Partida Rol por web

El camino hacia Orlbar resulta desolador, pero no tanto como la propia población en sí misma. Lo que no está arruinado ha sido apresuradamente abandonado. Nadie en su sano juicio querría estar aquí y tal vez por eso hayamos venido nosotros.

Tengo la sensación de que si Gundren nos hubiera acompañado, ahora mismo estaría comprando Orlbar por una miseria para hacerse rico con la especulación urbanística una vez que nosotros nos ocupemos de los gigantes. Por suerte para los refugiados él no está aquí y esperemos que muy pronto puedan regresar a sus hogares sin tener que entregar todo lo que les queda a un usurero enano (valga la redundancia).

Si alguno tenía la esperanza de que encontraríamos en Orlbar al joven lord Zymorven y que este se avendría a entregarnos la hoja de su espada encantada solo por nuestra simpatía natural, no tardamos en desengañarnos. Si está aquí, es que está muerto; pero lo más probable es que haya huido si tiene dos dedos de frente. Su espada podemos darla por perdida, si lo han secuestrado no creo que los gigantes le hayan permitido quedarse con ella como recuerdo, si ha escapado dudo que consigamos dar con él y si es un cadáver, alguien habrá saqueado sus restos.

Tampoco es que eso me importe demasiado. Lo que más me importa es ver clavada de una pica la cabeza de esa tal Kata... Kayila... como se llame. La maldita lunática responsable de todo este desastre.

La buena noticia es que si solo son cuatro gigantes de piedra, tocamos a uno cada uno. Casi parecen pocos después de lo que hicimos durante la defensa del bastión de Xantharl. Si los pillamos en campo abierto y de uno en uno, no serán más que alfileteros enormes para mis flechas.

Intentaré recabar información de los supervivientes sobre el mejor modo de llegar hasta ese Cañón de la Piedra Muerta. Parece que nos espera una larga caminata a menos que consigamos agenciarnos un bote y unos cuantos remeros enérgicos dispuestos a bregar contracorriente.

No quedaba mucho mas que hacer en Orlbar.

Los que se habían enfrentado al ataque de bárbaros y gigantes estaba la mayoría muertos o habían vuelto a Loudwater. Muchos vieron pelear al grupo de "héroes" que se presentaron pues fueron la última esperanza de la ciudad, pero nadie sabe seguro si sobrevivió alguno o fue raptado.

Todos os señalan hacia la zona pedregosa y el cañón, dicen que no hay perdida: si estáis lo suficientemente locos para ir en busca de esos Gigantes tan solo hay que seguir el cauce del río Loagrann.

Otros se lamentan y recuerdan que no hacía mucho esos gigantes toleraban su presencia, que esas criaturas les gusta vivir recluidos en sus cuevas y grutas, que porqué les atacaban sin ningún tipo de provocación.

- Parece que el camino es claro y que habrá poco sitio donde ocultarnos. – comentó Ajo con fastidio – Confiemos en que nuestro tamaño menor que los gigantes nos permita ocultarnos de ellos entre las piedras. – gruño un poco – Una lástima que solo Tassae sepa hablar con ellos. Quizás alguno quisiera volver a la vida de antes y podríamos contar con su ayuda contra la emperatriz… - añadió más como deseo que porque esperase que pudiera ser verdad.

Tassae se había quedado de piedra. No en el mismo sentido que el Izztyl, por supuesto, pero si que tras terminar el combate se había quedado casi paralizada mirando con la boca abierta al pétreo drow y pasando de cuando en cuando la mano por delante de los ojos de su compañero. ¿Podría verlos u oírles? ¿Estaría vivo? De hecho, estaba tan sorprendida por la situación que, pasado el peligro inicial hasta se le habían olvidado sus propias heridas.

—No puede ser

La parálisis, sin embargo, duró poco. En los aburridos, por no decir soporíferos, estudios con el gran Thelos Dhige había oído hablar de la petrificación, aunque creía que hacía falta un basilisco o algo así para que aquello ocurriese. Thelos sabía que no podía enseñar a la gnoma a hacer magia de la misma forma que él, pero se había empeñado en enseñarle cosas que pudiesen salvarle la vida. Porque estaba claro que la curiosidad e imprudencia de Tassae auguraban una corta esperanza de vida. Era mejor que supiese que los basiliscos no eran buenas mascotas antes de que intentase ponerlo en práctica. Y aún así, cruzar los dedos para que no pensase que el riesgo merecía la pena.

