Partida Rol por web

Espero la acción de los pieles verdes, cuando veo que dos de ellos se dirigen a por Darko.

- ¿Dos contrra uno? Cobarrdes...

Apunto a uno de los jinetes con mi dedo índice y susurro las palabras que invocan mi rayo nauseabundo. Del dedo brota un rayo de energía que impregna el aire que va tocando de un aroma tan sólo comparable al del cubil de un necrario.

El rayo impacta de lleno en la boca del goblin que se lanzaba a la carga, abierta seguramente para lanzar un grito de guerra que nunca llegó a materializarse. El infeliz cae de su montura, con una espuma verde y pestilente rezumando de su boca.

Con mi Cimitarra siempre como primera arma y mi Espada Larga como segunda, me pongo a soltar mandobles al jinete nº1 

-Gracias Hilda por darle con tu rayo de asco al jinete asqueroso.

La cimitarra le pega al jinete nº 1 abriéndole un poquito las carnes para que mi espada le endose un golpe crítico que espero acabe con él. 

-¡Venga Voce! que no se diga. ¡Vamos equipo no os quedéis con las ganas de matar un Zonguito! Yo puedo solo pero no os quiero quitar la diversión. 

Con una acción súbita (rasgo de guerrero) saco una bola borrosa de mi Bolsa de Trucos y la lanzo delante de los Goblins Navajeros.

1 Rata, 2 Búho, 3 Mastín, 4 Cabra, 5 Cabra gigante, 6 Jabalí, 7 León, 8 Oso Pardo.

- Elandor no te preocupes por nada que aquí está el cornudo suertudo. Ahora es cuando invoco a mi suerte legendaria y saco de mi bolsa un amiguito para que nos ayude. ¡Tachán! MUFASA está con nosotros. ¡Corred mierdecitas verdes! Tengo para todos. 

Viendo que han caído varios de los jinetes, me centro en el que esta atacando a Hrast, y le acierto con la pistola ballesta. Le hago bastante daño al clavarle el virote en su tripa, pero parece que aun no cae el cabrón. pero luego me giro y disparo al lobo que esta frente a la secretaria, y fallo el disparo.-¡Maldita sea!-Parece que los jinetes, están a punto de ser historia, pero aun quedan los 4 lobos y se nos vienen encima una horda de navajeros.

¡Diablos! ¡Mis goblins! ¡Mis goblins están muriendo a chorros...!

_{Que digaaaaa...}

¡Los goblins! ¡Los goblins están muriendo a chorros!

El hediondo rayo que emerge del dedo de la nigromante de acento curado en aguardiente de Vallaki impacta de lleno en el jinete de lobo conocido como Grimozo, que en ese preciso instante dirigía su alfanje al cuello de Darko. El proyectil destella con un brillo octarino surcando el aire y dejando un aroma pestilente en su trazado hasta alcanzar al infeliz goblin. Esta simple acción tiene tres consecuencias, más o menos previsibles.

En primer lugar, provoca una alteración del espaciotiempo, ahorrándole un dolor lacerante y cuatro puntos de sutura al guerrero tiefling. Además, le genera una gastrointeritis aguda al pielverde, sumiéndolo en un colapso estomacal de modo inmediato. Y en último lugar, el goblin cae vomitando su desayuno, impactando de lleno en el bello (?), si bien pérfido, rostro de Darko. A su vez, esta simple -y asquerosa- acción de índole mágica genera un efecto colateral de todo punto inesperado.

Como es bien sabido, la risa comparte con una vomitona una característica peculiar: son muy contagiosas. Así, La muy vomitiva muerte del valiente Grimozo genera una reacción en cadena entre los goblins circundantes, que empiezan a expulsar la bilis sobre nuestros intrépidos héroes. El jinete conocido como Facinerozo vomita sobre Hrast al tiempo que su hermano de armas, Flatulencio, hace lo propio sobre, de nuevo, un confundido Darko.

Llueve potaje esta fría mañana en Ravenloft.

