar, ya que va vestido con ropas de servidumbre que a su vez son más costosas que todas las prendas que tú has poseído en tu vida. Dicho hombre está intentando zafarse de otros tres hombres, vestidos con prendas de tono oscuro, no sabrías decir que si esto era debido a causa del color natural de la prenda o a lo mugrientas que se encontraban.

Uno de los que lo están agrediendo porta una antorcha, lo cual hace que te sea sencillo ver toda la escena al mismo tiempo que, desde la oscuridad, ellos no pueden verte a ti.  El criado sangra profusamente por la nariz y por un golpe violento que ha recibido en su mejilla izquierda. Ya ha hincado una rodilla al suelo, y por bien que se está defendiendo, que no lo está haciendo nada mal, la inferioridad numérica se ha hecho notar de manera muy desfavorable hacia él.

Al cabo de medio minuto de llegar a los arbustos, ves cómo uno de los bandidos le solmena un golpe que lo deja tumbado en el suelo. Tras registrarle los bolsillos y tomar el caballo del criado, lo dejan tendido a su suerte en el camino, emprendiendo la huida tras felicitarse por estar seguros de haber hecho un buen botín. Las alforjas se ven bien llenas, pero desconoces si lleva oro, comida o meramente paja. Los tres hombres salen disparados de allí, y el criado queda en el suelo, inconsciente.

Tras unos escasísimos minutos, el ruido cesa. Oyes unos cascos de caballos alejándose, y también te das cuenta de que la luz se aleja a toda prisa. El camino, a lo lejos, queda en silencio.

Gonzalo recordaba las muchas veces que había realizado aquel mismo tipo de robos a la fuerza en su ciudad natal.
Con un par de amigos de “faena”, esperaban que algún adinerado señor que se atrevía a visitar los bajos fondos de Tortosa buscando perversiones de muy agradable conocer, saliera con la oscuridad de la noche de algún burdel barato. Como una manada de lobos se lanzaban sobre él aprovechando la superioridad numérica y le atiborraba a base de puñetazos, patadas o golpetazos para conseguir a la fuerza el dinero que llevara encima. Tras la paliza, lo dejaban a la merced de la suerte a que alguien le prestara ayuda.

Pero no había sido él, el responsable de aquel robo y su mente comenzó a trabajar buscando la manera de sacar provecho de aquella situación. Criado, buena ropa, asalto, paliza, inconsciente, ayuda... recompensa? Puede que obtuvieran beneficio de aquella situación.

“El rata” esperó unos minutos a que los tres bandidos hubieran desaparecido y no volvieran por algún extraño motivo. Tras una espera necesaria para no tener más problemas de los necesarios, Gonzalo se acercó con mucho cuidado al magullado hombre y rebuscó entre sus bolsillos, por si habían olvidado “agenciarse” de alguna otra cosa.

Después, se cargó al hombre como si de un saco de patatas se tratara e inició el camino de retorno a la cabaña de Olaya.
El criado necesitaba ayuda y sanar sus heridas y seguro, creía Gonzalo, que se lo agradecería amablemente.

Al ver que mi enfado no tenía el más mínimo efecto en los muchachos, me levanté corriendo y fui hacia la puerta.

¡Eh, esperad, no os vayais sin mí!

Gonzalo ya marchaba en cabeza, seguido de Agustí, y yo corrí y me pegué a la espalda del último. Seguía enfadada y no quería ir, pero tampoco quería perderme nada.

Mara dio rápido alcance a Agustí. Al cabo de unos instantes, percibieron a alguien aproximándose hacia donde se encontraban. Dada la escasa luz, no se percataron de que se trataba de Gonzalo hasta que estuvo prácticamente a su lado. Pero no venía solo. Cargado al hombro traía a un hombre inconsciente. Iba bien vestido. A juzgar por sus ropajes, quizás se tratase de algún criado de un noble importante. No hacía falta devanarse los sesos para comprender que se trataba de la víctima de la trifulca acaecida en el camino. Aún no había recobrado el sentido, y en su cara, la cual se percibía ladeada, había rastros de sangre de un par de golpes bien dados.

Gonzalo se detuvo al dar con vosotros, sin soltar la carga. En el camino ya no se escuchaba nada más que el ruido de cascos de caballos alejándose a toda prisa, tomando la dirección a Tortosa.

-Rápido, un poco de agua! pidió entre susurros el muchacho a sus compañeros.

Tendió el cuerpo del desconocido en el suelo, delante de la cabaña de Olaya. No quería entrar en la casa de la bruja y provocar el enfado de quién los había acogido. 

Mientras remojaba los labios del herido hombre, explicó lo que había visto: como tres hombres, bandidos con toda seguridad, atacaban a aquel hombre, robándole caballo y posesiones. Y por lo que parecía, podría ser un criado de algún noble dado las ropas de calidad que llevaba encima.

-Ya sé que estáis pensando en que nos ppodemos meter en problemas, pero... dejarlo en este estado en medio del camino, no me pareció muy... como se dice... "decente"? Y siempre podemos sacar algo de provecho ayudando a este hombre!