—Tenemos que sacarlo de aquí— dijo mirando las paredes asustada, temiendo que apareciesen más gigantes. Además, Ajo y ella estaban hechos polvo, no aguantarían otro combate.— Mi maestro me habló de esto, pero no sabía que el barro podía convertirte en piedra también. Se puede revertir, pero si los gigantes deciden romperlo... ¿Os fijasteis si había algún sitio donde esconderse?

—Ah, ¿entonces ha sido cosa del barro? Yo ya empezaba a pensar que los drows se convertían en piedra al morir —comento casi con alivio cuando Tassae nos revela la verdadera causa. Eso significa que a lo mejor nuestro amigo no está muerto y todavía se le puede sacar de ahí—. ¿Es como una especie de cemento rápido, o algo así? A lo mejor Ajo podría darle tres o cuatro golpecitos y descascarillarlo para liberar a Izztyl, ¿no? Ahí dentro se va a asfixiar el pobre.

Golpeo con los nudillos el cuerpo petrificado con la esperanza de que suene hueco y preocupa descubrir que no es así.

—Suena a macizo y pesa como si lo fuera. Moverlo va a costar casi tanto como sacarlo del barrizal y no sé yo si tenemos suficiente polvo de pixie como para aligerarlo mucho tiempo o si la escoba mágica de Ajo va a tener potencia suficiente como para arrastrarlo muy lejos.

»Con esos condenados gigantes de piedra emergiendo directamente del suelo y de las paredes, me parece a mí que no vamos a encontrar por aquí ningún escondrijo decente. Quizá la osera u ocultarnos en el nido de ese pájaro descomunal, suponiendo que consiguiéramos subir a Izztyl hasta ahí arriba. ¡Ojalá tuviéramos un dragón que nos lo izara hasta allí...

- Será cosa de magia. Si lo rompemos podemos repartir el peso más fácilmente entre los tres. – propuso Ajo - ¿Qué? A mí me parece una buena idea. – se enfurruñó ante las miradas asesinas de sus compañeros.

- Si queréis llamar a Felgolos – cayendo en lo que quería implicar Thoras – dejadme descansar un poco antes por si hay que repartir tortas. Podemos llevarnos a Musgo hasta donde está la bárbara y que allí nos recoja el dragón, que está un poco más alejado de los gigantes, pero dudo que su llegada les pase desapercibida. Irnos a descansar a un lugar discreto empujando a Musgo es tontería, dejaremos un rastro muy fácil de seguir al empujar la estatua por el suelo, así que vendrían a visitarnos en cualquier momento.

Estaba claro que a Ajo no le gustaba la situación ni la idea de sus compañeros, ni le preocupaba Musgo lo más mínimo, pero sabía que era tontería discutir con ellos que le habían cogido un extraño cariño al drow.

Escupió al suelo. Con lo feliz que se había puesto al ver como el drow se convertía en piedra ahora iba a tener que salvarlo. Volvió a escupir.

—¡No podéis partirlo! Ni tampoco desmoldarlo— Tassae abrió mucho los ojos. ¡Detestaba ser la racional del equipo! Pero si intentaban desmoldar al drow como si fuese una campana o romperlo y pretender que lo arreglase con sus trucos de magia no quedaba otra. La expresión cambió al ver que hablaban de llamar a Aurelius. Ella misma había pensado en ello y ya había sacado el amuleto para partirlo cuando fuese necesario. Que lo propusiesen ellos era bueno, ya que no tendrían que discutirlo ni fingir con un "ups" que le había llamado accidentalmente. Ajo ya estaba empezando a pillarla en todas las bromas. 

—Al menos deberíamos descansar afuera de esta cueva. Dijeron que este lugar es sagrado y no me extrañaría que salgan más de estos de entre las piedras. Creo que entre los tres podríamos sacarlo de esta gruta. Ahí podemos descansar un rato si nos escondemos y continuar hasta algún sitio donde Tío Aurelius nos recoja. 

Tassae se acercó y empujó con fuerza la estatua, pero la gnoma no era capaz de moverle ni un centímetro por si sola.

