Partida Rol por web

¡Risas y brindis! Estáis en La taberna de Nogan, un tugurio que tiene las mejores bebidas fermentadas de la zona. Os partís de risa recordando vuestra última aventura, que no fue del todo bien. Más bien, salió mal. No os ha reportado ningún beneficio, pero os ha concedido munición para bromear unos con otros durante muuucho tiempo. Ahora estáis de vuelta a casa para descansar los músculos, vuestra mente y que las heridas cicatricen un poco. De camino de vuelta a casa habéis parado en Cruceolvido, un pueblo que vive del comercio y tiene un buen nivel de vida. Sí, tiene un cruce de caminos justo antes de llegar, pero todo el mundo ha olvidado por qué le llaman Cruceolvido. Os encanta como la gente levanta los hombros y saca su labio inferior para poner cara de "ni idea". Es ahí, en Cruceolvido, donde a pesar de la desafortunada última salida, os lo habéis tomado bastante bien y habéis decidido disfrutar del día en la taberna mientras brindáis con cerveza de trigo y vino especiado local, que allí llaman "vino de las estrellas", y no porque su sabor sea algo grandioso como el firmamento, precisamente, y a la vez que brindáis, os mofáis de las últimas metidas de pata de unos y de otros, que al final, dieron al traste con todo. La taberna de Nogan es un local de madera bastante descuidado, con tablones llenos de humedades, carcoma y manchas. De algunos travesaños que están por el techo, no sabéis si siguiendo un orden lógico o colocados al azar, cuelgan verduras típicas de la zona, que ya podridas, os cuesta identificar. A quienes sí llaman la atención es a una legión de moscas que revolotea en las alturas cerca de los putrefactos frutos de la tierra. El olor lo definiríais como rancio-dulzón. El ambiente está cargado. El local está lleno de humo, aunque no hay tanta gente fumando. ¿Qué demonios llevan esas pipas?

La clientela no es la más educada. Se compone básicamente de agricultores que hablan a gritos, acuerdan precios de compraventa, agasajan a amas de casa sin complejos que ellos llaman "damas" y las tocan con el mismo arte con el que se toca al ganado. Ellas responden con escandalosas risas y más tragos a sus jarras.

En fin, la tarde está animada en Cruceolvido.

-Menudo tugurio de mala muerte, pero bueno al menos es más agradable que esa antigua mina plagada de excrementos. ¿De verdad era necesario bajar a "comprobar que el rastro seguía fresco"?-pregunto con rintintín-Creo que olía a fresco desde la superficie de la montaña. Todo para que al final resultase que ya habían saqueado la sala del tesoro de la ciudad perdida y, al darse cuenta de nuestra presencia nos persiguiesen por toda la montaña durante una semana.

No había corrido tanto en toda mi vida. No fue tu idea mas brillante, Dunkan. 

Dicho esto cato mi vino y por poco lo escupo. 

-Puag, que bebida mas repugnante, "vino de las estrellas", mas bien yo lo llamaría vino estrellado. Desde luego, como hecho de menos mi amada ciudad de Schwarzendorf. Allí si que conocen el sublime y refinado arte del vino. 

-¿Corrido tanto en toda tu vida? ¡Si la mayor parte del tiempo te cargamos! En realidad yo no lo había cargado pero eso no venía al caso.

-¿Y como pretendes que se distinga algún olor si estamos rodeados de tus saquillos llenos de ingredientes extraños? A mi particularmente me quedaban a la altura de la nariz. Seguramente la culpa era de la mula pero no lo diría frente a  ella o Megara, aún me dolía un poco la rodilla luego de la última vez que dije algo similar.

Mi jarra permanecía intacta en la mesa pero al oír lo malo que era el vino la curiosidad me ganó.
-No puede ser tan malo.. Di una probada. A pesar de no tener experiencia catando si había visto a Snorri hacerlo muchas veces así que imité su gesto. -Tiene un leve toque floral con un fuerte rastro de moho. Como si un enano remojase sus barbas en un barril de perfume. Para mi fortuna Dunkan estaba al otro lado de la mesa y su martillo más lejos aún.

- Sois unos mentecatos irrespetuosos- gruñó Dunkan- ese tesoro está ahí, lo sé. Los enanos podemos oler esas cosas. Lo que ocurre es que no nos dio tiempo a dar con él.

