Partida Rol por web

Era un aburridísimo día a bordo de la Clutch, la única nave recicladora de Nakonechkin, y que había sido vuestro hogar durante, al menos, el último año. Los recicladores son tripulaciones o grupos organizados de naves espaciales, que navegan sin rumbo a través del sistema solar (Pact World) y fuera de él. Su objetivo principal es la búsqueda de antiguos y maravillosos artefactos del pasado, a los que poder hacer ingeniería inversa. Aunque la realidad es que son algo más parecidos a naves chatarreras que buscan utensilios de valor en la basura espacial, en planetas y lunas poco habitados o restos de otras naves a la deriva. 

Vuestro jefe, Nakonechkin, había encaminado la Clutch fuera del espacio del sistema solar habitual, al vacío de más allá de Aucturn, en busca de estaciones espaciales abandonadas o restos de viejas batallas espaciales ya olvidadas, donde poder reciclar. 

De pronto, con un sonoro zumbido de alarma, los ordenadores de la Clutch avisaron de que habían registrado una nave a la deriva en la zona. Nakonechkin corrió al puesto de capitán y, usando su consola, realizó un escáner rápido. La imagen apareció nítida en la pantalla: Una enorme nave, adornada en plateados y verdes, y acabados en cromo y latón. Parecía abandonada e inapropiadamente lejos del sistema solar. 

Rápidamente, Nakonechkin corrió a por su traje espacial y sus herramientas multiuso. "Parece un trabajo muy sencillo. Mejor quedaos aquí y vigilad la Clutch. Tratad de no "reparar" nada mientras estoy fuera. Debería de estar de vuelta en un par de nanosegundos." 

Saludó levemente con una inclinación de cabeza y accionó el compresor de aire, para después flotar hacia la nave abandonada.

...

Más de dos horas habían pasado desde que Nakenechkin había partido, y eso no era algo normal. Además, no contestaba cuando tratabais de contactar con él. El grupo de Skittermanders estaba convencido de que algo había sucedido, algo horrible había pasado, y Nakonechkin podría necesitar vuestra ayuda. 

Esperemos que tarde un rato largo

Dos nanosegundos. Por mucho que aquello fuese una expresión, Gazigaz estaba seguro de que su jefe no tardaría demasiado. Eso era un problema, pues aquella nave era hermosísima y del mejor de los colores ¡el verde!. Y no podía recibir los objetos de esa nave vestido de cualquier forma. Estar en la comodidad de la nave no era razón para estar en pantunflas de sedoso pelo gorgiano. Aunque fuesen de un color que le sentase tan bien como era el rojo oscuro. Y eso por no hablar de... ¡no! ¡Necesitaba tiempo. De modo que el skitter se encerró en su camarote para probarse lo más rápidamente distintos Modelos de Recibimiento de Naves, o "morenas" como las llamaba en secreto; dos de las seis manos buscaban accesorios mientras con las otras cuatro sacaba toda la ropa para encontrar el modelo perfecto. "En realidad, todo me queda perfecto, pero es solo una nave, no un neoamigo". Tras localizar su chaleco favorito (la capa era para acontecimientos más importantes) se dedicó a peinarse la barba. Nada especial, unas pasaditas de rutina que no le llevarían más de media hora.

—Quooooonx— dijo apareciendo a espaldas de la mecánico, con voz zalamera— ¿No tendrás unas tuercas? De esas chiquitinas. Te prometo que te las devolveré. He pensado que puedo ponerlas de forma decorativa en el pelo. ¡Será absolutamente desviado! ¿Me las prestas?

La pequeña Skittermander se encontraba comprobando la maquinaria de la Clutch, no porque tuviera ningún problema, si no porque le gustaba que siempre estuviera en perfectas condiciones. Se aseguraba que las tuercas siempre estuvieran perfectas y que el ronroneo que emitía no variara. Le gustaba presumir de que con sólo colocar una de sus manitas sobre la maquinaria podía averiguar si tenía algún problema. La escuchaba hablar y podía pasarse las horas allí, en su compañía, mientras los demás hacían vete a saber qué.