—Si no he podido disipar la magia con el pergamino... creo que nos va a tocar buscar un clérigo. Me da que vamos a tener que volver con los arpistas. Salvo que haya alguno capacitado en Loudwater o así

Sonidos -no muy lejanos- de movimientos e incluso voces algo amortiguadas os recordaban que estabais en medio de una fortaleza de Gigantes de Piedra y bárbaros de Uthgardt.

El fuerte viento que corría dentro de aquella grieta podía ayudar a tapar el ruido generado por las voces, la lucha y la bola de fuego, pero era cuestión de poco tiempo que alguien os pudiera descubrir.

Estaba convencido de que tanto mi propuesta como la de Ajo eran brillantes para sacar de aquí a nuestro amigo drow, pero los conocimientos arcanos de Tassae frustran nuestras esperanzas al tiempo que evitan que cometamos una locura irreparable. Es una bendición tenerla con nosotros, a veces.

Mi desarrollado sentido del oído me alerta de que será mejor que nos demos prisa si no queremos volver a toparnos con algún gigante más. En campo abierto lo único que pueden hacer es huir de mí pero aquí, en estas cavernas, somos todos presas fáciles y no hemos salido muy bien parados de nuestro encuentro anterior.

Así pues, sumo mis esfuerzos a los de la pequeña gnoma por arrastrar al petrificado Izztyl de regreso a la osera siguiendo el mismo camino por el que llegamos.

—Ajo, ¿qué te parecería prestarle a Tassae esos guantes tuyos tan mágicos? Quizás así podemos mover a Musgo entre los tres. Y seguro que ella te los devuelve después como nuevos.

Tassae paró de empujar un segundo para meditar lo que decía Thoras. Sería lo ideal, pero requería magia y eso significaba tiempo. Y tiempo era lo que menos tenían.

—La magia de los guantes tardará un rato en adaptarse a mí. Creo que entre los tres podemos hacerlo igualmente, aunque nos costará. Mirad, si lo cogemos por aquí Ajo, y por aquí nosotros dos, distribuiremos mejor el peso—la gnoma miró al drow y luego al bárbaro con su mejor expresión suplicante —Ajo, vamos, si ya te estaba empezando a caer bien. Si nos vamos ahora podemos sacarlo sin demasiado ruido. Y no creo que Aurelius aparezca de forma muy llamativa. Mi tío es bastante listo... aunque a veces haga cosas... poco inteligentes

Ajo ató una cuerda alrededor del drow y el otro extremo a la escoba voladora a la que ordenó ir delante* No era ducho en números, pero si lo fuera podría haber expresado mejor que esperaba que si la escoba podía transportar 400lb fuera suficiente para levantar a Musgo al sumarle su fuerza, que él podía levantar y transportar hasta 285lb. Entonces Tassae y Thoras tan sólo tendrían que ayudar con su fuerza para estabilizar la estatua para que no se cayera, aunque tampoco le importase que se cayera. Así podrían transportarla haciendo menos ruido y sin dejar un rastro enorme en el suelo que hasta el más tonto de los gigantes de las colinas pudiera seguirlos.**

- Deberíamos terminar nuestra misión y llevarnos a Musgo con calma cuando hubiésemos acabado con esta amenaza. Aunque si me preguntáis a mí, yo lo dejaría tal cual está. Un drow menos siempre es positivo para el resto de las razas. – continuo ignorando el comentario de Tassae – Lo de tu tío es de familia, o lo tuyo es de familia, lo mismo da. Ya veréis como nos arrepentimos en el futuro próximo de todas estas decisiones. – seguía refunfuñando a pesar de ayudarles a sacar la estatua – Además, todo esto se lo buscó el solito al no salir de ese fango. ¿A quién se le ocurriría quedarse tanto rato en un fango hundiéndose? A un drow orgulloso, claro… - seguía a lo suyo, aunque se podía percibir que sus quejas estaban más encaminadas a ocultar su preocupación por lo que les podría pasar a los tres si se encontraban con gigantes o bárbaros por llevarse la maldita estatua en lugar de marcharse ellos a recuperarse de sus heridas.

Os apañasteis entre todos para cargar la estatua de Izztyl, por suerte no era demasiado corpulento. 

Ibais lentos pero sin parar, pues sabíais lo que había en juego. Cargando aquellos vuestra maniobrabilidad era muy baja y no podríais correr en caso de peligro.

