Partida Rol por web

Parece que Habika esta molesta por el liderazgo de Alma asi que subo tras ella en la camioneta y trato de calmarla un poco.

Parece que te cuesta aun más que a mi seguir ordenes de otros, que ya es decir... digo en voz baja tratando que los demas no nos oigan con una sonrisa pensé que Alma veía las cosas de una forma parecida a mí y así me sería más fácil seguirla pero las cosas no son lo que parecen. Supongo que tendremos que seguirla mientras aclaramos este asunto, ya que parecé demasiado importante pero en cuanto pueda...

Parece ser que al fin todos se han vestido apropiadamente y empiezan a salir de la casa, aunque algunos todavía no se deciden a subir al vehículo por lo que sonrío a Arthur amistosamente en cuanto lo hace.
En cuánto cuchichea no puedo evitar reír por lo bajo negando con la cabeza.
-Seguiré las órdenes cuando sea apropiado hacerlo. Seguir con mi ropa o ponerse una vieja no creo que sea relevante- me encojo de hombros quitándole importancia al asunto. Si llevara un traje chaqueta lo entendería pero mis tejanos y mi camiseta no son muy distintos de lo que visten ellos ahora.

-Nos hemos unido por necesidad. Los gatos no estamos hechos para estas cosas pero esta vez es adecuado- asiento y le doy un par de palmadas en la rodilla para animarle un poco, alzando la vista al cielo nocturno mientras esperamos que el coche se ponga en marcha.

Mi mirada se pierde entre mis compañeros, con cierta curiosidad. Mi yo felino deseaba oír su conversación y añadir datos firmes a mis suposiciones. Al parecer el cambio de look no había sido un éxito.

Finalmente me decido a avanzar hacia la furgoneta, sin demasiado convencimiento. Sentía cierta distancia y cierta reserva en mi interior, y en el ambiente. No sería fácil que nos sintiéramos parte de un grupo. Éramos muy diferentes.

Mis pasos son lentos y marcados, y mi semblante esboza una sonrisa silenciosa con la que saludo a Habika y Arthur. Con suavidad me encaramo al vehículo, junto a ellos, pero guardando las distancias. Mi mirada no se cruza con la suya en ningún momento, de un modo un tanto tímido, tal vez algo enigmático o controvertido.

Tenía la certeza de que el viaje me resultaría largo.

Poco a poco, cada cual a su propio ritmo y con sus propias peculiaridades, todos vais subiendo a la vieja camioneta. Esá sucia, oxidada en algunas partes de su carrocería, y huele como si hubiera sido utilizada demasiadas veces en las tareas propias del campo sin haber sido aseada después. Sin embargo, es el vehículo elegido y, aunque sea a regañadientes, asumís esta decisión todo lo bien que sois capaces.

De momento.

Chuck se acerca a la camioneta con cara de pocos amigos, como es acostumbrado en él. Carga su rifle a hombro, y su mirada parece atenta a las ruedas del vehículo, mientras su gesto se tuerce en una mueca de desgana. Al llegar a él, apoya uno de sus pies en la reda delantera y lo aprieta un par de veces. La camioneta se mueve ligeramente, balanceándose al compás del movimiento de la rueda. Sin embargo, parece que aguantará.

Vuestro anfitrión abre la puerta del conductor y coloca el rifle sobre dos visagras tras la cabina. Entonces toma asiento y cierra la puerta sonoramente. La llave chirría al introducirse en el contacto, pero entra y gira sin problemas. El motor ronronea con un sonido mecánico al principio, pero pronto el arranque se produce y una humareda surge de la parte trasera. No está en las mejores condiciones, pero funciona.

Vuestra partida es lenta y silenciosa. No hay ganas de charlas ni divertimentos. Acudís a una misión sagrada, siguiendo el camino de los sueños enviados por vuestra diosa. El camino os lleva a la puerta del rancho, momento en que el vehículo disminuye la velocidad ligera pero perceptiblemente. Sin embargo, vuelve a acelerar una vez cruzado el umbral, adentrándose en la red de carreteras que os alejan del reino-guarida y os llevan a vuestro destino.