Partida Rol por web

El luchador es diestro y evade la mayoria de nuestros ataques pero no puede con todos, es tan solo cuestión de tiempo que caiga... un tiempo que no es seguro que tengamos.

Me vuelvo a lanzar sobre mi presa con animos redoblados, queriendo acabar la lucha de una vez, si tan solo fueramos capaces de dejarlo fuera de combate el helicoptero sería un problema menor.

Mi ataque ha surtido efecto, aunque no de una manera tan efectiva como me hubiera gustado... pero teniendo en cuenta lo diestro que es y la facilidad con la que nos aparta como si fuéramos simples moscas supongo que debería sentirme satisfecha... aunque no orgullosa. Sé que puedo hacerlo mejor. Debo hacerlo mejor.

El motor y las aspas del helicóptero consiguen captar mi atención una milésima de segundo pero dado que están demasiado alejados como para poder hacer algo al respecto por el momento decido centrarme únicamente en el traidor, arremetiendo nuevamente contra él sin piedad. Tarde o temprano empezará a cansarse y nosotros seguiremos siendo más que él.

Antoine Black está acorralado. Su poder es mucho, y su habilidad está fuera de toda duda. La forma en que está aguantando los envites de un cuarteto de congéneres así lo demuestra. Pero está rodeado, y no podrá soportar este ritmo por mucho tiempo.

Bruno está a punto de caer por el borde de la fachada, una caída que seguramente le hubiera dejado fuera del combate por un tiempo. Sin embargo, logra sujetarse antes de precipitarse al vacío y, haciendo alarde de una gran forma física y agilidad, se encarama de nuevo a la cornisa.

Mientras tanto, Habika salta sobre el Bubasti atacando con sus garras. Antoine se ve sobrepasado por la fiereza de la Swara, pero logra desviar el ataque de ésta empujando el codo del brazo agresor en el último instante. Las garras arrancan jirones de ropa y algunas gotas de sangre, pero poco más. También Arthur ataca, aprovechando la confusión, pero el Bubasti logra verlo y reaccionar a tiempo, desplazándose para salir de la trayectoria del Bagheera al tiempo que le empuja para desequilibrarle. No lo hace completamente, y Arthur logra mantener el equilibrio y seguir en la brecha.

Es entonces cuando se oye el rugido del jaguar, y Bruno surge de la espalda del Bastet de ascendencia tribal egipcia como una lluvia de garras. Este apenas logra defenderse, a pesar de su habilidad, ante tanta fiereza. Pero el Bubasti es escurridizo, logra desviar un primer ataque, luego un segundo, y solo la tercera ocasión en que las garras del Balam se acercan a él logran hacerle sangrar. El traidor retrocede entre gritos, llevándose las manos a la cara. Las garras de Bruno han descarnado su rostro, mostrando una fea herida en el lado izquierdo que cubre su mejilla y su frente, y que amenaza con dejarle tuerto.

Aprovechando su momento de debilidad, Alma surge a la espalda del traidor y salta sobre él con sus poderosos brazos, sujetándole con fuerza. Los brazos del Bubasti quedan atrapados a su espalda, y no puede moverse.

Está a vuestra merced.

Pero entonces, se oye un sonoro impacto. Os giráis para ver la puerta de la azotea siendo derribada por una enorme criatura de piel verdosa y colosales dimensiones, que empuja con fiereza la pared que rodea la salida por la que no puede pasar. El muro se derrumba, y la criatura entra en la fachada con un rugido, seguida de dos hombres con uniformes paramilitares tácticos y armas de fuego. Junto a ellos camina con aire sensual una mujer que os resulta femenina, y cuya presencia os consterna. La mujer que abandonásteis en el reino-guarida de Antoine Black, su secretaria, a la que creíais muerta.

Uno de los soldados, al parecer de mayor graduación, levanta su pistola apuntando al grupo.

• Será mejor que soltéis a mi jefe, gatitos, solo si vive cobraré a fin de mes.

El otro soldado no dice nada, permanece en silencio mientras la bestia gruñe. La mujer, en cambio, no aparta los ojos de Alma.

• Vas a pagar por lo que me has hecho, guarra...