Entre maldiciones, el enano agarró la jarra con tanto remango que parte del líquido se derramó sobre la mesa y pegó un buen trago... para acabar escupiendo el brebaje entre toses sobre el suelo.

- ¿Pero qué clase de veneno abyecto es este? Hasta la sangre de goblin sabe mejor. Por todos los dioses. Y, Snorri, vigila tu lengua, si no te hubieras empeñado en investigar esas "runas tan interesantes", ese maldito ejército esquelético no se nos hubiese echado encima. Los magos siempre tenéis la costumbre de meter vuestras narices en lo que no es de vuestra incumbencia. Menos mal que la mula de Megara pudo cargarte parte del camino sino, juro por mis antepasados, que te hubieras quedado ahí tirado.

Cuántas veces te lo tendré que explicar, los esqueletos comenzaron a aparecer cuando pulsaste esa palanca. Te lo dije cien veces, déjame traducir los jeroglíficos y con ellos el enigma con el que protegían la entrada. Pero no, apareció el señor enano que sabe encontrar puertas ocultas y activó la trampa.

Bueno, eso y que la mula tuvo que defecar en la placa de presión del suelo. Entre los dos lograsteis activar el hechizo de alarma y liberasteis a los esqueletos de su encierro.

En cuanto salió a colación la palanca desvié la mirada y observé los ¿vegetales? que colgaban del techo.
Fue una suerte que el enano tocase la palanca segundos después de que yo pulsase el llamativo interruptor, así ahora la culpa era de él.

¿Quién es su sano juicio deja aun mediano deambular libremente?

- Prffrfff- masculló el enano, tratando de aguantar su mal humor. Las mejillas ardían y parecía que en cualquier momento se lanzaría al cuello del mago- no busques excusas, lanzachispas, la palanca no tiene nada que ver. Los enanos llevamos construyendo ese tipo de trampas desde que antes de que existiese ni siquiera tu miserable raza. Te digo que fueron las runas y no hay más que hablar.

Megara bebía a pequeños tragos para sorpresa del resto. Acostumbrada a la vida salvaje, había muy pocas cosas lo bastante desagradables como para que no pudiera tragarlas: "la hiena come carroña y se ríe de ello" era un viejo proverbio de su gente. 

-La próxima vez trazaremos un plan primero- dijo tras mojarse los labios- Ni yo conocía esas montañas, ni Barbas Largas piensa claro cuando hay oro de por medio. Y Taran no es una bestia de carga, maldición. Realmente tuvimos suerte de que la sala del tesoro estuviera vacía porque si no habríamos tenido un problema mucho más serio que una docena de muertos vivientes: aún no habéis visto a Taran  molesta de verdad. ¿Nunca os he contado que cuando la encontré herida en los páramos había estado peleándose con un bisonte...?

Alzó una ceja y miró su jarra, divertida :

-"Tranquilos, creo que los hemos despistado"- dijo en una aceptable imitación de la vocecilla de Kepoope. 

Estallaron en carcajadas. 

-Bueno, es un alivio que tu mula nos acompañe. No se que haríamos si nos faltasen las provisiones. Deberías haberla llamado paella a la mula, Megara.

Y por última vez testarudo hijo de la roca, que leer las runas no tuvo nada que ver con la aparición de los esqueletos. ¿Desde cuando tu pueblo es un experto en el complejo arte de la magia?

Mirando hacia atrás, a cuando nos conocimos,  creo que queda patente que no deberías cuestionar mis palabras tan a la ligera. Yo no te digo a ti cual es la mejor forma de decapitar a un trasgo, pues no hagas tu lo mismo, si digo que la magia es la clave del asunto, pues lo es, y punto.

En la Taberna de Nogan la fiesta no se detiene, y el vino de las estrellas se ingiere en grandes cantidades. Al lado, una mesa con tres hermosas señoritas beben sin control a la vez que estallan en risas continuamente. Juraríais que coquetean con todo el mundo de manera no tan dicreta como soléis ver, quizá... No, quizá no, seguro que ayudadas por el vino especiado.

Más allá, unos jóvenes agricultores discuten animadamente sobre las verduras del techo. Os parece que si ya es bastante deprimente un montón de vegetales podridos en el techo llenos de moscas, pasar la tarde hablando de ellos debe ser un infierno.

