Prólogo

El rey Próspero II se recostó en el asiento de roble tallado, sobre el mullido cojín púrpura adornado con ribetes dorados. El nerviosismo se concentraba en sus piernas mientras sus ojos recorrían la estancia, deteniéndose de cuando en cuando en una u otra familia. Allí reunidos se encontraban los nobles y siervos más importantes de la parte noroeste del reino. Su consejero, el viejo Abraham Oragón, susurraba el veredicto del Consejo de Sabios a modo de frases cortas que describían la capacidad de cada familia para afrontar la empresa que los mantenía reunidos.

El ambiente en aquel salón de paredes de piedra ocre era cálido por las ciento cuarenta personas que acogía. Aquel castillo pertenecía a la familia Hierro y se encontraba en el extremo más alejado del reino, frontera con tierras inexploradas. El silencio era tenso mientras el monarca se tomaba su tiempo para reflexionar. Próspero lucía ricas vestiduras pero el tono verde oscuro no le sentaba bien a su piel pálida y azulada. Mientras pensaba, acariciaba el armiño de uno de los pliegues de la capa que le caía sobre el pecho. Finalmente, cuando creyó conveniente, se alzó ante los presentes. –Después de este año de paz, es hora de que desvelemos el misterio que se extiende más allá de esta fortaleza y expandamos nuestro reino.- Hizo una pausa y asintió, en su expresión se reflejaba la mirada de un padre mezclada con la autoridad de un rey. Solmene, no quiso poner a prueba la paciencia de los suyos durante más tiempo –Es mi deseo que la familia Hierro se haga cargo-. La totalidad de aquella familia que contaba con una mayor presencia, pues se encontraban en sus dominios, se alzó al ser nombrada. Los mejores estrategas militares tienen el apellido Hierro y, por ello, el nombramiento no sorprendió a ninguno de los presentes. Así mismo, los Hierro son considerados los mejores forjadores de armas y su extensa familia cuenta con todo tipo de armas en sus estandartes y emblemas. No será fácil determinar qué rama de los Hierro ejecutarán los deseos de su rey –Dos de los vuestros cargarán con este honor y esta responsabilidad- continuaba el monarca –pero no irán solos. Para que su sabiduría ilumine su camino, es mi deseo que la familia Oragón le acompañe- Los Oragón, al fondo a la derecha, se pusieron en pie –y la familia Acebedo- los Acebedo, en primera fila, se alzaron –Dos miembros de cada una-.

Los acompañantes de los Hierro. Ese era el puesto de honor que esperaban el resto de casa y que finalmente fue cedido a los Oragón y los Acebedo. Al fondo, el estandarte de la rama de la familia Oragón en aquella región se alzó. Un escudo cortado, con un ojo de niña azul marino en la parte superior y una bandada de grajos volando de izquierda a derecha en la inferior. Así mismo, los Acebedo lucían en su pecho su emblema con orgullo: un sol resplandeciente sobre un horizonte montañoso. Símbolo de la superación ante las adversidades.

Con los nombramientos la tensión en la sala se relajó, al igual que el ánimo para aquellos que no habían sido convocados a aumentar la gloria de su señor. El rey tomó asiento, pero las familias no podían sentarse aún. Ahora les tocaba a ellas anunciar a los miembros que viajarán en pocas semanas. Seis valientes señores procedentes de las casas nombradas deberán construir sus fortalezas y extender el dominio del reino de Próspero II. Todos los ojos se dirigían ahora a la familia Hierro...

Di un paso al frente. Después de tiempo aguardando por fin había llegado la llamada que esperaba y no estaba dispuesto a desatenderla. -Majestad- incliné la cabeza a modo de reverencia, no la rodilla. Los Hierro rara vez nos arrodillamos pues preferimos mostrar nuestra lealtad con el uso de la espada. -Mi nombre es Rodrigo del Hierro- su voz resonó en la estancia grave, cargada de autoridad pero con la prudencia de aquel que sabe los muchos peligros que encontrará en el camino. -La tranquilidad que hemos vivido en estos tiempos me resulta incómoda.- Hombres junto a mí asintieron y susurraron "la paz que precede a la tormenta" -Por eso mandé exploradores a que inspeccionaran más allá de los dominios del reino. Pronto regresarán y sabremos a qué tipo de terreno nos enfrentamos.- Alcé la cabeza ante la mirada inexpresiva del monarca, inspiré y espiré -Sería un honor para mí dirigir esta empresa junto a otro de los míos y con el apoyo y la compañía de familias de tan noble linaje. Acebedo, Oragón.- Pronuncié sus nombres con solemnidad e incliné la cabeza hacia ellas -No obstante, si vuestra sabiduría estima que no sea elegido para esta prometedora aventura, pondré la información de mis exploradores a vuestro servicio, alteza.-

