Partida Rol por web

Año 751, Dominios de Tepest

En las profundidades del bosque

La mañana arroja un inesperado giro de los acontecimientos.

Llueve.

Como durante toda la semana, llueve con ferocidad, sin descanso. Sin tregua.

Oooooh... No deja de llover.

Un agua gélida que cala hasta el tuétano y que mana en cascada vertida por un cielo grisáceo y deprimente. El cielo de Ravenloft, por norma habitual.

Solo que esta mañana, la lluvia es... diferente. Más agresiva. Vengativa, incluso. Como si le molestase que siguieseis vuestra marcha a su pesar. Desde luego, cabe pensar que quiere ahogaros por algún secreto motivo que desconocéis. Lo suyo parece personal. 

Esta mañana la lluvia es transversal. Acompañada en un devastador affaire -meteorológicamente hablando, claro- por un sibilante e inesperado aliado en el viento, el agua se ve azotada en un baile huracanado que le permite acribillar vuestros doloridos rostros como si de pequeñas agujas acuosas se tratasen.

Golpean... y desaparecen.

Golpean... y desaparecen.

¡Cobardes gotas de agua! ¡Diablos de temporal que asola esta región! ¡Qué diluvio! ¡Qué helador aguacero!

Anoche no pudisteis ni siquiera encontrar madera seca para improvisar una hoguera. Esta mañana, al despertar con el tamborileo del agua martilleando en las hojas de los árboles bajo los que buscasteis amparo, una opresiva niebla os abraza en el camino, impidiéndoos ver nada más allá de unos diez pies de distancia. Sabéis que es de día porque el sol parece brillar en el cielo a través de una mortaja de ceniza. Tal es el color de las nubes por aquí. El mero hecho de manteneros secos es un raro placer que la lluvia, durante esta última semana, os ha arrebatado en lo que parece su particular guerra psicológica contra vosotros.

Algo habréis hecho...

Próxima a la figura de la joven promesa de la investigación privada, Elandor Dortoris, -mal llamado Doctoris por algún cliente disléxico-, se halla la esbelta silueta de una elfa de piel pálida y cabello ceniciento. Su nombre es Izalith, aunque en este pintoresco grupo alguno convino en apodarla Izzie. 

Hoy Izalith está de muy mal humor.

Se le ha roto el paraguas. En mitad de la tormenta más fiera que recordáis haber sufrido jamás.

Lo que ocurre es que el rostro de Izalith tiene la curiosa propiedad de no mostrar sentimientos. Incluso si los muestra por así desearlo su propietaria, a uno le quedan dudas racionales de cuál era el sentimiento mostrado exactamente.

—Amo[*], creo conveniente recordarle que las brumas en esta tierra nunca traen nada bueno. Algunos insinúan que tienen personalidad jurídica propia... —comenta átona, ajustándose con calculada parsimonia sus gafas de diseño élfico-gótico mientras permanece, por lo demás, estoica con el paraguas doblado, su tela combada cubriendo penosamente su melena corta, ahora empapada de modo indigno.

La imagen podría resultar cómica de no ser por sus ojos, dos orbes carmesíes que vaticinan un sino aciago para aquel que detenga demasiado su mirada en ella.

—De igual modo, le hago saber que, para el caso de que no fenezcamos ahogados, detraeré diez piezas de oro del fondo de reserva [**] para renovar mi vestuario cuando alcancemos la civilización. Puede atribuirlos a mis gastos de representación —remata con un perturbador fulgor en sus pupilas.

Hoy un día más en este bosque como guardaespaldas de este grupo de detectives. Estoy calado hasta los cuernos. Esta mañana he tocado un poco el paráguas de Izzie y ha sido divertido ver como se le rompía en mitad de la tormenta. Aquí nadie con paraguas.

- ¡Jodida lluvia! ¿Elandor cuanto falta para llegar a nuestro destino? 

Con menudo grupo de listos me he unido. Espero llegar pronto y sentarme al lado de un buen fuego o meterme dentro.  

- ¿Podrríais rrecorrdarrme  porr qué estamos atrravesando el bosque en vess de seguirr un camino rrápido y dirrecto hassia cualquierr sitio con techo, porr favorr?

Y aunque mis labios no las han pronunciado, casi se han podido percibir las palabras "panda de idiotas" al final de la frase.