Antoine es ágil y diestro, mucho más que todos nosotros juntos, por suerte esta vez se lleva algún golpe y al final, gracias a la acción incesante, Alma consigue cogerle por sorpresa y le inmoviliza. Parece que esta vez las tornas se cambian... pero apenas durante un segundo, al instante siguiente todo un batallón de monstruos al servicio del Deshacedor hace acto de presencia pero curiosamente ninguno de nuestros aliados parece propenso a darnos apoyo. ¿Qué diablos se supone que estarán haciendo ahí dentro? Espero que abatir a más infectos como estos porque nosotros somos demasiado novatos... así que opto por centrarme en Black, como jefe suyo que sigue siendo, atacándole sin remilgos ahora que está apresado por mi compañera, con toda la intención de dejarle al menos malherido.

Parece que al fin podemos capturar a Antonie pero incluso antes de que podamos siquiera celebrarlo aparecen sus sicarios que tienen la idea firme de liberarlo,, pase lo que pase tenemos que proteger  a Alma para que no se vea obligada a soltar a Antonie asi que me fijo en la mujer que no le saca ojo y me lanzo directamente a por ella adoptando mi forma chatro para saltar directamente sobre su pecho con intención de derribarla y ponerle acto seguido mis afilados dientes sobre su ccuello para que no pueda moverse.

Oh vaya no sabía si las dos chicas iban a poder acabar con el traidor, pero sin duda había que intentarlo. Ese tipo era escurridizo como una serpiente, debía de ser premonitorio. 

Miró hacia atrás. No estaba mal el asunto, quedaban tres fomorianos ahí, uno al menos con plata, todos para él. No tenía muy claro que fuera a sobrevivir. Si no hubiera plata seguro que sí, pero habiéndola... Los bastet de alto rango debían estar ocupados, pero ellos los necesitaban allí arriba. Lo único que podía hacer de todos modos era gritar con la intención de que le oyeran, si es que no habían escuchado el sonido de las hélices que era en realidad lo lógico.

Rugió mientras se abalanzaba hacia el soldado de la pistola, tenía que detenerlo rápido pues tenía la intuición de que era el más peligroso. Le recordaba a uno de los enemigos del amazonas y no creía que el parecido fuera casual, era muy posible que gente como ésta era la que atacaba a su pueblo desde los helicópteros. Lo único bueno de lanzarse al suicidio frente a tres fomorianos es que al menos no tenía delante a aquél infernal aparato.

El soldado, aún con el arma en ristre y preparada para disparar, se ve asaltado súbitamente por la tremenda velocidad y fiereza del Balam quien, haciendo uso de su salvaje rabia interior, se avalanza sobre él con sus garras prestas para saborear su presa. Ésta desiste de disparar y, en un acto que podría catalogarse como cobardía o sentido común, trata de saltar a un lado para evitar a la bestia que se le viene encima. Sin embargo, su instinto de supervivencia le llega demasiado tarde, y el giro que planeaba hacer por el suelo se ve interrumpido cuando una garra arrasa con su cadera y lo bambolea en el aire, antes de que otra se clave en su pecho, destrozando costillas, pulmones, y cuanto encuentra a su paso.

El soldado, con la mirada perdida de un loco, mira a su asesino un instante mientras la sangre salta de su boca con cada gorgoteo infructuoso con el que pretende respirar, bocanadas de sangre que le ahogan y amenazan con acabar con él antes incluso que el propio desangramiento.

Bruno es el último testigo de la vida que abandona al soldado para siempre.

Arthur se avalanza sobre la mujer cuya actitud amenaza directamente a Alma, sabedor de que en la Pumonca descansa la posibilidad de acabar con el traidor Bubasti. La mujer se sobresalta, dando un paso atrás presa del temor, mientras ve al Bagheera acercarse a toda velocidad.