Había sonado una alarma y Quonx levantó la cabeza dejando varias herramientas sobre su mesa de trabajo y dirigiéndose al puesto de mando. Allí vio la nave plateada y verde en las consolas. Sus ojitos brillaron de emoción, imaginándose los tesoros que podía albergar. Miró a Nakonechkin y un pequeño bufido salió de sus labios. Sabía que lo de "reparar" iba sobre todo por ella, él no comprendía que la pequeña lo único que hacía era "mejorar" aquella cacharra en la que viajaban. Se alejó de la sala, volviendo a sus aparatos. 

- El jefe no entiende... Quonx sólo mima a la Clutch - . Se dijo y empezó a jugar con una vieja radio que habían encontrado hacía tiempo. Le estaba haciendo unas cuantas mejoras e intentando que volviera a funcionar, si lo conseguía podría tener mucho más alcance y detectar señales hasta ahora inalcanzables. O al menos era lo que se proponía la Skittermander.

Perdió la noción del tiempo, no era consciente de que había pasado tanto tiempo, cuando escuchó la voz de Gazigaz llamándola. Quonx levantó la mirada, llevaba unos lentes puestos que agrandaban considerablemente sus ojos. Pestañeó y negó con la cabeza. 

- Las herramientas de Quonx no son adornos de pelo - Dijo la que llevaba siempre alguna que otra tuerca enredada entre sus alborotados pelos. - Las herramientas de Quonx son importantes para Quonx, ¿dacor? - Le dijo alzando ligeramente la barbilla. 

A Nako no le gustaba nada haberse quedado en la nave, su trabajo era salir ahí fuera con Nakonechkin y por muy rutinario que fuese el trabajo no debería haberla dejado fuera de esto. Enfadada decidió irse a hacer algo de ejercicio, eso siempre la calmaba.

Sujetando cuatro grandes mancuernas de fabricación casera empezó a hacer ejercicios de bíceps con los brazos superiores mientras hacía tríceps con los inferiores, a la vez que saltaba a la comba y veía holovideos musicales antiguos. Visto desde fuera el esperpéntico ejercicio parecía tan complicado como poco útil, “súper ejercicio qseis” lo llamaba, al menos en su mente porque el resto de la tripulación aún no se había atrevido a preguntar por ello.

Lo de un par de nanosegundos era una forma de hablar, pero estaban pasando demasiados nanosegundos. Nako se acercaba al comunicador entre cada serie de ejercicios pero no obtenía respuesta alguna, tenía total confianza en su jefe y muchas veces había estáticas o radiaciones que impedían la comunicación, pero esto ya empezaba a oler a chamusquina. Abrió las comunicaciones internas y por los altavoces dijo.

—Chicos, me eriza que el jefe lleve tanto tiempo fuera, creo que voy a salir a buscarlo.

Dakoyo ya llevaba un tiempo en la Clutch y se había acostumbrado a las pecualiaridades de los demás Skittermanders. Era curioso como cada uno tenía sus manias, tan diferentes unos de otros. De hecho no recordaba haber conocido a ningún membro de su raza que no tuviera una. Salvo él por supuesto. Pero sabía que eso era debido a que Ibra le protegía, Ibra el Misterioso y sus hijas las estrellas le hablaban y le contaban sus historias y secretos, y él les contestaba. Gracias a ello se había salvado de no ser un ser raro y maniatico como el resto. Aunque nadie más aparte de Dakoyo lo entendiese.
Por eso el que Nackonechkin se hubiese rodeado de una trupulación como aquella, y se llevasen tan bien era sin duda muestra de su carisma y liderazgo. Por eso el mísitico se quedaba allí. Además gracias a viajar en la Cultch podía estar más cerca de sus queridas estrella y escucharlas mejor.

Por eso cuando Nackonechkin quiso ir él solo a la otra nave Dakoyo se sintió rechazado, él también quería ponerse el traje y salir fuera a disfrutar del paseo. Luego si además encontraban algo interesante mejor que mejor. Tal vez si no hubiese estado así de molesto se habría dado cuenta de que su intrépido lider llevaba fuera algo más de dos nanosegundos. El tiempo se le pasaba volando cuando miraba a traves de una escotilla al espacio. Si no fuese porque Nako lo comentase no habría salido de su ensimismamiento.

