Partida Rol por web

Hernán y Silvana habían regresado de la biblioteca. Por las miradas airadas que ambos parecían dirigirse de soslayo, bien claro quedaba que el encuentro a solas en la imponente librería papal había sido cualquier cosa menos cordial. Ambos, sabría Dios por qué motivos para los presentes, parecían tratar de ocultar ciertos sentimientos de resentimiento hacia su oponente.

Por su parte el resto del grupo había estado encerrado con Charles de Lupo en un pequeño cuarto, aguardando por ellos, sin hallar conclusión alguna respecto a sus futuros planes para adentrarse tras los muros de la poderosa fortaleza que habían de asaltar o en la que habrían de hacerse lo suficientemente listos como para que se les permitiera penetrar en ella.

Gonzalo y Sebastián fueron conminados por Silvana para ayudarla a escoger plantas y pétalos de flores de los extensos jardines del castillo del Papa Luna, con los que pretendía preparar algunas sustancias que pudieran resultar de interés a aquellos que debían permitirles el paso en la fortaleza.

Por su parte Hernán colaboró a supervisar las provisiones que Charles de Lupo estaba ordenando les fueran preparadas al grupo, todo ello mientras Agustí hacía lo propio con las armas.

Tras los esfuerzos, el culto Hernán ayudó a redactar unas palabras a Gonzalo con el fin de que los mensajeros del Papa enviasen la misiva al castillo de su señor, en donde esperaba que Aisslin, el fiel criado del barón Ricardo, o su culta esposa se la leyesen a la dulce Mara.

Planes, paseos, charlas, discusiones, preparativos e inquietudes. Lo propio de una comitiva que habría de partir al alba con un peligroso plan en mente, con una misión alocada y la incertidumbre de si el cometido no superaría con creces las habilidades de tan modestas gentes.

El tiempo lo diría.

Unas horas de sueño, y llegaría el momento de partir.

Buen momento para descansar, si es que los nervios permitían pasar bien la noche.

Para que el cielo y el infierno se den la mano es necesaria la unión de dos objetos, uno sagrado y otro blasfemo, una reliquia de Dios y un ídolo del Diablo. Y han de recuperarlas gentes que no sean hombres del Papa ni hombres del Diablo... Y la china os ha caído a vosotros. ¡Con la de gentes que habitan las tierras de Castilla!

Tras mucho cavilar, allá que descubristeis que debíais adquirir el caliz de los corrompidos y el tesoro de los apóstatas del templo. Y no quedaba otra, no fuera que al Papa os diera por perseguiros y haceros regresar al pozo-tumba en que os había tenido escondidos.

¿Qué podía ser el Caliz de los Corrompidos? Una visita a la biblioteca os había referido al Santo Grial, ése que durante un tiempo estuvo a manos de los monjes de San Adrián de Sasabe. Al parecer los monjes habían sido tentados por el Diablo y corrompidos hasta extremos incalificables, así que fueron expulsados del seno de la Iglesia. El monasterio había sido ocupado entonces por monjes más piadosos, que cambiaron la advocación de San Adrián por San Pedro. El cáliz fue enviado a otro sitio más digno para tan sagrada reliquia.

Respecto a los apóstatas del templo... El bueno del Papa había hostigado a sus mejores escribas, a sus mejores hombres, a que buscasen toda la información que estuviera en su mano, y durante la noche elaboraron un informe que entregaron en un manuscrito a toda prisa al Papa, listo para justo antes de vuestra partida.

La voz alta y clara del Papa retumbaba en la estancia mientras os leía una y otra vez la información recibida, aquella que habría de ser útil para la segunda misión, la segunda parte de vuestra odisea.

<<...Erimán de Eroles nos habla de un grupo de hombres, unos monjes templarios, que abjuraron de las heréticas doctrinas del temple y que juraron en masa hasta hacerse monjes de la orden de Montesa en 1320. Se dice que hay aspectos ligeramente turbios dentro de la cofradía... Bueno, es todo lo que tengo por el momento. Ya os diré más a vuestro regreso de la sustracción del cáliz. A fin de cuenta, no es nada por lo que debáis preocuparos en estos momentos...>>

Dos eran las hubicaciones a visitar, pero solamente una ocupaba la mente del grupo en aquellos momentos: debían ir a por el Cáliz, el Santo Grial, custodiado en la ciudad de Valencia, dentro del Palacio Real.