En la barra, un anciano duerme con la cabeza apoyada cerca de su jarra. Desde donde os encontráis no llegáis a ver si respira, aunque el tabernero parece ignorarle.

Por la puerta entra un mendigo harapiento, pero con paso alegre. Su rostro le denota una edad adulta, pero la dura vida mendigando a cuarteado su rostro. En pocos brincos cruza la taberna y se planta en la barra, donde el posadero le dice: "Tú dirás, extranjero".

En otra mesa cercana hay cuatro habitantes de Cruceolvido con sus zurrones colgando de las sillas, que juegan a las cartas. Parece que han terminado su jornada y ahora esperan aumentar sus beneficios dejando que decida la suerte. De vez en cuando escucháis frases como "¡Trampa!", "¿Cómo es posible otro uno?" o "Planto, replanto, y tu dinero me voy llevando". Desde luego, no os suena el juego.

- Grpmrgr.

Casi se atraganta cuando aquel maldito Snorri había sacado a colación otra vez aquel asunto. No había duda de que su honor le hacía estar agradecido pero, por las barbas de Hamarragh, lo que deseaba era separar esa cabeza de sus hombros.

- Sea como fuere- añadió el enano aún entre toses y mirando a uno u otro lado por si había miradas indiscretas- será mejor dejarlo estar y concentrarnos en nuestro próximo objetivo.

En ese momento, los ojos de Snorri se fijaron en un recién llegado que entraba con paso alegre en la taberna. Parecía un pobre desharrapado pero Dunkan había recorrido los suficientes caminos como para saber que uno no debe fiarse de la indumentaria de los viajeros.

- Ese hombre seguro que tiene buena información del estado de los caminos- dijo- y seguramente tenga la lengua menos afilada. Tal vez nos de alguna pista acerca de hacia dónde podemos encaminar nuestros pasos.

Deseando alejarse de una vez del vergonzoso problema de la mina, Dunkan se encaminó hasta el hombre harapiento de la barra, al que el tabernero ya estaba sirviendo alguno de sus nauseabundos brebajes.

- Salud, amigo- saludó- Soy Dunkan, hijo de Darin. A mis amigos y a mi nos gustaría invitarte a que compartieras la mesa con nosotros. Buscamos un nuevo destino al que dirigir nuestros pasos y tú pareces tener información reciente de los caminos y destinos cercanos.

Megara apuró su jarra e hizo un gesto a la camarera, una corpulenta muchacha de sonrisa quebrada, para que trajera más vino. Sus gestos, normalmente precisos y de elegancia felina, estaban ligeramente embotados por la bebida. No tenía demasiada costumbre de beber y tendía a balbucear después de unos tragos:

-El enano es poco...-se detuvo un instante intentando encontrar las palabras-... discreto. Discreto, eso es... Va a conseguir que... llamemos mucho la atención. Cuando quieres cazar un puma buscas su rastro y lo sigues... ¡no le preguntas a las ardillas si lo han visto! Y... y... ¿por qué os quejáis tanto del vino? A mí no me parece tan malo...

Bueno, eso será porque tu paladar ya se encontraba en el firmamento, con las estrellas, lejos de cosas tan normales como los buenos vinicultores y sus grandes caldos.

Bueno, ya basta de hablar del pasado, el oro empieza a escasear en nuestra bolsa, ¿Qué haremos para remediarlo?

Megara dejó escapar un resoplido de disgusto:

-Algún día, hechicero, comprenderás los placeres simples de la vida: el viento en la espalda, un halcón en el puño, el horizonte ante ti... un ciervo recién muerto dando vueltas en el espetón...

Fue a beber pero se encontró su jarra vacía. Resopló de nuevo:

-Pero tienes razón: sin "Tesoro de la Ciudad Perdida" que valga necesitaremos otra forma de financiarnos... mmm ¿recordáis a aquel mercader de aceites que nos cruzamos de camino a la montaña? Dijo algo de una guerra entre Tranacia y los donorianos. Donde hay ejércitos, hay oro... podríamos trabajar como mercenarios...

-Pero si yo aprecio los pequeños placeres de la vida, es que simplemente no tenemos los mismos Megara, una cama mullida y una bena copa de vino... ¿Es mucho pedir?