Sin embargo, alguien se interpone entre el Bastet y la mujer, el soldado que se encontraba a su lado y que, lejos de mostrar su mismo temor, se lanza como un auténtico loco contra la bestia felina, haciendo gala de una destreza, determinación y fuerza, inauditas. Arthur se ve sorprendido por la acción del soldado, que no muestra arma alguna al márgen de su propio cuerpo, y cuando trata de adaptarse a la nueva situación, el soldado le salta encima rodeando su torso con unos brazos mucho más poderosos de lo que aparentaban en un principio. El Bagheera siente una tremenda presión en sus costillas, al tiempo que la imposibilidad para avanzar se hace patente, y se siente elevado del suelo por la tremenda fortaleza física del soldado, cuya cara está morada y sudorosa por el esfuerzo.

Alma trata de mantener preso al traidor con todas sus fuerzas, pero es consciente de que el escurridizo no podrá ser retenido demasiado tiempo. Es hábil, lo ha demostrado evitando sus ataques demasiado tiempo, aunque probablemente le tendrían ya bajo el yugo de sus garras si sus esbirros no hubieran aparecido ya. Pero al menos los demás están ganando tiempo, y si logra mantenerle sujeto lo suficiente para que Habika termine el trabajo...

Pero el tacto de la mano de Black en su antebrazo no adelanta nada bueno. Sin saber cómo, la Pumonca se siente izada con facilidad, perdiendo el equilibrio mientras alguien tira del brazo que sujeta al Bubasti. Queda claro, por cómo éste acompaña a su movimiento, que es una maniobra evasiva más, del arsenal que la maldita serpiente despliega para no tener que enfrentarse directamente. El cobarde es buen luchador, pero prefiere no enfrentarse cara a cara a sus adversarios.

Cuando Alma se ve arrojada en desequilibrio, de espaldas a su evadido adversario, la sombra de Habika pasa a su lado como una exhalación. La Swara se lanza con todas sus ganas contra el Bubasti, quién aún se encuentra girando sobre sí mismo debido a la maniobra que ha usado para liberarse de Alma. Sin embargo, el mismo giro es aprovechado por Antoine para desviar el ataque de las garras de Habika, desequilibrándola a su vez y empujándola con fuerza y rabia mientras emite un sonoro y fiero rugido. La Swara se ve lanzada por lo aires, aterrizando con fuerza sobre una gruesa tubería cercana.

Tras tan vertiginoso movimiento, el Bubasti hace alarde de una tremenda velocidad y sale corriendo como arreado por el mismísimo diablo, corriendo en una difusa sombra negra hacia el borde de la fachada, momento en que os dais cuenta de que el helicóptero está descendiendo en esa misma dirección. Antoine Black, el Bubasti, el traidor, salta por el borde de la azotea alzándose en el aire en dirección al helicóptero. Podéis comprobar cómo sus garras se aferran a uno de los patines de aterrizaje, quedando suspendido del aparato, que comienza a girar para alejarse mientras un soldado os apunta con un rifle desde la compuerta abierta.

Cuando la mujer ve que su forzudo compañero aparta el peligro de su mismo rostro, la maligna mirada que mantenía antes de verse apartada por el terror regresa a su rostro. Sin embargo, no se mueve, solamente se mantiene en su sitio, inmóvil, con la mirada fija en Alma y en una actitud de concentración.

Entonces, para quien la estuviera mirando en esos momentos, parece que su cuerpo se difumina y vuelve transparente, aclarándose en pocos segundos hasta que desaparece por completo.

En tan solo un instante, no hay rastro de ella.

La enorme criatura no se queda quieta cuando comienza el enfrentamiento. Simplemente es lenta, muy lenta, y tarda en ponerse en movimiento. Sus gestos son torpes, pausados y poderosos a partes iguales, dando la impresión de tratarse de un paquidermo o un rinoceronte. El ser comienza a correr de forma lenta al principio, pero ganando velocidad poco a poco, hasta asemejarse a una auténtica locomotora que parece incapaz de detenerse.

Y se dirige hacia Alma.

El impacto es brutal. La criatura no es habilidosa, pero Alma estaba distraída por la maniobra evasiva de Antoine, observando cómo se escapa en dirección al helicóptero, y la bestia se abalanza sobre ella por la espalda, arrollándola con el hombro por medio de su inmensa corpulencia y la inercia que trae por su carrera. Alma siente crujir su espalda, siente el peso de la ingravidez al verse lanzada y el impacto contra el suelo. Aturdida, levanta la mirada dolorosamente, con un gran dolor de cuello, y ve a la criatura ante ella, con una maléfica y babeante sonrisa de satisfacción.