La partida no estuvo plagada de llantos ni sonrisas o lágrimas, como aquel que deja un hogar. Todos teníais unas ganas locas de escapar de la maldita fortaleza de Peñíscola y no podíais aguardar por el momento de perder de vista al Papa, aunque ello significase volver a partir de viaje con Charles de Lupo a la cabeza. Habría sido una partida colmada de alivio si no llega a ser por el maldito Papa Luna, adicto a haceros la vida imposible. Antes de partir os llamó uno por uno a su presencia. Os obligó a extender un brazo ante él. El vejestorio extrajo un cuchillo de los pliegues de su sotana y, haciéndoos un corte en el brazo, besó la herida sangrante. Acto seguido pronunció unas palabras misteriosas y sonrió:

-Siete Dias sirvieron para crear el mundo. Siete días bastarán para cumplir vuestra promesa. Ha de vosotros como falléis a los cometidos de Dios. Que la cólera Divina caiga sobre vuestras cabezas si osáis fallarle.

Por fin había llegado el momento de la partida. El grupo al completo y Charles de Lupo, juntos y de camino a Valencia. Mapa en mano, los caballos y burros comenzaron su lento proseguir, dado que Gonzalo se negaba a auparse a la grupa de uno u otro animal debido a su pánico por lo equino. Paso a paso, poco a poco, habríais de hacer el camino hasta Valencia.

El día transcurrió sin problema alguno, avanzando en el trayecto sin miramientos ni problema de ninguna clase. La primera noche estaba a punto de caer. ¿Habría el grupo de buscar posada o se contentarían con dormir al raso? No era fría la noche, y no amenazaba con lluvias. Pronto caería la noche y había que decidir. ¿Desviarse hacia la miserable aldea reseñada en el mapa o dormir al raso y proseguir la marcha sin perder un minuto? ¿Perder tiempo y pernoctar cómodamente o ganar minutos y dormir presa de las incomodidades de la intemperie?

Agustí avanzaba en un flanco del grupo sin decir palabra. A su habitual naturaleza silenciosa se le unían sus pensamientos, que no dejaban de atosigarle desde que perdieron de vista el castillo del Papa Luna.

Podría cortarle la cabeza a ese de Lupo y marcharse de allí. Le darían una buena suma por la espada y la armadura y podría asentarse en algún pueblo del interior sin pensar jamás en el papa, el cáliz o incluso el Barón que le había cobijado con anterioridad para luego abandonarle en ese pozo de excrementos.

Casi sin darse cuenta, llevó su mano derecha a la engalanada empuñadura y miró a de Lupo, el cual se giró repentinamente y Agustí le dedicó una forzada sonrisa. Por algún motivo, el extraño ritual de sangre realizado por el Papa loco, le infundía cierto temor irracional. Por ahora seguiría sus indicaciones un tiempo más.

- Pronto se nos vendrá la noche encima y con nuestras ricas vestiduras los bandidos y salteadores de caminos vendrán a nosotros como las moscas a un tarro de miel. Yo me contentaría con un trozo de suelo seco y mi manta, pero por el bien de nuestra divina misión habría que ir buscando una fonda para pasar la noche.

La parte de mi vida que pase en el bosque me enseño que a veces era mas seguro dormir lejos de la gente que junto a ella, pero reconoci que Sebastian tenia razon, ahora no eramos un grupo de caminantes andrajosos y eso podria atraer a ladrones y maleantes. No tenia ninguna prisa por llegar a Valencia, intuia que los problemas una vez alli no serian pocos. Respondi al manco con brevedad.

-Si, en una fonda descansaremos mas tranquilos- Maldije en silencio la epidemia que me habia obligado a dejar el campo y maldije tambien al hombre que nos habia embarcado en esta mision.

Caminaron durante unas buenas horas, en silencio y ensimismados en pensamientos propios sobre la misión que tenían entre manos.

Gonzalo dudó si alguno de sus compañeros tenía en mente el ritual que el papa le había realizado antes de salir. Aquel corte en el brazo, las palabras harto inquietantes, el mensaje que llevaba con ellas... Siete días para llevar a cabo el "encargo divino" o algo malo les sucedería. Vaya panorama que les esperaba!

La noche estaba cerca y era momento de decidir donde pasar la nocturna.

-Estoy con vosotros. Una posada nos aleja un poco de nuestro camido pero nos asegura algo más de tranquilidad. Que nos es necesario después de estar metidos en esta misión...

Unas cuantas preguntas a algunos caminantes con los que os cruzasteis os indicaron un nombre, una taberna cercana en la que poder pasar la noche. Apenas había que desviarse un par de kilómetros del camino principal, luego no retrasaría demasiado la llegada a vuestro verdadero destino.