Rodrigo del Hierro es hombre directo y conciso, corpulento y de cabello liso, largo y castaño. Regresó con sus hombres con el más absoluto respeto hacia sus camaradas y esperando escuchar a aquellos inspirados a seguir su ejemplo y acudir al llamamiento.

El rey miró fijamente a don Rodrigo mientras exponía sus motivos. Pero cuando éste terminó, calló a la espera del siguiente candidato. Esperó a que otros reclamaran el honor de participar en esta empresa y así fue...

Puestos sin más, el primer hombre de la familia real se levantó, imprudentes, apasionados, los hierro eran grandes combatientes, herreros, pero no pensadores, o administradores, si el reino había salido adelante durante estos tiempos de paz era debido al apoyo de mi familia, los Acebedo, bueno, esta era una oportunidad para cambiar aquello, una que solo podía presentarse una vez en la vida... si no es que en el siglo... y no pensaba desaprovecharla.

Con elegancia, me adelanté entre la indecisión y la discusión de los otros miembros, sabía que ninguno podría negarse a mi nombramiento, conocía demasiados secretos de demasiados de los presentes para tener un seguro contra cualquier tipo de reclamo, se decía que el conocimiento era poder y si eso era verdad, entonces muy posiblemente fuese el hombre más poderoso en aquella sala.

-Su majestad- con una reverencia y siguiendo al pie de la letra el protocolo, me presenté ante el rey -Yo, Laenor Oragón seré uno de los representantes de mi familia en esta empresa, los recursos de inteligencia de mis hombres estarán a vuestro servicio, como siempre lo han estado- tras anunciar aquello, solo esperaba para observar quienes serían mis compañeros en esta nueva empresa...

La complacencia del rey aumentaba con cada nombramiento de los valerosos. Pero, entonces, una voz femenina irrumpió en la estancia y el corazón del monarca dio un vuelco. No pasó desapercibido que se agitó en la silla y sus ojo se deslizaron hacia su esposa en una furtiva mirada. Luego, escuchó a la siguiente candidata.

No era raro que un noble tuviera descendencia ilegítima. Muchos nobles tenían aventuras a lo largo de su vida, de las que surgían frutos indeseables. El asunto entonces tenía por costumbre solucionarse con generosas donaciones que sirvieran para que la madre olvidase el tema y rehaciese su vida. Los casos más extremos requerían medidas más extremas, tampoco era raro. Pero a veces, en muy contadas ocasiones, la virtud y el amor se imponían y el aristócrata reconocía públicamente al infante bastardo, y aunque fuera hijo ilegítimo lo acogía entre sus hijos. Este sorprendente caso era el del Rey Próspero II, quien felizmente jamás renegó de la pequeña Melissa.

"Padre..." alzó entonces ella la voz, Lady Melís, la hija bastarda del Rey, y nuevamente la sala se llenó de murmullos, la gran mayoría (si no todos) de desaprobación. "Por favor, os imploro dejéis que sea yo la otra Hierro que os represente. Serviros en esta empresa es la oportunidad de agradecer todo lo que habéis hecho por mí, y también de demostrarle a la Casa de Hierro que soy digna de..."rápidamente corrigió sus palabras. "..que no yerraron al acogerme entre los suyos."

Próspero tragó saliva antes de hablar. Afortunadamente un gran guerrero se hizo protagonista relajando la tensión en el ambiente y alabando al rey.

Una torre en pieles envuelta alzó su mirada severa sobre la bastarda. Cejo fruncido, semblante serio, abre la boca y un sermón de ella sale.