Todo pasa a camara lenta para mi, estoy demasiado ocupada para tener que preocuparme de nada o de nadie salvo de mi pequeño amigo.
Sonrio al comentario de la pelirroja, no si al final resultaria que es peor que su jefe si cabe.
Sangre, que salpica por doquier, gritos de dolor de algunos de mis compañeros que hacen que pierda la concentracion mientras mi prisionero escapa de mi abrazo.

Luego parece que todo esta patas arriba, se escapa, va a ocuparse de algo que no debe y no le va a gustar, le pienso matar en cuanto le pille como a su maldita secretaria haga lo que haga la muy puta con su vudu.

Y por si fuera poco, se escapa y esa cosa me da una paliza que me van a doler los musculos en dias o meses. Me ha cabreado,  la rabia me inunda y las garras, las garras van a salir a relucir como los comillos.

Uno de los soldados me atrapa antes de que llegue a la mujer que estaba amenazando a Alma y me retiene con mucha fuerza, creo que sobreestime mi agilidad felina o subestime a estos extraños soldados que parecen más duros de lo que aparentan, ahora estoy apresado y por mucho que me revuelvo no logro salir así que trato cambiar de forma a mi pequeña forma felina y así poder escabullirme entre sus brazos.

Un gruñido de rabia surge de mis felinos labios, se marcha ese cerdo, pero tarde o temprano lo atraparemos. 

me lanzo contra esa cosa para quitarsela a mi compañera 

El tiempo corre en nuestra contra y estos enemigos parecen dispuestos a morir sacrificándose. Sería loable si no fuera porque será debido a un lavado de cerebro.

Bruno pensó que para poder huir primero tenían que librar a Arthur del agarrón y no sabía si iba a lograrlo por lo que mejor ofrecerle algo de ayuda. También, quizá, es que sentía la adrenalina corriendo por sus venas haciéndole ansiar más sangre.

Corrió hacia él sin emitir ningún ruido gutural y trató de asestarle dos buenos mordiscos ya que al parecer no estaba físicamente infectado y el tiempo apremiaba.

Alma se pone en pie como una exhalación, haciendo gala de la fiereza que honra a su tribu desde tiempos ancestrales. La Pumonca muestra sus garras y se abalanza sobre su enorme enemigo, lanzándole un zarpazo que roza su dura piel. Pero no la penetra, ni tan siquiera la hace sangrar más que apenas unas gotas procedentes de una fina e imperceptible herida. No obstante, la hija del puma no ha dicho aún su última palabra, y se lanza contra la inmunda bestia con sus fauces. Estas llegan a agarrar carne, a la altura del brazo de la mole, pero cuando parece que va a desgarrarle una parte de la pútrida y reseca piel, similar a la corteza de un árbol viejo, se desprende y queda entre los labios de Alma dejando un regusto amargo y metálico.

Habika se une a la refriega. La Swara, viendo a su compañera en peligro, decide saltar sobre la mole aprovechando la gran velocidad que hace famosos a los suyos entre la Gran Familia. La gran guepardo asalta a la bestia lanzándole sus zarpas. Cuando éstas solo encuentran piel reseca en forma de gruesa corteza deshecha, la Swara se sorprende y asquea ante la naturaleza de los hijos del Deshacedor.

Pero la misma bestia aún tiene algo que decir. Lentamente, con torpeza, levanta uno de sus gruesos brazos, dispuesto a descargarlo sobre Alma. Quizás porque parece demasiado torpe y lento y se ve sorprendida por la súbita velocidad que cobra la bestia, quizás por su propia lentitud fruto de los golpes sufridos previamente, el caso es que Alma se ve alcanzada por el imponente puño, golpeada a la altura del hombro y lanzada por el impacto. La Pumonca da varios giros en al aire antes de lograr equilibrarse casi antes de besar el suelo, con un poderoso dolor en el pecho y la clavícula.

Las bendiciones de Selene lograrán curarla. Con tiempo. Un tiempo de que quizás no disponga...