Empezasteis a salir de aquellas cuevas, dejando atrás tres cadáveres de gigante y una habitación calcinada con restos de bárbaros de la tribu. Con la intención de alejaros del territorio de Kayalithica empezasteis a andar todo lo deprisa que podíais cuando de repente visteis como venía hacia vuestra dirección -aún algo lejos- otro Gigante de Piedra que al parecer llevaba a un par de cautivos atados a su enorme clava.

Teníais el margen justo para tratar de esconderos y rezar por no ser vistos.. o buscar otra solución al problema.

Si fuera la primera vez que Tassae se pone a echarme virturas de regaliz por encima, consideraría que su proceder es de lo más impertinente en estos momentos. Sin embargo, ya conozco los efectos estimulantes que sus hechizos tienen en mí cuando se pone a hacer esas cosas, de modo que no protesto y espero pacientemente a que termine de hacer gestos extraños y musitar palabras indescifrables.

Para cuando termina, me valgo de mis botas encantadas para elevarme tan deprisa como puedo en un vertiginoso ascenso vertical, intentando que el gigante no repare en mi presencia.

Ajo siguió el plan acordado. Se escondió detrás de una roca cerca de donde pasaría el gigante de piedra con su guja preparada. Mientras esperaba y notaba la magia de Tassae surtir efecto, se tomó una poción de curación. Normalmente prefería esperar a estar más herido antes de gastar los recursos, pero ya sabía lo duro que golpeaban estos gigantes y ahora no podía contar con la protección de su ira.

Espero la señal de sus compañeros para empezar el combate.

A pesar de la opinión de sus compañeros de que era escandalosa y ruidosa, Tassae se había ganado el mote de Lagartija a pulso. Y no solo por sus escamas. Con la escoba de Ajo en la mano, la gnoma se escurrió dejándose caer en un hoyo natural para esconderse. Agazapada como un gato a punto de saltar sobre su presa, murmuró una palabra para activar la perla que la habían comprado sus compañeros y que en teoría le permitiría lanzar algún hechizo más aun estando agotada.

Aunque mi disparo ha fallado, cosa que no suele ocurrir, sonrío al haber conseguido mi objetivo principal: atraer sobre mí la atención de ese obtuso gigante de piedra. Mientras tenga sus ojos clavados en mí, es posible que no repare en mis amigos hasta que sea demasiado tarde.

—¡Eh, tú, grandullón, aquí arriba! Vamos, enséñame lo que sabes hacer.

Tenso mi arco y le disparo otras tres flechas antes de elevarme otra veintena de metros. Dos de mis saetas emplumadas logran hacer diana contra la criatura y la tercera se estrella inofensiva contra su cuerpo marmóreo. Soy conciente de que no le han causado más que heridas superficiales pero confío en que habrán despertado su deseo de venganza contra mí.

En cuanto notó la magia de Tassae corriendo por él y vio que Thoras salió volando supo que era el momento. La primera flecha fallida de Thoras fue la señal inconfundible.

Ajo salió de su escondite y corrió a velocidad sobrehumana hasta el gigante, que se quedó justo al límite del rango de la guja para golpearle. Sus ataques tuvieron resultados desparejos. Los dos primeros lograron herir la carne pétrea del gigante, pero los segundos parece que chocaron con las partes más dura de aquella criatura. Tenían que aguantar lo suficiente para que Thoras obrara su magia con las flechas.

Tassae miró a Izztyl y luego a Thoras y Ajo. Aunque no estaban tan finos como de costumbre, entre los dos estaban dando un buen repaso al gigante. Claro, que como le pegase un golpe con la clava lo mismo se terminaban de cargar a los dos prisioneros, que era el principal motivo por el que no se habían escondido sin mas.

—Anda qué... luego que si Tassae la lía, que si Tassae no las piensa, que si no derritas a enemigos que nos quedamos sin tesoro...

La gnoma se movió entre los arbustos hasta meterse detrás de un árbol, justo debajo de Thoras. Afortunadamente, el semielfo no iba en túnica y aunque mirase hacia arriba no vería nada inapropiado. Una pequeña sonrisita asomó a su rostro cuando la energía de su sangre comenzó a brotar canalizando una bola de ácido, más pequeña y potente que las que lanzaba en los últimos tiempos, pero igual de dolorosa.