Nuestro rey jamás se equivocaría - hace una breve pausa - Demostrarlo es innecesario.

Sin embargo... - la torre se alza - Esta es una tarea de exploración y conquista. El deber de una dama es satisfacer a su marido, darle descendencia fuerte y abundante, cuidar de sus dominios en su ausencia y llorarle cuando se reúne con los dioses.

La torre avanza erguida por la sala dirección al monarca. A su lado se planta, erecto, con las manos entrelazadas a su espalda y sus ojos y los del rey coincidiendo. Abre la boca, y su sermón en un susurro se torna.

Anoche estuve observando las estrellas, y siete cayeron cuando pregunté por mi destino. Hoy, el día ha sido claro y despejado, y un cernícalo me ha dado su bendición rozando mi cara con sus alas. Por la tarde hablé con el fuego, y respondió rugiendo con fuerza.

Su alteza, los hados quieren que yo, Medraut Acebedo, participe en esta misión, ergo es inevitable que lo haga.

La joven Oragón miro a sus familiares. Aunque Clarissa se hubiera lanzado al frente de forma imprudente y temeraria, los Oragón sabían que primero había que analizar antes de decidir. No podían enviar a alguien joven e inexperto, sería sólo una carga en la tarea y tampoco podían mandar a un de los ancianos de la familia, tenían acumulado grandes conocimientos sí, pero sus cuerpos no estaban preparados para semejante odisea. 

Clarissa dio un paso al frente, su madre suspiró. Era conocida por ser terriblemente cándida e inapropiada con sus palabras, aunque desde una inocencia total. Se acercó al Rey y cogiendo sus faldas hizo una reverencia con toda la gracia que pudo, que no era mucha. También dedicó una inclinación al resto de los nobles que se habían presentado voluntarios.

- Soy Clarissa Oragón, mis señores, estaré encantada de acompañarles en su empresa. Sientanse libres de usarme -comenzaba un espectáculo que ni los bufones podían equiparar.- Para descargar- Su madre rechinó los dientes.- sus penas y miedos en mi oído. Tomadme libremente- alguien comenzó a abanicarse.- Como guía y consejera. Dejad que mis manos atiendan las durezas y las heridas que sufran en el camino. Que mis labios sean vuestros para...

- Ya lo han entendido, querida.- Interrumpió su madre. Tal vez no era tan mala idea que se fuera de la corte.

La Torre devolvió la sonrisa al rey. Pero pareció que su hija bastarda inspiró a otras a unirse a la causa y la joven Clarissa habló. Próspero inspiró y espiró. No esperaba la presencia de tantas mujeres entre los señores que dirigirían su empresa. Las tierras inexploradas no eran lugar para...

Era bueno saber que mi visita a la corte no seria una perdida de tiempo. Después de un viaje tan largo desde el norte tenia que conseguir algo y estar en esta audiencia con el Rey había sido lo mas acertado.

Era una mujer y haber llegado hasta aquí por mis propios medios ya era algo muy bueno, despues de todo no me habia acostado con nadie. Tener sexo de pie contaba?

Cuando tuve mi turno di mi paso al frente.

- Su Alteza soy Oga Nesson de Hellium casa menor de Oragón, y nada me haría mas feliz que aceptar vuestra invitación de expandir vuestro Reino.

Y el mio.... Era el momento de poder relucir dentro de mi familia y ganarme un puesto mayor. Aunque no estaba casada no estaba dispuesta a mancillar mi nombre por un puesto mayor en la corte y este podria ser una forma de conseguirlo.

- Haré saber que vuestra sabiduría cabalga en el norte y mas allá, llevando la civilización, la paz y la prosperidad a todos sus súbditos.

El rey se atusó la barba atónito. Miró a sus consejeros, a su guardia, a la reina. Había demasiadas mujeres presentes como para negar el honor de las que se habían presentado. Lógicamente, más voces se alzaron, pero fueron éstas las que, por uno u otro motivo, movieron al rey en su asiento y quedaron grabadas en su mente. Fueron ellos los elegidos para desempeñar la misión.