Extrañamente motivado por la afrenta, el tiefling la emprende a espadazos con Su Cimitarra y Su Espada Larga, conectando un aterrador tajo horizontal que decapita a Facinerozo y lanzando con un deje malicioso una bolsa al suelo. ¿Qué habrá en esa bolsa? Eso se preguntan los pielesverdes. Puede escucharse el siguiente y fugaz diálogo entre los goblins arqueros:

—¡Chuchez! ¡Han tirado laz chuchez! ¡Zin duda ze eztán rindiendo! —comenta Fangozo, rebosante de optimismo.

—¡Zurrapa! ¡No zon gominolaz, chalao! ¡Ez un...!

El osgo que responde -en sentido figurado- al melódico nombre de...

—¡ZOOOOOOONGOOOOOOOOOOO! —ruge la mole iracunda interrumpiendo al narrador al ver como sus pielesverdes riegan con sus cadáveres la foresta sin haber abatido a ni un miserable aventurero.

Zongo es un tipo con grandes expectativas en lo que a sus esmirriados esbirros se refiere, claro está.

—¡Iluzoz pendenzieroz y papafritazzz! ¡El Gran Zongo zorberá vueztroz bulboz raquídeoz y uzará vueztroz cráneoz como zenizero! —tradujo con bastantes licencias creativas el goblin que asistía a Su Malignidad mientras agitaba su bastón como si estuviese pegándole al enano.

Los pielesverdes navajeros se apelotonaron justo en frente del Gran Zongo y empezaron a chillar presas de una euforia incontrolable antes de abalanzarse sobre nuestros sufridos héroes. A juzgar por la roña que atesoraban sus cuchillos, el mero contacto de la hoja con la carne podría provocar insuficiencias hepáticas.

Los arqueros goblins, siempre reacios al contacto físico con cualquier aventurero de nivel superior a cero, avanzaron unos pies de distancia al amparo de la bruma matinal, flanqueando a los aventureros y preparando una salva de maléficas flechas de punta aserrada untadas con alguna excrecencia cuya desagradable procedencia nadie -narrador inclusive- desea resaltar.

Se veía venir la hecatombe en aquel bosque.

Entonces, mientras Darko repartía acero de oferta dos por uno, Hrast canalizaba el puñetazo demoledor de jengibre, Hilda propagaba el caos gástrico, Elandor calibraba su vista élfica -¡QUÉ VERGÜENZA!- e Izzie emitía un perturbador sonido -¿Su risa?- sin poder evitar mirar el rostro pringado de desayuno goblin del tiefling, sonó otro silbido. Esta vez, proveniente de la espalda de nuestros héroes.

¡Fssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss-Chack!

Una flecha sumió la contienda en un tenso silencio.

El proyectil había ido a parar a escaso un pie de distancia del Gran Zongo, invadiendo lo que podríamos denominar la distancia social. Era una afrenta de primer nivel, sancionable con una muerte horripilante, por supuesto.

El goblin traductor extrajo la flecha del suelo con alguna dificultad dada su escasa puntuación en fuerza y comprobó que... ¡Había un mensaje enrollado en ella!

Mejor dicho... ¡Un dibujo!

¡ERA UN DIBUJO DEL GRAN ZONGO!

Bastante detallado, por cierto.

Con un exagerado bigote pintado a mano, por cierto...

—¿¡Pero qué ez ezte ultraje...!? ¿Eeeh? —carraspeó dubitativo el goblin traductor, al que por cierto, se le conocía como Culturetaz en su tribu. Era muy raro dar con goblins que hablasen un único idioma decentemente—. Ez un menzaje ziziliano, Zu Malignidad. Dize... Ze buzca al Gran Zongo... Preferiblemente muerto pa' ziempre... 250 piezaz de oro por zu cabezota... A cobrar del Zheriff de Viktal...

>> ¿¡Quién oza diztribuir panfletoz calumniozoz contra el Gran Zongo!? —chilló Culturetaz.

La respuesta no se hizo esperar.

Vómito, qué asco, este asqueroso... puaj. 