No dejo de recolocarme los mechones que se escapan del que otrora fuera mi impecable recogido. La lluvia y las ramas de este maldito bosque han hecho de improvisados estilistas de dudoso gusto.

¡ Diablos!... debo parecer una tabernera cualquiera...

Miro al resto del grupo sin entender muy bien aún qué pinto yo aquí. Aunque debo reconocer que aquel caso del vino retroactivo estuvo bien... Me sirvió para poder estudiar las propiedades mágicas de la uva retroactiva Vux. Mis compañeros del departamento de Adivinación de la Escuela Superior de Estudios Arcanos de Barovia, agradecieron que les pasara las notas de mis descubrimientos. Y que les pasara el vino. Sobre todo el vino. 

- Eso, Elandorr- secundo las palabras de nuestro guardaespaldas, un tipo que va duro- ¿ cuánto falta parra salirr de este maldito bosque? porrque... no nos habrrás perrdido... ¿verrdad?- pregunto con desconfianza, plantándome delante del elfo con los brazos en jarras.

- A ver, querrrridaaa,-dije, imitando lo mejor que pude el acento que tanto me exasperaba de mi compañera- te recuerdo que vamos por el bosque porque a mi me parece un buen camino. Pero vamos, lo de hacia dónde es cuestión vuestra. - dije, mirándolos con cierto cansancio. - Me dan ganas de subir a los árboles sólo para estar lejos de las quejas. Yo he venido aquí a disfrutar de todo  lo que da un bosque - Dije con un tono ligerísimamente ansioso.

Me puse a mirar la lluvia con ganas de saber exáctamente qué quería de nosotros Elandor esta vez.Lo del vino estuvo bien. Aunque por supuesto prefería la cerveza. En algo se tenía que parecer a un enano de los que todos conocían. ¿O no?

Le caía bien aquel tipo, e intentaba convencerle de que alguna vez le ayudara a saber de dónde porras había venido. Claro, pero a su secretaria no la quería ver ni en pintura, así que la ignoraba todo lo que podía. A la señorrraaa Hilda se le notaba que no quería estar con ellos, pero me hacía gracia ver cómo torcía la cara cuando imitaba su acento con el tono de los enanos. Y Darko. Bah. Todavía no lo entendía. 

Varios días caminando bajo la puta lluvia, empapados hasta los huesos, cansados y arruinados. Y eso con un gran éxito, pues no quería ni pensar si hubieran fracasado. Al fin había dejado de llover, pero tan solo, para estar atrapados en aquella telaraña de humedad, aquella maldita niebla que no te permitía ver el camino y te hacia figurar caras, formas, e historias.

“Métete a detective como tu tío, seguro que te va bien” De puta madre oiga, de puta madre le estaba yendo. A tomar por culo la agencia, un dineral invertido para nada. En la puta calle se habían quedado. Y no estaba enfadado, no, estaba preguntándose en que cojones estaría pensando para hacer caso de los demás y meterse a detective. “¡Uyyy que niño tan listo! Detective como tu tío tendrías que ser.” Pues no señora, debería meterse en sus asuntos, y no inculcar ideas extrañas y envenenadas en pobres niños indefensos. Pero ya no era el momento de cagarse en los muertos de todos aquellos que habían contribuido a que el ahora estaría donde estaba. En la más absoluta de las miserias, sin tener ni puta idea de como salir de esta, y con un grupo del que, al parecer, querían responsabilizar de que no se murieran de hambre.” Pero como hostias he podido llegar yo a esta situación. ¿En qué estaba pensando?

A los comentarios de la secretaria: “Claro que sí, cómprate lo que quieras”

A los de Darko: “Ya estamos llegando”

A los de Hilda, unos minutos más tarde: “Tranquila hermosa, ya falta poco. Y tu también cómprate algo bonito”

Y al enano de nombre impronunciable: “Mejor que no te subas a los árboles, a ver si te vas a caer y te haces daño.”

Y ahora le tocaba tratar de recordar dos cosas: la primera donde cojones estaban, y luego, pero no menos importante, a que hostias habían venido. Beberse aquella botella de Resolución, una de las pocas cosas que había salvado de la perdida agencia, tal vez no había sido tan buena idea como le había parecido en su momento. La cabeza ya no le dolía, y a penas tenía problemas de equilibrio, pero tenía una nueva e importante laguna en su cerebro. Aquello ya parecía la tierra de los mil lagos, vamos que tenía la misma idea de lo que estaban haciendo allí, que el pobre enano de sus orígenes.