-¿Cómo? ¿No ha vuelto todavía? Eso es muy raro.-

Obviamente la pelirroja quería salir impulsivamente a buscarlo, pero era el momento de calma.

-Venga. Sé el lider espiritual que estás predestinado a ser. Ibra está contigo.-

-Noooooo. No vayas. -

Quizás se había excedido un poco.

-Quiero decir. No vayas sola. El jefe fue solo y no ha vuelto. Si vas tú sola puede pasarte lo mismo que le haya sucedido a él. Permanezcamos juntos.-

Miró a la skittermander azulada.

-Tenemos sensores ¿no? Busquemoslo primero antes de saltar a lo loco-

Gazigaz hizo brillar los ojos como un cachorrillos suplicante, intentando así ablandar a la azulada mecánico. Era una técnica que casi siempre funcionaba... aunque Quonx no era como el resto. Era complicado ablandarla, del mismo modo que era difícil llamar su atención cuando estaba concentrada.

—Vengaaaaaa por favoooor... Te las devolveré esta nocheeeee

Gazigaz iba a intentar convencerla, pero Nako interrumpió sus pensamientos. ¿Cómo que Nackonechkin aún no había vuelto? Tampoco había pasado tanto tiem...

—Oh vaya, vaya. No me di cuenta de la hora— dijo por el comunicador antes de añadir con toda su jeta—Estoy en la sala de máquinas, con Quonx, que me iba a prestar unas tuercas. De las medianas. Me ha dicho que las chiquitinas no puede. Por cierto, Nako, Dakoyo tiene razón, ¿te has fijado en su última posición? Lo mismo con acercarnos a la nave se restauren las comunicaciones.

La idea de Dakoyo no era mala. Los skittermanders eran muy dados a tocar todo y sabían "perfectamente" como manejar los sensores de rango corto de la Clutch. Quizás no todos con la misma destreza, pero sabían. Y si hacían un escáner de la nave abandonada, estaban seguros de que les daría algo de información. Aunque solo fuera la respuesta a por qué el jefe no contestaba a las comunicaciones. 

La idea de acercaros tampoco era descabellada, pero normalmente el piloto era Nakonechkin, y si le hacían un rasguño a la nave...

Quonx se mantenía en sus trece, había cruzado sus seis bracitos y negaba con la cabeza. 

- No, no y no... Las herramientas de Quonx no son adornos para tu pelo - . Le repitió e hinchó los carrillos, en un claro gesto de malhumor. Cuando la Skittermander se enfadaba solía adoptar aquella postura. En ese momento escuchó las voces de Nako y de Dakoyo. 

- ¿El jefe todavía no ha vuelto? - Preguntó tras soltar repentinamente el aire que había estado manteniendo para hinchar sus carrillos. Parpadeó un par de veces y se subió los lentes, dejándolos como si fueran una diadema, junto a dos tuercas y tres tornillos que, para variar, tenía enredados en sus eléctricos pelos.

- Sí, Quonx se encarga de buscarlo - . Respondió y, lanzando una mirada que a ella le parecía asesina a Gazigaz, se dirigió hacia la sala de control. - No toques las cosas de Quonx - . Le recordó antes de salir de la sala de máquinas.

Caminó hasta el ordenador principal y dando un pequeño salto y sujetándose con tres de sus manos, se encaramó a la silla y empezó a tocar a toda velocidad las opciones para encontrar a su jefe. - Quonx lo encontrará, le va a hacer un escáner a la nave y lo encontrará - . Empezó a murmurar más para sí misma que para el resto de la tripulación. 