Súbitamente el enano comienza a realizar unos ágiles movimientos que no eran esperados por nadie que no lo conociera. Su agilidad natural, la de un enano, si (no se admiten risas), bien adiestrado, le hizo rápidamente moverse con breves zancadas y un breve deslizarse (que un ojo poco entrenado podría confundir con un resbalón, pero no, no lo era), y aprovechando su baja estatura,  colocarse al lado del jinete, que recibió a la par el virote.

Claro, no iba a meter la mano hacia dónde iba la susodicha munición disparada por el jefe (a saber qué maldita cláusula sacaría Izzie para jorobarle), así que apartó la mano y no pudo golpear. Claro está, que aprovechó la inercia para soltar el otro puño dando una hermosa y sutil (para los enanos) voltereta, y alcanzando en la vomitadosa boca del jinete, tirándolo del lobo. 

- Hecho. - Dijo al caer con sus dos piernas en el suelo. - Que venga otro. 

A unos doscientos pies de distancia de la escaramuza que tenía lugar en mitad del bosque y suspendida por las piernas de una robusta rama alta próxima a la copa de un árbol, estaba colgada una jovencita de mirada espabilada tensando un arco con la flecha que apuntaba al corazón del enorme osgo entre la neblina.

—¡Marvin! ¿¡A qué esperas, perezoso!? —dijo con visible impaciencia en la voz, sin lograr contener una sonrisilla traviesa.

Estaba deseando disparar. Esta vez, a matar.

Goblins y aventureros por igual se sorprendieron cuando de la maleza, y sin saber muy bien cómo había llegado allí tan sigilosamente sin ser visto u oído, apareció un imponente dracónido, del color rojo más puro que jamás habían visto en sus vidas. No es fuese el rojo un color ajeno a Ravenloft, pero no así el brillo que emanaba de las escamas de este ser. Parecía un rubí en su fulgor, pero con la forma de un dragón humanoide de algo más de seis pies de alto y una cornamenta excepcional. Iba ataviado con una reluciente armadura completa grabada con un icono en el pecho que podía identificarse como el Padre de Dragones: Bahamut. Este era otro motivo por el que carecía de toda lógica que nadie le hubiese escuchado llegar a la fiesta.

Blandía sobre el hombro un descomunal espadón que, a juzgar por la confianza con la que lo sostenía, parecía una parte prolongada de su brazo.

Sobre el otro hombro, había un kobold. Y a unos dos pasos por detrás del dracónido, un extraño tipo vestido con una túnica negra y unos llamativos ojos saltones de un color verde y acristalado. No parecían unas gafas. Más bien parecía que sus ojos estaban por ahí dentro, perdidos en el interior de esos globos de vidrio.

—BUENO, BUENO, BUENO... ESTO PARECE UN CLARO CASO DE COMBATE POCO IGUALADO, ¿NO CREÉIS? —comentó el dracónido con la gravedad del latido de una ballena.

—NO ME GUSTAN LOS ABUSONES —sentenció frunciendo el ceño y resoplando mientras clavaba su gruesa loncha de acero en el suelo.

En algún punto al otro lado de Ravenloft, hubo una sacudida telúrica.

A Hilda -y solo a ella- le llegó un intenso olor a ozono cuando el misterioso individuo de la túnica negra se puso junto al dracónido observando la situación desde un punto de vista táctico.

Aquel tipo era un mago. Y no uno novel. Por si la túnica sembrada de grabados y runas no era suficientemente sospechosa, además portaba un elaborado bastón cuyo cabezal era una candelabro equipado con tres cirios cuyos pabilos llameaban con pequeñas lucecitas danzantes de una tonalidad esmeralda.

—Hummmmm... —caviló el mago observando el éter con cierto ensimismamiento—. Aquí alguien ha empleado magia negrata...

Sus ojos acristalados fueron a volcarse sobre los de Hilda.

Agitó un dedo como el que lo acerca a la nariz de un gato.

—Eres una chica muy mala... Jijiji...

Mientras me limpio el vómito de la cara, como puedo, hablo con los nuevos.

- ¡Dracónido colorao! Menos voces y al tema. Es un combate poco igualado pero que hubieran traído más goblins. Antes ibamos sobrados para matarlos a todos y ahora con vosotros si que será un abuso.

