Partida Rol por web

Aquella cosa parecía volverse más dura conforme recibía ataques y parecía inmune a los ataques de Ajo que poco hicieron por dañarlo salvo uno que logró colarle en la rodilla.

Aunque admiro siempre el espíritu beligerante de Ajo, me preocupa que se esté arriesgando innecesariamente enfrentando al gigante de piedra después del enorme esfuerzo que ya ha hecho a lo largo de toda la jornada.

Intento abatir a su oponente con mis disparos pero uno tras otro se estrellan inofensivos contra su endurecida carne y solo uno de los proyectiles logra atravesar sus pétreas defensas.

Es solo cuestión de tiempo que consiga acabar con él, pero me temo que eso es algo que a mi hermano de armas no le sobra.

Vamos, Thöras, vamos, céntrate.

El gigante parece muy malherido pero aun le quedan fuerzas para darle un ultimo trompazo con el garrote y dejar tumbado a Ajo.

—¡Ajo!

Tassae movió las manos con rapidez, pero la tensión era tal que el orbe estalló a un par de pies de la gnoma, que buscó con la mirada un sitio donde parapetarse de el inminente ataque del gigante. Ser pequeñita no solía ser una ventaja y para correr no era ninguna excepción, de modo que de un salto se subió a la escoba y salió volando a ras de suelo para protegerse detrás de un árbol mientras Thoras terminaba con aquel ser.

—¡Acaba con él, Thoras!

Mis peores temores se hacen realidad al ver tendido en el suelo a mi invencible amigo humano. Estoy convencido de que, cuando despierte, lamentará más el desperdicio de pociones de salud que el dolor de su cuerpo apalizado. Pero para eso tengo que asegurarme de que pueda volver en sí en lugar de acabar aplastado bajo el garrote del gigante.

Una flecha tras otra hacen diana en el cuerpo de nuestro común enemigo y yo solo puedo sentirme fascinado con los efectos dopantes que me proporciona este hechizo de Tassae. Tal vez deba empezar a hacer una dieta alta en regaliz...

Ajo luchaba contra la muerte con la misma pasion que contra los gigantes. No dejaria que una minucia asi le parase, el no era como el drow, él tenía que levantarse.

El gigante cae derrotado por la última flecha y se derrumba -por suerte de Ajo- hacia el otro lado, de espaldas.

Me lanzo en un vertiginoso picado en dirección a Ajo tan deprisa como puedo y recorro a la carrera la distancia que todavía me separa de él para hacerle tragar una de mis nutritivas bayas encantadas. Después de la última poción que le di a Tassae no voy sobrado de ellas y ahora lo que necesitamos es un buen descanso.

—Despierta, Ajo, este no es un buen sitio para echar una siesta —le digo, mientras le agito suavamente—. Vamos, hombre, que te las has visto en peores situaciones que esta.

Sin perder de vista a Izztyl, Tassae se inclinó sobre la escoba para acercarse lo más rápido posible a Ajo y Thoras, frenando en seco al llegar y provocando que la gnoma estuviese a punto de salir volando sin ayuda mágica. 

—¿Está bien?— al ver que el bárbaro tragaba una de las mágicas bayas la gnoma suspiró aliviada. De momento parecía que iban a vivir todos un poco mas. Tenían que esconderse, descansar, llamar a Aurelius, aguantar su bron... Espera, ¿por qué no se habían escondido en vez de luchar, como habían hablado? La gnoma se dio un golpe en la frente ¡Los prisioneros!— Venga, Ajo, levanta... Que seguro que vienen más... y deberíamos ir a ver si esos dos están vivos.

Había dos enanos atados a la clava gigante que había estado usando para pelear, entre los golpes y la caída teníais serias dudas que hubieran podido sobrevivir, pero era una posibilidad.

- Vamos, vamos, vamos. No os echéis encima de mí los dos, ni que hubiese estado a punto de morir – refunfuñó el bárbaro al ponerse en pie – Gracias por la baya, Thoras. – le agradeció ya en pie – Venga, que no estamos para perder el tiempo, vayan a venir otros dos de esos y ahora mismo creo que hasta un cuarto de gigante nos vendría grande.

En dos zancadas grandes llegó hasta los dos prisioneros.

- Vosotros, ¿cómo estáis? ¿Podéis andar? Tenemos que movernos. Ya nos contaréis por el camino quienes sois y como os capturó ese bruto. – les dijo sin rodeos.

El hallazgo de los enanos resulta ser todo un golpe de suerte con el que no contaba y me apresuro a ofrecerles mis bayas mágicas para que recobren tanto vigor perdido como puedan. Nos van a hacer falta para sacar a Izztyl de aquí tan deprisa como podamos.

—Estoy seguro de que la historia de vuestro cautiverio será de lo más interesante y estoy deseando escucharla. Pero, como dice mi amigo Ajo, mejor si nos la contáis mientras nos movemos. Todo el mundo sabe que los enanos sois gentes de honor y que estaréis deseando agradecernos de algún modo nuestra ayuda. Estáis de suerte. Tenemos que llevar esa estatua de ahí a un sitio apartado de estas cuevas y vosotros tenéis la oportunidad de saldar vuestra deuda ayudándonos.