Quonx se sentó en el sitio del jefe con mucho cuidado, ojalá no se enterara nunca de que estaba usando su silla... tragó saliva y se puso manos a la obra. En el momento en que empezó a teclear, el resto de cosas se le olvidaron, incluso su postura sobre el sillón de capitán se relajó. En seguida, la nave abandonada apareció en pantalla, y Quonx empezó a leer en voz alta: 

El transpondedor de la nave a la deriva la identificaba como la Emerald Empyrean. Era una barcaza de vacaciones propiedad de una compañía vercita llamada Trendsetter Excursions. Era un carguero pesado modificado, cuyo armamento era un enorme arma pesada que apuntaba hacia el frente y una pequeña torreta giratoria. La mayoría de estancias de la Emerald eran para pasajeros y actividades de descanso vacacional.

Aunque los propulsores estaban conectados, la nave permanecía inactiva, pero en su interior mantenía la energía conectada y conservaba la gravedad artificial, iluminación interior y soporte vital. La mayoría de estas funciones están controladas automáticamente o por una inteligencia artificial -algo poco usual en una nave de ese tamaño, pero no tan raro en naves más pequeñas-, lo que explicaría por qué siguen activas. Los intentos de contactar con los ordenadores o con la IA de la nave, no parecen llegar a ningún lado. 

A bordo de la Emeral Empyrean los escáneres revelaban la presencia de una docena de formas de vida, algo que vuestro jefe no fue capaz de ver en sus primeros análisis. La mayoría de las formas de vida están concentradas en el área de la popa del carguero, en el lateral de estribor. Tras mucho buscar, Quonx consigue encontrar la señal vital de Nakonechkin, pero parece estar en un estado de semi-consciencia y no es posible establecer su localización exacta. Una fuerte señal energética se detecta también, en el centro de la nave.

Las únicas formas de entrar en la nave eran a través de dos compuertas de compartimentos estancos, una en el lado de babor, cerca de la popa, y otro en el lado de estribor cerca de la proa. Sin embargo, la entrada delantera estaba completamente sellada, mientras que la trasera podría forzarse para entrar. 

Gazigaz respetaba y quería a sus compañeros, pero no podía evitar ser fiel a su propia naturaleza, por lo que en cuanto se aseguró de que Quonx estaba ocupada, se hizo con un par de tuercas y se las enganchó el el pelo, formando lo que debía ser una estilosa trenza. Por desgracia, las tuercas resultaron ser muy oscuras, y no combinaban con el resto de la ropa, por lo que se las volvió a dejar en la caja y salió trotando. No parecía muy preocupado y no lo estaba. Al fin y al cabo, ¿qué cosa tan terrible podía pasar en una nave abandonada? Quizás Nakonechkin se hubiese perdido, o se hubiese echado una siesta o tenía alguna afición secreta, como bailar con los brazos cruzados y levantando mucho las piernas y había aprovechado la soledad de la nave para practicar.

Las noticias, sin embargo, comenzaron a tirar por tierra aquellas válidas y muy creíbles teorías. Nakonechkin nunca practicaría aquellos con una fuente de energía tan grande cerca

—Wopp Eso es malo. Deberíamos ir a ver si está bien.

—¡Buen trabajo Quonx, HAHAHA!—. Mientras soltaba una sonora carcajada dio un fuerte puñetazo en el hombro de la mecánico como solía hacer con Nakonechkin cuando estaba sentado en su silla, aunque enseguida se dio cuenta de que no era el jefe al que había golpeado. Con cara de arrepentimiento le froto el hombro a su compañera como intentando borrar el dolor del puñetazo —Perdón, es la costumbre. Es por la silla, ya sabes… Lo siento—. Después le dio un pequeño abrazo antes de empezar a hablar con los demás.

—Parece que el jefe tiene problemas y puede que no solo el jefe. Así que con mucho cuidado, pero vamos a tener que ir ahí.

Dakoyo escuchaba las noticias que Quanx les contaba sobre lo que había averiguado. Eran noticias un poco alarmantes, pero por fortuna estaban ellos allí para resolver la situación.

-Muy buen trabajo Quonx. Al menos sabemos que el jefe está vivo. Ahora sólo tenemos que ir hasta allí y recogerlo.-

El pequeño Skittermander toqueteaba nervioso el estetoscópio que siempre llevaba encima. Finalmente se decidió, en realidad no había otro curso de acción.