-Es mi voluntad...- el rey se alzó delante del trono y abrió los brazos -...que la responsabilidad recaiga sobre don Rodrigo y...- tragó saliva -Melissa- la reina murmuró algo que el rey hizo bien en obviar -...de la casa Hierro. Ambos os haréis responsables de los éxitos o fracasos.- Próspero guardó silencio para que esta últimas palabras calaran hondo en el pensamiento de los dos. Tras esos segundos, continuó -Medraut y Laenor Acebedo os apoyarán y Clarissa Oragón junto con Oga Nesson de Hellium serán vuestras consejeras.- La totalidad de las damas de la corte asintieron satisfechas. La totalidad de caballeros, sobre todo los rechazados, fruncían el ceño y murmuraban.

El Consejo dio su aprobación. No había nada que discutir. Ellos serían los enviados a la inexploradas tierras del noroeste.

Caminé con paso decidido hasta la bastarda del rey -Señorita Melissa- hice una ligera reverencia, lo normal para una mujer de la corte pero escasa si se comparaba con la que realizaría a una princesa. -Parece que el veredicto es firme. Seremos los dirigentes de esta empresa.- Comenté lo obvio a fin de atisbar en su bello rostro la opinión que tenía de todo esto o, más que su opinión, sus emociones. Sentirse abrumada por tal responsabilidad sería algo normal para una mujer de su edad y en su condición, pero su semblante se mantuvo firme y eso alivió mis temores y reafirmó mi felicidad y esperanza.

-Jamás hubiera propuesto que una mujer fuera mi compañera. Os hablo con sinceridad y no lo toméis como ofensa pues no lo es. Dejadme terminar.- Carraspeé un poco la voz para aliviar en vano mi propia incomodidad después de hablar con la verdad. Pero así era y es Rodrigo del Hierro, la verdad aunque duela o comprometa. -Estaréis de acuerdo en que esta sociedad de la que formamos parte favorece ciertos prejuicios a la hora de relacionar hombres con mujeres.- Comenté a modo de aclaración e introducción -Por eso os digo que jamás hubiera escogido a una mujer como compañera de armas para tal empresa, pero ahora que os miro, sospecho que no encontraré en esta sala aliada mejor para ello.- La palabras, escuchadas por terceros, podrían tacharse de halago coqueto. Pero entre los partícipes, entre ella y yo, lo que se percibía era el pragmatismo. Estaba claro que una compañera llegaría a donde Rodrigo del Hierro, con toda la pompa que quisiera darme, jamás llegaría. Y contando, como contamos, con dos féminas más en el papel de consejeras, habría resultado de lo más inconveniente que mi acompañante fuera un bruto de espada afilada y pensamiento llano.

-Hermana de Hierro- dije satisfecho y esas palabras llenaron mi boca y mi espíritu de orgullo. Extendí la mano y di un apretón firme, como habría hecho con cualquier otro caballero. Ese gesto bastó para que mi honor y mi lealtad se vincularan a ella y a esta causa.

Ya era bastante difícil ser mujer en el mundo que le había tocado vivir, y más aún si a ello le sumabas ser prole bastarda. Cuando se presentó voluntaria Melís mantuvo un rostro estoico y firme, pero en realidad el corazón le palpitaba tan fuerte que temía que fuera a salírsele del pecho. No dudó un segundo en presentarse voluntaria, pero no fue una decisión tomada a la ligera. Era consciente de todas las tribulaciones y obstáculos que tendría que pasar, de las dificultades que tendría que superar. Sabía que no era una expedición sencilla ni corta. Que estaría por mucho tiempo lejos de su hogar y lejos de su familia. No sería una empresa fácil sino peligrosa.

Pero sus disimulados nervios no procedían de todo esto, al menos, en gran parte. Ella estaba dispuesta a enfrentar todo aquello sin amilanarse y a abrazar la oportunidad que se le brindaba ante ella de devolver todo el bien que su padre había hecho por ella, acogiéndola sin reparos en su familia pese a ser su propia existencia una  . No, Lady Melís no disimulaba sus nervios por el futuro que quería seguir, sino del presente que estaba viviendo ahora mismo, juzgada en silencio y no tan en silencio por todos los presentes. No se le escapaba la mirada de despecho que la Reina le estaba echando, una mirada aún mucho más intensa de lo normal, compartida por muchos de los presentes en la corte. Pues no solo era una mujer la que había osado presentarse y hablar, sino además una bastarda. Una bastarda que había osado presentarse a un honor que no le correspondía y a una misión que le venía grande a ojos de todos.