La de las flechitas a ver si mejora la puntería que Zongo tiene cabeza para siete pescuezos y eso no se puede fallar.

El de la coleta que deje de tontear con la del moño que la entretiene.

Después será el tiempo de las presentaciones y de quitarse el puto potaje de encima. Ahora sigamos matando en verde. ¡MUFASA ATACA!

Cualquier resto de Resolución, desapareció como por arte de magia de su cerebro, cuando Elandor escucho la recompensa que daban por el tal Zongo.-¿Dan 250 monedas por ese tipo? Estupendo chicos, por ese motivo estábamos en el bosque, para despistar a Zongo, que pensará que éramos unos pobres turistas, y acabar con su equipo de rateros. Así que venga, terminemos con esta gente y a buscar al Sheriff de Viktal.- Menuda noticia mas cojonuda, esto espabilaba a cualquiera. Luego ver el terrible espectáculo de los goblins vomitando, fue demasiado, a puntito estuvo de echar allí mismo el desayuno. Desde luego que cerdos, no podían morir con un mínimo de dignidad. 

Otro asunto del que ocuparse era la cantidad de gente que había en aquel dichoso bosque, ni en la principal plaza de muchas ciudades te encontrabas con tanta gente. ¡Qué barbaridad! Draconiano, cazadora, y algo muy extraño que hablaba pero que podía ser cualquier cosa.-¡Bienvenidos majetes! Como podéis ver, no es que nos haga mucha falta vuestra ayuda, pero ya que estáis aquí, podéis serviros. Creo que habrá goblins para todos.-

- Se disse NIGRROMANSSIA, ¡ aaaahhh!- respondo a aquel extraño mago de la túnica de postureo que ningún mago respetable se pondría- Y prrocurra mantenerr tus prrejuissios detrrás de tu boca sserrrada.

Algo en ese tipo me provoca gran curiosidad...

- Bien- digo dirigiéndome ahora a la audiencia general- si  todo el mundo ha terrminado de vomitarr ya ¿ podemos seguirr?

- Si, podemos seguir.- Dije, quitándome igual que Darko la última parte de la vomitona, junto a algún resto orgánico que probablemente fuera del desgraciado jinete que se había cruzado conmigo... y la flecha del jefe. - Podemos seguir haciendo trizas a estos indeseables... si es que estos nuevos amigos no quieren quitarnos toda la diversión, cosa que no queremos... 

Rápidamente lancé dos o tres gritos de cabreado monje enano. Por supuesto, la mezcla de amenaza y comicidad de ver a un enano haciendo movimientos lejanamente parecidos a lo acrobático hacían que la amenaza pareciera menor. MEJOR. Más les dolerá cuando vean que es real. Una sonrisa disfrutona apareció en mi cara, viendo como todos nos girábamos hacia los desgraciados goblins. 

-Darko, ¿haces los honores, o quieres que haga una buena carrera contra ellos y te deje rematarlos? ¿O necesita usted un cable, maese Marvin el brillante? - Dije preparando mi famoso golpe "kar-cul", que dejaría a algún goblin con la cara en el... bueno, esa parte. 

—¡Ja! ¡Lo sabíaaaaa! —exclamó Oswald con gran efusividad alzando su báculo (que más parecía un candelabro enorme)—. ¡Es una nigromante ronroneante! Nada escapa a mis superiores habilidades de observación y análisis psicotécnico, Atractivo Si Bien Rojizo Marvin... —dijo con evidente sorna a su colega dracónido—. Oh, ¿pero qué ven mis ojos? ¿Una anomalía estadística? ¿Pudiera ser un enano no euclidiano? ¿Y qué tenemos aquí? ¿Un elfo con evidentes síntomas de dipsomanía? Uh... Fascinante. Un ser mitad humano, mitad demonio... Brrrr-brrrr-brrrr...

El mago pareció disfrutar sobremanera procesando tal marabunta de información sensorial. Hablaba muy rápido, con una entonación muy melódica. Era de esa clase de personas que tiene el extraño talento de averiguar cómo responder a una pregunta que aún se está gestando en la mente de su interlocutor.

