Partida Rol por web

El barón Ricardo encabezaba la comitiva, con el fiel Aisslin a su lado.

Tras él sus sirvientes seguían sus pasos. Hernán de Gamboa, Sebastián el Manco, Gonzalo el Rata, Agustí Blanch y Silvana la Planera. Una extraña guardia personal para un extraño barón.

Tieso como una estaca, el hombre no hablaba, caminaba recto, con su orgullo herido y su posición pacifista en entredicho por culpa de un papa sin escrúpulos.

Pero el enfurecido barón no se dirigió directamente a Peñíscola, como era de esperar. Al amanecer, la comitiva pasó ante la villa de Cuevas de Vinromá, deteniéndose ante unas cuevas cercanas.

El agotado grupo hizo un alto por orden del amo. Todos agotados, se recostaron entre las piedras y los árboles, dispuestos a descansar durante un buen rato de tan agotador viaje, máxime para Gonzalo, que por su aversión hacia los caballos se hallaba haciendo el trayecto a pie firme.

Sin embargo, el enorme escocés se encontraba a las mil maravillas. Desmontó de su caballo con una agilidad pasmosa, y tomó una antorcha de sus alforjas. Tras lograr encenderla, ordenó a sus sirvientes que aguardaran allí a su regreso, internándose en una cueva sombría.

El débil resplandor de la antorcha comienza a desvanecerse en el interior de la caverna, mientras el grupo aguarda afuera.

Hernán de Gamboa se dejó caer pesadamente sobre la hierba, literalmente agotado.

-Todo aquel que desee salir a trotar en caballo o burro, que recuerde no hacerlo con una herida tierna en una pierna. ¡A fe mía que me duele hasta el pensamiento!

Sacó su odre y comenzó a beber, sediento.

-¿Alguien más que yo intuye lo que hemos podido venir a hacer aquí?

Desmonte del caballo pensando que al menos no tenia que caminar. Aquella parada me parecia extraña, si tanta prisa habia tenido el baron por partir que diantres haciamos alli. Como siempre intente sacar provecho de la situacion, posiblemente en aquella cueva hubiera algun reptil o algun hongo utiles para mis potigues. Sin mirar a Hernan respondi mientras buscaba entre las grietas. 

-No tengo ni idea. 

Poco acostumbrado a los trayectos a caballo, a Agustí le dolían la sposaderas como si hubiese estado sentado sobre un brasero encendido. Saltó de su montura y comenzó a estirar las piernas, cuando vió a su señor adentrarse en las cuevas sin tomar demasiadas precauciones. Molesto por no poder tomar el descanso que le gustaría se dirigió a sus compañeros.

- No tengo ni idea de qué puede haber ahí dentro, pero si hemos dados emejante rodeo para llegar a Peñíscola es porque el Barón si lo sabe. -Suspira y estira los músculos de la espalda por última vez. -Voy a entrar tras él, no me fio un pelo de este tipo de covachas.

Sebastián se acercó hasta  la hierba siguiendo el ejemplo del sacerdote. Tambaleante,  cojeando, con la mano en las nalgas y una terrible mueca de intensa agonía se dejó caer boca abajo junto al clérigo.

-Aaargh, aaargh, aaaargh…Tenía que haber ido a pata contigo, Gonzalo. Malditas almorranas. Tengo el ojete ardiendo como la boca del infierno!!

Agarró el odre y se echó un buen chorro en las posaderas.

-Ufffff, algo alivia!- Suspiró.

Miró a la plañera con rostro cansado y exclamó:

-Moza ¿no tendrás una pomada pa huntarme en la trasera? Que tengo el culo en carne viva.-

La partida de la fortaleza del barón, había sido más dura de lo que había esperado Gonzalo. Si bien la noche la había pasado junto a su amada Mara, mostrando más de una vez el amor que sentían mutuamente, la mañana había sido un escenario de tristeza nada aconsejable.