Y es por esto que no culpó a La Torre de decir en voz alta lo que todos pensaban, casi que podía agradecerle que fuera tan directo, aunque desde luego no compartía en absoluto lo que decía. ¡Y cuál fue su sorpresa cuando vio que no una, sino dos mujeres más se presentaban después de que ella hubiera dado el tan temido primer paso!  Clarissa Oragón, y Oga Nesson de Hellium. Esta vez no ocultó su pequeña sonrisa de admiración y alegría por ver que no era la única dama que quería tomar parte en esto.

Pero esa fue una alegría pequeña comparada con las que vinieron después. Su padre, el Rey, finalmente habló. Primero eligió a Don Rodrigo, una elección nada sorprendente ya que la excelente reputación del buenhombre hablaba por sí sola. Como también sus acciones, siendo la iniciativa de haber pensado casi lo mismo que el Rey y haber adelantado exploradores una cualidad que no se podía ignorar. La sorpresa vino con el segundo nombre: ¡el suyo! Trató de contener la alegría todo lo que pudo manteniendo un pétreo rostro, pero lo cierto es que no le faltaban las ganas de correr a abrazar a su padre y darle mil besos.

Escuchó los demás nombres elegidos. Laenor y Medraut con los Acebedo, y por el otro lado Clarissa y Nesson de Hellium por parte de los Oragón. ¡Las otras dos mujeres! Casi quería soltar una carcajada altanera al haber sido ellas elegidas entre tantos otros hombres de la Casa Oragón 'mucho más capaces', pero reprimió el impulso con profesionalidad. Fue poco después cuando vio que Rodrigo del Hierro se acercó a ella para dialogar. "Don Rodrigo del Hierro." le devolvió el saludo y la reverencia con una inclinación de cabeza, y escuchó con interés lo que vino a decir. De primeras que fue contundente: jamás habría propuesto a una mujer como compañera en esta empresa o en cualquier otra. Sintió cierta decepción al oirlo, más era realista esperar que pensara así, ya que ella misma era partícipe de aquellos prejuicios, había quedado tan sorprendida como los demás de la sala cuando dos mujeres más se presentaron tras ella. "Lo comprendo, mas aún así..." empezó a contestar, pero Rodrigo aún no había terminado y así se lo hizo saber. Melissa asintió y siguió escuchando, volviendo a asentir cuando mencionó los prejuicios de la sociedad en la que vivian. Tomó buena nota de la palabra usada, pues el lenguaje nunca es casual, y consciente o inconscientemente las palabras elegidas reflejan a quien las formula. Si sus palabras eran sinceras y no interesadas, acababa de demostrarle ser el mejor aliado que podía haber encontrado en la empresa que les esperaba. Y así quedó para ella confirmado cuando él mismo no sólo dijo lo que ella había pensado, sino que la llamó Hermana de Hierro, aceptándola como una igual de la Casa de Hierro. Una gran sonrisa se formó en su rostro y sus ojos brillaron llenos de esperanza, alegría y aprecio. "¡Hermano de Hierro!" respondió agarrándole no la mano como de noble a noble, sino el antebrazo en un apretón de manos a la usanza de los caballeros. "Vuestras palabras llenan de calor mi espíritu y renuevan mi determinación. Os lo agradezco, no os decepcionaré."

Los Hierro no tardaron en conseguir seguidores. Si bien, tras el recuento quedó así:

Hombres de confianza de Melissa (5), más 1 caballo. Además se le unen un grupo de 50 hombres: 30 soldados y 20 criados que esperan obtener una nueva oportunidad en el "nuevo mundo".
 

Hombres de confianza de Rodrigo:

-Un grupo de exploradores (de 20 a 30)

-10 mayordomos

-20 soldados (10 de infantería y 10 caballeros)

-Y, por supuesto, una banda de contrabandistas (10). Un grupo de mercenarios especializado (4) y (5) prostitutas.