El Papa Luna había provisto de monedas bastantes a la comitiva, con el fin de que ninguno muriera de hambre sin traerle su preciada reliquia. Tampoco había soltado la bolsa como si de la noche a la mañana se hubiese vuelto caritativo, pero al menos cubriría sin lugar a dudas vuestros gastos personales hasta el momento del regresar.

El cansancio acumulado hizo que un par de kilómetros resultasen excepcionalmente agotadores. Los estómagos vacíos, hartos del pan rancio del que os estabais alimentando, clamaban por una buena comida de taberna, algo con lo que rellenar el estómago.

Por fin la tuvisteis ante vosotros: "La cerveza agria", nombre muy elocuente a la hora de definir el estado de las bebidas. Rogabais al cielo para que los alimentos al menos fuesen comestibles.

El posadero era un hombre extraordinariamente flaco, cosa extraña en este tipo de negocios. Aunque lo que más os llamaba la atención de él es que... ¡Iba limpio! ¡Perfctamente aseado! ¿Acaso acababa de coincidirle el día del baño? Si ni siquiera era año bisiesto...

-Buenas, comitiva. ¿Buscando anonde guardase de la nochie? Pasarsus pasar. La mio posada siempre asila peregrinos. ¿Acomodo individual o pasáis a la sala común con tolos demáss? ¿Vais a tomarsus la cena? ¡Pan de centeno! ¡Leche recién catá! ¡Frutas del bosque! ¡Trosillos de pollo un pelín xamuscaos, pero ricos bastante igual!

Los ojillos del hambriento vagabundo se iluminaron y la boca empezó a salivar al instante. Al instante buscó un rincón libre, tomó asiento. Tenía la oportunidad de vivir como un burgués y pensaba aprovecharla.

-Aceptaré el acomodo para esta noche que mis compañeros estén a bien decidir, pero que venga ya ese pollo con el pan y la leche! Y si tenéis también algún queso, traedme un buen trozo también, y los frutos del bosque, y mas pan. Calentad también una jarra de vino…y traed empanadas si hay  alguna! Deprisa posadero!

Sonrió al ver la forma alborotada de sentarse en la mesa de Sebastián e hizo lo mismo intentando disimular un poco.

-Así es, posadero. Traiganos un poco de todo y de paso preparenos las habitaciones individuales.

Como buenos "comerciantes" que sois, bien que debéis permitiros el dormir en habitaciones individuales, como corresponde a personas prósperas dentro del ámbito comercial. El posadero, presumiendo que lleváis unas alforjas bien cargadas de monedas, os prepara una estupenda mesa.

La cerveza es aún más agria de lo que confesaba el nombre de la posada, pero a fe vuestra que los alimentos están exquisitos. Panes, frutas, pequeños bollos empanados, algunos fiambres... Para vosotros, que acabáis de salir de las garras del Papa Luna y su gélida hospitalidad, si es que a los restos de comida aguada y pan mohoso que os arrojaban desde lo alto de la prisión podía llamársele ser hospitalario con sus "huéspedes", aquellos alimentos sabían a gloria. ¡Buena mano la de la esposa de aquel posadero! De refilón la veíais pasar de vez en cuando de la cocina a la barra de la taberna portando bandejas, tan mugrientas como ella, pero bueno, no era cosa de ponerse exquisito...

No estabais solos en la posada. Se hallaba harto concurrida. Mientras cenábais con agrado, en el establecimiento irrumpió un hombre acaudalado que exigió inmediatamente la mejor habitación del loca y los alimentos más caros. Junto a él viajaba un séquito de unas seis o siete personas, todas ellas bastante bien vestidas y relativamente limpias.

Lo más extraño es que aquel hombre os sonaba, os resultaba relativamente familiar. ¿Dónde lo habríais visto antes?

Agustí miró al hombre y a su séquito, pero las viandas de la mesa le impidieron fijarse con atención. ¿A quién podía importarle cualquier cosa fuera de esa mesa? Se dijo a si mismo.

Aquella comida era un lujo que pocas veces me podia permitir. Comi como si se fuera a acabar el mundo, en realidad tal vez se acabara pronto. Nuestro destino estaba escrito y sabia que en cualquier camino podia morir.
Cuando aparecio el ricachon apenas le preste atencion, por un momento pense que lo conocia, pero seguramente eran imaginaciones mias. Cogi un trozo de chorizo y un bollo y lo devore con placer.