- O sea, que no tienes ni la más rremota idea. ¡ Aaahhh!- lanzo un suspiro resignado al cielo. 

Hago amago de iniciar la marcha, pero antes reparo en el enano y en su burdo intento de burla. Le echo una mirada de arriba a abajo... bueno, más bien de abajo a más abajo aún...

- Tenemos un dicho en Barrovia: " ¿Acaso al lobo le ofende la burla de la hormiga?"  - hago una pequeña pausa para darle tiempo a comprender por sí mismo su significado- Si quierres ofenderrme te vas a tenerr que esforrssarr más- le respondo con una... ¿ sonrisa? . 

- ¿Alguno de vosotrros es capass de encontrrar, si no la salida de este condenado bosque, al menos un rrefuguio mientrras pasa la torrmenta?- lanzó la pregunta al aire. 

-Tranquila Hilda, que perdidos lo que se dice perdidos.....no estamos. Pero con esta niebla me resulta difícil encontrar un camino adecuado.- Otra cosa es saber a donde les podría llevar, porque no recordaba algunos importantes datos de aquella carta.-Claro, nadie pensó en coger aquella carta de encima de la mesa. Cada uno cogió lo que considero más importante. Yo tras ver que Izalith con su habitual eficiencia cogió los libros de cuentas y la caja de caudales, me fui derecho a salvar lo más importante, todas las botellas que pude. Pero nadie cogió la carta.- El caso es que no recordaba bien lo que ponía, a ver el resto: "Tengo un trabajo adecuado para un grupo con su talento, ingenio y capacidad. Mi hija ha sido secuestrada y me piden un rescate, sospecho de algunos miembros de la competencia. Vengan a verme cuanto antes a mi casa de xxxxxx y les haré una oferta que no podrán rechazar. Firmado xxxxxx. PD: He tratado de contactar con su tío pero el cabrón no me ha hecho caso."- Lo ves Hilda, recuerdo casi todo, y todos leímos aquella carta. Tan solo me he olvidado de un par de detallitos, quien era el tipo que nos la mandaba y donde vivía. ¿Es que nadie se acuerda de esas dos cositas?- Miro de reojo a la secretaria, tal vez su gran memoria, había logrado retener aquellos detalles.

-Así que deja de discutir con Hrast (El enano era eficiente cuando se encontraban con resistencia inesperada, era un buen desatascador de situaciones tensas) y trata de recordar quien nos mando el mensaje, y algún pueblo cercano a este bosque, en el que vivía. Seguro que en un rato me vienen esos nombres a la cabeza. Pero no estaría mal un poco de ayuda, en vez de quejas.-Tenía que controlar el uso de alcohol, se bebía muy rápido las botellas, así no había forma de mantener un suministro constante. Tenían que encontrar una maldita posada, le hacía mucha falta un buen trago, o dos.

—Perdone que no recuerde los nombres, Amo. Consideré más útil salvar nuestro exiguo capital antes que una misiva escrita con letras recortadas del Barovian Herald's que a todas luces es falsa—dijo Izalith tras la exhibición memorística de Elandor—. Es una burda trampa del Gremio de Asesinos al que tanto incordiaron, estoy segura. Este grupo carece de talento e ingenio. Y sobre la capacidad, siempre que nos refiramos a la de carga, creo que podríamos ser una excepción gracias a mi notoria habilidad para cargar con sus libros de contabilidad... —remató con una frialdad comparable a la de una aviesa gota de agua helada que se filtró a traición en ese preciso momento por el cuello de la camisa de Elandor.

Se avecinaba una sutil y enmascarada petición de aumento salarial de las que tanto gustaban a Elandor, pero algo enturbió la recriminación de Izalith.

—¡Fsssssssssssssssssk...! —bufó la elfa con cierto matiz felino, lanzando un veloz e imperceptible manotazo a Darko en la palma de la mano—. ¡Si vuelves a tocar mi paraguas, le daré un uso creativo a tus cuernecitos, batracio!

La secretaria se pinzó el entrecejo, efectuando uno de sus habituales ejercicios de control de la respiración para relajarse.