-Gazigaz ¿Crees que podrías llevar a la Clutch hasta la escotilla trasera? Desde allí seguro que logramos colarnos y rescatar a Nakonechkin, y a lo mejor a esas otras formas de vida que se detectan también.-

Desde luego si alguien podía lograrlo era el skittermander verde. En realidad era el único que sabía pilotar la Clutch, así que dependían de él.

-Será mejor que nos aprovisionemos para una incursión en territorio desconocido. Aunque no os preocupéis ni tengáis miedo, Ibra está con nosotros y nos protegerá.-

—Podría, pero la nave ESTALLARÍA— dijo agitando mucho sus seis brazos en un claro gesto de exageración y abriendo mucho los ojos— Bueno, estallar no, pero si estrellar, que suena parecido y tiene el mismo resultado. Estamos casi lo más cerca que podemos. Y lo más cerca que podemos sin que PUUUUUUUUUUUUUM. Pero llegar hasta allí sin acercar la nave es fácil. ¿Vamos ya? ¡Esperad un nanosegundo! Voy a cambiarme. 

Gazigaz salió disparado al camarote y desapareció por la puerta, pero en el último momento asomó la cabeza

—Que sea un nanosegundo y medio

Y efectivamente, no tardaría mucho, pero no pensaba entrar de cualquier forma. Tenía que llevar su capa. Si iban a rescatar a su jefe, debían presentarse vestidos como héroes.

- Os dije que Quonx le encontraría - La pequeña Skittermander se sentía orgullosa de su hazaña. En aquel momento sintió un fuerte puñetazo en el hombro que a punto de tirarla de la silla - Auchhh... ¡¡Ahhhhh!! . Aquello la había pillado por sorpresa y volvió su mirada dolorida hacia la guerrera. - No le peques a Quonx, ¡duele! - Le dijo con voz lastimera y los ojos a punto de ser arrasados por las lágrimas. A pesar de que Nako le estaba pidiendo perdón, eso no hacía desaparecer el dolor que sentía. 

Parecía que todos estaban decididos a hacer una excursión a la nave varada, pero a Quonx le preocupaba dejar abandonada a la Clutch. Era como su niña pequeña y no quería que le pasara nada - Creo que alguien debería quedarse aquí - Propuso, clavando la mirada en la de Dakoyo. - Bueno, creo que Quonx debería quedarse para poder vigilaros y comunicaros lo que vea por el ordenador - . Dijo, presentándose voluntaria para aquella complicada misión. 

Puede que no fuese capaz de convencer a su compañera de que le dejase tuercas para el pelo, pero el verdoso e hiperactivo skittermanderno dejaba de ser lo que llamaban un enviado, y sabía como llevar perfectamente a su compañera. Y aunque de tecnología no sabía nada, era un experto liante.

—No es mala idea que Quonx se quede. —explicó sonriente—Depende de como sea ese generador de energía podría usarlo para dar vida a las telas. ¿Os imagináis una tela que irradie energía pura? Estoy seguro de que Atargatis Lagyune podría hacer algo con ello, usarlo para que la seda sea más brillante, por ejemplo. Y eso por no hablar de todo el instrumental que hay. Quonx nunca me acercarme, porque nunca puedo convencerla de nada.

- Si quieres que tus telas brillen usa manteca de cerdo como brillibrilli pero no el generador de energía - . Quonx se había horrorizado ante las palabras de Gazigaz. Le creía capaz de cualquier cosa y temía por lo que le podía hacerle a aquella fuente de energía desconocida. 

Quonx se encontraba en un dilema. Por un lado no quería dejar sola a su niña, la Clutch, y por otro, le daba miedo lo que pudieran liar en la otra nave sin alguien tan experta como ella. La pequeña Skittermander se había puesto de pie sobre el asiento y miraba hacia la pantalla, hacia la nave varada y después volvía a mirar hacia el teclado que tenía delante, así una y otra vez. No sabía qué hacer. - Quonx no sabe qué hacer. Quonx no quiere dejar la Clutch pero no se fía de las ideas de Gazigaz - .