Total, 125 activos

A fin de continuar avanzando en la trama poco a poco, me gustaría que me indicarais a los 2 vasallos más íntimos vuestros. Aquellos que tienen vuestra confianza y os son completamente leales (es decir, un total de 4, dos de cada uno). Pueden ser soldados de vuestra guardia, eruditos, consejeros, mentores, criados, exploradores...

Por cierto, Melissa, tu yegua blanca también te acompaña. Pero no se incluye en el pasaje ;).

No hubo intercambio de palabras entre los miembros de las distintas casas, tan solo una gélida mirada que servía al mismo de saludo cortés y de brusca despedida. Había trabajo que hacer, y ya habría tiempo para hablar más tarde. Después de todo, todos se conocían de nombre y de oídas entre sí, y aunque ninguno directamente, no se hacía sino redundante el presentarse saludos. "Cuán entretejido, sutil y complicado que es el lenguaje nobiliario..." murmuró a su compañero del Hierro. "He crecido como una noble, pero a menudo no puedo evitar reflexionar y quedarme impresionada y al mismo tiempo perpleja ante la forma que tenemos los nobles no de ver el mundo, sino de relacionarnos con él. Es significativamente diferente a la del viajero y el campesino. Pareciera casi que somos como poetas, temerosos de no encontrar la palabra exacta, responsables del momento correcto, rígidos e inclementes con aquello que carezca de rima..."  Pese a haber sido educada en el mismo como una más, en ocasiones se cuestionaba el sistema como si lo mirase desde fuera. Tal vez era por su sangre mestiza... aunque quizás había estado demasiado tiempo escuchando a su instructor, ese monje borracho y filósofo. Se aseguraría de despedirse de él antes de partir, quizá compartiendo un último trago de hidromiel.

"Ejem, disculpadme la improcedente reflexión." tosió, bajando la mirada y se reajustó los guantes en actitud pensativa. "Reclutar a aquellos que creamos necesario..." murmuró, justo antes de diriguirse a su compañero del Hierro de nuevo. "Don Rodrigo." le llamó entonces. "¿Tendríais a bien acompañarme mañana al galope a las llanuras? Nada más salir el sol, acudiré a ver a mi madre y a su gente. Los Venandi. No es una Casa de Nobles, sino el nombre de un clan. Son hombres de las estepas, maestros jinetes cuya velocidad sólo rivaliza con la de vuestros exploradores." sonrió con cordialidad. "Creo que sería apropiado llamar a levas a un cuerpo de estos jinetes, y me gustaría que estuvierais presente." comunicó, extendiendo ligeramente la mano en gesto de invitación. Era importante que ambos se dejaran ver ante los vasallos de uno y de otro, que dejaran claro que la empresa, las responsabilidades y el mando eran de ambos. Además de ser una manera importante de que pudieran pasar revista a los efectivos totales de los que dispondrían. Quizás... no, sin duda también debía ser una invitación cortés e indirecta a que, si a bien lo tenía, él propusiera recíprocamente lo mismo.

Los entresijos del lenguaje nobiliario.

Rodrigo compartía los temores de Melissa a causa de la tensión entre las casas y, al mismo tiempo por la poesía que sí detectó en las palabras de su compañera. Le gustaba escucharla hablar y, cuando hubo acabado, manifestó él sus ideas en orden similar a los pensamientos de la hija del rey -No quiero rivalidad entre nuestros compañeros y así se lo haré saber en la primera oportunidad que tengamos. No hay nada que disculpar, me agrada escuchar vuestros pensamientos.- Tras ello, adoptó la pose adecuada para el ofrecimiento que le había lanzado -Será para mí un verdadero honor acompañaros mañana con tan prometedora empresa.

En el reparto, puede parecer que Los Hierro se han quedado de lado. Esto no es así, pues son la familia protagonista de esta historia y el que no tengan dominios declarados abiertamente implica la libertad de tomarlos en un futuro.

Todo lo expuesto por Rodrigo es cierto y Melissa puede entrever palabras de su padre, el rey Próspero, en el discurso del señor. No obstante, como he comentado, puede que haya movimientos, derrocamientos, cambios de poder...