—La cuestión es... ¿Por qué no trajimos caballos?

Era una pregunta legítima que vino a hundir, más si cabe, el dedo en la llaga.

Aaaaaah... Nada como un implacable aguacero para sacar lo mejor de cada uno, ¿verdad?

Resultó que entre dimes y diretes, con todo el grupo consumido en una tensa discusión entre el rudo y reverberante acento de Hilda y la voz bañada en Resolución de Elandor, se evidenciaron varios hechos incontestables para el lector medio.

En primer lugar, Elandor experimentaba una crisis vocacional desde el caso del vino retroactivo. No llevaba nada bien su intento de asesinato y el haber perdido su agencia con el préstamo aún pendiente de devolución.

En segundo lugar, Hilda había dedicado parte de su tiempo tras aquel célebre caso a estudiar las propiedades adivinatorias de la uva Vux, algo que será relevante más adelante en la narración...

En tercer lugar, que no todos los enanos son tacaños y gruñones. Algunos, como Hrast, son solo tacaños. Porque mira que gastaba poco en armadura el gachó...

En cuarto lugar, que Darko -al que algunos conocían como Donnie en el arrabal- tenía una fobia particular hacia los paraguas. Cabía sospechar que una banda de esos malhechores le zurraron cuando era pequeñito. Ánimo, Darko. Del trauma se sale.

Y finalmente, pero no por ello menos importante, que Izalith era portadora del alma de una sufragista.

Luego, aparte, estaba el dato de que ninguno sabía bien hacia dónde se dirigían o dónde se hallaban. Es la magia de los caminos, que para ser tales, solo deben empezar en alguna parte. Nadie habla de que deban terminar en un lugar concreto.

Así pues, tras esta pequeña introducción a nuestro disfuncional grupo de héroes, se sucedieron varios acontecimientos reseñables en el bosque que tuvieron un impacto definitivo en su futuro inmediato.

Lo primero que aconteció tras las palabras de Izalith fue un extraño y lejano silbido que enmudeció a toda la expedición. A continuación, el sonido se intensificó hasta límites insospechados convirtiéndose en un crujido seco. Y después, para pasmo de nuestros aventureros, una flecha reposaba firmemente hundida en el tronco de un árbol, a escasísima distancia del cráneo cornudo de Darko.

—Donnie... Me han dado —quejóse el árbol, revelando así que el bosque tenía un embrujo de nivel tres por lo menos—. Dile a Bellotina que la quiero... Que siempre la querré...

La situación se tornaba surrealista cuando una elocuente voz surgió del interior del bosque.

¡Por las barbas de Vaervhan [*]! ¿¡Qué era eso!?

De entre la niebla emergió una sombría mole de pelo mojado y puro músculo, de rostro bestial, feo como un aguacate, y armado con una aterradora hacha que parecía ser capaz de matarte tanto con el filo como con su peso. Tenía una mirada maligna y cruel, además de orejas afiladas rematadas en punta.

—¡ZOOOOONGOOOOOOOOO! —bramó en un ensordecedor dialecto en un tono que auguraba que este ser no estaba hecho para susurrar.

A esta enorme silueta le siguió otra pequeña silueta. Y a esta pequeña silueta la siguieron numerosas, babeantes y gruñidoras siluetas peludas.

La gran bestia, un osgo increíblemente grande y raro en su especie, estaba rodeado por un séquito de criaturas cuyo rasgo característico consiste en que no conocen el singular.

Goblins.

—¡El Gran Zongo, hijo de Mongo, dize que depongáiz laz armaz y oz rindáiz ante zu Exzelza Malignidad! —dijo una vocecita chillona con notable solemnidad, sin duda perteneciente a uno de los pequeñajos seres de piel verdosa que seguían al osgo.

Pronto quedó claro que el tal Zongo tenía algo que añadir, pues señaló a los aventureros con un dedo que bien podría ser considerado arma contundente y con apreciable sutileza, declamó:

—¡ZOOOOOOOOOOOONGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Hasta el goblin que efectuaba labores de traducción e interpretación sufrió un microinfarto ante tal amenaza.

—¡El Gran Zongo, hijo de Mongo, dize que zi no pagáiz el peaje de 100 monedaz de oro por atravezar zuz dominioz ipso infarto, zuz comerá las tripaz y ze hará un tambor con vueztro ezcroto!