El viaje era largo y peligroso, y aún sabiendo que era lo mejor para la pareja, a Gonzalo no le hacía ni una pizca de gracia separarse de Mara. Pero era su obligación acompañar al barón allí donde fuera...todo por continuar con aquella nueva vida, dejando atrás su oscuro pasado.

El camino fue duro...muy duro. Y si bien el grupo podía disfrutar de las monturas que aligeraban el camino, a Gonzalo no le fue de mucho. Su accidente, hacia ya muchos años, con aquel caballo, le provocaba una fobia terrible a aquel tipo de cuadrúpedo. Así que, Gonzalo, realizó todo el camino a pie...

Pero fuera por el enfado de haberse separado de Mara o por el odio naciente sobre aquella situación, Gonzalo llegó al lugar donde debían acampar con un cansancio relativo. Evidentemente le dolían las piernas, la espalda y el cuerpo en general, pero sabía que lo peor llegaría si paraba un segundo. Entonces todo el peso del camino se le vendría encima...era mejor mantenerse activo antes de poder estirarse unas horas.

Al llegar a una cueva determinada, su señor pidió al grupo que le esperaran mientras él se internaba en la oscuridad del agujero. Y su compañero Agustí, al igual que a él mismo, aquella situación no le daba buena espina. "Caminamos más de lo necesario, paramos en una cueva, se mete él solo en ella...no me fio...".

-Te acompaño Agustí!

Jefa ya estoy a la orden en todo y listo para postear. Como he visto que Hernán ha superado la tirada de leyendas, ¿espero a que me digas el resultado de la tirada antes de postear no? Dime que es lo que se supone que se de la cueva y ya me encargo yo de escribirlo.

Corren muchos rumores sobre esta zona, y los demás presentes, si no fuesen tan ignorantes, bien habrían de saberlo, pero parecía que el único que conocía tal cosa eras tú.

En esta zona hubo tiempo atrás un antiguo enclave templario. Sobre esta cueva... Se te ponía la carne de gallina. Recuerdas rumores sobre ritos paganos, brujería, e incluso, para tu horror, adoraciones satánicas...

Claro que muchas veces, los rumores, rumores son. ¿Serán acaso habladurías fomentadas por la Orden de Montesa? A fin de cuentas, no dejan de ser los heredereos de las propiedades templarias...

Comenzáis a avanzar hacia el interior de la cueva, siguiendo a vuestro señor guiándoos por el resplandor de su antorcha, que aún se aprecia tenue en la distancia.

Sin embargo, tras recorrer unos escasos metros, de pronto la antorcha se apagó... justo en el instante en que chocáis contra un muro.

Pero... ¡Eso no es posible! Habíais visto el resplandor de la antorcha en la distancia, de eso no teníais duda alguna. Sin embargo, el barón no se encontraba allí, en la cueva, y habíais alcanzado el final de ésta. ¿Magia? ¿Brujería? ¿Acaso al barón se lo ha tragado la tierra?

Cuando me topo con el final de la cueva miro a Gonzalo con los ojos muy abiertos y la cara blanca como la cal.

-No... no puede ser... Este lugar está embrujado.

Le paso la antorcha apagada a mi compañero y llevo la mano a mi espada de forma instintiva.

Ahora que lo recuerdo… creo que en alguna de las cenas que daba el Barón ya hablo de este sitio estando bastante ebrio comento acariciándome la barba con gesto pensativo mientras mi mirada se pierde en el cielo.

No sé si le habréis escuchado al Barón hablar sobre ello, pero en esta zona hubo tiempo ha un enclave templario. Bueno pues una de las razones de que tal enclave se hallara en las cercanías era esta cueva, pues según los rumores era punto de reunión de paganos y herejes. Incluso se dice que se practicaba brujería, hasta ritos satánicos.