—Oh Quonx, puedes fiarte de mí.— respondió contento al ver como aquello empezaba a dar el resultado que quería— Jamás convencería al resto de que dejásemos en la nave esos trastos con cables para llevarnos los cojines. Tiene pinta de ser una nave lujosa, tendrá cosas con la que podemos decorar la nuestra.

La respuesta de Gazigaz le pareció a Dakoyo de lo más razonable. No era muy habil en lo que a paseos espaciales se referia, pero desde luego que era mucho mejor aquello que el hacer pum.

-Muy bien. Pues tendremos que ir sin la Clutch, quién sabe. Lo mismo es lo mejor, no sea que le pase algo raro y se quede varada o se estropee como le ha pasado a la otra nave. Así al menos nos aseguramos que esté a salvo.-

Cuando escuchó que Quonx no quería venir le preocupó un poco. Si había alguien que necesitaban para ayudarles a acceder esa era la Skittermander azulada. De hecho de preferir que no viniese alguien era Gazigaz, pero a ver quién lograba convencerla de que se quedase atrás.

-Quonx se realista. Si hay algo estropeado allí eres la única que puede solucionarlo. Nako nos protege si hay bichos malos, yo curo vuestras heridas tanto físicas como espirituales y tú arreglas cosas. Somos un equipo, todos tenemos una labor. Y Nakonechkin nos necesita.-

Sí. Había obviado al Skittermander verde. Su habilidad para sacar de quicio al más pintado era legendaria, pero todavía no estaba seguro de que eso fuese algo bueno.

Las palabras de Dakoyo terminaron convenciendo a Quonx. La pequeña le miró con ojos brillantes y una expresión de orgullo en su rostro azulado. - Sí, Quonx puede ayudar. Quonx es necesaria - . Confirmó y bajó de la silla del jefe para ponerse el traje. - Quonx no tarda en estar lista - . Les dijo y salió corriendo para prepararse.

Seguía sin hacerle gracia dejar sola a la Clutch. ¿Y si le pasaba algo en su ausencia? La nave no podría defenderse, no habría nadie allí para hacerlo. ¿Pero quién podía quedarse para protegerla? La Skittermander empezó a valorar a sus compañeros dentro de su cabeza. Se imaginó a Gazigaz llenando de brillibrilli la nave y enseguida lo tachó de su lista negando con la cabeza. Después pensó en Nako. Si la dejaban encerrada en la nave era capaz de tirar la puerta abajo a base de puñetazos para seguir a Nakonechkin y también negó con fuerza. Y por último estaba Dakoyo. Pero él ya había dicho que era necesario, era el que curaba y no podían prescindir de su ayuda.  Al terminar de vestirse Quonx puso las seis manos en el suelo y cerró los ojos. - Estarás bien, Quonx no tardará - . Le prometió y se dirigió de nuevo hacia la sala, pero esta vez caminaba con pesar, como si le costara cada paso que estaba dando.

—Me alegro de que vengas Quonx, el jefe parece herido y no creo que haya sido en una pelea, lo mismo la nave tiene alguna defensa chunga—. Cuando iba a darle un palmada en la espalda se acordó de lo ocurrido hacia un momento con la Skittermander azul y al final acabo acariciándole la cabeza como si fuera un cachorro. Después se marchó a prepararse para salir a buscar a Nakonechkin y lo que quiera que hubiese en esa nave.

"PUM, PUM, PUM" todos los Skittermander escucharon unos pesados pasos avanzando por el pasillo, cuando vieron aparecer a su compañera de pelo rojo aparecer con su traje puesto y todo lo que había en la nave que pudiera parecer una arma o una herramienta. Se quedó allí, mirando a sus compañeros, al darse cuenta de las caras de asombro de estos se miró a sí misma y todos los trastos que llevaba encima, sin decir una palabra y muy despacio como un niño al que habían pillado haciendo algo malo, empezó a dejar todo lo innecesario en el suelo.

—Bien muchachos yo ya estoy lista, cuando queráis salimos—. Dijo con cara de determinación y echándose al hombre su pesado doshko de llamas, dejando atrás una montaña de trastos que tendría que colocar cuando volvieran a la nave.