Las guerras son muy peligrosas, es muy fácil morir, la gloria suele ser efímera y la recompensa menor de la que se debería.  En cambio, yo tengo un plan mejor, hace tiempo leí en un libro de historia sobre las maravillas que ocultan las pirámides de Khaldum Atem. 

Si, si es normal que no las conozcáis, son una civilización perdida de la antigüedad. Esas gentes adoraban al Sol y la luna, y tenían ideas muy curiosas acerca del mas allá. Se hacían enterrar con todos sus tesoros creyendo que podrían utilizarlos en su paraíso, pero tras 2.000 años no creo que les quede una sola moneda que gastar, así que no haríamos ningún mal cogiendo lo que pudiésemos acarrear.

Pensadlo, montañas de plata, oro y piedras preciosas cogiendo polvo en una tumba enterrada en la que ningún mortal ha puesto el pié ne milenios. El libro decía que se encuentra en las selvas de Luska, solo tendríamos que viajar un par de meses para llegar hasta allí, lo único es que deberíamos atravesar el reino de los Urskein, los hombres-oso, conocidos por no recibir bien a los viajeros.

Pero si lográsemos atravesar ese reino, en el libro viene la copia de un mapa de la antigüedad en el que se detalla el antiguo reino y sus principales ciudades, sería pan comido.

-Tentador... ¿y qué pasa si tras dos meses de viaje, abrirnos camino entre los hombres oso, cruzar la selva y encontrar esas pirámides resulta que están vacías? ¡Tenemos más suerte que monedas pero ninguna de ellas durará mucho en semejante aventura!

-Ustedes dos dan demasiada importancia a la meta y el destino. Suspiré dramáticamente. -El verdadero tesoro es el camino. Me paré sobre la silla y alcé los brazos.

-Si las pirámides, ¿qué es una pirámide?, están vacías aun tendríamos arena entre los dedos. ¿Saben lo bien que se siente caminar en la arena? Por la expresión de mi rostro muchos pensarían que había bebido de más, aunque sólo probé un sorbo.

Me dejé caer sobre mi asiento.
-Hey, ustedes tienen para pagar, ¿verdad? Mientras lo decía buscaba con la vista la salida más cercana.

- Yo soy Latso, hijo de... bueno, da igual, no recuerdo - dice tu nuevo conocido Latso con sus brazos apoyado en la barra y la nariz roja como un tomate. Su habla es lenta, y arrastra las palabras con un tono de embriaguez que hace que suba y baje el volumen periódicamente. A pesar de ello, aún coordina su cuerpo para agarrar con maña la jarra de espumosa cerveza que le pone el camarero junto a él, como si fuera un movimiento entrenado con disciplina durante toda una vida. Su cara revela suciedad, unos ojos tristes pero grandes, que miran con curiosidad. Su barba lleva tiempo sin ser afeitada, y la última vez, fue de forma desigual. Sus ropas huelen fatal, y tienen toda la pinta de ser mantas de una sucia cama que a saber dónde robó para vestirse. Se saca una moneda de algún lugar entre sus trapos y su cuerpo y la coloca al lado de su jarra.

- Eres muy... amable... pequeño amigo - dice con un movimiento de mano y jarra hacia ti - pero sólo estoy de paso. Ahora mismo parto, pues tengo mis reinos abandonados, jejeje...cof cof cof!!! - De su pésimo sarcasmo pasa a una tos espontánea, que le hace girarse y volver a estar ausente.

Del centro de la taberna, llega un vocerío. La puerta está abierta y tres fornidos granjeros están de pie en ella y miran hacia las tres señoritas que coquetean y otra mesa anexa con tres mercaderes que hace sólo unos minutos presumían de sus ventas unos con otros.

- ¿Quién demonios sois vosotros para tocar así a nuestras mujeres - gritan, con los puños cerrados desde la puerta- ?

Cerca vuestro, la puerta se habre con violencia. Allí, en el marco de madera de la entrada, tres figuras fornidas con ropa de agricultor repasan la escena de la taberna y uno de ellos señala hacia la mesa de las tres chicas demasiado simpáticas y le oís decir: - ¡Allí!

Veis como las chicas se sientan y detienen su coqueteo, y la mesa de al lado, donde antes habían tres tipos con sombreros de mercader que se había acercado demasiado a las chicas, se pone en guardia. Los tres agricultores cierran los puños y gritan: - ¿Quién demonios sois vosotros para tocar así a nuestras mujeres?