No estoy del todo seguro de cual es la razón por la que el Barón ha entrado, pero dado el pasado del lugar yo por mi parte me lo pensaría dos veces antes de adentrarme en la cueva…

-Embrujado! Joder, Agustí...esto no me gusta nada!- dijo Gonzalo con voz entrecortada y asustada.

Ver desaparecer en segundos al barón, no había sido muy tranquilizador. Y no ayudó nada que se quedaran a oscuras en aquel preciso momento. Por muy valiente que quisiera ser uno...no quitaba que un inquietante escalofrío recorriera la espalda de los dos hombres.

-Hay que encender la antorcha como sea!

El comentario de Hernan despierta mi curiosidad, que la cueva este relacionada con la brujeria la hace mas interesante. Un gesto de fastidio aparece en mi rostro y pienso que deberia haber acompañado a Gonzalo y Agusti. Hace unos minutos que entraron siguiendo al baron y no tengo ni idea de donde estaran. Miro de reojo a Sebastian mientras rebusco algo en mi bolsa. 

-Toma- le lanzo un ungüento al manco- ponte esto en el culo y quedate el resto. Dices que aqui se practicaba la brujeria?- pregunto a Hernan mientras guardo en mi bolsa un puñado de hojas secas-   Interesante..., y que piensas que ha ido a buscar el baron?  

¿Quién sabe? respondo con un leve encogimiento de hombros es cierto que este fue punto de herejías y blasfemias terribles, o al menos eso dicen las leyendas. Pero si hubo por aquí un enclave cruzado es de suponer que este lugar fue purificado. Supongo que tal vez nuestro querido Barón vino en busca de inspiración divina para tratar el caso con el Papa Luna. Tal vez el espíritu de algún antiguo templario sea capaz de iluminar su senda.

Asiento mientras sonrio levemente. El espiritu de un templario. Mi imaginacion dibuja en mi cabeza el espectro del supuesto templario, de pronto me sorprendo mirando hacia el interior de la cueva esperando verlo salir. 

De momento no hay ni rastro del barón. Parece que el supuesto carácter sobrenatural de la desaparición del barón os ha causado un desasosiego inesperado y, cuanto menos, inquietante.

La cueva permanecía a oscuras, pero portabais una antorcha que podíais encender de nuevo... Siempre que mantuvieseis el pulso firme.

Desde el exterior escuchabais el murmullo de las voces de vuestros compañeros. Parecía que el cura se hallaba dando algún tipo de sermón o explicación sobre algo, ya que no cesaba de hablar ni por un instante. De forma calmada y sosegada, se escuchaba a Silvana dándole réplica. Sebastián permanecía en silencio, quizás ocupado en sus propios menesteres.

Con pulso tembloroso lográis encender la antorcha. Su luz ilumina la estancia, destruyendo el carácter sobrenatural de vuestro repentino miedo.

Ante vosotros se muestra clarísimamente una pared de roca, y no parece haber camino alguno por el que seguir. O bien el barón conoce algún tipo de acceso secreto, o bien accedió por un camino que se os pasara por alto en vuestro deambular por la cueva.

Sebastián se halla dedicado a sus menesteres con la pomada y sus partes nobles, al mismo tiempo que atiende a la interesante conversación entre la bruja y el monje, extrañamente pacífica y cordial para tratarse de dos personas de principios morales tan distantes. Era sorprendente y cuanto menos agradable contemplar su comportamiento cívico el uno con el otro.

Mientras charláis, escucháis las voces de Gonzalo y Agustí desde el interior de la cueva. Parece que se hallan conversando en cierto estado de agitación, nada alarmante, pero distando de parecer calmados. Parece sorpresa más que miedo, incredulidad más que peligro. ¿Qué habrá sucedido para que se encuentren así?

Además, el barón hacía ya largo rato que había desaparecido hacia el interior de la cueva, y ni se le había escuchado ni se le había vuelto a ver. ¿Qué demonios haría un hombre como el barón en un sitio como aquel?