Qué desagradable.

De entre la niebla, cercándoos, emergen los rostros alargados de varios lobos negros, a lomos de los cuales se encuentran algunos sucios goblins ataviados con armaduras de cuero remojado. Aprietan los colmillos, deseando derramar vuestra sangre y embadurnar sus lanzas en ella.

Es un pasatiempo muy sofisticado en la sociedad goblin.

Más atrás, al refugio de la niebla, tiene un lugar un diálogo entre dos tiradores goblins.

—Menuda birria de arco, tú. Ezo me paza por zaquearlo de la feria. Eztá dezcalibrado... Zurrapa... He fallado eztrepitozamente...

—No ez culpa tuya, Fangozo. Eze apeztozo tiefling eztá algo dezenfocado... No ez fácil azertarle, no...

Aquella flecha casi descuerna a nuestro guardaespaldas. En nuestro último caso le vi disfrutar de lo lindo rajando a diestro y siniestro. Sobre todo siniestro. Parece que, al menos él, hoy se lo va a pasar en grande...

- Yi hi vinidi iquí i disfrritirr di tidi  li qui di in bisqui... Pues ahí lo llevas- digo al enano mientras me coloco disimuladamente en una posición más cómoda y segura para lanzar mis hechizos.

Tengo que reconocer que estar calada hasta los huesos me pone de especial mal humor...

-La madre que los pario, quieren las 100 monedas que tenemos, que hijoputas. Ala pues al turrón, majetes.-Cogió una pistola ballesta en cada mano y se retiró unos metros, el no era de primera fila, pero podría ser de mucha utilidad un poco mas lejos.-Tenemos que encargarnos primero de esos cuatro lobos con sus jinetes, luego el resto.- Aunque la verdad es que no pensaba que habría tanta gente en aquel bosque, menuda pedazo de banda que les había salido.

Hilda y Elandor dieron un sutil, apenas perceptible paso atrás. Solían hacerlo cuando les asaltaba de frente un regimiento de pielesverdes armados hasta los dientes. Incluso cuando estaban armados únicamente con dientes.

En el caso de Hilda, era por mera cortesía. Ella era la asesora arcana. Es decir, tenía el mismo índice de letalidad que un asesor fiscal en combate cuerpo a cuerpo. A lo sumo, podía atizarle a alguien con su grimorio, pero nadie esperaría que eso fuese a impresionar a una fiera banda de goblins liderados por el tal Zongo. Ahora bien, en el caso de Elandor, él era el socio fundador de la chamuscada agencia de detectives de Vallaki. ¡Sus empleados debían pelear por él! ¡Así estaba estipulado en el contrato!

Darko y Hrast quedaron flanqueando a Izalith, aún equipada con su paraguas combado.

—Nadie tiene una aproximada idea de cuánto me costó salvar el maldito fondo de reptiles de aquel incendio... —susurró Izalith empujando la montura de sus gafas, haciéndola recorrer muy despacio su elegante y ebúrneo tabique nasal—. Ese osgo no va a quedarse mi indemnización. Oh, no...

Izalith no se detuvo en mirar a Darko o a Hrast. Mantuvo sus ojos como rubíes fijos en los ansiosos jinetes de lobo y dijo con la expresividad de una corteza de nogal:

—Alguien debería ganarse el jornal...

Algo en sus palabras parecía insinuar que ese tal alguien bien pudiera tener cuernos, o incluso ser bajo de tórax y estar provisto de una frondosa barba.

Tras una pausa dramática, casi como si quisiera disipar toda duda, Izalith miró a Darko y a Hrast.

—Si no liquidáis al menos a cuatro, detraeré un 100% de vuestro salario base por negligencia y perderéis la paga extraordinaria estival.

Izalith era incluso peor que Elandor cuando la contabilidad de la agencia estaba en juego. No solo era capaz de generar migrañas exponiéndote el meticuloso análisis del balance de pérdidas y ganancias, sino que tenía la molesta habilidad para hacerte sentir culpable por el desconocer el concepto de inmovilizado. Muchos lamentaban aseverar que tal cosa era un estado adverso que se padecía tras ser víctima del conjuro Parálisis.

La secretaria desenvainó su centelleante estoque camuflado en el mango del paraguas, para desconcierto mayúsculo de Darko.