—A MARVIN EL ROJO NUNCA LE DISGUSTA LUCHAR EN COMPAÑÍA —dijo sonriendo ampliamente con esa aterradora hilera de colmillos de tan excelente esmalte a Hrast y a Darko—. ASÍ PUES, MAESE ENANO, CUERNECITOS... ¡OS CUBRO LA ESPALDA! ¡A POR ELLOS, MIS VALIENTES! ¡QUE SON POCOS Y HUYEN! 

Lo cual habría sido literalmente cierto...

Si no fuese porque hay algo que adhiere las suelas de las botas de los goblins al suelo con mayor eficacia que el conjuro de nivel uno conocido como grasa porcina.

Me refiero, claro, al miedo.

Zongo, hijo de Mongo, espoleado por la sed de sangre ante lo que intuía una batalla digna, se permitió blandir su hacha XXXL a una manaza sobre su testa al tiempo que lanzaba un atronador aullido que reverberó en todo el bosque. Para cualquier espectador poco observador, era un simple si bien escalofriante grito de guerra que vaticinaba un baño de sangre siguiendo a aquel casual y simpático encuentro entre héroes venidos de distantes regiones -cuando no de otros planetas-.

Pero había un sagaz elfo entre los presentes...

Un elfo que tenía licencia para fisgar en asuntos ajenos...

Un elfo que a pesar de tener sus sentidos ahogados en el más selecto brebaje etílico que un vagabundo errante de medio pelo puede conseguir, entendió lo que estaba a punto de pasar ANTES de que sucediese...

Y es que Zongo, hijo de Mongo, no había alcanzado la avanzada edad de catorce años teniendo la mollera llena de serrín y alguna que otra bellota. Zongo, hijo de Mongo, era un insólito especialista en guerra de guerrillas. Y así, a su llamada, acudió un buen montón de goblins alpargateros. 

En efecto, las navajas eran un bien escaso en esta singular si bien efectiva banda de asaltadores de caminos. A los que no les llegaba el presupuesto solo les quedaba pegarte con una sandalia sucia. No era demasiado letal, pero sí humillante.

_{¿He dicho ya que los goblins pueden matar de agobio?}

—¡¡¡ZONGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

* * * * *

En otro plano astral, el dios de la Guerra y la Destrucción lanzó un dado de veinte caras para reforzar las líneas de los pielesverdes.

El resultado fue un dos.

El dios se fue a llorar en la intimidad de su Cuarto de Baño de la Masacre.

* * * * *

A la llamada de Zongo acudieron dos goblins alpargateros de aspecto muy feroz.

El goblin traductor les miró desconcertado.

—¿Pero dónde eztán loz otros, panda de cuatreroz? ¡Ze zuponía que debíaiz zer máz de una dozena! ¡MUCHOZ MÁZ DE UNA DOZENA! ¡OH, EZTADÍZTICA! ¡RAMERA DEZPIADADAAAA!

Los goblins que sostenían las pantuflas malolientes intercambiaron una mirada de evidente confusión.

—Zomoz máz que zufizientez, jefezillo. Zomoz Tango... —El goblin se sumió en un silencio dramático, claramente buscando la complicidad de su colega para acabar la frase.

—Y Kanduterio —remató el otro muy fiero goblin golpeando con la pantufla la palma de su mano en un gesto muy amenazador.

Tango parpadeó, incrédulo.

—Eh, un momento. ¿Dónde eztá Kazh?

—Ha mue'to...

—¿Kuándo?

—Ahora mizmo. El grito del jefazo le ha p'ovocao un infa'to b'utalízimo. Me ha nomb'ado zu herede'o.

Tango calibró las opciones.

—Eztoz tipoz juegan muy duro... ¿Te vez capaz de zurrarlez en el hocico?

Kanduterio asintió con convicción.

—Soy un luchado' zuzízimo. Como mínimo le zalto un ojo a alguno, tú.

Tango pareció convencido.

—De acuerdo... ¡AGUANTAD, CHICOZ! ¡AQUÍ LLEGAN LOZ REFUERZOZ!