—Thoras— interrumpió la gnoma al elfo mientras revisaba con la mirada al gigante... o mejor dicho, el pie del gigante, ya que aquel bicho era tan grande que no podía ver más— Podrías vigilar mientras les llevamos con Izztyl y buscamos un escondite. Eres el que tiene mejor vista. Vosotros, ¿estás bien? No tardarán en pasar más de estos por aquí, y no les hará gracia que hayamos matado a uno de los suyos.

Asiento en silencio a la petición de Tassae, mientras me coloco mis gafas para ver de cerca y examino las pertenencias del gigante. Quién sabe, igual guarda por ahí una poción curativa o un antídoto para la enfermedad de nuestro amigo drow.

Solo una vez que me he asegurado de que no le queda nada de valor, me elevo nuevamente para otear los alrededores y alertar a mis compañeros en caso de peligro.

Los enanos que apenas estaban saliendo del estado comatoso con la pequeña baya, apenas podían abrir los ojos y moverse a causa de las graves heridas que tenían en el cuerpo. Por desgracia en el mundo no todos tenían piel y agallas de aventureros y aquellos tipos no parecía que fueran a sobrevivir mas que un par de horas.

Tenían la mente nublada por el dolor y la semiinconsciencia y no dijeron nada, aparte de mascullar y emitir quejidos.

El gigante no parecía llevar nada de valor encima, había salido de caza.

Intento repartir las bayas que me quedan entre la pareja de enanos con la esperanza de que recobren el sentido, dándole cuatro a cada uno de ellos.

Solo faltaría que se nos murieran con lo que nos ha costado rescatarlos del gigante. Es mirar esas caritas barbudas, esas narices de patata y esas cejas súperpobladas y acordarme del bueno de Darumg... A Ilmater no le gustaría que dejara morir a esta pareja y si estuviera aquí seguro que nos daría un capón a cada uno por no intentar todo lo que esté en nuestra mano.

Si con eso no logro que ninguno de ellos vuelva en sí, trataré de salvar al que aparente ser más fornido de los dos dándole de beber la poción curativa que me resta.

—Oh, genial... Lo que faltaba...— gruñó la gnoma por lo bajo en un tono más parecido al de Ajo que al de ella misma. Rápidamente, revisó a los enanos, buscando algún arma o veneno. En principio no había nada para sospechar y en circunstancias normales no habría cuestionado ni medio segundo que eran buenos tipos. Y seguía creyéndolo, pero tan solo el semielfo tenía aspecto de poder resistir un soplido.— Aquí estamos a la vista de todos, llevémoslo donde Izztyl. No vamos a ponernos a curarlos en medio del camino.

- ¿De verdad vais a gastar nuestros recursos y tiempo en estos dos que no conocemos de nada? – preguntó malhumorado Ajo – Ya lo hemos intentado. Los hemos rescatado del gigante, le has dado las bayas y no ha funcionado, siguen más muertos que vivos y solo son una carga adicional que no podemos llevar con nosotros. Lo único que vas a lograr curándolos es que se pongan a gritar cuando nos maldigan por marcharnos con Musgo dejándolos aquí porque no podremos acarrearlos y preferimos llevarnos una estatua a ellos. Entonces es cuando yo los voy a rematar y todo esto que estáis haciendo no va a servir para nada. – les explicó de mala leche.

- Venga, dejadlos y vámonos. Mala suerte para ellos. Lo siento. – su pragmatismo brutal era bastante crudo para la civilización, pero en los bárbaros que no eran pragmáticos no llegaban a viejos.

—Qué sí, pero que si les dejamos en medio del camino, sueltos y al lado de un gigante muerto y les encuentran...— explicó como quien explicaba a un niño pequeño que esconderse en el horno para jugar no era buena idea, aunque ese día no se fuese a cocinar— Es mejor que les escondamos antes de que vengan otros. Si se recuperan, que vayan a la cueva de la bárbara y si no, pues mala suerte.

Tassae se fijó entonces en lo que hacía Thoras y le hizo gestos para que se diese prisa. Como Ajo, no le hacía gracia gastar recursos y tiempo en ellos, pero si el elfo lo hacía al menos que fuese en un lugar menos al alcance de todo y todos.

Uno de ellos tenía heridas muy graves y una de las piernas había estado completamente destrozada por uno de los golpes del gigante, ahora mismo se encontraba entre la vida y la muerte. El otro, que también estaba herido, pareció recuperarse algo mas con el resto de bayas mágicas.

Se levantó con esfuerzo y pidió que por favor ayudaseis a mover a su compañero fuera del camino en una zona algo mas escondida. Os da las gracias por la ayuda y os dice que os vayáis, que es muy peligroso, él se quedará cuidando a su amigo y se marcharan en cuanto se encuentren mejor.

Parecen ser mineros de un pequeño asentamiento cercano, de los que visteis destruidos por el camino, os dice que decidieron volver a buscar sus antiguas pertenencias ya que habían huido el día del ataque y ese gigante los capturo de camino.