—¡Recordadlo bien! ¡Sin Amo, no hay paga! —advirtió mientras con un grácil movimiento se colocaba en la hipotética trayectoria de carga de uno de los jinetes de lobo, obstaculizándole la llegada hasta Elandor.

- ¡¡Fiesta!! Dejen pasar al profesional. En un momento os dejo esto limpio de mocos verdes.

Me lanzo a por el enemigo más cercaco con mi cimitarra y mi espada. De manera decidida y con mi cara más horrible empiezo a ganarme el sueldo. 

- ¡Vamos enano! El jefe y la señorita no se quieren manchar y Zongo y sus muchachos no se van a morir solos. ¡Al ataque!

Cuando iba a contestar a todos los intentos de Hiiiiiildaaaa por decir que no se sentía ofendida (que si lo estaba, lo sabía), aparecieron esa especie de imbéciles con color verde. 

-No es mi saborrr favorrrrito Hildarrr enfrrrentarrrme a esto Goblins, pero si, esto es a lo que yo llamo disfrutar del bosque, son frutos aún poco maduros, mírales el color. - Me chasqué los nudillos, dando un par de pasos hacia mi bastón. No, no era como el paraguas-estoque de Izalith (ahora entendía en qué se había gastado el sueldo que me quitó por no haber fichado de salida varios días...), pero me gustaba pegar con él. O con los puños. Decidí que hablaran los puños. Tenía ganas de una peleilla

-Oh si, claro que si Darko. Este es nuestro trabajo... más o menos. ¡Anota esto Izalith!  - Dije, mientras pensaba que, en el fondo, me tenía para taaaantas cosas... Menos para pagarme el sueldo y conseguir saber lo que yo quería. - Van a ver lo que podemos hacer. 

El enorme osgo esbozó un amago de bestial sonrisa -era tan feo que los músculos de su cara estaban diseñados de modo específico para gruñir-. Parecía satisfecho al encontrar un conato de resistencia en sus víctimas incautas. De hecho, era la única clase de resistencia que solía encontrarse un tipo como él, capaz de hundirte el cráneo en el tórax con una ligera presión de su pulgar oponible. 

Se golpeó en el pecho con una suavidad equiparable al rascado de un cepillo de esparto y exclamó para sorpresa de todos con un impredecible...

—¡ZONNNGOOOOOOOOO!

El goblin traductor e intérprete sonrió de modo bobalicón y miró con rotunda admiración al caudillo.

—Oh... Zu Exzelza Malignidad zoiz tan brillaaaante... Taaaan magiztraaaaal... —Sus ojos hacían chiribitas—. ¡EL GRAN ZONGO DIZE MUERRRRRTE A CHORROZZZ! ¡A POR ELLOZ, MUCHACHOZZZ! —chilló señalando a nuestros amados aventureros a la vez que daba saltitos para enfatizar su animosidad.

Los lobos aullaron. Los goblins se lanzaron en picado a por nuestros héroes.

[Primer minuto para este intercambio. Revisitaremos para terminar el combate]

¡Qué sanguinolencia! ¡Que estallido de brutalidad!

Los goblins cargaron con su salvajismo habitual y sus lanzas en ristre sobre Darko -apodado Donnie en los arrabales-, Hrast -adicto a la mermelada de jengibre hasta el punto de atribuírsele la frase: Camarero, hay un poco de galleta en mi jengibre- e Izzie, la fiel secretaria de Dortoris Investigaciones Paranormales S.L.U.

Uno de los jinetes de lobo, de nombre Puztulozo, pensaba en soltar un tajo decapitador sobre la elfa pálida. Desde luego, la idea le parecía fantástica en su pequeña mente y hasta fácil de llevar a cabo, vista la quietud de la elfa albina y su extraña pose; pero Puztulozo se encontró con una inesperada aguja del tamaño del fémur de un equino alojándose en su cavidad ocular.

Ya era maldita casualidad cargar de modo glorioso y que una aguja se te clavase en un ojo hasta el cerebelo, ¿eh?

Puztulozo murió en el acto, sin poder cromarse su cariada dentadura y gritar a sus colegas verdosos aquello de...

—¡ZEDDD TEZZZZTIIIIIGOZZZZZ!

En fin. Descanse en paz, Puzty.